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lunes, 27 de enero de 2025

INCRUSTADOS - de Ian Watson



Es increíble la amplitud del arco argumental que consigue esta novela que casi no llega a las trescientas páginas en octavo. Nos lleva desde un experimento con huérfanos que sufren trastornos del habla por daño cerebral hasta un encuentro con alienígenas pasando por el relato lingüístico-antropológico sobre un tribu del Amazonas brasileño. La conjugación de todo ello nos habla del destino de la humanidad.

Aunque visto el propósito tanto de los alienígenas sp´thras como de los indígenas xemahoas también se puede decir que el asunto de esta fascinante novela es narrar el punto de encuentro entre mito y realidad. Se trata de una obra llena de ideas tan seductoras como son los límites de la conciencia, la percepción de la realidad y el papel que ahí juega el lenguaje; sin olvidar asuntos más mostrencos como la guerra fría o la colonización que sufren los pueblos indígenas.

El desarrollo de todos estos temas se lleva a cabo a través de tres líneas narrativas.
En la primera el lingüista Chris Sole dirige un experimento secreto con niños con trastornos del habla a los que trata con fármacos avanzados. Los niños están confinados en un entorno controlado vinculado a un lenguaje artificial que se les enseña para conocer cómo aprende el cerebro y cómo modela su entorno a partir del lenguaje. Se trata de "incrustar" un lenguaje artificial en los niños para comprobar si esto les provoca un cambio en su percepción de la realidad.
"—¿Ha oído hablar de un poema de un escritor francés, Raymond Roussel, llamado Nuevas impresiones de África? —El norteamericano negó con la cabeza—. Es un poema curioso. De hecho, resulta prácticamente ilegible. En un sentido literal, me refiero. No es que sea malo, ni de coña: derrocha ingenio. Pero es el ejemplo más bestia de lo que en lingüística llamamos autoincrustación, y eso es lo que aprenden mis chicos…
—Autoincrustación… ¿Cómo definirías ese concepto?
(...)
—La autoincrustación es un uso especial de lo que denominamos reglas de recursividad, reglas que permiten realizar la misma operación más de una vez cuando se construye un enunciado, de modo que se le puede dar la forma y la longitud que uno desee. Para comunicarse, los animales cuentan con una serie restringida de señales o bien con variaciones en la intensidad de una misma señal. En cambio, los humanos no tenemos esa limitación. Cada uno de los enunciados que construimos es una creación original, gracias a esta propiedad recursiva. «El perro y el gato y el oso comen.» «Comen el pan y el queso y la fruta, voraz y ávidamente.» Aunque usted nunca había oído estas oraciones concretas (son nuevas), las entiende sin problema. Eso es porque tenemos en el cerebro un programa flexible y creativo para el lenguaje. Pero la autoincrustación lleva la mente humana casi hasta el límite, lo que nos permite utilizarla para explorar la frontera…"
pág. 58

La segunda está vinculada a la primera puesto que el antropólogo-lingüista Pierre Darriand -antiguo amante de la mujer de Chris Sole- estudia el extraordinario idioma de la tribu xemahoa cuyo brujo, con la ayuda de una sustancia alucinógena, ha logrado articular el lenguaje incrustado con naturalidad, logrando vislumbrar otra Realidad. Pero esta prometedora investigación puede tener los días contados, ya que el hábitat y la cultura de estos indígenas brasileños están amenazados por una gigantesca presa auspiciada por EEUU, lo que convertirá su selva en un inmenso mar. Mientras el antropólogo apura su estudio un grupo ecoterrorista se prepara para plantar batalla a la presa.
"Nuestro Gobierno ha hipotecado la cuenca entera del Amazonas a Estados Unidos. Ha construido carreteras para Bethlehem Steel y King Ranch, en Texas. Los «Grandes Lagos» dividirán nuestro país en dos: una colonia de Estados Unidos, que explotará los minerales de la zona para abastecer su industria tecnológica, y un régimen tipo Vichy para los brasileños, un mercado de consumidores pasivos."
Cuando todas estas líneas narrativas están más tensas aparece una tercera, radicalmente nueva, puesto que allí se presenta una gigantesca nave espacial con los alienígenas Sp’thra, que llegan a la Tierra con un inaudito ánimo negociador. Como los antiguos fenicios buscan comerciar, pero en este caso con conocimientos. No en balde su nombre significa "mercaderes de signos"  y lo que más les interesa es el lenguaje xemahoa, por lo que Chris Sole es requerido como experto para negociar con ellos.
Hay muchas maneras de ver Esta Realidad, muchas perspectivas, y eso es lo que buscamos en nuestros trueques. Podría decirse que comerciamos con realidades… —Hablaba como un vendedor de curalotodos en pleno discurso de ventas. ¿O como un visionario obsesionado? Seguramente la segunda hipótesis se aproxima más a la realidad, concluyó Sole mientras el extraterrestre proseguía con vehemencia—: Nuestro objetivo es unir todas las perspectivas que existen, deducir los rasgos distintivos de Esta Realidad. A partir de este conocimiento, inferiremos las variantes de la realidad externas a ella ¡y así podremos asimilar la Otra Realidad, comunicarnos con ella, dominarla!
—En otras palabras —terció Sole, dejándose llevar también por el entusiasmo—, ¿lo que hacéis es explorar la sintaxis de la realidad, la manera en que una diversidad de seres «compone» literalmente su imagen de la realidad? ¿Catalogáis las lenguas que ha desarrollado cada especie, con cada tipo de cerebro, para trascender de algún modo esta realidad? ¿Es esa la idea? 
pág. 169
'Incrustados' critica al capitalismo y su proverbial voracidad, que es indiferente a su impacto cultural y ambiental. También a la guerra fría cuando intervienen EEUU y Rusia para tratar (desastrosamente) con los alienígenas; pero el asunto central que subyace a la narración es la naturaleza del lenguaje y cómo éste determina nuestra percepción de la realidad. Tanto la investigación para incrustar un lenguaje artificial en niños como la propia lengua xemahoa tienen que ver con la posibilidad de que la reestructuración de los lenguajes humanos podrían acercarnos más radicalmente a lo Real. No olvidemos que el lenguaje es una de las herramientas que nos hace conocer e interpretar la realidad, pero no deja de ser más que una capa que se extiende sobre lo real sin aprehenderlo de forma absoluta e inapelable.
"… su bruxo practica con asombrosa habilidad la incrustación profunda del lenguaje…, aquella incrustación rousseliana de la que hablamos hace tanto tiempo en África como la posibilidad más estrambótica.
Para ello, se vale de una droga psicodélica. Aún no he identificado su origen. Todas las noches recita las complejas leyendas de la tribu, cuya estructura se refleja en la estructura del lenguaje incrustado, que la droga le permite entender.
El habla incrustada salvaguarda el secreto del alma de la tribu, de sus mitos, pero también les permite experimentar la vida mítica al participar en los cánticos y las danzas. La lengua coloquial cotidiana (el xemahoa A) sufre un proceso de recodificación extremadamente sofisticado que descompone la linealidad habitual del lenguaje y reintegra al pueblo xemahoa en la unidad espacio-tiempo que los demás seres humanos nos hemos vuelto incapaces de ver. Y es que nuestros idiomas han erigido una barrera, un gran filtro, que separa la realidad de la idea que tenemos de ella.
En algunos aspectos, el xemahoa B es la lengua más auténtica con la que me he encontrado." pag 128


La novela se alinea con las teorías lingüísticas de Noam Chomsky referidas a que detrás de todos los dispares idiomas se esconde una gramática universal común. Watson plantea que incluso podría ser común a nivel galáctico ya que los alienígenas Sp’thra vienen recorriendo la galaxia recolectando idiomas y cerebros para completar el lenguaje universal de Esta Realidad y así poder acceder a la Otra Realidad, de donde suponen que vinieron Los Portavoces del Cambio ("The Change Speakers"), el dogma central de su cultura. Así es como la búsqueda de un lenguaje universal adquiere un componente mítico según el cual Los Portavoces del Cambio entraron en fase con los Spthra hace trece mil años para abandonarlos al poco tiempo de forma inexplicable. Algunos representantes terrícolas sugieren que estos Portavoces bien podrían ser la versión Sp´thra de Dios, cuya búsqueda supondría el ansiado regreso a la unidad primordial.

