martes, 28 de marzo de 2023

JOHN WICK 4 - de Chad Stahelski



Seamos serios.
El invento del traje de kevlar ha sido veneno para esta franquicia.
Se me ha escapado la risa en varias escenas por lo ridículo de ver a John Wick cogerse la solapa y protegerse de 15 tíos profesionales disparándole a menos de 4 metros. Y salir indemne. Eso sin entrar en las veces que es atropellado por un coche o salta desde un tercer piso para salir corriendo sin más.

Recapitulemos.
John Wick 1 es un peliculón con los ingredientes bien medidos para un explosivo cocktail de acción; pero en cambio la 2 es pura calderilla, con el único acierto de revelar la Alta Mesa e iniciar un periplo fantástico de localizaciones monumentales; en ese caso Roma. La 3 adquiere nuevos bríos gracias a una historia más elaborada y al carisma de sus secundarios (Anjelica Huston y Halle Berry). Pero este capítulo 4 vuelve a las andadas de amontonar peleas interminables sin ton ni son.
Seamos serios, por favor; si es que el pobre Keanu ni siquiera tiene perro.

















Después de dos capítulos de persecución continua, la Alta Mesa está dispuesta a echar toda la carne en el asador y destruir al rebelde John Wick. Para dirigir la tarea ha designado al poderoso Marqués de Gramont (Bill Skarsgård) que no escatimará medios y reclutará a los más letales asesinos para acorralar a nuestro asesino favorito. 

Es curioso que durante unos momentos la fijación de la Alta Mesa con sus sagradas reglas y la unión de John Wick con el Rey del Bowery (Laurence Fishburne) apunte hacia una revolución de los desheredados frente a los poderosos. Pero aunque hay un encuentro entre el gerente del Continental y amigo de Wick con el Marqués ante el cuadro La libertad guiando al Pueblo, de Delacroix, en el mismísimo Louvre; la cosa no cuaja. 

En cambio la película sí juega dos bazas de forma espectacular: unas localizaciones fastuosas y unos secundarios de lo más carismático. 
 
La película se inicia con una persecución a caballo por el desierto del Sahara antes de pasar al Hotel Continental de Osaka, donde el gerente (Hiroyuki Sanada)  protege a su amigo John Wick. Eso nos permite asistir a un asalto a gran escala por parte de la Alta Mesa que, además, ha fichado al asesino ciego Kane, interpretado con mucha elegancia e ironía por Donnie Yen

Después de un sensacional duelo a katana en el jardín japonés pasamos a Berlín y finalmente la acción aterriza en París para explorar cada uno de sus monumentos en todo su esplendor. La Alta Mesa es el poder absoluto y para las reuniones de su estiloso y sanguinario Marqués no cabe menos que clausurar el Louvre, el Trocadero o la Ópera Garnier para que todo resulte de lo más regio y exclusivo. 

Escalinata de la Ópera Granier -París-















Si descontamos al gran Ian McShane, que interpreta al gerente del Continental de Nueva York que liga su destino al de John Wick, sólo me falta destacar a Shamier Anderson interpretando a Tracker, un asesino a sueldo que se presenta a sí mismo como Nadie y que, este sí, se hace acompañar por un perro que le saca de más de un apuro. 

De modo que los mimbres son muy buenos pero la historia es tan mínima, la indestructibilidad de Wick tan escandalosa y las secuencias de acción tan interminables que acaban marchitando la función. 


Y después de despotricar sobre la película y sus repetitivas peleas sólo tengo que decirte que tienes que ir a verla. Primero porque es el desenlace de la saga y luego porque tiene una escena final espléndida en la que John Wick por fin se pliega a las reglas de la Alta Mesa, jugándose su destino a una solitaria bala. Es de agradecer un toque de inteligencia después de tanta balacera.

También disfruté de algunos detalles como la escena de póker con un tipo gordísimo y criminal, más fiero que cualquier bestia; o de un plano secuencia en un palazzo abandonado, con la cámara pasando de habitación en habitación colgada del cielo raso para seguir el tiroteo que persigue a John Wick. 
Como en un videojuego. 
Ahí está el virtuosismo del director para las escenas de acción. Pura adrenalina.

