jueves, 30 de abril de 2020

El Síndrome E - de Franck Thilliez




Si vas a leer esta novela más vale que tengas por delante 4 o 5 días sin compromisos. No querrás despegarte de ella una vez que te hayas asomado a sus espeluznantes crímenes y misterios. 


Thilliez tiene una capacidad endemoniada de construir thrillers trepidantes y malsanos, en los que adquieren gran importancia los aspectos científicos e históricos. En el caso que nos ocupa la parte científica tiene que ver con la neurobiología, el poder de la imagen y el control mental; mientras que la histórica está relacionada con un período negro en la historia de Canadá, "La Gran Oscuridad", durante el mandato en los años 50 de Maurice Duplessis. 

La novela comienza con dos hechos insólitos y aparentemente sin relación. El ex-amante de Lucie Hennebelle, teniente de policía en Lille, ha quedado ciego cuando visionaba un extraño cortometraje que acababa de comprar en un saldo. Por otro lado a trescientos kilómetros de distancia, el comisario de la policía criminal Franck Sharko, acepta volver al servicio para afrontar la investigación de cinco cadáveres que han aparecido en extrañas circunstancias: las manos cortadas y el cerebro, los ojos y los dientes extraídos. El cortometraje de coleccionista irá descubriendo poco a poco los terrores que oculta y acabará uniendo ambos casos.

La investigación de estos dos policías es detallada y absorbente. El cortometraje deja traslucir una mente enfermiza y truculenta. Los nuevos datos y las nuevas implicaciones se suceden a un ritmo trepidante del mismo modo que aparecen cadáveres torturados: "Esa maldita película deja fuera de combate a todos los que se acercan a ella. Wlad Szpilman, Ludovic Sénéchal y ahora Claude Pignet. Tenemos que hacernos con ella." reconoce la teniente de policía Lucie Henebelle.

Dos características creo que hay que subrayar de Thilliez. La ardua tarea de documentación que afronta antes de cada novela y una construcción a base de tramas paralelas que hace que el suspense y el interés siempre sean elevados.

La exhaustividad de su documentación es palpable. En la novela que nos ocupa destaca el grado de detalle en la narración de los experimentos neurológicos sobre histeria colectiva y, también, respecto al impacto de la imagen sobre el cerebro y su relación con la violencia y la manipulación. En otras obras como Pandemia (publicada de forma premonitoria en 2015) su atención se dirige al mundo de los virus y la inmunología. Mientras que en Gataca apunta a la manipulación genética y en su última novela publicada, Luca, se centra en la hiperconectividad de nuestra sociedad y los diabólicos algoritmos. 

Pero que nadie dude que todo el aparato científico está perfectamente hilvanado en la trama y sus apuntes científicos no sólo no aburren, sino que añaden un interés inusitado. Las obras de Thilliez, y ésta en concreto es una de las mejores, siempre mantienen un ritmo elevado; en sus más de 500 páginas de media suceden cosas constantemente y todas de interés; se producen giros sin cesar y las implicaciones sociales e históricas nunca dejan de ampliarse. Sus libros están hilados con suma inteligencia y un dominio del suspense admirable.

La estructura de la novela pasa por alternar los capítulos de la investigación de Lucie con la de Sharko; hasta que confluyen y empiezan a trabajar juntos. Buscan a una pareja de asesinos, uno rebana cabezas para extraer ojos y cerebro, otro tortura y descuartiza a las víctimas. Dos atroces criminales, uno experto en cine, otro en medicina, que van tras un misterioso cortometraje mudo y anónimo rodado en los años 50. También aquí nos asombra Thilliez con su documentación sobre el mantenimiento y restauración de los rollos de celuloide hasta hacernos penetrar en los secretos de este corto diabólico y enigmático... que comienza imitando a Un chien andalou de Buñuel.
"-Un puro truco evidentemente. El ojo cortado es el de un animal, tal vez un perro. Pero esa secuencia muestra ante todo que el ojo, de hecho, no es más que una vulgar esponja que capta la imagen, una superficie lisa que no comprende el sentido de las cosas. Y que, para ver mejor, hay que perforar esa superficie lisa. ir más allá. Al interior del film".


Tratándose de un thriller, la escritura es muy cinematográfica. Los hechos se suceden sin tregua y las pistas les arrastran primero a Bélgica, luego a El Cairo y finalmente a Montreal. El libro pide una película a gritos. De hecho durante muchas páginas me venían a la memoria escenas de "Los ríos de color púrpura", de Mathieu Kassovitz. Al fin y al cabo libro y película comparten las cualidades macabras de sus crímenes y escenas de un suspense extraordinario: la investigación histórica en una biblioteca de universidad o la visita a una monja cuyos ojos están velados por las cataratas. También una escena espeluznante en el estudio de un oftalmólogo (en el film) que aquí se convierte en un experto en restauración de películas que nos muestra en su moviola lo que el ojo no ve. 

Los dos protagonistas de la novela son una pareja de policías decidida y conmovedora. Demuestran una gran fortaleza moral para perseguir malvados; pero también una enorme fragilidad. Lucie persiguiendo la construcción de una familia con sus gemelas y Sharko intentando cerrar el montón de costurones que le han dejado sus casos. Aunque le han enviado como analista de perfiles psicológicos, el trabajo sobre el terreno, con su olor a sangre y a vísceras le atrae poderosamente.
"No tenía una prisa especial por regresar, aunque moverse por aquellos edificios consagrados a la muerte no fuera algo agradable. Le volvían a la memoria muchos recuerdos violentos, muchos crímenes sin respuesta, demasiados. un niño hallado muerto en el fondo del Sena. Prostitutas degolladas en habitaciones sórdidas. Mujeres, hombres, apaleados, lacerados, cortaos a pedazos, estrangulados... Dramas que habían sacudido su existencia y le había nempujado a fuciionar a base de pastillas de Zyprexa."
Perdió a su mujer y a su hija en un accidente y se siente culpable. Necesita pastillas. Tiene diagnosticada una esquizofrenia paranoide y en momentos de tensión se le aparece una niñita que le canta las cuarenta. Ella representa todos los demonios que lleva dentro. Aunque Sharko es capaz de sacar ventaja a cuenta de esto en su situación más desesperada. 



El síndrome E entre los neurobiólogos procede de Evil , el Mal, y Thilliez centra en él su reflexión: ¿Cómo afectan las imágenes a nuestra mente? Las imágenes forman parte intrínseca de nuestra vida y en multitud de ocasiones las alimenta la violencia, ¿Cómo afecta la violencia al cerebro?, ¿Qué hace que las personas puedan matar sin perturbarse?, ¿Es posible propagar los comportamientos violentos? Thilliez ha querido componer una especie de "díptico del Mal" y en el último giro de la novela lanza un cabo que la vincula con su siguiente obra, Gataca. Allí vuelve a indagar sobre la propagación del mal y la violencia; pero desde la perspectiva de la biología evolutiva, la antropología y el ADN.

Absorbente. 





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Las novelas de Sharko y Lucie Henebelle escritas por Thilliez suman más de una decena de títulos y se pueden agrupar de distintos modos. Las que inicialmente protagonizaron en solitario cada uno, las que protagonizan juntos precisamente a partir de El síndrome E y luego ese díptico del mal tan terrorífico. A pesar de ser una serie liderada por la misma pareja de policías, Thilliez concibe y cierra cada historia de forma independiente. Por lo tanto, no es necesario haber leído los libros anteriores puesto que los protagonistas actualizan su historia con pequeños apuntes y citas que el buen aficionado advierte.

