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jueves, 14 de agosto de 2025

WEAPONS - de Zach Cregger

EEUU,2025


El director y guionista Zach Cregger ha creado un gancho inapelable capaz de cautivar incluso a los que no son fanáticos del terror. La película comienza con la voz en off de un niño que nos cuenta el origen de esta terrorífica historia. Un día, a las 2:17 de la madrugada, 17 alumnos de la misma clase de Primaria, salieron de sus casas corriendo, todos con los brazos extrañamente extendidos, y se perdieron en la noche. 

Este comienzo aterrador y traumático sacude al pequeño pueblo de Maybrook hasta los cimientos. Todos quedan tocados y lo peor es que no hay ninguna pista a la que aferrarse. La amenaza sólo se desvelará al comenzar el último tercio de la cinta (pero no del todo); por lo que cabe decir que el miedo que pasamos durante el metraje es de los más atávicos que sufre el ser humano, el miedo a lo desconocido. ¿Por qué se fueron los niños? ¿Quién o qué los controlaba? ¿Por qué todos pertenecían a la misma clase del colegio? ¿Por qué sólo hay un niño, Alex, que no fue afectado por esa llamada?

La voz del niño que nos cuenta la historia no hace sino ratificar a la película como una versión actualizada de una cuento de hadas clásico, uno de esos en el que unos niños se adentran en el bosque sin saber que los acecha un engendro. 



Cregger combina tensión y terror al elegir una ambiciosa estructura narrativa en seis capítulos que combina diferentes puntos de vista que acaban superponiéndose. Primero el de la maestra de los niños (Julia Garner), contra la que el pueblo se revuelve en primera instancia; luego el de un policía y a continuación el de un indigente, para seguir con Archer Graff (Josh Brolin), el padre iracundo de uno de los niños. En los dos últimos ya tocamos el fuego, primero con el director del colegio (Benedict Wong) y finalmente con el propio Alex que nos revelará la madriguera del conejo. Cada episodio nos acercan un poco más al enigma sin revelarlo, lo que acrecienta el mal rollo y te obliga a imaginar nuevas teorías como si estuvieses jugando una partida macabra. Esta fórmula la inauguró el clásico Rashomon (Akira Kurosawa, 1950) y ayuda a dotar de nuevas capas a la historia.

Es como una narración circular en la que los seis protagonistas (más los espectadores) nos encontramos mirando los mismos hechos sin llegar a comprenderlos. Es lo que le ocurre a Archer Graff, único padre que intenta resolver racionalmente el misterio. La cámara del timbre de su casa grabó a su hijo huyendo. Él mira estas imágenes constantemente sin detectar nada extraño. Ha llegado a trazar varias líneas sobre un mapa del pueblo que conforman una gigantesca X, ante la que acaba preguntándose "¿Qué estoy mirando?. El guión juega a dejar caer pistas falsas como el tema que estaban dando los niños en clase, los parásitos. También Archer tiene una pesadilla en la que llega a una casa sobre la que flota un arma automática; una metáfora nada encubierta de los horrores reales que a veces sufren los institutos.  



Los intérpretes están muy ajustados; pero la que llama la atención, sin duda, es la actuación de Amy Madigan. Cuando veas la película ya me dirás. 

A mí me encanta ese ritmo alterno que te lleva repetidamente de la tranquilidad al terror. Cuando empieza un nuevo episodio estás esperanzado pero al acabar siempre te da un hachazo. Una vez es el policía que entra en una casa y sale diabólicamente transformado. Otra vez es la maestra que es atacada por su propio director desfigurado. Así una y otra  vez. La verdad se mantiene velada mucho tiempo. La expectación es máxima. Pero, ¿Qué coño está pasando?


Como suele ocurrir en estos casos, tendrá que ser ese único niño que se quedó sin compañeros quien nos guíe por los vericuetos de esta retorcida casa del terror. La última carta de la película es sangrienta y feroz. El pequeño Alex se enfrentará al monstruo en su mismísima madriguera siendo capaz de encontrar la clave que nos proporcione un final necesariamente catártico... aunque no completamente feliz.

La película es un misterio oscuro y morboso que no acaba de ofrecer todas las respuestas que esperamos, lo cual es aún más excitante y placentero.








Zach Cregeer se estrenó como director en 2022, con Barbarian,  un viaje perverso que invitaba a preguntas espeluznantes sobre lo que podría estar sucediendo tras la puerta de tu vecino. Aquí se ha superado.

lunes, 21 de julio de 2025

SIN PERDÓN - de Clint Eastwood




Vuelvo a ver esta obra maestra y me doy cuenta de que, en realidad, no es un western. Los años del Lejano Oeste son ya pretéritos. Estamos en otra época y muchos personajes hablan de "aquellos salvajes tiempos", incluido el sheriff y el pistolero protagonista, William Munny.
Entonces ¿por qué es un western como la copa de un pino?

Recordemos. 
Una prostituta es rajada en la cara y los pechos por dos vaqueros borrachos en un pueblucho remoto de Wyoming. Sus compañeras claman justicia, pero lo que obtienen es una compensación de siete caballos para el dueño del burdel por haber dañado su propiedad. Las meretrices deciden juntar sus ahorros y ofrecer una recompensa de 1.000 $ a quien mate a los dos vaqueros implicados.

El premio es muy suculento y pronto un pistolero joven y bravucón acude al rancho de William Munny (Clint Eastwood) para sumarle a la causa y repartirse el botín. Munny ya no es aquel brutal forajido famoso por su sangre fría; ahora es un vetusto granjero que malvive cuidando una piara de cerdos mientras intenta sacar adelante a sus dos hijos. Su esposa lo rescató de sus correrías pero ahora está viudo y, harto de su vida miserable, decide acompañar al joven; no sin antes convencerlo para añadir a la partida a su amigo Ned Logan (Morgan Freeman), un experto francotirador.



