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miércoles, 4 de junio de 2025

OCCUPIED - creada por E. Skjoldbjaerg y Karianne Lund



Estamos en un futuro sólo dos casillas más allá y el mundo se encuentra en medio de una crisis energética. Europa se ha vuelto dependiente del petróleo y el gas de Noruega, pero las elecciones en este país acaban de proclamar vencedor a Jesper Berg (Henrik Mestad), cuya promesa estrella era cerrar el grifo de los combustibles fósiles. Una serie de tragedias climáticas han forjado su postura e inmediatamente cumple su palabra a la vez que presenta una tecnología alternativa basada en un mineral nuevo, el torio. Pero la Unión Europea no se conforma; se aboca a una situación de emergencia energética por lo que solicita la colaboración de Rusia para que invada Noruega y reinicie la extracción de petróleo. Con la economía no se juega y la droga barata del combustible fósil ha de seguir fluyendo.

Se trata simplemente de una ocupación operativa que afecta a las plataformas de petróleo y sin embargo, aunque el presidente, el gobierno y el parlamento siguen vigentes... ya nada es lo mismo. La bandera tricolor rusa ondea sobre la capital noruega y poco a poco la autoridad rusa acaba decidiendo cada vez más asuntos de estado. A pesar de que la vida discurre con aparente normalidad el equilibrio es muy precario y los ciudadanos empiezan a dividirse entre los que ven la invasión como algo inocuo y los que inician una resistencia. 


Cuando Jo Nesbø (el exitoso creador del inspector Harry Hole) presentó esta idea en 2010 parecía una coyuntura demasiado improbable; pero la anexión de Crimea primero y la invasión de Ucrania después por parte de Rusia, han hecho que el asunto no parezca hoy tan disparatado. 

Las ansias imperialistas de Putin han alarmado a los países escandinavos hasta el extremo de solicitar su ingreso en la OTAN para defenderse mejor del oso ruso. Los gobiernos europeos están incrementando su gasto militar y los países nórdicos están convocando a miles de reservistas para un entrenamiento de actualización. Tampoco Moscú ha permanecido indiferente ante este thriller sociopolítico. Alguna fibra sensible habrá tocado cuando ha reaccionado condenándolo por volver -dicen- a los supuestos de la guerra fría. Además la trama nos revela otro detalle sorprendentemente anticipatorio: en la presentación de esa época no tan distópica se nos informa de que EEUU ha logrado la plena autonomía energética y ha abandonado la OTAN, dejando a Europa sola. Así es como este caldo empieza a hervir. 



Salvando alguna inconsistencia me gusta el desarrollo dramático de los hechos en base a pequeños detalles, pequeñas decisiones, pequeños cambios de actitud que nos revelan la facilidad con que una sociedad plenamente democrática va deslizándose hacia una sociedad autoritaria perdiendo por el camino sus derechos y libertades. Muchos ciudadanos se muestran contemplativos ante la invasión ya que no ven sus vidas demasiado alteradas. Esto me ha recordado el hecho de que muchos jóvenes europeos votan a la extrema derecha e incluso se muestran dispuestos a renunciar a libertades si alguien les promete una cierta estabilidad. También recordé el excelente libro Sonámbulos, del gran historiador Christopher Clark, centrado no sólo en las batallas y atrocidades que ocurrieron en la Primera Guerra Mundial, sino en la complejidad de los acontecimientos, los malentendidos mutuos y las manipulaciones que llevaron a un grupo de líderes bien intencionados a un conflicto brutal.

Vemos venir a los lobos, pero seguimos tomando el té. En la serie, una conversación entre una jueza y una estudiante de derecho delata la sutileza del cambio de rumbo en los acontecimientos. 
-Es como si a nadie le importara lo que pasa. Los rusos se están haciendo con el control del país.
-No creo que eso sea verdad. No ha pasado nada.
-¡Nos han obligado a infringir nuestros derechos democráticos!. Es inconstitucional.
-No es inconstitucional. Lo aprobó el parlamento.
-Eh... porque les obligaron a hacerlo.
Efectivamente se trata de una "invasión blanda" por parte de Rusia, sin tanques ni bombas, lo que me hizo pensar en la invasión de bulos y desinformación con que los rusos intentan socavar los cimientos democráticos de la Unión Europea. 



Hay dos líneas argumentales muy interesantes. Por un lado la que muestra el modo en que Rusia se va haciendo con la última palabra sobre cualquier asunto de estado. La otra es todavía más sibilina y perturbadora. Nos muestra cómo varios personajes van dejándose impregnar por esos nuevos valores cada vez más autoritarios: en aras de la seguridad tenemos que restringir la libertad de opinión y de prensa, tenemos que vigilar y detener a los disidentes, hemos de extremar las vigilancias obviando cualquier derecho constitucional, etc.

Las tres temporadas de que consta la serie (de diez, ocho y seis episodios respectivamente) nos irán mostrando cómo les afecta la  ocupación a un variado grupo de personajes. Principalmente el presidente Berg y dos parejas cuyos valores veremos ir evolucionando. El presidente pasará de líder mundial verde a convertirse en títere de los rusos por seguir una política de contemporización. Finalmente los acontecimientos achicharran su gestión y, tras decidir autoexiliarse, logra retomar la iniciativa y maniobrar para implicar a EEUU y Europa en su favor. 

La historia de su guardaespaldas Djupvik (Eldar Skar) es todavía más inquietante y sintomática. En principio frustra un atentado contra la autoridad rusa Sidorova lo que le granjea la amistad de los invasores. Esto le llevará a convertirse en un enlace fiable entre su gobierno y los ocupantes, aupándole hasta la Unidad Antiterrorista. Una verdadera trampa para su juicio ético. Él trabaja honestamente para evitar atentados contra los rusos. Al igual que su gobierno quiere evitar que utilicen cualquier provocación como excusa para invadir militarmente el país y tomar el pleno control. Pero su celo le hará acercarse demasiado a las posiciones rusas que le facilitan todo tipo de vigilancias y detenciones indiscriminadas. Su esposa Hilde (Selome Emnetu), como jueza, tendrá que afrontar sus propios desafíos cuando tenga que decidir sobre los derechos de los nativos y de los ocupantes.



Por su parte la pareja que hacen el periodista Thomas Eriksen (Vegar Hoel) y su esposa representan posiciones antagónicas. Él será testigo de las manipulaciones que urden los ocupantes para forzar un mayor control, mientras que su esposa ve florecer el restaurante que estaba a punto de cerrar al convertirse en el favorito de los rusos adinerados.

Lo que más me gusta de la serie es que avanza sin miedo a situaciones cada vez más complejas tanto en lo personal como en lo político. Pronto aparece una organización autodenominada "Noruega Libre" cuyas audaces operaciones, junto a las maniobras del presidente, van provocando distintas crisis que los actores (Noruega, EEUU, Europa) habrán de negociar. 

Rusia tampoco se queda a la zaga. En la primera temporada llega a organizar atentados en la sombra para forzar una situación insostenible. En la segunda y con el Presidente Berg ya fuera de Noruega, logra manejar a la nueva presidenta como un títere. 

Los giros son continuos y las crisis constantes. Yo por mi parte, sigo expectante el hilo narrativo de la negativa de EEUU a implicarse por más que lo intente el presidente Berg. También el inaudito proceder de la Unión Europea. Negociando concesiones de Noruega a cara de perro a la vez que mira para otro lado ante las actuaciones de Rusia.

jueves, 13 de marzo de 2025

RAIN DOGS - creada por Cash Carraway


Esta es la serie más sórdida y promiscua que he visto en años... pero también la más llena de vitalidad. Sus personajes se arrastran por el arrabal de Londres pero su fuerza vital es inquebrantable.