Los libros donde aparecen Franck Sharko y Lucie Henebelle son :
EL ÁNGEL ROJO (Train d´enfer pour Ange rouge), 2004 - Franck Sharko
LACHAMBRE DES MORTS, 2005 - Lucie Henebelle. Existe una película basada en el libro, dirigida por Alfred Lot e interpretada por Mélanie Laurent.
LUTO DE MIEL, 2006.  Franck Sharko
LA MÉMOIRE FANTÔME, 2007, Lucie Henebelle
EL SÍNDROME   E, 2010, Sharko y Henebelle
GATACA, 2011, Sharko y Henebelle
ATOMKA, 2012, Sharko y Henebelle. De nuevo una investigación sórdida y con muchas ramificaciones con la energía atómica como fondo y una búsqueda inmemorial de la frontera entre la vida y la muerte como leit motiv.
LATIDOS , 2013. Sharko y Henebelle abordan el tráfico ilegal de órganos en una trama que se enreda entre las desapariciones durante la dictadura militar en Argentina, los crímenes de guerra en el conflicto de los Balcanes y la sustracción de recién nacidos en España durante el franquismo.
PANDEMIA, 2015. Sharko y Henebelle. El libro parte de la alarma creada por la gripe aviar y anticipó la crisis sanitaria que provocó el virus del Ébola...o ahora la del coronavirus.
SHARKO, 2017. Sharko y Henebelle están en apuros, Lucie ha allanado una propiedad privada y ha asesinado al hombre que investigaba, Julien Ramírez. Ha sido en defensa propia, pero si confiesa lo ocurrido irá a la cárcel, y Sharko no piensa permitirlo. En el curso de la investigación, descubrirán que tras Ramírez hay una secta vampírica que comete las atrocidades más perversas. Tras hallar trece cadáveres a los que han extraído hasta la última gota de sangre, y soportando la angustia de que sus compañeros puedan descubrir lo que hicieron, Lucie y Sharko se enfrentarán a una enfermedad desconocida que la secta vampírica propaga deliberadamente.
LUCA, 2019. Sharko y Henebelle. Sin traducción aún. La investigación nos lleva al corazón de la tecnología, la manipulación genética y el poder de GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon).

domingo, 26 de abril de 2020

EL HUÉSPED - de Amparo Dávila


Este pasado día 18 de Abril ha muerto Amparo Dávila. No encuentro mejor homenaje que releer alguno de sus inquietantes cuentos










unca olvidaré el día en que vino a vivir con nosotros. Mi marido lo trajo al regreso de un viaje.
Llevábamos entonces cerca de tres años de matrimonio, teníamos dos niños y yo no era feliz. Representaba para mi marido algo así como un mueble, que se acostumbra uno a ver en determinado sitio, pero que no causa la menor impresión. Vivíamos en un pueblo pequeño, incomunicado y distante de la ciudad. Un pueblo casi muerto o a punto de desaparecer.
No pude reprimir un grito de horror, cuando lo vi por primera vez. Era lúgubre, siniestro. Con grandes ojos amarillentos, casi redondos y sin parpadeo, que parecían penetrar a través de las cosas y de las personas.
Mi vida desdichada se convirtió en un infierno. La misma noche de su llegada supliqué a mi marido que no me condenara a la tortura de su compañía. No podía resistirlo; me inspiraba desconfianza y horror. «Es completamente inofensivo» —dijo mi marido mirándome con marcada indiferencia. «Te acostumbrarás a su compañía y, si no lo consigues…“ No hubo manera de convencerlo de que se lo llevara. Se quedó en nuestra casa.
No fui la única en sufrir con su presencia. Todos los de la casa —mis niños, la mujer que me ayudaba en los quehaceres, su hijito— sentíamos pavor de él. Sólo mi marido gozaba teniéndolo allí.
Desde el primer día mi marido le asignó el cuarto de la esquina. Era ésta una pieza grande, pero húmeda y oscura. Por esos inconvenientes yo nunca la ocupaba. Sin embargo él pareció sentirse contento con la habitación. Como era bastante oscura, se acomodaba a sus necesidades. Dormía hasta el oscurecer y nunca supe a qué hora se acostaba.
Perdí la poca paz de que gozaba en la casona. Durante el día, todo marchaba con aparente normalidad. Yo me levantaba siempre muy temprano, vestía a los niños que ya estaban despiertos, les daba el desayuno y los entretenía mientras Guadalupe arreglaba la casa y salía a comprar el mandado.
La casa era muy grande, con un jardín en el centro y los cuartos distribuidos a su alrededor. Entre las piezas y el jardín había corredores que protegían las habitaciones del rigor de las lluvias y del viento que eran frecuentes. Tener arreglada una casa tan grande y cuidado el jardín, mi diaria ocupación de la mañana, era tarea dura. Pero yo amaba mi jardín. Los corredores estaban cubiertos por enredaderas que floreaban casi todo el año. Recuerdo cuánto me gustaba, por las tardes, sentarme en uno de aquellos corredores a coser la ropa de los niños, entre el perfume de las madreselvas y de las bugambilias.
En el jardín cultivaba crisantemos, pensamientos, violetas de los Alpes, begonias y heliotropos. Mientras yo regaba las plantas, los niños se entretenían buscando gusanos entre las hojas. A veces pasaban horas, callados y muy atentos, tratando de coger las gotas de agua que se escapaban de la vieja manguera.
Yo no podía dejar de mirar, de vez en cuando, hacia el cuarto de la esquina. Aunque pasaba todo el día durmiendo no podía confiarme. Hubo muchas veces que cuando estaba preparando la comida veía de pronto su sombra proyectándose sobre la estufa de leña. Lo sentía detrás de mí… yo arrojaba al suelo lo que tenía en las manos y salía de la cocina corriendo y gritando como una loca. Él volvía nuevamente a su cuarto, como si nada hubiera pasado.
Creo que ignoraba por completo a Guadalupe, nunca se acercaba a ella ni la perseguía. No así a los niños y a mí. A ellos los odiaba y a mí me acechaba siempre.
Cuando salía de su cuarto comenzaba la más terrible pesadilla que alguien pueda vivir. Se situaba siempre en un pequeño cenador, enfrente de la puerta de mi cuarto. Yo no salía más. Algunas veces, pensando que aún dormía, yo iba hacia la cocina por la merienda de los niños, de pronto lo descubría en algún oscuro rincón del corredor, bajo las enredaderas. «¡Allí está ya, Guadalupe!»; gritaba desesperada.