Watson no se atonta con estas posibilidades de trascendencia y mantiene los pies en el suelo. La narración es muy ilustrada pero en ningún momento se estanca. Además sabe que la codicia humana y la estupidez política no tardarán en hacer acto de presencia. 

En realidad la novela juega con los conceptos de dos escuelas lingüísticas contrapuestas, la del relativismo lingüístico propugnada por el antropólogo y lingüista Edward Sapir (1884-1939) y su discípulo Benjamín L. Whorf (1897-1941) que plantea que el lenguaje determina el modo de pensamiento. Y la del innatismo lingüístico de Noam Chomsky, que sostiene que los seres humanos nacemos con una predisposición innata para el lenguaje que Chomsky definió como “gramática universal”; una serie de reglas gramaticales y principios que son innatos y están codificados en el cerebro humano desde su nacimiento. Con esta base los niños pueden aprender cualquier idioma al que estén expuestos. 

 Aunque la crítica y el propio Watson sitúan su novela en oposición a la hipótesis de Sapir y Whorf, lo cierto es que percibimos el relativismo lingüístico tanto en los niños que hablan un lenguaje artificial, como en el brujo xemahoa. En ambos casos encontramos esa provocadora idea de que el lenguaje da forma a nuestras realidades colectivas e individuales.

Recientemente pudimos ver esta noción llevada hasta el extremo en la película La llegada de Denis Villeneuve, basada en el magistral relato de Ted Chiang, "La historia de tu vida". En esta historia el lenguaje de los alienígenas les había hecho desarrollar un modo de consciencia del tiempo simultáneo, en vez del secuencial que practicamos los humanos. En el relato podemos leer, "Nosotros experimentábamos los acontecimientos en un orden, y percibíamos la relación entre ellos como causa y efecto. Ellos experimentaban todos los acontecimientos a la vez".



Esta  hipótesis de Sapir y Worf ha aparecido en otros clásicos de la ciencia ficción como Los lenguajes de Pao, de Jack Vance; Babel-17, de Samuel R. Delany o Embassy Town de China Mièville, los cuales exploran mundos donde el lenguaje puede dar forma al pensamiento determinando la visión del mundo que tienen sus hablantes y condicionando sus capacidades cognitivas.

Otro aspecto llamativo de la novela es su estructura, el modo en que integra historias tan diversas en una trama perfectamente fluida y lineal. El propio Watson nos revela su modelo en los primeros capítulos del libro al hacer referencia al poema imposible de Raymond Roussel, "Nouvelles impressions d´Afrique", publicado en 1932. Allí podemos encontrar una narración en forma de oraciones subordinadas que integran otras oraciones subordinadas que a su vez integran otras oraciones subordinadas, etc. Este tipo de subordinación se conoce como incrustación. Del mismo modo podemos apreciar cómo Watson incrusta en su relato tramas y temas en los que se incrustan subtramas y subtemas en los que se incrustan.... 
Una audacia formidable. 

miércoles, 3 de enero de 2024

LA RUEDA CELESTE - de Ursula K. Le Guin



Esta novela pasa por ser la mejor de Philip K. Dick... de entre las que no escribió él mismo. Se centra en ese punto tan dickiano y nebuloso donde el protagonista traspasa la realidad aparente para verla desde atrás y trastocarla. También se erige como una revisión crítica del concepto de utopía y como una reflexión sobre el síndrome de Dios.

La rueda celeste fue escrita por Ursula K. Le Guin entre dos de sus obras maestras, La mano izquierda de la oscuridad y Los desposeídos; pero tiene poco que ver con sus temas habituales, más de tipo antropológico. La diferencia con Dick está en la relación con el poder. Los protagonistas de Dick son seres agobiados por un sistema político angustiante y dictatorial; mientras que aquí Le Guin plantea algo más ontológico. ¿podemos cambiar drásticamente la realidad? ¿Qué papel jugamos en ella? La lectura es filosófica y hasta metafísica, pero no por ello es menos intrigante, puesto que el protagonista es perseguido por sus habilidades mientras tiene que navegar entre realidades alternativas cada vez más aberrantes.

George Orr es un hombre vulgar y corriente en una Portland futura y sobrepoblada. Inopinadamente esconde un extraño poder: sus sueños alteran la realidad. Lo que Orr sueña es lo que se encuentra al despertar, una nueva realidad plena y coherente en la que sólo él recuerda tanto la anterior línea temporal como la presente. 

Para George no se trata de un poder, sino de una condena que le provoca un sentimiento de culpa; así que se pasa el día trapicheando para conseguir drogas que le impidan soñar. Descubierto finalmente por el distópico Estado es enviado a Terapia Voluntaria con el doctor Haber. La incredulidad inicial de éste pronto se transformará en un afán de control. Una vez comprobado que los sueños son "efectivos" para cambiar la realidad, cree disponer de la herramienta definitiva para librar al mundo de todos sus males. 




Haber es un utopista que ansía un mundo sin guerra, contaminación ni racismo, de modo que comienza a hipnotizar a George y a incitarle a soñar un mundo mejor... con resultados siempre imprevistos y perturbadores. Por ejemplo para resolver la hiperpoblación y la escasez de alimentos, George sueña con una sociedad aún más distópica que practica la eugenesia o para poner fin a la persistente guerra, sueña con una invasión alienígena.

Los “sueños efectivos” de Orr revisan la historia, reescriben la realidad, reasignan las conciencias; pero se muestran incapaces de llevar a cabo la ingente tarea que Haber les asigna, lo cual amenaza su cordura:
—Me estoy volviendo loco —dijo Orr—. Usted debe notarlo; es un psiquiatra. ¿No ve que me estoy desmoronando? ¡Extraños del espacio exterior que atacan la Tierra! ¿Si me pide que vuelva a soñar, qué va a conseguir? Tal vez un mundo totalmente insano, el producto de una mente insana. Monstruos, fantasmas, brujas, dragones, transformaciones… todo el material que llevamos en nosotros, todos los horrores de la infancia, los temores nocturnos, las pesadillas. ¿Cómo podrá impedir que todo eso se libere? ¡Yo no puedo detenerlo, no lo puedo controlar!.
—¡No se preocupe por el control! Usted se está esforzando por llegar a la libertad —dijo Haber, exaltado—. ¡Libertad! Su inconsciente no es un pozo de horror y depravación. Esa es una noción victoriana, y muy destructiva. Destruyó las mejores mentes del siglo XIX, y perturbó a la psicología en la primera mitad del siglo XX. ¡No tenga miedo de su inconsciente! No es un negro pozo de pesadillas. ¡Nada de eso! Es el manantial de la salud, la imaginación, la creatividad. Lo que consideramos «perverso» es el producto de la civilización, de sus restricciones y represiones, que deforman la expresión espontánea y libre de la personalidad. El objetivo de la psicoterapia es justamente ése, eliminar esos temores y pesadillas infundados, traer lo inconsciente a la luz de la conciencia racional, examinarlo objetivamente y descubrir que no hay nada que temer.
Se establece entonces un combate entre la resistencia de George a seguir creando realidades cada vez más perversas y los intentos de Haber por alumbrar realidades cada vez más asépticas. Orr intentará zafarse del abuso del psiquiatra con la ayuda de una abogada mestiza, Heather Lelache, de la que acabará enamorándose y cuyo amor le servirá de ancla en el continuo temporal. 











La novela es muy entretenida de leer y aporta elementos más que interesantes en sus poco más de doscientas páginas. En primer lugar, Le Guin fue capaz de anticipar hace cincuenta años un mundo que nos es descorazonadamente cercano; afectado por la superpoblación y la destrucción ambiental, agitado por el racismo y una guerra en Oriente Medio; y donde la soledad se ha enquistado en las personas hasta ser generalizadas las terapias de salud mental.