Pero lo más entrañable ha sido el maravilloso homenaje que el último tramo de la cinta hace al clásico "The Warriors" (Walter Hill, 1979). John Wick está escondido y debe atravesar París durante la noche para llegar a un duelo concertado con el Marqués en la explanada del Sacre Coeur. El recorrido rememora el que hacen en esa película los pandilleros The Warriors para llegar desde Manhattan a su territorio en Coney Island. Deben cruzar los territorios de otras bandas afrontando sus ataques. Lástima que John Wick 4 ofrezca su estilización violenta, pero carezca de su fuerza lírica.



La imagen icónica de aquella película se reproduce en ésta: unos labios rojo sangre en primer plano, muy cerca del micrófono de radio, va informando a los criminales de la ubicación de John Wick para que le salgan al paso y asesinen antes de que llegue a su cita final con la Alta Mesa.

lunes, 20 de marzo de 2023

HERMANAS - de Daisy Johnson


 

"¡Mi hermana es un agujero negro.
Mi hermana es un tornado.
Mi hermana es el punto final mi hermana es la puerta
cerrada con la llave mi hermana es un disparo en la
oscuridad.
Mi hermana me está esperando.
Mi hermana es un árbol que cae.
Mi hermana es una ventana tapiada.
Mi hermana es un hueso de la suerte mi hermana es
el tren nocturno mi hermana es el último paquete de
patatas fritas mi hermana es levantarse a las tantas.
Mi hermana es un bosque en llamas.
Mi hermana es un barco que se va a pique.
Mi hermana es la última casa en la calle."

Esta especie de letanía abre un libro que quiere penetrar en el misterio de la relación entre dos hermanas -Julio y Septiembre- que habitan un mundo extrañamente onírico y turbador. Al final del libro encontraremos otra letanía semejante pero con las claves del relato ya reveladas, lo que nos provocará un escalofrío.  
"Septiembre era mi guardiana del sueño. Tendríamos diez u once años. Cuando me despertaba la luz de una nevera que había abierto entre sueños o el frío entraba por un ventana que había forzado, ella siempre aparecía detrás de mí, me cogía por los hombros y me llevaba de vuelta a la cama. Durante un año fue horrible. La fina línea que separaba el sueño y la vigilia empezó a desdibujarse. Si soñaba con algo que colgaba del techo, al despertar me lo encontraba allí a punto de caer. Los días se inundaron de una lógica onírica. Creía que había extraviado algo y me pasaba horas buscando desesperadamente un objeto que nunca había tenido y Septiembre siempre estaba allí, acallando mis gritos, buscando conmigo el misterioso objeto perdido. Me asusté. Acabé convenciéndome de que el sueño era un mundo en sí mismo y de que, si abría la puerta y me adentraba en él, nada bueno volvería a ocurrir. Las supuestas consecuencias solían tener que ver con Septiembre. Si me dormía, Septiembre se marcharía. Si me dormía, Septiembre moriría electrocutada, o ahogada, o quemada, o enterrada viva. " págs. 33 y 34
Julio y Septiembre son dos hermanas adolescentes que viven en su propio mundo. Son unos trastos que todavía están investigando su relación con la vida y la realidad. Suelen jugar a hacerse perfiles falsos con fotos de mujer en internet para, al final del día, confesar a los hombres contactados que en realidad son policías encubiertos; pero también se imponen extraños desafíos donde la complicidad natural entre hermanas roza lo terrorífico.  

Ahora están viviendo en el campo, separadas de todo, porque el año anterior ocurrió una desgracia en el instituto en la que se vieron implicadas. La relación entre ellas es extraña y casi enfermiza. Julio es frágil, ingenua y complaciente, mientras que Septiembre tiene un fuerte carácter. Comparten una devoción inquebrantable y una fuerte dependencia hasta el punto de que Julio se mira al espejo y ve a su hermana: "Septiembre me lleva puesta como si fuera un abrigo".



