lunes, 31 de julio de 2023

Next Floor (a short film by Denis Villeneuve)



Aunque Denis Villeneuve está perdiendo unos años preciosos haciendo unos remakes lujosos pero que aportan poco (Blade Runner 2949, Dune) sus películas siempre han demostrado tener poderío visual y una fuerte impronta humanista y reflexiva (Incendies, La llegada, Prisoners, Enemy) como ocurre con este cortometraje de 2008 sobre una idea original de Phoebe Greenberg

La historia es tan alegórica y fuertemente satírica como lo son Los Caprichos de Goya. En este caso yo titularía este grabado en movimiento "Nuestros vicios nos condenan pero a pesar de ello perseveramos". 
Aunque también nos recordará a películas como El Ángel Exterminador (1962) del maestro Buñuel y por supuesto a la reciente El Hoyo (de Galder Gaztelu-Urrutia, 2019).

Me gusta sobremanera porque el planteamiento es tan sobrio como perturbador. Un festín pantagruélico e interminable de un grupo burgueses, aristócratas y militares servido por una legión de criados. También porque es abstracto y un tanto surrealista. Pero sobre todo me impacta la fuerza de su crítica, que no necesita diálogo para decir muchas cosas y provocar reflexiones. 

Además me parece que no es sólo una sátira sobre las élites y sus excesos. También nos incluye a las clases medias y a las personas de a pie, que sólo necesitamos una oportunidad para caer. Las jóvenes sentadas junto a los opulentos asumen el papel de público. Una de ellas inicialmente se resiste y mira con disgusto, incluso pide que no le sirvan; pero al final cede a la codicia (y a la gula, la pereza, la soberbia, la avaricia,...). 

El cortometraje se desarrolla entre dos paréntesis, un plano inicial y otro final que son casi el mismo, la mirada del maître. Pero mientras que al comienzo lo que mira con repulsión es ese banquete de la avidez; en el plano final nos mira a nosotros a través de la cámara, como interrogándonos. A mí me parece que dice: "¿todavía vais a seguir comiendo?"

sábado, 29 de julio de 2023

EN LA CABEZA de SHERLOCK HOLMES - de Cyril Lieron y Benoit Dahan



EN LA CABEZA de SHERLOCK HOLMES. 
El caso de la entrada misteriosa.

En la cabeza de Sherlock es un puzzle típicamente holmesiano tanto en la trama como en la forma donde se ponen gráficamente de relieve todos los ingredientes clásicos del virtuoso de Baker Street: su acumulación de datos, sus correrías por Londres en busca de pistas e incluso el curso de sus deducciones.

En la serie TV “Sherlock”, adaptación magistral del detective al siglo XXI, hay un momento en que Watson nos informa que Holmes posee un “castillo de la memoria” donde archiva todo tipo de información perfectamente clasificada y a la que puede acceder de forma casi mágica. En el episodio Los perros de Baskerville esta información fluía a través de la pantalla en forma de palabras clave, mientras que en el episodio Su último voto Sherlock literalmente se recluye en su Palacio Mental para evitar morir tras recibir un disparo.

Pues bien, este cómic tiene la fascinante cualidad de que nos invita a entrar y recorrer esas maravillosas estancias mentales del detective victoriano, permitiéndonos seguir el hilo de sus razonamientos mientras recorremos su arquitectura fabulosa.

Todo esto ya se entrevé desde los dos elementos iniciales que abren el volumen. Por un lado, en la ilustración de la portada ya vemos a Sherlock Holmes recorriendo su biblioteca mental poblada con estanterías gigantescas donde están clasificados sus casos, datos y técnicas. Mientras que en la cita que abre el libro, perteneciente a la primera novela –Estudio en Escarlata- es el mismísimo Holmes quien lo razona: “Verá, yo considero que el cerebro del hombre es, originariamente, como un pequeño desván vacío. El artesano hábil tiene mucho cuidado de lo que mete en el desván, en su cerebro”.

Esto es lo que define este cómic y es lo que desde el primer instante nos subyuga, un apartado gráfico absolutamente original y efectista que logra plasmar en viñetas el fluido mental de Holmes.
Pero empecemos.


Todo es muy clásico en esta nueva historia: primero el hastío de Holmes, luego el vigor para seguir las pistas recorriendo el muy característico callejero de Londres y finalmente la repercusión de una historia pretérita en un enigma que implica al gobierno de su Majestad. Así que Holmes está mortalmente aburrido cuando traen a su puerta un misterioso hombre. Se trata de un viejo amigo del Dr. Watson que ha sido rescatado por la policía mientras corría por las calles totalmente trastornado. Un comienzo típicamente holmesiano ya que el hombre está aquejado de amnesia y su historia supone para Sherlock todo un reto.
Que comience el juego.

Rápidamente Sherlock hace inventario de esos indicios que sólo él es capaz de apreciar: tiene la clavícula rota y la nariz irritada, lleva una pantufla de mujer en el pie derecho y señales de haber rodado por el suelo, además de llevar prendidas unas ramitas de tejo. Pero todo adquiere definitiva relevancia cuando descubre un polvo misterioso sobre su ropa y una entrada muy particular para ver un espectáculo teatral. Sherlock comienza a sospechar que se encuentra ante una víctima aislada de un complot de mayor alcance que se está fraguando tras la fachada de un espectáculo de magia china.

Después de deducir que se cayó de un carruaje y de recorrer los lugares de Londres donde hay tejos, Sherlock se encuentra con el inspector Lestrade que investiga el ahogamiento de una mujer en el Támesis. Ella también es portadora de un ticket para la misma función. Los ideogramas que aparecen en cada entrada, así como el papel y la tinta llevarán a Sherlock hasta el teatro donde se desarrolló el espectáculo. Allí encontrará más entradas que tienen la particularidad de incluir en una esquina distintos ideogramas chinos. Cuando Holmes consulta su significado descubre que significan profesiones: doctor, profesor, etc. La sorpresa es que los tickets del amigo de Watson y de la mujer ahogada, llevaban el mismo ideograma, un “pato”, cuyo significado es “sin valor”. En este punto Sherlock ya sabe que se enfrenta a una maquiavélica mente criminal que ha urdido una compleja conspiración. ¿A quiénes se repartieron los tickets y por qué había que distinguirlos?



















