miércoles, 27 de febrero de 2019

OCNOS - de Luis Cernuda















Ocnos es una ensoñación luminosa y transparente del territorio mítico de la infancia. Su nacimiento está íntimamente vinculado a la desoladora experiencia del destierro vivida por el poeta sevillano en las frías tierras escocesas. En una nota suya leemos: "Hacia 1940 y en Glasgow (Escocia), comenzó L.C. a componer Ocnos, obsesionado entonces con recuerdos de su niñez y primera juventud en Sevilla, que entonces, en comparación con la sordidez y fealdad de Escocia, le aparecían como merecedores de conmemoración escrita, y al mismo tiempo, quedaran así exorcizados. El librito creció (no mucho), y la búsqueda de un título ocupó al autor hasta hallar en Goethe mención de Ocnos, personaje mítico que trenza los juncos que han de servir de alimento a su asno. Halló en ello cierta ironía sarcástica agradable, se tome al asno como símbolo del tiempo que todo lo consume, o del público, igualmente inconsciente y destructor”.

Componente biográfico, pues, que el autor se propone evocar mediante el recuerdo teñido de un intenso sentimiento de nostalgia. De este modo el poeta mitifica el pasado a través del tratamiento literario. Según ha destacado Philip Silver, la infancia y la adolescencia sevillanas adquieren dimensiones míticas, edénicas, caracterizadas por la intemporalidad, la inocencia propia de la infancia, y el amor a la naturaleza.

Una característica fundamental de esta obra es que está compuesta por poemas en prosa. El propio Cernuda había reflexionado sobre esta forma poética en el ensayo "Bécquer y el poema en prosa español", fijando su origen en Francia: 
"Al mismo tiempo que algunos escritores, entre los cuales bastará con citar a Rousseau y Chateaubriand, escriben una prosa que en momentos determinados tiene virtudes poéticas, otros trabajan específicamente en la creación de una nueva forma literaria: la del poema en prosa. Garpard de la Nuit (1842), de Bertrand, representa la fase primera en la evolución del género; los Petits Poèmes en Prose (1866), de Baudelaire, la fase segunda; Les Illuminations (1886), de Rimbaud, la tercera, de riqueza inagotable aun en nuestro tiempo."

Juan Ramón Jiménez lo retoma en España cuando en 1914 publica Platero y yo, que muy pronto se convierte en un clásico. Posteriormente Vicente Aleixandre lo llevaría a la cumbre con Pasión de la tierra. Todo ello sin olvidar a uno de los más abundantes cultivadores en español, Azorín: Confesiones de un pequeño filósofo (1904), Castilla (1912), Pueblo (1930)  y otros. Juan Ramón Jiménez  ya proclamaba la necesidad de desnudar al verso, de mantener, antes que cualquier criterio de composición formal, su fidelidad a la comunicación poética que debe ser clara, pura y natural. Esto es lo que ofrece la prosa poética, un encuentro entre ideas que parecían antitéticas, la narración y la iluminación única de la impronta lírica.

En Ocnos la narración se convierte en legendaria toda vez que en los textos se obvian las fechas y nombres de lugares. Tampoco de personas andan sobradas las páginas. Mediante el procedimiento de la determinación elíptica, Luis Cernuda se refiere a la ciudad y a los rincones de su infancia e incluso a otros territorios de España sin nombrarlos expresamente, confiriéndoles un grado de ambigüedad propio de un universo literario creado. Octavio Paz llega a decir que lo que prevalece en Cernuda es la realidad literaria sobre la meramente biográfica: “siempre pensó que la realidad diaria adolece de irrealidad y que la verdadera realidad es la de la imaginación”.

Abriendo las breves y transparentes hojas de Ocnos encontramos su primer ofrecimiento:

LA POESÍA

En ocasiones, raramente, solía encenderse el salón al atardecer, y el sonido del piano llenaba la casa, acogiéndome cuando yo llegaba al pie de la escalera de mármol hueca y resonante, mientras el resplandor vago de la luz que se deslizaba allá arriba en la galería, me aparecía como un cuerpo impalpable, cálido y dorado, cuya alma fuese la música.
¿Era la música? ¿Era lo inusitado? Ambas sensaciones, la de la música y la de lo inusitado, se unían dejando en mí una huella que el tiempo no ha podido borrar. Entreví entonces la existencia de una realidad diferente de la percibida a diario, y ya oscuramente sentía cómo no bastaba a esa otra realidad el ser diferente, sino que algo alado y divino debía acompañarla y aureolarla, tal el nimbo trémulo que rodea un punto luminoso.
Así, en el sueño inconsciente del alma infantil, apareció ya el poder mágico que consuela de la vida, y desde entonces así lo veo flotar ante mis ojos: tal aquel resplandor vago que yo veía dibujarse en la oscuridad, sacudiendo con su ala palpitante las notas cristalinas y puras de la melodía.

La poesía es, pues, para Cernuda, algo inasible y misterioso, oculto casi a la realidad de los sentidos; algo que nos transporta fugazmente a un mundo deseado, verdadero, hecho a imagen y semejanza de nuestra imaginación, como quería, y creía -con religiosa fe poética-, otro gran lírico romántico: John Keats.

Por eso para Cernuda, más que cosa alguna, la virtud esencial de la palabra poética reside en su poder suscitador, en su potencia de encantamiento, en la mágica irisación que pone entre nuestros sentidos y la realidad a que alude y que nos permite adivinar: "Entreví entonces la existencia de una realidad diferente de la percibida a diario".

En el poema titulado Jardín Antiguo se nos confirma el vínculo entre el poeta y su territorio: "Hay destinos humanos ligados con un lugar o un paisaje".
Sorolla y su jardín
















   JARDÍN ANTIGUO 
   Se atravesaba primero un largo corredor oscuro. Al fondo, a través de un arco, aparecía la luz del jardín, una luz cuyo dorado resplandor tenía de verde las hojas y el agua de un estanque. Y ésta, al salir afuera, encerrada allá tras la baranda de hierro, brillaba como líquida esmeralda, densa, serena y misteriosa.
   Luego, estaba la escalera, junto a cuyos peldaños había dos altos magnolios, escondiendo entre sus ramas alguna estatua vieja a quien servía de pedestal una columna. Al pie de la escalera comenzaban las terrazas del jardín.
   Siguiendo los senderos de ladrillos rosáceos, a través de una cancela y unos escalones, se sucedían los patinillos solitarios, con mirtos y adelfas en torno de una fuente musgosa, y junto a la fuente el tronco de un ciprés cuya copa se hundía en el aire luminoso.
   En el silencio circundante, toda aquella hermosura se animaba con un latido recóndito, como si el corazón de las gentes desaparecidas que un día gozaron del jardín palpitara al acecho tras de las espesas ramas. El rumor inquieto del agua fingía como unos pasos que se alejaran.
   Era el cielo de un azul límpido y puro, glorioso de luz y de calor. Entre las copas de las palmeras, más allá de las azoteas y galerías blancas que coronaban el jardín, una torre gris y ocre se erguía esbelta como el cáliz de una flor.  

