domingo, 26 de marzo de 2017

El BAR - de Alex de la Iglesia

Una Comunidad de churros y cañas.-
De la Iglesia tiene un talento visual incuestionable: vuelve a abrir la película con un recurso muy brillante, ya usado en Los crímenes de Oxford, con diversos personajes cruzándose por las calles mientras la cámara va enlazando de uno a otro. El tío rueda con brío y de forma impactante. Sus secuencias nunca aburren y posee un humor gamberro y bastante ácido. Soy superfan. Pero desde Balada triste de trompeta su cine no alcanza más que para unas tapitas, ya que estamos de bares. Tanto La chispa de la vida como sobretodo La gran noche son prescindibles y Las brujas de Zugarramundi patina en el tercio del desenlace.


Son las nueve de la mañana. Un grupo de personas coinciden en un bar del centro de Madrid para tomarse un café. Un día más. Pero cuando uno de los clientes sale del local y recibe un disparo en la cabeza todo se convierte en una locura. Después de mucha discusión otro cliente sale a ayudar y es también abatido. Shock. Nadie más se atreve a salir. La calle está inusualmente desierta. Las ocho personas que permanecen en el bar están atrapadas sin saber qué ocurre.

Por supuesto enseguida nos acordamos de El fantasma de la Libertad, de Buñuel, pero los primeros diálogos y un señor obeso que está tirado en el water tosiendo sin parar, nos avisan de que no van por ahí los tiros. 


El bar es una película dividida en tres actos que parece partir de un planteamiento de mesa de guionistas: ¿cómo reaccionaríamos en una situación extrema y rodeado de desconocidos? La Comunidad se basaba en un planteamiento semejante y es una película redonda (junto con El día de la bestia, sus dos mejores obras); pero me parece que a este bar le sobran churros y frikis y le falta una línea argumental. La variopinta fauna que habitaba aquella Comunidad confluía en un poderoso río de codicia. Pero aquí la pija (Blanca Suárez), el hípster (Mario Casas), el policía amargado (Joaquín Climent), la ama de casa con el síndrome de la idem (Carmen Machi) o el sin techo borracho y enloquecido (Jaime Ordóñez), acaban perdidos en una gresca y un laberinto de cloacas sin mucho sentido. 

El final de la primera parte de la película nos avisa del despiste. El camarero elucubra sobre si esta extraña situación es sólo un sueño o si han sido abducidos. Otro cliente deja caer la posibilidad de que entre ellos haya un terrorista que es al que están cercando. Parece una lluvia de ideas de lo más indecisa. Tampoco los siguientes giros argumentales y situaciones revelan mayor inspiración. 

De pronto aparece un cadáver infectado por enfermedad contagiosa, pero enseguida queda olvidado en un rincón. El whodonit pasa a ser un paquete de dosis de un antídoto contra no se sabe qué y que tampoco se sabe si funciona.  Así que el director tira de su gusto por el exceso, lo salvaje y lo cañí y nos sirve una segunda parte de lo más confusa y baladí. Aparentemente se centra en lo que parece la esencia de la película, quién es cada uno, cuáles son sus fracasos, cómo afrontamos nuestros miedos y cómo reaccionamos cuando hay que elegir y la supervivencia está en juego. Pero entre bromas y veras todo el drama se ha ido ya al garete y todo conduce hacia un final de apariencia salvaje, pero intrascendente. 


Y el caso es que la idea viene muy a cuento de los tiempos que corren: miedo a los terroristas, miedo al inmigrante, miedo al vecino, intransigencia con otras ideas políticas, sociales o religiosas.   "El bar" se constituye como una parábola necesaria sobre la deriva a la que nos arrastra el miedo: hacia un individualismo voraz. De la Iglesia no solo es un cineasta dotado, sino también un guionista que le gusta analizar la sociedad que le ha tocado vivir. En sus películas rastreamos tramas que desmenuzan con acidez la codicia, los celos o la vanidad. Tirando de los miedos que transforman a las personas haciendo aflorar sus bajezas, se ha quedado en algo demasiado superficial. Un café muy descafeinado.

jueves, 23 de marzo de 2017

CRUDO - de Julia Ducournau



Epatante.
Algo tiene que ver el cine francés con respecto al tema "el destrozo del cuerpo". La llegada del nuevo siglo significó el desembarco de un tipo de cine de terror, violento y transgresor, que nos llegaba desde la dulce Francia. Cuando las propuestas se fueron acumulando alguien las agrupó bajo la denominación de "nuevo extremismo francés" o incluso "cine del cuerpo", por la preponderancia que tenían la mutilación, la violencia física y el sexo en sus fotogramas, generosamente regados con ríos de sangre y vísceras.

En esta línea podemos situar películas tan caracterizadas como Alta tensión, (2003, Alexandre Aja), A l´interieur (2007, Alexandre Bustillo), Martyrs (2008, Pascal Laugier), Trouble every day (2001, Claire Denis) o Frontières (2007, Xavier Gens). Todas ellas comparten una violencia brutal y unas psicosis tortuosas.


Pero en Crudo no hay psicópata ni tortura. Lo que en el fondo expone es un viaje interior, una travesía hacia la madurez muy sui generis. Justine es una joven vegetariana estricta que un día prueba la carne y ya no puede parar. Comienza la aventura cuando se incorpora a la Universidad para estudiar Veterinaria, igual que su hermana mayor y sus padres. Los primeros días son terribles. Los veteranos se apropian de los novatos para infligirles todo tipo de humillaciones y guarradas. Una de las pruebas consiste en comer riñones crudos y, cuando Justine los traga, un cambio radical se opera en ella. Será poseída por un hambre atroz hacia la carne cruda, incluida la humana. 
La guionista y directora trenza perfectamente los dos aspectos de la historia. Por un lado el despertar de Justine a un aspecto desconocido de su personalidad y por otro el proceso de iniciación de las novatadas, que incluye sexo, normas absurdas y presión del grupo.  