La parte central resulta muy ingeniosa ya que se dedica a explorar una serie de realidades alternativas que tozudamente se las ingenian para salir mal. Una especie de ineludible corruptibilidad que afecta a toda acción humana. 
La crisis, la plaga carcinómica que había reducido la población humana en cinco mil millones en cinco años, y otros mil millones en los diez años siguientes, había sacudido hasta sus raíces a las civilizaciones del mundo, y sin embargo, al final las había dejado intactas. No había cambiado nada radicalmente; sólo cuantitativamente.
El aire estaba aún profunda e irremediablemente contaminado; la contaminación precedió a la Crisis en décadas; en realidad, fue su causa directa. No perjudicaba mucho a nadie en la actualidad, salvo a los recién nacidos. La Plaga, en su variedad leucemoide, parecía elegir selectiva, pensativamente, a uno de cada cuatro niños que nacían, y lo mataba en sus seis primeros meses de vida. Los que sobrevivían eran prácticamente inmunes al cáncer. Pero había otros males.
Ninguna fábrica despedía humo, junto al río. No había coches que contaminaran el aire con sus gases; los pocos que había eran de vapor o a batería.
Tampoco había aves canoras.
Los efectos de la Plaga eran visibles en todo; era endémica, y sin embargo no había impedido el estallido de la guerra. En realidad, las luchas en el Cercano Oriente eran más feroces que lo que habían sido en el mundo más poblado. Los Estados Unidos estaban muy comprometidos con la parte israelí-egipcia en armas, municiones, aviones y «consejeros militares». China tenia una participación igual en el lado iranio-iraqués, aunque aún no había enviado soldados chinos, sino solamente tibetanos, norcoreanos, vietnamitas y mongoles. 
Está claro que Le Guin no suscribe la fantasía de un poder omnímodo y personal que sirva para imponer un tipo de sociedad; ni aunque se trate de un tipo tan benévolo como el doctor Haber, a quien los derroteros de la realidad se le escapan siempre como agua entre las manos. 
De algún modo, Haber y Orr personifican la lucha entre la Acción y el Equilibrio.
¿No es ese el verdadero objetivo del hombre en la Tierra, hacer cosas, cambiar cosas, dirigir cosas, hacer un mundo mejor?
—¡No!
—¿Cuál es el objetivo, entonces?
—No sé. Las cosas no tienen objetivos, como si el Universo fuera una máquina, en la que cada parte cumple una función útil. ¿Cuál es la función de una galaxia? No sé si nuestra vida tiene un objetivo y no veo que eso importe. Lo que sí importa es que somos una parte. Como una hebra en una tela o una hoja de pasto en el campo. Lo es, y nosotros somos. Lo que nosotros hacemos es como un viento que sopla contra el pasto.



Así llegamos a una de las reflexiones más profundas que afronta el relato, la naturaleza de la propia realidad y nuestro papel en su flujo general. Orr lo empieza a ver cuando piensa en que puede haber otras personas que estén soñando otros mundos.
—¿Alguna vez ha pensado usted, doctor Haber —dijo en tono bastante calmo pero un poco vacilante— que… que puede haber otras personas que sueñan como yo? ¿Que la realidad cambia, se reemplaza, se renueva todo tiempo a nuestro alrededor, sólo que nosotros no lo sabemos? Sólo el que sueña lo sabe, y aquellos que conocen su sueño. Si eso es cierto, creo que tenemos la suerte de no saberlo. El asunto es muy conflictivo.
Le Guin reconoció que el taoísmo le proporcionó una manera de contemplar la vida durante su adolescencia y esta novela parece explicitar ese ideal taoísta de la "no acción", tal y como aparece en la cita que abre el capítulo 3.
Al que el cielo ayuda se le llama hijo del Cielo. Los que se aplican a aprender quieren aprender lo que no se puede aprender. Los que se empeñan en hacer cosas, pretenden hacer lo que no es factible. Los que se ponen a inquirir o distinguir quieren inquirir o distinguir lo que no es posible inquirir o distinguir. Lo más alto y perfecto es detenerse allí donde ya no es posible saber más. Al que no se conduce así, la rueda del Cielo le desbaratará.

Chuang-tzu, XXIII


Con la ayuda de los benévolos alienígenas, Orr acabará comprendiendo mejor su poder, al que ellos denominan iahklu, una fuente de perturbación del yo que cesará cuando encuentre su sitio en el Universo.   
Orr apretó los dientes y enfrentó el Caos y la Noche Antigua. Pero ellos estaban allí. Tampoco estaba él hablando en el centro con una tortuga de más de dos metros. Permaneció sentado en el cómodo diván mirando el brumoso cono gris azulado de St. Helen por la ventana. Y lentamente, como un ladrón nocturno, llegó a él una sensación de bienestar, la certeza de que las cosas estaban bien, que él estaba en el centro de todas las cosas. El yo es el Universo. No se le permitiría sentirse aislado, desamparado. Volvía a estar donde debía. Tuvo la perfecta certeza de cuál era su lugar y el lugar de todo lo demás. Esta sensación no le llegaba como algo celestial o místico, sino simplemente normal. Era el modo en que generalmente se había sentido, salvo en tiempos de crisis, de angustia; era el modo de su niñez y de todas las horas mejores y más profundas de la adolescencia y la madurez; era su natural modo de ser.
Detenerse para no perturbar el Ser. Aceptar el Mundo tal como es, no como podría ser. En definitiva, toda la peripecia de George Orr se revelará como el proceso a través del cual acaba aceptando la mutabilidad de la existencia; mientras que el doctor Haber se quedó colgado en el "sueño malo".
Hay un pájaro en un poema de T. S. Eliot que dice que la humanidad no puede soportar demasiada realidad; pero el pájaro está equivocado. Un hombre puede soportar todo el peso del Universo por ochenta años. Es la irrealidad lo que no puede soportar.







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El hecho de haber leído recientemente la historia de Fritz Haber, en El verdor terrible, de Benjamín Labatut, me lleva a pensar si Le Guin ha querido representar en el Haber de su novela las paradojas de la ciencia, capaz de la maravilla y del terror.
Recordemos que Fritz Haber fue un químico alemán de origen judío que ganó el Premio Nobel en 1918 por inventar el proceso Haber-Bosch para extraer el nitrógeno del aire y conseguir los fertilizantes que salvaron al mundo de una hambruna inapelable. Pero también fue el culpable de inventar la guerra química que aplicó en las trincheras de Ypres, durante la Primera Guerra Mundial. Más tarde, los nazis modificarían el gas de su invención, el pesticida Zyklon A, para usarlo en los campos de exterminio de judíos entre los que se encontraban los parientes de Haber. 

sábado, 15 de julio de 2023

HIELO - de Anna Kavan




Encuentro en el blog de Lorena (Gijón, Bióloga, cosecha del 77) ElPaxaruVerde, esta estupenda entrada sobre una autora que no conocía. Creo que es un artículo perfecto para el epígrafe InCitaciones.



"Anna Kavan nació en Cannes en 1901 con el nombre de Helen Emily Woods. Sus primeros libros, mucho más convencionales que el que nos ocupa en esta entrada, los firmó con el nombre de Helen Ferguson, adoptando así el apellido de su primer marido. Posteriormente eligió como seudónimo el nombre del personaje de una de esas novelas, Let me alone, en la que había dejado plasmada la infelicidad de su primer matrimonio. Este cambio de nombre coincide con un cambio drástico de su estilo narrativo, se dice que influenciada por la obra de Franz Kafka. El primer libro que firma como Anna Kavan es el apetecible El descenso, publicado en España por Navona Editorial, colección de relatos interrelacionados inspirados en el ingreso en un centro psiquiátrico de la autora británica y en sus episodios paranoicos. En 1967, tan solo un año antes de su muerte, publica Hielo, considerada su obra maestra. Su vida estuvo marcada por el temprano suicidio de su padre, sus dos matrimonios fallidos, la pérdida de su hijo durante la Segunda Guerra Mundial, varios intentos de suicidio y su adicción a las drogas. Murió en Londres en 1968 de un infarto.
(...)