*** 

    Hay destinos humanos ligados con un lugar o con un paisaje. Allí en aquel jardín, sentado al borde de una fuente, soñaste un día la vida como embeleso inagotable. La amplitud del cielo te acuciaba a la acción; el alentar de las flores, las hojas y las aguas, a gozar sin remordimientos.
   Más tarde habrías de comprender que ni la acción ni el goce podrías vivirlos con la perfección que tenían en tus sueños al borde de la fuente. Y el día que comprendiste esa triste verdad, aunque estabas lejos y en tierra extraña, deseaste volver a aquel jardín y sentarte de nuevo al borde de la fuente, para soñar otra vez la juventud pasada.


Entre estos dos puntos se encuentra el camino que Cernuda recorre con Ocnos. La dimensión mítica del pasado y la mirada interior enraizada a un determinado paisaje. 
Según Leopoldo Panero en su artículo sobre Ocnos, la mirada interior es una expresión que se usa varias veces en el libro y que procede directamente de Wordsworth: "Su emoción privilegia casi constantemente aquellos sitios y parajes, donde el encanto, puro y solitario, de la naturaleza, se reveló un día a su alma. La figuras humanas de este breviario de añoranzas son escasas. El poeta parece huir de la sociedad de los hombres y refugiarse en la compañía de las cosas que ama. Desde ese punto de vista, Cernuda da la sensación de un solitario o de un desengañado absoluto. La fuerza interna que ha moldeado su destino y configurado su carácter suprime la ternura de su poesía. Y, sin embargo, ¡cuánta cordialidad, cuántas frustrada ternura, en el poema -para mi gusto uno de los mejores del libro- donde nos habla laceradamente de su viejo maestro de retórica!."


   EL MAESTRO 

   Lo fue mío en clase de retórica, y era bajo, rechoncho, con gafas idénticas a las que lleva Schubert en sus retratos, avanzando por los claustros a un paso corto y pausado, breviario en mano o descansada ésta en los bolsillos del manteo, el bonete derribado bien atrás sobre la cabeza grande, de pelo gris y fuerte. Casi siempre silencioso, o si emparejado con otro profesor acompasando la voz, que tenía un tanto recia y campanuda, las más de las veces solo en su celda, donde había algunos libros profanos mezclados a los religiosos, y desde la cual veía en primavera cubrirse de hoja verde y fruto oscuro un moral que escalaba la pared del patinillo lóbrego adonde abría su ventana.
   Un día intentó en clase leernos unos versos, trasluciendo su voz el entusiasmo emocionado, y debió serle duro comprender las burlas, veladas primero, descubiertas y malignas después, de los alumnos —porque admiraba la poesía y su arte, con resabio académico como es natural. Fue él quien intentó hacerme recitar alguna vez, aunque un pudor más fuerte que mi complacencia enfriaba mi elocución; él quien me hizo escribir mis primeros versos, corrigiéndolos luego y dándome como precepto estético el que en mis temas literarios hubiera siempre un asidero plástico.
   Me puso a la cabeza de la clase, distinción que ya tempranamente comencé a pagar con cierta impopularidad entre mis compañeros, y antes de los exámenes, como comprendiese mi timidez y desconfianza en mí mismo, me dijo: «Ve a la capilla y reza. Eso te dará valor».
   Ya en la universidad, egoístamente, dejé de frecuentarlo. Una mañana de otoño áureo y hondo, en mi camino hacia la temprana clase primera, vi un pobre entierro solitario doblar la esquina, el muro de ladrillos rojos, por mí olvidado, del colegio: era el suyo. Fue el corazón quien sin aprenderlo de otros me lo dijo. Debió morir solo. No sé si pudo sostener en algo los últimos días de su vida.
Acuarela de Alberto de Burgos "Alcázar de Sevilla"

Los poemas son el lugar de encuentro entre el pasado que recrea la anécdota argumental y el presente que lo recupera líricamente; entre el protagonista niño de la vivencia y el poeta adulto de la remembranza. No hay abdicación del presente en favor del pasado; sino que entre ambos el poema traza un arco que recoge toda su experiencia vital.  El propio Cernuda expresó esta idea en el poema en prosa El patio de Variaciones sobre tema mexicano:
“El hombre que tú eres se conoce así, al abrazar ahora al niño que fue, y el existir único de los dos halla su raíz en un rinconcillo secreto y callado del mundo. Comprendes entonces que al vivir esta otra mitad de la vida acaso no haces otra cosa que recobrar al fin, en la presente, la infancia perdida, cuando el niño, por gracia era ya dueño de lo que el hombre luego, tras no pocas vacilaciones, errores y extravíos, tiene que recobrar con esfuerzo”.


Leopoldo Panero resumió OCNOS de forma maravillosa:

"La dicción poética de Cernuda contiene una feliz elegancia que se centra en irradiar sugerencias y una expresión metafórica simple e intensa. Su receptividad sensual es, probablemente, una de las más finas, evidentes y ricas de toda nuestra poesía, y comunica a su palabra el fluir elegante y natural que procede de la esencia de las cosas. Nadie le iguala en eso, en la cristalina inocencia de su lenguaje, puesto siempre al servicio de una segurísima inteligencia poética y de un sentido de la composición poco menos que infalible.

Así son los poemas todos de este libro: nítidos, perfectos, naturales como la belleza misma. Y netamente sevillanos desde la universal melancolía que les inspira y que les da su alma."


Este entrada se redactó tomando ideas y citas de un artículo de 



    EL MAGNOLIO

   Se entraba a la calle por un arco. Era estrecha, tanto que quien iba por en medio de ella, al extender a los lados sus brazos, podía tocar ambos muros. Luego, tras una cancela, iba sesgada a perderse en el dédalo de otras callejas y plazoletas que componían aquel barrio antiguo. Al fondo de la calle sólo había una puertecilla siempre cerrada, y parecía como si la única salida fuera por encima de las casas, hacia el cielo de un ardiente azul.
   En un recodo de la calle estaba el balcón, al que se podía trepar, sin esfuerzo casi, desde el suelo; y al lado suyo, sobre las tapias del jardín, brotaba cubriéndolo todo con sus ramas el inmenso magnolio. Entre las hojas brillantes y agudas se posaban en primavera, con ese sutil misterio de lo virgen, los copos nevados de sus flores.
   Aquel magnolio fue siempre para mí algo más que una hermosa realidad: en él se cifraba la imagen de la vida. Aunque a veces la deseara de otro modo, más libre, más en la corriente de los seres y de las cosas, yo sabía que era precisamente aquel apartado vivir del árbol, aquel florecer sin testigos, quienes daban a la hermosura tan alta calidad. Su propio ardor lo consumía, y brotaba en la soledad unas puras flores, como sacrificio inaceptado ante el altar de un dios