El conflicto se centra en qué significa ser normal. La hermana mayor le obliga a tragarse los riñones para que se integre en la normalidad. Por su parte las novatadas sitúan a los recién llegados en un plano de rebaño obediente y doblegado. En este sentido el canibalismo de la protagonista representa lo subversivo, el ataque a la moral y a la cultura social imperante. 

Este viaje iniciático de Justine complementa la batería francesa de terror físico, representada por el canibalismo poético de Trouble every Day,  el horror psicológico y sexual de Calvaire y las torturas hasta la extenuación de la morbosa Martyrs. Todo un terremoto de impulsos atávicos, ambigüedad moral y muchísima crueldad. 
Justine jugando con su hermana

Es de agradecer que Ducournau no caiga en la fácil tentación de multiplicar los planos de mutilaciones y vísceras. La sangre está muy bien dosificada y si la película te aplasta contra la butaca, es por la tensión brutal y la incertidumbre que Justine nos genera con su exploración.

No parece inocente la elección del nombre de Justine, con su evocación del Marqués de Sade (Justine o los infortunios de la virtud). Del mismo modo, nuestra aprendiz de veterinaria, una vez lejos de los padres, descubrirá todo un mundo de experiencias prohibidas y excitantes. La joven Garance Marillier compone un personaje extraordinario donde caben tanto el morbo, como la angustia o la inocencia. Sobre ella recae todo el peso de la película, complementada por una hermana mayor, Ella Rumpf, que le ayudará a ir abriendo las puertas.
Película para no todos los paladares.

martes, 14 de marzo de 2017

El CUENTO de la CRIADA - de Margaret Atwood










En un mundo asolado por "guerras de sectas" y biológicas, la mayoría de la población es estéril. La respuesta de algunos estados como el de Gilead, es implantar un sistema totalitario y puritano sometiendo a la mujer y dedicando todo un estrato social, las Criadas, a preservar la especie. Segregadas de la sociedad, estas mujeres fértiles forman una casta identificada por un vestido rojo que cubre hasta sus manos y una toca blanca. No pueden disponer libremente de su cuerpo. Nadie puede mirarlas y ellas han de llevar la mirada baja. El cuento de la criada es una novela futurista pero firmemente anclada en totalitarismos ya conocidos y en amenazas presentes.

La mirada de Atwood a esta sociedad totalitaria es terriblemente lúcida. Desnuda la barbarie y el ansia de dominio sobre otros seres humanos: «Debemos recordar que no hay nada nuevo en la sociedad descrita en El cuento de la criada, excepto el tiempo y el lugar. Todo aquello acerca de lo que he escrito se ha hecho anteriormente, y más de una vez»; ha escrito la propia Margaret Atwood, galardonada con el premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2008.


La autora elige la técnica del testimonio para reflejar esa época, lo cual dota al relato de una gran riqueza psicológica. Cómo sobrevivir a una opresión que llega hasta la intimidad. El miedo a relacionarse con los demás. La ausencia de expectativas.
La condición femenina siempre ha sido temida y odiada por la intransigencia política y religiosa, deseosa siempre de controlar su sexualidad. Ellas son la fuente de la vida y del deseo. La opresión no viene definida sólo por la necesidad de procrear. Hay también un componente de dominio psicológico, económico y social, como reconoce el Comandante:

"El problema no sólo lo tenían las mujeres, dice. El problema principal era el de los hombres. Ya no había nada para  ellos." pág 265

Leyendo estas páginas no he podido dejar de recordar dos fotografías. La de la Conferencia Episcopal de España y la del Despacho Oval de la Casa Blanca con el nuevo presidente Trump. Las dos instantáneas están tomadas cuando condenan y prohíben el aborto, algo que afecta en exclusiva al cuerpo de la mujer. Las dos instantáneas contienen únicamente hombres; hombres poderosos decidiendo sobre el cuerpo de las mujeres. También, y sólo hace unos días, en el Parlamento Europeo se escuchó a un diputado: "las mujeres deben ganar menos que los hombres porque son más débiles, más pequeñas, menos inteligentes." Esto en cuanto al Occidente civilizado, qué decir de los fanáticos terroristas de Boko Haram y del Daesh que sólo conciben a la mujer como una esclava sexual o una sierva sin derecho alguno.
"Evito mirar mi cuerpo, no tanto porque sea algo vergonzoso o impúdico, sino porque no quiero verlo. No quiero mirar algo que me determina de forma tan absoluta." pág 84

Del mismo modo que escribieron Orwell ("1984") y Huxley ("Un mundo feliz"), Atwood concibe y relata una sociedad futurista y totalitaria en la que el gobierno controla todos los aspectos de la vida de los ciudadanos.

"-Deseo que las mujeres luzcan indumentarias modestas -dice-, recatadas y sobrias; que no lleven el cabello trenzado, ni se adornen con oro, perlas o atavíos costosos. Sino (lo cual se aplica a las mujeres que se declaran devotas) con buenas obras.
Dejad que la mujer aprenda en silencio, con un sometimiento total -En este punto nos dedica una mirada-. Total -repite.
No tolero que una mujer enseñe, ni que usurpe la autoridad del hombre, sólo que guarde silencio.
Porque primero fue creado Adán, y luego Eva. Y Adán no fue engañado, pero la mujer, siendo engañada, cometió una transgresión.
No obstante, se salvará mediante el alumbramiento si continúa en la fe y la caridad y la santidad con una conducta sobria." pág 277

La autora complementa estas distopías clásicas al poner el foco en la condición femenina y en la manipulación de las relaciones sexuales. La protagonista llega a perder su identidad e incluso su nombre. Al convertirse en una propiedad más del Comandante Frederik Waterford, pasa a llamarse DeFred. Su verdadero nombre, sus recuerdos y sus pensamientos se convertirán en su verdadero tesoro; algo muy bien escondido en un recóndito lugar de su cerebro.