Parece ser que la interpretación que se hizo de Hielo cambió tras la muerte de su autora al saberse de su drogadicción. Es fácil de hacer la analogía entre el manto blanco que se va expandiendo por doquier en esta novela y ese otro blanco de la heroína que también termina por invadirlo todo. «Su horrible paz blanca», escribe Anna Kavan en esta novela refiriéndose al hielo. Qué duda cabe que la heroína fue para ella como para tantos otros su horrible paz blanca, pero no necesariamente, cuando escribió esas palabras en su novela, tenía por qué estar refiriéndose a ella. O sí. O también sí.

Cuenta el editor de esta novela, Jan Arimany, en una nota, que ante la respuesta escéptica de su editor a la recepción de Hielo Anna Kavan le responde «diciendo que no había querido escribir una novela realista, sino "una especie de fábula actual" con una atmósfera onírica». Sinceramente, no se me ocurre mejor descripción de esta novela.



Hielo está considerada una novela de ciencia ficción. En mi opinión, se trata en concreto de una distopía. Y las distopías pueden ser un recurso estupendo para criticar la realidad y hacer reflexionar sobre ella. Como bien dice Rodrigo Breto en su prólogo, «toda obra es producto de su tiempo y hielo no es ajena a la máxima: escrita en plena Guerra Fría, con el regusto de la crisis de los misiles cubanos de 1961 que puso al mundo de rodillas ante una más que posible debacle nuclear». Ahora bien, si os describo un poco el escenario en el que se desarrolla esta novela tal vez sintáis esta obra como producto no solo del tiempo de su autora sino también del nuestro: consecuencias devastadoras del cambio climático, conflictos bélicos entre países, un mundo cada vez más militarizado, escasez de recursos, control de la información por parte de los gobiernos para no desatar el pánico entre la población, rumores descabellados que desatan el pánico entre la población, éxodo de poblaciones, refugiados,...

Hielo es claramente una novela sobre la autodestrucción. Podemos ver en ella la propia destrucción de Anna Kavan o podemos ver la destrucción del planeta Tierra. 
(...)

Supongo que ha llegado el momento de hablaros de ese narrador, del resto de personajes, de la trama de esta novela. Supongo que a eso hemos venido, tanto vosotros como yo. Qué puedo deciros más allá de que Hielo es una novela rara, rara, rara. Y no me quejo, pues presumía que podía ser así. Pero de verdad que al principio me ha costado, me he tenido que pelear con ella, consideré incluso la posibilidad de abandonar su lectura. No lo hice. Seguí no sé si porque es un libro corto, si por intuición, si porque me va la marcha o qué sé yo. Conseguí ubicarme entre su confusión y sus contradicciones, entre sus salpicaduras de onirismo, y la terminé. Me alegro de haberlo hecho, pues Hielo es de esos libros que crecen tras su lectura, a los que quizás nunca se logra alcanzar o entender en su totalidad pero cuyo significado se va redimensionando con el tiempo.

El narrador es un hombre que emprende la búsqueda de una mujer. Se trata de una chica con la que tuvo relación en el pasado. Siente una necesidad imperiosa de protegerla hasta el punto de que su búsqueda se vuelve obsesiva. Cree vislumbrarla en ocasiones pero nunca llega a alcanzarla. Cuando por fin la encuentra, ella lo rechaza o huye y así comienza nuevamente la búsqueda.
«Ambos la perseguían, pero la chica no entendía por qué. Sin embargo, lo aceptó, igual que asumió todo lo que le ocurría. Esperaba que la tratasen mal, que la convirtieran en una víctima, que la destruyesen, y que lo hicieran, o bien poderes desconocidos, o bien seres humanos. Parecía que ese era su destino desde el principio de los tiempos. Solo el amor, quizás, hubiese podido salvarla. Pero nunca había buscado el amor. Su destino era sufrir: lo sabía y lo aceptaba. La fatalidad trajo consigo la resignación. Era inútil luchar contra ello. Sabía que la habían derrotado antes de empezar».


Ambos perseguidores son el hombre y el custodio, personaje que ostenta una alta cuota de poder en el nuevo orden del mundo. El hombre quiere rescatar a la chica del custodio. Ambos personajes son antagonistas y a la vez se parecen mucho, como si fueran las dos caras de una misma moneda, como si fueran «dos tipos que estaban en el mismo bando, o que quizás fueran la misma persona», llegando incluso el narrador a desorientarse y a dudar de su propia identidad.
«Nuestras miradas chocaron de un modo indescriptible. Parecía que estuviera viendo mi propio reflejo. De repente, me vi enredado en una confusión absoluta: no sabía quién era quién. Éramos como la mitad del otro, unidos en una especie de simbiosis misteriosa. Luché por mantener mi identidad, pero todos mis esfuerzos fallaron a la hora de mantenernos separados. En todo momento, sentí que no era yo mismo, sino él. Incluso por un instante me pareció que llevaba su ropa. Me marché de allí confundido; más tarde no supe qué había ocurrido, o si había sucedido algo en realidad».
Los tres personajes principales forman un triángulo nocivo. Se detecta en sus relaciones una violencia soterrada. La chica es como el planeta Tierra al que todos quieren expoliar. El custodio es el hombre al que no le importan los medios para conseguir sus fines. El hombre es pura contradicción (la chica a veces también lo es). Busca a la chica para protegerla de un daño que él mismo es capaz de causarle. «Con un brazo le daba calor y apoyo; el otro era el brazo ejecutor».

Ninguno de los personajes tiene nombre. La narración contiene varios detalles simbólicos como, por ejemplo, la uniformidad en el vestuario. La prosa de Kavan en ocasiones es seca; en otras, crea bellas descripciones del paisaje helado. Todo en esta novela es frío. Es frío el hielo que se extiende amenazador sobre la superficie de la Tierra. Son fríos los personajes. Son fríos sus comportamientos. Es fría esa continua constatación de que de un modo u otro, y probablemente no a mucho tardar, todos vamos a morir."
(...)

jueves, 24 de febrero de 2022

UN CASO de CONCIENCIA - de James Blish



Frecuentemente, como se puede comprobar en este blog, echo mano de un libro pretérito de mi estantería porque no quiero ser prisionero de las novedades y porque me gusta leer obras significativas sean de la época que sean. Pues bien, el verano pasado leí «Un caso de conciencia», de James Blish, novela con la que consiguió el Premio Hugo en 1959. Me pareció notable pero no conseguí dar forma a un comentario satisfactorio. Había mucha tela que cortar, de modo que ahí se quedaron mis notas. 
Sin embargo, navegando por internet, que es otro modo de recorrer el tiempo y la historia, encontré este artículo de Manuel Rodríguez Yagüe sobre la novela que es muy satisfactorio. Manuel Rodríguez sí ha sabido comentar y expandir las ideas contenidas en la novela.  
Reproduzco aquí unos extractos del artículo. 





«Existen innumerables soles; innumerables tierras giran alrededor de esos soles de forma similar a la de nuestros planetas moviéndose alrededor de nuestro Sol. Seres vivos habitan esos mundos». Estas palabras las escribió el místico italiano Giordano Bruno en su obra Del universo infinito y los mundos, (1584). Bruno, un seguidor del nuevo modelo del Cosmos descrito por Copérnico fue arrestado por la Inquisición en Venecia en 1591 y quemado en la hoguera en 1600 por creer en alienígenas y otras supuestas herejías.

Bruno era un pluralista apasionado y visionario. Su crimen fue pensar y exponer que el universo era infinito y que en su interior albergaba incontables mundos. Poblaba de seres los planetas y las estrellas, les atribuía almas individuales e incluso dotaba de conciencia al Universo entero ¿Qué había de escandaloso en las ideas de Bruno? ¿Por qué se consideraba herético proclamar la existencia de mundos habitados diferentes de la Tierra? (...)