Aunque, como se ve, la historia tiene reminiscencias del clásico relato “La liga de los Pelirrojos” (por la sociedad secreta china), la historia y su desarrollo son totalmente originales y se entrelazan, además, con un antiguo escándalo del 60º Regimiento de los King´s Royal Rifles, durante las guerras del opio en China. 

La intriga del caso nos seduce y la ambientación en el Londres victoriano es un deleite, pero sin duda, lo que nos fascina, es su desarrollo visual. En los relatos de Conan Doyle, Watson nos describía la cara visible de Sherlock Holmes. En cambio, esta investigación inédita nos permite penetrar en la mente del mayor genio de la deducción, seguir el hilo de su razonamiento y visitar las estancias más secretas de una mente sin igual.

El diseño gráfico de cada página es deslumbrante y muy elaborado. Hay páginas donde se nos invita a doblarlas para componer una viñeta nueva o colocarla al trasluz para descubrir una pista. Como se ve el contenido y el continente se entrelazan alrededor de la magia. La composición de cada página (sea individual o doble que son muy numerosas) supone una viñeta más puesto que el conjunto de viñetas crea una viñeta nueva. Así nos encontramos con una página que está distribuida como si fuese el periódico que está leyendo Watson, cuyas manos aparecen en los laterales. O cuando Holmes se enfrenta contrarreloj al criminal y las viñetas se ordenan formando un reloj de arena. Genial.

No puedo dejar de señalar el modo en que Benoit Dahan refleja el hilo de las deducciones de Holmes: ¡dibujando un hilo! que recorre las páginas mientras engarza pequeños camafeos donde se recogen las piezas de esas deducciones. Ese hilo que serpentea entre las viñetas es una metáfora maravillosa de la secuencia razonadora de Sherlock y también está marcada con una cita que aparece al principio de la 2ª parte: “Ya me imaginará, Watson, escuchando con la máxima atención esta extraordinaria secuencia de acontecimientos e intentando coordinarlos, distinguir el hilo común que los unía a todos”. La cita pertenece al clásico relato  El ritual de los Musgrave y junto al tono y al desarrollo tan holmesiano del volumen, demuestra una ferviente lectura de la obra de Conan Doyle.

Las páginas dobles son magníficas por cuanto exponen cada uno de los procesos mentales de Holmes. Muchas de ellas son “a sangre”, sin límites, como la mente de Holmes. En una se nos muestra su cabeza repleta de habitaciones y en otra está Holmes situado en el centro mientras a su alrededor se organizan las viñetas que van sumando las informaciones. Otra recoge el escenario completo del interior de un barco donde se produce el enfrentamiento final. Un verdadero festín visual.
 


El tono general de la obra es el sepia, lo que junto al diseño de las viñetas y las páginas da al conjunto el aspecto de un grabado de época, cuya estilización y profusa ornamentación nos hacen recordar al mismísimo Aubrey Beadsley. Además se trata de una edición muy cuidada que respeta el formato concebido por los autores, con portada troquelada y un papel de calidad en tonos ocres que convierten la lectura en toda una experiencia.

El callejero de Londres, como siempre ocurre en las aventuras de Holmes, constituye un personaje más de una trama que está jalonada por 5 lugares perfectamente reconocibles que visitaremos con el detective: Bartholomew Hospital, Tower Hamlets Cementery, St George-in-the-East Mortuary, etc. Lugares que Holmes había deducido por el análisis de las ropas del doctor. 

Por supuesto uno de los puntos fuertes de la obra es la cuidada ambientación. El cómic nos sumerge de lleno en la Inglaterra victoriana, momento cumbre del imperialismo británico y época de grandes cambios: la revolución industrial, los avances médicos, las grandes epidemias, la estricta moral, la sociedad proletaria, la prensa, etc.



A pesar de revisitar al personaje y ambientar perfectamente su época, el cómic no quiere dejar de ser contemporáneo y aporta una amarga reflexión sobre el Imperio Británico, capaz de organizar exposiciones itinerantes de indígenas nubios sin vergüenza alguna o luchar por mantener el control del muy lucrativo negocio del opio. El propio Holmes llega a reconocer que la actuación del Imperio Británico careció de nobleza: “Me temo que somos culpables de la génesis del escándalo, amigo mío...imponiendo por la fuerza el comercio del opio, Inglaterra sustituyó el patriotismo por los beneficios cada vez mayores y, así, sacrificó su moral.

jueves, 27 de julio de 2023

PEQUEÑO VALS VIENÉS - de Federico García Lorca







Federico García Lorca es un poeta inmenso. Su poesía tiene una cadencia y un misterio únicos. Es popular y surrealista, oscura y colorida, desgarrada y musical. El cantante y poeta Leonard Cohen lo adoraba hasta tal punto que llamó a su hija Lorca. En 1988 puso música al poema "Pequeño Vals Vienés". La canción se titula "Take This Waltz" y está incluida en el disco "I´m your man". Dos años después el gran Enrique Morente hizo su propia versión con la música de Leonard Cohen y el texto original de Lorca. El tema forma parte del rompedor disco "Omega". Finalmente Silvia Pérez Cruz también grabó este tema en 2014, incluyéndolo en un álbum de bellísimas versiones titulado "Granada".

Esta entrada es para volver a paladear el apasionado y apasionante poema original de Lorca que acompaño, al final, con la sentida interpretación de Silvia Pérez Cruz.

El poema pertenece al libro Poeta en Nueva York, publicado en 1940, tras la muerte del poeta; y figura en el epígrafe IX. Huida de Nueva York, con el subtítulo Dos valses hacia la civilización.



PEQUEÑO VALS VIENÉS



En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del “Te quiero siempre”.

En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orilla tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.


