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domingo, 1 de marzo de 2020

The GENTLEMEN - de Guy Ritchie

U.K. 2020

Guy Ritichie está de vuelta.
De vuelta a su mundo más querido, ese Londres donde se cruzan mil historias de negocios sucios y personajes estrafalarios. 
Y de vuelta en esto de hacer cine. Ahí está el formato que ha elegido: contarnos la historia de Mickey Pearson a través del relato que hace el investigador de un periódico amarillista como si fuera el guión de una película. Durante todo el metraje se lo está contando a Raymond (Charlie Hunnam), mano derecha de Pearson, con todo lo que esto tiene de juego temporal y de puntos de vista.

El hecho es que Mickey Pearson (Matthew McConaughey) es el rey de la maría en Londres, pero quiere retirarse y disfrutar de sus ganancias. Está negociando la venta de su sistema de producción y distribución con otro capo de la city, Matthew Berger (Jeremy Strong) y el precio del negocio son 400 millones de nada. Este simple movimiento provocará todo un terremoto en los bajos fondos de la ciudad, agitando mafias y bandas.

Por un lado el joven Dry Eye (Henry Golding) ve la oportunidad de dar un golpe en la mesa, hacerse con el negocio y sustituir a la vieja guardia de la mafia china. Por otro lado un mafioso ruso ha perdido a su hijo en un asunto de Pearson y clama venganza; y finalmente un grupo de maleantes youtubers, autodenominados Los Criajos, se cruzan por en medio robando una de las granjas de producción de Pearson. Todo un cúmulo de personajes y situaciones que Ritchie maneja con solvencia, giros sorprendentes y mucho humor negro.

La colección de personajes bizarros es amplia. Fletcher (Hugh Grant), el investigador de un periódico sensacionalista, es un tipo listo, dicharachero y buscavidas que antes de entregar el expediente a su periódico quiere sacar tajada. Lo sé todo, he documentado todos vuestros trapicheos, pero si me soltáis 20 millones del ala doy carpetazo al asunto y punto. Él será el narrador que irá poniendo sobre la mesa las escenas que compondrán el puzzle. Y nada mejor que un puzzle de situaciones cruzadas y personajes estrambóticos para que el estilo de Ritchie brille con todo su fulgor. Aquí una charla entre dos capos sonrientes que esconde un volcán en erupción; allí el asalto de los Criajos con la música y el ritmo de un videoclip recién subido a Youtube, o aquí una escena de máxima tensión con la mujer de Pearson empuñando una Derringer de 2 balas para enfrentarse a 3 mafiosos. Hummm.

Todo ello sin que falten diálogos ácidos con amenazas soterradas o intercambios gamberros que ironizan sobre lo políticamente correcto; como el que tienen dos pupilos de Coach en su gimnasio:
-¿Quieres subir al ring de una puta vez, negro cabrón?
-Me ha llamado negro cabrón, Coach.
-Pues yo creo que no se equivoca, eres negro y eres un cabrón.
-Ya. Pero yo no le llamo calorro hijodeputa, por muy gitano que sea.

Por su parte Mickey Pearson es un elegante pero muy duro contrincante. De origen norteamericano y modales barnizados por sus años de Universidad en Oxford, tiene muy bien calados a los niños pijos y a sus papás con título de relumbrón pero cuenta corriente escuálida. El tío tiene muy claro eso de que para ser el rey de la selva no sólo debes actuar como si fueses el rey, sino tienes que serlo. Lo cual significa ejercer el poder y estar siempre un paso por delante de todos.

También Charlie Hunnam hace de consiliere estupendamente; y Henry Golding representa con brío a ese joven Dry Eye con demasiadas prisas; pero mi trío favorito lo componen, aparte del locuaz Fletcher, el Coach con figura de Colin Farrell, gerente del gimansio que frecuentan Los Criajos. Un tío duro y seco como el pedernal, pero de una moralidad intachable. A pesar de tener un papel secundario en la trama, resulta trascendental para la misma  y, además, es el más ritchiano de todos los personajes.