"Al contarte algo, lo que sea, al menos estoy creyendo en tí, creyendo que estás allí, creyendo en tu existencia. porque contándote esta historia, logro que existas. Yo cuento, luego existes." pág 330
La religión y el paternalismo, como tantas veces, se empeñan en presentar la opresión como una liberación.
"Les hemos dado más de lo que les hemos quietado, dijo el Comandante. Piensa en los problemas que tenían antes. ¿Acaso no recuerdas las dificultades de los solteros, la indignidad de las citas a ciegas en el instituto o la universidad? El mercado de la carne. ¿No recuerdas la enorme diferencia entre las que conseguían fácilmente un hombre y las que no? Algunas llegaban a la desesperación, se morían de hambre para adelgazar, se llenaban los pechos de silicona, se empequeñecían la nariz. Piensa en la miseria humana." pág 274
Hasta conseguir  implantar un sentimiento de culpabilidad en los oprimidos.
 "Otra vez he fracasado en el intento de satisfacer las expectativas de los demás, que han acabado por convertirse en las mías." pág 97
La autora profundiza en ese espacio de libertad que es la mente de la protagonista y alterna con cada capítulo, uno que se titula La Noche. Allí se ubica el refugio del pensamiento, la única zona de libertad. “No hay pensamientos peligrosos; el pensamiento es peligroso“, decía Hannah Arendt autora de "Los orígenes del totalitarismo". Desde ese lugar Margaret Atwood nos muestra una sociedad pavorosa, narrada con pulcritud y ritmo encomiable. La autora nos hace partícipes de ese rumor íntimo por donde transcurren los recuerdos y el pensamiento de la protagonista. Nos hace compadecer a esas víctimas; pero creo que al relato le falta transmitir un mayor desgarro o el fétido aliento de la desesperanza.


Me resulta curioso que la autora establezca los hechos narrados en la década de 1980. Si recordamos que el libro se editó en 1985, cabe pensar que Atwood estaba reflexionando sobre su propio tiempo. Quizás sobre el destino al que nos conducía la revolución liberal encabezada por Reagan y Thatcher en aquellos años. El contexto político internacional sólo está levemente dibujado. En algún país de Europa del Este se ha impuesto la natalidad, Canadá por su parte "en aquella época no deseaba enemistarse con su poderoso vecino y organizaba redadas y extraditaba a los refugiados"; e Inglaterra vuelve a ser el lugar a donde huir. Circunstancias, como se ve, que son recurrentes en la Historia.


De todos modos más literario es el hecho de que la novela utilice un narrador poco fiable. En repetidas ocasiones la narradora duda de la veracidad de sus recuerdos. O directamente los considera inventados: "Me lo inventé. No ocurrió así. Lo que ocurrió es lo siguiente." (p.323)
"Me gustaría creer que esto no es más que un cuento que estoy contando. Necesito creerlo. Debo creerlo. Los que pueden creer que estas historias son sólo cuentos tienen mejores posibilidades.
Si esto es un cuento que estoy contando, entonces puedo decidir el final. Habrá un final para este cuento, y luego vendrá la vida real. Yo decidiré dónde dejarlo.
Esto no es un cuento que estoy contando." pág 56

De hecho hay un capítulo final titulado Notas Históricas donde la autora reproduce las Actas del Duodécimo Simposio de Estudios Gileadianos, celebrado en 2195. Allí los debates de los historiadores se centran en los "Problemas de autentificación con relación a El cuento de la criada". 

Como en toda dictadura, los códigos y rituales cobran enorme importancia y en la novela son muy expresivos. En Gilead se celebra el Día del Asesinato del Presidente, inicio de la involución puritana. A los traidores y disidentes se los cuelga en un muro por donde pasea la gente. La sociedad está organizada jerárquicamente, como un ejército: están las Criadas con su uniforme rojo (color de la fertilidad), las Esposas con sus vestidos azules (color de la fidelidad), las Martas (que realizan las tareas del hogar), las Tías (que aleccionan y entrenan a las Criadas) y los Ojos (espías delatores). El momento cumbre es "la ceremonia": cuando las Criadas han de mantener obligatoriamente relaciones sexuales con sus Comandantes, siempre en presencia de sus Esposas. El deber. "En Gilead hay un bálsamo" dice el himno que es obligatorio cantar en las reuniones. La peste de la hipocresía que se enseñorea de las dictaduras como refleja el burdel secreto, llamado Jezabel, del que disfrutan los Comandantes.

Frente a este exceso de regulación sólo caben los pequeños gestos, las confidencias entre Criadas, un lenguaje secreto: Mayday es la contraseña que utilizan con toda la fuerza de su etimología: viene de la expresión francesa "m´aidez" (ayudadme), que es utilizada en muchos ámbitos como llamada de emergencia.





P.D.
Hay varios momentos en la novela que nos remiten a la filósofa Hannah Arendt.

"Recuerdo un programa de televisión... Era un documental sobre una de aquellas guerras. Entrevistaban a la gente y mostraban fragmentos de películas de la época, en blanco y negro, y fotografías. (...) Las entrevistas a las personas que aún estaban vivas habían sido rodadas en color. La que mejor recuerdo es la que se le hacía a una mujer que había sido amante del jefe de uno de los campos donde encerraban a los judíos antes de matarlos.(...) Por lo que decían, aquel hombre había sido cruel y brutal. Su amante -mi madre me explicó el significado de esta palabra; no le gustaban los misterios: cuando yo tenía cuatro años me compró un libro sobre los órganos sexuales- había sido una mujer muy hermosa. Se veía una foto en blanco y negro de ella y de otra mujer, vestidas con bañador de dos piezas, zapatos de plataforma y pamela, indumentaria típica de aquella época; llevaban gafas de sol con forma de ojos de gato y estaban tendidas en unas tumbonas junto a la piscina. La piscina se encontraba junto a la casa, que a su vez estaba cerca del campo donde se alzaban los hornos. La mujer dijo que no había notado nada fuera de lo normal. Negó estar enterada de la existencia de los hornos." pág 185
Arendt acuñó el concepto de “la banalidad del mal“, afirmando que cualquier persona mentalmente sana puede llevar a cabo los más horrendos crímenes, cuando pertenece a un sistema totalitario. No suelen darse mentes diabólicas, el mal puede ser algo más rutinario y banal: la mediocridad absoluta de un burócrata incapaz de desobedecer las órdenes de sus superiores o el deseo de medrar en una organización.

martes, 7 de marzo de 2017

MINGA! - de Jorge di Paola


PRÓLOGO de Ricardo Piglia para la edición de MINGA! en su Serie del Recienvenido en FCE.