Federico García Lorca
en el libro Poeta en Nueva York











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Durante el curso 1929-30, Lorca residió en Nueva York impartiendo unas conferencias en la Universidad de Columbia. El contacto con esa ciudad gigantesca y deshumanizada, de "geometría y angustia" dijo él, junto con el impacto que le produjo el sufrimiento de los marginados ("la esclavitud del hombre y la máquina juntos") y el descubrimiento del surrealismo hizo surgir en el poeta un lenguaje nuevo de enorme capacidad simbólica  y carácter alucinante. Los poemas escritos en esta época fueron recogidos en el volumen Poeta en Nueva York y reflejan un estado de horror, caos y angustia. En ellos Lorca denuncia la injusticia, la discriminación y la deshumanización de la sociedad moderna. A través de un ritmo quebrado y unas poderosas imágenes surrealistas, los poemas resultan muchas veces crípticos, pero de una belleza incontestable y misteriosa. Dentro de la estructura del libro, el poema Pequeño Vals Vienés ocupa la antepenúltima posición y representa la huida y liberación de la ciudad de los rascacielos.  

El poema refiere la dolorosa pérdida del amor, por lo que el poeta percibe una Viena vacía, tan elegante como fría. Un "museo de la escarcha" donde hasta las palomas están disecadas. Así imagina este vals melancólico de "muerte y de coñac". 
Al grito de "te quiero, te quiero, te quiero", el poeta rememora las estancias (pasillo, desván, cama) donde vivieron su amor y que ahora están vacías, tan sólo iluminadas por la luna. 

 

La realidad luminosa de la ciudad le parece ahora hueca y triste (espejos, "muerte para piano", mendigos); aunque el poeta se reafirma en su amor -"te quiero para siempre"- y se imagina bailando con él eternamente en Viena. La pérdida queda reflejada en el verso "¡Mira qué orilla tengo de jacintos!", el cual hace referencia al final de la historia de amor mitológico entre el dios Apolo y el hermoso Jacinto, hijo del rey de Esparta. 
En la última estrofa el poeta construye un cenotafio de "fotografías y azucenas" a un amor al que siempre estará entregado ("dejaré mi boca entre tus piernas").

 


G. Tiépolo -"La muerte de Jacinto"- Museo Thyssen Bornemisza, Madrid

La representación de La muerte de Jacinto es un icono de la homosexualidad, aunque en la mitología tiene varias versiones. En Las Metamorfosis de Ovidio (Libro X) se cuenta que Jacinto murió víctima de su torpeza al lanzar con mucho ímpetu un disco que rebotó hiriéndole mortalmente. Otra versión cuenta que fue el viento Céfiro el que, celoso por no ser correspondido por Jacinto, desvió el disco lanzado por Apolo hacia el joven mortal. El dios Apolo, ante su incapacidad para devolver la vida a Jacinto, decidió inmortalizarlo transformándolo en una flor, tal y como aparece en el ángulo inferior, al lado de la raqueta. Tiépolo cambió el disco por la raqueta de Pallacorta, un juego que estaba de moda en su época.

miércoles, 19 de julio de 2023

SLOW HORSES - de Will Smith



¡Pero qué buena es Slow Horses!
Una serie de espías con todos los ingredientes y en la mejor sazón: tramas intrincadas, persecuciones, celadas, asesinatos, un poco de acción y un toque inigualable de humor negro. Todo viene de los libros de Mick Herron, dignísimo heredero del maestro John Le Carré, que se centran en La Casa de la Ciénaga (Slough House), una cloaca inmunda en donde el MI5 recluye a los agentes que la han cagado, esos caballos lentos (slow horses) a los que nadie quiere ver... aunque estos caballos en horas bajas todavía te pueden soltar una coz. Son disfuncionales y metepatas pero si pretendes joderlos pueden llegar a ser muy audaces. Además, tienen un vínculo en común, harían cualquier cosa por redimirse.

Mick Herron (Newcastle, 1968) sigue el dictado del maestro Le Carré que ponía el acento en las personas, en lugar de centrarse en la misión, la aventura glamurosa o la tecnología tal y como hacían las novelas de James Bond. Y para escribir sobre la gente de a pie, Herron no encuentra nada mejor que escribir sobre personas que fracasan, gente a la que el sistema les ha dado la espalda arrojándolos a un piso abandonado y sometiéndolos a una grosera rutina burocrática con el objetivo de que entreguen sus placas.






Uno de los principales activos de la serie es un impresionante Gary Oldman interpretando al director de la Casa de la Ciénaga, Jackson Lamb. Lamb es un tipo brillante a la vez que zafio e irascible. Tuvo su momento de gloria en plena Guerra Fría, pero un par de misiones fallidas acabaron sepultándolo en este antro. Rumia las horas y su amargura dándole a la botella y fumando como un cosaco. Está de vuelta de todo y su porte es sucio y avejentado. Le gusta tirarse pedos para subrayar su desprecio hacia todos (sobre todo cuando se reúne con su jefa, Diana Taverner -Kristin Scott-Thomas-, a la que suele recibir con un fétido cuesco). Lleva la misma camisa durante días y una gabardina tan ajada que la desecharía el mismísimo Colombo. Parece más despistado que nunca, pero cuando, de pronto, quieren utilizarlo como chivo expiatorio, el zorro que lleva dentro despierta y nos demuestra que no hay tipo más avispado para verlas venir.

Sólo por la personalidad cáustica e irreverente de Lamb ya merecería la pena leer los libros y ver la serie; pero es que encima hay que añadir unas tramas de lo más enrevesadas y un puñado de personajes estrafalarios que componen un cóctel de lo más apetecible.

La T1 comienza con el yerro de River Cartwright (Jack Lowden), un joven y apuesto agente, nieto de una leyenda retirada del MI5 (Jonathan Pryce), que fracasa en su intento de detener un ataque terrorista en el aeropuerto de Stansted. A su llegada a la Casa de la Ciénaga Jackson Lamb le encarga investigar la basura de un periodista conspiranoico, muy bien relacionado con la extrema derecha. Cartwright está perdido y le pregunta a Lamb: "pero, ¿qué estoy buscando?" A lo que Lamb le responde con supremo desprecio: "Los restos perdidos de tu prometedora carrera". 
Qué mala leche. 
Para continuar del mismo modo: “¿Estamos tirando de alguna información o esto es una lotería?”: pregunta que obtiene un nuevo desaire: “Sí, pero tú no puedes hacer preguntas. Eso es un privilegio de los que no la han cagado hasta el fondo."