El tercer vértice es Rosalind (Michelle Dockery), la sofisticada mujer de Pearson, toda una domintrix en ciernes. Ella es la mejor cómplice de su marido y un personaje que hubiera pedido un mayor desarrollo. Inteligente, hermosa e implacable, no sé qué da más vértigo, si sus rugientes coches deportivos (tiene un taller de altísima gama llevado por mujeres) o sus altísimos y afilados tacones.

Hay mucho de cine dentro del cine en la película aprovechando que todo está contado por Fletcher. Claqueta por favor, pide para ponernos en situación. Película de celuloide, también pide, "que se vea el grano". Os he seguido a todos, os he fotografiado, os he grabado como en La Conversación de Coppola... El tío le planta a Raymond, encima de la mesa, los folios de un guión titulado "Hierba", e incluso llega a presentárselo a uno de los jefazos de Miramax, que coincide que es la productora del film.¡⟳!

Tras unos años hollywoodienses con Sherlock Holmes, Operación U.N.C.L.E. o Aladdin; con este nuevo trabajo Ritchie vuelve a la estela de sus brillantes inicios, Lock, stock and two smoking barrels (1998), Snactch, Cerdos y diamantes (2000) y RockNRolla (2008); películas trufadas de gánsteres de todo pelaje, buscavidas varios e historias cruzadas que repercuten unas en otras como una pequeña teoría del caos. Todo ello sin que falte un corrosivo humor negro y una violencia muy de videoclip.

En este volvemos a encontrar un gran ritmo, giros sorprendentes y diálogos irónicos cuando no cínicos, para una historia enrevesada que mantiene el interés en todo lo alto. 

sábado, 2 de enero de 2016

La ENTREGA - de Michael Roskam

Me gusta mucho este tipo de cine negro donde la historia y los personajes se maceran a ritmo lento. En muchas ocasiones llegan aureolados por el fatum, pero aquí no es el caso. La película se basa en un relato de Dennis Lehane y eso se nota en un guión que se desarrolla tan pausado como milimétrico: vemos cómo van cayendo los granos de pólvora en el cartucho hasta el estallido final. 

También se nota en la elección del espacio. Lehane, nacido en Boston, suele retratar el lado más perverso de esa aristocrática ciudad. Allí transcurren tanto este relato como las novelas Adiós, pequeña, adiós, Mystic River y Cualquier otro día (que se desarrolla durante los conflictos desencadenados a raíz de la huelga de la Policía en Boston en 1919). Más que a la propia ciudad, Lehane suele acotar sus historias a un barrio, cuyas aceras, bares y supermercados nos hace visitar en su (aparente) beatífica cotidianidad. La adaptación al cine que Ben Affleck hizo de Adiós, pequeña, adiós, incluía un amargo prólogo con personas comunes fumando en sus porches, charlando despreocupadas o volviendo de hacer la compra, mientras una voz en off nos avisaba sobre los lobos escondidos: "cómo se puede ir al cielo viviendo en este barrio sin morir en el intento (...): sois ovejas entre lobos, sed sagaces como serpientes e ingenuos como palomas".

En el barrio de Boston que se retrata aquí el fracaso se ha instalado en cada esquina. Sólo cuenta sobrevivir. En la cinta que nos ocupa Roskam plantea un estudio de personajes (del mismo modo que hizo en su estupendo debut, Bullhead)  que se desenvuelven en un thriller sordo y violento. Bob (Tom Hardy) es camarero en el bar de su primo Mark (James Gandolfini). En tiempos dirigieron sus propios chanchullos, pero ahora son asalariados de un grupo checheno que se ha hecho con el territorio. El bar es un centro de recaudación de dinero negro, un bar-caja, y, aunque Bob es un tipo muy tranquilo, sin darse cuenta se verá inmerso en un asunto violento. 


