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sábado, 23 de enero de 2016

El BESO de JUDAS - de Sebastián Gutiérrez








Como homenaje a Alan Rickman, recientemente fallecido, revisito este entretenido policíaco que interpretó en 1999, junto a su reiterada compañera en la pantalla, Emma Thompson. Rickman ha sido otro de esos grandes actores ingleses desaprovechado en el cine, aunque ha brillado a menudo en papeles secundarios. Demostró su talento en películas escondidas como Snow Cake o Bottle Shock, para finalmente, pasar a la historia del cine como el profesor Snape en la saga Harry Potter.

En este Judas Kiss, un grupo de perdedores secuestran a un genio informático, pero algo sale mal. Una mujer les sorprende en el pasillo y lo ve todo. La matan. Cuando están organizando el rescate les estalla la bomba. La mujer a la que han asesinado es la esposa del senador más poderoso de la ciudad, Nueva Orleans.

Carla Giugino

La investigación se divide en dos direcciones, un policía de la ciudad, David Friedman (Alan Rickman), seguirá la estela del asesinato y una agente del FBI, Sadie Hawkins (Emma Thompson), vigilará el desarrollo del secuestro y el rescate.


La película aguanta bien el paso del tiempo y apoya su atractivo en una trama muy bien trabada, unos diálogos punzantes e irónicos y unas interpretaciones muy solventes de su amplio elenco. Además de los protagonistas,  Carla Giugino, explosiva en su papel de Coco Chavez, líder de los secuestradores; su compañero interpretado por "el mentalista" televisivo Simon Baker y el cerebro organizador interpretado por Gil Bellows.

La trama se inspira en el gran Jim Thompson, uno de cuyos libros aparece leyendo Sadie. De este modo el director y guionista puede introducir en los diálogos la cita de su inspiración.
-En una entrevista le preguntaron a Jim Thompson ¿de dónde saca usted ese montón de argumentos?
-Se equivoca usted. Sólo hay un argumento.
-¿En serio? ¿Y cual es?
-Nada es lo que parece.
Efectivamente la investigación desvelará oscuras intenciones y la apariencia del secuestro y crimen se resquebrajará para dar paso a nuevas revelaciones.
Sebastián Gutiérrez (guionista de ‘Snake On A Plane’ o ‘Gothika’) consigue aquí su mejor película, habida cuenta de que entre sus posteriores largos encontramos truños como Rise: Cazadora de sangre o Elektra Luxx.

En otros de sus títulos como Hotel noir o Girls Walk into a Bar demuestra que es un estimable guionista, habilidad que en este Beso de Judas  brilla en muchos momentos; como en el diálogo que se cruzan los dos detectives en su primer encuentro.
Sadie: A ver satisfágame.
David: ese comentario podría interpretarse como acoso sexual, agente Hawkins.
Sadie: Le dejaré las cosas claras, sé que nunca ha trabajado a las ordenes de una mujer, pero yo he llegado aquí redactando informes y jugando limpio, nunca he disparado un arma. Trabajo en esto para demostrar a mi padre que no soy cobarde. No la chupo mal y así es como conseguí el ascenso frente a otros candidatos, todos hombres y todos dotados para la felación pero había que llenar el cupo femenino. También soy idealista y estúpida. Usted es hombre curtido, cínico y siempre tiene razón. Estoy enamorada de usted pero me lo callo. ¿Me he dejado algo?
David: Conduce mejor que yo y mi orgullo me impide reconocerlo.
Pero bajo estos diálogos autoreferenciales y la actitud displicente de una inverosímil agente del FBI se esconde un preciso guión de auténtico cine negro, con un montaje y una música que recuerda a los clásicos setenteros. A los que por cierto me recuerda la música de Christopher Young (‘Rounders’ o ‘Huracán Carter’). La película tiene el tono ligero y clásico a la vez de dos detectives que se chorrean, mientras hacen su trabajo con mayor eficacia de la que el jefe les exige.