Pero pronto la prensa y televisión empiezan a hacerse eco de una noticia impactante: se ha producido el secuestro de un estudiante inglés de origen pakistaní por parte de un grupúsculo de extrema derecha autodenominado Los Hijos de Albión. El asunto adquiere máxima audiencia cuando anuncian que lo van a degollar en directo a través de internet, como suelen hacer los yihadistas. Ésta es una las mejores características de las tramas, su palpitante actualidad. En esta T1se refleja el odio al inmigrante como tema central del Brexit y el ascenso tenebroso de la extrema derecha por toda Europa. Mientras que la T2 se centra en los tentáculos que los oligarcas rusos tienen dentro de la economía británica y su relación con el poder en Rusia... y ya sabemos cómo se las gasta el criminal Putin.



Si la Casa de la Ciénaga está llena de gente torpe, los descerebrados secuestradores no le van a la zaga. En su escondrijo se muestran no como caballos lentos sino cojos y cegatos. Lo que parece claro es que son meros peones de alguien que les dirige en la sombra y Jackson Lamb es un tipo que siempre ve un poco más allá. Por eso cuando la operación de rescate se pone en marcha, el viejo zorro le comenta a uno de sus agentes: “¿Crees que es una coincidencia que Taverner dirija una operación especial contra la extrema derecha justo cuando unos nacionalistas mentecatos secuestran a ese chico?" Y ante la perplejidad del agente, le tranquiliza: “No te preocupes, era una pregunta retórica.” Posteriormente sabremos que en el grupo filofascista hay un agente infiltrado y que el MI5 está más preocupado por instrumentalizar políticamente el secuestro que por salvar al muchacho. Esto es lo que tiene la alta política, que la vida de un ciudadano le importa una mierda.

La serie (y los libros) tienen el atractivo de que interesa tanto la acción principal como la vida de estos proscritos arrumbados en la Ciénaga. Está el típico friki de la informática, el chivato de turno y una pareja de blanditos agentes que resultan conmovedores. El propio Lamb mantiene una extraña relación con su adjunta Katherine Standish (Saskia Reeves), cuya amistad es evidente que viene de largo. A pesar de los desplantes del gruñón director ella le admira y vigila que todo esté en orden. Deja entrever que arrastra la carga de una tragedia personal en la que Lamb tiene algo que ver.



Jackson Lamb es un entrañable dinosaurio, un tipo de otra época que desprecia tanto a su equipo que cuando los oye llegar a la oficina por la mañana murmura: "Amanece un nuevo día en el servicio de desinteligencia". Incluso cuando la oficina central ordena detener a todos los “caballos lentos” como chivos expiatorios, Lamb los reúne en secreto, por la noche, en un cementerio y les dirige esta alocución:

"-Estamos perdidos. (le dicen)
-Oh, no sabéis hasta qué punto. A ver. Yo no soy de dar discursitos, pero este es un momento importante y si todo se va a la mierda puede que no os vuelva a ver. Sois una pandilla de inútiles, sin excepción. Trabajar con vosotros ha sido como cortarse las venas. Pues eso (e inicia la retirada).
-Espere, y qué hacemos nosotros.
-Procurad que no os pillen. No creo que tarden en llegar aquí más de media hora.
-Podemos intentar salvar a Hasan.
-Eso seguro que lo acabaría matando. Id a encerraros por ahí, en algún baño.- Les dice mientras se va con Cartwright quien le indica:
-Los estaba provocando para que actúen ¿no?
-¡Qué coño! He dicho lo que pienso. "

Aunque también hay que decir que cuando más aprieta la Taverner para hacerlos cargar con el muerto, Lamb los defenderá: "Son un atajo de putos perdedores, pero son mis perdedores".



La novela Caballos Lentos fue publicada en 2010 y después vinieron “Leones muertos” (Dead Lion, 2013) y “Tigres de verdad” (Real Tigers, 2016). Todas pertenecen a la serie de La Casa de la Ciénaga, también conocida como serie de Jackson Lamb. La editorial Salamandra comenzó a publicarlas en España en 2018. En Mayo de 2022 publicó la cuarta, “La calle de los espías” y este próximo mes de Septiembre publicará la quinta, “Las reglas de Londres”; mientras que en inglés la serie ya ha llegado a once títulos. En la adaptación dramática hay ligeros cambios para actualizar los hechos, pero está claro que ha sabido mantener el tono ácido e irreverente de los libros, junto con el estado de ánimo de los personajes.

La T2 está basada en el libro “Leones Muertos” y comienza de la forma más intrigante. A un anciano que regenta un Sex Shop en pleno Soho, le llama la atención un hombre que se ha parado justo delante del escaparate mientras habla por teléfono. El tipo le recuerda a alguien de su pasado. Comienza a seguirlo hasta una estación de tren, luego por la calle bajo la lluvia y finalmente se suben a un autobús. Allí el anciano comienza a sentirse mal pero, antes de caer muerto, escribe una palabra clave en su móvil y lo esconde en un lateral del asiento. El perseguido escapa.

Todo indica un ataque al corazón, pero Jackson Lamb no opina lo mismo. El muerto no es otro que Dickie Bow, un mítico espía que trabajó muchos años en Berlín durante la Guerra Fría. Finalmente, fue expulsado tras asegurar que fue secuestrado e insistir en que había oído hablar de “cigarras”, espías durmientes, en Londres. Mientras Lamb se pone a investigar la muerte de Bow, dos de sus “caballos lentos” son asignados a proteger a un oligarca ruso de visita en Inglaterra, con el que el MI5 está negociando varios acuerdos.



Lamb conocía perfectamente a Dickie y su forma de actuar, por eso encuentra el teléfono móvil con la palabra “cigarra”. Sospecha que hay algo de aquellos años de plomo en Berlín que se cierne sobre el presente. En el MI5 llamaban a los agentes durmientes "leones muertos". Pero, si ahora están saliendo a la luz, ¿por qué después de tantísimo tiempo? Lamb lo sospecha y así se lo explica a River: “los rusos operan a largo plazo, tienen una gran capacidad de sufrimiento. No perdonan. Los cabrones nunca se rinden.” La muerte de Dickie y toda la información que está aflorando no interesa ya a nadie... excepto a él mismo y a su viejo contrincante, Alexander Popov, una antigua leyenda soviética que es, quizás, el hombre más peligroso del mundo.