Bob acude todos los días a misa, pero nunca comulga. Es callado, solitario y huye de los problemas.  Un día encuentra un cachorro en la basura y a través de él entra en contacto con una chica magullada por la vida (Naomi Rapace). Su primo Mark no se conforma y busca un golpe con que resarcirse. "No estarás llevando a cabo otra acción desesperada, ¿verdad?"), le espeta Bob. Más adelante éste le responderá: "Te diré una cosa. Ya estamos muertos, sólo que podemos andar."

El ritmo lento hurga en unas vidas vacías y laceradas. Todo es sordo, soterrado; como las amenazas, como el pasado, como el dinero que fluye encubierto por la barra del bar.

Sobre toda la historia se cierne el asesinato de Ritchie Wiland, un perdedor que debía dinero a Mark. El exnovio de la chica es otro prenda que acaba de salir del psiquiátrico y se vanagloria de ser quién se cargó a Ritchie: todas las vidas están marcadas por la abyección.

Se trata de un cine negro amargo y gélido, al estilo de Fargo (Coen Bros.) o la más reciente Drive (Nicholas Winding Refn). No hay mafiosos con talante de emprendedores, ni rebeldes jovenzuelos. Son gente común y corriente que chapotea en un cenagal. La policía se queja de los recortes en el presupuesto para no hacer nada respecto a los trapicheos. La iglesia a la que acude diariamente Bob va a ser vendida a una inmobiliaria para construir en su lugar apartamentos. Todo es mezquino.


Un perro (pitbull) abandonado en la basura une a un antihéroe y a una antifemme fatale; dos seres arrasados  por una vida envilecida. Personajes derrotados que ya solo esperan ver pasar la vida: "yo simplemente atiendo la barra y espero". Le comenta Bob a la chica. 

Tom Hardy interpreta, con una contención exquisita, a este "pasmado" (como le llama Mark), aunque firme y letal cuando decide estallar. Con Gandolfini forman una pareja capaces de transmitir todo con un simple par de gestos y una mirada. Naomi Rapace brilla interpretando a un personaje magullado, muy semejante al que interpretó en otro thriller también seco pero más estruendoso, La venganza del hombre muerto

Finalmente, el retrato es de la soledad, tal y como concluye este barman ensimismado: "Yo creo que parece que el diablo no exista. Dios te dice, no. No puedes entrar. Tienes que irte lejos de aquí y tienes que estar sólo. Estar sólo para siempre."

viernes, 30 de octubre de 2015

Black Mass - de Scott Cooper



La realidad puede ser un veneno para la ficción. Las historias basadas en hechos reales suelen incorporar un corsé que las impide bailar.

Creo que este es uno de los problemas de esta película. Ha retratado la época y los personajes, pero no vemos la época ni conocemos a los personajes. Todo está en su sitio, pero sin personalidad. La acción transcurre plana y Johnny Depp luce acartonado. Queriendo parecerse tanto a la realidad reproduciendo escenas y fotografías del verdadero James "Whitey" Bulger (que podremos ver al final de la película); se han olvidado de insuflar vida a las imágenes.

James Bulger es un joven irlandés del barrio de Winter Hill en Boston. No es más que un pequeño matón del "Southy" en una ciudad dominada por la Mafia; pero un amigo de la infancia entra en el FBI. Ambos se aliarán para deshacerse de los italianos y dominar Boston. Además, como buen irlandés, colabora con el IRA enviándoles barcos con cargamentos de armas.

Lastimosamente todo el potencial de esta historia está dilapidado. El barrio con sus vínculos sólo aparece en una insignificante escena donde "Whitey" ayuda a una anciana. El hermano llega a ser un poderoso senador, pero el pobre Benedict Cumberbacht que lo interpreta, apenas tiene un par de escenas  donde aparece como un florero. Esta insólita relación, donde un hermano domina los bajos fondos mientras el otro es un alto cargo político, está por completo desaprovechada y fuera de plano. 
Del mismo modo, la personalidad del agente John Connolly (Joel Edgerton), que confunde sus lealtades y alberga una gran complejidad y doblez, no está plenamente desarrollada.