Mientras los tres pistoleros recorren el camino hasta Wyoming, otro cazarrecompensas se les ha adelantado. Es Bob el Inglés (Richard Harris) que es recibido por el sheriff Little Bill (Gene Hackman) con una brutal paliza. El sheriff quiere dar ejemplo y lanzar el mensaje de que los pistoleros no son bienvenidos en el pueblo. 

En estos trazos ya se ve que no estamos en el Viejo Oeste. En primer lugar el punto de inflexión lo marcan las mujeres, con su iniciativa y su dinero. También es novedoso que Little Bill haya implantado la ley de un pueblo sin armas. En tercer lugar los forajidos están viejos y achacosos. Incluso sienten remordimientos por los asesinatos que cargan en su conciencia. Reconocen que la muerte es un acto terrible y definitivo: «Matar a un hombre es algo muy duro. Le quitas todo lo que tiene… y todo lo que podría tener», reflexiona Munny. 


Estamos ante un western crepuscular, de los que dan la vuelta a las convenciones del género. Ya nada es blanco o negro como solía, todo se llena de tonalidades grises. El sheriff es un hijo de puta que aplica la ley de forma implacable. No es con él con quien empatizamos, sino con un asesino que ha sido capaz de enderezar el rumbo. Tampoco se puede decir que los cowboys maltratadores sean unos tipos perversos. Primero muestran un sincero arrepentimiento por los desmanes de una noche de borrachera y posteriormente, cuando son tiroteados, se muestran como unos vulgares granjeros de reses.

Todo ello hace que el Lejano Oeste aparezca como algo muy remoto, escondido tras una neblina que lo ha acabado convirtiendo en leyenda. El propio jovenzuelo que ha reclutado a Munny, no es más que un niñato que ha escuchado demasiadas historias sobre pistoleros aguerridos a los que ahora quiere emular. Incluso siendo un novato, ya se ha puesto un apodo, Schofield Kid, para que la pose sea completa. Pero finalmente la realidad de esta aventura pondrá a cada uno en su sitio. Y es que la película tiene una profunda textura moral. Cuando Logan está apuntando a los cowboys se da cuenta de que ya no es un frío asesino. Y cuando Schofield Kid busca consolarse por los asesinatos cometidos diciendo, "supongo que se lo merecían"; es el fiero Munny quien le responde con amargura: "Todos nos lo merecemos, Kid".



Está claro que el Salvaje Oeste es cosa del pasado y así lo certifica el periodista que acompaña a Bob el Inglés. El adulador W.W. Beauchamp (Saul Rubinek) escribe artículos y libros donde recoge los testimonios de gente que vivió aquellos tiempos legendarios antes de que su recuerdo se pierda; porque todos ellos ya están viviendo en otra época. 

La presencia del periodista es la ratificación del cambio de época. Además cuando deja la compañía de Bob el Inglés para seguir a Little Bill, éste le contará la auténtica verdad de aquellos tiempos, mucho menos fabulosos de lo que Bob el Inglés le ha relatado. Como la historia de Dos Pistolas Corcoran a quien Bob mató en un duelo. El apelativo no era porque llevase dos revólveres, sino porque su pene era más largo que el cañón de su único Colt Walker. Según Bill, Corcoran se hubiese librado en caso de llevar dos pistolas; pero estaba borracho y acabó disparándose en un pie.

Resulta que la verdad es más grosera que cualquier cuento. 
No había pistoleros que desenfundasen tan rápido como el rayo. Los pistoleros más legendarios eran en su mayoría unos borrachuzos impenitentes. Además los revólveres no eran muy fiables. Se encasquillaban constantemente y con ellos era muy difícil acertar a un hombre. Los testimonios que recoge el periodista, tanto de Bill como de Munny, son notoriamente desmitificadores en cuanto a la figura del pistolero y a la glorificación de la violencia como la ley del más fuerte. Así lo corrobora Munny cuando le responde a Beauchamp tras el tiroteo en el saloon. 
“- ¿A quién ha matado primero?
- ¿Qué?
- Cuando un buen pistolero se enfrenta a un grupo superior de hombres siempre dispara primero sobre quién mejor dispara.
- ¿Es así?
- Sí, me lo dijo Little Bill, seguro que es el primero al que mató.
- Tuve suerte en el orden, pero siempre he tenido suerte cuando se trata de matar.”
Por eso algunos lo llaman "western revisionista".



Pero este Western que no es un Western ha visto cómo la situación se ha venido enquistando hasta forzar a Munny a resolverlo a la manera del Viejo Oeste. Después de destrozarnos todos los mitos ahora sí, en el desenlace, por fin, se nos sumerge en el más auténtico y salvaje Oeste. 