En paralelo a la muerte de Dickey, el agente preferido de la Taverner ha organizado una reunión con un magnate ruso crítico con el Kremlin. Para cubrirse las espaldas ha implicado a dos agentes de La Casa de la Ciénaga... aunque no sabe en el avispero que se está metiendo. Los oligarcas y Putin están jugando a un peligroso juego de poder en el que Londres sólo es el tablero.

Esta segunda temporada tiene un aroma de "rencillas antiguas" que es como se titula el último episodio. Odios que vienen desde la Guerra Fría y que pretenden cobrarse hoy. El desenlace de la temporada es un prodigio de narrativa y tensión ya que se produce en tres frentes. El ataque con bomba de un agente durmiente, Lamb contra su antiguo némesis y hasta está implicado el abuelo de River Cartwright. Una maravilla.



La serie tiene un innegable tono amargo y desengañado. Las operaciones del MI5 son siempre ruines y turbias, carentes de cualquier nobleza. Allí cada uno lucha por su propio estatus en medio de una flagrante ineptitud... por eso necesitan a La Casa de la Ciénaga, para tener disponible siempre una cabeza de turco. Tampoco en los dominios de Lamb hay ni una pizca de glamour; pero son precisamente sus "pringaos" los que se empeñan en arreglar los desaguisados. Acabada la Guerra Fría desapareció ese mundo casi romántico del espionaje y sus reconocibles reglas. El 11-S, el ISIS o Putin lo ha reactivado pero ampliando su espectro hasta lo más vil y despiadado.



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Slow Horses cuenta con un gozoso tema principal compuesto y cantado por Mick Jagger, fan confeso de las novelas de la Ciénaga.
La serie consta de 2 temporadas con 6 episodios cada una.
Está aprobada una tercera temporada.

sábado, 15 de julio de 2023

HIELO - de Anna Kavan




Encuentro en el blog de Lorena (Gijón, Bióloga, cosecha del 77) ElPaxaruVerde, esta estupenda entrada sobre una autora que no conocía. Creo que es un artículo perfecto para el epígrafe InCitaciones.



"Anna Kavan nació en Cannes en 1901 con el nombre de Helen Emily Woods. Sus primeros libros, mucho más convencionales que el que nos ocupa en esta entrada, los firmó con el nombre de Helen Ferguson, adoptando así el apellido de su primer marido. Posteriormente eligió como seudónimo el nombre del personaje de una de esas novelas, Let me alone, en la que había dejado plasmada la infelicidad de su primer matrimonio. Este cambio de nombre coincide con un cambio drástico de su estilo narrativo, se dice que influenciada por la obra de Franz Kafka. El primer libro que firma como Anna Kavan es el apetecible El descenso, publicado en España por Navona Editorial, colección de relatos interrelacionados inspirados en el ingreso en un centro psiquiátrico de la autora británica y en sus episodios paranoicos. En 1967, tan solo un año antes de su muerte, publica Hielo, considerada su obra maestra. Su vida estuvo marcada por el temprano suicidio de su padre, sus dos matrimonios fallidos, la pérdida de su hijo durante la Segunda Guerra Mundial, varios intentos de suicidio y su adicción a las drogas. Murió en Londres en 1968 de un infarto.
(...)

Parece ser que la interpretación que se hizo de Hielo cambió tras la muerte de su autora al saberse de su drogadicción. Es fácil de hacer la analogía entre el manto blanco que se va expandiendo por doquier en esta novela y ese otro blanco de la heroína que también termina por invadirlo todo. «Su horrible paz blanca», escribe Anna Kavan en esta novela refiriéndose al hielo. Qué duda cabe que la heroína fue para ella como para tantos otros su horrible paz blanca, pero no necesariamente, cuando escribió esas palabras en su novela, tenía por qué estar refiriéndose a ella. O sí. O también sí.

Cuenta el editor de esta novela, Jan Arimany, en una nota, que ante la respuesta escéptica de su editor a la recepción de Hielo Anna Kavan le responde «diciendo que no había querido escribir una novela realista, sino "una especie de fábula actual" con una atmósfera onírica». Sinceramente, no se me ocurre mejor descripción de esta novela.



Hielo está considerada una novela de ciencia ficción. En mi opinión, se trata en concreto de una distopía. Y las distopías pueden ser un recurso estupendo para criticar la realidad y hacer reflexionar sobre ella. Como bien dice Rodrigo Breto en su prólogo, «toda obra es producto de su tiempo y hielo no es ajena a la máxima: escrita en plena Guerra Fría, con el regusto de la crisis de los misiles cubanos de 1961 que puso al mundo de rodillas ante una más que posible debacle nuclear». Ahora bien, si os describo un poco el escenario en el que se desarrolla esta novela tal vez sintáis esta obra como producto no solo del tiempo de su autora sino también del nuestro: consecuencias devastadoras del cambio climático, conflictos bélicos entre países, un mundo cada vez más militarizado, escasez de recursos, control de la información por parte de los gobiernos para no desatar el pánico entre la población, rumores descabellados que desatan el pánico entre la población, éxodo de poblaciones, refugiados,...

Hielo es claramente una novela sobre la autodestrucción. Podemos ver en ella la propia destrucción de Anna Kavan o podemos ver la destrucción del planeta Tierra. 
(...)

Supongo que ha llegado el momento de hablaros de ese narrador, del resto de personajes, de la trama de esta novela. Supongo que a eso hemos venido, tanto vosotros como yo. Qué puedo deciros más allá de que Hielo es una novela rara, rara, rara. Y no me quejo, pues presumía que podía ser así. Pero de verdad que al principio me ha costado, me he tenido que pelear con ella, consideré incluso la posibilidad de abandonar su lectura. No lo hice. Seguí no sé si porque es un libro corto, si por intuición, si porque me va la marcha o qué sé yo. Conseguí ubicarme entre su confusión y sus contradicciones, entre sus salpicaduras de onirismo, y la terminé. Me alegro de haberlo hecho, pues Hielo es de esos libros que crecen tras su lectura, a los que quizás nunca se logra alcanzar o entender en su totalidad pero cuyo significado se va redimensionando con el tiempo.