Guadalupe y yo nunca lo nombrábamos, nos parecía que al hacerlo cobraba realidad aquel ser tenebroso. Siempre decíamos: —Allí está, ya salió, está durmiendo, él, él, él..
Solamente hacía dos comidas, una cuando se levantaba al anochecer y otra, tal vez, en la madrugada antes de acostarse. Guadalupe era la encargada de llevarle la bandeja, puedo asegurar que la arrojaba dentro del cuarto pues la pobre mujer sufría el mismo terror que yo. Toda su alimentación se reducía a carne, no probaba nada más.
Cuando los niños se dormían, Guadalupe me llevaba la cena al cuarto. Yo no podía dejarlos solos, sabiendo que se había levantado o estaba por hacerlo. Una vez terminadas sus tareas, Guadalupe se iba con su pequeño a dormir y yo me quedaba sola, contemplando el sueño de mis hijos. Como la puerta de mi cuarto quedaba siempre abierta, no me atrevía a acostarme, temiendo que en cualquier momento pudiera entrar y atacarnos. Y no era posible cerrarla; mi marido llegaba siempre tarde y al no encontrarla abierta habría pensado… Y llegaba bien tarde. Que tenía mucho trabajo, dijo alguna vez. Pienso que otras cosas también lo entretenían…
Una noche estuve despierta hasta cerca de las dos de la mañana, oyéndolo afuera… Cuando desperté, lo vi junto a mi cama, mirándome con su mirada fija, penetrante… Salté dé la cama y le arrojé la lámpara de gasolina que dejaba encendida toda la noche. No había luz eléctrica en aquel pueblo y no hubiera soportado quedarme a oscuras, sabiendo que en cualquier momento… Él se libró del golpe y salió de la pieza. La lámpara se estrelló en el piso de ladrillo y la gasolina se inflamó rápidamente. De no haber sido por Guadalupe que acudió a mis gritos, habría ardido toda la casa.
Mi marido no tenía tiempo para escucharme ni le importaba lo que sucediera en la casa. Sólo hablábamos lo indispensable. Entre nosotros, desde hacía tiempo el afecto y las palabras se habían agotado.
Vuelvo a sentirme enferma cuando recuerdo… Guadalupe había salido a la compra y dejó al pequeño Martín dormido en un cajón donde lo acostaba durante el día. Fui a verlo varias veces, dormía tranquilo. Era cerca del mediodía. Estaba peinando a mis niños cuando oí el llanto del pequeño mezclado con extraños gritos. Cuando llegué al cuarto lo encontré golpeando cruelmente al niño. Aún no sabría explicar cómo le quité al pequeño y cómo me lancé contra él con una tranca que encontré a la mano, y lo ataqué con toda la furia contenida por tanto tiempo. No sé si llegué a causarle mucho daño, pues caí sin sentido. Cuando Guadalupe volvió del mandado, me encontró desmayada y a su pequeño lleno de golpes y de araños que sangraban. El dolor y el coraje que sintió fueron terribles. Afortunadamente el niño no murió y se recuperó pronto.
Temí que Guadalupe se fuera y me dejara sola. Si no lo hizo, fue porque era una mujer noble y valiente que sentía gran afecto por los niños y por mí. Pero ese día nació en ella un odio que clamaba venganza.
Cuando conté lo que había pasado a mi marido, le exigí que se lo llevara, alegando que podía matar a nuestros niños como trató de hacerlo con el pequeño Martín. «Cada día estás más histérica, es realmente doloroso y deprimente contemplarte así… te he explicado mil veces que es un ser inofensivo.»
Pensé entonces en huir de aquella casa, de mi marido, de él… Pero no tenía dinero y los medios de comunicación eran difíciles. Sin amigos ni parientes a quienes recurrir, me sentía tan sola como un huérfano.
Mis niños estaban atemorizados, ya no querían jugar en el jardín y no se separaban de mi lado. Cuándo Guadalupe salía al mercado, me encerraba con ellos en mi cuarto.
— Esta situación no puede continuar —le dije un día a Guadalupe.
— Tendremos que hacer algo y pronto – me contestó.
— ¿Pero qué podemos hacer las dos solas? —Solas, es verdad, pero con un odio…
Sus ojos tenían un brillo extraño. Sentí miedo y alegría.
La oportunidad llegó cuando menos la esperábamos. Mi marido partió para la ciudad a arreglar unos negocios. Tardaría en regresar, según me dijo, unos veinte días.
No sé si él se enteró de que mi marido se había marchado, pero ese día despertó antes de lo acostumbrado y se situó frente a mi cuarto. Guadalupe y su niño durmieron en mi cuarto y por primera vez pude cerrar la puerta.
Guadalupe y yo pasamos casi toda la noche haciendo planes. Los niños dormían tranquilamente. De cuando en cuando oíamos que llegaba hasta la puerta del cuarto y la golpeaba con furia…
Al día siguiente dimos de desayunar a los tres niños y, para estar tranquilas y que no nos estorbaran en nuestros planes, los encerramos en mi cuarto. Guadalupe y yo teníamos muchas cosas por hacer y tanta prisa en realizarlas que no podíamos perder tiempo ni en comer.
Guadalupe cortó varias tablas, grandes y resistentes, mientras yo buscaba martillo y clavos. Cuando todo estuvo listo, llegamos sin hacer ruido hasta el cuarto de la esquina. Las hojas de la puerta estaban entornadas. Conteniendo la respiración, bajamos los pasadores, después cerramos la puerta con llave y comenzamos a clavar las tablas hasta clausurarla totalmente. Mientras trabajábamos, gruesas gotas de sudor nos corrían por la frente. No hizo entonces ruido, parecía que estaba durmiendo profundamente. Cuando todo estuvo terminado, Guadalupe y yo nos abrazamos llorando.
Los días que siguieron fueron espantosos. Vivió muchos días sin aire, sin luz, sin alimento… Al principio golpeaba la puerta, tirándose contra ella, gritaba desesperado, arañaba… Ni Guadalupe ni yo podíamos comer ni dormir, ¡eran terribles los gritos…! A veces pensábamos que mi marido regresaría antes de que hubiera muerto. ¡Si lo encontrara así…! Su resistencia fue mucha, creo que vivió cerca de dos semanas…
Un día ya no se oyó ningún ruido. Ni un lamento… Sin embargo, esperamos dos días más, antes de abrir el cuarto.
Cuando mi marido regresó, lo recibimos con la noticia de su muerte repentina y desconcertante.

sábado, 25 de abril de 2020

COUNTERPART T1 - de Justin Marks

Starz - HBO, 2018



Sobria y elegante, esta serie va de espionaje al estilo clásico y además entre mundos paralelos. A cada vuelta de la esquina nos encontramos con dobles y duplicidades que nos llevan a preguntarnos cómo se construye nuestra identidad. 


Hace 30 años y por causas desconocidas el mundo se escindió en dos dimensiones exactas y paralelas: con las mismas gentes, las mismas relaciones, los mismos recuerdos, los mismos lugares, las mismas circunstancias. A partir de entonces cada dimensión empezó a evolucionar por su cuenta y sólo quedó un punto de unión, en Berlín. Allí un enorme edificio alberga El Cruce, en cuyos sótanos se encuentra la única vía de acceso entre los dos mundos. En muy pocos años las diferencias han ido en aumento, también las sospechas y los recelos. El asunto es peliagudo y una Agencia creada ex-profeso, en cada lado, controla la situación y mantiene el secreto para el resto del mundo incluido el gobierno alemán. Pero las cosas se están complicando. 

Al transcurrir en Berlín, su muro, sus Check-Points y esa particular atmósfera de Guerra Fría se reproduce en tu mente con facilidad. También sus bunkers subterráneos, por mucho que se hayan convertido en atracción turística en la actualidad. Del mismo modo se reproduce el contradictorio carácter que distancia ambos mundos. En el otro existe un férreo control mientras que éste....es como es: más libre y anárquico. De modo que la serie nos regala una de espías con todas sus consecuencias, secretos y dobleces pero, además, le añade unos trazos de ciencia ficción. Ya no son dos bloques ideológicos, sino dos mundos que comparten las mismas personas, ciudades y recuerdos, pero en mundos paralelos... que poco a poco se van diferenciando.
 

El asunto comienza cuando a un aburrido funcionario le presentan de pronto a su otro yo.  A la vez se entera de que la Agencia en la que trabaja es la encargada de ocultar y gestionar El Cruce entre los dos mundos. Su gemelo es un agente de inteligencia en el otro lado y ha venido a éste siguiendo las pistas de un complot que se está urdiendo y que afecta a ambos mundos. Va a necesitar su ayuda por mucho que esté alucinando.

Uno de los asuntos más interesantes es precisamente el de los doppelgängers, esa duplicidad tan morbosa. Estos incipientes enemigos no son precisamente extraños, son las mismas personas, con el mismo ADN, el mismo carácter, recuerdos y personalidad. De ahí que la dinámica entre los dos Howard (J.K. Simmons) sea el sustento de la trama. Todo ello les ofrecerá la ocasión de analizar sus diferencias. Ambos comparten la misma esposa, Emily (Olivia Williams), pero los de allí están separados y la Emily de aquí está en coma.


La paranoia del infiltrado se multiplica por cien al tratarse de dobles idénticos que hasta tienen el mismo ADN y los mismos recuerdos. Nadie los puede diferenciar. Que uno pueda conocer a su doble con los cambios que han determinado sus distintas opciones, le da a la trama un desarrollo cercano a la meditación existencial. ¿Cómo llegamos a ser quienes somos? ¿Cuánto nos moldean nuestras elecciones? ¿Cómo se construye nuestra personalidad? ¿Cuánto incide la genética, el determinismo o el azar?

J. K. Simmons como Howard Silk

Lo que precipita los hechos es que el Howard agente tiene una fuente en este lado que le comunica que aquí hay infiltrados en las más altas instancias. En la Agencia del otro lado nadie conoce esta operación encubierta, de modo que Howard tiene que venir de incógnito. Todo urge porque tiene información de que una sicario ha venido a esta lado para asesinar a un grupo de personas entre las que está Emily Silk, ¡la mujer del Howard de aquí!


Al contraste entre los dos Howard se suma ahora el contraste entre la sicario Baldwin y su doble aquí, una reputada solista de violín. Vivieron la misma vida hasta la primera juventud, entonces ¿qué ha cambiado en estos pocos años para que sean tan diferentes? Esos pequeños flashsback que explican los años comunes son bastantes perturbadores.

Pero ¿quién está detrás de Baldwin y qué pretenden? ¿Quién está en su lista de ejecuciones y por qué?. Poco a poco iremos conociendo las Agencias de ambos lados, sus opacas Direcciones, las secciones de Estrategia y Organización, qué papel juega el misteriosos Alexander Pope o el enigmático Cónsul Lambert... y se comenzará a hablar de un grupo de fanáticos que proceden de un lugar secreto denominado La Escuela. Un complot en toda regla que se está fraguando que acabará con el frágil equilibrio actual. 


Sara Serraiocco como Baldwin


La serie avanza con un esquema claro. Ir profundizando en los personajes dobles a la vez que se va revelando información del otro lado. El capítulo 3 comienza con el atropello que dejó en coma a Emily y.....¡parece que ha sido intencionado! ¿ Por qué? Tanto el Howard como la Emily del otro lado son agentes de inteligencia y los dos acuden a sendas reuniones secretas con un misterioso demiurgo, Alexander Pope (Stephen Rea), que controla hilos muy secretos. 

