jueves, 29 de octubre de 2020

LA COMIDA en el CINE - por MJ


















La web y el saber hacer de una de las mejores profesionales que circulan por la red, me han proporcionado estos últimos días unos sabrosos momentos de placer gastronómico y cinematográfico. Interesante. Mi mujer es una excelente cocinera y toda su vida ha mantenido una curiosidad permanente por nuevas técnicas, productos y culturas. Yo sólo la acompaño, lo reconozco; pero nos gusta charlar, apreciar y saborear juntos cada nueva propuesta o descubrimiento culinario. 

Como visitadora asidua de "La recetas de MJ", tanto en la web como en su canal de Youtube, ella fue quien me invitó a ver juntos su último descubrimiento dentro del canal, "La cocina en el cine". El asunto consiste en presentar cineastas y películas donde aparece algún tipo de plato o receta para posteriormente reproducir todo el proceso de elaboración y ponerlo a nuestro alcance.

¡Qué buena idea! Poder comer el tajín de pollo con limón que aparece en "El hombre que sabía demasiado" de Hitchcock o las albóndigas que los mafiosos de "Uno de los nuestros", de Scorsese se preparan en la cárcel, con el gran Paul Sorvino haciendo lascas de ajo casi transparentes con una cuchilla de afeitar; pasando por el estofado de alubias (o frijoles) que John Wayne se come en "La diligencia", de John Ford o los bogavantes (en formato Lobster Roll) que aparecen en Annie Hall, de Woody Allen.


Aparte de las canónicas El festín de Babette (1987, Gabriel Axel) o Como agua para el chocolate (Alfonso Arau, 1992); estoy seguro de que habréis visto en revistas y blogs recetas que aparecen en películas. Siempre son un buen recurso. Pero lo que me ha llamado especialmente la atención en los vídeos de MJ ha sido la presentación que hace del estilo y cinematografía de estos maestros. Ni es superficial ni hay en ellas lugares comunes. Son tan jugosas como las propias recetas. 

No sólo lleva a cabo una introducción a sus filmografías. Ilustrado por los cortes de las propias películas se expone con precisión el lenguaje visual que utiliza el autor, haciéndonos notar los hallazgos de narrativa cinematográfica que hay en determinado plano o secuencia. Me ha sorprendido, por ejemplo, el análisis que se hace de la mesa familiar del comedor a lo largo de la película ¡Qué verde era mi valle! de John Ford. A través de este mueble Ford logra expresar primero la pérdida de autoridad del padre sobre su numerosa familia y luego el desmembramiento familiar.  En su última entrada hasta ahora, La comida en el cine de Jasujiro Ozu, no sólo se hace notar la particular posición de la cámara en su cine tan doméstico, sino el modo en que la posición de los actores con respecto al plano refleja su situación anímica. 
Brillante.
Porque además podremos aprender a hacer el Ramen que sale en El sabor del té verde con arroz o el Tonkatsu (cerdo empanado estilo japonés) que aparece en El sabor de sake. 






















En El hombre que mató a Liberty Valance nos hace notar el plano que comparten Liberty Valance (Lee Marvin) y Tom Doniphon (John Wayne). Un enfrentamiento clásico, cara a cara, subrayado por la columna de madera que parece separarlos... pero que también puede verse como un espejo en el que, en el fondo, uno es reflejo del otro; dos tipos que resuelven a tiros los conflictos. El verdaderamente diferente a ellos es el abogado Stoddard (James Stewart), que en ese momento se encuentra de rodillas, recogiendo el filete del suelo. ¡Qué momento! y ¡Qué bistec!
Según MJ podría ser un Ribeye a la sartén, un tipo de corte americano también llamado Cowboy Steak.

En fin, una buenísima oportunidad para repasar la filmografía de los grandes maestros y abrir boca 😋.

En el canal podemos encontrar desde el cine de Woody Allen al de King Vidor, pasando por las películas de Orson Welles, Martin Scorsese o Alfred Hitchcock. La última actualización de este mes de Octubre no es nada conformista, se introduce en el mundo, tan cotidiano y familiar como complejo, del maestro japonés Jasujiro Ozu. Su particular uso de los planos para reflejar la evolución de los personajes es magistral y el resumen que se hace en el video de MJ verdaderamente didáctico.




Enhorabuena y gracias por su gran trabajo a Mª José Martínez y Víctor García.

miércoles, 28 de octubre de 2020

LA TRANSMIGRACIÓN de los CUERPOS - de Yuri Herrera



La transmigración de los cuerpos es una obra escrita en estado de gracia con trazos poderosos, a la vez líricos y descarnados, que nos hablan de tragedia, redención, sexo y muerte. La acción nos sitúa en una ciudad aterrorizada por una enfermedad desconocida que mantiene a todos encerrados en sus casas, como si una plaga divina hubiese caído sobre esta ciudad violenta y fronteriza donde reina el narcotráfico. En medio de ese panorama encontramos a El Alfaqueque, una especie de conseguidor, detective y mediador que, gracias a su experiencia en los juzgados, se maneja con habilidad entre hampones y personajes de los bajos fondos. El tipo es una especie rara donde se mezcla el talento, la astucia y una muy particular ética que sobresale en un entorno violento y mendaz.