Una mujer, su hija de diez años y un amigo intentan sobrevivir a las  enormes dificultades personales y económicas que les plantea un Londres tan contemporáneo como inclemente. Desde el minuto uno sabemos que no les va nada bien. La serie se abre con ellas dos empacando sus escasas pertenencias mientras la policía aporrea la puerta para desahuciarlas de esos minipisos en colmena donde viven los peones. Se van con la cabeza alta, al fin y al cabo llevan años buscándose la vida en condiciones muy precarias. La madre tranquiliza a la niña mientras la deja en la puerta del colegio, "no te preocupes cariño ya sabes que tengo mano con los espíritus y antes de las cinco de la tarde habrán dispuesto un techo para nosotras". Pero no es así. La primera noche tienen que romper el cristal de un coche para dormir a cubierto de la lluvia. La segunda tienen que aceptar la caridad de un tipo para dormir en un cuartucho....hasta que el pervertido exige el pago del favor. 



Están al borde de la indigencia, pero nadie se recrea en ello, la vida sigue. Lo que te engancha es el carácter inexpugnable de la madre, Costello Jones (Daisy May Cooper). No tiene nada, ni dinero, ni techo, pero nunca la ves desesperada. Está muy bregada por la vida y además es de armas tomar. Tuvo que huir de casa muy joven por abusos de su madre y trabaja por horas haciendo cabina en un sex shop. Su hija Iris (Fleur Tashjian) es su motor, también su sueño de convertirse en escritora. Quiere escribir sobre esta vida perra que le ha tocado vivir.



La otra parte de la historia es Shelby (Jack Farthing) el colega que Costello conoció en la Universidad, un niño rico gay tan cínico como ingenioso que acaba de pasar un año en la cárcel. Cuando Costello ya no tiene donde agarrarse él provee el dinero suficiente para que no se despeñe. Aunque él no está mejor. Su padre se suicidó. Su madre no quiere saber nada de él, le pasa una simple paga que él dilapida en el juego y las apuestas. Ya fuera de la trena sigue sin saber qué hacer con su vida. Sólo tiene claro que siempre cuidará de Iris, pero tiende a desaparecer, a la melancolía y a la depresión. 

Los tres forman un trío calavera que avanza por la vida dando tumbos. Su ecosistema es el lumpen, la prostitución, el alcoholismo, la precariedad y unos servicios sociales de derribo. La serie aporta una mirada crítica a un sistema que es muy eficiente redistribuyendo la pobreza; pero aquí no hay militancia política como ocurre en las películas de Ken Loach, por ejemplo. La sociedad que retrata sin tapujos es áspera y descarnada, pero las malas condiciones económicas y sociales parecen asumidas, tras la Thatcher y el Brexit se dan por amortizadas. La cuestión está en cómo lo afrontan -con un inocente empeño- este trío de desubicados. 




No están solas estas almas en pena. Sus vigilias se aderezan con todo tipo de personajes extravagantes, pervertidos y tramposos. Una periodista engaña a Costello para sacar adelante un escandaloso reportaje que acaba perjudicándole. Las compañeras de cole de Iris son unas pijas que la alienan todavía más. Gloria (Ronkẹ Adékoluẹjo) es la mejor amiga de Costello, trabaja en la funeraria de su padre, pero su vida no es menos caótica. Los ratos más relajados de Costello son los que pasa con Lenny (Adrian Edmonson), un anciano y pervertido artista especializado en pintar coños y desnudos. Lenny está de vuelta de todo y vive pegado a su bomba de oxígeno. Costello le ayuda limpiándole la casa y posando para él abierta de piernas mientras él se masturba. 

Hay un capítulo en el que la ricachona madre de Shelby los envía a vivir a su casa de campo con los gastos pagados. Por lo menos allí los tendrá controlados. Ni aún así. Después de unas pocas semanas ya se están haciendo la vida imposible. La bronca es constante. Shelby llega a robar los ahorros de Costello para jugárselos. Luego se desespera y llega a decir que nunca se ha odiado más a sí mismo. Costello quiere irse pero no puede hacerle esa putada a Shelby, dejarle sin Iris. La ricachona madre no es tan misericordiosa. Llama a un psiquiátrico y vienen a recogerlo para ingresarlo.

Así transcurren estos ocho episodios que destilan frescura y autenticidad. Una montaña rusa de amarguras y emociones. Todo es difícil e inarmónico en sus vidas, pero ni Costello ni Shelby buscan lástima. Son capaces de tomar las peores decisiones posibles, las más egoístas e incluso las más autodestructivas, pero también las más humanas. “Es normal odiar a las personas que amas”, le dice lúcidamente Shelby a Costello en algún momento de su historia de encuentros y desencuentros. 


Tom Waits fue quien acuñó el término “rain dog”, en referencia a los perros callejeros que pierden su camino de regreso a casa porque los rastros y las huellas han desaparecido con las tormentas. Aquí la metáfora se extiende a los seres humanos que se sienten perdidos y desorientados en la vida. La serie no sólo adopta el título de la canción de Waits sino también su poso romántico y melancólico. El amor puro e incondicional está siempre presente en el tortuoso camino que Costello, Iris y Shelby recorren. Su viaje constituye toda una meditación poética sobre la alienación, la camaradería y la búsqueda de un sentido a este mundo desolado.

lunes, 13 de enero de 2025

NO DIGAS NADA - creada por Joshu Zetumer


Esta serie nos relata en toda su crudeza los años conocidos como The Troubles, los 20 años -desde finales de los 60 hasta los 90- que el Ejército Republicano de Irlanda (IRA) sembró de bombas, atentados y desapariciones. Compuesta por 9 episodios el hilo conductor es la peripecia vital de las hermanas Price, Dolores y Marian; dos jóvenes católicas que ante las humillaciones y segregación a la que les sometían los protestantes probritánicos decidieron enrolarse en la banda terrorista. Inicialmente Dolores rechazaba la violencia como solución al conflicto irlandés; pero tras ser agredida con furia al participar en una manifestación pacífica en defensa de los derechos civiles, cambió de opinión y se sumó a la lucha armada por una Irlanda unida. 

No digas nada se centra en la vida y hechos de estas dos hermanas en el IRA (El momento cumbre de su carrera es el atentado con bomba en Old Bailey en marzo de 1973, en el que más de 200 personas resultaron heridas); pero tiene dos subtramas que la recorren por debajo hasta convertirse en el centro de la historia durante los dos últimos capítulos, el secuestro y asesinato de Jean McConville y la figura de Gerry Adams, líder del Sinn Feinn, cuya figura sale malparada. McConville era una viuda de 38 años, católica y madre de diez hijos, que no se quiso involucrar con los terroristas pero que, por humanidad, asistió a un soldado británico herido en su portal. Pocos indicios más bastaron para que los republicanos la raptasen y ejecutasen bajo la acusación de ser una traidora informante. Su secuestro marca el punto de partida de la serie y la investigación sobre su desaparición y hallazgo del cadáver supone el punto final. Entremedias se desarrolla una exploración compleja y altamente dramática de esa época terrible. 




La ejecución de McConville por el IRA fue una de las más controvertidas de entre los más de 3.000 asesinatos que la violencia sectaria produjo durante tres décadas en Irlanda de Norte. De hecho el IRA ejecutó a varios de sus miembros y a civiles por meras sospechas de traición o colaboracionismo, con la intención de mantener el control interno en su territorio. La serie refleja notoriamente ese miedo a represalias por hablar o actuar, revelando la atmósfera asfixiante que se vivía a diario y los dilemas morales que afrontaban quienes se encontraron atrapados en ese fuego cruzado. 

