martes, 14 de abril de 2020

TEATRO GROTESCO - de Thomas Ligotti


Si se encuadra a Ligotti en la literatura de terror no es por los hechos que narra o los monstruos que concita; sino por la desazón y la corrupción de la vida que carcome sus relatos. Todos sus mundos son absurdos, perversos y delirantes. En ellos la consciencia es una falacia y la vida un degradado espectáculo de marionetas. 
"Todos nuestros éxtasis, ya sean sagrados o procedentes del cieno, dependen de nuestro rechazo a ser instruidos incluso en las verdades más superficiales y de nuestra voluntad enloquecida a seguir la senda del olvido. La amnesia podría ser perfectamente considerada el más importante de los sacramentos en el gran ritual gris de la existencia. Conocer, entender en el sentido más amplio, es lanzarse a una iluminación de la estupidez, un paisaje invernal de recuerdos cuya sustancia está compuesta totalmente de sombras y una profunda consciencia de los espacios infinitos que nos rodean por todas partes. Dentro de este espacio, permanecemos suspendidos sólo con la ayuda de hilos que tiemblan con nuestras esperanzas y nuestros horrores, y que nos mantienen oscilando sobre el vacío gris. ¿Cómo es posible que podamos defender tal estado guiñolesco y condenemos cualquier intento de arrancarnos esos hilos?" pág. 156/7
Los territorios de Ligotti son desolados y tétricos; lugares que parecen fuera del tiempo, dotados de un "atroz sinsentido". Los personajes son hombres corrientes, débiles eslabones de un engranaje que los exprime sin piedad ni explicación. Algunos están trastornados, otros están perdidos en mundos abandonados e insidiosos. También encontramos una amplio elenco de artistas extraviados, ávidos de experiencias degeneradas y sacrílegas. Toda la obra de Ligotti se puede ver reflejada en esta sentencia lapidaria que aparece en su libro La conspiración contra la especie humana;  título que por cierto reproduce el de un libro imaginario que se menciona en un relato de este volumen, La Sombra, La Oscuridad (The Shadow, The Darkness):
«Se ha descubierto el pastel: somos biorobots copiadores de genes que viven a la intemperie en un planeta solitario en un universo físico frío y vacío…
La vida es malignamente inútil, nos dice Ligotti. De modo que en sus relatos no hay monstruos procedentes de mitos sobrenaturales, religiones arquetípicas u otras dimensiones. Más que acciones o invasiones, nos traslada estados y sensaciones. La monstruosidad y la corrupción son materiales y orgánicos, como esos hiper-organismos corrompidos que se producen en la abominable fábrica de la Torre Roja, o ese monstruoso Supervisor Provisional que gobierna una fábrica confinado en su oficina.

Thomas Ligotti dibujado por Andre Beré




































Aunque el volumen incluye su propia organización en tres apartados -Enajenaciones, Deformaciones y Los Dañados y Los Enfermos-, creo que el conjunto de relatos está entrelazados por tres ideas matrices. Una sería la de parque temático delirante o escenario grotesco. Estas historias gravitan en torno a parajes, ciudades y territorios macabros que, en muchas ocasiones, se convierten en protagonistas. Espacios degenerados y en descomposición; escenarios perturbados donde se representa un teatro grotesco, la vida.

Así ocurre con el barrio del primer relato (un barrio perverso que está al lado de otro peor). Allí el niño protagonista da cuenta de casas siniestras y sótanos aciagos donde su padre lleva a cabo experimentos blasfemos ("Pureza"). También con la ciudad aislada e inmunda del segundo, "El Gestor de la Ciudad", convertida en un delirante parque de atracciones. O con la execrable factoría del quinto, "La Torre Roja", donde el autor nos introduce en una fábrica en ruinas, sin carreteras de acceso ni puertas y que, "evaporada" su maquinaria, centra su producción en un sótano donde unas tumbas fabrican hiper-organismos. Del mismo modo Ligotti nos descubre parajes como esa remota ciudad del norte, a donde sólo se acude para entregar el alma atormentada ("En una ciudad extranjera, en una tierra extranjera").