No es un asunto baladí la elección de este apelativo. En la Edad Media el Alfaqueque era una especie de comisionado que se encargaba de intercambiar rehenes y hasta cadáveres entre familias o clanes rivales. También ejercía de intermediario para redimir cautivos o liberar esclavos y prisioneros de guerra. Él mismo aprendió que “lo suyo no era tanto ser bravo como entender qué clase de audacia pedía cada brete”. El tipo puede recordarnos al Sr. Lobo (Harvey Keitel) en Pulp Fiction; pero el caso es que El Alfaqueque se presenta a sí mismo como un individuo insignificante que arruina los trajes apenas se los pone o que cuando logra acostarse con una mujer duda sobre si el encuentro sexual le está sucediendo a él. Un personaje común y corriente pero poseedor de una intuición afilada que se le representa como la figura fantasmal de un perro negro que “le permitía meterse en lugares y en decisiones que no soportaría a solas”.

Con esta obra, Yuri Herrera cierra la trilogía de la frontera que inició con Trabajos del reino (2003) y tuvo continuación en Señales que precederán el fin del mundo (2009). Rodolfo Fogwill elogió sin reparos esta última por su virtuosismo en el trabajo sobre el lenguaje, ya que en sus páginas se entreveran hasta tres lenguas dependiendo de quién hable (un chicano, un narco con su slang o un aborigen con su dialecto). En esta novela la protagonista, Makina, parte hacia una travesía iniciática y también final hacia el Gran Chilango. En Trabajos del reino, por su parte, se cuenta la historia de un humilde cantante de corridos que accede, desde sus anodinos recitales en tabernas, a la mismísima intimidad de un capo del narcotráfico, el Rey. El recorrido de este Artista dentro del reino comprenderá todo un aprendizaje sobre las maquinaciones y el horror. Las tres novelas tienen en común el tema de la violencia y la muerte que, en el caso que nos ocupa, redunda en el acecho permanente de una epidemia que amenaza a una ciudad militarizada. Efectivamente en esta ciudad innombrada todos los habitantes son potenciales víctimas mortales de una epidemia infernal.


El verbo de El Alfaqueque fascina y calma, es el personaje idóneo para encargos tan delicados como el que le acaban de hacer: paralizado el país por la pandemia, las disputas entre los Castro y los Fonseca han quedado en suspenso... pero en medio queda un dilema pendiente: los Castro tienen el cuerpo de Romeo Fonseca y los Fonseca el de la Muñe Castro. Los Castro no saben que la Muñe está muerta, lo Fonseca ignoran que Romeo también. El enfrentamiento recuerda de algún modo al de los Montesco y los Capuleto en la tragedia de Shakespeare. El intercambio de los secuestrados revelará, a la postre, una intriga entre ambas familias. La trama cuasidetectivesca hará recorrer a El Alfaqueque toda la ciudad y sus bajos fondos; un laberinto preñado de delincuencia, narcotráfico y emigración clandestina. 

El contrapunto a esta trama principal viene dado por los devaneos sexuales de El Alfaqueque con su vecina La Tres Veces Rubia y la sospecha de que el novio de ésta se la tiene jurada. 

Las novelas de Herrera reflejan un mundo fronterizo y violento pero el autor no se queda ahí. Es justamente elogiada la aplicación que Herrera hace del lenguaje como una forma de conocimiento y construcción de la realidad. Por ejemplo El Alfaqueque compone las palabras a su manera: "bisnero", "teibol", "buenosdiar". Vive de su labia y con ella ha de tender puentes y definir la realidad. Algo que se aprecia desde la primera línea de la novela, que comienza: "Lo despertó una sed lépera". O sea no una sed cualquiera, sino una que es grosera, soez y ordinaria. Toda una definición de principios de la narrativa de Yuri Herrera.



En una entrevista en Cuadernos Hispanoamericanos, comentaba Herrera:
"Justamente ése es para mí el punto de partida, que el lenguaje no está ahí como algo terminado, sino que está fluyendo permanentemente, con frecuencia empujado por la literatura, que, por un lado, está insertada en cierta tradición (consciente o no, es un diálogo inevitable, a veces de manera reverencial, a veces a los gritos y escupitajos, pero inevitable); y, por otro, está respondiendo al azoro de que todo está sucediendo por primera vez en la historia; encontrar esa manera nueva de hablar (y las claves de esas maneras nuevas a veces están en el pasado remoto) es la dificultad y el gozo de la escritura."

Y en el blog Maristain declaró:
"El lenguaje tiene relación directa con los problemas y con la historia que estás tratando de contar. No entiendo a la gente que ve el estilo como un mero ornamento. Para mí el estilo tiene que ver con el núcleo emocional de la novela."

Finalmente he aquí un extracto:
"Pareció que Vicky iba a decir algo. Se arrepintió y después sí dijo ¿Pero por qué no dejó que lo llevaran al hospital?
Ahí sí quién sabe, dijo el Menonita.
Salieron y Romeo volvió a quedarse solo. Subieron con los Castro y, antes de salir, apareció la madre de los Castro, asustada y pálida, y le pidió Ya dígame qué le hicieron a mi niña.
El Alfaqueque decidió que con ella no funcionaría la táctica del Menonita y dijo Más o menos lo mismo que aquí. Una desgracia sin culpable.
¿Qué me está diciendo? ¿Que se murió? ¿Que ellos y nosotros terminamos con el muerto del otro por accidente? ¿Eso?
Algo así, sí.
La madre lo miró fijamente, y dijo Esas cosas no pasan.