El narrador es un hombre que emprende la búsqueda de una mujer. Se trata de una chica con la que tuvo relación en el pasado. Siente una necesidad imperiosa de protegerla hasta el punto de que su búsqueda se vuelve obsesiva. Cree vislumbrarla en ocasiones pero nunca llega a alcanzarla. Cuando por fin la encuentra, ella lo rechaza o huye y así comienza nuevamente la búsqueda.
«Ambos la perseguían, pero la chica no entendía por qué. Sin embargo, lo aceptó, igual que asumió todo lo que le ocurría. Esperaba que la tratasen mal, que la convirtieran en una víctima, que la destruyesen, y que lo hicieran, o bien poderes desconocidos, o bien seres humanos. Parecía que ese era su destino desde el principio de los tiempos. Solo el amor, quizás, hubiese podido salvarla. Pero nunca había buscado el amor. Su destino era sufrir: lo sabía y lo aceptaba. La fatalidad trajo consigo la resignación. Era inútil luchar contra ello. Sabía que la habían derrotado antes de empezar».


Ambos perseguidores son el hombre y el custodio, personaje que ostenta una alta cuota de poder en el nuevo orden del mundo. El hombre quiere rescatar a la chica del custodio. Ambos personajes son antagonistas y a la vez se parecen mucho, como si fueran las dos caras de una misma moneda, como si fueran «dos tipos que estaban en el mismo bando, o que quizás fueran la misma persona», llegando incluso el narrador a desorientarse y a dudar de su propia identidad.
«Nuestras miradas chocaron de un modo indescriptible. Parecía que estuviera viendo mi propio reflejo. De repente, me vi enredado en una confusión absoluta: no sabía quién era quién. Éramos como la mitad del otro, unidos en una especie de simbiosis misteriosa. Luché por mantener mi identidad, pero todos mis esfuerzos fallaron a la hora de mantenernos separados. En todo momento, sentí que no era yo mismo, sino él. Incluso por un instante me pareció que llevaba su ropa. Me marché de allí confundido; más tarde no supe qué había ocurrido, o si había sucedido algo en realidad».
Los tres personajes principales forman un triángulo nocivo. Se detecta en sus relaciones una violencia soterrada. La chica es como el planeta Tierra al que todos quieren expoliar. El custodio es el hombre al que no le importan los medios para conseguir sus fines. El hombre es pura contradicción (la chica a veces también lo es). Busca a la chica para protegerla de un daño que él mismo es capaz de causarle. «Con un brazo le daba calor y apoyo; el otro era el brazo ejecutor».

Ninguno de los personajes tiene nombre. La narración contiene varios detalles simbólicos como, por ejemplo, la uniformidad en el vestuario. La prosa de Kavan en ocasiones es seca; en otras, crea bellas descripciones del paisaje helado. Todo en esta novela es frío. Es frío el hielo que se extiende amenazador sobre la superficie de la Tierra. Son fríos los personajes. Son fríos sus comportamientos. Es fría esa continua constatación de que de un modo u otro, y probablemente no a mucho tardar, todos vamos a morir."
(...)

miércoles, 12 de julio de 2023

MI PROPIO ASESINO - de Richard Hull



Richard Hull es un perspicaz autor de novela criminal que no duda en experimentar con el estilo y la estructura en sus obras. Siguiendo a Anthony Berkeley sus historias ofrecen un punto de vista más audaz que la típica novela enigma en la que abundaba el policíaco británico antes de la segunda Guerra Mundial. En The Murderers of Monty (1937) aborda el homicidio a través de una sociedad creada por cuatro banqueros, mientras que en Last First (1947) entrega el último capítulo al principio. Pero sin duda su característica más llamativa es el policial inverso, un subgénero de la novela criminal en el que la identidad del asesino se revela al principio de la historia llegando, incluso, a erigirse en narrador de la misma. Al adoptar su punto de vista compartimos sus riesgos y disfrutamos de la incertidumbre que arrastran sus planes criminales. Este esquema le dio un triunfo resonante con su primera novela El asesinato de mi tía (The Murder of my Aunt, 1934) y lo continuó brillantemente en Mi propio asesino (My Own Murderer, 1940) y en Prueba de Nervios (A Matter of Nerves, 1950).

Mi propio asesino es una novela que recrea un pequeño universo donde se teje una tupida red de engaños. Tiene como protagonista y narrador a un pusilánime abogado londinense que lleva una vida anodina hasta que una noche se presenta en su casa Alan Renwick, cliente y amigo. Busca refugio tras haber asesinado a su criado cuando intentaba chantajearlo. Renwick es un exitoso vividor que no duda en aprovecharse de las mujeres que suelen caer rendidas ante su poderoso atractivo. Nada se sabe de su fortuna, pero es notorio su lujoso tren de vida, por lo que el abogado Sampson se resigna a esconderlo en su apartamento a la espera de unos acontecimientos de los que espera obtener rédito. Y es que la suspicacia se instala en la novela desde su frase inicial: “Aun antes de que asesinara a Baynes, nunca me atrajo Alan Renwick”. Así es como empieza una historia que se complica sin cesar, sobre todo cuando entran en liza dos mujeres dispuestas a todo para proteger a su amante. Serán su devoción e inoportunidad las que pondrán en un brete tanto a la policía como al retorcido abogado.

Pero centrémonos. El abogado Sampson, tras comprobar la situación, solo ve una salida para su cliente, fingir su muerte y desaparecer. En principio le ayuda “por mera bondad”; pero finalmente aprecia la situación con un interés más descarnado, puesto que atisba la posibilidad de aprovecharse y reflotar sus precarias finanzas. Por todo ello, urde el arriesgado plan de un falso suicidio que incluso contará con testigos.