El otro asunto que permea todos los capítulos es el papel que jugó Gerry Adams, tanto en los atentados terroristas como en el proceso de paz que le llevó a la Casa Blanca en 1994. Él nunca admitió haber pertenecido al IRA y mucho menos haber ordenado secuestro a atentado alguno -así reza a la conclusión de cada capítulo de esta serie que narra con verosimilitud sucesos históricos-; pero los hechos narrados por Dolores Price lo desmienten y le retratan como un personaje melifluo y escurridizo; siempre atento a flotar sobre la mierda que imponía a los demás y pendiente solo de pulir su figura pública. De ahí que la serie conjugue no sólo el interés dramático (alto) de personas concretas como las hermanas Price o los hijos de McConville, sino también el interés histórico de lo que supusieron aquellos años de plomo, la intrahistoria del conflicto y cómo al final los republicanos se sintieron estafados por su líder.

Esto lo expresa muy gráficamente su lugarteniente, Brendan ´Dark´ Hughes (Anthony Boyle), cuando ya fuera de la cárcel ve triunfar al diputado Gerry Adams tras renegar de su pasado, mientras él tiene que bregar con sus traumas, su conciencia y una precaria situación económica. Al encontrarse con Dolores y ser preguntado por ésta le responde: "Lo veo como el tipo que convence a cien personas para que empujen un barco que está encallado y finalmente cuando el barco surca el mar él se sube y deja a los demás en tierra. Así me siento".














El título de la serie esconde una ironía amarga. Primero representa el silencio que el IRA imponía en sus barrios y reductos a todo aquel que allí vivía; pero luego ese silencio también lo impuso Gerry Adams a los propios miembros del IRA, cuando el proceso de paz estaba en marcha y temía que le torpedearan su carrera política. El autor del libro en que se basa la serie ha reflexionado: "Muchos en Irlanda del Norte creen que el precio de la paz es el silencio".

La miniserie es un ejemplo de periodismo objetivo mostrando la barbarie de ambos bandos. Queda patente la deshumanización de los protagonistas de aquellos hechos y el fanatismo con que se siegan vidas cuando está en juego una causa. Llama la atención el interés del comandante británico en que no se denomine "guerra" al conflicto, cuando la ocupación militar, las detenciones y la tortura hacia los católicos eran tan patentes como las tanquetas y los controles en las calles. Los británicos impusieron una sociedad segregada en Belfast, donde los católicos estaban arrinconados y sin posibilidades de promoción económica y social. 
 


Pero lo que queda finalmente en la retina es el coste psicológico de la violencia política. Ya adulta, y tras pasar por la cárcel, Dolores se confiesa a su hermana Marian (Hazel Dope): "Últimamente me estoy haciendo preguntas importantes". Ella tiene pesadillas con los compañeros católicos a los que condujo a la ejecución y solo puede dormir a base de pastillas y alcohol. Tanto los lugartenientes de Adams como las hermanas Price entregaron su vida a la causa y cuando acabó aquel período se encontraron vacíos, atormentados y en territorio de nadie. La narración no los presenta ni como héroes ni como villanos; sino como personas comunes que defienden románticamente su ideal de patria y comunidad; sin dejar de pensar en todo momento que están haciendo lo correcto. 

La serie es la adaptación del libro homónimo de Patrick Radden Keefe, bostoniano de ascendencia irlandesa que en 2013 quedó fascinado por la figura de Dolores Price tras leer una noticia sobre ella. Tras cuatro años de investigación y recogida de testimonios publicó su libro en 2018. La serie se beneficia de este texto ambicioso, pormenorizado y muy bien documentado que se lee como un thriller. Logra poner en contexto tanto a los hechos históricos como a los personajes. Representar hechos históricos no impide que la serie sea dinámica a la vez que profundamente emotiva. Hay que tener en cuenta que la herida irlandesa está todavía abierta y que el libro de Radden Keefe informa sobre desaparecidos que aún son llorados por sus familiares, así como sobre actos de figuras públicas que aún están vivas. Sin ir más lejos uno de los hijos de Jean McConville, Michael, declaró al Belfast Telegraph que "Utilizar lo que le pasó a nuestra madre para entretener es repugnante". Asimismo la exmiembro del IRA Marian Price ha demandado a Disney tras ser representada como la ejecutora de un crimen central en la trama.

Hay que reconocer que el relato es éticamente inapelable y la foto que nos ofrece de esa época sangrienta es creíble. Impresionan esas "desapariciones" de ciudadanos en las que Dolores participó como chófer, del mismo modo que nos sobrecoge la fuerza moral con que las hermanas Price afrontan una larguísima huelga de hambre en la cárcel.





El testimonio de Dolores Price (interpretada por Lola Pettigrew de joven y Maxine Peake de adulta) es la base de la crónica. Su testimonio, registrado antes de su muerte, nos ofrece una visión íntima de la lucha armada y de los dilemas morales que afrontaron quienes se involucraron en ella. Sus remordimientos le llevaron al alcohol y posteriormente al reconocimiento de los hechos ante un investigador universitario que se dedicó a recoger la historia oral de aquellos años por testigos de la época. 

Por supuesto la serie me recuerda a la desgarradora Patria, sobre el terrorismo de ETA; aunque yo creo que el espectro de esta es más amplio. Patria se centra en el drama de dos familias y unos retazos de la vivencia de la sociedad (como aquella perturbadora secuencia en que la "cuadrilla" ciclista del Tato le hace el vacío cuando es señalado por ETA). En No digas nada al drama personal se añade la visión política de aquellos hechos que culminaron en los acuerdos de Viernes Santo

jueves, 18 de mayo de 2023

LA DIPLOMÁTICA - creada por Debora Cahn



GESTIÓN DE CRISIS y ALCOBA.-
La creadora y guionista de esta serie es Debora Cahn y eso se nota. Colaboradora del gran Aaron Sorkin en la mítica serie El ala oeste de la Casa Blanca y guionista y productora de otro hito como es Homeland, ha sabido dar continuidad a los valores que las sustentan en un contexto nuevo y totalmente actualizado.
¿Y cuáles son esos valores?
Pues un ritmo vertiginoso y mucha actualidad, grandes personajes, intrigas políticas de alto nivel, diálogos chispeantes, bronca entre parejas muy profesionales y por supuesto una pizca de humor... o de cinismo llegado el caso. Si El ala oeste de la casa Blanca buceaba en los entresijos del gabinete del presidente Barlett (Martin Sheen), “La Diplomática” explora el ecosistema de la embajada americana en Londres en medio de una crisis global.

Kate Wyler (Keri Russell) es una diplomática de carrera con una larga experiencia en los conflictos de Oriente Medio y cuando la conocemos está preparándose para su nuevo destino en Kabul; pero en ese momento un misil no identificado impacta contra un portaviones británico frente a las costas del Golfo Pérsico. 42 muertos. La crisis es peliaguda, todo apunta a un ataque de Irán y los gobiernos de todas las potencias se miran entre sí para calibrar el alcance de una provocación que puede conducirlos a una desastrosa guerra.

En ese contexto la diplomática Kate Wyler es reasignada por el mismísimo presidente de EEUU para que se incorpore inmediatamente como nueva embajadora en el Reino Unido. No es lo que ella desea, pero la crisis es profunda y su experiencia en las relaciones internacionales junto a su perfil negociador serán sometidos a una dura prueba.





The Diplomat es un espectáculo inteligente y muy entretenido, como lo puede ser una partida de ajedrez contada por un fanático dicharachero. Su trama es retorcida y está llena de intrigas políticas que se suceden a un ritmo trepidante para conducirnos a una revelación final absolutamente impactante.

La embajada de Londres constituirá el tablero en el que la diplomática deberá lidiar con varias crisis. El dinamismo y la tensión que procura cada una de ellas supone una gozada para el espectador. La primera es de índole global, el barco sin identificar que ha lanzado el misil salió de un puerto de Irán y el Reino Unido busca desesperadamente el apoyo de Washington para castigar al régimen iraní. En cambio, la embajadora Wyler tiene sus dudas, merced a su gran experiencia en Oriente Medio. Pronto empezará a mover sus hilos de información para descubrir al verdadero inductor del atentado y apaciguar unos ánimos que están demasiado soliviantados.