El problema teológico se puede resumir de esta forma: si hay muchos mundos y cada uno de ellos alberga seres inteligentes, implícitamente se niega el carácter extraordinario de la crucifixión de Jesucristo y, por lo tanto, el propio cristianismo se devalúa. La Iglesia predica que Dios envió a Cristo a la Tierra para redimir a la Humanidad, una raza creada a Su Imagen y Semejanza. Aquel sacrificio fue un hecho singular y milagroso, que establecía un lazo sagrado entre el Hombre y Dios. Pero si la Humanidad no es sino una más entre muchas especies inteligentes en el Cosmos, ¿qué hay de los otros? ¿Han sido también redimidos por sus propios Cristos –una posibilidad que erosionaría la excepcionalidad del sacrificio de Jesús en nuestro mundo–? ¿O han quedado excluidos de la posibilidad de salvación –lo que ofrece una imagen ciertamente cruel e injusta de Dios–?
(...)


Ya en el siglo XX, los escritores de ciencia-ficción tendieron a anclar sus historias en el racionalismo y decidieron, o bien ignorar el elemento religioso inherente en el hombre o bien tratarlo (como se puede ver en algunos relatos de Heinlein o Asimov) con simplista suspicacia, cuando no clara animadversión.

Otros autores, en cambio, optaron por el camino opuesto, como C. S. Lewis, cuya Trilogía de Ransom (1938-1947) contemplaba el universo como el marco de actuación de fuerzas místicas donde Marte, la Tierra o Venus ejercían de campo de batalla entre el Bien y el Mal. El trabajo de Lewis llevó a otros escritores como Ray Bradbury («El hombre», «Los globos de fuego») o Harry Harrison (Las calles de Ashkelon) a considerar la cuestión de cómo entenderían los alienígenas la idea de Dios, y si en sus culturas podría existir la figura del Mesías. La novela que ahora comentamos, Un caso de conciencia explora esas mismas ideas.

Un equipo de cuatro científicos, (el biólogo y jesuita Ruiz-Sánchez, el físico Michelis, el geólogo Agronski y el químico Carver) han sido enviados al planeta Litia en misión exploratoria, y para decidir si es apto para el establecimiento de asentamientos de algún tipo, o por el contrario, someterlo a cuarentena. La particularidad de ese mundo es que es el único que se ha encontrado habitado por seres inteligentes. Aún más, su ecosistema se asemeja al de la Tierra jurásica, con espesos bosques y unos seres mezcla de canguros y dinosaurios, que han construido lo que parece ser una utopía en la que reina la paz social: no existen guerras ni crimen y además gozan de desarrollo científico, al tiempo que de una perfecta adaptación al medio ambiente.


El veredicto se halla dividido: Michelis cree que el planeta debería ser abierto al contacto con la Tierra para que así la Humanidad pueda beneficiarse del conocimiento de unos seres tan pacíficos como los litianos. Carver, por su parte, cree que la riqueza mineral en litio y tritio hace a ese mundo ideal como fábrica de armamento nuclear. Agronski vacila entre los puntos de vista de sus dos compañeros.

Pero la conclusión más chocante es la que aporta el jesuita Ruiz-Sánchez, profundamente afectado por descubrir la total ausencia de sentido divino en los litianos. No carecen de moralidad, pero ésta viene regida por la más fría lógica y no inspirada por creencias transmitidas, de una forma u otra, directa o indirectamente, por un ser superior. En lugar de plantearse que quizá sus propias creencias estén equivocadas, Ruiz-Sánchez llega a la conclusión de que esa disociación entre la perfección biológica y social y la ausencia de creencias en lo trascendente, unido a la imposibilidad estadística de encontrar en la inmensidad del universo un planeta con esas características (adaptado a la vida humana, poblado por seres inteligentes y con un ecosistema reminiscente al terrestre), obedece a un plan del Maligno.

Como la decisión final ante un empate ha de ser tomada por las autoridades de la Tierra, el equipo científico regresa a la Tierra… con un regalo. Chtexa, uno de los litianos, les ha entregado una de sus crías en estado embrionario para que crezca y sea educado en la cultura humana. De vuelta a la Tierra, Ruiz-Sánchez desconfía y se desvincula del pequeño litiano, Egtverchi, mientras se debate en sus propias dudas religiosas. Por su parte, privado del proceso socializador de su cultura nativa, pacífica y pragmática, Egtverchi no consigue entender la lógica –o falta de ella– del mundo humano. Al crecer, se convierte primero en una celebridad televisiva gracias a sus poco ortodoxas opiniones, y luego en un peligroso agitador que amenaza con destruir el sistema económico y social vigente en la Tierra. El jesuita, entonces, recibe instrucciones directas del Papa: exorcizar todo el planeta Litia, borrándolo de la existencia.
(...)



























El jesuita Ruiz-Sánchez es capaz de combinar de forma retorcida y al mismo tiempo lógica y coherentemente, sus conocimientos en biología con sus creencias religiosas para llegar a la inquietante –para los católicos– conclusión de que los litianos son creación del Diablo, aunque ignorantes de su auténtico propósito: ser encontradas por el hombre y mostrarle que es posible crear una sociedad pacífica y desarrollada careciendo no sólo de sentimientos genuinos, sino de alma, sentido del pecado y un sustrato ético emanado de Dios.

Este descubrimiento podría dinamitar las bases de las creencias religiosas, pero al mismo tiempo, convierten al padre Ramón en un hereje y un enemigo de la Iglesia, puesto que afirmar que el Maligno es capaz de crear vida en iguales términos que Dios, es doctrina propia del maniqueísmo y opuesta a los dogmas católicos. Para colmo, esas criaturas no parecen tener malicia alguna, lo que equivale a negar la existencia en ellas del pecado original, y por tanto, del alma. Por supuesto, hay ciertos defectos en esa sociedad ideal, como el total desapego de los padres por las crías o la renuncia a la individualidad, pero aun así y en resumen, los litianos, sin creer en Dios, han conseguido la paz social sin renunciar al desarrollo científico y una perfecta integración con el medio ambiente.

Por tanto, de acuerdo con una perspectiva propia del pensamiento católico, la novela es una interesante exploración de una cuestión netamente teológica: ¿son posibles la ética y la moral sin un sustrato religioso básico?
Sin embargo, para los agnósticos o ateos, el relato es una descorazonadora historia de cómo la arrogancia y cortedad de miras de los humanos les hace ver en una raza bondadosa y pacífica a unos seres terribles a los que hay que aislar o incluso destruir.

Al final de la novela, en un pasaje que para un no creyente es difícil no interpretarlo como una monstruosa celebración del genocidio, Ruiz-Sánchez exorciza todo el planeta, coincidiendo con una letal reacción en cadena desatada por imprudentes investigadores humanos desplazados allí para explotar los recursos naturales litianos. Tal destrucción, ¿ha sido obra de Dios o fruto de la irresponsabilidad humana? Blish deja la cuestión en el aire, pero da igual, porque la enorme violencia de esa conclusión pone de manifiesto esa vena hostil que anida en el ser humano hacia todo lo que es diferente, y ello incluye, por supuesto, la idea de una pluralidad de mundos habitados.(...)



Más allá de su contenido religioso, la novela constituye un interesante ejemplo de creación de especies extraterrestres, un aspecto éste que en la ciencia-ficción ha seguido las pautas más variadas.
En un extremo, tenemos a los autores que se conforman con breves pinceladas descriptivas de una cultura alienígena, meros apuntes que sirvan para apoyar el argumento y la interacción entre aquélla y los humanos. En el otro, están los escritores que se molestan en imaginar un complejo marco biológico, social o cultural para esos seres no humanos, especialmente si ello va a jugar un papel relevante en la historia.
(...)
Un caso de conciencia es claramente una alegoría, pero no por ello su autor descuidó la descripción meticulosa del sustrato científico que, por otra parte, juega un papel sustancial en la narración. James Blish no solo se graduó en Biología, sino que trabajó como editor científico para la multinacional farmacéutica Pfizer hasta que su talento como escritor le permitió dedicarse exclusivamente a la literatura. Y aunque la formación científica no es ni mucho menos una rareza entre los escritores de ciencia-ficción, no deja de ser notable la forma en que aquí consiguió concentrar de forma armónica aspectos tan dispares a priori como la ciencia dura y la meditación teológica.