Les gusta jugar al escondite en esa casa de campo destartalada a la que se han retirado, pero sobre todo les gusta jugar a Septiembre dice para medir la fuerza de su lealtad.
"Septiembre dice dame una torta, dice, y yo me retiro la mano y la llevo delicadamente hasta su cara, sin hacer apenas ruido. A ella no le hace ninguna gracia. Una vida menos. Septiembre dice DAME UNA TORTA. Yo vuelvo a retirar la mano y esta vez se la estampo en la mejilla, que se enrojece en el acto; ella chilla y se parte de risa, y yo también me echo a reír y no me entero de lo que dice a continuación.
¿Qué?
Ella lo repite sin dejar de mirarme.
Septiembre dice córtate aquí. Se señala la base del cuello. Septiembre dice hazlo ya o pierdes la partida. Septiembre dice date prisa.
Fugazmente se me pasa por la cabeza no hacerlo, pero enseguida sé que lo haré. El aire se vuelve denso como el hormigón. Sé que mamá sigue abajo por el ruido que hace, pero no va a llegar a tiempo. Hasta entonces nunca nos habíamos pasado de la raya, pero ya apuntábamos maneras." págs. 157 y 158
El escenario y los personajes son muy escuetos pero la desazón muy dilatada. Las niñas y la madre están solas en una casa de campo decrépita que ellas llaman El Refugio. La autora no necesita más para establecer un territorio mórbido y neblinoso lleno de presencias en las que se solapan el presente y el pasado, la vida y la muerte. El escenario, los personajes (incluida la acechanza de algo perturbador que ocurrió en el colegio)  y la ambigüedad extrema no dejan de recordarnos a la obra maestra de Henry James, Otra vuelta de tuerca...pero contada, en este caso, desde el punto de vista de una de las niñas, Julio. 



Daisy Johnson añade a esta perturbadora novela, menos sobrenatural que psicológica, un espacio que también es protagonista, esa casa arruinada por el tiempo donde se ha retirado este trío femenino torturado por sus traumas. El pasado de las niñas y su madre se cierne sobre ellas como una oscura amenaza capaz de corromper todo el presente. Desde la primera página hay una sensación de fatalidad que se acrecienta hasta desembocar en un clímax aciago. Así lo barrunta la madre:
"Ella siempre ha sabido que las casas son cuerpos y que su cuerpo es una casa en más sentidos que los de la mayoría. Había albergado a sus preciosas hijas, qué duda cabe; había albergado una depresión a lo largo de toda su vida en forma de hija más pequeña y pesada; había albergado ilusión, amor y desesperación y, en el Refugio, alberga un desasosiego perturbador del que le cuesta desprenderse, un agotamiento que sofoca sus días." pág. 111
El capítulo primero de la segunda parte se titula precisamente El Refugio y está narrado como un instante total de ese espacio único donde conviven a la vez los distintos tiempos de sus personajes: el momento actual se entrelaza con el de Peter y Sheela al convertirse en padres de Septiembre y Julio, pero también con el de la infancia de Peter y su obsesión con los prismáticos o con el posterior de Sheela hundiéndose en sus depresiones. La memoria se convierte en esta novela en un territorio misterioso que los personajes se ven abocados a explorar. 



Si bien los tropos de la vida adolescente son los típicos, incluyendo los miedos y el bullying en el instituto; el tratamiento es muy original y precisa de un manejo muy sutil del lenguaje. Hermanas es una novela delicada y terrible, como lo son Julio y Septiembre, llena de momentos íntimos y perturbadores (como la pérdida de la virginidad o las fotos íntimas corriendo por whatsapp) narrados por una gran estilista que multiplica las elipsis y dosifica las revelaciones para que no olvidemos que se trata de una niña destrozada quien está reuniendo sus propios pedazos.

"Siempre parecían estar contándose un gran secreto, una verdad que sólo ellas sabían."










👉_____________________________________________________
La británica Daisy Johnson (Devon, 1990) saltó a la fama en 2018 al publicar su primera novela, “Bajo la superficie”, por la que fue nominada al Premio Booker. Se convirtió así en la escritora más joven en conseguirlo con sólo 28 años. Tanto esa novela como la comentada aquí comparten un concepto particularmente escabroso de la familia además de una sugestiva exploración de la memoria como territorio pantanoso. 
En ese brillante debut relataba el reencuentro de una hija con su madre después de ser abandonada por ella dieciséis años atrás. Un pasado confuso atormenta a la joven con recuerdos oscuros y hasta quizás un crimen; pero se encuentra con que su madre sufre alzhéimer. A partir de esta premisa nos veremos recorriendo un intrincado laberinto de emociones turbias y destinos inevitables cuyos trazos nos llevan desde los mitos griegos al thriller psicológico.