Un hijuelachingada cualquiera, cualquiera, se come un pan y a eso hay que buscarle un nombre, pensó, O un alias de perdis, que es para lo que el discernimiento alcanza.
Bato desterrado alias Menonita. Bato roto alias Alfaqueque. Pobre diablo solitario alias La luz de mis ojos. Pobre mujer expoliada alias Dónde andará. Venganza alias Desquitanza. El Carajo alias No se preocupe usted. Desprecio alias Quién se acuerda. Cuánto miedo alias Yo no sé nada. Cuánto miedo alias Aquí estoy bien. Un hijuelachingada cualquiera, cualquiera, alias Su mero padre. Esto es lo que esperaba alias Ni crean que me la pueden hacer. Verbo desbravado alias La pura verdad." (pág. 80)

sábado, 17 de octubre de 2020

El NIÑO que COMIA LANA - de Cristina Sánchez-Andrade




Lleno de mujeres, niños y tragedias cotidianas está este libro. Tragedias que vienen marcadas por la época y la región -una Galicia aldeana en la postguerra, aunque en algún relato ya aparece la Xunta-. Vidas que vienen marcadas por la miseria y la vulnerabilidad.

Entre dos citas que tiene el libro creo que se puede acotar su territorio. La que abre el volumen reza así: "Para Galicia y los gallegos «que se acomodan en todos los climas, pero no dejan de soñar con la pequeña patria lejana»". Mientras que el cuento Matilde está encabezado por una cita de la ensayista Elaine Scarry: “El dolor no tiene voz pero cuando encuentra una, comienza a contar una historia”. 
Ahí está el meollo. 
Gentes gallegas, muy pegadas a su tierra, viviendo en condiciones muy duras, casi sórdidas; pero cuya íntima palpitación rescata Cristina Sánchez-Andrade para contarnos su historia a veces macabra, a veces grotesca, muchas veces conmovedora.


En el estilo y los personajes está la clave del libro. Personajes vivos y entrañables como la pícara y ensoñadora Manuela, que abandona a sus hijos para irse a Cuba; la descarada Faustina que acaba redimiéndose amamantando a los supervivientes de un naufragio; Puriña, la astuta “niña reptil” que camina reptando y tiene seis dedos, pero con su carita angelical llama la atención de la señora del pazo o la anciana Faustina, que en un rapto senil se escapa al bosque para enterrarse hasta las axilas y pedir confesar un pasado que he tenido de todo.

Son relatos muy pegados al terruño, como reza la dedicatoria, y por multitud de páginas afloran los olores de la pobreza y el infortunio. Olores a cuerpos viejos o enfermos, a casas húmedas, a meados y restos de comida rancia. De tal modo los olores impregnan las páginas que cuando Manuela das Fontes llega a La Habana piensa que "olía a mar y no a aceras fregadas, ni a sopas de fideos". También cuando el marqués llega con su Hispano-Suiza a la casucha del pobre anciano al que extorsiona, leemos
"La mezcla de elegancia con desaliño, de guarrería con nobleza, no era lo peor. Ni siquiera el ojo de mentira. Lo peor de todo era el olor, que incluso llegaba a donde estábamos nosotros. Olor a sucio, a agua de fregar. Olor de carne añosa, olor a charca de rana".
Y aun en el relato Melocotones en almíbar encontramos: "Nada más hacerlo, un tufo indescriptible, mezcla de suciedad y podredumbre, se propaga por toda la habitación. Es el olor de cosas putrefactas en el fondo de cubos de basura, el olor a desagües atascados, a huevos podridos y ropa meada".

Todo ello conforma una atmósfera de pobreza y miseria que no hace más que avisarnos de la llegada de su inseparable compañero, el resentimiento moral. Porque la locura y la maldad también hacen acto de presencia en estas vidas quebradas, hasta el punto de que el libro podría verse como un tratado literario sobre la crueldad y los olores de la miseria. Así ocurre con la infeliz tía de El niño que comía lana, que mira con inquina al cordero que obtiene el amor y el abrazo del niño huérfano. O los niños que matan a su abuelo por haber dejado morir a su padre, topo escondido de las represalias políticas tras las paredes de la alacena.

















Los quince relatos mantienen un gran nivel. Muy bien escritos y mejor planteados, a cada uno la escritora gallega ha sabido darle el punto de vista y el contrapunto adecuado. Hambre toma la forma de una declaración informal y desordenada ante el juez, relatando un naufragio de emigrantes y la desesperada supervivencia en un bote a la deriva de siete mujeres y nueve hombres
El hambre, señor juez, es algo parecido a la culpa; el ratón que roe la conciencia o la termita que carcome la madera. Es una voz en la que resuenan mil voces y a la que se atribuyen muchas cosas: vergüenza, dolor y cólera. Pero lo más importante del hambre es su tenacidad. El hambre, como la culpa o como el mar, no duerme nunca.
¿Ha oído usted alguna vez cómo suena?
El contrapunto de este relato terrible es conmovedor y magistral.
Este grupo de náufragos se despegaban de su tierra para buscar una vida mejor, lo mismo que la pícara Manuela das Fontes, madre de siete hijos a los que decide abandonar para irse a América como ama de cría. La travesía por el Atlántico la irá cambiando de forma drástica. La historia de Manuela tiene continuación en otro relato terrible y evocador, La niña del palomar, donde muchos años después, escribe una carta de confesión al último hijo que tuvo y las extrañas circunstancias de su concepción.