    EL TIEMPO 
   Llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza. (No sé si expreso esto bien). Quiero decir que a partir de tal edad nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él, como si alguna colérica visión con espada centelleante nos arrojara del paraíso primero, donde todo hombre una vez ha vivido libre del aguijón de la muerte. ¡Años de niñez en que el tiempo no existe! Un día, unas horas son entonces cifra de la eternidad. ¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?
   Recuerdo aquel rincón del patio en la casa natal, yo a solas y sentado en el primer peldaño de la escalera de mármol. La vela estaba echada, sumiendo el ambiente en una fresca penumbra, y sobre la lona, por donde se filtraba tamizada la luz del mediodía, una estrella destacaba sus seis puntas de paño rojo. Subían hasta los balcones abiertos, por el hueco del patio, las hojas anchas de las latanias, de un verde oscuro y brillante, y abajo, en torno de la fuente, estaban agrupadas las matas floridas de adelfas y azaleas. Sonaba el agua al caer con un ritmo igual, adormecedor, y allá en el fondo del agua unos peces escarlata nadaban con inquieto movimiento, centelleando sus escamas en un relámpago de oro. Disuelta en el ambiente había una languidez que lentamente iba invadiendo mi cuerpo.
   Allí, en el absoluto silencio estival, subrayado por el rumor del agua, los ojos abiertos a una clara penumbra que realzaba la vida misteriosa de las cosas, he visto cómo las horas quedaban inmóviles, suspensas en el aire, tal la nube que oculta un dios, puras y aéreas, sin pasar.







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Las tres ediciones de Ocnos son, en sí mismas, testimonio elocuente de la peripecia vital a que se vio expuesto su autor, en el exilio definitivo (Escocia, Inglaterra, Norteamérica, México) desde la guerra civil española: 
La 1ª. edición fue publicada, en Londres, en 1942, se compone de 31 poemas, con un gran sentido unitario en torno a la infancia y adolescencia del autor en Sevilla. La 2ª edición, publicada en Madrid en 1949, consta de 46 poemas. La 3ª, con un total de 63 poemas, se publicó en Xalapa, México, en 1963, unos días después del fallecimiento del poeta. 
Esta recreación de la obra durante veinte años muestra una labor esmerada en claro paralelo con la continuada elaboración de La Realidad y el Deseo, que también cuenta con tres ediciones repartidas a lo largo de veintidós años (1936,1940,1958).

Luis Cernuda nació en Sevilla el 21 de septiembre de 1902.
Empezó a estudiar Derecho en la Universidad de Sevilla en 1919, siendo uno de sus profesores Pedro Salinas, quien lo ayudó con sus primeras publicaciones. En 1925 terminó la Licenciatura de Derecho, y conoció a Juan Ramón Jiménez. En diciembre de ese año publica sus primeros poemas en “Revista de Occidente” y comenzó sus primeros contactos con el mundo literario. Poco a poco se distancia del inicial mundo surrealista y comienza a desarrollar una poesía mucho más sencilla, directa y personal. Así escribe entre 1932 y 1933 su obra “Donde habite el olvido”, que publicó en 1934. Mientras tanto relee a Gustavo Adolfo Bécquer, una referencia poética que lo acompañará para siempre.
Su adhesión al partido comunista llega de la mano del poeta Rafael Alberti, que le lleva, incluso, a participar como voluntario en las milicias en la Sierra de Guadarrama durante la guerra.
En 1938 viajó a Inglaterra para impartir un ciclo de conferencias, y ya no volvió nunca más a España.
Entre 1941 y 1942 escribió la primera parte de Ocnos y “Como quien espera el alba”.
En el año 1947 se traslada a Nueva York, donde ejercería de profesor de literatura española, hasta 1949. Tras veranear en México, la profunda impresión que le produce volver a escuchar palabras en castellano, y las semejanzas de este país con su amada Andalucía, le provocan la escritura de obras como “Variaciones sobre Tema Mexicano” y “Poemas para un cuerpo”, publicada en 1954.
El 5 de noviembre de 1963 murió tras sufrir un infarto en México, en el domicilio de Concha Méndez, mujer de Manuel Altolaguirre, donde vivía. Está enterrado en el Panteón Jardín de la misma ciudad donde murió.

lunes, 25 de febrero de 2019

BEHIND - de Angel Gómez



















Espeluznante cortometraje con todos los tópicos del género pero rodado con gran pericia y profesionalidad. 
Arianne (Macarena Gómez) es una madre divorciada y obsesionada con la idea de que su bebé de un año caiga en manos de su ex marido. Durante una fiesta infantil una anciana le dice estar viendo a un hombre de aspecto terrorífico pegado a su espalda. Al volver a casa con su hijo, la sugestión, el miedo y esos diablos de la mente contra los que lucha sin descanso, harán que esa madre, emocionalmente afectada, viva una noche de auténtica pesadilla

Los 15 minutos del corto están perfectamente graduados con golpes de terror muy medidos que nos llevan a un desenlace que, aunque previsible, da escalofríos. 
Por supuesto el tema de la maternidad y sus turbulencias nos llevan a recordar la celebrada cinta Mamá, de Andrés Muchietti, film con el comparte "monstruo", Javier Botet. Además le da tiempo a ofrecernos un pequeño homenaje al clásico expresionista "El Gabinete del Dr. Caligari".


El acabado es perfectamente profesional y eso ayuda a que el terror te vaya asfixiando. Fotografía de Pablo Rosso, colaborador fijo de Jaume Balagueró. La edición y mezcla de sonido son el resultado del trabajo de José Lebrón y el ganador del Goya en este apartado por su trabajo en 'Las Brujas de Zugarramurdi', Nicolas de Poulpiquet.


Todo ello ha llevado al gran Sam Raimi a producir el paso al largo de este impactante cortometraje.