miércoles, 8 de marzo de 2023

TÁR - de Todd Field



Un retrato tan complejo y contemporáneo como apasionante.-
La película se centra en la figura de una directora de orquesta en la cúspide de su carrera, momento en que entramos en su vida para conocer su complejísima y narcisista personalidad. Se nos presenta al inicio en todo su esplendor con una larga entrevista que el periodista Adam Gopnik (interpretándose a sí mismo) le hace en el New Yorker Festival. Ahí se nos recuerda que la directora ya ha conseguido la cumbre del EGOT (los premios Emmy, Grammy, Oscar y Tony). Pero lo más interesante es cuando la conversación gira en torno a los mecanismos de la creación musical. Su visión de lo que es "interpretar" una partitura, el flujo de las manos para orientar a los instrumentistas hacia la revelación última escondida en la partitura, sus apuntes secretos para desarrollar cada obra... Con su profundo conocimiento de los entresijos de la música, Lydia Tár logra fascinarnos. 

Fue protegida del gran Leonard Bernstein y, como él, opina que la música tiene el poder de producir emociones y modos de experiencia tan profundos y complejos que resultan insondables. La película seguirá esta pauta con la directora; tanteará sus luces y sombras, buceará en los resplandores y demonios que sostienen a esta artista totalmente intransigente y dueña de sí misma.

La guinda de su éxito va a ser la próxima grabación de la monumental Quinta Sinfonía de Gustav Mahler y los preparativos de este concierto nos permitirán acercarnos a su vida íntima, conocer el lado oscuro de este monstruo de enorme talento y aún más grande egocentrismo. El recorrido de la película debería ser el camino hacia el triunfo total; pero se convierte en un descenso a los infiernos y el derrumbe de su prestigio.



Esta caída en desgracia está narrada de forma elíptica y viene marcada por varias etapas. Primero es una clase magistral en la Escuela Julliard de Nueva York donde humilla a un alumno; luego es su vida familiar junto a su pareja Sharon, que es también la primera violinista de su orquesta. Sharon (Nina Hoss) es el soporte de la familia y se encarga de la hija adoptada por ambas, ya que Lydia sólo vive para su carrera. Posteriormente vendrá el despido del director adjunto y la promoción a este puesto de Olga, una joven violonchelista de la que inapropiadamente se ha encaprichado. Todo esto mientras desestima a su fiel asistenta, que también optaba al puesto, e ignora las desesperadas conversaciones de whatsapp que recibe de una antigua "preferida" que perdió su favor. 

Estas tres chicas representan a la perfección las tres etapas que consume Tár con sus favoritas: primero seducción como ahora con Olga, luego sometimiento como sufre su asistente y finalmente rechazo tal como demuestran los angustiosos e-mails de la repudiada a la que Tár se ha encargado cruelmente de cerrar todas las puertas. 
 

Como vemos Lydia Tàr dirige sus asuntos con mano de hierro; pero sin darse cuenta el caos se irá colando en su universo perfecto y triunfal. La devota asistente acaba abandonándola cuando ve desdeñadas sus aspiraciones e incluso Sharon, al verse relegada, le dice a su arrogante pareja: "todas tus relaciones son transaccionales". Y no le falta razón. Todo alrededor de Lydia Tár es de usar y tirar a su conveniencia. Todo debe estar al servicio de este genio exigente y obsesivo con la perfección; pero absolutamente centrado en sí mismo. 

La introducción de este caos la hace Todd Field de forma sutilísima. Tár es hipersensible al ruido y por las noches comienza a escuchar sonidos extraños y fuera de lugar que la desquician. Incluso haciendo jogging por el parque le parece escuchar el llanto de una mujer. Notamos que una angustia se va apoderando de ella. 

Esta situación aparece perfectamente reflejada en una de las dos secuencias clave de la película, de tintes pesadillescos. Justo después de conocer el suicidio de su antigua preferida, Lydia está intentando seducir a Olga, la nueva violonchelista. La lleva en su coche hasta el apartamento donde dice que convive con unos amigos. Se despiden; pero con la excusa de un peluche olvidado en el coche, Lydia la sigue y entra en un edificio destartalado. Accede a un patio lleno de basura, desde allí desciende por una estrecha escalera hacia un inframundo oscuro lleno de pasillos y habitaciones desvencijadas. Llega un momento en que está perdida, en un territorio muy ajeno al suyo. Oye pasos, se vuelve asustada y al fondo ve a un gigantesco perro negro. Se queda paralizada unos segundos antes de huir trastornada.