Lástima que justo en el centro la película se pare. El tiempo de espera del secuestro lo intenta llenar el guionista con una profundización en la pareja de secuestradores, pero la verdad es que carece de interés. Quizás pensó que ver a Carla Giugino follando sudorosa y rodeada de carne colgada de ganchos en un matadero sería una escena memorable; pero sobraba por innecesaria.
En fin. 
Cine con carácter bajo los auspicios de Jim Thompson.
R.I.P. Rickman.



jueves, 14 de febrero de 2013

Gangster Squad

de Ruben Fleischer




Vistosa película con un lujoso diseño de producción y una estilización visual que la acerca al cómic  pero cuyo atropellado guión y falta de pulso en la dirección le impide elevar el vuelo. 

Mickey Cohen (Sean Penn) es un exboxeador que se está haciendo el dueño del cotarro en la ciudad de Los Ángeles. Jueces, políticos y policías comen de su mano y el que se atreve a chistarle no lo cuenta. Pero el jefe de policía (Nick Nolte) no se arruga y forma una "escuadra antigángster" que actúa en la clandestinidad con el ánimo de hundir los negocios de Cohen. 

El sargento O´Mara (Josh Brolin) es el encargado de reclutar al grupo de incorruptibles donde por supuesto hay un gafitas, un viejo policía, un guaperas, un agente de raza negra y uno mejicano, muy hábil con las armas. Un pastiche demasiado evidente de Los Intocables de Eliot Ness (Brian de Palma), aunque muy lejos de su calidad. Allí donde había personajes poderosamente trazados y el dramatismo propio de jugarse la vida, aquí deviene en simple juego de pim, pam, pum. 



El guión de Will Beall hace agua de mala manera. Las acciones surgen de la nada, los personajes no conocen la estrategia, simplemente actúan. No existe crescendo alguno, sino golpes sueltos. Hay una persecución de coches resultona y un tiroteo final satisfactorio pero tiene recaídas casi ridículas como el rescate de la cárcel de Burbank o la batalla final a puñetazos entre el policía y el mafioso. 

Sean Penn sobreactúa sin control y Josh Brolin es un buen secundario pero no da la talla como héroe trágico. Quizás el único que se salve de la quema sea Ryan Gosling que dota de carisma a su personaje, Jerry Wooters. Su relación con la chica de Cohen, Enma Stone, aporta un poquito de peligro, aunque no mucho (¿no os recuerda a la despampanante mujer de Roger Rabbit).  Otras subtramas como la familiar del jefe de la escuadra, o la de pillar al gángster casi por un tecnicismo son muy tenues. Asimismo la trampa que les tiende Mickey Cohen en Chinatown resulta casi cándida. 


Falta brío. Todo es muy light, inocuo. Con un gran presupuesto, unos hechos históricos de los que dejan huella (el libro original es de Paul Lieberman) y una buena colección de estrellas, se da por hecho que habrá una gran película;  pero le falta enjundia, coherencia y por supuesto halo trágico.

Ruben Fleischer fue el director de la descacharrante "Zombieland" rodada con buen pulso y un cierto desenfreno; pero a la hora de afrontar una de gánsters, parece un novato dubitativo que no sabe si rodar un cómic inundado de arquetipos o una tragedia de tipos duros que inopinadamente se encuentran en medio del fregado soltando frases grandilocuentes. Fleischer declaró que su intención era dejarnos una película de gángsters tan memorable,  como las que vienen jalonando la historia del cine desde El Padrino, Los Intocables, L.A. Confidential o Promesas del Este. No lo ha conseguido. La película se deja ver y punto.

jueves, 5 de abril de 2012

Grupo 7



de Alberto Rodríguez

Voy a decirlo pronto y rápido ¡pedazo policíaco!. Con elementos puramente nacionales, Alberto Rodríguez ha puesto en pie un contundente policíaco con una historia que va creciendo sin pausa, con unos personajes creíbles hasta el último secundario y un montaje vigoroso que no admite tregua.