BEHIND - Horror short film from Ángel Gómez on Vimeo.



sábado, 23 de febrero de 2019

La JUGUETERÍA ERRANTE - de Edmund Crispin



Estamos ante un indiscutible clásico de la novela inglesa de detectives. Una obra que narra un misterio, pero de forma jocosa y muy entretenida, ambientada en los años 30, en  Oxford, cuyo ambiente universitario y literario recrea con mucha ironía.  
«Oxford es el único lugar de Europa donde un hombre puede hacer cualquier cosa e incurrir en cualquier excentricidad, y no despertar ningún interés ni emoción en absoluto en nadie».
La acción surge tras la llegada del poeta Richard Cadogan a la ciudad. Acude allí en busca de inspiración y sosiego al estar atravesando una perniciosa sequía creadora. Como suele ocurrir, lo que va a encontrar es todo lo contrario: misterios, asesinatos y persecuciones.
"-Anoche... anoche mismo... suplicaba, suspiraba por vivir aventuras... Experimentar cualquier emoción que me alejara de la Edad Media. Goethe decía que uno debería tener mucho cuidado con lo que desea, porque probablemente lo consiga. ¡Qué razón tenía! Yo quería liberarme de mi vida gris, y los dioses me tomaron la palabra."
Cuando el poeta llega a la ciudad ya es de noche y en una calle solitaria tropieza con una juguetería que tiene la puerta abierta. Extrañado y llevado por la curiosidad decide entrar, con la mala suerte de encontrarse con el cadáver de una mujer, Emilia Tardy. Antes de que se dé cuenta, un desconocido le deja inconsciente de un golpe. Una vez recuperado acude a la policía para denunciar los hechos, pero al volver a la juguetería, tanto ésta como el cadáver han desaparecido y sólo encuentran una vulgar tienda de ultramarinos.

Seguro de su historia y de la indiferencia de la policía ante el caso, Cadogan recurrirá a su amigo oxoniense, Gervaise Fenn, estrafalario profesor de literatura y detective aficionado que parece sacado del canon de excéntricos ingleses recopilado con mucho tino por la poetisa Edith Sitwell.

La pareja protagonista está llena de contrastes y la confusa investigación sirve para dotar al relato de un suspense y una ironía que se vuelve sobre sí mismo y el propio género.

"Bueno, creo que es mejor que vaya a la policía -dijo Cadogan-. Si hay algo que detesto en el mundo es esas novelas en las que los personajes no van a la policía cuando no tienen ninguna maldita razón para no hacerlo.
-Tú tienes una maldita razón para no hacerlo de momento.
-¿Cuál?
-Que los pubs ya han abierto -dijo Fen, como quien ve el amanecer tras las colinas después de una larga noche de tinieblas."
O también
"-"El crimen acecha en la Universidad" -dijo Fen-. "Sangre en el birrete". "Fen contraataca".
-¿Se puede saber qué demonios estás diciendo? -preguntó Cadogan con una voz débil, y bastante gangosa.
-Mi querido amigo, ¿te encuentras bien? Estaba pensando títulos para las siguientes novelas de Crispin. "
El estilo es rápido, fresco e irónico. Muchas situaciones son verdaderamente extravagantes y disparatadas. Pero lo hilarante no mengua en absoluto lo agudo de la intriga ni el peligro que acecha a este intrépido profesor. Además, el contraste de personalidades entre los dos protagonistas ofrece mucho colorido. El profesor no se corta un pelo a la hora de allanar una casa o conducir su deportivo rojo, el Lily Christine III, de forma temeraria; mientras que Cadogan se mantiene a su lado prudente y timorato. Pertenecientes ambos al mundo literario, sus conversaciones están trufadas de referencias literarias, tan jocosas como eruditas, en medio de una investigación inverosímil: "Esto está pasando de comedia a farsa", llega a decir el profesor Fen.
Aula de la Biblioteca Bodleiana de Oxford


Así ocurre cuando piden ayuda a un camionero y éste, en medio de la conversación cita al D. H. Lawrence de Hijos y amantes: Hemos perdido la relación con la naturaleza y nuestro cuerpo; reflexiona este ilustrado camionero. Incluso en momentos de peligro, como cuando nuestros dos protagonistas están prisioneros y maniatados dentro de un armario, no se les ocurre nada mejor que ponerse a jugar a “los Libros Infumables”
"Cadogan tenía la boca seca y le dolía la cabeza. Notó que necesitaba un cigarrillo.
-Vamos a jugar a los Libros Infumables- sugirió.
-De acuerdo. El Ulises.
-Vale. Todo Rabelais.
-Vale. El Tristram Shandy.
-Vale. La copa dorada.
-Vale. Rasselas.
-No. A mí me gusta Rasselas.
-¡Santo Dios, bueno, pues entonces Clarissa!"
El autor nos presenta la clásica pesquisa del "cuarto vacío", que acerca el misterio a lo sobrenatural: ¿Cómo puede desaparecer en pocas horas toda una juguetería y convertirse en una tienda de ultramarinos? La indagación se convierte así en un juego intelectual muy bien armado y con mucho sentido del ritmo: tenemos pistas que provienen de un absurdo poema, también a un avieso abogado, matones que persiguen a una chica solitaria y hasta un siniestro médico. Las persecuciones y carreras son constantes por las calles y capillas de Oxford, hasta que descubren que la clave parece estar en un testamento con cláusulas muy peculiares.
Torre Sajona de la Iglesia de St. Michael

A medida que avanza la historia descubrimos que la mujer asesinada era la sobrina y única heredera de una extravagante anciana. Al morir sin poder reclamar la herencia, ésta se transferirá a una serie de individuos que en algún momento ayudaron a la anciana mujer. Los sospechosos se multiplican y asoma un complot cuya clave, al parecer, se encuentra en un libro, los Poemas Absurdos, de un tal Edward Lear. Pero por más que los sospechosos se multipliquen, la solución parece cada vez más improbable.

Al escenario ya de por sí extravagante de Oxford, se suman persecuciones por callejuelas, iglesias y hasta en un cine para rematar con una escena final en un tiovivo que gira violentamente con los frenos rotos. 
Intrigante, dinámica y muy amena. 
Oxford, U.K.





















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Impedimenta volvió a acertar con la recuperación de esta novela editada por primera vez en Gran Bretaña en 1946. El verdadero nombre de Edmund Crispin era Bruce Montgomery (Buckinghamshire, 1921 –Week, 1978). Asistió al St. Johns’s Collage de Oxford, donde se licenció en Lenguas Modernas y fue organista y maestro de coro durante dos años. Cuando se le preguntaba por sus aficiones, Crispin solía decir que lo que más le gustaba en el mundo era nadar, fumar, leer a Shakespeare, escuchar óperas de Wagner y Strauss, vaguear y mirar a los gatos. Por el contrario, sentía gran antipatía por los perros, las películas francesas, las películas inglesas modernas, el psicoanálisis, las novelas policíacas psicológicas y realistas, y el teatro contemporáneo.
Otras obras del autor publicadas en Impedimenta, entre las que, para mí, destacan: Trabajos de amor ensangrentados y Asesinato en la catedral.
-El canto del cisne.
-Trabajos de amor ensangrentados
-El misterio de la mosca dorada.
-Asesinato en la catedral.
-Enterrado por placer.

lunes, 18 de febrero de 2019

NEVERWHERE - de Neil Gaiman

¿Te acuerdas de cuando empezaste a leer?
La fascinación que te provocaba la aventura, la maravilla de poder visitar mundos remotos, el asombro por acompañar al héroe en su peligrosa travesía.