De entre los quince relatos me gustan especialmente Manuela das Fontes, El niño que comía lana, La libertad del escarabajo, Puriña y Hambre. La libertad del escarabajo es quizás el más sórdido y el que se te queda pegado a la memoria como una pústula. En él dos hermanos han de cribar los caminos y zanjas para rescatar de los cadáveres (en los estertores de la guerra civil) todo vestigio con posibilidad de trueque, sobre todo dentaduras postizas...
Emigrantes en el puerto de A Coruña


En La olla exprés se refleja la catadura moral del marqués y la marquesa con una joven discapacitada a la que quieren manipular cada uno para fines muy distintos. En El niño que comía lana el protagonista va perdiendo a todos sus seres queridos y acaba trasladando su amor a un pequeño cordero que la dura vida en la que está inmerso tampoco respetará. El niño, traumatizado, empieza a comer lana vomitándola luego en forma de bolas. Más de treinta años después encontramos de nuevo al niño convertido ya en adulto y metido en trámites con una agencia de contactos para conseguir relaciones con Lolita M. Parker, su "amor impalpable y ultramarino". Una nueva decepción sentimental que le devuelve al gusto áspero de la manta que guarda desde su infancia: "Qué hambre. Mientras chuperreteo y trago jirones de la manta rosa".

Como se ve hay personajes que recorren varios cuentos y cuya historia tiene continuación. Así ocurre con María das Fontes o con el marqués que aparece en La libertad del escarabajo y posteriormente en La olla exprés. También con el niño al que llevan a extraerle las  amígdalas en Las amígdalas de Pepín, que reaparece más tarde, ya chocheando con noventa años en Melocotones en almíbar. Continuidad en la vida y en el sufrimiento. 

Entretejidos de miseria, vileza, sexo, codicia, engaños y desengaños mas unos toques grotescos y un humor muy particular, estos quince relatos ásperos y hermosos siempre encuentran la palpitación de una vida que contar.

domingo, 11 de octubre de 2020

¿PODRÁS PERDONARME ALGÚN DÍA? - de Marielle HELLER

EEUU,2018


La película es un retrato de soledad y amor a la literatura.
Ver a Lee Israel (Melissa McCarthy) y a su amigo Jack pasear por las gélidas calles de Nueva York en busca del calor de un whiskey o de un poco de compañía resulta conmovedor. Hemos visto otros paseos así como el del patán de Cowboy de medianoche (John Schlesinger, 1969) que se cree que se va a comer el mundo y la ciudad lo tritura. O al perseverante Llewing Davis (estupendo Oscar Isaac) de los Hnos. Coen, con su guitarra al hombro. Seres a punto de perderse que deambulan por una ciudad hecha sólo para triunfadores.

Después de escribir un par de exitosas biografías, Lee Israel ha entrado en barrena. Se obceca en una nueva biografía que no interesa a nadie y es incapaz de dar el salto definitivo para ser autora y escribir en primera persona: demasiado riesgo para ella, muy celosa de su intimidad. De modo que las puertas se le van cerrando. Pero un día la fortuna le hace un quiebro, encuentra una carta autógrafa del escritor Noel Croward en un libro de la Biblioteca pública. La logra vender y percibe que ahí hay un filón.


La película recorre los cinco años, empezando en 1981, en los que esta controvertida escritora quedó marginada de los círculos literarios después del fracaso de su tercera publicación. Arisca y solitaria, muy pocas personas aguantaban su carácter. Apenas su gato ("me gustan más los gatos que las personas", llega a decir) y un extravagante amigo, el buscavidas Jack Hock (Richard E. Grant). Cuando habla con una amiga librera, le reconoce que su vida es el sarcasmo. Siendo una gran escritora tenía miedo a exponerse y recibir críticas; por eso escribía biografías. Del mismo modo le reconoce al juez que las cartas falsificadas fueron su mejor trabajo.
"No puedo arrepentirme. En muchos sentidos esta ha sido la mejor época de mi vida. O sea, ha sido la única vez que recuerdo haberme sentido orgullosa de mi trabajo....pero en realidad no era mi trabajo ¿verdad? Porque si hubiera sido obra mía yo también habría estado expuesta a las críticas...y soy demasiado cobarde para aceptarlas. Después mi gata murió...probablemente el único ser que me ha querido en toda mi vida."
Las relaciones sociales no van con ella y mucho menos las tareas de marketing. Se burla de otros colegas que van a firmas y presentaciones porque es venderse al mercado. Es desconfiada y puede llegar a ser hasta violenta. Su excesivo consumo de alcohol no ayuda al equilibrio. Pero en cambio su talento literario le permitió escribir más de 400 cartas con letras ingeniosas y picantes de autores como Dorothy Parker y Noel Coward y actrices como Marlene Dietrich. 