Rodríguez se ha juntado con Rafael Cobos, también coguionista en la intensísima "After",  para narrar una historia sin concesiones, la de un grupo formado por cuatro agentes encargado de erradicar el tráfico de drogas en la Sevilla de los años previos a la Expo 92.

Una de sus principales redadas pone en sus manos a "la Caoba", cabecilla de un cártel de distribución. Aprovechan el golpe para convertirla en su cómplice. Una parte de esa droga la utilizan ellos mismos para comprar voluntades y chivatazos. Pero el juego es muy absorbente y acaban tan metidos que se convierten en objetivos tanto del capo principal como de anticorrupción.

La barriada "Los canarios", donde se desarrolla la acción, nos recuerda a las 3.000 viviendas de Sevilla, pero también a las "casas baratas" de Baltimore en The Wire.  Los escenarios son un acierto más de la película, bloques marginales atestados de callejones, descampados y casas abandonadas.

Mario Casas (Ángel) da el tipo como policía ambicioso. Un inconmensurable Antonio de la Torre (Rafael) se convierte en su valedor como policía rudo y atormentado y un brillantísimo Joaquín Núñez (Mateo) aporta el punto de humor necesario pero sin salirse de tono ni una vez. Los tres completan unas actuaciones extraordinarias y creíbles.


La historia principal tiene enjundia y también las historias secundarias. La película nos ofrece eso que es indicador de un gran poso dramático: la evolución de los personajes. Durante el metraje asistimos al recorrido del novato Ángel hasta la abyección (cuando dominan el cotarro y se cruza con yonquis o putas, éstos le saludan como "don Ángel"). Asimismo Rafael que comienza como un brutal policía, atormentado por la muerte de su hermano, crece hasta tener que contener a Ángel o recoger a una yonqui en su casa para ofrecerle una segunda oportunidad.

Todo lo que suele sonar falso en el cine español cuando se trata de tiroteos, persecuciones de coches o puñetazos aquí cobra carta de naturaleza. Afirmando un camino que ya desbrozaron "Celda 211", "La Caja 507" o "No habrá paz para los malvados",  Grupo 7 nos deslumbra con un pulso firme, capaz de filmar con brío tiroteos y persecuciones o escenas turbadoras y amenazantes.

Quiero acabar subrayando la puesta en escena y el montaje. Todas las escenas son escuetas y directas: sólo con una frase de una yonqui (cuando sonríes eres igual que Pablo) y la reacción de Rafael ya está contado su tormento. Sólo con un gesto (trincar un paquete de farlopa) y una frase (tantas dosis, tantos yonquis, cada yonqui un confidente) ya está montado el tinglado. Sólo con tres escenas de unos pocos minutos y no más de una docena de frases se nos cuenta la relación de Rafael con la chica que recoge; pero el fracaso de ambos está expresado con profundidad insondable. En el montaje cada secuencia tiene la duración exacta (la persecución con coches y ambulancia es potente pero sólo dura lo necesario). Todo funciona como un metrónomo. No hay tiempos muertos.  Peliculón.

jueves, 19 de enero de 2012

CRASH - de Paul Haggis








Humillados y cabreados. 


Este juego con el clásico título de Dostoyevski me venía a la cabeza mientras volví a ver Crash.  El policía con su padre enfermo, el director de TV, la mujer del fiscal, el joven negrata, el anciano persa que sobrevive con su tienda....Todos sufren la humillación del otro, del sistema, de la sociedad que hace crash. Hasta el policía íntegro interpre-
tado por Don Cheadle es humillado por su madre y por el propio fiscal que en interés de preservar unos votos, le fuerza a un testimonio sesgado.