La trama recuerda claramente a Infiltrados, de Martin Scorsese. Allí también un capo irlandés interpretado por Jack Nicholson era confidente del FBI, mientras tenía infiltrado a uno de sus hombres (Matt Damon) como agente especial. Pero de la pasión y el frenesí de aquella no queda nada en esta rutinaria propuesta.

De todos modos la película se puede ver. No está mal la recreación de finales de los 70  y las escenas de asesinatos tienen fuerza.

Lo mejor está en dos secuencias. Una ocurre mientras Whitey cena con los dos agentes del FBI que le apoyan. Él sonsaca a uno de ellos el secreto de una receta familiar y ante esto, le hace notar con qué facilidad se lo ha arrancado: "eso me hace pensar que en cuanto tengas oportunidad hablarás de mí". El silencio se masca, la amenaza se cierne. Notable.
La otra escena tiene un alcance moral y se refiere a una pelea escolar en la que ha intervenido su hijo: "No ha estado mal que le pegases un puñetazo a ese hijo de puta, lo que ha estado mal es que te hayan visto".






P.D.
Scoot Cooper, ex-actor metido en lides de director, tiene la habilidad de contar con grandes actores en sus proyectos. Aquí no logran levantarlo. Jeff Bridges en cambio, sí logró una interpretación memorable -con Oscar incluido- en Corazón Rebelde, (Crazy Heart, 2009), película que supuso la presentación de este director tan correcto como anodino.

La historia de James Bulger esta exhaustivamente documentada en un libro aparecido en 2001, obra de los periodistas del The Boston Globe, Gerard O´Neill y Dick Lehr. 

domingo, 24 de marzo de 2013

El hombre sin pasado

-The Man from Nowhere-
de Lee Jeong-beom





Taquillazo en Corea desde su estreno en 2010, en España hemos tenido que esperar a 2012 para verla. Se trata de un thriller narrado con gran potencia visual en la senda de las venganzas. "Ajeossi" es el título original, el  "vecino corriente" que se ve implicado para proteger a una niña. 

Tae-shik es un vecino silencioso y taciturno que regenta una pequeña oficina de empeños. La niña se pasa el día sola esperando a su madre que trabaja de bailarina en un local de la mafia. Una noche roba un alijo de droga en los camerinos y lo esconde camuflado como un empeño. La brutal reacción de los secuaces es secuestrar a madre e hija y buscarle las cosquillas al vecino; pero no saben que éste, se esconde de un pasado turbio como espía militar que le llevó a perder a su mujer embarazada. La banda le conmina a realizar una entrega a un capo, si quiere recuperar a sus vecinas.

La película tiene dos partes marcadas por un ritmo bien distinto. En la primera vemos su relación con la niña. Ambos están solos y desamparados. Él encerrado en sus remordimientos, la pequeña abandonada en la calle hasta que llegue su madre. En un arranque de sinceridad le cuenta cómo su madre le llama "basura".
Esta parte es más lenta, pero resulta deliciosa por la gran interpretación de la niña (Kim Sae-ron)  que aúna desparpajo y  patetismo.

Cuando Tae-shik hace la entrega cae en una trampa y tanto él como el capo son detenidos por la policía. A punto de huir descubre el cadáver de la madre, sin ojos y sin vísceras. Ya no es un simple asunto de drogas, sino de tráfico de órganos y sabe que la niña sólo tiene una pequeña posibilidad de salvarse. 

A partir de ahí la segunda parte es ya un thriller potentísimo que se desarrolla en varios frentes. Después de huir de comisaría, Tae-shik es perseguido por la policía mientras él persigue a la banda que mantiene secuestrada a la niña.