Cuando Munny se entera de que han matado a su amigo Ned y que lo tienen expuesto en el saloon de forma humillante, rompe su abstinencia de diez años y se bebe varios tragos de whisky directamente de la botella. Ese será el fuego que revivirá al antiguo William Munny pendenciero y sanguinario. 
Lo necesita para un último trabajo.
Munny entra solo en el saloon para enfrentarse a Little Bill y a todos los parroquianos con los que está organizando un grupo para perseguirlos. Su mirada y sus palabras son de acero. También sus músculos y sus nervios. El viejo porquero ha desaparecido para dejar paso al pistolero implacable que sabe perfectamente cómo matar personas. Empieza disparando a bocajarro al dueño del saloon, por lo que Little Billy le increpa.
“- Es usted un miserable y un cobarde hijo de perra. Ha matado a un hombre desarmado.
- Pues debió haberse armado cuando decidió decorar su salón con mi amigo.
- Es usted William Munny de Missouri, el asesino de niños y mujeres.
- Así es. He matado a mujeres y niños. He disparado sobre cualquier cosa que tuviera vida y se moviera. Y hoy he venido a matarle a usted por lo que ha hecho a Ned.”
Esta escena gloriosa, confusa y terrible, sí es el epítome del western. El periodista ya podrá contar que durante unos brutales minutos estuvo presente en el Salvaje Oeste.














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El género del western es fundacional en el cine estadounidense. Tras su época de esplendor languidecía en los años 70 y 80 cuando precisamente Clint Eastwood lo revitalizó en 1985, estrenando "El Jinete Pálido"; una revisión del clásico "Raíces Profundas" (en el original Shane, de Georges Stevens, 1953).
"Sin perdón" se estrenó en 1992 pero mantiene intacta toda su potencia dramática. El guión se debe a David Webb Peoples (guionista de otras dos obras monumentales como son "Blade Runner" y "12 Monos", casi nada).
La figura del periodista es el elemento de modernidad, pero no es la primera película del Oeste que lo incorpora. Ya en 1962, el gran John Ford contó con un periodista entre los personajes de su historia que se cuenta en El hombre que mató a Liberty Valance
También en esta extraordinaria película se contraponen dos visiones del western, la del violento y lejano Oeste, representada por el desalmado pistolero 
Liberty Valance (Lee Marvin) y la de los nuevos tiempos asentados en el respeto a la ley que encarnaba el abogado Ramsom Stoddard (James Stewart). El paso de una a otra época no fue fácil y este periodista, como el de "Sin Perdón", todavía está impregnado del halo mítico de los viejos tiempos cuando le reconoce al abogado: “Esto es el Oeste, señor. Cuando la leyenda se convierte en hecho, se escribe sobre la leyenda”.

lunes, 12 de mayo de 2025

HUÉRFANOS de BROOKLYN - de Edward Norton



Cine negro de estilo clásico aunque con falta de ritmo, amargura y acción. Es una adaptación respetable del libro homónimo —cuya acción traslada a los años 50— que contiene además una magnífica interpretación del protagonista y director; pero el resultado es un tanto plano, con multitud de diálogos y subtramas que hacen caer la tensión.

Desde que leyó el libro de Jonathan Lethem, Norton quedó prendado. Se hizo con los derechos de adaptación y empezó a levantar lo que prometía ser una obra grandiosa que aunaba una trama de corrupción institucional y un protagonista muy singular con los radicales cambios que dieron forma a la ciudad de Nueva York a mediados del siglo XX. Pero se ha quedado a mitad de camino, lo cual no la descalifica. Sin ser magistral he disfrutado mucho viéndola. Tiene una trama atractiva y consistente, una soberbia ambientación que recrea la Nueva York de los años 50 y una banda sonora envidiable ya que fue una de las obsesiones de Norton. Se la debemos al músico Daniel Pemberton, recompensado con una nominación a los Globos de Oro, y cuenta con el tema "Daily Battles", compuesto por el músico y amigo de Norton, Thom Yorke.

Y no es lo único. La voz en off del detective guiándonos por los vericuetos de la investigación subraya la textura clásica de la cinta que, sin abandonar el esquema del cine negro nos acaba hablando de algo tan actual como el racismo, la discriminación y la gentrificación de nuestras ciudades.






Por la maravillosa ambientación de esa Nueva York gélida en los años 50 y por la trama que acaba aterrizando en uno de los magnates que forjó su urbanismo me recuerda a un clásico de envergadura como es la propia Chinatown de Roman Polanski. Allí la política y la historia local de Los Angeles servía de fondo corrupto a un drama familiar no menos turbio. Aquí el entorno es la corrupción urbanística que acabó forjando la actual Nueva York. 

Lionel Essrog es un detective privado que padece el síndrome de Tourette. Trabaja en la agencia que dirige su amigo y mentor Frank Minna (Bruce Willis) el cual, inesperadamente, es asesinado durante un trabajo. Lionel y los otros tres compañeros de la agencia fueron rescatados por Minna de un orfanato católico de Brooklyn, de modo que se siente obligado a investigar su asesinato. Los indicios le llevan hasta una abogada activista, Laura Rose (Gugu Mbatha-Raw) y su padre, dueño de un club de jazz en Harlem. Ellos encabezan la resistencia ciudadana a un proyecto municipal que empuja a los pobres (preferiblemente negros y judíos) fuera de sus barrios para favorecer ambiciosas operaciones urbanísticas. Detrás de todo ello está el poderoso funcionario público Moses Randolph (Alec Baldwin) —basado en el controvertido constructor Robert Moses, promotor histórico de muchos de los puentes y parques de Nueva York—. 





Essrog es un detective de lo más peculiar y él mismo nos avisa nada más empezar. "Tengo el síndrome de Tourette", nos dice, para prepararnos ante sus diálogos atropellados. Su cabeza va a mil por hora y mientras escucha puede saltar con un ¡"A la mierda!" o una asociación de ideas de lo más extravagante. Tampoco sus manos pueden quedarse quietas y no puede evitar tocar compulsivamente el hombro de su interlocutor. Es una lástima que Norton no haya logrado trasladar a la pantalla la profundidad simbólica del síndrome de Tourette y los procesos mentales de Essrog, que son una parte esencial del libro. 