La otra crisis es doméstica, de la Casa Blanca. Allí tienen noticia de que un escándalo le va a explotar en la cara al marido de la vicepresidenta, por lo que ésta tendrá que dimitir. El presidente y su jefa de gabinete tratan de adelantarse a los acontecimientos y han confeccionado una pequeña lista de candidatos idóneos para sustituirla. Sorprendentemente en esa lista figura Kate Wyler; aunque cuando el presidente se lo propone ella declina. Con lo que no cuenta ella es que tanto el presidente como su propio asistente en la embajada y hasta su marido se han conjurado para convencerla.



La tercera crisis es de pareja puesto que la embajadora Wyler y su marido están valorando divorciarse. Ella ha trabajado muchos años a la sombra de su marido, un brillante embajador reconocido internacionalmente; pero ahora le toca ser florero mientras ella lleva las riendas, lo que provocará múltiples roces. Finalmente está el propio ecosistema de la embajada en Londres en cuyo bullicio se cruzarán compromisos sociales y confidenciales, conflictos entre departamentos y hasta unas fricciones inevitables con el gobierno del “amigo especial” británico. Todo un puzle de tensiones y conflictos que en manos de Debora Cahn y su equipo de guionistas ofrece un juego tan entretenido como ingenioso.

Uno de los cimientos más sólidos de la serie son los perfiles de esta pareja de embajadores, trazados magistralmente: ella es honesta y trabajadora, le gustan las cosas claras y forjar todo tipo de alianzas incluso con el más acérrimo enemigo. Por eso no se ve de vicepresidenta. No le gusta el postureo. De hecho, las recepciones y la elección de sus trajes provocan situaciones bastante jocosas. La cuestión está en que ella se considera una funcionaria de carrera que acostumbra a trabajar sobre el terreno y en la sombra, lidiando con los subterfugios de la peor política y siempre estableciendo lazos con los que poder desactivar futuras crisis. Una profesional de la diplomacia. Pero la política (y el presidente) insiste en llamar a su puerta.

Su marido también es un tipo que se las trae. Hal Wyler (Rufus Sewell) es muy carismático y tiene un gran prestigio por haber negociado el fin de varias guerras. Está muy curtido en las relaciones internacionales y tiene una gran habilidad para leer las situaciones más complicadas, contactar con las personas clave y tomar decisiones. Es encantador, pero también un manipulador nato y casi sin querer no deja de inmiscuirse en el trabajo de su esposa, lo que la compromete. El ajuste de sus nuevos roles les va a hacer chocar en múltiples ocasiones.



Marca de la casa es la rabiosa actualidad en la que se desarrolla la serie: la situación mundial que retrata es la que acabamos de ver casi hoy mismo en el telediario: Rusia hace ya un año que invadió Ucrania, las sanciones económicas están hundiendo la economía de Irán, el presidente de EEUU es un anciano al que se critica su edad avanzada y sus lapsus de memoria para ejercer el cargo (¿os recuerda a alguien?). Su jefa de gabinete es de raza negra. El primer ministro británico está buscando un golpe de efecto que refuerce su imagen porque no es muy popular. El Brexit ha dejado a EEUU sin su “amigo especial” en el Consejo de la Unión Europea. Y además, cuando reciben información de que comandos de Rusia podrían estar detrás del atentado, la represalia que gana enteros es bombardear a la Brigada Lenkov, un ejército de mercenarios que utiliza Rusia (¡vaya! como el famoso Grupo Wagner que, en Ucrania, le está haciendo el trabajo sucio al asesino Putin).

Otro asunto que llama la atención es la sutileza con que se desarrollan los contactos internacionales. Por ejemplo, no mantienen relaciones con Irán pero necesitan entrar en contacto con ellos muy privadamente para desactivar la crisis: la solución es lanzar una nota de prensa ambigua que debe contener ciertas expresiones clave. La embajadora sabe cómo se interpretan las noticias en Irán y la redacción de esa nota es todo un clinic de agudeza.



La serie retrata con franqueza el juego de influencias y poder que se da en el escenario mundial; pero su mayor atractivo está en una rozagante mezcla de comedia e intriga política. Claro que todo esto no funcionaría sin un guión tan mordaz y unos personajes tan bien trazados donde conviven con agudeza los problemas personales y los del trabajo.










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UN POCO DE DETALLE:
Por supuesto ya ha salido un amplio panel de expertos criticando las inexactitudes de la serie en la definición de roles y funciones de una embajada. Está claro que se han olvidado de que es una ficción.
Tampoco el edificio que aparece como mansión de la embajadora es el real, aunque sí es verdad lo que se dice en la serie sobre el verdadero, que sus jardines son los más grandes de Londres, sólo por detrás de los del Palacio de Buckingham.
Sí es el verdadero el modernísimo edificio que aparece como embajada de EEUU en Londres. El edificio es muy seguro y muy ecológico, pero en su inauguración recibió el desdén del presidente en ese momento, Donald Trump, quejándose de que Obama lo impulsó malvendiendo el anterior edificio “por un puñado de cacahuetes”. Lo cual no es más que una nueva trola del rey de las fake news, ya que fue el expresidente Georges W. Bush quién acometió este cambio en 2008 ante la sucesión de amenazas terroristas que recibía un edificio muy difícil de adaptar, ya que data del siglo XVIII.
En uno de los primeros encuentros entre Kate Wyler y el Primer Ministro británico (Rory Kinnear) éste le hace notar la escasez de embajadoras que ha habido, lo cual es cierto ya que en los últimos cincuenta años sólo dos mujeres han sido embajadoras en U.K.
Aunque uno de los aspectos que más llaman la atención es que sea una diplomática de carrera quien esté en Londres, ya que las plazas europeas, al considerarse países aliados y poco conflictivos suelen ser ocupadas, como premio, por grandes donantes de las campañas presidenciales. Sin duda la mayor licencia de la serie tiene que ver con la consideración de una diplomática de carrera como Kate Wyler para vicepresenta, un puesto evidentemente político. Aunque el jefe de misión lo justifica basándose en se incorporaría sin campaña alguna y directamente a la cartera de exteriores para la que la consideran plenamente cualificada.

sábado, 5 de noviembre de 2022

DOPESICK - de Danny Strong




Esta miniserie de 8 episodios resulta escalofriante porque demuestra que las personas de a pie somos carne de cañón para las grandes corporaciones. Dopesick describe la crisis de los opioides que viene sufriendo EEUU desde 1995 hasta la actualidad a cuenta de la aparición del fármaco OxyContin, acompañado de una agresiva campaña comercializadora que exageraba la consideración del dolor moderado. Comerciales y médicos a sueldo de la farmacológica prescribían cada vez mayores dosis del fármaco, de forma arbitraria y sin considerar sus efectos adictivos.

Alex Gibney ya realizó un documental sobre esta crisis y lo clavó con su título, El crimen del siglo (The Crime of the Century), disponible en HBOMax. En él se narra el nacimiento y evolución de esta verdadera calamidad cuyas víctimas se siguen contando por decenas de miles cada año. Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU (CDC), "entre 1999 y 2019, casi 500.000 personas murieron a causa de una sobredosis relacionada con algún opioide, ya sea ilegal o recetado por un médico". El asunto alcanzó tal magnitud que en 2017, el entonces presidente Donald Trump se vio obligado a declarar la epidemia de opioides como emergencia nacional de salud pública. Pero los datos siguen siendo estremecedores: En 2018 murieron por sobredosis unas 67.000, más que en los 20 años que duró la guerra de Vietnam. Dos tercios del total de muertes fueron causadas por opioides. En 2019, alrededor de 136 personas murieron cada día a causa de una sobredosis de opioides, representando más del 70 % de las muertes por sobredosis de drogas. Según los datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU, los opioides provocaron más de 107.000 muertes por sobredosis en 2021, es decir, una muerte cada 5 minutos.