También veremos a la Emily del otro lado en el cine mientras sale un anuncio en el que un niño tose en un parque y todos se retiran alarmados poniéndose mascarillas: "Si alguien muestras síntomas de enfermedad debe notificarlo, no informar de alguien enfermo está castigado con multas, prisión o cuarentena. Tu salud es la de todos". Luego se ven las cafetería vacías y las pocas personas que cruzan la calle meten sus manos en unas cajas con luz ultravioleta antes de continuar. ¿Qué mundo es ese y qué infección teme? La verdad es que da un poco de escalofrío ver esta serie de 2018 anticipar nuestro vírico presente. En el episodio 7 por fin el gobierno del otro lado descubre La Escuela y se nos declara el complot en toda su magnitud.



La serie merece mucho la pena porque sus planteamientos y personajes está muy conseguidos. Al original planteamiento de dos mundos paralelos y un punto de unión se añaden una ambientación elegante y gélida como corresponde y unas relaciones personales muy bien trabajadas.

Mención aparte merece el gran J. K. Simmons. Interpreta a los dos Howard con increíble soltura, sin ningún tipo de apósito o maquillaje. Le basta un gesto, una mirada, una forma de caminar para que enseguida sepamos si se trata de uno u otro.

Las referencias son inmejorables. Estos agentes que entregan y recogen mensajes secretos escondidos bajo los bancos del parque, por supuesto me llevan a le Carré. Mientras que estos mundos paralelos me traen a la memoria los dos mundos alternativos que exploró con gran gozo la serie Fringe, pero también las realidades alternativas que en muchas obras imaginó Philip K. Dick. Y, sin duda, cuando vi el edificio de El Cruce me pareció que estaba viendo un hermano gemelo de la Cámara Conjuntiva por la que se comunicaban las ciudades superpuestas de Beszel y Ul Qoma, en la maravillosa novela "La Ciudad y la Ciudad", de China Miéville. 

martes, 21 de abril de 2020

LUNA PARK - de Kevin Baker y Danjel Zezelj





Luna Park es una historia negra de amor y traición que se enrosca en una pesadilla recurrente a través de las épocas más sangrientas y violentas del siglo XX en Rusia: la revolución de los bolcheviques, las guerras mundiales y la salvaje guerra de Chechenia.

Baker y Zezelj han compuesto una novela gráfica adulta y exigente, con una trama de arquitectura muy elaborada y un desarrollo narrativo de primera magnitud. 

Alik Strelnikov es un antiguo soldado ruso que huyó asqueado de la Guerra de Chechenia para acabar de matón a sueldo en la mafia rusa de Coney Island. Los traumas de la guerra y la culpa mezclados con las drogas y una enfermiza relación con una prostituta y adivina llamada Marina, sumen a Alik en una espiral de pesadillas que abarcan diversos pasados alternativos donde se repite el esquema de la misma tragedia.



El comienzo es el clásico en las historias noir. Un matón agrede a una mujer exigiendo el pago de una deuda, trabaja para un pequeño mafioso que está siendo acosado por otro más poderoso, Feliks Zhelezo. Su vida es un fiasco total y sólo las drogas le ayudan a consumir los días. Huyó de Rusia para ser libre y feliz pero cayó en otra trampa. Su historia tiene un fiel reflejo en las oxidadas atracciones de Coney Island, cuyas gigantescas sonrisas invitan a la burla y el fracaso.

Pero cuando todo indica que vamos a leer una historia de mafias en Brooklyn, la línea narrativa se fractura en relatos alternativos que se conjuran entre ellos como un sueño febril. Nadie se puede sentir engañado, puesto que desde la primera viñeta ya se nos presenta una imagen alegórica que será recurrente y una cartela que nos avisa: "Todos los días él intenta escapar de la pesadilla...pero ella siempre lo encuentra". Las 158 páginas siguientes se dedican a bucear en ella.

El escenario del Luna Park en Coney Island y la pitonisa contándole las historias que esconden sus cartas del tarot, sientan las bases para adentrarnos en el terreno de los sueños y la irrealidad. Como si fuese un mazo de cartas las historias se amontonan sobre la mesa: la terrible leyenda de Olga, la Gran Reina de Kiev; la historia del príncipe renegado que traiciona al ejército ruso con el gran Khan, la traición a los decembristas que fueron acribillados en San Petersburgo, bajo la estatua ecuestre de Pedro el Grande y las propias historias del padre y del abuelo (en la Guerra Mundial y en la guerra de Chechenia) suplantados por un alucinado Alik nos envuelven y fascinan. 

Todas las historias de traición que asolan la Historia de Rusia se mezclan con la del propio Alik, que tanto en Chechenia como en Coney Island, repite el intento de convertirse en héroe y salvar a su amada, para acabar provocando -irremisiblemente- su desgracia: "¡una gran sinfonía de muerte y traición! ¡Las caras cambian, pero la música que permanece siempre es la misma!", le escucha decir a la adivina un Alik que ya no sabe ni quién es ni donde está.

La narración de todas estas historias en diversas líneas temporales es sencillamente magnífica. La cabeza de Alik bulle como si estuviese pasando las cartas del tarot, con todos sus sueños y arcanos, hasta hacerle perder el pie de la realidad. 

Esa complejidad en el relato y su intensidad dramática son la gran baza de esta primera novela gráfica escrita por Kevin Baker, novelista célebre por Dreamland. Pero el éxito en el empeño no hubiera sido posible sin el desgarrador arte de Danijel Zezelj y los colores de Dave StewartEl apartado gráfico posee una potencia visual y una narratividad extraordinaria. Es lírico y brutal. El dibujo, lleno de sombras, llega a ser expresionista y acentúa el carácter atormentado y onírico de la historia. 


La textura sucia del dibujo juega con elementos mínimos de color para diferenciar la actualidad de los recuerdos o distintos estados emocionales. Las viñetas bélicas tienen una textura seca y áspera, mientras que los recuerdos de infancia del emigrante Alik tienen un color dorado más amable.
La novela con sus muchas capas y paralelismos resulta absorbente y tiene la capacidad de regalarnos una faceta más. Siendo así que comienza y termina con sendas viñetas que reproducen iconos de la historia reciente norteamericana; todas las historias que se entrelazan en su interior son netamente rusas. 
Más todavía. 
A poco que se escarbe se descubre, con asombro, que toda la novela gráfica es un homenaje literario a un gran poema clásico ruso, El jinete de bronce, de Pushkin; y no sólo porque aparezcan un puñado de citas rememoradas por el protagonista.

Recordemos que  El jinete de bronce (1833), es un poema narrativo de 481 versos, tan dramático como atormentado, que tiene como escenario principal la inundación que asoló San Petersburgo el 7 de noviembre de 1824. En el épico prólogo se describe la ciudad y su azarosa fundación en un paraje natural inhóspito. Una ciudad construida en un estuario salvaje y que 1.700 simplemente no existía. El protagonista es un pobre funcionario que en esa noche aciaga pierde a su prometida Parasha. Este hecho le hace caer en una locura desesperada de la que sólo se recupera cuando en uno de sus vagabundeos lunáticos se encuentra a los pies de la estatua. Entonces la increpará violentamente hasta que, irritada, cobrará vida para perseguir al perturbado a la luz de la luna. 


Sin lugar a dudas el protagonista del poema, Yevgueni, se refleja en Alik, su destino y sus circunstancias. Ambos son perseguidos por la alucinación de un caballo, ambos pierden trágicamente a su amada, ambos se revuelven, en su desesperación, contra el poder. Del mismo modo que el poema al que homenajea, la novela progresa desde la violencia extrema (de la naturaleza en uno o de las guerras en otro) a la angustia y la locura del protagonista que se ve atrapado en una espiral de tragedia. 
Por el medio podremos disfrutar de narrativas fractales y páginas llenas de una plasticidad oscura y abrumadora. 
No te la pierdas. 











EL JINETE de BRONCE - Pushkin











PRÓLOGO

A la orilla de las desiertas olas
en grandiosos designios ocupado
se hallaba ÉL, mirando hacia lo lejos.
Ante sus ojos se ensanchaba el río
por el que un pobre esquife navegaba.
Aquí y allá cabañas miserables,
abrigo de los pobres finlandeses,
cubrían las riberas pantanosas,
y bosques ignorados por los rayos
de un sol siempre escondido entre la niebla
por doquier resonaban.
                                         Y ÉL pensó:
«Desde aquí infundiré pavor al sueco
y echaré los cimientos de una urbe
para irritar a ese vecino altivo.
Aquí nos ordenó Naturaleza
que abriéramos a Europa una ventana,
firme puntal a orilla de los mares,
adonde por un mar para ellos nuevo,
vendrán barcos de todas las banderas
para tratos y fiestas a porfía.»