Aunque sí hay que agradecerle que no haya aprovechado los tics y la explosividad verbal del personaje para convertirlo en una caricatura. Su interpretación está muy medida y resulta de lo más brillante. Al fin y al cabo acompañamos a Lionel en todas sus pesquisas y lo vemos crecer como detective. Al principio sus ocurrencias nos provocan la risa, pero poco a poco llegaremos a apreciar su destreza para gestionar situaciones comprometidas a pesar de las cargas que impone su condición.
 


El asesinato de Frank obligará a Lionel a sumergirse en una compleja trama, sembrada de trampas, amenazas y favores. Los despachos y antros que tendrá que visitar le brindarán una idea de Brooklyn muy distinta de la que él creía conocer. El guión del propio Norton nos marea un poco con un desfile interminable de personajes, pero logra arribar a puerto para presentarnos en todo su esplendor al gran Moses Randolph. Él será el encargado de soltarnos un discurso de lo más descarnado sobre cómo los poderosos y visionarios deben ejercer el auténtico poder.

Alec Baldwin interpreta al constructor Moses Randolph, muy evidentemente inspirado en Robert Moses (1888-1981), un funcionario federal no electo que derribó barrios enteros de Nueva York para favorecer las vías automovilísticas construyendo autopistas y puentes. Es verdad que también construyó docenas de parques, centros cívicos y salas de exposiciones; pero "casualmente" los barrios que arrasaba estaban habitados por gente trabajadora y pobre, mayoritariamente no blanca. Después de desplazar a cientos de miles de ellos encontró su waterloo en la cancelación de la autopista Lower Manhattan, que habría atravesado Greenwich Village y el SoHo, expulsando a 2.000 familias de sus hogares, obligando a cerrar más de 800 negocios y a dividir el querido Washington Square Park. 



En ese discurso ante Essrog y en la reunión previa de afectados por la planificación urbanística, donde varios ciudadanos confrontan con los funcionarios por representar más al dinero que a la democracia, está el corazón palpitante de esta película. 

jueves, 8 de mayo de 2025

WARFARE - de R. Mendoza y Alex Garland

EEUU, 2025


Esta película es una mina antipersonal. 
Si sacas la entrada será como pisarla y te explotará en la cara.
La película tiene la ambición de mostrar la guerra moderna tal cual es, 
en acción y tiempo real.
Con la deshumanización como punto clave. 
Los soldados americanos no tienen historia, ni fotos de su chica, ni sonríen con indiferencia ante la muerte. 
Tampoco el enemigo tiene historia. 
Los guerrilleros iraquíes son un simple punto blanco que se mueve en el mapa del satélite espía. 

La acción se basa en las experiencias reales, en la guerra de Irak, del ex marine Ray Mendoza,  codirector y coguionista de la película. 

Un pelotón de comandos SEAL llega por la noche, en silencio, a una ciudad iraquí. Asaltan un casa y se instalan en ella, montando un nido de francotiradores, para dar apoyo a una operación de los marines. Allí escondidos esperan acontecimientos mientras vigilan las calles y los bares. Pero tras unas horas sospechan que los han detectado y que el enemigo se prepara para acorralarlos. El silencio de estos primeros veinte minutos te corta la respiración, hasta que de pronto es roto por la explosión de una granada que se cuela por un ventana.
Ahí empieza el jaleo en esta película claustrofóbica.




La cámara (y nosotros con ella) estamos en la misma habitación donde se produce una explosión que nos deja aturdidos. También estamos pegados a los soldados que empiezan a disparar atronadoramente.
Todo resulta violento y abrumador.
Pero eso ya lo hemos visto en Black Hawk derribado (Ridley Scott), en la más reciente Civil War (del propio Alex Garland), en Hasta el último hombre (de Mel Gibson) o en Salvar al soldado Ryan (de Steven Spielberg), película que inauguró esta forma de presentar la guerra con una crudeza visceral.

La película de Garland y Mendoza quiere llegar más allá y ser realista hasta las últimas consecuencias. Hay muchos momentos de tensa espera, desorientación y hasta de tedio absoluto. Los soldados repiten mecánicamente las consignas para reconocerse: ¡¡dos minutos!! gritan todos a la vez, como autómatas.
No hay música que endulce esos terribles momentos.
No hay bromas, ni dudas, ni épica.
Y la sorpresa...Tampoco hay muertos (bueno, solo uno).
La guerra, más que muertos, deja mutilados físicos y psicológicos.




Cualquiera que no conozca la guerra y lea las noticias se sorprenderá cuando tras un ataque con aviones y no sé cuantas bombas el resultado que nos refiere el telediario es....4 muertos. Habituados a la ficción de las películas esperaríamos 20 o 30 cadáveres. 
Pero las películas no muestran la guerra tal como es. Ya lo dijo el director Alex Garland en una entrevista: "El cine posee una habilidad malsana para convertir todo en sexi, incluso la guerra".

Pongamos un dato. EEUU invadió Irak en marzo del 2003 con la estafa de las armas de destrucción masiva como excusa. En diciembre de ese mismo año los soldados capturaron a Sadam Husein; pero la guerra se alargó hasta 2011. 
Durante esos 8 años murieron en combate más de 4.600 soldados estadounidenses. Parecen pocos para 8 años de bombardeos y francotiradores... pero hay que añadir varios miles más que murieron por suicidio tras regresar a casa. La que sería una guerra relámpago de tres semanas para llevar la democracia y la libertad a Irak se prolongó durante 8 años y dejó brutales consecuencias: más de 100.000 civiles muertos, según la organización Iraq Body Count (IBC), y un país sumido en el caos.