Pero al creador de esta serie, Danny Strong, la conmoción le llegó a través del libro de Beth Macy, "Dopesick: historia de una adicción" (Dopesick: Dealers, Doctors and the Drug Company that Addicted America). Su lectura le indignó y compró los derechos para adaptarlo a la pantalla. Tanto él como la autora del libro tenían claro que la serie debía constituir una denuncia pura y dura de las repugnantes prácticas empresariales que condenaron a la adicción a personas inocentes que simplemente buscaban el alivio de un tratamiento médico.

Para contar una epidemia de esta envergadura social y política, Strong plantea una serie que conjuga múltiples historias y líneas temporales hasta fotografiar la completa metástasis que supuso esta crisis, tanto en amplias zonas de población trabajadora, como en el propio organismo de control de medicamentos demostrando que, en un sistema netamente capitalista, el negocio es más sagrado que la salud pública.

Junta directiva de Purdue Pharma en la serie


La serie se desarrolla a través de tres líneas narrativas: por un lado las vivencias muy a pie de calle del médico rural Samuel Finnix (Michael Keaton) y de una de sus pacientes, una joven minera en la zona de los Apalaches, personas honestas e inocentes que por tomar un simple analgésico fueron condenadas a la adicción. Mientras que por otro asistimos al santa sanctorum de la empresa Purdue Pharma –con su presidente Robert Shackler a la cabeza- para conocer de primera mano el diseño de una estrategia empresarial que forzaba las ventas escondiendo los problemas de adicción que su producto provocaba. El tercer vértice lo componen los esfuerzos de dos fiscales adjuntos y una agente de la DEA (Rosario Dawson) para hacer llegar a las altas esferas políticas la tragedia que se estaba desarrollando en las calles.

Esta estructura se complementa con un constante ir y venir en la línea de tiempo para dar a conocer el nacimiento y desarrollo de cada una de las situaciones. Los vaivenes entre pasado y presente son constantes y pueden aturdir, pero ahí es donde la serie demuestra su ambición y complejidad. Su acierto es doble: retratar con precisión y gran humanidad la devastación que sufrieron personas honestas y trabajadoras por un simple tratamiento contra el dolor; pero también señalar sin miedo con el dedo las prácticas de abuso y fraude.  La indefensión de unos es tan notoria y la avaricia de otros tan atroz que nos asalta la rabia y la indignación.

La joven minera Betsy interpretada por Kaitlyn Dever





No es menor la frustración de los dos fiscales que luchan por cambiar los permisos y prescripciones del fármaco. Los servidores de la ley constatan que su arsenal es muy limitado para enfrentarse al laberinto legal armado por la corporación farmacéutica. Más si tenemos en cuenta que Purdue Pharma contaba entre sus filas con el que fuera funcionario jefe del organismo regulador del medicamento para escamotear la verdad. El fármaco se aprobó con la torticera declaración de que sólo un 1 % de los pacientes desarrollaría adicción. Y es que Dopesick no sólo disecciona con brillantez la epidemia de los opiáceos, sino que acusa directamente con nombres y apellidos a Purdue Pharma por fraude y a la administración federal (FDA) por no velar por la seguridad de los medicamentos; denunciando de paso las infames puertas giratorias que se permiten entre lo público y lo privado. 

El uso de oxicodona se generalizó de tal modo que la situación llegó a ser tan grotesca como trágica: las colas en las farmacias para conseguir Oxycontin semejaban a las de los antros donde los camellos distribuían su "caballo". Solo que aquí los médicos eran los traficantes legales y Purdue Pharma el respetable cártel proveedor.

Desde el principio la serie va a hierro. Se inicia en 1986 con un análisis lapidario del presidente de Purdue Pharma sobre la necesidad de "redefinir la naturaleza del dolor". Para él la comunidad médica ha ignorado la importancia del dolor moderado y continuo: "cuando vivimos con dolor no vivimos nuestra verdadera esencia". Se propone atajarlo definitivamente con un nuevo medicamento, el Oxicontin, cuya base es el opiáceo oxicodona.  Claro que él no es ningún filántropo: la realidad es que está a punto de caducar la patente de un medicamento que les produce el 25 % de sus ventas y el Oxicontin resolverá sus problemas: un opioide que se pueda administrar durante largos periodos y que acumulará ventas sin cesar. El truco está en que el medicamento "oficialmente" no produzca adicción y eso lo pueden "certificar" los abogados y médicos que tienen en nómina. La iniciativa del joven Shackler es ratificada por el tío Arthur, ávido de ganancias: "No hay que seguir al mercado, hay que crearlo".


Después de esta inicial conversación entre magnates, la línea temporal en pantalla nos avisa de que pasamos a 2005, inicio de un juicio donde se ventila si el Oxicontin crea adicción. Un médico reconoce que los comerciales de Purdue Pharma repetían como un mantra que "Menos de un 1 % se volverán adictos". Otra doctora declara que en aquellos años se había generado todo un movimiento nacional para repensar el tratamiento del dolor. El tercer doctor que hablar es el doctor Finnix al que le preguntan si es verdad que sólo el 1% de sus pacientes se volvieron adictos al Oxicontin. Con la vista perdida, su respuesta es demoledora: "Es increíble la cantidad de ellos que ahora están muertos".

Las historias del médico y de la joven minera son desgarradoras y logran emocionarnos. Nos transmiten plenamente el dolor y los estragos provocados por la codicia corporativa. Mientras que nuestros ojos y preguntas están depositados en los dos fiscales adjuntos (Peter Sarsgard y John Hoogenakker) que nos van revelando la amplitud y profundidad del fraude. La trama también sigue al comercial Billy Cutler (Will Poulter) para que conozcamos desde dentro los entresijos del marketing y también cómo asoma la objeción de conciencia. 

Me gustan especialmente Michael Keaton y Kaitlyn Dever porque aportan emoción y veracidad a sus interpretaciones. Del mismo modo que Will Poulter refleja muy bien las dudas del comercial que no está dispuesto a todo con tal de aumentar sus comisiones. Pero el que se te queda en la cabeza es Michael Stuhlbarg interpretando al malvado sin concesiones Richard Shackler.


Cabe decir que la estrategia de marketing y ventas de Purdue Pharma es moralmente repulsiva desde su raíz, pero merece estudiarse como un caso paradigmático del capitalismo más salvaje que es lo que expone la serie: Fue un ataque masivo en toda regla capaz de crear un estado general de opinión pública sobre el dolor y generar la aceptación social del uso del opioide. En los médicos se llegó a instalar el miedo a ser considerados malos profesionales por "subtratar" el dolor y no recetar opioides. 

Llevaron a cabo todo tipo de estrategias de persuasión sin considerar ética alguna: fabricaron a medida estudios universitarios que respaldaban su medicamento, organizaron seminarios y congresos en hoteles de lujo y con los gastos pagados para convencer a centenares de médicos, crearon ex profeso organismos y fundaciones, como la "Apalachian Pain Foundation", para avalar el uso masivo de la oxicodona en el combate contra "el mal del siglo". Fraguaban cursos de marketing y ventas donde los ejecutivos forzaban a los comerciales a visitar y cortejar a los médicos de sus territorios para subir las ventas cada mes y lograr más comisiones. Todo valía. 
Un carnaval avariciosamente ciego y destructor.
































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lunes, 30 de marzo de 2020

YEARS and YEARS - creador Russel T. Davies

Year and Years, 2019, BBC-HBO























Years and Years comienza en 2019 y se ocupa de cómo, en menos de una década, la sociedad europea se convierte sin darse cuenta en una distopía con unos visos de verosimilitud escalofriantes. La serie recoge el espíritu de Black Mirror y lo mete en el salón de tu casa. Ya no se trata de la tecnología deshumanizando nuestras vidas, sino del modo en que los miembros de una familia responde al impacto que la incertidumbre política y económica vuelca sobre ellos. A lo largo de sólo 6 capítulos veremos a Inglaterra/Europa caminando hacia el desastre, sin que los ciudadanos se aperciban de lo que van perdiendo por el camino. 