Esta es mi primera impresión ante Neverwhere.
Yo creo que en el inicio está la aventura y la aventura comienza cuando te sales del camino para cruzar el bosque, subes a un tren o un barco, o una niña cae por una madriguera. Creo que esa es la fascinación más primigenia, el viaje a lo desconocido y los peligros que el héroe afronta para culminar su misión.


La lectura de Neverwhere me retorna a la felicidad primigenia de leer el Coyote, la Isla del Tesoro, el Capitán Trueno o Tintín. Tiendo a ver esta novela de Gaiman como un libro seminal de aventuras. Aquí se nos ofrece una nueva odisea de un grupo pequeño y solidario luchando contra fuerzas muy poderosas en un mundo lleno de trampas, asesinos y callejones oscuros. Una delicia.

Richard Mayhew es un joven oficinista pusilánime que sobrevive en la City de Londres con el menú clásico: trabajo, pub, chica, trabajo. Pero una noche socorre a una joven pordiosera en la calle y su vida dará un giro de 180 grados. La lleva a su piso para curar sus heridas y al poco tiempo reciben la visita de un par de extraños matones. Logran zafarse de ellos y al día siguiente la chica introduce a Richard en su mundo: Londres de Abajo, un laberinto subterráneo de alcantarillas, callejones siniestros y estaciones de metro abandonadas que prolifera bajo la ciudad de Londres. Cuando Richard intenta volver a su vida, ésta se ha desvanecido como el humo. Su piso tiene nuevos inquilinos, sus tarjetas de crédito no funcionan y los demás o no le ven o lo han olvidado. Su única alternativa es regresar al submundo para intentar encontrar la vía de retorno adecuada. 

La joven a la que ayudó es Lady Puerta, la última de la estirpe de Lord Pórtico. Está huyendo de dos asesinos implacables, el sibilino Mr. Croup y el imponente Mr. Vandemar. Con la ayuda del tunante Marqués de Carabás y en compañía de su inocente amigo, Puerta iniciará un periplo incierto para buscar la explicación de su orfandad. 
Mr. Croup y Mr. Vandemar -ilustración de KyleKane-



































La novela es amenísima y memorable sobretodo por tres aspectos. Uno es su bulliciosa condición aventurera. Las vicisitudes se suceden sin parar, los peligros acechan tras cada esquina y en muchas ocasiones nuestra pequeña comitiva se encuentra al borde del desastre. El ritmo es trepidante y muy cinematográfico, alternando las escenas de unos y otros hasta llegar al desenlace.

Otro aspecto, y no menos importante, es el territorio legendario que recorremos. Londres de Arriba y Londres de Abajo seducen y asombran. Sus vericuetos proporcionan un escenario único. Espantoso y fantástico.

Las ratas hablan su propio lenguaje, las sombras te pueden volver loco y también secuestrar. Un camino no te lleva siempre al mismo sitio. Una alcantarilla o una puerta desvencijada en un callejón pueden ser el acceso secreto a esa otra dimensión. Hay estaciones de metro que sólo funcionan en Londres de Abajo pero que se solapan con las de Londres de Arriba. Del mismo modo, en cualquier estación de Londres de Arriba, puede entrar un tranvía con un vagón misterioso y oscuro que nadie ve y al que sólo pueden subir los habitantes de Londres de Abajo. 

De hecho el libro es un mefítico y soberbio homenaje a la ciudad de Londres, convertida ya a estas alturas en un territorio netamente fabuloso y literario. La lista de autores y obras que lo han hecho posible podría empedrar toda una acera del Strand: Dickens, Chesterton, Conan Doyle, Susanna Clarke, Alan Moore, Nick Hornby, Felix J. Palma...

El Londres de Abajo es un mundo de magia y fantasía con sus propias leyes, faunas y leyendas. Se extiende por galerías arcaicas, estaciones de metro abandonadas, laberintos ocultos y puertas secretas. Está habitado por una bestia que siembra el terror cuando aparece y por seres degenerados o marginales que han caído a través de las grietas de la realidad a este lugar que nunca está en ningún lugar. 



¿No podemos llegar al mercado por otro camino?
Se detuvieron a la entrada del puente. Anestesia negó con la cabeza.
—Podemos llegar al lugar en el que se celebra —le explicó—, pero el mercado no estaría allí.
En la escena del Puente de la Noche se aprecia esa cualidad quimérica:
La niña le sonrió y le apretó la mano. Así entraron en el Puente de la Noche, y Richard empezó a entender lo que la mujer había dicho de las sombras: la oscuridad allí era algo tangible, mucho más que la mera ausencia de luz. Podía notarla en la piel, buscando, explorando, deslizándose a través de su mente. Se introducía en sus pulmones, por detrás de los ojos, en su boca…
A cada paso que daban, la luz de la vela se volvía más tenue. Se percató de que sucedía lo mismo con la linterna que llevaba la mujer. Daba la sensación de que no eran las luces las que se apagaban, sino que era la oscuridad la que se encendía. Richard parpadeó, deslumbrado por la noche. Los ruidos eran más desagradables, más ávidos. Richard imaginó que oía voces: una horda de trolls, gigantescos y deformes, bajo el puente…
Algo pasó serpenteando a su lado en medio de la oscuridad.
—¿Qué es eso? —chilló Anestesia. Su mano temblaba dentro de la de Richard.
—Chist —susurró la mujer—. No llaméis su atención.
—¿Qué está pasando? —murmuró Richard.
—La oscuridad está pasando —dijo la mujer, en voz muy baja—. La noche está pasando. Todas las pesadillas que salen cuando el sol se oculta, desde los tiempos de las cavernas, cuando nos reuníamos atemorizados para darnos calor y sentirnos más seguros, todo eso está pasando. Ahora —les dijo—, ahora es cuando hay que tener miedo de la oscuridad.
Los andrajos, el sistema de trueque, las armas, los saludos (Templo y Arco es la cortesía protocolaria) y la organización política basada en feudos nos remiten a una época medieval; pero muchos de sus seres provienen de siglos atrás y sus espacios se yuxtaponen de forma casi cuántica.
"El laberinto en sí era un lugar absolutamente demencial. Estaba construido a base de fragmentos perdidos de Londres de Arriba: callejones, calles, pasillos y cloacas que habían ido cayendo por las grietas a lo largo de milenios y habían pasado a formar parte del mundo de las cosas perdidas y olvidadas. Los dos hombres y la chica caminaban sobre adoquines, por el barro y por entre excrementos de diverso origen, y sobre tablas de madera medio podridas. Atravesaron zonas a plena luz del día y zonas donde era de noche, calles iluminadas por farolas de gas, calles iluminadas por luces de sodio y calles iluminadas con teas y antorchas. Era un lugar que se transformaba constantemente." pág 312


Es notorio que en Londres de Abajo la estructura del espacio y del tiempo es diferente. La ubicación del Mercado donde se reúnen periódicamente o la casa de Lord Pórtico son un ejemplo del juego espacial mágico que se da en la novela. Las habitaciones están separadas por enormes distancias, pero el padre de Puerta puede acceder de una a otra simplemente atravesando una puerta. También la temible Calle Descenso es muy peculiar porque se encuentra dentro de una casa.