Lee utilizó su experiencia previa como biógrafa para estudiar e interiorizar los personajes. Un pequeño ejército de viejas máquinas de escribir en una buhardilla alquilada de Manhattan era todo lo que necesitaba para hacer magia: Royals, Adlers y Olympias, cada una cuidadosamente etiquetada con el nombre de la personalidad suplantada: Edna, Dorothy, Noël, Eugene O’Neill, Hellman, Bogart, Louise Brooks… La calidad literaria de Lee hacía el resto imprimiendo un carácter genuino y personalizado a cada falsificación.

Es una película nada pretenciosa y con un tono muy nostálgico que cuenta la historia de dos perdedores. La interpretación de Melissa McCarthy es extraordinaria. Siempre junto a su gata y con la mirada perdida ante un whiskey es la viva imagen de la amargura y la soledad. "Se suponía que iba a llegar más lejos", le dice a una antigua compañera. Eso sí, las postales de Nueva York, las librerías de coleccionista, los bares solitarios y la música de blues con algún tema de Billy Holiday te invita a abismarte en un buen vaso de whiskey.








P.D. 1.-
El título proviene de una de las falsificaciones favoritas de Lee Israel, una carta escrita bajo el nombre de Dorothy Parker en la que se disculpa por una supuesta ofensa diciendo «(…) Tengo una resaca que es una verdadera pieza de museo; estoy segura de que [la noche anterior] he debido de decir algo terrible. Para ahorrarme este tipo de trances en el futuro, he pensado en hacer circular tarjetas que digan “¿Podrás perdonarme algún día? Dorothy”». Fue el título que Lee Israel escogió para su libro de memorias relatando lo sucedido.
Para lograr una mayor autenticidad, realizaba visitas furtivas a ciertas librerías, en las que, disimuladamente, arrancaba las últimas páginas en blanco de las revistas más viejas, de forma que la edad del papel no la delatara.
Sin trabajo y sin dinero para pagar el veterinario de su gato enfermo, Lee Israel llegó a una situación límite en la que terminó dependiendo de la beneficencia. Así, las falsificaciones estuvieron motivadas, en palabras de la autora, «más por desesperación que por avaricia». Finalmente, terminó trabajando como correctora de textos para la revista Scholastic Magazines, que, entre otras cosas, ofrecía cobertura veterinaria.


P.D. 2.-
La música y las calles de Nueva York son todo un mundo. Algunas de las maravillosas canciones que suenan en la película son:
- I Thought Of You Last Night, Manhattan de Jeri Southern
- Manhattan, Bad Luck cantada por Dinah Washington
- Street of Dreams de Peggy Lee
Goodnight ladies de Lou Redd
- I´ll be Seeing You de Billie Holiday 
- Trav´lin´light de Chet Baker

viernes, 2 de octubre de 2020

NARRATIVA EUROPEA - de Mercedes Monmany



Quiero dar cuenta aquí de un libro que es en sí mismo un blog literario completo. Fagocitados por las prisas, el solapamiento de las novedades o directamente la indiferencia y el olvido, valiosas obras de otras literaturas corren el riesgo de desaparecer por el sumidero del tiempo. Libros como éste ayudan a mantenerlos vivos e incluso repescar lo que pasó inadvertido. Lo ha escrito la ensayista y crítica literaria Mercedes Monmany y lleva por título "Por las Fronteras de Europa". El subtítulo circunscribe el territorio a "Un viaje por la narrativa de los siglos XX y XXI". Me parece el mejor Erasmus de Literatura europea para hacer desde el sillón de mi casa, ya que presenta y analiza 318 autores que recorren todas las grandes corrientes narrativas que han aflorado en Europa en los últimos 120 años. Claudio Magris, en la Introducción, lo define certeramente como "un atlas espiritual" y "una geografía literaria".

Mercedes Monmany (Barcelona, 1957) es crítica literaria y ensayista especializada en literatura contemporánea, y europea en particular. Ha sido editora, asesora de publicaciones y crítica literaria en los principales periódicos y revistas españoles Organizadora de numerosos ciclos, encuentros y exposiciones, ha traducido también a autores como Leonardo Sciascia, Attilio Bertolucci, Francis Ponge y Philippe Jaccottet. Es directora de las colecciones de poesía y de ensayo literario `La Rama Dorada`, de la editorial Huerga y Fierro. Escribe semanalmente sobre literaturas extranjeras en el suplemento `ABCD de las Artes y las Letras` del diario ABC, y colabora habitualmente en las revistas Letras Libres y Vanguardia Dossier. 