Un siglo transcurrió, y una urbe nueva,
del Septentrión la gloria y el asombro,
se levantó soberbia y suntuosa
de lo obscuro del bosque y la marisma.
Donde los pescadores finlandeses,
de la Naturaleza infaustos hijos,
desde la baja y solitaria orilla
a las ignotas aguas arrojaban
sus decrépitas redes, hoy en día,
por las riberas llenas de bullicio
esbeltos edificios se vislumbran
y alcázares y torres; desde todos
los puntos de la Tierra, multitudes
de naves se dirigen a los muelles.
Ahora el Neva se viste de granito;
cruzan sus aguas puentes incontables,
se cubren los islotes de jardines
verde obscuro. E inclina la cabeza
ante la joven capital la antigua
Moscú, como ante nueva soberana
viuda real de púrpura vestida.

Te amo, creación de Pedro, amo tu aspecto
severo a un tiempo y lleno de armonía,
la corriente del Neva majestuosa
entre sus parapetos de granito,
el arabesco de tus férreas rejas,
el transparente ocaso de tus noches,
cuyo fulgor sin luna me embelesa
cuando estoy en mi cámara escribiendo
y leyendo sin lámpara, y las pálidas
calles adormiladas y vacías,
y la áurea aguja del almirantazgo.
Así, sin dejar paso a las tinieblas,
una aurora a otra aurora le sucede
en el dorado cielo, hasta tal punto
que no dura la noche media hora.
Amo tu cruel invierno, el aire en calma,
la helada y el correr de los trineos
sobre el Neva anchuroso, y la mejilla
doncellil, más purpúrea que la rosa,
la charla, el brillo, el ruido de los bailes
y, a la hora de las fiestas de soltero,
el chocar de las copas espumosas
y la llama azulada de los ponches.
Amo la belicosa animación
de los campos de Marte y sus desfiles,
la uniforme belleza artificiosa
de las masas de infantes y jinetes,
las triunfantes hileras ondulantes
de gloriosas banderas a jirones
y el esplendor de los broncíneos yelmos
que en la guerra las balas traspasaran.
Amo, ciudad marcial, los cañonazos
y la humareda de tu Fortaleza
cuando la Emperatriz del Septentrión
da a luz un hijo en casa de los Zares,
cuando celebra Rusia una vez más
su victoria campal sobre el contrario,
o cuando, tras romper al fin el hielo,
lo arrastra el Neva al mar, y, barruntando
días de primavera, se alboroza.
 

¡Resplandece por siempre, urbe de Pedro,
y permanece firme como Rusia!
¡Que el líquido elemento derrotado
también venga a rendirte pleitesía!
¡Que se olviden las olas de Finlandia
de su hostil cautiverio milenario
y no perturben con su vano encono
de Pedro el Grande el sueño sempiterno!
¡Fue espantoso aquel día, y su memoria
está fresca en nosotros todavía!
Os diré lo ocurrido, amigos míos,
pero será bien triste mi relato.


Apertura a la navegación del río Neva, S. Pertersburgo - Josef J. Charlemagne




PRIMERA PARTE 


Sobre el ensombrecido Petrogrado
soplaba el frío otoño de noviembre.
El Neva con sus olas estruendosas,
batiendo los hermosos malecones,
como enfermo de fiebre se agitaba
en su lecho. La tarde estaba obscura.
La lluvia daba airada en las ventanas
y se quejaba con tristeza el viento
cuando el joven Eugenio se volvía
a su casa, de estar con los amigos…
Bien podemos llamar a nuestro héroe
con ese nombre que agradable suena,
ya que le es familiar desde hace tiempo
a mi pluma. No importa su apellido
porque, bien que en las épocas pasadas
también quizás hubiera sido ilustre
y en las obras de Karamzín, acaso,
resonara en las patrias tradiciones,
para la opinión pública de hoy día
olvidado se hallaba. Nuestro héroe
vive en Kalomna y es un funcionario
que a los grandes esquiva, y que muy poco
se cuidaba de sus parientes muertos
y de otras antiguallas olvidadas.


Así pues, al volver a casa Eugenio
tras quitarse el abrigo, se acostó,
pero tardó muchísimo en dormirse,
sacudido por varias reflexiones.
¿En qué andaba pensando? En que era pobre,
que había de trabajar si pretendía
llegar a una honorable independencia;
en que podría Dios haberle dado
mas talento y dinero —que hay gandules
que son felices sin talento alguno
y cuya vida les resulta fácil—
que él lleva ya dos años de servicio…
También piensa que el tiempo no mejora,
que el río va subiendo, que los puentes
van a cortarlos y que un par de días
estará sin poder ver a Parasha…
Aquí Eugenio suspira con ternura
y empieza a desbarrar como un poeta:


«¿Casarme yo? ¿Por qué no habría de hacerlo?
Me resultará duro, desde luego,
pero soy joven y salud me sobra,
listo para el trabajo noche y día.
así voy preparando poco a poco
un refugio modesto y confortable
donde Parasha y yo descansaremos.
Tal vez, en cuanto pase un par de años,
obtendré una bicoca, y a Parasha
le entregaré las riendas de mi hogar
para que eduque bien a nuestros hijos.
Así será la vida: hasta la tumba
caminaremos ambos de la mano
hasta que nos entierren nuestros nietos…»


Continuaba soñando. Estaba triste
esa noche, y con fuerza deseaba
que el viento fuera menos deprimente
y que no diera tanto en los cristales
la lluvia…
                         Abrió los ojos soñolientos,
huyeron las tinieblas de la noche
y apreció la lívida mañana.
¡Qué día terrible!
                         El Neva había luchado
la noche entera contra la tormenta
y al final, tras inútiles esfuerzos,
comprendió que la lucha era imposible.





Por la mañana acude el pueblo en masa
a la orilla del río, contemplando
las frenéticas olas que se ahuecan
y se encrespan de espuma. Pero el Neva,
por los vientos del golfo derrotado,
retrocede en su cauce y furibundo
se derrama en las islas. La borrasca
ataca con más fuerza. Se hincha el río,
hierve, muge, se encrespa y al momento,
semejante a una fiera enloquecida
salta por la ciudad. Ante su empuje
todos salen corriendo, en torno todo
al punto se vacía —pronto el agua
inunda subterráneos y bodegas,
los canales del Neva se desbordan
y cual tritón Petrópolis emerge
nadando con el agua a la cintura.


¡Es un asedio! Las perversas olas
como un ladrón escalan las ventanas
y lanzan naves contra los cristales.
¡Tenderetes bajo húmedo sudario,
restos de los naufragios, techos, vigas,
mercancías de ricos almacenes,
enseres de la lívida miseria,
puentes que la riada desfondara,
féretros de arrasados cementerios
flotan a la deriva por las calles!
Es castigo de Dios, piensan las gentes,
y aguardan la sentencia. ¡Nada queda,
ni alimento ni techo!


                                    En aquel año
gobernaba Alejandro con gran gloria.
Al balcón se asomó, abatido y triste,
y dijo: «Los monarcas nada pueden
contra los elementos». Y sentándose
contempló con semblante demudado
el terrible desastre: convertidas
en lagos ya las plazas, y las calles
vertiendo en ellas anchurosos ríos.
El Palacio de Invierno era una isla.
El zar habló, y de una punta a otra,
por las calles cercanas y alejadas,
por un camino entre aguas turbulentas,
corren sus generales ayudando
a salvar a los atemorizados
y al pueblo que se ahogaba en sus viviendas.



Entonces, en la Plaza Petrovskaya,
donde un nuevo palacio se erigiera
sobre cuya grandiosa escalinata
monta la guardia con la zarpa en alto
un par de leones que parecen vivos,
a horcajadas sobre una de las fieras
con los brazos cruzados, sin sombrero,
se hallaba Eugenio, lívido e inmóvil,
aunque no era por él por quien temía.
No escuchaba el hincharse de las olas
que llegaban, hambrientas, a sus plantas,
ni la lluvia que le azotaba el rostro,
ni el viento que el sombrero le robó.
Su vista se clavaba, enloquecida,
en un punto lejano, fijamente…
Parecía que montes empujados
desde los más profundos remolinos
levantaran el mar y lo vertieran
allí donde azotaba la tormenta,
donde flotaban restos de naufragios.
¡Dios mío! Allí, a un paso de las olas,
en la boca del golfo hay una valla,
un sauce, una casucha… donde viven
una viuda y su hija… su Parasha…
Pero ¿es que está soñando todo esto
o es nuestra vida, como un sueño vano,
mera burla del cielo a los mortales?