El film es muy estilizado en su puesta en escena. Los personajes hablan a través de sus silencios y sus miradas. El director sabe colocar planos muy significativos en la narración: Cuando va a iniciar la persecución, Tae-shik se rasura su larga melena, vuelve a ser un cazador vengativo y justiciero. Las uñas pintadas de una compañera de So-mi delata el destino de los niños después de servir como "hormigas" (transportar la droga o desvalijar cajeros con tarjetas robadas).
La acción fuera de plano es otra de las señas de calidad de esta cinta. En el primer ataque que recibe Tae-shik en su tienda, un gigantón se abalanza hacia él. En ese momento la cámara se sitúa en la calle y segundos después vemos un gran impacto desde dentro de la ventana. En otra secuencia Tae-shik se encuentra esposado en comisaría. Al ofrecersele comida alega que es zurdo y el agente se agacha para abrirle las esposas. Ahí se cierra el plano.

Los recuerdos del hombre y su relación con la niña dotan a la película de un lirismo que contrasta enormemente con la acción y la violencia de algunas secuencias. Asimismo es notable la admiración que el lugarteniente de la banda profesa hacia Tae-shik. La brutal pelea que mantienen ambos en el w.c. de una discoteca se salda en tablas y quedan citados para el duelo final.

A este duelo acude el "ajeossi"  solo, dispuesto a encontrar a la niña en la misma boca del lobo. El lugarteniente no dispara mientras Tae-shik se desembaraza de los numerosos secuaces. El duelo final entre ambos es eléctrico. A cuchillo y sin música.

Las fantásticas escenas de acción son una de las cosas que más ha cuidado el director. Según ha declarado,  buscaba algo nuevo: "Excluimos las patadas extravagantes, los movimientos circulares y cualquier otra cosa grandilocuente y fuimos directamente a por los movimientos simples y directos. Quería que la secuencia fuera continua para que la banda pudiera moverse toda a la vez y Tae-Shik pudiera usar a sus oponentes para su propia ventaja defensiva".

La película también se beneficia de la estilizada presencia de Won Bin, un actor y modelo muy atractivo y de aspecto juvenil, que cambia el rumbo de sus anteriores trabajos (normalmente de hijo menor y con problemas como en My Brother, Lazos de Guerra o Mother), por un registro más oscuro, casi desesperado, que se desata para intentar salvar a su pequeña vecina.

Seguro que alguien se acordará al verla de León, el profesional (con Jean Reno y Natalie Portman) o de Gloria  (del gran John Cassavetes, con Gena Rowlands).

Y la nómina de thrillers pujantes y elocuentes procedente de Corea del Sur sigue creciendo....

miércoles, 6 de marzo de 2013

The yellow sea

de Na Hong-jin








Enorme y contundente película que nos cuenta la historia de un hombre común situado en la encrucijada de una guerra entre dos mafias. A pesar de su ambiciosa trama, la narración es agilísima y muy cinematográfica.

A través de la cinta conocemos que la etnia joseonjok vive en la región de Yanbian, entre Corea del Norte, China y Rusia. Son despreciados por todos y considerados unos maleantes. Gu-nam (Ha Jung-woo) es un pobre hombre que sobrevive como puede de taxista. Está agobiado por una deuda que contrajo por enviar a su mujer a Corea del Sur en busca de una vida mejor.
El mafioso Myun (Kim Yun-seok) se ofrece a cancelarle la deuda si va a Seúl y mata a un rival. Pero una vez allí otro grupo se le adelanta mientras él acaba siendo perseguido por todos.

A pesar de estar dividida en cuatro capítulos El taxista, El asesino, Joseonjok y El mar amarillo, se puede decir que tiene dos partes. Los dos primeros capítulos tienen un carácter más dramático, se nos presenta al protagonista, su etnia y el ambiente degradado en que viven; lo que facilita su conversión en asesino y su traslado a Corea del Sur en un barco ilegal. Su ritmo es minucioso y dinámico. Los dos últimos son ya un thriller portentoso, con algún bache de ritmo, y con unas explosiones de violencia de una ferocidad inusitada.