Me parece encomiable su insaciable curiosidad y diestro criterio, sólo hay que echar un vistazo al índice de este monumental libro de 900 páginas: literatura en lengua alemana, inglesa, francesa, portuguesa, italiana, rusa, hebrea, turca, holandesa, sin olvidar el mosaico centroeuropeo y los Balcanes o los países nórdicos. Por ejemplo en la Irlanda irredenta constan John Banville y Flann O´Brien, pero también William Trevor o Sebastian Barry. En los países nórdicos aparece Kjell Askildsen o Lars Gustafsson, pero también Peter Jacobsen o Knud Romer. En Italia descubro a Enzo Striano y su novela póstuma Nada de nada, "que sube a escena a la efervescente y utópica Nápoles del Siglo de las Luces, con su efímera República napolitana de 1799". Mientras que en el variadísimo catálogo de los Balcanes no faltan Ivo Andric, Elias Canetti, Bohumil Hrabal o Imre Kertész y Tibor Déry, "autor de una monumental y magnífica saga épica, La frase inacabada (1947), en la que retrataba a la sociedad de húngara de entreguerras"; también están presentes Jósef Czapski con su magnífico y estremecedor libro En tierra inhumana, sobre la barbarie de Katyn, Panait Istrati, "el vagabundo de los Balcanes y grandísimo cuentista oriental" o Miroslav Krleza, el más importante escritor croata del siglo XX, autor del clásico El retorno de Filip Latinovicz

Y todo ello sin olvidarnos del cuento griego contemporáneo con Rhea Galanaki o Filippos D. Dracodaidís. En la literatura en portugués aparecen Lobo Antunes, Lidia Jorge y Clarice Lispector, pero también Mia Couto, Agustina Bessa-Luís, autora de la bellísima novela Fanny Owen (1979), o Inês Pedrosa. Las nóminas de autores dedicados a Francia, Italia y Centroeuropa y los Balcanes son las más numerosas; aunque he leído con especial fruición los artículos dedicados a Portugal, Turquía e Israel.
Claudio Magris resalta en la Introducción que "a Mercedes Monmany la mueve el amor, un amor extraordinariamente generoso por los autores y las obras que descubre y de los que se enamora, que hace suyos entregándose a ellos, dándolo todo de sí: su entusiasmo, su pasión, la agudeza de su juicio."

Como no me gustan las listas evito reproducir el índice, en cambio he seleccionado algunos párrafos y presentaciones.





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MARCELLE SAUVAGEOT: LA AGONÍA DEL AMOR

¿Qué tienen en común libros aparentemente tan dispares como Reencuentro de Fred Uhlman, Paradero desconocido de Kressmann Taylor, Una pena en observación de C. S. Lewis y Déjame, de la francesa Marcelle Sauvageot? Pues que son pequeñas joyas estremecedoras e inmortales. Piezas raras, en según qué casos aisladas, que no tuvieron continuación alguna -en cuanto a intensidad o en cuanto a mera insistencia a la hora de publicar- por parte de sus autores y, en su mayor parte, ignoradas en el momento de su publicación. Congeladas en el tiempo con su brevedad justa y radical consiguieron más tarde, en algún momento, ser recuperadas y comprendidas con todo el entusiasmo y emoción que merecían. Si exceptuamos la maravillosa oración fúnebre que el escritor británico C. S. Lewis compuso a la muerte de su mujer, la poeta americana Helen Joy Davidson Gresham, el resto de las obras mencionadas tuvieron como voluntario o involuntario telón de fondo los convulsos años 30 del siglo pasado, y en algún caso, como el sobrecogedor libro, o testamento amoroso, de Marcelle Sauvageot, los que lo firmaron, fueron autores de ese único, conciso e imperecedero volumen.


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WILLIAM TREVOR, MAESTRO IRLANDÉS

Hay que decir antes que nada que William Trevor (Cork, 1928) es un magnífico autor, uno de los mejores de nuestros días. Candidato fijo desde hace años a ese errático e imprevisible premio que es el Nobel, que a veces da buenas sorpresas, Trevor, al que un día el New Yorker calificara como «el más grande autor de relatos contemporáneo», proviene, además, de uno de esos invernaderos, Irlanda, aparentemente inagotables, que no han cesado de dar sus mejores flores literarias a lo largo de los siglos, desde Le Fanu, Yeats, Beckett o Joyce hasta, ya en nuestros días, nombres como Edna O’Brien, John Banville, Seamus Heany, John McGahern o expatriados como Colum McCann y el famosísimo Frank McCourt. Un país, ahora ya muy distinto a la imagen siniestra, al tópico que durante siglos se asoció únicamente a hambrunas históricas, emigraciones masivas, sangrientas luchas de independencia, dogmas nacionales y religiosos, al Sinn Féin o a borracheras interminables en los pubs con legiones de bardos aficionados a tristes baladas y poemas melancólicos.
Poseedor de una innegable maestría narrativa, su magnífica novela La historia de Lucy Gault (2002) estaría dominada por esa poesía terrible y desoladora, de iluminaciones secas y deslumbrantes, dura como un mazazo, con la que este autor suele dar luz a la vida secreta y al sufrimiento callado de sus personajes solitarios, marginales, habitantes de los límites. A esas víctimas, invisibles para la mayoría, que padecen en sus carnes las injusticias y la crueldad de una Historia general, o bien privada, que los ha empujado a encerrarse más y más en sí mismos y en sus obstinadas pasiones, en sus derrotas, en su imparable autodestrucción. Los personajes femeninos de Trevor suelen tener este carácter estremecedor e imborrable. Están dominados por una terca, ciega, a veces casi suicida y enajenada resolución; por amores descabellados e imposibles («el amor es avaricioso cuando pasa privaciones») que los hacen ir hacia delante con su empeño, con su mudo estoicismo. Ahí estaría la chica irlandesa y vagabunda, Felicia, perdida en el mundo moderno y aterrador, desconocido, de una ciudad inglesa, a la que ha llegado en busca de un amor perdido, de El viaje de Felicia (1994, novela llevada al cine por Atom Egoyan); o la frágil y sometida Mary Louise Dallon, que para escapar de toda la miseria y el vacío de la vida que la rodea, lee con avidez páginas, obras literarias en las que halla su refugio (Leyendo a Turguéniev, 1991), o, si no, la indoblegable protagonista de La historia de Lucy Gault.