Y como si le hubieran hechizado,
o atado al mármol, descender no puede.
Por doquiera las aguas le rodean.
Pero ante él, volviéndole la espalda,
sobre su pedestal inamovible,
el brazo en alto ante el rebelde Neva,
está el jinete en su corcel de bronce.





PARTE SEGUNDA


Pero el Neva, cansado de destrozos,
ahíto de violencia descarada,
se retira a su cauce, satisfecho
de su furia, dejando negligente
su botín, semejante al forajido
que al frente de su banda de ladrones,
al atacar un pueblo por sorpresa,
decapita, saquea, quema y viola:
¡Riña, gritos y aullidos por doquiera!
Luego, sobrecargados de despojos,
temiendo a sus captores, y agotados,
los bandidos escapan a su cueva
soltando su botín por el camino.


Bajó el nivel del agua; el pavimento
aparece, y Eugenio se apresura,
lleno de angustia, miedo y esperanza
al Neva que se calma poco a poco.
Pero el río aún celebra su victoria,
siguen hirviendo las siniestras olas
como si un fuego las recalentase
escondido debajo de la espuma.
La corriente resopla con fatiga
como un caballo exhausto en la batalla.
Eugenio mira en derredor y encuentra
una barca, y corriendo como un loco,
llama al barquero, y éste, sin pensarlo,
por un ochavo acepta transportarle
a través de las aguas espantosas.


Por largo tiempo el diestro marinero
luchó contra las aguas turbulentas
y sin cesar la barca estuvo a punto
de hundirse con sus bravos pasajeros.
Por fin tocaron tierra.


                                   El desgraciado
atraviesa la calle conocida,
que le lleva a parajes familiares,
pero en ellos no reconoce nada.
Todo está derruido y arrasado:
casuchas ladeadas, desplomadas,
otras arrebatadas por las olas,
el suelo salpicado de cadáveres
como en el campo de batalla. Eugenio,
que no comprende nada, se apresura,
desfalleciente y torturado, al sitio
donde, como una carta bien sellada,
le aguarda la sorpresa del Destino.
Ya ha llegado al lugar: este es el golfo;
la casa ha de estar próxima. ¿Qué ocurre?


Se detiene, se vuelve, avanza, mira.
He aquí el lugar donde la casa estuvo.
El sauce aún está aquí. Falta la valla.
Pero busca la casa y no aparece.
Envuelto en sus siniestros pensamientos
da vueltas y más vueltas, habla en alto
consigo mismo y, dándose en la frente
un golpe con la mano, de improviso
se echa a reír.

Las sombras de la noche
caen sobre la urbe estremecida,
pero tardan sus gentes en dormirse
comentando entre sí lo sucedido.


La luz de la mañana, entre las nubes,
agotadas y pálidas, alumbra
la capital en calma, sin que quede
rastro de aquel desastre, pues el daño
la púrpura imperial lo ha recubierto.
Todo está en orden. Con su acostumbrada
insensibilidad vagan las gentes.
Los funcionarios dejan su refugio
para ir al ministerio. El mercachifle,
emprendedor, sin abatirse, abre
su almacén devastado por el río,
contando resarcirse de sus pérdidas
a costa del vecino. Por las calles
circulan las barcazas sobre carros.
Y Jvostóv, el poeta predilecto
del cielo, con sus versos inmortales,
canta el estrago del airado Neva


Pobre, desventurado Eugenio mío…
contra tantas horribles impresiones
no puede más su mente perturbada
ni cesa en sus oídos el estruendo
atronador del Neva y la ventisca.
Lleno de ideas negras, callejea,
callado, obsesionado por un sueño.
Pasaron las semanas y los meses
sin que volviera a casa. Su tabuco,
al vencer el contrato, la patrona
se lo alquiló a un poeta sin dinero.
Eugenio no volvió a coger sus cosas.
Ya todo le es ajeno. Todo el día
vaga sin rumbo y duerme junto al muelle
y se nutre del pan que le regalan.
La ropa de tan vieja se le pudre,
los golfos tiran piedras a su paso.
A menudo la fusta de un cochero
le sacude por ir por la calzada
(¡ya no sabe ni adonde se dirige!)
pues parece que ya nada le importa.
Le envuelve el ruido de su interna angustia,
y así arrastra su vida de infortunio,
sin ser fiera ni hombre, ni viviente
ni fantasma…



Una noche junto al muelle,
se echó a dormir a fines del verano.
El viento era de lluvia. Negras olas
azotaban el muelle con su espuma
golpeando los lisos escalones,
igual que un acusado suplicante
a la puerta de un juez que no le escucha.
El pobre despertó. Ya estaba obscuro.
Llovía, aullaba el viento, y a lo lejos
desde lo más profundo de la noche
le hacía eco el gritar del centinela…
Eugenio pegó un salto. Se acordaba
de aquel terror pasado y, bruscamente,
se puso a andar y andar, pero de pronto
se paró, examinando horrorizado
el lugar donde estaba. Sin saberlo
se halló frente a la entrada de un palacio
en cuya escalinata montan guardia
con la zarpa en el aire suspendida
unos leones que parecen vivos
y justo enfrente, en la sombría cumbre,
sobre su inamovible pedestal,
el ídolo del brazo levantado
vela montado en su corcel de bronce


Se echó a temblar Eugenio. Por ensalmo
se le aclara la mente y reconoce
el lugar del diluvio, (donde el agua,
bullendo en derredor, lo arrastró todo),
la plaza, los leones y El que inmóvil
yergue en la noche la broncínea testa,
Aquel cuya fatídico designio
fundó la capital sobre las olas.
¡Qué terrible parece en la tiniebla!
¡Qué ideas en su frente! ¡Qué energía
se oculta en él! ¡Qué fuego en su caballo!
Orgulloso caballo, ¿adonde corres?
¿Donde se pararán al fin tus cascos?
Y tú, potente dueño del Destino
¿no eres tú, por ventura, quien del fondo
de los abismos, con tu férrea brida
has conseguido encabritar a Rusia?



Rodeando el pedestal del monumento
se acerca el pobre loco, y la mirada
clava en la faz del Zar de medio mundo.
Con el pecho turbado y oprimido
posa en la helada verja la cabeza.
Se le nubla la vista y una llama
le corre por las venas, y la sangre
le empieza a hervir. Se le ensombrece el gesto
ante el soberbio monstruo, le rechinan
los dientes y las manos se le crispan
cuando poseso por obscura fuerza
le susurra con rabia estremecida:
«¡Espérate, arquitecto de milagros!
¡Ya verás!…» y se escapa a la carrera
creyendo que el terrible zar, ardiendo
en ira, la cabeza había girado…





Echa a correr por la desierta plaza
pero escucha tras él, como rugido
del trueno desatado, el poderoso
galope que sacude el pavimento
y, por la luna pálida alumbrado,
con el brazo tendido hacia la altura,
el jinete de bronce le persigue
montado en su caballo retumbante.
Y así toda la noche, el pobre loco,
sin importar adonde caminara,
el jinete de Bronce iba al galope tras él,
con el estruendo de sus cascos.


Desde la noche aquella, si, por caso,
tenía que cruzar aquella plaza,
se leía en su rostro la congoja.
Con la mano crispada sobre el pecho,
como si un cruel dolor le atenazase,
sin atreverse a levantar los ojos,
se quitaba la gorra y se alejaba.


Un islote se ve frente a la costa.
A veces a él arriba con sus redes
un pescador a quien se le hizo tarde
y su mísera cena se prepara.
visita en barca la desierta isla
donde ni hierba crece. La riada
arrastró allá, juguete de las olas,
una casucha rota y renegrida
como una rama echada en la ribera.
Llegó la primavera y se acercaron
a llevársela en barca, aunque estuviera
vacía y destrozada por completo.
En el umbral hallaron a mi loco
y allí mismo a su gélido cadáver
por caridad le dieron sepultura.




Traducción de Eduardo Alonso Luengo
Aquí se puede leer la composición en edición bilingüe





________________________________________________________________________
El Jinete de Bronce es uno de los principales símbolos de San Petersburgo. Representa al Emperador ruso Pedro el Grande, fundador de la ciudad, y fue erigido por Catalina la Grande. Parece increíble pero en 1700, donde hoy está la ciudad no existía más que un delta del río Neva batido por las olas del Mar Báltico. Después de que los rusos vencieran a los suecos en la batalla de Poltava (1708), el Emperador quiso fundar una ciudad-fortaleza parea abrirse al mar y a Europa: "Vendrán barcos de todas las banderas, para tratos y fiestas a porfía". Un titánico esfuerzo que pretendía por sacar a Rusia de la Edad Media y abrirla al racionalismo ilustrado europeo. Para ello invitó a arquitectos y artistas de toda Europa ofreciéndoles grandes contratos para diseñar la más hermosa ciudad de su tiempo, trazar sus canales (tiene más de 80 y se la conoce como la Venecia del Norte) y construir sus plazas y palacios. San Petersburgo alberga numerosas casas-museo que guardan la memoria de los grandes escritores que la habitaron: Pushkin, Gogol, Dostoievsky, Lermontov, Ajmatova, Babel, Nabokov, Brodsky.