Aparte de una trama que alberga elementos sociales y de gángsters, la característica más importante de la película es una poderosa realización. La historia se cuenta en imágenes,  prácticamente sin diálogos. La puesta en escena y el montaje resultan por momentos modélicos. Con un puñado de planos apreciamos la desesperación de Gu-nam: mientras arriesga su escasas ganancias jugando al mahjong y en su cubil soñando con su esposa de la que no tiene noticias. 
El viaje desde China a Corea del Sur en un barco de emigrantes ilegales es sencillamente portentosa. Unos pocos fotogramas se suceden como si fuesen pinceladas para componer un fresco vigoroso. En la parte final, Myun entra herido en una nave repleta de enemigos, la cámara vigila desde fuera, cuando volvemos a entrar todo se ha decidido. Hay dos persecuciones que recuerdan lo mejor de Heat. La narración es puramente visual, absolutamente cinematográfica.


En la mejor tradición de las grandes películas sobre la violencia, también es un film lírico y trágico. Gu-nam es un hombre desesperado; se encuentra solo en una gran ciudad (fotografiada con la dureza del hormigón), perseguido por la policía, la mafia local y la que lo envió; pero su pensamiento se centra en buscar a su mujer.
A este antihéroe lo define muy bien Myun cuando lo contrata: "una persona con mal genio, pero que no es un memo; alguien que recibe muchas hostias pero no da lástima". Él endeudado, su mujer desaparecida, sus expectativas cercenadas... todas sus acciones aparecen patinadas por la fatalidad.


Incluso cuando parece librarse de la carnicería que le rodea, se empeña en averiguar el origen que desencadenó todo. Como los clásicos detectives del cine negro, deudor sólo de su propio código, perseverará hasta el final, hasta la primigenia miseria ante cuyo contraste la tragedia adquiere su verdadera dimensión. 

El director cuenta con los mismos protagonistas que en The Chaser, su trepidante tarjeta de presentación. Pero esto no significa que estemos ante una secuela; de hecho los protagonistas se intercambian los papeles de una a otra. Aquí Ha Jeong-woo viste el rictus sombrío de la desesperación, mientras que Kim Yun-seok cambia a un registro feroz y salvaje. En The Yellow sea las escenas de acción se integran con el drama social y personal; lo cual engrandece la película.

No me extraña que el cine norteamericano vuelva sus ojos hacia el coreano. Ya han adquirido los derechos de ambas películas. En aquellas latitudes hacen cine de forma fresca y desprejuiciada. Además, su caligrafía es incuestionable, como demuestran los ya conocidos Park Chan-wook o Kim Ki-duk, a los que hay que añadir este intensísimo Na Hong-jim y el espectacular y divertido Kim Ji-woon (Encontré al diablo, El bueno, el feo y el raro).

jueves, 14 de febrero de 2013

Gangster Squad

de Ruben Fleischer




Vistosa película con un lujoso diseño de producción y una estilización visual que la acerca al cómic  pero cuyo atropellado guión y falta de pulso en la dirección le impide elevar el vuelo. 

Mickey Cohen (Sean Penn) es un exboxeador que se está haciendo el dueño del cotarro en la ciudad de Los Ángeles. Jueces, políticos y policías comen de su mano y el que se atreve a chistarle no lo cuenta. Pero el jefe de policía (Nick Nolte) no se arruga y forma una "escuadra antigángster" que actúa en la clandestinidad con el ánimo de hundir los negocios de Cohen. 

El sargento O´Mara (Josh Brolin) es el encargado de reclutar al grupo de incorruptibles donde por supuesto hay un gafitas, un viejo policía, un guaperas, un agente de raza negra y uno mejicano, muy hábil con las armas. Un pastiche demasiado evidente de Los Intocables de Eliot Ness (Brian de Palma), aunque muy lejos de su calidad. Allí donde había personajes poderosamente trazados y el dramatismo propio de jugarse la vida, aquí deviene en simple juego de pim, pam, pum. 



El guión de Will Beall hace agua de mala manera. Las acciones surgen de la nada, los personajes no conocen la estrategia, simplemente actúan. No existe crescendo alguno, sino golpes sueltos. Hay una persecución de coches resultona y un tiroteo final satisfactorio pero tiene recaídas casi ridículas como el rescate de la cárcel de Burbank o la batalla final a puñetazos entre el policía y el mafioso. 