A través de una variedad de asuntos plenamente actuales (tensiones mundiales, nueva crisis financiera, paro, inmigración, fakes news, etc.) y una osada predicción basada en pequeños cambios (un banco que se va al garete, una precariedad galopante, una latente guerra entre China y EEUU, una candidata que gana más votaciones cuanto más bocazas e insensata se muestra) se van produciendo unas consecuencias tan verosímiles y cercanas que casi nos muerden los talones. La serie es capaz de crear un reflejo de nuestros días tan cercano que da auténtico pavor mirarse en él.


Years and Years narra la historia de tres generaciones de la familia Lyons, desde 2019 hasta 2030. A la cabeza de la familia está Muriel (Anne Reid), la matriarca, en cuyos cumpleaños se reúne la familia y donde van comentando los cambios. Stephen está casado con Celeste, trabajan en finanzas, tienen un nivel de vida alto y un par de hijas adolescentes. Daniel trabaja en el Departamento de Vivienda integrando a los emigrantes. Aunque está a punto de casarse con Ralph, conoce al ucraniano Víktor en un asentamiento y se enamora de él. Rosie está en silla de ruedas por espina bífida, pero es muy vital y ya está tras un nuevo chico. Edith es una activista medioambiental y siempre está viajando.


El primer episodio comienza en la actualidad y nos catapulta hasta el año 2024. Todo se está deteriorando, el cambio climático es cada vez más agudo, Rusia ha invadido Ucrania, China ha construido una isla artificial donde se dice que almacena armas secretas y, en su último año de mandato, Donald Trump tensa peligrosamente la cuerda. Después del cumpleaños de Muriel saltamos a 2024 y vemos que todo va de mal en peor. Estalla la tensión entre Estados Unidos y China por la isla (ficticia) de Hong Sha Dao. Trump se acerca al final de su segundo mandato y una nueva crisis migratoria está inundando el Reino Unido de refugiados de Ucrania. Están de nuevo en el cumpleaños de Muriel y suena la misma sirena de cuando los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos ha lanzado un misil nuclear en dirección a la isla de Hong Sha. Empieza la carrera hacia el desastre. (Si es que no ha empezado ya).

En estas circunstancias aparece Vivienne Rook (inmensa Emma Thompson) para soltar un exabrupto y convertirse en tendencia.
"Todo lo que quiero es que recojan mi basura (…). Así que pregúntenme sobre Israel y Palestina y les diré que me importa… un bledo".

La familia Lyons está compuesta por cuatro hermanos con sus respectivas parejas y se caracteriza por una notable diversidad sexual y étnica. La esposa de Stephen es afroamericana, Daniel es homosexual, la activista Edith es lesbiana, y Bethany, una de las dos hijas adolescentes de Stephen y Celeste, desea ser "transhumana", fundir su cuerpo con la tecnología y la información. Son personas corrientes y reconocibles cuyos problemas reflejan los nuestros y esto es de lo más atractivo. 

El ritmo es muy rápido, los cumpleaños de la abuela se suceden y la situación de cada uno cambia de forma acelerada. Daniel pasa de ser funcionario a tener que jugársela para entrar en Gran Bretaña, Stephen (Rory Kinnear) pasa de ser asesor financiero a repartidor de Glovo con el añadido de otros infratrabajos. Su hija Bethany (Lydia West) es una adolescente que se va implantando tecnología de última generación en su cuerpo como una liberación, sin pensar en la invasión de su intimidad. 

Daniel Lyons con Victor

Las relaciones personales tienen muchos contrastes y la trama, con sus trampas y pequeñas exageraciones (bueno, ya veremos) les hace transitar por vicisitudes de lo más factible: colapsos bancarios, crisis de refugiados, ascenso de populismo y extrema derecha, inestabilidad política en toda Europa (incluyendo, por cierto, una revolución de la ultraizquierda en España), apagones causados por hackers, terrorismo, temporales de 80 días de lluvias...


Entre las subtramas la más desarrollada es la de los refugiados. Daniel (Russell Tovey) ve cómo Inglaterra pasa de ser país de acogida a deportar inmigrantes. Víktor (Max Valdry) es deportado a Ucrania donde los homosexuales corren peligro de muerte. Su odisea por varios países de Europa es de lo más dramática y cuando llega a España, Daniel acude allí para acompañarle en su salto a Gran Bretaña. El sexto y último capítulo me recuerda a Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006), con sus campos de concentración para inmigrantes y una trama muy oscura de confinamientos secretos: los campos OTRORA. Ahí volverá a cobrar presencia Edith  Lyons (Jessica Hynes), para hacer que todo el mundo sepa la verdad. 

Por su parte la trama política se desarrolla en un segundo plano, en los brochazos que vemos en los telediarios. Pero las noticias tienen gran potencia y resultan de enorme trascendencia para la historia. En 2027 tenemos a Putin perpetuado en el poder, Trump utilizando al nuevo presidente Pence como muñeco de paja y en España ha vuelto la peseta, Cataluña ya es independiente, la familia real ha tenido que huir a Mónaco y un partido extremista intenta expulsar a todo aquel que no tenga la nacionalidad.

En el episodio 3 la familia Lyons tiene opiniones polarizadas sobre la aparición de Vivienne Rook y su propuesta de hacer ¡una prueba de coeficiente intelectual para determinar quién pueda votar! 
Mientras tanto el colapso de varios bancos ha dejado a Stephen y Celeste en la estacada. Pierden la casa y tienen que coger varios trabajos para subsistir. Y en medio de todo el fregao, Rosie apoya fervientemente a Rook: ¡Dales fuerte Viv! ¡Que se joda el sistema!
Rosie Lyons y Viv Rook listas para cambiar el mundo



















En el episodio 5 ya estamos en 2028 y Vivienne Rook es primera ministra con un homenaje al Brexit: "Cuando está sola UK, es más grande y mejor". Su ascenso es todo un modelo de cómo abrirte camino seduciendo a las masas través de los más bajos instintos. Su llegada al poder está sembrado de sospechas de injerencias rusas y certezas de fake news... Del mismo modo que El cuento de la criada, la serie nos avisa de los cantos de sirena que entonan los más burdos populismos y la extrema derecha. Ver a Viv Rook soltando sandeces sin filtro y con ese pelo pollo es ver al iluminado Donald Trump en persona. En su primera rueda de prensa y ante las preguntas sobre posible fraude responde como él, vetando a un periodista y descalificando a la prensa:

- ¡Noticias Falsas! ¿Ven? Por eso el periodismo está muriendo.

Incluso llega el momento en que provoca el cierre de la BBC, la cual se despide con el famoso epitafio: "Buenas noches y buena suerte".


Con Viv Rook en Downing Street una nueva Gran Bretaña toma forma. Todo es un caos. La inversión pública se centra en la seguridad. Se agudiza el control gubernamental. Se generalizan los apagones. Se impone el confinamiento de los barrios marginales (sufriendo Rosie en primera persona las políticas de su admirada Rook). Se mete a los refugiados e inmigrantes en campos de concentración que gestionan en secreto contratistas privados..... Nada que no hayamos visto ya. 

Todo va muy rápido. Los derechos se pierden sin parar y todos se van adaptando, tan tranquilos. Ésta es la lección.
Empieza con el recorte de derechos a los inmigrantes pero sigue con el recorte de libertades en general, los toques de queda, las desapariciones inexplicables, el confinamiento de zonas marginales... y la tecnología al servicio del Estado para el control del Gran Hermano.



