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GOLIARDA SAPIENZA: LA CONQUISTA DEL PLACER

Aclamada como una gran autora diez años después de su muerte, la historia y desventuras que sufrió la magnífica obra El arte del placer de la escritora y actriz siciliana Goliarda Sapienza (Catania, 1924 - Roma, 1996) nos parece hoy un nuevo y nefasto ejemplo de desatención crítica o, si se prefiere, de inflexible falta de comprensión. Una falta de comprensión que vendría provocada al no seguir al pie de la letra una estética y unas tendencias deseables que los tiempos, a cada paso, imponen como absolutos. Como diría el que fue su marido, Angelo Pellegrino, prologuista de la edición recuperada de El arte del placer, «el hecho de nacer entre la vanguardia y el minimalismo no podía favorecerla». Demasiada pasión, demasiada poesía del deseo y de lo irracional, demasiado desinterés por formalismos huecos y desangelados, o demasiada crudeza en las emociones y en el desprecio por la moral. (...) El éxito llegaría, ya en la primera década del siglo XXI, a través como muchas veces sucede, de Francia, un país atento como pocos, y caja de resonancias fundamental para casos «perdidos» literarios. 
Reescritura escandalosa de la literatura clásica de formación de un personaje, el libro de Goliarda Sapienza, nacida en el seno de una familia progresista desde siempre vinculada al mundo de la política, es un viaje fascinante a lo largo de la historia italiana del siglo XX. Un viaje a contrapelo que recorre una mujer casi mítica, Modesta, de empeño y tesón en sus objetivos casi legendarios, nacida simbólicamente el 1 de enero de 1900. Una mujer que, al modo de los conquistadores masculinos, con una energía brutal, avanza imparable a través de la apropiación de los territorios más inexplorados y prohibidos antes para cualquier mujer, sobre todo para las mujeres pertenecientes a su casta, la más baja y miserable del escalafón a comienzos de siglo en Sicilia.


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MARCEL MÖRING Y SU SAGA FANTÁSTICA

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Otro de estos interesantes escritores en lengua neerlandesa es Marcel Möring (Enschede, 1957) autor de En Babilonia (1998), una excelente saga fantástica, llena de referencias literarias, míticas, bíblicas y cabalísticas, que recorre más de tres siglos de una estirpe judía imaginaria, los Levie-Hollander. En esta obra o Torre de Babel con la forma de remolino de historias que convergen al final para dar respuestas, conviven y dialogan muertos y vivos, humor y tragedia, realidad e irrealidad, épocas y continentes distintos, convirtiéndose en una bellísima metáfora del desarraigo como hecho consustancial a la condición humana. Pero también ocupa un protagonismo esencial el homenaje simbólico que Möring, hijo de una huérfana judía cuya familia sería totalmente exterminada, rinde a la importancia de la memoria y, en concreto, al significado individual que tiene el tiempo, el recuerdo y el pasado, para cada persona, para cada familia, para cada comunidad. La estirpe de los Levie, que se transmutaría en Hollander, como agradecimiento al país que les dio acogida, estaría fundada por un relojero, Chaim, que salió de su pequeña aldea de la Europa Oriental, en la parte que Polonia limita con Lituania, en el siglo XVII, huyendo de las matanzas de los cosacos. Instalándose en la próspera e industriosa Roterdam, sus descendientes se convertirían con el tiempo en físicos, sociólogos, falsos mesías, escritores de cuentos, e incluso estarían implicados en la preparación y lanzamiento de la bomba atómica.


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ORIO VERGANI: PRIMER AMOR, ÚLTIMOS SUEÑOS

Escrita por un curioso personaje de entreguerras, un «príncipe» de los periodistas italianos de su época, Orio Vergani (Milán, 1898-1960) participante en su día de las famosas tertulias de Gómez de la Serna en el Café Pombo, la novela Función en el colegio (1940) quedará como una de esas aisladas y emocionantes joyas de la literatura de un país, que el azar o algún tipo de terca tenacidad editorial los devuelve a la luz feliz y periódicamente.

A la manera de obras maravillosas o clásicos de la iniciación como El gran Meaulnes de Alain Fournier o El sueño de los héroes de Bioy Casares, esta novela narra de forma melancólica y dolorosa la aparición fugaz, onírica, casi se podría decir que fantasmal, de un primer amor inmediatamente perdido, que simboliza e inaugura en sí la cadena imparable y lacerante de pérdidas irremediables a las que un ser humano tendrá que asistir conforme vaya creciendo. Función en el colegio tendría la virtud de captar en unas cuantas instantáneas fatales y simultáneas el sentimiento de angustia e impotencia ante un destino que ha marcado a sus protagonistas, unos adolescentes, con la peor de las condenas: el paso del tiempo.