Todos los escenarios tienden al absurdo y la gangrena. Hay "decadentes ciudades invadidas por la niebla la mayor parte del año", edificios carcomidos y terrenos baldíos. Parecen las fauces de un monstruo dispuesto a devorar a sus infelices moradores. 
Tal y como declara el narrador de "Atracción de feria y otros relatos", "Todos los mitos de la humanidad no son nada más que espectáculos", absurdas y disparatadas representaciones de una forma de vida carente de sentido.
"He descubierto que esto es, justamente, lo que conforma la propia esencia del mundo del espectáculo, el cual, de hecho, no es más que negocio de atracción de feria. Las mutaciones inesperadas, la pura carencia de fundamentos de los seres, la volatilidad de las cosas... Por necesidad, vivimos en un mundo, un mundo de atracciones de feria, donde todo es definitivamente peculiar y definitivamente ridículo." pág. 49
Obra de Zdzisław Beksiński 

La segunda idea se refiere a los habitantes de estos escenarios: en general seres paradójicos como marionetas y artistas, carcasas de una discutible consciencia. La narración más sintomática de esta idea es La marioneta payaso, una de las mejores, sino la mejor del volumen.
"Todos los lugares en los que había estado a lo largo de mi vida no eran más que espacios para el sinsentido de marionetas. La farmacia era sólo un espacio de marionetas como todos los demás." pág. 75.
En el relato "Teatro Grotesco" (que da título al volumen) el protagonista es un "escritor de obras nihilistas en prosa" que busca entregarse al Teatro, una quimera que "durante un tiempo era sólo rumores y cuentos, habladurías y sueños". Nadie puede prever la llegada del Teatro, "pero si una ciudad concreta posee lo que en ocasiones se llama "un submundo artístico", y si uno mantiene una estrecha relación con esta sociedad de artistas, las condiciones son óptimas para estar entre aquellos que descubren que las cosas ya se han puesto en marcha. Esto es lo máximo a lo que se puede aspirar."

El horror filosófico de Ligotti, en este caso, igual que en el relato "Severini", apunta a la destrucción del arte, otra trampa -para él- de nuestra consciencia exacerbada. 
Si en los cuentos digamos de civiles, el pesimismo, el vacío y el absurdo es la tónica general, en los relatos de artistas es su propia parálisis. En estos relatos (también en "El bungalow") Ligotti transpone sus visión pesimista al ámbito artístico.

En "Teatro Grotesco" el protagonista descubre que la esencia del Teatro es algo profundamente antiartístico, que asalta y destruye la obra de los artistas, y en cambio ¡su mayor anhelo es ir a su encuentro para que lo haga suyo ¡😮!: 
"No alcanzaba una sensación definitiva de haber descubierto las verdaderas realidades y funciones que el Teatro comunicaba a un artista y cómo esta comunicación interrumpía la obra de ese artista. Por supuesto, podía imaginar vagamente la especie de consciencia capaz de incapacitar a un artista para producir cualquier tipo de manifestación artística. En definitiva, llegué a hacerme una idea bastante detallada e inquietante de tal consciencia... una consciencia del mundo, según la concebía." pág 187
La mente nihilista de Ligotti se vuelve en este caso ferozmente irónica, ya que el protagonista, un autor "nihilista de relatos absurdos", encuentra la consciencia de la pesadilla que envuelve al Teatro gracias a la postración que padece por un virus intestinal: "había logrado usar esta consciencia como una inspiración para una colección de relatos cortos". Pero si "el Teatro Grotesco había transformado a un escritor de prosa nihilista en un ser no artístico", cabe preguntarse ¿qué coño tenemos entre manos?...


Obra de Zdzisław Beksiński

Ligotti siempre aparece ligado a Kafka y a Lovecraft, de quien se considera alumno. A pesar de ello se puede decir que en este libro está más cerca del primero. Ahí están sus ciudades y parajes absurdos, sus omnímodas corporaciones (la Quine Organization que aparece tanto en "Mi defensa de una acción punitiva", como en "Nuestro supervisor provisional" o esa otra innominada que renueva subrepticiamente al "Gestor de la ciudad") y sus personajes insignificantes, que sólo entreven un mundo que los usa como calderilla y cuyas reglas desconocen.

De Lovecraft, en cambio, creo que se puede decir que es su antítesis. El genio de Providence llenó nuestro pequeño mundo de dimensiones profundas y terroríficas. Abrió portales por los que amenazaban entrar monstruos ancestrales y arquetípicos. 
En cambio Ligotti lo ha vaciado. 
Su mundo está situado en un no-lugar, sin tiempo y autosuficiente, que no parece necesitar de vida humana. Por eso en la "remota ciudad del norte, cerca de la frontera" donde transcurren los cinco relatos agrupados en "En una ciudad extranjera, en una tierra extranjera", no se espera nada de sus habitantes. Cada tarde una comitiva delirante recorre su calle principal sólo esperando a que los cadáveres de los suicidas caigan desde los áticos a su jaula monstruosa.