Esto es lo que nos muestra esta película concentrada y terrible. 
La guerra no arregla nada. 
Sólo produce muertos, mutilados y destrucción.
Esta es la conclusión que el director quiere trasladar a la sociedad actual que vive tiempos tan convulsos: "Ahora que estamos mucho más cerca de la guerra total de lo que hemos estado en mucho tiempo, es positivo pensar en esta realidad y en lo que puede pasar con la gente joven cuando se le envía a la guerra. Quizá mueva a la gente a ser razonable". 


Lo que pasa es que a pesar de este alto valor testimonial, la película se me queda corta. Primero porque no tiene ningún contexto ni discurso, sea político o antibelicista. Aunque también cabe pensar que el mensaje es la bofetada: esto es la guerra, a palo seco, absurda. Lo segundo es por la ausencia de drama personal. Nada sabemos de los soldados que, ni ante la amenaza de muerte, se confiesan a sus compañeros. Los soldados sólo son cuerpos que el poder lanza a la trituradora, parece transmitirnos la cinta. Aunque quizás también sea este otro valor de la película; decirnos la guerra nos convierte en nadie. 

Y lo tercero es porque la película concluye su recorrido traicionándose. Ante la situación desesperada del pelotón, llega un segundo comando con un líder clásico al frente que resuelve el trance con determinación y una gran capacidad de liderazgo. Es decir, la situación se resuelve volviendo al relato de siempre, ninguneando a los iraquíes (tanto a los guerrilleros como a la familia que destrozan la casa) y mitificando al héroe americano. 

jueves, 1 de mayo de 2025

LOS PECADORES - de Ryan Coogler



Esta es una película de vampiros en territorio del gótico sureño atravesada por un potente retrato del racismo en EEUU y una apasionante oda a la espiritualidad de la música y al poder evocador del blues. ¿Qué tipo de audacia se necesita para integrar tan distintos asuntos y conseguir una gran película? Pues la que tiene Ryan Coogler sin duda, porque aquí lo ha logrado y a nosotros sólo nos queda disfrutarlo.  

Los pecadores” cuenta la historia de los gemelos Smoke y Stack (ambos interpretados por Michael B. Jordan) que, tras sobrevivir a las trincheras de la Primera Guerra mundial y al mundo del hampa en Chicago, regresan al Delta del Mississippi, en 1932, para montar un tugurio de blues y alcohol destinado a la comunidad negra. Pronto descubrirán que algo peor que la guerra, el racismo o la violencia los está acechando. 



La película comienza con un retrato evocador de la vida en el Sur segregado. Los dos hermanos gemelos vuelven a la tierra de su juventud, donde incluso encontrarán los rescoldos de amores pasados. Sus elegantes trajes de ciudad contrastan con la pobreza circundante; pero creen que el club de blues será un buen negocio y una vía de escape para sus sufridos hermanos. Para la inauguración cuentan con Sammie, el hijo del predicador, un muchacho especialmente dotado para la música. 

La película se articula con esta primera parte más sociológica y una segunda que desarrolla el asedio de los vampiros al galpón donde los braceros beben y bailan. Las dos partes están rodadas con una gran madurez y tersura por parte del director y guionista. En el molde de una película de género vampírico, Coogler habla de miseria y de racismo sin que chirríen; pero también de creencias y tradiciones y, sobre todo, del vínculo esencial que los personajes tienen con la música. Más que perseguir sustos, el director nos acerca a sus personajes con una gran intensidad emocional y, a través de ellos, a la historia de su comunidad. 



Pero la cumbre de la película está en la secuencia que hace de bisagra entre ambas partes. 
Pura magia. 
La película se inicia con una voz en off evocando la leyenda de una música tan auténtica y verdadera que es capaz de sanar comunidades y convocar a espíritus más allá de la barrera del tiempo... pero también de atraer al mal. Una música con la fuerza mística de los ancestros que se remonta al África Occidental y a la Irlanda precolonial. 

Y esto es lo que es capaz de plasmar en imágenes el director. Cuando el gemelo Stack invita al joven Sammie a mostrar sus talentos al ritmo de la canción "I Lied to You" (original de Göransson y Raphael Saadiq), lo que ocurre es un auténtico hechizo. Mientras la cámara recorre los cuerpos cimbreantes del presente se cruza con bailarines ceremoniales del África inmemorial y figuras del hip-hop de un futuro inexplorado, fusionándose en un momento tan deslumbrante como embriagador. A medida que la música va ocupando todo el espacio del viejo molino logra traspasar todo tipo de fronteras metafísicas y temporales. La guitarra de Sammie y su voz conmovedora se erigen en el faro de ese poder trascendental que el pastor ya fue capaz de intuir, cuando le advertía a su hijo, "Si sigues bailando con el diablo, un día te seguirá a casa"















Ryan Coogler causó sensación en 2013 con su debut, Fruitvale Station, un relato desgarrador sobre un tiroteo que presagió el auge del movimiento Black Lives Matter. A continuación visitó el universo de Rocky de forma inteligente y emotiva con la historia de Creed, el hijo de uno de sus antiguos rivales. Posteriormente dirigió la película con más conciencia social del universo Marvel, Black Panther, así como su secuela, un sentido homenaje al fallecido Chadwick Boseman

Esa vena social y comunitaria que está presente en sus películas aquí se hace más que evidente al retratar el racismo. Uno de los gemelos le dice a su antigua novia convertida ahora en hechicera: "he estado en guerras, he estado en Chicago, he visto muchas muertes y de más maneras de las que podría imaginar; pero en ningún caso he visto magia, siempre se trataba del poder." Esto lo ratificará el vampiro que va infectando a toda la comunidad. Él también proviene de una tierra expoliada, Irlanda, y su ansia es poseer las capacidades míticas del joven Sammie para insertarse en el cálido flujo de sus ancestros. 