"Todo el mundo vendía. Richard iba escuchando lo que voceaban desde los puestos mientras deambulaba entre la multitud.
-Preciosos sueños frescos. Pesadillas de primera. Hay de todo, oiga. Compre aquí sus pesadillas.
-¡Armas de fuego! ¡Ármese! ¡Defienda su sótano, cueva o agujero! ¿Quiere darles su merecido? Hay de todo oiga. Vamos, acérquese sin miedo...
-¡Basura! -gritó una anciana gorda al oído de Richard cuando pasó por delante de su hediondo puesto ¡Trastos! ¡Porquería! ¡Inmundicia! ¡Despojos! ¡Escombros! ¡Acérquese y compre! ¡Todos nuestros productos están estropeados y rotos, garantizado! Bazofia, escoria y montones de inútil mugre. Sabe que lo está deseando.
Un hombre con una armadura tocaba un tamboril mientras voceaba:
-Objetos perdidos. Pasen y vean, pasen y vean, señores. Objetos perdidos. Aquí no hay nada encontrado, señores. Perdidos y bien perdidos, garantizado." pág 126

Otra forma de extrañamiento que utiliza el autor es dar carta de naturaleza literal a los nombres de las estaciones de Metro. Así en la parada Earl´s Court podremos acceder a los vagones de la auténtica Corte de un Conde que lleva demasiado tiempo dando vueltas por los túneles. Del mismo modo las estaciones de Knightsbridge o Angel  dejan de ser meros nombres para cobrar la vida que indican sus nombres. Está claro que después de leer la novela ya no volverás a recorrer el metro de Londres del mismo modo. 




La trama se podría resumir como una historia de venganza de Puerta contra el asesino de su familia, pero creo que esto sería simplificar mucho. Esta búsqueda que emprende la joven Puerta le llevará a entender el mundo adulto con sus enredos y acechanzas. Mientras que para Richard Mayhew supondrá descubrir qué quiere hacer de verdad con su vida. El viaje siempre te cambia, como le reconoce Richard a su antigua novia Jessica.



El tercer aspecto a resaltar son los personajes.
En su recorrido por el subsuelo a Richard y Puerta le rodea una caterva de seres estrafalarios, monstruosos y angelicales. No faltan los rata-parlantes ni las chicas pálidas que visten terciopelo negro. El Marqués de Carabás es uno de los mejores personajes: bribón, estafador y liante. Siempre está jugando con los favores que debe o que le deben. Mr. Croup y Mr. Vandemar llevan toda una vida navegando por el espacio-tiempo torturando y rajando gargantas: 
"El señor Vandemar y yo prendimos fuego a la ciudad de Troya. Llevamos la Peste Negra a Flandes. Hemos asesinado a docenas de reyes, a cinco papas, a medio centenar de héroes y a dos dioses acreditados. Nuestro último encargo antes de este fue torturar hasta la muerte a todo un monasterio en la Toscana del siglo XVI. Somos extraordinariamente profesionales."


Unas mitológicas Cazadora y Lamia también se suman a una partida que acrecienta su carácter de periplo clásico al tener que superar diversas pruebas: primero encontrar a un Angel, después rescatar una mística llave que protegen los Monjes Negros (de nuevo el nombre de una estación: Blackfriars) y por fin cruzar un laberinto en el que aguarda la Bestia.


Al igual que La Odisea, Alicia en el País de las Maravillas y otras historias mitológicas, Neverwhere implica un descenso al inframundo, territorio de la marginalidad, los sueños o la muerte.








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▶▶Las Ciudades Subterráneas podrían constituir todo un subgénero:
-Alicia en el País de las Maravillas originalmente se tituló Las aventuras de Alicia bajo tierra.
-Un Lun Dun, de China Miéville
-La torre de los siete jorobados, de Emilio Carrere 
-Las Crónicas de las Tierras Bajas, de Suzanne Collins.
-La raza futura, de Edward Bulwer-Lytton.
-El dios humeante, de Willis George Emerson
-City of Ember, de Jeanne DuPrau
- ....



▶▶Más Londres
-Un Paseo por el viejo Londres en la página de NeilGaiman
-Historias de Londres, de Enric González  

domingo, 10 de febrero de 2019

La FAVORITA - de Yorgos Lanthimos


U.K., 2018
En una época donde el empoderamiento de la mujer está de plena actualidad (hace poco vimos la audaz Viudas y pronto veremos Mary, Reina de Escocia), esta película nos cuenta la historia de 3 mujeres en guerra por el poder. Pero siendo una de ellas reina, otra su favorita que gobierna con guante de acero y la tercera una prima arribista que quiere salir del arroyo, podemos concluir que esta guerra se produce en un campo muy particular, en la alcoba del poder. 

De hecho las escenas más significativas transcurren en el dormitorio real; un campo de batalla estrictamente íntimo y personal donde la reina Anna, achacosa, voluble y hastiada, se desespera por encontrar alguien que le ofrezca consuelo y amor; mientras las otras dos batallan por gozar de su favor para conseguir sus ambiciones. El poder político, económico y militar en este caso es del todo secundario. 

El contraste con esta habitación llena de mujeres, soledades y manipulaciones está en un parlamento lleno de hombres secundarios, gritones e inoperantes que ventilan una guerra incierta contra Francia a más de mil quinientos kilómetros. 




















La reina Anna de Inglaterra (Olivia Colman) tiene como favorita a Sarah Churchill (Rachel Weisz), esposa de lord Malborough, comandante de los ejércitos en plena guerra contra Francia. Los hechos comienzan cuando una prima de Lady Malborough venida a menos, Abigail Masham (Emma Stone), llega a la corte buscando su protección. La joven no tardará en percatarse de los sutiles juegos de alianzas e influencias con que se chalanea alrededor de la reina y comenzará a jugar sus cartas (corredora de chismes, traidora de alcoba) por volver a ser una dama y resolver su vida definitivamente.