"Una tarde de 1957 en un bar en Tandil, un oscuro escritor europeo que ha ido a descansar a ese pueblo serrano se reúne con un grupo de jóvenes y cuando anota su nombre en una papel, Jorge DiPaola, que tenía en ese momento diez y seis años, anuncia: ¡Ferdydurke!. Lo había leído, era “ un lector en la pampa salvaje”, como señala Gombrowicz, que no olvida ese momento y vuelve varias veces a él en su Diario.
Parece una escena de iniciación. Igual a tantas que hay en la literatura; sin embargo en este caso la situación está cambiada. No es Roberto Arlt que lee la primera novela de Onetti y lo autoriza a publicarla, no es Borges que edita el primer cuento de Cortázar: aquí es el joven quien descubre y legitima al escritor desconocido. Sin ese cruce fortuito otra hubiera sido la fortuna de Gombrowicz que encontró ahí un grupo de admiradores que lo darían a conocer a las nuevas generaciones, y por supuesto otro hubiera sido el destino literario de DiPaola sin las conversaciones y las cartas intercambiadas durante años con el autor de Cosmos.
La lealtad –y la gratitud- de Gombrowicz hacia ese inesperado lector tiene su réplica en la celebración jubilosa y los sutiles toques gombrowcianos de la prosa de Minga! La presencia del maestro polaco es discreta y dinámica [en la novela] y se percibe sobre todo en la felicidad de la escritura; no hay influencia ni signos visibles, solo hay radiaciones, ecos, sonidos, diálogos brillantes y sobre todo risas (tan escasas en nuestra lúgubre literatura).
Una teja que vuela en medio de una tormenta le corta el cuello a un amigo en una playa de Rio de Janeiro y pone en marcha la trama de la novela; el pie izquierdo desnudo de otro amigo sobresale de la cama y encandila a una muchachita provinciana: estos son algunos de los fragmentos –o las esquirlas - que han sobrevivido al big bang de aquel encuentro en Tandil.
Jorge Di Paola, Mariano Betelú, Witold Gombrowicz, Jorge Vilela, Buenos Aires.






Situada en un territorio fantasmal y pampeano, Minga! narra las aventuras de Pablo von Paulus, un profesor de matemáticas que ha perdido el rumbo e irrumpe (se materializa, como un extraterrestre en un cómic), en un bazar de un pueblo de campo junto al mar. En el negocio hay ropa de playa, un gato, una gallinita de cristal y una muchacha con un martillo que de inmediato capturan el interés del héroe: su odisea será un viaje por una red de acontecimientos microscópicos, de lugareños taimados y de explosivos átomos de ficción.
Pablo está extraviado, pero desde el comienzo las mujeres lo protegen y lo ayudan a orientarse. Son atractivas, son sagaces: Natacha, Maria-Maria y Malena se convierten en los anhelados puntos de referencia del joven que se mueve sin dirección por el confuso territorio donde se ha perdido. Torpe, desaliñando, encantador, levemente demente, el héroe tiene la capacidad de atraer a las mujeres que se interesan por él de inmediato, pero también se cansan y tratan de evitarlo para no caer bajo la atracción de este frágil Casonova. Son ellas las que conocen el sentido del mundo y saben de qué se trata: aceptan sin sorpresas el azar, la sin razón, la irrisión, la incertidumbre y el caos contra los que lucha Pablo mientras busca una brújula, un mapa o una teoría que lo preserven del desorden de la realidad.

Minga! es una novela romántica, la novela del amor inconstante, una elegía al canto seductor de las sirenas y un relato sobre la fascinación de las mujeres. El que intercede en esos idilios, el tercero en esta trama de equívocos y pasiones rápidas, es el que narra la historia (el Autor como se lo llama en el libro) que está siempre presente aunque es invisible.
Si el arte narrativo consiste en vincular una historia a un narrador, esta novela es un ejemplo magistral de ese vínculo. En Minga! la conexión está tematizada y abarca las actitudes posibles que puede adoptar un narrador frente a una intriga. Aquí, el novelista analiza, razona, delira, se asombra, intercede, se asusta, y una de las magias del libro reside en sus comentarios, sus deslices y sus cambios de registro.
La clave de la mejor narrativa contemporánea, decía Nabokov no es ya el interés por la trama, o la identificación con los personajes, sino la fascinación del lector por la inteligencia del que narra la historia. En Minga! la escritura –o el estilo si se prefiere- es una condensación tan clara del estado de gracia y de la destreza narrativa de su autor que al leerla nos convencemos de que una novela tendría que ser siempre como esta: rápida, divertida, inventiva, lúcida, luminosa."