Los relatos en torno a estos espacios decadentes y alucinados son los que más me han gustado. "El Gestor de la ciudad" transcurre en una ciudad aislada y sin sentido. Una luz que se apaga en una ventana indica que el Gerente Municipal ha muerto o ha huido. A las pocas horas aparece un nuevo gerente. Nadie sabe cómo. Nadie se cuestiona nada. Un día aparece una orden en un trozo de papel que una anciana recoge en la acera: "Vamos a cambiar vuestros trabajos". Todos lo acatan. La Ciudad se convierte en un aberrante parque de atracciones que recuerda a "Le Park" de Bruce Bégout. Hay una laberinto de habitaciones con retretes. Entras en una y hay dos puertas. Por cualquiera que elijas accedes a otra que también tiene dos puertas. Por detrás de Main Street hay callejones absurdos que no llevan a ninguna parte. Uno de ellos se va estrechando hasta que tienes que dar la vuelta porque es imposible seguir. Todo es absurdo. Todo parece un simulacro, un teatro grotesco cuya lógica es ajena asus habitantes. 

"Mi defensa de una acción punitiva" y "Nuestro supervisor provisional" transcurren en una ciudad siempre oculta por una niebla persistente que se encuentra al otro lado de la frontera (¿metafísica?) y cuyos habitantes trabajan en horarios casi continuos y siempre están medicados/drogados, porque todos, médicos, encargados y concejales pertenecen a una colosal corporación que se confunde con el Leviatán/estado. 


Casa abandonada en Detroit, muy semejante a la que visita  el niño del relato "Pureza"


La última idea transversal tendría que ver con las deformaciones o la organicidad nauseabunda que impregna un puñado de relatos. En "Pureza" el padre del niño protagonista secuestra a personas y en su sótano les somete a procesos químicos para extraerles las impurezas psíquicas. También lo vemos en la marioneta que aparece en la farmacia de "La marioneta payaso" o en ese híbrido de caracol y espasmo que un escritor encuentra en el hueco vacío de una escalera al que ha acudido para conocer el "origen de todos los fenómenos existenciales" ("Atracción de feria y otros relatos"). O incluso en ese virus intestinal que lleva al narrador de "Teatro Grotesco" hasta una nueva percepción. Pero donde más patente se hace es, sin duda, en "La Torre Roja".
"No podrían haber entendido, como yo no puedo, el propósito por el que eran producidos en aquellas tumbas, esas incubadoras de hiper-organismos, diminutas fábricas de carne que existían en el interior y muy por debajo de la gran fábrica de la torre Roja." pág 86. 
"Como se deduce de la designación de híper-organismos, esta línea de productos exhibía las cualidades más esenciales de una naturaleza orgánica, lo que significaba, por supuesto, que presentaban un violento conflicto entre sus dos rasgos básicos. Por un lado, manifestaban una intensa vitalidad en todos los aspectos de su forma y función; por el otro lado, y simultáneamente, manifestaban un elemento ineludible de descomposición en estas mismas áreas." pág. 85
No quiero acabar sin hacer notar las peculiaridades del estilo de Ligotti. En todos los casos su trazado es sinuoso y elíptico. La escritura siempre es minuciosa, reiterativa y obsesiva. Muchos relatos tardan en centrarse y avanzar. La narración, por momentos, resulta demasiado errática. Parecería que estuviese explorando su propia mente sin saber a dónde dirigirse. Hay repeticiones de expresiones y circunloquios que traban la lectura y te pueden poner de los nervios. A veces me parece como que Ligotti no tiene un plan y que según escribe está explorando su mente. Y entonces pienso que si los relatos son la expresión de su mente caótica, paralizada por visiones atroces.... entonces son perfectos, pues ellos mismos son trabados y caóticos.

Pero a cambio te ofrece asomarte al abismo. 
Soutine - "Paisaje con tejados rojos" -1919-

El mundo que describe Ligotti es absurdo y se resiste a ser comprendido. La única vez que uno de los protagonistas rompe el decorado siniestro en que está encerrado es en "El Gestor de la ciudad". Huyendo de su ciudad convertida en un enajenado parque temático, llega a otra ciudad para, inmediatamente, ser captado como gerente de la ciudad que ha abandonado. Si sales de la gruta sólo es para volver. El terror del absurdo circular. 

Ligotti reafirma su pesimismo en cada relato. La vida humana se mueve en una sola dirección: enfermedad, corrupción y muerte. La consciencia, para él, es un excedente abrumador y adulterado. Somos marionetas paradójicas que sólo por ser conscientes nos creemos reales. 

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