jueves, 9 de abril de 2020

A Ghost STORY - de David Lowery


La persistencia de la memoria, podría haberse titulado esta película con fantasma que deja el terror de lado para depurar un delicado drama y, sobretodo, una reflexión sobre el tiempo.

Un músico y su mujer viven en una pequeña casa de campo. Al poco él muere en un accidente de tráfico. Estando en la morgue, ella se despide de él y lo deja cubierto por una sábana.
Ella se va, pero el plano sigue fijo mostrándonos la mesa y el cadáver cubiertos por la sábana. 
La duración del plano parece anunciar que la vida se ha ido.
Estamos pasando al otro lado.
Finalmente el fantasma se levanta de la mesa y, cubierto con la sábana, vuelve a casa. Lo que sigue es el devenir, durante décadas incontables, de este melancólico y solitario fantasma que se ha quedado anclado en esa casa y sus recuerdos. 















Estoy seguro de que Lowery no conoce los versos de Bécquer, pero yo me acordé de aquel poema suyo que clama por la soledad de los muertos.  

Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron. 
La luz que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho;
y entre aquella sombra
veíase a intervalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo. 
Despertaba el día,
y, a su albor primero,
con sus mil rüidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
Porque la película es una ilustración precisamente de esto, de la soledad y el desamparo en que se hunden los muertos. Una película sencilla, de bajo presupuesto, casi con un único decorado en esa casa desvencijada; sin diálogos y que, como una música leve, va abriendo puertas e iluminando aspectos de la historia hasta componer un poema sobre el paso del tiempo, la memoria y el amor. Plácida en su desarrollo, enigmática en su objetivo.



La cinta tal y como está rodada y montada rompe moldes. El formato de la pantalla es casi cuadrada, de 4:3, con bordes redondeados, a lo que se suma una serie de planos fijos tan largos, lentos y silenciosos que, si no te expulsan de la película, exigen de ti una nueva percepción. Parecen querer demostrar que el tiempo es algo más que acción. De hecho el director ha vaciado la película de hechos y se ha quedado sólo con el tiempo. Sus secuencias iniciales contienen planos larguísimos y fijos. En uno, antes del título, vemos a la protagonista (Rooney Mara) sacar un baúl a la basura. 100 segundos completos, con la cámara fija mientras ella viene arrastrando el baúl paso a paso y luego el regreso a la casa. En otro ya está viuda, vuelve a casa y se encuentra un pastel que le ha dejado una vecina. Otro plano fijo larguísimo y silente nos la muestra comiéndose el pastel cucharada tras cucharada, durante más de tres minutos, subrayando que está sola. Su mundo se ha vaciado y el tiempo para ella es una tremenda oquedad.


Luego ella se va de la casa y durante la mayor parte de la película nos quedamos solos con este fantasma afligido que se ha quedado colgado de una expectativa que no conocemos. Aquí percibo uno de los puntos clave de la película. El tiempo del fantasma es muy distinto. Con la cámara fija sobre él, el fantasma gira un poco la cabeza y ve que la casa está habitada por otra familia. Vuelve a girar la cabeza y ahora está ocupada por un horda de artistas. Vuelve a girarla y la casa aparece destartalada y medio hundida. El tiempo se comprime. Lo que parecen segundos realmente son años y décadas... Sin moverse del sitio, el fantasma nos va guiando por un curso del tiempo que se desliza hasta la distopía y el western antes de cerrar el círculo en el comienzo de todo, dando un sentido completo y elevado a la narración. 

Ese contrataste entre el tiempo minucioso de una vida humana y el tiempo inmutable de la Historia es uno de los dos aciertos que sustentan la película y queda resumido en el plano de sacar la basura. Ese plano comienza enfocando la imperturbable profundidad del cielo estrellado para continuar, en un violento giro de la cámara, con la minucia de esa actividad tan cotidiana. El otro acierto es netamente dramático, una pequeña nota que la protagonista esconde en una jamba antes de irse. Su sentido se declara en la escena inicial, con la pareja abrazada en el sofá.

-Cuando era pequeña no parábamos de mudarnos. Escribía notas y las doblaba para que fueran muy pequeñas y las escondía en diferentes sitios porque así, si un día volvía, habría un pedacito de mí, esperándome.
-Y alguna vez volviste?
-No.
-A eso me refería. No me hizo falta.
-¿Qué decían?
-No eran más que viejas rimas y poemas, cosas que me gustaba recordar.
-¿Por qué te fuiste de todas esas casas?
-Porque no tuve elección.


No es la única nota que se esconde en la película. En su viaje por los eones, el fantasma se encuentra en la misma pradera pero en el tiempo de los pioneros en la conquista del Oeste. Allí otra niña que juega esconde una nota bajo una piedra. Las dos niñas quieren imaginar el viaje de estos mensajes por los océanos del tiempo y eso es lo que nos ofrece esta película fascinante. 

El estilo lírico y contenido apartan al film de cualquier pretenciosidad y lo dotan de un halo melancólico y romántico. Lo interesante de A Ghost Story es que percibimos la realidad desde el punto de vista del fantasma. En un momento dado este desolado espectro mira a través de la ventana y ve a otro congénere, también en la ventana de la casa de al lado. "¿Qué haces?", le pregunta. "Espero". "¿A Quién?" "Lo he olvidado".

¿Son nuestros recuerdos, los fantasmas? La reflexión acerca de lo que dejamos atrás, la pérdida, la memoria y el amor (y su fecha de caducidad) te agujerea el corazón. Como dice uno de los artistas presente en la casa, "Todo aquello que os haya hecho sentir importantes o exclusivos, todo desaparecerá", "de modo que escribe un libro, pero sus páginas arderán" en la fogata del tiempo.
Nada permanecerá. 
Aunque lo contradiga la propia película con un final que eleva su sentido y una canción tan maravillosa como "I get overwhelmed", compuesta por Daniel Hart e interpretada por su banda Dark Rooms. Como la película, habla de la soledad; pero su existencia la conculca.




A Ghost Story es de 2017, pero antes el director y guionista David Lowery ya había juntado a sus dos protagonistas Rooney Mara y Casey Affleck en otra intensa y romántica pieza Ain’t them Bodies Saints (2013).

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