Así, Un caso de conciencia está bien fundamentado en lo que de biología se sabía en su momento. Integrado en la primera parte de la novela y desarrollado en profundidad en el apéndice incluido al final, se detalla con minuciosidad el ciclo evolutivo y la estructura ecológica del planeta Litia, su geología y estructura química. Se describe asimismo la ciencia que los litianos conocen, diferente a la nuestra pero a su modo igualmente avanzada: dado que en Litia no hay hierro, sus conocimientos de electromagnetismo son muy reducidos, pero a cambio se han hecho grandes especialistas en astronomía descriptiva, química y óptica.



En cuanto a su estructura narrativa, resulta evidente que Un caso de conciencia es una novela algo desequilibrada a causa de su origen como fix-up: la primera parte fue publicada como novela corta en 1953, ampliándose años más tarde con un segundo bloque para su edición en forma de libro. Ello hace que ambas partes, siendo diferentes su tono y tratamiento de los personajes, no terminen de encajar del todo bien.

El principal fallo de la primera parte, centrada en la exploración, descubrimientos y conclusiones de los científicos en Litia, es precisamente la caracterización de dos de ellos, Agronski y Carver. Este último se nos presenta tan estúpido, xenófobo y venal que su propuesta para el planeta ya resulta absurdo aun antes de que lo detalle. Agronski, por su parte, es una página en blanco, un invitado de piedra que no juega papel alguno de relevancia ni en el desarrollo de la acción ni en la exposición de contenido intelectual. Con todo, es esta primera parte la mejor de las dos gracias a su descripción del mundo litiano y la ingeniosa argumentación que el padre Ruiz-Sánchez utiliza para racionalizar su punto de vista, especialmente teniendo en cuenta que el propio Blish era agnóstico.

La segunda y más problemática mitad de la novela transcurre ya en la Tierra y narra el desarrollo del espécimen litiano desde su estado de embrión hasta alcanzar la celebridad como estrella mediática. El estilo e ideas de Blish demuestran estar por delante de su tiempo, pudiendo perfectamente medirse con novelas más complejas y ambiciosas de los setenta. Su descripción de la Tierra del futuro, lastrada por la paranoia de la Guerra Fría y acosada por serios desequilibrios económicos y sociales, recuerda a la que luego imaginará John Brunner para Todos sobre Zanzíbar o Thomas M. Disch para 334, aunque sin la experimentación estilística que marcó a los escritores de la New Wave.


En marcado contraste con la primera mitad de la novela y no para mejor, el tono mordaz domina esta segunda parte. En menos de cien páginas se pasa del debate teológico-científico a una sátira algo tosca del poder de la televisión, la irresponsabilidad de sus gestores y la doble moral y decadencia de la clase dirigente.

En la primera parte el foco de la narración se centraba en Ruiz-Sánchez y su dilema personal y moral; en la segunda, ese tema se halla también presente, pero Blish desplaza al jesuita del papel protagonista para incluir a otros personajes, especialmente Michelis y Liu, los «padres» adoptivos de Egtverchi en la Tierra. El desarrollo psicológico antisocial de éste último y su tránsito de criatura inocente a líder apocalíptico carece del suficiente dramatismo y no resulta convincente. Al tratar de cubrir demasiado terreno, el libro y sus personajes pierden impulso conforme avanza la acción. Uno tiene la impresión de que si la novela se hubiera concebido y escrito de una sola vez, los resultados habrían sido más armónicos y sólidos.

Con todo, Un caso de conciencia ha envejecido razonablemente bien, y su primera parte sigue contándose entre la mejor ciencia-ficción publicada en los últimos cincuenta años, una muestra de lo que James Blish hubiera podido llegar a ser: su carrera pasó de las space operas grandilocuentes y solo relativamente interesantes de los años cuarenta a un temprano declive, atrapado por mediocres novelizaciones del universo Star Trek antes de fallecer a los 59 años.

domingo, 21 de marzo de 2021

NOSOTROS - de Evgueni I. Zamiátin



Tengo que decir que las utopías y distopías no son lo mío. Pergeñar todo un sistema social, económico y judicial con sus usos y costumbres particulares es un asunto demasiado complejo y considero que en muchas obras su presentación adolece de simple y esquemática. Más si encima la sociedad se presenta con calles vacías de cualquier ajetreo y con grupos de personas silenciosas y uniformes que, como zombis, apenas siguen cuatro directrices: obedece, admira al líder, come, duerme. Esas sociedades me parecen poco menos que caricaturas y excesivamente artificiales.

Me interesan más las partes de estos relatos que se centran en un protagonista alienado que desconoce el mapa general del sistema. Y todavía me interesa más el camino que sigue hasta descubrir las rendijas de los muros y romper su condicionamiento social e intelectual para apreciar las férreas normas que lo atenazan. 

Todo esto lo encuentro en esta novela de Evgueni Zamiátin. Los apuntes generales del sistema son escuetos y generales, pero aquí tienen el atractivo de delatar una profunda sátira sobre la colectivización uniforme y adormecedora: el Estado Único, el día de la Unanimidad o las Tablas de la Ley como panacea para resolver todas las inquietudes humanas (guerra, pobreza, miedos o inseguridad) parecen un gran sarcasmo. En el libro podemos leer: «¿Con qué sueña la gente? Con alguien que les diga de una vez por todas en qué consiste la felicidad y que luego les encadene a ella».
"Las Tablas de la Ley hacen de cada uno de nosotros el héroe de acero de un gran Poema. Cada mañana, con matemática precisión, nosotros, una legión de millones, nos levantamos como un solo hombre, a una misma hora, a un mismo minuto. A un mismo tiempo comenzamos nuestro trabajo y en el mismo instante lo acabamos. Así, fusionados en un cuerpo con millones de brazos, nos llevamos la cuchara a la boca en el momento determinado por la Tabla, a un mismo tiempo salimos a pasear y vamos al auditorio y a la sala de ejercicio de Taylor. A un mismo tiempo nos acostamos..." pág. 111


Después de la guerra de los Doscientos Años el Estado Único ha logrado una sociedad perfecta que permanece aislada del exterior por un Muro Verde. Fuera está lo salvaje, lo libre, lo ilógico; dentro rige la lógica que nos lleva a la paz y la felicidad. Ya no hay personas sino números y cada uno ocupa un puesto satisfactorio en un engranaje perfecto. El Estado Único está regido por el Benefactor, el cual se somete cada año al Día de la Unanimidad, elección a mano alzada donde todos los ciudadanos lo ratifican, entregándole "las llaves de la infranqueable fortaleza de nuestra felicidad".
"Nada que ver, desde luego, con las caóticas elecciones de los antiguos, cuyos resultados (resulta ridículo contarlo) no se conocían de antemano. ¿Qué puede haber más disparatado que fundar un Estado sobre la base de una ciega casualidad, absolutamente impredecible?" pág 224
En la ciudad de cristal y acero del Estado Único los hombres-número viven y trabajan con horarios fijos, siempre a la vista de todos, sin vida privada: el "yo" ha dejado lugar al "nosotros". La sociedad funciona sobre la base de unas Tablas de la Ley que regulan de forma estricta todas las acciones del día y de la noche: la hora de dormir, la hora destinada a pasear, el número de masticaciones que hay que hacer, las relaciones sexuales que hay que mantener..... La sociedad está guiada por la más estricta lógica como medio seguro para resolver cualquier aspiración humana. Se puede decir que, por la época en que fue escrito y su matemática regulación de todo, la obra es una burla de las pretensiones cientifistas del materialismo histórico.
"Seré sincero: aún no hemos encontrado una solución definitiva para el problema de la felicidad. Dos veces al día, de las 16 a las 17 y de las 21 a las 22 horas, el gigantesco organismo se divide en células individuales. Son las Horas de Asueto Personal que establecen las Tablas de la Ley. A esas horas, verán que los estores de algunas casas están castamente corridos, que unos marchan rítmicamente por la avenida al metálico son de la Marcha del Estado Único, otros (como yo ahora) están trabajando en su escritorio. Pero creo firmemente -llámenme idealista o soñador- que tarde o temprano encontraremos sitio para estas horas en la fórmula general. Algún día las Tablas de la Ley abarcarán los 86.400 segundos del día." pág. 111

Efectivamente el Estado Único se encarga de llevar a cabo las aspiraciones mesiánicas del estalinismo totalitario: la prioridad incondicional de la colectividad sobre el individuo, la primacía de la igualdad sobre la autonomía moral. Como buenos miembros del Estado Único los números deben suprimir todo sentimiento y deseo personal para entregarse sin reserva al ideal de una sociedad perfecta y armoniosa. En este Edén uniforme las garantías individuales, la autonomía moral o el orden jurídico se desprecian en aras de una conciencia de racionalismo extremo en favor del líder y de la colectividad.