La película conjuga una serie de historias con doble recorrido. En un principio la humillación y el cabreo. Posteriormente cada personaje tendrá una segunda oportunidad. 

Las historias están magníficamente trabadas. El desarrollo dramático de cada personaje es variable. Enorme el de los policías y los dos jóvenes delincuentes negros. Más tenue el del cerrajero chicano y el del fiscal; pero no por ello menos interesantes. La historia del cerrajero con su hijita y la capa maravillosa conmociona. Y la de la mujer del fiscal -ella misma reconoce, "me paso el día enfadada"- encontrando consuelo en la criada a la que suele humillar conmueve.
La sociedad se descompone y nosotros gritamos y nos pisoteamos. 
Oímos decir: "En cualquier ciudad la gente se tropieza contigo, en Los Angeles nadie te toca". 

La vida continua y nos ofrece otra oportunidad. el anciano persa encuentra a su ángel protector, la mujer del fiscal reconoce a la sirvienta como su única amiga. El policía interpretado por Matt Dillon, primero soez y agresivo, posteriormente es capaz de jugarse la vida para salvar a la misma mujer que antes había agraviado.

Más cruel es el destino del "poli bueno" interpretado por Ryan Phillippe. Intentando mantener la cordura y el equilibrio, termina por cometer un crimen  que por gratuito resulta demoledor.

Encuentro de gran valor ético la representación de los dos policías enfrentados. El más veterano, quizás avergonzado por su actuación ante el compañero le reconoce: "ya verás cuando lleves aquí muchos años". Me interesa mucho el modo en que ambos, según las circunstancias pueden aparecer como malvados o solidarios. Esa representación de que no todo es blanco o negro. 
El propio ladronzuelo de coches se redime cuando encuentra una furgoneta llena de asiáticos que van a ser literalmente vendidos. Él los libera y hasta les da el poco dinero que lleva.
Podemos caer, pero quizás sólo necesitamos una oportunidad para redimirnos: "Creemos saber quienes somos. No tenemos ni idea."

El montaje posee una cadencia rítmica espectacular. Como en un baile alternamos las historias. El choque (Crash) de vehículos con el que comienza la película, abre un círculo fulgurante y variopinto que se cierra maravillosamente con Don Cheadle en el mismo descampado donde hay un muerto, como preguntándose ¿pero qué ocurre? Y nosotros que hemos visto la película creemos atisbar la respuesta. 

viernes, 23 de diciembre de 2011

LA NOCHE es NUESTRA - de James Gray










Este director y guionista posee una corta pero muy apreciable filmografía. En su haber cuatro títulos donde el drama y las relaciones familiares siempre tienen un desarrollo profundo a pesar de que las películas tengan tintes policíacos. A la escritura, siempre de trazo firme, hay que añadir otro acierto de cada una de sus películas, la selección de actores.
Así fue desde su inicial Little Odessa en 1994 donde ya contó con los inmensos actores Vanessa Redgrave, Tim Roth y Edward Furlong. En The Yards (2000) encontró a su actor fetiche, Joaquin Phoenix, con el que ya  contaría en todas sus películas incluida la aún por estrenar Low Life.
En la que nos ocupa "We own the Night" (La noche es nuestra), además de los habituales Joaquin Phoenix y Mark Walhberg, Gray cuenta con el inmenso Robert Duvall.  

La trama adquiere tintes trágicos desde el principio.  Bobby regenta un club de éxito escondiendo su procedencia. Es hijo y hermano de policías. Los verdaderos dueños del club son rusos y por allí se pasean y citan los capos. Bobby está en un puesto crucial. Aunque él siempre ha buscado la vida fácil y alegre, las circunstancias le irán involucrando cada vez más en la guerra entre policías y traficantes. Tal y como le recuerda su padre en un momento dado, "cuando se declare la guerra vas a tener que decidir en qué bando estás".