Ese perro negro es todo un símbolo de lo que no controla, de esa amenaza o angustia que se apodera de ella al descubrir que existe un mundo desenfrenado y salvaje que está quebrando su burbuja impecable y serena.  






La otra secuencia ya ha sido muy comentada en todos los medios porque reúne en ella los principales temas de la película. Se trata de la clase magistral que imparte en la prestigiosa Escuela Julliard. Acude allí con su aureola de inteligencia y carisma y cuando un alumno elige para su práctica una partitura poco brillante, ella le recomienda dirigir obras más canónicas como las de Bach. Pero el alumno le responde que él se considera "pangénero" y que la fama de misógino de Bach le impide apreciar su obra: “hoy en día, los compositores blancos, hombres cisgénero simplemente no son lo mío”. A lo que Lydia responde: “No tengas tantas ganas de ofenderte. El narcisismo de las pequeñas diferencias conduce al conformismo más aburrido”. 

Tár realiza un juicio incisivo e ingenioso que menoscaba al alumno, el cual elige retirarse no sin que antes Lydia le atice con una sentencia devastadora: "desafortunadamente, el arquitecto de tu alma parecen ser las Redes Sociales". Toda la clase resultante un tanto atemorizante, sensación que se acentúa al estar rodada es un intenso plano secuencia. Lydia tiene razón en su crítica al joven, pero la pierde al recrearse en su arrogancia, lo que hará que el asunto se vuelva contra ella. Ya sabemos que las redes sociales se revuelven y pican como avispas. 



Aquí tenemos la crítica a la vulgarización de la cultura, a la dictadura de las redes sociales y a las reducciones absurdas sean al género o a cualquier otra cuestión. Efectivamente parece que hoy en día estamos ansiosos por ofendernos; por eso creo que Lydia Tár responde acertadamente al alumno "pangénero": "Si el talento de Bach se puede reducir a su género, país de nacimiento, religión, sexualidad, etc., entonces también se puede reducir el tuyo". 

Bach y posteriormente la propia Tár ilustran en toda su extensión la dolorosa cultura de la cancelación. Es cierto que sus intenciones son loables: erradicar actitudes y opiniones nocivas e inaceptables, sobre todo en personajes públicos; pero en el fondo no es más que una forma moderna de ostracismo que ocurre sin mayor consideración. La película pone sobre la mesa el debate moral sobre si en la "cancelación" debemos separar al artista de su arte. Lo mejor de todo es que la película deja que sea el espectador quien lo juzgue, mostrándonos a una protagonista que nos genera sentimientos contradictorios. 

El director y guionista nos desafía a reflexionar sobre las complejidades del poder en un entorno cultural de excelencia. Admiramos el talento de Lydia Tàr y la pasión inigualable con que afronta la música; pero su arrogancia y su dañina necesidad de ejercer la potestad a su conveniencia nos arranca un rictus de desaprobación.


Dos notas finales. 
La película consigue que al salir de la sala creamos que Tár es una persona real. Así de potente es la construcción de este personaje apasionado, carismático, depredador y narcisista que Cate Blanchett desarrolla en todo su esplendor. También por estar incrustado en instituciones tan reconocibles como la Filarmónica de Berlín. Según parece, Marin Alsop, directora musical de la Orquesta Sinfónica de Baltimore se ha quejado por los aparentes paralelismos que hay entre su propia vida y la de Tár, aunque nunca haya sido acusada de irregularidades. También ha criticado que se presente a una mujer simplemente replicando los abusos típicamente masculinos. Pero yo creo que la película y el personaje están muy por encima de este debate y que, precisamente, por elegir a una mujer en un rol asociado a hombres, la película se puede centrar en desmenuzar el virus del poder en sí, independientemente del género de quien lo ejerza.

La otra nota se refiera a la sección final de la película cuando los escándalos "cancelan" la figura de Tár. Pierde familia, títulos y favores en una retirada de la primera línea mundial que la lleva hasta una remota ciudad del sudeste asiático. Allí encuentra acomodo dirigiendo música para videojuegos. Una broma amarga







👉____________________________________________________
Todd Field debutó en 2001 con In the bedroom, un minucioso y desgarrador drama que también incluye una interpretación llena de verdad y dolor de Sissy Spacek. Posteriormente estrenó Juegos secretos (Little Children) en 2006 y desde entonces había permanecido en silencio.