La escultura fue erigida en 1782 y presenta al emperador sin espada, en una actitud que irradia nobleza y poder, semejándose a la efigie de Marco Aurelio en el Capitolio. El caballo está pisando una serpiente que simboliza los enemigos del Imperio Ruso. Llama muchísimo la atención el contraste entre la abrupta escarpadura del pedestal y la elegancia de la estatua. La mole de granito sobre la que se encuentra pasa por ser la roca más grande transportada por humanos, sin ayuda mecánica. Y se la conoce con el nombre de la Piedra del Trueno. Según su autor,  Falconet, esta roca en forma de ola simboliza a Rusia como un estado del mar, que era el deseo de su emperador. 
Muchos han cantado las bellezas de San Petersburgo, no así Gógol o Dovstoievski, que la veían ajena a las tradiciones rusas y, sobretodo, construida con la sangre de inocentes anónimos.
El poema cuenta la inundación de la ciudad, el 7 de noviembre de 1824, y la desesperación de un humilde funcionario, Yevgueni, cuando pierde a su prometida en el desastre. Perdida su hacienda y su cordura, en uno de sus vagabundeos se tropieza con la estatua de Pedro el Grande, imprecándole con rabia por construir una ciudad en terrenos tan salvajes e inhóspitos. Alucinado cree que la escultura reacciona altiva y lo persigue por toda la ciudad. Esta obra oscura y plenamente romántica finaliza en una breve y trágica coda.

Desde su primera publicación, las interpretaciones de este poema han sido dispares.
El crítico Vissarion Belinsky lo interpretó como "el fin justifica los medios": el extraordinario esfuerzo de sacar a Rusia de la barbarie se impone al destino individual de sus súbditos.
Otros vieron en el poema una crítica al zar y al sistema social que lo sostenía. Consideran a Eugenio una víctima de una estructura social opresora, ya que el funcionario loco representaría a las masas víctimas de la autocracia.
En menor medida, algunos críticos han leído el poema en términos puramente alegóricos, como una representación simbólica de la conspiración de los Decembristas contra Nicolás I en 1825.
El autor de las ediciones en castellano de poemas de Pushkin en editorial Hiperión, el diplomático Eduardo Alonso Luengo, aventura una interpretación diferente: “Probablemente existe una alegoría de la fuerza de la revolución simbolizada por las aguas desbordadas (que ni la potencia mágica del autócrata puede refrenar), pero el que la sufre no es el propio zar, sino el hombre de la calle que lo pierde todo y enloquece de desesperación” (Alonso, 1997: 32).
"Lo que es cierto es que el poema recoge varios conflictos que se entrecruzan y amplifican: el ser humano frente a la naturaleza, el individuo frente al poder, la fragilidad del deseo ante la fuerza destructora de la muerte, la razón frente a la locura, la vida frente al sueño, la cosmovisión romántica de espectros y desesperación frente a la mentalidad optimista ilustrada de la oda inicial… El texto conserva el poder vivo de todo un clásico, que sigue teniendo cosas que decir a cada nuevo lector. "




Este comentario recoge extractos del Prólogo de Alonso Luego y de la Reseña de Juan Antonio Cardete en LenguasyLiterarutas.com

martes, 14 de abril de 2020

TEATRO GROTESCO - de Thomas Ligotti


Si se encuadra a Ligotti en la literatura de terror no es por los hechos que narra o los monstruos que concita; sino por la desazón y la corrupción de la vida que carcome sus relatos. Todos sus mundos son absurdos, perversos y delirantes. En ellos la consciencia es una falacia y la vida un degradado espectáculo de marionetas. 
"Todos nuestros éxtasis, ya sean sagrados o procedentes del cieno, dependen de nuestro rechazo a ser instruidos incluso en las verdades más superficiales y de nuestra voluntad enloquecida a seguir la senda del olvido. La amnesia podría ser perfectamente considerada el más importante de los sacramentos en el gran ritual gris de la existencia. Conocer, entender en el sentido más amplio, es lanzarse a una iluminación de la estupidez, un paisaje invernal de recuerdos cuya sustancia está compuesta totalmente de sombras y una profunda consciencia de los espacios infinitos que nos rodean por todas partes. Dentro de este espacio, permanecemos suspendidos sólo con la ayuda de hilos que tiemblan con nuestras esperanzas y nuestros horrores, y que nos mantienen oscilando sobre el vacío gris. ¿Cómo es posible que podamos defender tal estado guiñolesco y condenemos cualquier intento de arrancarnos esos hilos?" pág. 156/7
Los territorios de Ligotti son desolados y tétricos; lugares que parecen fuera del tiempo, dotados de un "atroz sinsentido". Los personajes son hombres corrientes, débiles eslabones de un engranaje que los exprime sin piedad ni explicación. Algunos están trastornados, otros están perdidos en mundos abandonados e insidiosos. También encontramos una amplio elenco de artistas extraviados, ávidos de experiencias degeneradas y sacrílegas. Toda la obra de Ligotti se puede ver reflejada en esta sentencia lapidaria que aparece en su libro La conspiración contra la especie humana;  título que por cierto reproduce el de un libro imaginario que se menciona en un relato de este volumen, La Sombra, La Oscuridad (The Shadow, The Darkness):
«Se ha descubierto el pastel: somos biorobots copiadores de genes que viven a la intemperie en un planeta solitario en un universo físico frío y vacío…
La vida es malignamente inútil, nos dice Ligotti. De modo que en sus relatos no hay monstruos procedentes de mitos sobrenaturales, religiones arquetípicas u otras dimensiones. Más que acciones o invasiones, nos traslada estados y sensaciones. La monstruosidad y la corrupción son materiales y orgánicos, como esos hiper-organismos corrompidos que se producen en la abominable fábrica de la Torre Roja, o ese monstruoso Supervisor Provisional que gobierna una fábrica confinado en su oficina.

Thomas Ligotti dibujado por Andre Beré




































Aunque el volumen incluye su propia organización en tres apartados -Enajenaciones, Deformaciones y Los Dañados y Los Enfermos-, creo que el conjunto de relatos está entrelazados por tres ideas matrices. Una sería la de parque temático delirante o escenario grotesco. Estas historias gravitan en torno a parajes, ciudades y territorios macabros que, en muchas ocasiones, se convierten en protagonistas. Espacios degenerados y en descomposición; escenarios perturbados donde se representa un teatro grotesco, la vida.

Así ocurre con el barrio del primer relato (un barrio perverso que está al lado de otro peor). Allí el niño protagonista da cuenta de casas siniestras y sótanos aciagos donde su padre lleva a cabo experimentos blasfemos ("Pureza"). También con la ciudad aislada e inmunda del segundo, "El Gestor de la Ciudad", convertida en un delirante parque de atracciones. O con la execrable factoría del quinto, "La Torre Roja", donde el autor nos introduce en una fábrica en ruinas, sin carreteras de acceso ni puertas y que, "evaporada" su maquinaria, centra su producción en un sótano donde unas tumbas fabrican hiper-organismos. Del mismo modo Ligotti nos descubre parajes como esa remota ciudad del norte, a donde sólo se acude para entregar el alma atormentada ("En una ciudad extranjera, en una tierra extranjera").