Lo que me lleva a pensar que la película podría verse como un relato sobre la vampirización de la música negra por los blancos. Justo antes de su debut, el viejo pianista que acompañará a Sammie le dice al joven talento, "al hombre blanco le gusta el blues, lo que no le gusta es quien lo toca". 
Muy buena.



miércoles, 19 de marzo de 2025

ANORA - de Sean Baker



Esta película se llevó la Palma de Oro del último Festival de Cannes y acaba de recibir el Oscar a la mejor Película, a la mejor Dirección, al Mejor Guión y al Mejor montaje, además del Oscar a la mejor interpretación femenina. 
No entiendo el por qué de los cuatro primeros Oscars. 
La película me parece más que sencilla simple, con un conflicto de poca envergadura y unos personajes en los que hay poco que rascar.

Anora es una joven de ascendencia rusa que trabaja en un local neoyorkino como bailarina erótica. Una noche recibe a un grupo de jóvenes entre los que destaca uno de carácter jovial, con muchas ganas de divertirse. Es el hijo de un jerarca ruso multimillonario y acaba enrollándose con Anora. El pase privado le parece poco y termina llevándosela a su mansión de Brighton Beach. Deseoso de alargar la fiesta le propone un contrato de 15.000 dólares por ser su novia durante una semana. 


Todo es fantástico. Anora alucina. El dinero corre a raudales. Se van de juerga y luego a follar. Salen de compras y luego a follar. El chico se pasa el día jugando a videojuegos y sólo para para follar. Finalmente coge su jet privado y se van a Las Vegas para correrse una juerga y... acaban casándose en una de esas capillas tan kistch que pululan por la ciudad del juego. Anora cree que ha encontrado a su príncipe azul pero, aunque ellos no lo saben, acaban de cruzar una línea roja.

El guardaespaldas avisa a la madre del chico que monta en cólera y viene rauda desde Rusia para deshacer el entuerto. Cuando baja del avión en Nueva York ya la están esperando el abogado y el juez con los papeles del divorcio preparados. A nadie le importa Anora. Ha tenido un pico de felicidad que apunta a estrellarse contra el suelo. Aunque ella no es una víctima. Conoce bien los sinsabores de la vida y planta cara; pero la calidez de ese corto viaje que acaba de hacer desde lo contractual hasta lo emocional ha convertido su fuerza en vulnerabilidad. 


La historia tiene el gancho de presentarse como el reverso acibarado de Pretty Woman, pero no tiene profundidad ni encanto. Anora se ha lanzado por el tobogán enloquecedor de esa oportunidad única sin reservas ni dudas. Ella solo vive el momento. Por supuesto se resiste cuando la madre empuja para organizar el divorcio; pero no percibo drama y la emoción es limitada. Todo es demasiado previsible.
Es como cuando has perdido un contrato. 
El chico es un viva la virgen que por supuesto va a lo suyo, mientras Anora sigue resbalando por un cristal de colores que sólo se rompe en el último plano.
 

Creo que todos estos premios tienen algo que ver con reconocer una carrera, una mirada y un estilo que, por supuesto, lo merecen; pero no han acertado con la película. Sean Baker tiene mejores películas donde practica esa vuelta de tuerca a la sociedad norteamericana para mostrar sus miserias y sus valores deshumanizantes. 

Sean Baker nació en 1971 y su trayectoria lo avala como un cineasta de gran honestidad y humanismo. Su cámara pone el foco en la gente que habita los márgenes de ese mito edulcorado que es el sueño americano. Y lo hace con un riguroso realismo pero también con una gran sensibilidad, atento al dolor de los excluidos. Aunque se dio a conocer con Starlet (2012) rompió moldes definitivamente con "Tangerine", una cinta muy cruda sobre una prostituta transgénero que, al salir de la cárcel, inicia la búsqueda de su anterior amante sondeando en la noche de la ciudad. Este asunto se repite en Anora cuando el chico desaparece y la madre, el guardaespaldas y Anora recorren todos los antros de la ciudad buscándolo. Aunque yo me quedo con "The Florida project’ (2017), una crónica ácida y tierna de los descartados por el sueño americano.
 
En ella Willem Dafoe encarna al responsable de un motel situado en las inmediaciones de Disney World. Tanto el motel como el parque acaban siendo dos espacios extremos, artificiales y casi irreales. En ese motel cercano al "lugar más feliz de la Tierra" malviven una madre y su hija, víctimas de la desesperanza y la miseria que provoca la trituradora capitalista. Cabe recordar que en EEUU está prohibido instalarse de forma permanente en estos alojamientos, de modo que aquellos que no disponen de vivienda deben deambular de motel en motel o de habitación en habitación escondiendo su infortunio. El recorrido de ambas por la derrota es amargo pero vitalista y, sobre todo, está lleno de humanidad y amor.  Brooklynn Prince interpreta a la niña protagonista de seis años y, como Mikey Madison en Anora, está magnífica.
Finalmente queda "Red rocket" (2021) otra crónica más de la realidad americana mas sórdida. Su protagonista es una estrella en declive del cine porno que abandona Los Angeles para regresar a su pueblo de origen en Texas. Pero tiene grabado a fuego la cultura del éxito americano de modo que, una vez allí, se lía con una Lolita local en la que ve una nueva oportunidad para reverdecer laureles en la Tierra de los Sueños. Sean Baker retrata a este buscavidas adulador y ególatra con una gran empatía, sin juzgarlo.

viernes, 31 de enero de 2025

THE BRUTALIST - de Brady Corbet

EEUU - 2025


Parece que sólo se habla de las tres horas y veinte minutos que dura esta película; pero que nadie se asuste, tiene un gran ritmo y lo que cuenta mantiene alto el interés durante todo el metraje. A mí no se me hizo pesada en ningún momento. Otra cosa es que la considere extraordinaria.