La reina sufre gota, aburrimiento, desinterés por la política y, sobre todo, falta de amor. Se siente gorda, infeliz y llena de achaques. Todo ello le hace especialmente vulnerable a la maledicencia y al falso halago. Lady Malborough y su prima, mirándose de reojo, establecerán su acoso y conquista para ganar la plaza de favorita. 

A la postre y como en casi toda la obra de Lanthimos, no se trata tanto del juego político o incluso amoroso; sino de apreciar la mezquindad del ser humano y de sus más bajos instintos. Un asunto eterno. Por eso el director ha dicho: "No soy preciso, solo cuento una historia muy real sobre comportamiento humano".

























Unos pocos temas se citan obsesivamente en la filmografía de Yorgos Lanthimos, siempre relacionados con la esencial soledad del ser humano y, paradójicamente, con su carácter social. La soledad en compañía, los conflictos con el sexo y el inevitable sometimiento a la autoridad atraviesan su cine. Sus personajes tienen un punto de mecánicos. Con frecuencia se muestran calculadores, o bien estupefactos ante una realidad incomprensible. En todo caso carentes de una verdadera emoción.

Lanthimos siempre habla del ser humano en una coyuntura de control social. En Canino el ámbito era la familia dibujada como un entorno totalitario. En Langosta era una sociedad que obligaba a encontrar pareja y en La Favorita es una sociedad clasista "¿Se quiere casar con el caballero de...? ¡No puede! No es más que una criada."

Con La Favorita Lanthimos rompe los estrechos círculos del cine de autor y salta al gran público con su película más amable, aunque nunca complaciente. Aquí volvemos a encontrar una atmósfera malsana, un humor fiero y una visión mordaz de las mezquindades humanas.


Hay que subrayar varios aspectos.
Uno es el alma de la película, tres actrices maravillosas en la ejecución plena de su arte. No puedes quedarte con una. Esa reina deprimida e insegura, esa primera ministra in pectore que ordena y manda o esa joven que juega sus armas de dulzura y fiereza para lograr su ambición despliegan un talento inmenso. Sutileza, humor negro y feroz determinación las define; pero lo que vemos son tres mujeres vacías y sin amor. Sin duda el personaje de la reina es el más dolorosamente patético (y ahí Olivia Colman triunfa expresando un alma torturada y compleja). Con todo su poder (el vocerío del parlamento se calla y acata cuando ella habla), nada le interesa más que el calor de una amiga. 

Otro aspecto son los diálogos. Afilados y exactos. En una escena un joven irrumpe en el dormitorio de una Abigail todavía sirvienta:
“¿Viene a seducirme o a violarme?”, le pregunta.
“¡Soy un caballero!”, responde el joven ofendido. 
“Ah, entonces a violarme", replica una Abigail entre cómica y burlesca. 
En otra escena la reina le describe a Lady Malborough los atractivos de su joven prima en un intento de provocar sus celos: “Me gusta cuando me pone la lengua dentro.”

Otro aspecto es la producción de época. Impecable. Pelucones, trajes y salones lucen con una vistosidad formidable.

Y finalmente cómo no hablar de ese gran angular con que el director de fotografía Robbie Ryan ha enfatizado unos interiores en los que se doblan las esquinas y viéndose a la vez techos, suelos y paredes se acentúa el hermetismo de los espacios. Es curioso que aunque todo parece más grande, la sensación que da es de un espacio cerrado y claustrofóbico. Será así como se ve la reina: inflada con un gran poder pero encerrada y prisionera de sus achaques. Del mismo modo que a los 17 conejitos que tiene sueltos por su dormitorio (recuerdo de sus 17 hijos muertos prematuramente), creemos ver a esas tres mujeres alborotar en un laberinto cerrado y desconectado de la realidad.






YORGOS LANTHIMOS, Cineasta


Lanthimos es un autor realista y distópico.¿?

Las personas, las casas, la tecnología que retrata son perfectamente contemporáneas; pero sus mundos son inquietantes y claustrofóbicos. Su cine recoge los postulados del teatro griego clásico, donde figuras mitológicas buscaban generar un efecto de catarsis en el público, para abordar así los temas candentes que afectaban a la sociedad.

Sus películas hurgan en las entrañas del ser humano y lo hacen a través de seres alienados, muchas veces mezquinos, aquejados de incomunicación en unos casos y sumisión en otros. La forma que tiene de acercarse a la intimidad de sus personajes es encerrarlos en un microcosmos extraño y aparentemente incongruente, donde parecen marionetas entablando diálogos deforma mecánica, sin una verdadera interacción. Así, los solemos ver sometidos a normas absurdas, extraños en un mundo donde es palpable el control social. 

El director griego, de 46 años, confeso admirador de Robert Bresson, John Cassavetes y Luis Buñuel, ha ido construyendo una obra obsesiva junto a su guionista Efthymis Filippou. Su retrato del comportamiento humano nos descubre mezquindades varias y miserias cotidianas.



Películas como Kinétta, Canino, Alps o Langosta, giran en torno a obsesiones como la alienación, la incomunicación, la repetición robótica de convenciones sociales o la catarsis como vía de escape.

En su filmografía, el realizador heleno juega a provocar extrañeza en el espectador. Las realidades alternativas y distopías que nos presenta son a la vez extrañamente artificiales y de una lucidez brutal. Llama la atención cómo utiliza simbólicamente el lenguaje, el juego o el baile. En Canino los personajes juegan a ver quién aguanta más minutos sin respirar debajo del agua; en Alps, juegan a la mímica, interpretando a cantantes y héroes de acción; en Langosta los hospedados tienen que cazar con escopetas a los individuos solteros que se esconden en el bosque; en La Favorita practican tiro al pichón como deporte recreativo y lanzamiento de tomates al gordo bufón. 

El baile es otro catalizador que Lanthimos utiliza. Un baile casi siempre forzado, que entraña una soterrada violencia y que resulta incómodo para el espectador. Así en Canino la hija mayor recrea de manera convulsa la coreografía de Flash Dance, en Alps la señora baila obligada salsa y en Langosta obligan ridículamente a bailar entre sí a los solteros, lo que no hace sino acentuar su soledad.

Los personajes de Lanthimos suelen presentarse aislados y reprimidos por un entorno -social o familiar- al que solo se vinculan a través de relaciones de poder. El vínculo entre ellos suele ser vertical.


En su primera película, Kinétta (2005), Lanthimos nos traslada a un lugar paradójico, una población turística de costa en plena época invernal, donde el vacío de las playas mimetiza el vacío existencial. Tres personajes principales, un policía de paisano, un dependiente de una tienda de fotografía y una empleada de hotel, tienen su reflejo en tres elementos: un coche, una cámara de fotos, un walkman. Unos y otros inertes, dibujan un panorama de inmensa desolación. Lanthimos nos habla de la muerte, el absurdo, la violencia y la estupidez humana con toda crudeza.