Mucho antes de que Orwell imaginara su 1984 inundado de "telepantallas", Zamiátin ya nos presentó una ciudad con viviendas de cristal, en cuyas habitaciones totalmente transparentes sólo se cerraban las cortinas en la hora marcada para el sexo.
«A través de las paredes de cristal, a derecha e izquierda, creo ver mil veces repetida mi propia figura, mi habitación, mi traje y mis movimientos. Esto me anima: me veo como parte de algo enorme, potente, único. ¡Qué belleza tan precisa! Ni un gesto, curvatura o giro de más». pág. 129

Pero como dije más arriba, lo que más me interesa es la vivencia del protagonista y este D-503 que nos relata su experiencia nos ofrece un perfil denso y paradójico. Por un lado está más que satisfecho con su vida mecánica y ordenada en el Estado Único. Es el Ingeniero Constructor de la nave Integral, la que llevará ese mundo feliz hasta otros mundos y llega a decir del Benefactor, "nos ha atado sabiamente de pies y manos con los bienhechores lazos de la felicidad". Pero por otro lado, cuando conoce a I-330, una mujer independiente y de gran vitalidad, atisba la opresión en la que vive. Eso que bulle en su pecho va más allá de las Tablas de la Ley y de la lógica. Zamiátin presenta al amor como el elemento redentor de su protagonista. Aquí el amor equivale a rebelión y el instinto sexual al deseo de libertad.

El soplo que insufla autonomía en D-503 es de uno de los momentos más poéticos de la novela. Después de besar a I-330, D-503 se siente tan independiente como un planeta flotando en el vacío de la libertad.
"Sus labios insoportablemente dulces (supongo que por el sabor del licor) vertieron en mi boca un sorbo de aquel veneno abrasador, luego otro más, y otro. Caí de la tierra al vacío y, como un planeta independiente, empecé a girar, descendiendo cada vez más y más hondo, describiendo una trayectoria imprevisible." pág 150-51
No es el único número que acaba en una encrucijada. Hay otro personaje a través del que Zamiátin subraya la libertad y plenitud que ofrece el amor. O-90 está asignada como amante esporádica de D-503, pero finalmente, por encima de las prohibiciones de las Tablas de la Ley, quiere tener un hijo suyo. El deseo llega a ser tan intenso que persigue y ruega a D-503 por ese acto de amor. 

Pero que nadie piense que D-503 es un ser unidimensional. El combate entre su amor y su condicionamiento es épico, con victorias parciales en cada bando. Sus notas se contradicen de un día para otro. Su deseo de seguridad planta cara a la vida "ilógica" y salvaje: "
La quiero y por lo tanto quiero irme con ella, pero eso es delito", llega a escribir.
"Resulta asombroso comprobar hasta qué punto siguen activos los instintos criminales en la raza humana. Lo digo conscientemente: criminales. La libertad y la criminalidad están indisolublemente ligadas entre sí, como..., pues, como el movimiento de un aerotransportador y su velocidad. Si la velocidad es = 0, el aerotransportado no se mueve. Si la libertad del hombre = 0, este no cometerá crímenes. Está claro.
El único medio de preservar al hombre del crimen es eximirle de la libertad
." pág. 131
D-503 asume de tal modo la lógica del rebaño que incluso después de haberse entregado a I-330 y haber traspasado el Muro Verde, el raciocinio de la seguridad y la obediencia lo atenaza. Su combate interno se hace tan evidente que un compañero le dice con ironía: "malo, muy malo. Por lo visto se le ha formado un alma". Esa conciencia del yo acaba trayéndole por el camino de la amargura hasta llegar a cuestionarse "¿cómo explicar la enfermedad que describo en estas páginas?"

La novela adopta la forma de un diario íntimo que D-503 redacta, con la idea de que la Integral lleve esas notas hasta otros planetas explicando el "bienhechor yugo de la razón". 
"Tenéis por delante la tarea de imponer el bienhechor yugo de la razón a los ignotos seres de otros planetas -quizá aún en estado de salvaje libertad-. Si no comprenden que llevamos la felicidad matemáticamente infalible, nuestro deber es obligarles a ser felices."
Y es que D-503 es un firme defensor de la razón. Como buen ingeniero tiende a verlo todo como un gran engranaje donde cada pieza tiene su función. 
"Por la mañana estaba en el hangar donde se construye la Integral, cuando, de pronto, me fijé en las máquinas: con los ojos cerrados, los rodamientos de los reguladores giraban abstraídos; las manivelas, relucientes, se doblaban a derecha e izquierda; el balancín funcionaba soberbio en los ejes; la tijera del torno taladraba al ritmo de una música imperceptible. entonces se me reveló la belleza de aquel grandioso ballet mecánico que anegaba un tenue sol azul.
Me pregunté enseguida: ¿Por qué es bello? ¿Por qué es bella esa danza? Respuesta: Porque es un movimiento no libre, porque el sentido de esa danza subyace en su absoluta subordinación estética al ideal de la no libertad. Si es verdad que nuestros antepasados, en los instantes de mayor entusiasmo (misterios religiosos, desfiles militares) se abandonaban a la danza, esto solo puede significar una cosa: el instinto de la no libertad es, desde tiempos inmemoriales, innato en el hombre. La única diferencia es que nosotros, en la vida actual, lo hacemos de manera consciente..."
pág 103-4
Pero esta danza de bielas choca con las pulsiones de amor y libertad que asaltan a D-503 desde que conoce a I-330. Siendo un convencido seguidor de los principios morales del estado, siente sus emociones como una traición. Por eso la voz del relato -apasionada y contradictoria- es uno de sus mayores aciertos. Por ejemplo, cuando I-330 logra acercarle hasta el mismísimo Muro Verde se produce uno de esos momentos mágicos cercanos a la revelación. 
"El hombre dejó de ser un animal salvaje cuando construyó el Muro, cuando gracias a él pudimos aislar nuestro perfecto mundo mecánico del irracional y grotesco mundo de los árboles, los pájaros y las bestias.
A través del cristal, entre la niebla y con escasa luz, pude ver el tosco morro de un animal que me miraba, unos ojos amarillos que repetían tercamente una idea incomprensible para mí. Nos miramos durante un buen rato a los ojos, esos pozos a cuyo fondo se penetra desde el mundo exterior. Entonces me picó la curiosidad: "¿Y si ese ojos-amarillo, con su absurdo y sucio lecho de hojas secas, y su imprecisa vida, fuera más feliz que nosotros?"
pág. 185






















La novela convoca muchos asuntos de gran interés, como el mito del buen salvaje, el vértigo de la libertad o el carácter mesiánico de muchas ideologías. De hecho el estudioso puede leer este libro rastreando los hechos históricos y las teorías sociales de la época (como el taylorismo), así como también su traslado a la actualidad. Y es que la alegoría que plantea tiene un amargo reflejo en nuestros días; en las veleidades absolutistas del neoliberalismo económico y en el ataque a la intimidad y a los derechos en aras de la seguridad.