La cinta narra la historia del arquitecto judío László Tóth (Adrien Brody), célebre en Europa por sus edificios estilo Bauhaus, pero que tuvo que huir a EE UU tras pasar por un campo de concentración nazi. En Norteamérica debe empezar de cero sufriendo el racismo y la desconfianza que los estadounidenses destilan hacia los inmigrantes. Vive con su primo al que ayuda en su tienda de muebles, pero acaban enemistados y él viviendo en un albergue. Por suerte le dio tiempo a realizar una biblioteca para el ricachón Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce), cuyo diseño llama la atención de una revista, lo que le otorga un incipiente prestigio. El propio Van Buren quiere rentabilizar el éxito y le encomienda el diseño y ejecución de un complejo religioso-cultural en homenaje a su madre muerta. Esta construcción y la relación tumultuosa con su mecenas serán el hilo conductor de esta película que aparece dividida en dos actos y un Epílogo.
 



El protagonista absoluto de la cinta es este arquitecto de talento único que revolucionó la forma de construir edificios y creó el estilo brutalista que da título a la película. Es en este sentido que la película me ha decepcionado. Seguimos la peripecia vital del hombre -su angustia por traer a su mujer retenida en Austria, su vivencia tormentosa con su familia, sus enfrentamientos con el ricachón y su entorno, su drogadicción- pero de sus ideas revolucionarias como arquitecto casi nada se dice.

Si enfocamos la película sobre el modo en que los emigrantes judíos fueron recibidos en EEUU el asunto es amargo. El propio primo se ha cambiado el apellido para tener su empresa y su mujer norteamericana no acepta a su primo judío. Finalmente logra enfrentarlos y acaba echando a László. Tampoco el hijo del ricachón deja de vigilarlo y un día le advierte "no te olvides, sólo os toleramos". En otro momento escuchamos por la tele la resolución de la ONU creando el estado de Israel, así como la proclamación por parte de Ben Gurión. 
Pero no está ahí el centro de la película.



Si, en cambio, enfocamos la película sobre las turbulentas relaciones entre el poder económico y el arte, ahí sí que hay tela que cortar (y pantalones que bajar). Mr. Van Buren es un tipo que quiere jugar el papel de mecenas del arte y la arquitectura, pero sobre todo quiere ganar dinero y que la gente le rinda pleitesía. Ninguna de estas dos cosas le ofrece László. Hay dos momentos brutales en que Mr. Van Buren le deja muy claro quién manda allí y quién debe obedecer. Uno es cuando decide cerrar la obra y despedir a todo el mundo y otro es más íntimo y descarnado. Por ese motivo el duelo interpretativo entre Pearce y Brody es colosal. Tóth será sucesivamente bendecido y admirado para decaer después a ser tolerado, posteriormente despreciado y finalmente abusado mientras lucha por hacer realidad su obra. László Tóth comprobará con amargura que huyó del fascismo para caer en el capitalismo más depravado.

No hay duda de que el director y guionista sitúa aquí el centro de su película tal y como ha referido en alguna entrevista: «Me interesa tratar aquello que alimenta ideologías tiránicas. El brutalismo como metáfora. Y, como en el caso de The Brutalist, los personajes que luchan y buscan mostrar su mundo interior aún en circunstancias claramente adversas». Este desequilibrio coercitivo, plenamente capitalista, se lo recuerda su mujer al pobre Laszlo con una cita de Goethe  «No hay mayor esclavo que aquel que se considera libre sin serlo».


Tengo que reconocer que esperaba mucho más de la película en cuanto a los tormentos y destellos creativos de un artista tan dotado. No hay nada de esto en El Brutalista. Se nos cuenta el detalle de sus desventuras como hombre, pero nada aparece sobre su inspiración o audacia como arquitecto. Sólo un par de frases me he podido llevar al gaznate. Una, que el hormigón es más barato que el mármol. Otra cuando le reconoce a su mujer que donará su sueldo para poder acabar la obra y ésta le pregunta "¿qué parte del edificio es la que pagamos?"; a lo que él responde, "la altura de los techos. La gente tendrá que mirar hacia arriba para ver la luz en este edificio".
Demasiado poco.

Aunque nos regala unas imponentes imágenes de las canteras a cielo abierto de donde se extrae el mármol de Carrara. Tenemos que esperar a un escueto Epílogo, con formato de reportaje televisivo, en el que vemos a un László ya anciano recibir un homenaje en Venecia. Allí su sobrina explica el sentido de su obra y la motivación de su estilo.

Después de reflexionar sobre la película me quedo con el potente carácter de biopic que ha conseguido. En este sentido me recuerda al film Tar (Todd Field). László Tóth no existió, pero como personaje es fascinante; el tejido que conforma su experiencia personal y el momento histórico que vive logra trasladarnos una intensa sensación de realismo y autenticidad. 







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M. Breuer - Iglesia de la Abadía de St. John´s - Minnesota















   El director ha reconocido que para escribir el guión se inspiró en dos libros, el del historiador de la arquitectura Jean-Louis Cohen, "Architecture in Uniform: designing and building for the Second World War" (2011); y otro donde se relatan los trabajos del arquitecto Marcel Breuer para diseñar los planos de la abadía de San Juan en Minnesota. Fue “una de las mayores fuentes de inspiración para The Brutalist” ha reconocido. Como Tóth, Breuer era húngaro de origen judío y se trasladó a los Estados Unidos antes de que estallase la guerra. 