Ricardo Piglia








Ezequiel Alemian publicó en La Revista Ñ de Clarín un estupendo perfil del que copio los siguientes extractos:


Jorge Di Paola nació en la Navidad de 1940. Durante muchos años firmó con el apellido compuesto de padre y madre: Jorge Di Paola Levin, pero los amigos siempre lo llamaron Dipi. 
Hijo único, le interesó todo: la química, el teatro, la astronomía, la escritura, el aeromodelismo, el arte. 
Obligado por sus problemas pulmonares, en 1958, Witold Gombrowicz pasó su primera temporada en Tandil. En el bar donde paraba se presentaron una tarde cinco poetas jóvenes, que sólo sabían de él que era un escritor extranjero. Le preguntaron el nombre y Gombrowicz lo escribió en una servilleta. “Muy difícil para criollitos”, los desafió. Pero uno le retrucó de inmediato: ¡Ferdydurke!, le dijo. Era Di Paola.
Conocía a Osvaldo Soriano, que había vivido en Tandil un tiempo. En Buenos Aires se encontraban a escribir en los bares de Plaza Dorrego. Cuando Soriano estaba por concluir Triste, solitario y final, su primera novela, le pidió consejo a Di Paola, porque no podía terminar el relato. “La novela ya la terminaste y no te diste cuenta”, le contestó Di Paola. “Escribiste un capítulo y medio de más”. Soriano sacó esas páginas y así publicó el libro. 
Dipi en su casa de Tandil con las pintadas que le hacían sus amigas



Di Paola era descontrolado y desordenado con las comidas y bebía a ritmo constante. Empezó a tener problemas de salud, aunque no era propenso a consultar a los médicos. Se separó de su primera mujer. Más tarde, con otra, tendría una segunda hija. “Siempre estaba rodeado de mujeres hermosas, intensas y divinas. Los hombres nunca entendieron qué le veían las chicas. Y lo más genial es que a Dipi le parecía natural que esas mujeres estupendas gustaran de él”, recuerda Kiwi Sainz, que vivió “bajo el signo de Dipi” desde que lo conoció, en 1988.

En la revista Fin de Siglo, César Aira se encargó de reseñar Minga! Una frase de esta reseña: “Otra literatura” se utilizó como principal publicidad de la novela. A Cippolini, Di Paola le dijo que su intención al escribir el libro había sido la de convertir la física contemporánea en narración. En ese sentido, la novela sería una poetización de sus lecturas sobre ciencia. Como si fuese una suerte de Bouvard y Pécuchet escrita desde adentro.
Con la muerte de su madre se acentúa cierto estado de abandono en sus condiciones de vida. Sus amigas más jóvenes, de los secundarios de Tandil, le hacen compañía en el departamento. Lo cuidan. Le pintan con grafitis las paredes de los ambientes. Las estadías de Di Paola en Buenos Aires empiezan a espaciarse. Sus amigos porteños viajan cada vez más seguido a visitarlo a Tandil. Juntan plata para ayudarlo a pagar los servicios, las expensas. Lo invitan a comer.
Libertella, Cippolini, Ná kar Elliff-ce, Alfredo Prior y él armaron en 2000 el Grupo Delta, que desarrolló un método estadístico que les permitiría a sus integrantes ganar en el casino el dinero suficiente como para comprar y hacerse llevar, cada uno, a su casa, la edición completa de la Enciclopedia Británica. El Grupo había calculado con exactitud el momento en que cada uno de los fletes llegaría a destino con la preciada enciclopedia, pero nunca llevó su teoría a la práctica.

Con su amigo el físico Jorge Pouzzo tenían un programa de televisión en el que pasaban capítulos de la serie Cosmos, de Carl Sagan, y debatían al aire los alcances de las teorías expuestas.
2001 fue el año en que publicó El arte del espectáculo, un magnífico libro de relatos breves, de diferentes épocas de su vida, que Cippolini lo impulsó a armar. 

Temperamental como un adolescente, sabio como un viejo, muy simpático y malhumorado, de modos aristocráticos, Jorge Di Paola murió el 23 de abril de 2007, a los 66 años de edad. 

Al cumplirse el tercer aniversario de su deceso, sus amigos se encontraron en el cementerio parque El Paraíso, donde le colocaron una lápida con la forma de una teja tallada en mármol blanco, diseñada por Cristian Segura. Es la misma teja con que se abre Minga!; desprendida y llevada por el viento, decapita a uno de los personajes y marca a fuego la dinámica de lo imprevisto que recorre toda la obra de Dipi.

sábado, 4 de marzo de 2017

SERIE del RECIENVENIDO - de Ricardo Piglia


Ricardo Piglia dirigió entre 2012 y 2015, la Serie del Recienvenido en la editorial Fondo de Cultura Económica. Con estos libros Piglia realizó una declaración de principios: " Hoy en día los libros envejecen rápido y a los seis meses parece que ya se hubieran perdido en el pasado. Tenemos un déficit terrible en cuanto a los libros publicados en los años 60 o 70, que parece que fueran libros del siglo XVIII, y la colección surge para remediar un poco esa cuestión y poner esos libros otra vez en circulación”, afirma el escritor. “Por eso el título, que un poco viene de Macedonio, pero que también quiere decir que los buenos libros son siempre recienvenidos. Además todos los que se han publicado son libros que me gustan a mí”, reconoce Piglia; quien no sólo ha seleccionado las obras, sino que las ha prologado.

Este conjunto de obras me parece espléndido y el criterio de huir de modas y buscar el fruto verdadero es compartido plenamente por este blog. Ya degusté El mal menor de Feiling y tengo esperando en mi estantería los cuentos de Martínez Estrada, Soares, Briante y Basualdo; sin olvidar esa seductora joya que promete ser La muerte baja en el ascensor
La serie propone al lector "grandes obras de la literatura argentina de las últimas décadas del siglo XX (...) elegidos de acuerdo a la presencia -y la actualidad- que estas obras tienen en la literatura del presente. En un sentido estos libros han anticipado -o promovido- temas y formas que tienen un lugar destacado en la narrativa contemporánea. Siempre recién venidos, los títulos de la colección están en diálogo y en sincronía con las propuestas más novedosas de la literatura actual."