A pesar de estar distanciados, Bobby quiere a su familia. Al resultar herido su hermano finalmente se involucra. La escena en que acude con micrófono a la cita con el jefe de los narcotraficantes tiene una tensión densísima. El traficante escucha los latidos de Bobby, husmea su miedo. La tensión es casi insoportable.

Ahora es él el señalado con una diana. La escena de persecución en coche mientra llueve torrencialmente y su padre intenta protegerle está rodada con brío y recuerda a otras clásicas persecuciones como la de French Connection. La tragedia se masca en toda su extensión.

El único pero de la película es la interpretación de Joaquin Phoenix. Siendo el protagonista principal no está a la altura del resto. No aporta matices, a veces parece demasiado frágil, de pronto se va a comer el mundo y durante todo el metraje se muestra en exceso compungido, estresado. No me extraña que le pillasen con el micro.

Me gustan los policíacos que integran retratos de clanes familiares. Amplían el horizonte narrativo dotando al relato de un mayor dramatismo. Así ocurría con la estupenda Cuestión de honor ( Pride and Glory) de Gavin O´Connor con Edward Norton y Colin Farrel;  y con Querido Detective (The Big Easy) de Jim McBridge, con Dennis Quaid y Ellen Barkin. Todo ello sin olvidar la extraordinaria Manhattan Sur (Year of the Dragon) del gran Michael Cimino, con el recientemente recuperado para el cine Mickey Rourke.

Pues como todos ellos, un policíaco de los buenos.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Asuntos pendientes (36, quai des Orfêvres)

de Oliver Marchal

Dentro de la tradición del polar francés  una propuesta muy sugerente, con una extraordinaria puesta en escena y un guión  de gusto clásico donde dos compañeros policías eligen caminos distintos para triunfar en su trabajo. Pero no sólo sus métodos los separan sino también una mujer que eligió a uno de ellos, dejando al otro postrado en la amargura. 

Daniel Auteuil y Gérard Depardieu protagonizan un duelo interpretativo de altura. El segundo como poli malvado que libera su tormento y falta de brillantez con atajos criminales con tal de ascender en el escalafón.
Hábil para envolver sus crímenes en la ley del silencio comprando favores y forzando amenazas, logra implicar a su excompañero llevándolo hasta la desesperación de perder a su mujer y ser encarcelado.
Los dos personajes poseen un fuerte trazo y juegan sus bazas con decisión. Las escenas de acción, asaltos y tiroteos son electrizantes. El ambiente siempre es gélido y amenazante. Un duelo en el que sólo puede haber un vencedor.

Años después, al salir de la cárcel con su vida perdida y los más fieles de la brigada desperdigados, ha de decidir si merece la pena la venganza ante quien ahora ya es el jefazo máximo de la policía.

Un policíaco áspero y seco como un whisky de madrugada.

lunes, 20 de septiembre de 2010

MYSTIC RIVER - de Clint Eastwood










El río y la culpa.-

He vuelto ha visitar el barrio de los Lands, al lado del Mystic River. No sé si es la cuarta o la quinta vez que veo esta película: es asombrosamente compacta, negra y densa. Me doy cuenta que el leit motiv es la culpa. Dave, el niño secuestrado para vejarlo, se siente no víctima sino culpable. Su mujer desata la tragedia por sentirse cómplice de esta culpabilidad. Jimmy (Sean Penn) se siente culpable y envía 500 $ todos los meses a la familia de quien fue su compañero y delator. El policía que investiga la muerte de la hija de Jimmy (Kevin Bacon) se declara culpable ante su esposa del fracaso de su matrimonio, etc.

Así que toda la película va fluyendo como el propio río Mystic, sucio, negro y lento; mientras descubrimos las miserias que la vida ha deparado a cada uno de los tres niños con que se abre la pelicula: Dave aparece trastornado cada noche por los lobos que acechan (los pederastas), Jimmy carga con su pasado carcelario y de cabecilla de una banda de delincuentes, el policía recibe llamadas pero sin decir palabra, de su mujer huida.