En la preparación y ejecución del plan es donde asistimos a un verdadero pulso de poder entre estos dos personajes tan antagónicos. El carácter vanidoso y disoluto de Alan Renwick chocará con el cinismo de Richard Sampson provocando unos diálogos acerados que, por momentos, bordean el absurdo ("¿tendré que tirarme al río de verdad para simular mi suicidio?"). Alan es un “favorito de la fortuna”, elegante y triunfador, por lo que el abogado Sampson se siente exaltado al tener su suerte entre las manos: “Yo sentía un curioso placer en tomar a este hombre y forjar su destino exactamente como me diera la gana”. En esa relación tan enfermiza con el poder está el meollo del asunto.
"Además, era extraño sentir que este hombre grande, seguro, orgulloso, niño mimado del mundo, favorito de la fortuna, dependía enteramente de mí… de mí, a quien siempre trató con alegre desdén. Cuando la señora Kilner me explicó tan torpemente su deseo de humillar a Alan Renwick, de tenerlo en su poder, de que él sintiera ese dominio, de que se arrastrara hasta ella y comiera humildemente sus migajas, yo la comprendí. Nunca tuve la oportunidad de imponer esto a ningún ser humano, y me agradaría especialmente imponérselo a Alan, aunque en muchos aspectos me era simpático.
(...)
Alan empleaba en ese momento todo su poder de persuasión para convencerme de que lo ayudara, y yo lo dejé hacer. Le dejé creer que era él quien me convencía. Pero no era así. Yo mismo tomé mi decisión. Puedo parecer una persona insignificante, pero, en realidad, soy muy resuelto.
Francamente, el tiempo que dejé pasar hasta dar mi consentimiento, me proporcionó uno de los mayores placeres de mi vida. Iba a emprender una interesante y excitante aventura, y ahora se me pedía, se me imploraba, que entrara en ella. Di unas cuantas vueltas al tornillo antes de ceder… gentilmente. Al final nuestra relación no era lo que había sido. Cuando amaneció no había dudas sobre quién era el amo."
El corazón de la historia se sitúa pues en esa obligada connivencia de dos hombres tan opuestos: el acobardado y nimio protector, por un lado, y su flemático y vanidoso protegido por otro. De este modo a la trama policial se añade una punzante contienda psicológica que no elude trampas, manipulaciones ni desprecios. Más que por averiguar la identidad del asesino, la sorpresa nos la deparan los turbios intereses de cada protagonista que acabarán dando un vuelco a los acontecimientos. 

El libro es una ingeniosa partida de ajedrez narrada en primera persona por el mayor implicado en el crimen. Incluso seguimos la investigación de la policía a través de él. En este sentido la psicología del perpetrador y su forma de narrar cobran una importancia central ya que nos convierte en cómplices y nos hace sufrir, como lectores, los riesgos del plan; pero también disfrutar de un juego de incertidumbre y nervios que nos mantiene cautivados. 

Las tres primeras partes de la novela exponen la situación y detallan los preparativos del complot, pero es en la cuarta cuando todo adquiere una nueva dimensión al revelarse el autor del texto que leemos y sus intenciones. Es entonces cuando Hull no deja de presionar a su antihéroe acorralándole con nuevas revelaciones y traiciones.

El hecho de que el asesino sea nuestro narrador, lo convierte en alguien poco fiable en la presentación de los eventos; pero también nos hará reflexionar sobre el hecho de narrar y la apariencia de objetividad que ello destila. En la novela que nos ocupa el autor rizó el rizo metaficcional al adjudicar al narrador protagonista su verdadero nombre -Richard Henry Sampson-; ya que Richard Hull era simplemente el seudónimo con el que firmaba sus novelas. Incluso da una vuelta de tuerca más cuando ese ficticio narrador se plantea la posibilidad de publicar las notas de su historia bajo un nombre ficticio como... Richard Hull.
“Pero, mientras escribía se me ocurrió una nueva idea. Es una lástima que mis energías se pierdan completamente. Algún día, tal vez, podrá hacerse una novela con esto. Deberé cambiar algunos detalles y los nombres de las personas y de los lugares, no tanto por no herir los sentimientos de los habitantes de Mudeford —realmente creo que no les falto el respeto—, sino para evitar el peligro de ser identificado. Fingiré que el libro se basa en este caso, aunque tal vez no merezca incluirse en las series de Procesos Famosos, y escribiré bajo un pseudónimo. Creo que conservaré mi nombre de pila: Richard, pero no estoy seguro en cuanto al apellido que elegiré. Mi segundo nombre de pila, que es Henry, haría parecer que quiero aprovechar la propaganda de O. Henry. Encontraré otro apellido; algo corto y sencillo: Hull, por ejemplo. Pero aprovecharé lo que he escrito. Creo que podré convertir estas páginas en una novela que cualquier editor aceptará.”


En la penúltima de sus novelas, Prueba de nervios (1950), el narrador nos presentaba su plan de este modo: "Haré, pues, un informe detallado, muy completo pero muy desapasionado, y por razones obvias no diré quién soy. Escribiré, sobre todo, incluso sobre mí mismo en tercera persona". Estrategia mediante la cual conseguía que, aun sabiendo que el asesino era el narrador, su identidad quedara escondida hasta la revelación final.

Mientras que en la novela que nos ocupa el narrador reflexiona:
"Hasta ahora fui el centro del drama. Aún añadiría que fui, desde el momento en que Alan se refugió en mi zaguán, el verdadero manantial de la acción; pero, desde ahora, algunos acontecimientos, ocurren en mi ausencia, y algunos personajes, el inspector Westhall en particular, no están bajo mi control. Mientras fui el eje de la acción, registré verazmente todos los hechos importantes, con excepción, quizá, de uno ocurrido durante el interrogatorio, que incidentalmente dejé pasar. Pero en adelante no podré ser tan veraz. En ocasiones tendré que engañar un poco; y, en particular, no soy responsable del tortuoso trabajo de la mente del inspector Westhall."
La novela se publicó en el número diez de la legendaria Colección del Séptimo Círculo fraguada por Bioy y Borges. Se trata de una novela criminal que viste el atuendo de una comedia insolente. Aquí todo resulta muy cínico y educado. Aunque no llega a las cotas del delicioso humor que destila El asesinato de mi tía, Mi propio asesino está escrita con suma ironía y encanto. 