Sean Penn sobreactúa sin control y Josh Brolin es un buen secundario pero no da la talla como héroe trágico. Quizás el único que se salve de la quema sea Ryan Gosling que dota de carisma a su personaje, Jerry Wooters. Su relación con la chica de Cohen, Enma Stone, aporta un poquito de peligro, aunque no mucho (¿no os recuerda a la despampanante mujer de Roger Rabbit).  Otras subtramas como la familiar del jefe de la escuadra, o la de pillar al gángster casi por un tecnicismo son muy tenues. Asimismo la trampa que les tiende Mickey Cohen en Chinatown resulta casi cándida. 


Falta brío. Todo es muy light, inocuo. Con un gran presupuesto, unos hechos históricos de los que dejan huella (el libro original es de Paul Lieberman) y una buena colección de estrellas, se da por hecho que habrá una gran película;  pero le falta enjundia, coherencia y por supuesto halo trágico.

Ruben Fleischer fue el director de la descacharrante "Zombieland" rodada con buen pulso y un cierto desenfreno; pero a la hora de afrontar una de gánsters, parece un novato dubitativo que no sabe si rodar un cómic inundado de arquetipos o una tragedia de tipos duros que inopinadamente se encuentran en medio del fregado soltando frases grandilocuentes. Fleischer declaró que su intención era dejarnos una película de gángsters tan memorable,  como las que vienen jalonando la historia del cine desde El Padrino, Los Intocables, L.A. Confidential o Promesas del Este. No lo ha conseguido. La película se deja ver y punto.

martes, 22 de enero de 2013

Les Lyonnais

de Olivier Marchal






Muy apreciable película que nos presenta una historia de envergadura. Ahí es nada un relato en paralelo de la formación y ascenso de la banda de los lioneses, entreverado con el ocaso de su pareja de líderes ya viejos y cansados. 

Tiene ecos de El Padrino como se puede ver en la escena inicial que reúne a toda la banda y familia en una fiesta multitudinaria. Pero la verdad es que se queda en un terso policíaco, con muy buen ritmo y tono crepuscular, pero falto de aliento épico. 
No hurga en el drama personal más allá de lo que la acción conlleva.

Basado en las memorias de Edmond Vidal "Por un puñado de cerezas", el título alude a la primera detención, por un pequeño robo juvenil, de los dos amigos y líderes inseparables, Momon y Serge.


Amigos desde su época escolar, irán adentrándose en el mundo del hampa, hasta organizar su propia banda, Les Lyonnais, que campó a sus anchas en los años setenta.

La película toca aspectos como la relación de las bandas con la política, las torturas policiales, la lealtad y las mafias; con la pincelada del origen gitano de Momon.

Es un fresco sociológico y criminal que abarca 40 años.  Los dos amigos inseparables aprendieron "el oficio" integrados en una banda financiada por la extrema derecha francesa. "Nuestros amigos son los que impiden que la izquierda acceda al poder",les explican. Al intentar desvincularse, Mamon sufre un atentado. En respuesta asesinan a toda la banda y se ponen al frente de una nueva, Les Lyonnais.

El duro Gérard Lanvin compone un personaje hiératico, tipo rostro impenetrable. Le acompaña Tchery Karyo, más dúctil y atormentado. El primero es un gitano que desde la época escolar une su destino a Serge. En la actualidad llevan 15 años separados. Mamon adora a su familia, está alejado de atracos y asesinatos; pero Serge vuelve a irrumpir en su vida. Ha sido apresado. La lealtad inquebrantable llama a su puerta y determinará el desenlace. 


Tiene muy buena factura técnica, estupenda ambientación y un montaje sólido. Como buena película negra el pasado y las traiciones terminan aflorando. Los constantes flashbacks están perfectamente orquestados para poder seguir ambas tramas.

También de Olivier Marchal, Asuntos Pendientes (36, quai des Orfêvres)