Por supuesto la novela es muy buena, pero el guión de Halgeland brilla a gran altura y la realización de Eastwood tiene el pulso de los clásicos formando una densa amalgama con todas esas historias paralelas: la historia de la hija de Jimmy y Brendan, la historia de Solo Harris, la licorería donde trabajó y robó Solo Harris, la primera mujer de Jimmy, "yo tuve los huevos de enfrentarme a ella y enamorarla", era de armas tomar, la mujer de Dave con su peso de culpa y sospecha.

Y los actores, ¡vaya colección!. Sean Penn, Tim Robbins y Marcia Gay Harden están soberbios. Pero los demás también brillan a gran altura: Laura Linney, Kevin Bacon y Laurence Fishburne sin olvidar al gran Eli Walach y todos los niños que están en el corazón de esta tragedia.

Hay escenas memorables como en la que vemos a Dave entre las sombras de su habitación apenas susurrando el cerco de los lobos, la conversación de Jimmy y Dave en el porche, su misma conversación en la ribera del Mystic River o el alegato de Laura Linney (esposa de Jimmy) reconociendo a su hombre como el macho dominante que siempre las protegerá.

El final es espléndido y doloroso: un montaje en paralelo donde vemos a la vez la resolución del crimen por parte de la policía y la ejecuión de Dave como chivo expiatorio de toda la tragedia que ¡cómo no! concluye al borde del Mystic River: "aquí es donde lavamos nuestros pecados" dice Jimmy mientras asesina a Dave. Todos somos culpables.

domingo, 23 de mayo de 2010

Adiós, pequeña, adiós




Algo tiene que ver la literatura en la que se basan para que dos películas de dos directores tan distantes sean tan cercanas, tan maravillosas y profundas que nos arrastren cogidos por las entrañas hasta esos barrios, esas gentes que aparecen tan reales y con vidas en guerra constante contra la decrepitud de las horas y de la ética.

Clint Eastwood y Ben Affleck han acudido a la fuente de Denis Lehane y nos han colocado en pantalla las lúcidas, tiernas y terribles películas "Mystic River" y "Adiós, pequeña, adiós".

Ambas comparten un prólogo pausado y aparentemente inocente. En la de Eastwood el juego de unos niños en la calle, en la de Affleck escenas cotidianas de personas a la puerta de su casa, viniendo de la compra o echando un cigarrillo. A continuación entramos en las casas, en los bares, en las tiendas, en las vidas de cada personaje y vamos descubriendo a los lobos. Tim Robbins nos habla de lobos en una memorable y soberbia escena del film, Affleck los cita en su prólogo con voz en off: "cómo se puede ir al cielo viviendo en este barrio sin morir en el intento (...): sois ovejas entre lobos, sed sagaces como serpientes e ingenuos como palomas".

Las dos obras nos someten a vaivenes como el de lobos y palomas: los hombres que quieren reconducir sus vidas pero el horror sigue llamando a sus puertas, la inocencia de los niños sometida a la barbarie, la mediocridad de vidas comunes baqueteada por los más bajos instintos.

Este último vaiven nos da el ritmo, el tono de las películas: pausadamente entramos en los barrios, luego en las casas y finalmente en el corazón de las personas hasta llegar a lo más negro de su alma contrapuesto siempre al deseo de redención.

Ambas películas se enriquecen con una segunda trama paralela que actúa como detonante de la principal: en Mystic River es el crimen que comete Tim Robins, en Adiós, pequeña, adiós es el inmundo matrimonio de drogadictos.

Todo aderezado con pequeñas y terribles historias en busca de redención: en Mystic River la del padre del novio de la chica muerta, en Adiós, pequeña, adiós la del policía encarnado magníficamente -como siempre- por Ed Harris.
Magnífico todo: historia, guión, desarrollo, interpretación.
Cine de 24 kilates.