Después de las secuencias más trágicas y oscuras la serie no quiere concluir sin reflexión ni esperanza. Nadie mejor la que matriarca Muriel, de nuevo en uno de sus cumpleaños, para desnudar la situación y denunciar lo poco que se necesita para que todo se vaya al carajo: 


"Este siglo ha sido difícil. Más de lo que imaginaba, ¡Diez mil días! Eso es un suspiro. Hace diez mil días yo estaba aquí, en esta casa. Vuestra madre estaba en la cocina y yo pensaba, "ya está, misión cumplida". Tenemos un mundo agradable, humm. Felicidades Occidente lo hemos conseguido. Hemos sobrevivido. (al cambio de siglo se supone ) ¡Que idiota! Era una ilusa y una idiota. Pero era incapaz de ver a los payasos y a los monstruos que acechaban en la esquina. Saltando unos sobre otros, sonriendo ...¡por Dios, menudo carnaval! Y no hizo falta más. 10.000 días.
¡Más vino! Pero eso demuestra lo que digo.
(...)
-Todo esto es culpa vuestra.
-¿El qué?
-Pues todo.
-¿De quienes?
-De todos vosotros.
-¿A qué te refieres?
-A los bancos, al Gobierno, la recesión, América, la Sra. Rook. Cada pequeña cosa que ha ido mal es por vuestra culpa.
-¿Qué he hecho yo? ¿A qué viene todo esto? -pregunta la irreflexiva Rosie.
- A mí me culpan de mucho. ¿Por qué soy responsable de todo el mundo? (Stephen)
-Porque todos los somos. Cada uno de nosotros. Podemos sentarnos aquí culpando a los demás. Culpando a la economía, culpando a Europa, culpando a la oposición, al clima y luego culpamos a las oleadas de destrucción de la Historia como si estuvieran fuera de control, como si fuéramos indefensos y muy insignificantes; pero sigue siendo culpa nuestra. Ya sabéis por qué."
Y pone el ejemplo de la camiseta que no necesitamos ni nos gusta, pero como vale sólo una libra la compramos y el vendedor se lleva 5 míseros peniques y algún campesino recibe 0,01 penique. "Y nos parece bien a todos. Entregamos la libra y compramos ese sistema de por vida."
Luego habla de la cajera que ha desaparecido por la implantación de las cajas automáticas. Rosie vuelve a decir que no está de acuerdo, porque ella odia esas cajas de autoservicio, pero la abuela le contesta.
"-¿Escribisteis cartas de queja, cambiasteis de supermercado? ¡No! Os pareció mal pero dejasteis que pasara y ahora aquellas mujeres han desaparecido y nosotros lo permitimos. Yo creo que sí que nos gusta el autoservicio. Lo queremos; porque significa que podemos entrar ahí,coger lo que queremos y salir sin tener que mirar a esa mujer a la cara. La mujer que cobraba menos que nosotros ya no está. Nos libramos de ella. Fuera. Enhorabuena.
Sí, es nuestra culpa. Este es el mundo que hemos construido. Felicidades.
Salud a todos."

miércoles, 24 de julio de 2019

CHERNOBYL - creada por Craig Mazin























Dos sentimientos me asaltan según veo los capítulos.
Por un lado la repulsa ante la estupidez criminal de las altas instancias de la URSS, más preocupadas por preservar su poder y esconder su inoperancia, que de afrontar con realismo una situación trágica que condenaría a miles de sus compatriotas. Por otro lado el asombro ante la candidez de una población que como corderitos van y vienen dócilmente, ignorantes de que están inhalando su muerte.

Sin planes de emergencia ni contención, familias enteras y niños se acercaron hasta el puente de las vías, "para ver mejor" el espectáculo de la explosión en una central nuclear. El "puente de la muerte" se denominaría posteriormente a ese letal mirador. Todo el que acudió allí murió en un corto plazo de tiempo. 

La miniserie de 5 episodios resulta modélica. Tratándose de una narración dramática adopta el tono y la textura de un documental, cuya desapasionada exposición de los hechos te estremece. La reproducción de los escenarios (la propia central, los despachos, las viviendas) está muy lograda. Todo es gris, frío, homogéneo. Ni tan siquiera el negro es muy negro. Impera el gris ceniza.


Por otro lado muchas secuencias transcurren desnudas, sin música. Y cuando por fin aparece es metálica y estridente, como si reprodujesen los quejidos metálicos de las conducciones que se retuercen. El silencio deja a los protagonistas huérfanos en circunstancias terribles. A los espectadores nada nos dulcifica lo que se narra. La explosión ocurrida en la madrugada del 26 de abril de 1986 se despliega ante nosotros durante todo el primer capítulo como un hecho irrefutable, a la vez terrible e indiferente. 
















Sala de Control del Reactor IV


Me comentaba mi mujer, durante los primeros capítulos, que la serie no le transmitía la tragedia de los hechos. Que sentía las imágenes como algo adormecido y lejano. Efectivamente ese es el clima que transmite la serie. Así vemos reaccionar a las personas de a pie y sobre todo a los directivos políticos. Casi con indiferencia. Y por eso resulta más perturbador. 

Me impresiona el estilo sencillo y directo con que está narrada. Hay tres escenarios básicos: las viviendas, la Sala de Control de la Central y las instancias del poder (bien sea las reuniones del soviet supremo con la presencia de Gorbachov o bien la Sala de Juntas de la Central). 

La acción sigue sobre todo a cuatro personajes. 
A la mujer de uno de los primeros bomberos que acudió. A través de sus ojos horrorizados veremos las consecuencias tan inmediatas como agresivas de la radiación. Otro protagonista es Boris Shcherbina, viceprimer ministro y jefe de Energía (interpretado con su solvencia habitual por Stellan Skarsgård). A él le encarga el Secretario General la resolución del problema. Y, finalmente, los dos científicos, Valery Legasov (Jarred Harris) que dirigió la estrategia para atajar las consecuencias del accidente;  y Ulana Khomyuk, (Emily Watson), la científica que colabora con él investigando los antecedentes de la central y las decisiones de sus mandos. Es el único personaje que no es histórico. Los guionistas han querido personificar en ella a las docenas de científicos que ayudaron y asesoraron a Legasov. 

La cámara está presente en la Sala de control y vemos la impericia de los técnicos, más preocupados por la sumisión al camarada jefe y a las directrices políticas que a la realidad del problema. Vemos llegar a los bomberos con sus escasos medios. Asistimos a las reuniones del comité de crisis y vemos que actúan completamente sesgados por el interés político. "Que despierten al comité ejecutivo y ya nos dirán qué hacer", dice tranquilamente el director de la central cuando todo ha explotado y la radiación sale a borbotones. Vemos el hospital más cercano donde una doctora se percata del problema que se avecina y pregunta por las pastillas de yodo. ¿Yodo?, le responde su jefe, ¿para qué? Las centrales rusas no fallan. (...) Esta estúpida obediencia ciega tiene su contrapeso en el chiste que un operario cuenta: "¿Qué es una máquina que funciona con gasoil, echa mucho humo y corta una manzana en tres trozos? ¡Pues una máquina rusa hecha para cortar la manzana en cuatro trozos!".

En este contexto tanto Legasov como Shcherbina  son los verdaderos héroes simplemente por reconocer la realidad. El ministro, aunque en primera instancia intentó seguir el manual del buen soviético, pronto aceptó los hechos y trabajó con denuedo. Pero no hay que olvidar a las más de 600.000 personas que fueron movilizadas por las autoridades, a los que a la postre se los conoció como liquidadores: bomberos, mineros, técnicos, obreros y científicos. Muchos de ellos sin saber el riesgo que corrían; pero también muchos de ellos plenamente conscientes de que estaban entregando su salud o su vida; como los técnicos que corrían por las galerías devastadas cantándose a gritos las lecturas de los contadores Geiger mientras restablecían conexiones y bloqueaban canalizaciones con una radiación de 20.000 roentgens/hora. O los conocidos como "bio-robots", trabajadores que llegaban donde no lo hacían las máquinas y que en turnos de 90 segundos por la alta radiación, se encargaron de retirar del tejado del reactor los escombros de grafito. Su presencia amenazaba con provocar una reacción todavía más devastadora. 