Ayuntamiento de Boston




    Fue el mismísimo Le Corbursier quien acuñara en la década de 1950 el término béton brut (hormigón a la vista o en bruto), que más tarde se transformaría en “brutalismo” de la mano del crítico de arquitectura Reyner Banham. El ´brutalismo´ surgió durante la posguerra en el Reino Unido. Heredero en parte del racionalismo de Le Corbusier, plantea exponer al edificio de una forma honesta, con materiales a la vista, sin adornos.  De ahí que se construyese con hormigón desnudo (u otros materiales, siempre que quedasen a la vista), en edificios de grandes dimensiones y con paneles de hormigón enormes.

El brutalismo nació de la mano de las utopías sociales propias de aquélla época, aunque tuvo acogida y desarrollo a ambos lados del Telón de Acero durante las dos décadas siguientes. Posteriormente, en tiempos más cercanos a la actualidad, numerosos diseñadores trabajaron para que este estilo arquitectónico perviviera, aunque muchos de los edificios insignia del movimiento cayeron en el olvido o incluso fueron abandonados y finalmente derribados.

En España también hay edificios brutalistas.
Iglesia Nuestra Sra. del Rosario de Filipinas, de Cecilio Sánchez-Robles (1970) -Madrid-

Torres Blancas -Saenz de Oiza (1969) -Madrid-


Iglesia Sta. María de Sales, Viladecans (1967) de R. Kramreiter

martes, 10 de diciembre de 2024

NADIE TE SALVARÁ - de Brian Duffield




La joven Brynn (Kaitlyn Dever) vive feliz aislada en su casa de campo. Pasa el tiempo construyendo maquetas y escribiendo cartas a su amiga más querida. Pero este deleite de su soledad se rompe el día que recibe la visita de unos extraterrestres. No se sabe muy bien sus intenciones pero demuestran unos poderes tan abrumadores (telequinesia, control de la electricidad, abducción) que alarman a la chica. Sin embargo ella está acostumbrada a vivir sola y a valerse por sí misma por lo que no se dejará mangonear. Resistirá hasta donde pueda. 

La primera hora transcurre entre persecuciones y acorralamientos en las distintas dependencias de la casa, incluidos un par de sustos de los que te hacen botar en el asiento. Parece que el desenlace fatal no se demorará, pero la joven va jugando muy bien sus cartas y se escabulle constantemente, mientras los espectadores casi ni parpadeamos, sumergidos como estamos en esta lucha sin cuartel.



Todo esto hace que parezca una película más del tipo home invasion, pero el director y guionista juega algunas bazas que la sitúan por encima de la media. La más radical y novedosa es que la película entera se desarrolla sin una sola línea de diálogo. La protagonista sólo masculla una frase de dos palabras en una ocasión y el efecto de este mutismo en el espectador es de pura inmersión en la trama.

La cinta no es una obra maestra, pero contar la historia sólo a través de imágenes (y banda sonora) sin que el ritmo decaiga supone una proeza elogiable. En la cinta podemos encontrar trazos de Señales (M. Night Shyamalan), Un lugar tranquilo (de J. Krasinski) y sobre todo -creo que nadie lo ha señalado hasta el momento- del clásico La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956); pero con un tratamiento particular en el que la invasión acaba conectada con la propia vida de la protagonista.



La casa es nuestro sanctasanctórum, de ahí que ser atacados en ella suponga romper nuestro entorno más seguro. Pero los alienígenas no sólo rompen esa burbuja física que se ha creado Brynn en la granja, sino también su burbuja emocional. Ya en su primera visita al pueblo apreciamos que su aislamiento no es voluntario. Por algún motivo la comunidad parece darle la espalda mientras ella vive atormentada por un hecho luctuoso de su pasado, la trágica muerte de Maud, su mejor amiga. De algún modo podríamos interpretar que este aislamiento emocional es el que le ha acabado librando de caer bajo el control alienígena a las primeras de cambio, como ha ocurrido con las gentes de pueblo. Asimismo su tormento será determinante cuando finalmente entre en contacto con los extraterrestres; lo cual provocará un final de esos que tienes que dar un par de vueltas en la cabeza.



El peso de la película recae íntegramente en Kaitlyn Dever, a la que seguimos en cada plano de su sofocante enfrentamiento; ni que decir tiene que esta menuda actriz sale plenamente airosa de su cometido. Para mí no ha sido sorprendente ya que venía de admirar su trabajo en las impactantes series Dopesick y Creedme.

Me detendré un momento en la ausencia de diálogos.
Todos hemos visto en los últimos tiempos unos cuantos poderosos planos secuencia, de esos que nos obligan a no pestañear mientras asistimos al desarrollo de la acción. Desde el clásico La soga del maestro Hichtcock a las más recientes Atenea de Romain Gavras o Hijos de los Hombres de Alfonso Cuarón pasando por El renacido de Alejandro G. de Iñárritu o El secreto de tus ojos de Juan José Campanella. La mejor característica de los planos secuencia -aparte de su dificultad técnica- es que atenazan la atención del espectador. Mientras la cámara no cierra su objetivo el espectador está prisionero de la acción. Así ocurre con esta película aparentemente poco pretenciosa. Mientras la joven transpira, gruñe, se muerde los labios y aguanta la respiración para que no la oigan, el espectador permanece maniatado a ella y a su destino.
Notable.