Todos los escenarios tienden al absurdo y la gangrena. Hay "decadentes ciudades invadidas por la niebla la mayor parte del año", edificios carcomidos y terrenos baldíos. Parecen las fauces de un monstruo dispuesto a devorar a sus infelices moradores. 
Tal y como declara el narrador de "Atracción de feria y otros relatos", "Todos los mitos de la humanidad no son nada más que espectáculos", absurdas y disparatadas representaciones de una forma de vida carente de sentido.
"He descubierto que esto es, justamente, lo que conforma la propia esencia del mundo del espectáculo, el cual, de hecho, no es más que negocio de atracción de feria. Las mutaciones inesperadas, la pura carencia de fundamentos de los seres, la volatilidad de las cosas... Por necesidad, vivimos en un mundo, un mundo de atracciones de feria, donde todo es definitivamente peculiar y definitivamente ridículo." pág. 49
Obra de Zdzisław Beksiński 

La segunda idea se refiere a los habitantes de estos escenarios: en general seres paradójicos como marionetas y artistas, carcasas de una discutible consciencia. La narración más sintomática de esta idea es La marioneta payaso, una de las mejores, sino la mejor del volumen.
"Todos los lugares en los que había estado a lo largo de mi vida no eran más que espacios para el sinsentido de marionetas. La farmacia era sólo un espacio de marionetas como todos los demás." pág. 75.
En el relato "Teatro Grotesco" (que da título al volumen) el protagonista es un "escritor de obras nihilistas en prosa" que busca entregarse al Teatro, una quimera que "durante un tiempo era sólo rumores y cuentos, habladurías y sueños". Nadie puede prever la llegada del Teatro, "pero si una ciudad concreta posee lo que en ocasiones se llama "un submundo artístico", y si uno mantiene una estrecha relación con esta sociedad de artistas, las condiciones son óptimas para estar entre aquellos que descubren que las cosas ya se han puesto en marcha. Esto es lo máximo a lo que se puede aspirar."

El horror filosófico de Ligotti, en este caso, igual que en el relato "Severini", apunta a la destrucción del arte, otra trampa -para él- de nuestra consciencia exacerbada. 
Si en los cuentos digamos de civiles, el pesimismo, el vacío y el absurdo es la tónica general, en los relatos de artistas es su propia parálisis. En estos relatos (también en "El bungalow") Ligotti transpone sus visión pesimista al ámbito artístico.

En "Teatro Grotesco" el protagonista descubre que la esencia del Teatro es algo profundamente antiartístico, que asalta y destruye la obra de los artistas, y en cambio ¡su mayor anhelo es ir a su encuentro para que lo haga suyo ¡😮!: 
"No alcanzaba una sensación definitiva de haber descubierto las verdaderas realidades y funciones que el Teatro comunicaba a un artista y cómo esta comunicación interrumpía la obra de ese artista. Por supuesto, podía imaginar vagamente la especie de consciencia capaz de incapacitar a un artista para producir cualquier tipo de manifestación artística. En definitiva, llegué a hacerme una idea bastante detallada e inquietante de tal consciencia... una consciencia del mundo, según la concebía." pág 187
La mente nihilista de Ligotti se vuelve en este caso ferozmente irónica, ya que el protagonista, un autor "nihilista de relatos absurdos", encuentra la consciencia de la pesadilla que envuelve al Teatro gracias a la postración que padece por un virus intestinal: "había logrado usar esta consciencia como una inspiración para una colección de relatos cortos". Pero si "el Teatro Grotesco había transformado a un escritor de prosa nihilista en un ser no artístico", cabe preguntarse ¿qué coño tenemos entre manos?...


Obra de Zdzisław Beksiński

Ligotti siempre aparece ligado a Kafka y a Lovecraft, de quien se considera alumno. A pesar de ello se puede decir que en este libro está más cerca del primero. Ahí están sus ciudades y parajes absurdos, sus omnímodas corporaciones (la Quine Organization que aparece tanto en "Mi defensa de una acción punitiva", como en "Nuestro supervisor provisional" o esa otra innominada que renueva subrepticiamente al "Gestor de la ciudad") y sus personajes insignificantes, que sólo entreven un mundo que los usa como calderilla y cuyas reglas desconocen.

De Lovecraft, en cambio, creo que se puede decir que es su antítesis. El genio de Providence llenó nuestro pequeño mundo de dimensiones profundas y terroríficas. Abrió portales por los que amenazaban entrar monstruos ancestrales y arquetípicos. 
En cambio Ligotti lo ha vaciado. 
Su mundo está situado en un no-lugar, sin tiempo y autosuficiente, que no parece necesitar de vida humana. Por eso en la "remota ciudad del norte, cerca de la frontera" donde transcurren los cinco relatos agrupados en "En una ciudad extranjera, en una tierra extranjera", no se espera nada de sus habitantes. Cada tarde una comitiva delirante recorre su calle principal sólo esperando a que los cadáveres de los suicidas caigan desde los áticos a su jaula monstruosa.

Los relatos en torno a estos espacios decadentes y alucinados son los que más me han gustado. "El Gestor de la ciudad" transcurre en una ciudad aislada y sin sentido. Una luz que se apaga en una ventana indica que el Gerente Municipal ha muerto o ha huido. A las pocas horas aparece un nuevo gerente. Nadie sabe cómo. Nadie se cuestiona nada. Un día aparece una orden en un trozo de papel que una anciana recoge en la acera: "Vamos a cambiar vuestros trabajos". Todos lo acatan. La Ciudad se convierte en un aberrante parque de atracciones que recuerda a "Le Park" de Bruce Bégout. Hay una laberinto de habitaciones con retretes. Entras en una y hay dos puertas. Por cualquiera que elijas accedes a otra que también tiene dos puertas. Por detrás de Main Street hay callejones absurdos que no llevan a ninguna parte. Uno de ellos se va estrechando hasta que tienes que dar la vuelta porque es imposible seguir. Todo es absurdo. Todo parece un simulacro, un teatro grotesco cuya lógica es ajena asus habitantes. 

"Mi defensa de una acción punitiva" y "Nuestro supervisor provisional" transcurren en una ciudad siempre oculta por una niebla persistente que se encuentra al otro lado de la frontera (¿metafísica?) y cuyos habitantes trabajan en horarios casi continuos y siempre están medicados/drogados, porque todos, médicos, encargados y concejales pertenecen a una colosal corporación que se confunde con el Leviatán/estado. 


Casa abandonada en Detroit, muy semejante a la que visita  el niño del relato "Pureza"


La última idea transversal tendría que ver con las deformaciones o la organicidad nauseabunda que impregna un puñado de relatos. En "Pureza" el padre del niño protagonista secuestra a personas y en su sótano les somete a procesos químicos para extraerles las impurezas psíquicas. También lo vemos en la marioneta que aparece en la farmacia de "La marioneta payaso" o en ese híbrido de caracol y espasmo que un escritor encuentra en el hueco vacío de una escalera al que ha acudido para conocer el "origen de todos los fenómenos existenciales" ("Atracción de feria y otros relatos"). O incluso en ese virus intestinal que lleva al narrador de "Teatro Grotesco" hasta una nueva percepción. Pero donde más patente se hace es, sin duda, en "La Torre Roja".
"No podrían haber entendido, como yo no puedo, el propósito por el que eran producidos en aquellas tumbas, esas incubadoras de hiper-organismos, diminutas fábricas de carne que existían en el interior y muy por debajo de la gran fábrica de la torre Roja." pág 86. 
"Como se deduce de la designación de híper-organismos, esta línea de productos exhibía las cualidades más esenciales de una naturaleza orgánica, lo que significaba, por supuesto, que presentaban un violento conflicto entre sus dos rasgos básicos. Por un lado, manifestaban una intensa vitalidad en todos los aspectos de su forma y función; por el otro lado, y simultáneamente, manifestaban un elemento ineludible de descomposición en estas mismas áreas." pág. 85
No quiero acabar sin hacer notar las peculiaridades del estilo de Ligotti. En todos los casos su trazado es sinuoso y elíptico. La escritura siempre es minuciosa, reiterativa y obsesiva. Muchos relatos tardan en centrarse y avanzar. La narración, por momentos, resulta demasiado errática. Parecería que estuviese explorando su propia mente sin saber a dónde dirigirse. Hay repeticiones de expresiones y circunloquios que traban la lectura y te pueden poner de los nervios. A veces me parece como que Ligotti no tiene un plan y que según escribe está explorando su mente. Y entonces pienso que si los relatos son la expresión de su mente caótica, paralizada por visiones atroces.... entonces son perfectos, pues ellos mismos son trabados y caóticos.

Pero a cambio te ofrece asomarte al abismo. 
Soutine - "Paisaje con tejados rojos" -1919-

El mundo que describe Ligotti es absurdo y se resiste a ser comprendido. La única vez que uno de los protagonistas rompe el decorado siniestro en que está encerrado es en "El Gestor de la ciudad". Huyendo de su ciudad convertida en un enajenado parque temático, llega a otra ciudad para, inmediatamente, ser captado como gerente de la ciudad que ha abandonado. Si sales de la gruta sólo es para volver. El terror del absurdo circular. 

Ligotti reafirma su pesimismo en cada relato. La vida humana se mueve en una sola dirección: enfermedad, corrupción y muerte. La consciencia, para él, es un excedente abrumador y adulterado. Somos marionetas paradójicas que sólo por ser conscientes nos creemos reales.