Pero la novela también es una aventura que se lee con ligereza. El drama humano que aflora en D-503 posee intensidad psicológica y moral, del mismo modo que todo lo referente a la Casa Antigua rezuma misterio o sentimiento de amenaza la vigilancia extrema a la que son sometidos. Qué no decir de la intriga que suscitan los preparativos de la rebelión.

El punto de inflexión lo consigue Zamiátin cuando el Estado lanza la campaña de la Gran Operación a la que todos deben someterse para extirpar la fantasía.
"(La fantasía) es una fiebre que os espolea a correr cada vez más adelante, aunque este avanzar comience ahí donde acaba vuestra dicha. La fantasía es la última barricada en el camino hacia la felicidad.
Pero alegraos, este obstáculo ha sido eliminado. La vía está libre.
El Estado Único ha localizado el centro de la fantasía (es su descubrimiento más reciente): un lamentable nudo en la región craneal del puente de Varolio. Pues bien, una triple irradiación aplicada sobre este nudo os curará para siempre de la fantasía.
Sois perfectos como máquinas. El camino hacia la plena felicidad está libre
. Pág. 261


No quiero finalizar mi comentario sin señalar el continuo paralelismo que la obra establece entre el Estado Único y el cristianismo.
"En el viejo mundo, los cristianos, nuestros únicos aunque imperfectos predecesores, sabían que la humildad es una virtud y el orgullo un vicio. El "NOSOTROS" procede de Dios. "YO", del Diablo" pág 216.
Las referencias son constantes y nada veladas. El propio Benefactor se erige, como un dios, en suma autoridad moral y juez implacable (los castigos son públicos y terribles -en la Plaza del Cubo- para abortar cualquier vacilación). También I-330 aparece como una Eva díscola en el Paraíso, mostrándole otro tipo de vida más llena de emociones y libertad. Asimismo la Integral puede verse como la diáspora de los Apóstoles para llevar la buena nueva a todos los pueblos.
"—Comprenda, es la antigua leyenda del Paraíso... Pero adaptada a nuestra realidad. ¡Sí, piense en ello! A aquellos dos, en el Paraíso, se les presentó una alternativa: o dicha sin libertad o libertad sin dicha. No se les dio una tercera opción. Y ellos, unos zoquetes, eligieron la libertad. Así, es comprensible que durante siglos añoraran las cadenas. Las cadenas, ¿comprende?, ahí tiene en qué consistió el dolor del mundo. ¡Durante siglos! Solo nosotros supimos recuperar la felicidad... (…)
De nuevo somos pobres de espíritu, inocentes, como Adán y Eva. No hay confusión sobre el bien y el mal. Todo es imple, paradisíaco, cosa de niños. El Benefactor, la Máquina, El Cubo, la Campana de Gas, los Protectores... Todo es solemne y puro, majestuoso, noble, elevado, cristalino y transparente. Porque protege nuestro estado de no libertad, es decir, nuestra felicidad.
" pág 156
Aunque hay ejemplos en los que el poder se basa en una religión existente (El cuento de la criada, de Margaret Atwood, por ejemplo), en la mayoría de las distopías la religión ha sido sustituida por el Estado.
"A juzgar por las descripciones que han llegado hasta nosotros, los antiguos experimentaban algo similar durante sus «misas». Aunque, claro, ellos le rendían culto a un Dios absurdo y desconocido. En cambio, nosotros servimos a una divinidad racional y conocida de la forma más precisa. Su Dios no les dio nada, a excepción de una búsqueda eterna y tortuosa. A su Dios no se le ocurrió nada mejor que ofrecerse en sacrificio por un motivo ignoto. Pero nosotros brindamos a nuestro Dios, el Estado Único, un sacrificio sereno y juiciosamente razonado.
Sí, una solemne liturgia para el Estado Único, la conmemoración de la Guerra de los Doscientos Años, la grandiosa victoria de la masa contra el individuo, de la suma sobre la cifra...". pág. 140
La incertidumbre que provocan las emociones y el libre albedrío es algo esencialmente humano. Como ingeniero, D-503 lo vislumbra con una gran intensidad gráfica:
"Me diluía, era infinitamente pequeño, un punto...
A fin de cuentas, esta sensación tenía su lógica el día de hoy: el punto está cargado de incertidumbre; cuando se pone en movimiento es capaz de transformarse en miles de curvas distintas y en centenares de cuerpos.
Me aterroriza moverme: ¿en qué me convertiré?"
pág 233










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Evgeueni Ivánovich Zamiátin  antes que escritor fue un brillante ingeniero naval. Estudió en el Instituto Politécnico de San Petersburgo y viajó por toda Rusia además de visitar ciudades extranjeras como Constantinopla, Esmirna, Salónica, Beirut, Jerusalén y Port Said. Simpatizante del partido bolchevique desde sus inicios, se encontraba casualmente en Odessa en 1905 cuando tuvo lugar la rebelión de los marineros del acorazado Pótiomkin.  Durante el transcurso de la I Guerra Mundial fue enviado a Inglaterra para acometer la construcción de buques rompehielos. Allí vivió en un suburbio de Newcastle llamado Jesmond y tuvo la oportunidad de conocer la obra del iniciador de la ciencia-ficción H.G. Wells. Él fue su inspiración para escribir Nosotros. Los planos y especificaciones de su nave favorita, el Alexander Nevski (más tarde rebautizado como Lenin), llevan la peculiar firma de D-503, I-330 y O-90: los principales protagonistas de Nosotros. Su estancia en los alrededores de Newcastle supuso el contacto con el taylorismo, un sistema de eficiencia en el trabajo industrial que le causó profunda inquietud.
Zamiátin fue un convencido revolucionario pero no se dejó tentar por el pensamiento único. Por su personalidad crítica e indomable era conocido como "El hereje" entre los críticos y estudiosos. "Después de publicar Nosotros le condenaron al ostracismo. Zamiátin participó activamente en un grupo de filósofos y escritores conocido como los escitas que defendían la libertad sin rumbo, lo salvaje y lo apasionado. Una posición que superaba los dogmas de la ideología dominante. Para Zamiátin dicha visión no se oponía al movimiento revolucionario. Sin embargo tanto él como sus compañeros fueron tachados de subversivos y antirrevolucionarios. También se vinculó a un grupo de notable influencia, los Hermanos Serapion, comunidad de escritores y académicos formada en Petrogrado en 1921, cuya principal seña de identidad se fundamentaba en la exigencia de que "el arte se mantuviera apartado del compromiso político, con una postura aún más alejada de la moda cultural que la defendida por los para entonces extinguidos escitas" pág 21 del Prólogo.
Nosotros fue escrita en ruso en 1920 pero se publicó primeramente en inglés en 1924. No se pudo leer en ruso en la Unión Soviética hasta 1988, año en que salió a la luz al mismo tiempo que 1984, de G. Orwell.  Estas dos obras junto con a Un Mundo Feliz de Aldous Huxley forman el triunvirato de distopías que definen el siglo XX. El mundo imaginado por Zamiátin influyó en todos ellos. Huxley es claramente deudor, en su obra un "Estado Mundial" omnipotente se esfuerza por estandarizar al género humano con el objetivo de generar una sociedad ordenada y cómoda. Los seres humanos son procreados en una cadena de montaje y condicionados genéticamente para ser incluidos en una de las cinco castas, donde deberán sentirse realizados. El Estado se sirve de cuatro técnicas para asegurar el orden: la eugenesia (al crearlos en tubos de ensayo se busca la uniformización del producto humano); el condicionamiento psicológico (hipnopedia) para aceptar sin crítica tu status y ames tu inevitable destino social; el sistema científico de castas para que te sientas adecuadamente satisfecho; y el uso de drogas (el soma) para controlar la frustración o pensamientos alternativos.

Lo que escribió la gran Margaret Atwood a propósito de Un Mundo Feliz también sirve para Nosotros
"Según los ojos con que se mire, Un mundo feliz retrata una utopía perfecta o su horrendo opuesto, una distopía: sus hermosos habitantes viven seguros y libres de enfermedades y preocupaciones, pero lo hacen de un modo que, queremos creer, sería inaceptable para nosotros."