La TRANSFORMACIÓN - de Kveta Legátová

Serie InCitaciones
 













Reproduzco completa esta InCitación de Mercedes Monmany, autora de un libro sobre las literaturas europeas, que expande nuestro conocimiento sobre  autores/ras y obras que sin su ayuda experta correrían el riesgo de pasarnos desapercibidos. 



KVETA LEGÁTOVÁ: MILAGRO EN TIEMPOS DE GUERRA 

El 15 de marzo de 1939, la Wehrmacht invadiría Checoslovaquia, transformándola en el protectorado de Bohemia-Moravia, por un lado, y en un Estado eslovaco independiente, satélite de la Alemania nazi, por otro. La valerosa Resistencia checa sería duramente reprimida y los judíos de esa nacionalidad, exterminados. Éste es el trasfondo histórico, el telón argumental que recubre la historia basada en hechos reales de la escritora checa Kveta Legátová La transformación. Un emocionante y conmovedor relato salpicado sin cesar de imágenes y cortocircuitos poéticos de gran belleza; de flujos interiores en los que oscilan y se suceden en cada momento una intensa y aguda mezcla de pánico, desesperación, capacidad de compasión y deslumbramiento ante las cosas y seres más sencillos de la vida, hasta entonces, el momento de una guerra que da un vuelco a mucho de lo conocido y concebido como único, ignorados. 

Nacida en 1919, en Brno, el mismo lugar de origen del que es probablemente el más grande escritor en lengua checa del siglo XX, Bohumil Hrabal, Legátová no conocería la fama hasta comienzos del siglo XXI, de forma tardía, cuando ya había cumplido los 80 años. Con los estudios interrumpidos a causa de la invasión de su país, más tarde, una vez finalizada la contienda, trabajaría en diversas escuelas de aldeas y pueblos de Moravia. 

Considerada «problemática» por el régimen comunista, a menudo era trasladada de una escuela a otra. De esta región, llamada Kopanice, surgiría la inspiración de sus historias de tema rural, elaboradas con un delicado e intenso lirismo, y recopiladas en el volumen Gente de Zelary. Unas historias que obtendrían el premio Nacional de Literatura Checa del 2002. Su relato Jozova Hanule (traducido al español como La transformación) sería llevado al cine con el título de Zelary, en una película dirigida por Ondrej Tojan, seleccionada en el 2004 como candidata a Mejor Película Extranjera en los Oscar. 
Fotograma de la película "Zelary"


















La bellísima y singular historia de amor de Legátová comienza en un hospital de la ciudad de Brno, en el protectorado de Bohemia-Moravia, en 1942-1943. Ahí trabajan como médicos, a la vez que colaboran con la Resistencia, varios jóvenes. Entre ellos está la protagonista que narra los sucesos, Eliska. Perseguida por la Gestapo al ser la responsable de la huida de un grupo de disidentes que ha curado, sólo se le ofrece una escapatoria posible: refugiarse, cambiándose de nombre y de identidad, en alguna remota aldea de las montañas. Acaba de curar de una muerte casi segura a un joven campesino que le cuenta sin cesar historias de su pueblo y de su gente. A la vez, sin ser un secreto para nadie, la idolatra como a un ser superior, inalcanzable, como a un ángel. Eliska no lo ama pero entre ella y sus compañeros, rápidamente, deciden que la única salida es que se vaya con Joza, el «palurdo», como lo llaman, y que al llegar a su minúsculo pueblo de la frontera eslovaca, contraigan matrimonio. Allí precisamente, en un mundo de una belleza pura, desconcertante, embriagadora, cercana a lo inconcebible, al resguardo de viejos prejuicios, de la inconmovible sangre fría que los dominaba a todos hasta deshumanizarlos, ignorando los precisos cálculos materiales, los temores que sacudían sin descanso sus vidas en continua amenaza, poco a poco, comenzará su «transformación». 
Es decir, la transformación de la racional «Belleza de Hielo» Eliska en la rústica y confiada Hanule. Su peculiar «milagro». La revelación inesperada de algo que va más allá del amor o de nada hasta entonces conocido. Algo experimentado ahora junto a su tosco, simple, pero muy delicado marido Joza: «En lo atemporal de nuestro encuentro me di cuenta de la singularidad de nuestra relación (…) Me di cuenta de que en estas montañas, en esta mágica región, había vivido mi milagro personal». Un sentimiento privado e inexpresable ante los demás, o ante su antiguo, inteligente y elegante amante que regresará cuando acabe la guerra. Un sentimiento al que «no puede dársele nombre», pero que ya nunca la abandonará, dando pie a «una soldadura indestructible» y eterna. Aunque Hanule, en su «nueva realidad aparte del mundo de los sentidos, más allá de la conciencia», sobre todo, descubrirá sin cesar nuevas y desconocidas formas de sabiduría, antes, siempre, arrogantemente despreciadas: «Para todo hace falta talento. Incluso para la felicidad».

Mercedes Monmany