Y sobretodo los conocidos como los tres héroes de ChernóbilAlexei Ananenko, Valeri Bezpalov y Boris Baranov asumieron voluntariamente una tarea tan crítica como desesperada: El agua utilizada para apagar los múltiples incendios e intentar en vano mantener frío el reactor, se había acumulado en las piscinas inferiores mientras el reactor se fundía lentamente en forma de lava de corio a 1.660 ºC. En cualquier momento podían empezar a caer grandes goterones de esta lava, poderosamente radioactiva, provocando enormes explosiones de vapor que habrían multiplicado a gran escala la contaminación, destruyendo el lugar e incluso provocando una reacción en cadena que hubiese afectando gravemente a toda Europa. Con todos los sistemas electrónicos destruidos sólo cabía abrir manualmente las válvulas para vaciar estas piscinas. El problema es que las válvulas estaban bajo el agua y rodeadas de escombros altamente radioactivos que hacían brillar el fondo con un tenue color azul por la radiación Cherenkov. El final del episodio 2 recoge el momento en que estos tres voluntarios ingresan en las piscinas mientras la pantalla se funde a negro y el repiqueteo de los contadores Geiger se hace ensordecedor. La escena sobrecoge.

La estructura narrativa siempre es franca y directa, desde el mismo comienzo. En los primeros minutos asistimos a la grabación del informe verídico y su envío a escondidas por parte de Legasov. A continuación se suicida. El siguiente plano nos lleva dos años atrás, a la misma noche de la explosión. El showrunner nos lo explica:
"Siempre sentí que la historia tenía que contarse de cierta forma, y que de esa forma sería respetuosa con la audiencia. Tenía que ser así para poder decir: 'todos sabéis que la central explotó. No os haré esperar cinco episodios para esperar a que algo explote'. No se trata de la explosión. Quería mostrar de qué se trataba realmente y contar la historia a través de la gente".
Me encorajina una situación donde la mentira y la censura resultan inquebrantables a pesar de la devastadora emergencia:"El recuento oficial de víctimas, sin modificar desde 1987 es de 31". Nos comunican al finalizar la serie. Mentira sobre mentira.
De hecho ahora mismo el Kremlin de Putin está intentando prohibir la serie y hasta denunciarla. Prometen hacer "su" serie y proclamar "su" verdad. Irónicamente, en la serie se reproduce una postura semejante. Cuando la situación ya está controlada y Legasov está exigiendo la reparación de todos los reactores de la Unión Soviética, el jefe del KGB le responde: "Primero el juicio. Cuando termine tendremos villanos, a nuestro héroe y nuestra verdad. Y después se arreglarán los reactores." Estas son las prioridades: primero culpar a alguien, luego proteger al estado aunque sea con mentiras y luego ya se verá.






















Ya desde la primera reunión del Comité de crisis, la policía política condicionó la forma de actuar. El discurso de este personaje, invitando a cerrar la ciudad y evitar la información, resulta de lo más espeluznante por el cinismo de quien dice defender al pueblo cuando lo está sacrificando en el altar de un aberrante estado.

"Nuestra fe en el socialismo soviético siempre será recompensada . Si el estado nos dice que la situación no es peligrosa ¡tengan fe camaradas! Lo que quiere el Estado es evitar el pánico. Lean entre líneas . Es cierto, cuando el pueblo vea a la policía se asustará. Pero mi experiencia me dice que cuando el pueblo hace preguntas que es mejor que no sepan es mejor que dejen los asunto de estado al estado. Sellemos la ciudad. Que nadie salga. Corten los teléfonos. Contengan la propagación de desinformación. Así evitaremos que el pueblo eche por tierra su trabajo. Sí camaradas, seremos recompensados por lo que hagamos esta noche. Es nuestra oportunidad de brillar."
Por cierto que escuchando a este policía político me acordé del actual alcalde de Madrid paralizando la iniciativa de Madrid Central. Está claro que la estupidez ideologizada ataca a políticos de todo pelaje y condición.

Reproduzco a continuación la reflexión final de Legasov:


"Ser científico es ser un ingenuo. Nos obcecamos tanto en descubrir la verdad que nos olvidamos que muy pocos quieren que lo hagamos. Pero la verdad siempre está ahí, la veamos o no, la elijamos o no. A la verdad no le importa lo que necesitamos. No le importan los gobiernos ni las ideologías, ni las religiones. Nos esperará eternamente. Y éste, al menos, es el regalo de Chernobyl. Antes temía el precio de la verdad. Ahora sólo me pregunto cuál es el precio de la mentira."












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Datos:
* Valery Legasov se quitó la vida dos años después de la explosión de Chernóbil.
* Boris Shcherbina murió 4 años y 4 meses después de ser enviado a Chernóbil.
* El creador de la serie, Craig Mazin, tiene un recomendable podcast donde desgrana todos sus entresijos. Para desarrollarla dramáticamente se basó en el libro "Voces de Chernobyl", de la escritora bielorrusa y Premio Nobel de Literatura, Svetlana Aleksiévich. En el libro se recopilan decenas de testimonios de las víctimas del desastre.
* La Central Nuclear de Chernóbyl en realidad se llama V.I. Lenin y se encuentra a 4 km. de la ciudad de Pripiat, en Ucrania.
* El techo del reactor número cuatro de Chernobyl saltó por los aires a la 01:24 de la madrugada del 26 de abril de 1986. Los incendios y las desesperadas tareas de contención duraron 10 días.
* Todavía a día de hoy, 33 años después, existe una zona de exclusión entre Ucrania y Bielorrusia de más de 2.400 km cuadrados.
* 36 horas después de la explosión, cuando ya era más que evidente el peligro de radiación, se ordenó la evacuación de la ciudad de Prípiat, donde vivían la mayoría de los trabajadores de Chernóbil. El Ejército movilizó 1.200 autobuses para transportar a sus casi 50.000 habitantes. Se les dijo que era solo por tres días. Hoy, Prípiat es, oficialmente, inhabitable. Y tras esta ciudad, que un día fue el sueño del desarrollismo soviético, se procedió a la evacuación de otras localidades en Ucrania y en Bielorrusia, hasta un total de más de 115.000 personas.
* Cientos de vehículos y aeronaves fueron abandonados en las inmediaciones de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, epicentro de la catástrofe. El lugar donde está depositada toda esta maquinaria (alrededor de 1.350 vehículos), se encuentra dentro de la zona de exclusión, a 25 kilómetros al suroeste de la central, y se llama Rassokha.
* Ni siquiera el accidente puso fin al engaño y la negligencia. Meses después, se cubrió la central con una estructura para contener la radiación, un "sarcófago" que duraría toda "la eternidad", según dijeron las autoridades. A los cinco años, comenzaron a detectarse las primeras grietas.
* En 2017, el nuevo sarcófago llamado New Safe Confinement (NSC) cubrió definitivamente el edficio. El sarcófago contiene 200 toneladas de corio radiactivo, 30 toneladas de polvo altamente contaminado y 16 toneladas de uranio y plutonio.
* Dos fotógrafos han colocado su nombre junto a esta Central Nuclear.
Igor Kostin fotografió la verdad de un desastre que la URSS quiso ocultar.  
David McMillan ha visitado la zona de exclusión, incluyendo la ciudad de Pripyat, más de 20 veces a lo largo de 25 años. Ha recopilado sus fotografías en el libro Growth and Decay: Pripyat and the Chernobyl Exclusion Zone." Las fotografías muestran cómo el tiempo se ha detenido tras la marca de los residentes.