CUENTOS COMPLETOS
Ezequiel Martínez Estrada
"Imagino que la extraordinaria calidad de estos cuentos es lo que explica su lugar secundario —y casi invisible— en la narrativa argentina actual. Son demasiado buenos y por eso no encuentran su lugar. Historias de un pesimismo puro, tienen un aire trágico que las aleja de la poética lúdica y exhibicionista que domina nuestra literatura desde Borges y Cortázar.
En medio de estos relatos, a la vez realistas y desmesurados, brilla un humor cáustico, un sarcasmo que fortalece su efecto perturbador. Quizás el hecho de no percibir el elemento cómico que hay en la tragedia fue lo que afectó la recepción de estos cuentos, cuyo humor destructivo y siniestro, nunca explicitado, es un fuego fatuo, una luz mala en el campo, que ilumina al lector y le promete la inminencia de una revelación. Sus epifanías negativas titilan debajo de la densa materia narrativa y hacen de sus cuentos pequeñas obras maestras líricas e inolvidables."
Del prólogo de Ricardo Piglia
VUDÚ URBANO
Edgardo Cozarinsky
"Hay libros que son siempre contemporáneos. Están adelante de las convenciones literarias establecidas y son siempre nuevos, no porque busquen la novedad, sino porque nos asombra su capacidad premonitoria. Vudú urbano es uno de esos libros. Escrito con un lenguaje a la vez lírico y conceptual, el montaje es su procedimiento básico. Los cortes, las interrupciones, los contrastes producen un efecto de inminencia, como si el libro fuera al mismo tiempo breve e interminable.
El autor ha definido sus fragmentos como tarjetas postales. Y lo son, en más de un sentido, porque transmiten la emoción que produce la lejanía. Cozarinsky escribe del lado blanco de la postal y su escritura comenta lo que vemos, y transmite la sensación de urgencia y de nostalgia que acompaña los mensajes que parecen llegar del pasado o de un lugar que no existe.”
Del prólogo de Ricardo Piglia
RÍO DE LAS CONGOJAS
Libertad Demitrópulos
"En la literatura, se sabe, el efecto de verdad depende del lenguaje. El estilo y las formas de enunciación de un relato definen mejor que nada la realidad de una trama que intenta reconstruir el pasado. El libro de Libertad Demitrópulos hace de la música verbal la clave de la historia, los narradores circulan y se intercambian y van construyendo una trama compleja y abierta. 
La heroína de la novela, la mestiza María Muratore, casada con Blas y amante de Garay, viaja con la expedición que va a refundar Buenos Aires. En ese itinerario, se disfraza de hombre, une el amor con la guerra y vive múltiples aventuras contadas con la rapidez y la vehemencia irónica de la mejor literatura picaresca. 
Narrada con una prosa de gran intensidad, Río de las congojas revisa las tradiciones y las leyendas de nuestra ficción del origen."
Del prólogo de Ricardo Piglia
¡CAVERNÍCOLAS!
Héctor Libertella
"¡Cavernícolas! es uno de los grandes libros de Héctor Libertella, quizás el mejor, pienso a veces. En su obra anterior, Nueva escritura en Latinoamérica, de 1977, Libertella se refería a los cavernícolas como aquellos escritores (o "excritores", como le gustaba decir de sí mismo) que custodian, en las cuevas y tolderías literarias del presente, la remota tradición de lo nuevo. 
¡Cavernícolas! entreteje fantasías, leyendas e historias verdaderas, y está escrito con sarcástica sabiduría narrativa, en una prosa elaborada y jovial. 
Como Borges o Calvino, Libertella es un escritor conceptual; no distingue crítica y ficción, escribe para pensar, entrevera lo que sabe con lo que sueña y postula una intensa poética de la literatura."
Del prólogo de Ricardo Piglia.
LA MUERTE BAJA EN EL ASCENSOR
María Angélica Bosco
"Una mujer desciende a la madrugada en el ascensor iluminado de un exclusivo edificio de la calle Santa Fe. Es joven, es bella y está muerta. Sobre esa imagen gira una de las mejores novelas policiales escritas en Argentina. Convertida en literatura mundial, en el siglo XXI la novela policial ha puesto en cuestión el predominio del thriller a la norteamericana y ha flexibilizado sus procedimientos siguiendo la ruta de los temores sociales. La muerte baja en el ascensor se liga a ese nuevo espacio de lectura del género; afirma los clásicos presupuestos del relato de investigación y a la vez los renueva y los modifica.
Perversa novela de costumbres, La muerte baja en el ascensor confirma que la literatura policial es la que mejor realiza la primordial —y despiadada— presunción de Homero: los dioses han enviado las desgracias a los mortales para que puedan contarlas."
Del prólogo de Ricardo Piglia
GENTE QUE BAILA
Norberto Soares
Como también señala Piglia, los siete relatos de Gente que baila se empeñan en el desarrollo de la biografía de sus personajes más que en la narración de sus peripecias. Y esos personajes son, fundamentalmente, mujeres.
Podríamos agregar que estas historias, escritas con elegancia y destreza, y pobladas de inmigrantes, traficantes, estafadores y asesinos, tienen como marco de fondo una Buenos Aires reconocible y extraña a la vez. Que el peronismo y las reacciones suscitadas por ese movimiento se filtran en las hendijas de cada uno de ellos, de maneras diversas. Que el efecto es más contundente cuando los ambientes tétricos y oscuros de Soares tienden a la parodia ("Una historia de amor", "Casete") y no al drama ("Clausen"). Y sobre todo que "Luna Cassorla, naranjo en flor", el relato de cuarenta páginas que cierra el libro, condensa desde la literatura uno de los núcleos más incómodos de la vida política argentina: el entramado de dinero sucio, funcionarios corruptos y fuerzas represivas desde el cual se construye poder y se gobierna en vastas zonas de la provincia de Buenos Aires. Quien quiera comprender la afirmación acerca de la profunda verdad que toda buena ficción puede contener no tiene más que leer atentamente este relato.   Extractos tomados del artículo de Maximiliano Tomas en LaNación

LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL DE LA SEÑORITA SONIA
Susana Constante
"La señorita Sonia se entusiasma en la semioscuridad del compartimento de un tren de larga distancia con el espléndido capitán de húsares que la conduce (¿la conduce?) a los placeres del diálogo filosófico y de la perversión. Como en otras novelas escritas por mujeres, el eco de Sherezade está siempre presente y quien narra la historia tiene el lugar decisivo: ajena a las precauciones restrictivas de la literatura moderna, la narradora analiza las pasiones, sabe todo sobre todos y se desplaza con malicia por la superficie del relato; exterior a la trama, la ilumina con su intrigante ironía. Sería exagerado decir que esta novela inaugura la literatura erótica en Argentina; en realidad sólo actualiza entre nosotros una narrativa que hace de la sabiduría y el goce de la mujer su tema central."
Del prólogo de Ricardo Piglia
HOMBRE EN LA ORILLA
Miguel Briante
"Conocí los relatos de Hombre en la orilla mientras Briante los estaba escribiendo. El libro incluye tres extensos relatos y una nouvelle que reconstruyen la vida de un pueblo de la provincia de Buenos Aires; cada relato es autónomo, pero cada uno de ellos modifica o complementa una historia anterior. El joven que llega al pueblo después de varios meses de ausencia en dos de los mejores cuentos del volumen puede ser visto como el cronista secreto que instaura la leyenda y la mitología del lugar. La presencia desviada y elíptica de alguien que es y no es de ahí –que recibe y soporta el rumor malicioso y los dichos hostiles que forman parte de su vida– define el aire altivo y la trama letárgica del libro. La ira, el odio y el rencor subyacen como una maldición bajo el estilo sosegado y elegante de Hombre en la orilla. Difícil encontrar en nuestra literatura la furia corrosiva y la calidad de estas historias inolvidables."
Del prólogo de Ricardo Piglia
MINGA!
Jorge Di Paola
"Minga! es una novela romántica, la novela del amor inconstante, una elegía al canto seductor de las sirenas y un relato sobre la fascinación de las mujeres. El que intercede en esos idilios, el tercero en esta trama de equívocos y pasiones rápidas, es el que narra la historia, que está siempre presente aunque es invisible.
Si el arte narrativo consiste en vincular una historia a un narrador, esta novela es un ejemplo magistral de ese vínculo. En Minga! la conexión está tematizada y abarca las actitudes posibles que puede adoptar un narrador frente a una intriga. Aquí, el novelista analiza, razona, delira, se asombra, intercede, se asusta, y una de las magias del libro reside en sus comentarios, sus deslices y sus cambios de registro.
En Minga! la escritura –o el estilo si se prefiere– es una condensación tan clara del estado de gracia y de la destreza narrativa de su autor que al leerla nos convencemos de que una novela tendría que ser siempre así: rápida, divertida, inventiva, lúcida, luminosa."
Del prólogo de Ricardo Piglia
EL MAL MENOR
C. E. Feiling
"El relato de terror es quizá la forma más devaluada y más activa de la cultura actual. La dificultad de fijar con claridad sus límites es una prueba de que no ha sido aún legitimada por la crítica académica.
Frente a la lógica del género, Feiling toma una decisión muy sagaz: en su novela el terror es del orden de los personajes y no incumbe a los efectos de la narración. El mal menor no es un relato de terror sino un relato sobre el terror. Algunos protagonistas inolvidables de la novela son los que se mueven en un mundo aterrador y ven lo que otros no ven, y sufren las consecuencias de su sombría clarividencia.
Desde el momento de su aparición, El mal menor (como la historia de terror que narra) ha sido un acontecimiento inquietante en nuestra literatura pero también, desde entonces, con su gracia y su perturbador final, nunca ha dejado de fascinar y divertir a los lectores apasionados por las buenas historias."
Del prólogo de Ricardo Piglia
OLDSMOBILE 1962
Ana Basualdo
“Tendemos a recordar más los cuentos aislados que los libros de cuentos, pero cuando sucede lo contrario es que estamos ante un acontecimiento literario. Por ejemplo, en este volumen, ‘Palma’ es notable (uno de los mejores cuentos argentinos que he leído) y, sin embargo, Oldsmobile 1962 ha persistido en mi memoria con más nitidez que cualquiera de sus relatos individuales. Más allá de la diversidad de sus tramas, en sus cruces y sus relaciones implícitas, el libro construye un universo autónomo.

Si tuviera que arriesgar una hipótesis, diría que es el tratamiento de los objetos lo que produce el efecto de unidad en la colección. Hay algo del placer del coleccionista en los cuentos de este libro.
Dejo a los interesados lectores el encuentro de las otras magias de este libro venturoso y feliz.”
Del Prólogo de Ricardo Piglia
NANINA
Germán García
“Aquí lo que se narra es la épica de estar lejos de casa, perdido en el mundo; no hay rebeldía adolescente o inversión de valores, sino un escape hacia el lirismo, la sexualidad y la fantasía. En Nanina -como en El juguete rabioso- la literatura es la tabla de salvación: lo que se escribe, y el descubrimiento del poder del lenguaje, permiten desoír el oráculo familiar, las determinaciones sociales y el destino heredado. Esa aspiración a la fuga le da al libro una euforia narrativa que seguramente fue lo que percibieron los censores cuando lo prohibieron en 1968, a pocos meses de su publicación.
Frente al rigor impuesto por Borges, frente a la defensa estetizada del cuento de cinco mil palabras como forma pura, Nanina recordaba que había otros modos de hacer literatura y encontraba nuevos espacios para la experimentación y la aventura.”

Del prólogo de Ricardo Piglia
EN BREVE CÁRCEL
Sylvia Molloy
“Los relatos de abandono bien contados son una de las muchas formas de la seducción.” En breve cárcel es un relato sobre encuentros y desencuentros, pero sobre todo de abandonos.
Una mujer que espera a otra mujer con la que alguna vez tuvo una relación amorosa, decide escribir o, más bien, reconstruir una historia, su historia, a través de sus recuerdos para “evocarla tal como la añora”. Y también por venganza.
Sylvia Molloy, con particular ritmo, con somnolienta cadencia, logra convertir una situación sencilla en literatura inabarcable, como una novela de aventuras. Arrastra locuras. Arrastra violencias. Arrastra dolores físicos y enfermedades.