Su segunda película, Canino (Kynodontas, 2009), es una parábola brutal sobre la alienación del individuo. Una revisión posmoderna del mito de la caverna en la que los hijos adolescentes de una familia permanecen confinados en la vivienda familiar. Un padre somete a sus hijos a vivir encerrados, educándolos a través de mentiras y métodos manipuladores para que jamás abandonen el hogar, ni el respeto a la autoridad. Se reproduce la trampa autoritaria de perder la libertad en aras de la seguridad. 

Dentro de ese microcosmos cerrado han de seguirse unas normas insólitas donde se reproducen los esquemas de un régimen totalitario. Esta desconexión con la realidad a menudo da lugar a una manera de expresarse automatizada, casi teatral, como cuando sus protagonistas repiten diálogos de películas sin saber qué significan. 

Esta es una de las características más particulares de su cine. Conversaciones mecánicas, sin emociones. Normas y convenciones sociales que se repiten pero carecen ya de sentido. Igual de impostadas resultan las conversaciones que mantienen los suplantadores de Alps con las familias de los fallecidos a los intentan reemplazar. En el fondo todo es una farsa a la que acceden estos familiares para mitigar el dolor por la pérdida del ser querido. También en Kinétta se da una escenificación mecánica de la violencia cuando uno de los protagonistas narra un asalto y graba a dos personajes que lo interpretan siguiendo sus instrucciones.

Lanthimos también construye sus microcosmos claustrofóbicos a través de la manipulación del lenguaje. En Canino, los gatos son terribles depredadores, el mar es una silla, una vagina es una lámpara grande, la autopista es un viento muy fuerte y una excursión es un material con el que se cubren los suelos. 


Su tercera película es Alps (2011), nombre de una organización clandestina que se dedicar a reemplazar a las personas muertas para llenar el vacío que dejan en los seres queridos. Suplantan al desaparecido vistiendo su ropa y sus gestos, recitando sus palabras y recreando momentos concretos de su vida. El pozo de incertidumbre que en el ser humano generan la mortalidad y el tiempo, se encuentra en el centro de esta película; cuyos planos tienen la peculiaridad de que muchas veces vemos a los personajes de espaldas o con la cabeza fuera de plano. Esto más la lectura apática de los diálogos ensayados nos ofrece una solución entre cómica y espeluznante.

Una nueva distopía que está pegada a nuestra realidad donde impera el tabú de la muerte. Alps es una alegoría sobre la manipulación, la paranoia y el control. Un particular teatro del absurdo sobre la identidad, protagonizado por personajes-marioneta en busca de una salida para su autismo emocional.


De nuevo las relaciones sociales vuelven a reproducir el juego de poder entre dominantes y dominados. La figura tiránica y despiadada es representada esta vez por el líder de la compañía, cuyo despotismo es sufrido por el resto de integrantes del grupo, quienes se ven sometidos al yugo de ése no sin poca violencia de por medio.

Las insólitas relaciones que refleja la película producen un juego perverso de grotescas dependencias y alienación absoluta al convertirse las personas en simples objetos de una bizarra sociedad de consumo. 



En Langosta (The Lobster, 2015), el autor nos presenta una nueva distopía totalitaria, de nuevo basada en reglas absurdas y estrictas. Está prohibido vivir solo. Es obligatorio vivir en pareja y si no lo consigues serás invitado a un retiro en grupo para ayudarte a conseguirlo. Si aun así persistes en la soledad te convertirás en un animal; eso sí, el que tú elijas.

La película se divide en dos partes. En la primera se presenta el régimen asfixiante del emparejamiento, en la segunda su antítesis revolucionaria; seres solitarios que deambulan huraños por los bosques y que sólo se juntan por verdadera y puntual necesidad. Está prohibido todo contacto.

En ambas sociedades las reglas, el absurdo y la violencia sobre la intimidad y el libre albedrío se muestran inmisericordes. La película constituye un canto a la libertad y a la necesidad de replantear nuestras relaciones sociales.
Si en Langosta ya contó con Colin Farrel y Rachel Weisz, en El sacrificio de un ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017) volvió a contar con Colin Farrell sumando en este caso a Nicole Kidman. Lanthimos vuelve a sus raíces griegas y trae a nuestros días el mito del sacrificio de Ifigenia, hija del rey Agamenón, que fue entregada a los dioses como compensación tras arrebatarle su padre la vida a uno de los ciervos sagrados de Artemisa. En la película, el cirujano cardíaco Steven Murphy (Colin Farrell) es nuestro Agamenón contemporáneo y su mujer Anne (Nicole Kidman), Clytemnestra. Una iracunda historia que llega desde la antigua Grecia hasta el siglo XXI.

El cirujano es rico, está un poco cansado del mundo y tiende a la bebida. Vive con su mujer y sus dos hijos en una mansión que acentúa el vacío de sus vidas. Tal vez eso es lo que impulsa a encontrarse con Martin, un joven muy amable, cuya relación con el cirujano es sospechosamente poco clara. La evolución de todo ello nos provocará una enorme inquietud y desasosiego.

En la película no hay una sociedad totalitaria, pero sí una voluntad todopoderosa, cuyos designios se muestran insalvables. De nuevo la mutilación del libre albedrío. Una sucesión de acontecimientos inauditos y trágicos demolerá los cimientos de esta familia acomodada.


En cierto modo la cinta nos recuerda los planteamientos de ‘Teorema’ (1968) de Pasolini, en la que la llegada de un joven huérfano y misterioso a una familia de clase alta, empuja a sus miembros al caos y la desgracia. Así se incorpora Martin a la vida familiar, donde poco a poco va impresionando a la hija adolescente. Imperceptiblemente, lo que antes parecía divertido comienza a volverse extrañamente aterrador.

En la película lo que se hace y cómo se hace es lo que resulta realmente revelador. Las conversaciones vuelven a ser mecánicas, sin emociones. Tanto éstas como la mayoría de las relaciones que aparecen son de naturaleza transaccional. La primera conversación es un intercambio de datos sobre las especificaciones de los relojes. Y el reloj sólo será uno más de los variados regalos con que Steven desea aplacar a Martín, a cuyo padre mató en la mesa de operaciones.

El director de fotografía, Thimios Bakatakis, acentúa la se
nsación de terror cuando arrastra su cámara a través de los pasillos del hospital, del mismo modo que hizo Kubrick en El Resplador (The Shining). Todo ello, unido a una música chirriante, consigue crear una atmósfera verdaderamente siniestra e incómoda.  

La tragedia como fatalidad se ilustra en la película. En cambio siempre resulta ambiguo si el joven Martin, interpretado brillantemente por Barry Keoghan, es el arquitecto o sólo el mensajero de unas fuerzas que se sitúan más allá de nuestro conocimiento.