"La novela de Sylvia Molloy, sabiamente narrada en presente y en tercera persona, produce un efecto de intimidad que es único y es inolvidable. La historia se construye desde tan cerca que nos da la sensación de estar espiando una escena prohibida, y el efecto de verdad -la certeza de que la historia es cierta y ha sucedido tal cual se cuenta- es tan nítido que leemos En breve cárcel como si fuera una autobiografía. 
La novela se instala en el presente porque el presente es el tiempo de la pasión, y trata de no salir del cuarto donde se espera -o se desea- que vuelva a suceder lo que ya ha sucedido. 
Conozco pocas novelas que hayan narrado con tanta intensidad y belleza la historia de una pasión."
Del prólogo de Ricardo Piglia

miércoles, 1 de marzo de 2017

RIVER - de Abi Morgan


Originalísima en su tono (profundamente dramático siendo un policial) tanto como en la concepción de su protagonista, RIVER se apunta el tanto de ser una serie excelente.

John River (un Stellan Skarsgård extraordinario) es inspector de homicidios en Londres y también un ser atormentado y un tanto psicótico; aunque nunca le han diagnosticado. Tiene fama de hablar solo. Los demás no lo saben, pero habla con sus alucinaciones; personas implicadas en sus casos y hasta un asesino de la época victoriana,  Thomas Cream "El Envenenador de Lambert", cuya biografía lee desde hace meses.

Cuando empieza esta introspectiva serie, acaban de asesinar a su compañera Stevie (Nikola Walker). Ella le ayudaba a controlarse. Ahora le falta; pero suele presentarse en el coche, en el ascensor o por los pasillos. Le acompaña y charlan. River está obsesionado con descubrir a su asesino. La serie es oscura y realista. Resulta conmovedor acompañar a River en su dificilísimo equilibrio mental.

En el primer capítulo una joven ha desaparecido. Su novio reconoce que la ha matado, pero no quiere decir cómo, ni dónde está el cadáver. La chica se le aparece a River en su apartamento. Charlan. En otro episodio un electricista ha tenido un accidente mortal; pero River descubre que se trata de un asesinato. También aparece la corrupción judicial y la jungla donde sobrevive la inmigración ilegal. A pesar de que cada capítulo contiene la resolución de un caso, el que importa es el de largo alcance, ¿quién asesinó a Stevie? ¿Y por qué?.

Los seis capítulos de la miniserie se pueden ver como una emocionante película sobre este policía al que visitan los muertos de sus casos. Pero son sobretodo su compañera Stevie y el envenenador Thomas Cream (Eddie Marsan) quienes se erigen en poderosos antagonistas. La presencia de Stevie le ofrece equilibrio y alegría (su rostro atormentado sólo sonríe con sus comentarios). Mientras el asesino Thomas Cream representa su insconsciente, la parte más oscura de River. Sus enfrentamientos son descarnados y a golpes: "¡Mentira!" le suele gritar y otras reflexiones morales del tipo "la grandeza de una nación y su progreso pueden ser juzgados por la manera en que trata a sus locos", parafraseando a Ghandi. Él comprende que no son ellos mismos sino imágenes que proyecta su mente. En sus diálogos afloran emociones y sentimientos escondidos; pero también observaciones relevantes para el caso. 
Eddie Marsan en River

La acción se centra en los procedimientos policiales para resolver asesinatos; pero en sus imágenes  afloran con fuerza admirable el drama de la duda y la vulnerabilidad, el sentimiento de culpa y un insondable dolor. Más que cualquier asesinato, River es quien está bajo escrutinio; nuestro, de su jefe y de la psiquiatra del cuerpo, que le evalúa mientras camina por el borde del precipicio. 

Resulta curioso que para conseguir hondura y veracidad, la serie no necesite ni un sólo disparo. Sólo el que asesina a Stevie. El resto es visitar los callejones oscuros del alma humana y de esta sociedad envilecida. River vive rodeado por una soledad enorme. Stevie era como una bandera contra el desamparo y la locura. A pesar de ello, River tiene la entereza de escuchar y comprender a los que le rodean -vivos o muertos-. Como él, como su jefa, la capitán Chrissie Read (Lesley Manville) .....todos están heridos y atemorizados. También Stevie. Un día River descubre que su compañera tenía un segundo teléfono, que él desconocía. Por esa puerta podrá acceder a otra Stevie, con secretos bien guardados; y sobre todo, a su marginal familia del East End. 
River con su nuevo compañero interpretado por Adeel Akhtar

La presentación de todos los personajes, hasta el más pequeño, es tan convincente, que ninguna investigación requiere de la típica exposición-rollo. Todo se deriva de las circunstancias y características psicológicas que River va colocando sobre la mesa y la guionista deja que se expresen.

Las últimas palabras que Stevie le dirige a River son: "Púdrete, Mr. Magoo". Su nuevo compañero tendrá que explicarle quién es Mr. Magoo, un personaje de dibujos animados, cegato perdido por no querer usar gafas. Como John River.



La secuencia final de la serie repite la inicial. Los dos protagonistas cantando a todo trapo I love to love (But My Baby Loves To Dance) de Tina Charles. Pero entre las dos hay una diferencia enorme en tanto que River ya conoce la amarga verdad. El patetismo que rezuma ese baile con Stevie en medio de la calle, logró ponerme un nudo en la garganta. 

Lo primero que encuentra River no es el segundo teléfono de Stevie; sino la galletita de la suerte que le tocó en el restaurante, donde cenaron antes de que la disparasen a quemarropa. Es el primer objeto que River pincha en el panel donde visualizará la investigación. Dice: "No vayas a donde te lleve el camino, ve por donde no hay camino y créalo".
Esto es River.