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Richard Hull fue el seudónimo de Richard Henry Sampson (1896-1973) que sirvió como oficial de infantería en la Primera Guerra Mundial. En la Segunda Guerra Mundial fue auditor en el Almirantazgo de Londres, puesto que conservó hasta su jubilación, momento en el que se convirtió en asistente de Agatha Christie en sus deberes como presidente del Detection Club. Murió en Londres en 1973.
En 1934 publicó su primera novela, El asesinato de mi tía, con la que obtuvo un gran éxito y a la que siguieron otras del género de crimen y misterio como Keep It Quiet (1935), Murder Isn’t Easy (1936), And Death Came Too (1939), Mi propio asesino (1940) o Prueba de nervios (1950). 
Publicó su última novela, The Martineau Murders, en 1953.

viernes, 7 de julio de 2023

LA CASA AL FINAL de NEEDLESS STREET - de Catriona Ward



La casa al final de Needlees Street es la galería de los horrores en que nos puede sumir el dolor. La autora nos introduce en la mansión del monstruo donde nos encontramos con que está llena de laberintos, algunos malsanos y tétricos, otros tristes y conmovedores. Catriona Ward nos conduce por el laberinto mental de Ted Bannerman hasta la guarida del verdadero horror...y es que cada monstruo tiene su propia historia.

El detonante del relato es la desaparición de la Niña del Helado hace once años, durante una excursión al lago con su familia. Su hermana Dee quedó muy marcada y su familia se fue derrumbando. Ella "se siente como una habitación grande, oscura y vacía" y su vida está centrada en encontrar a Lulu. Ted, por su parte, es un extraño muchacho que vive aislado en una casa desvencijada cerca del bosque. Aunque fue investigado como sospechoso finalmente fue exculpado. Vive con su gata Olivia y su hija Lauren y su cabeza es un caos. De niño sufrió un maltrato brutal que le ha dejado secuelas en forma de costurones físicos y una mente fracturada.

El libro está narrado alternando los puntos de vista de cada uno de estos personajes; Ted, Dee, Lauren y hasta ¡la gata Olivia! nos van desgranando la historia desde su perspectiva. Sobre estas voces la autora construye un puzzle primorosamente armado hasta completar un enigma tan siniestro como envolvente.


Durante el primer tercio del libro parece que hemos aterrizado en la casa de un nuevo Norman Bates (Psicosis, Alfred Hitchcock); un tipo grandote y abstruso, que vive encerrado en una casa con las ventanas tapiadas por paneles de madera y que sufre lapsus en los que su consciencia de ausenta. “La señora del chihuahua no se ha dado cuenta de que yo me había ausentado.”
“Empecé a sentirme muy alterado. Así que me metí en el viejo arcón congelador. Una vez dentro, bajé la tapa, e inmediatamente me encontré mejor.
Luego tuve una pérdida de tiempo. Cuando volví, seguía en el congelador, o quizá estaba otra vez en el congelador, que era lo más probable. Oí la voz de la señora del perro salchicha. El olor del humo de cigarrillos se colaba por la rendija bajo la puerta de la cocina. La cocina estaba diferente. Los tulipanes del alféizar ya no estaban en el alféizar. las paredes parecían más sucias.
(...)
No era el mismo día en que dejé de ir al colegio para siempre. (...)
Percibí las diferencias en mi cuerpo. Era más grande. Mucho, mucho más grande. me pesaban los brazos y las piernas. Tenía pelo rojizo en la cara. Y más cicatrices. Las notaba en la espalda; me picaban por debajo de la camiseta”.
La novela nos hace vivir dentro de la cabeza de Ted y es como estar en una cueva de pesadilla. El pobre se enfrenta a una realidad líquida: “las cosas se me están escapando de las manos. Tengo que entender qué es Lauren. En realidad, qué son todos ellos.” Pero el valor del libro estriba en que la autora sabe llegar más allá de Norman Bates. El relato nunca deja de avanzar. En la segunda parte Ward es capaz de abrir nuevos derroteros hasta sondear espeluznantes sótanos habitados por seres rotos por la tortura y el dolor. En el Epílogo dice “Voy a contar cómo nació un libro que trata sobre la supervivencia, disfrazado de un libro que trata sobre el horror.” Efectivamente el libro trata sobre cómo la mente se enfrenta al miedo y a un sufrimiento insoportable.

Ted, Olivia y Dee son tres bichos raros. Seres obsesivos que tienen dificultades para relacionarse con la realidad. Siempre los escuchamos hablar desde dentro, ajenos a un mundo que perciben amenazante. En su voz siempre resuena el miedo o la urgencia. La realidad que reflejan es caótica, malvada y sórdida; aunque Ted se considera bondadoso porque cuida de Lauren y... de los dioses. Unos enterramientos en el bosque donde se cifra toda su historia.
“Había intentado mover a los dioses. Llevan en su lugar de descanso más de un año. No deberían quedarse en el mismo sitio más de un par de meses, porque luego empiezan a atraer a la gente. Así que fui a desenterrarlos... Pero el bosque tiene otras intenciones, sobre todo de noche.”
Desde que murió su madre Ted se ha abandonado, se emborracha, tiene una barriga enorme y una barba que le llega hasta el pecho. Suele visitar al “hombre bicho”, un psiquiatra, al que no suelta prenda mientras se nutre de sus pastillas. Dee está obsesionada con su hermana. Un día se echó agua hirviendo en el antebrazo y se quedó mirando para ver cómo surgían las ampollas. Olivia sueña con huir de la casa de Ted, pero cada vez que lo intenta es presa del pánico hacia ese exterior terrorífico contra el que Ted le previene. Está obsesionada con la Biblia y cuando tiene problemas la tira al suelo para dejar que surja una frase que le ayude a orientarse.

Locronan, Bretaña, Francia


La familia de Ted proviene de Locronan, en la Bretaña francesa, y arrastra mitos antiguos como el ankou, un ser mítico que estaba labrado en el altar de las iglesias: 
“Mamá me contaba a menudo la historia del ankou, el dios de muchos rostros que habita en los cementerios donde nació. Tener más de una cara da mucho miedo. ¿Cómo sabes quién eres de verdad?”.
También arrastra el estigma de la malignidad de su abuelo que contaba con una gruta secreta donde tenía encerradas a sus “mascotas”, niños y perros. El abuelo de Ted fue quemado y su madre expulsada: “sentí que el ankou me seguía al cruzar el océano, al cruzar las tierras, hasta esta costa lejana. Una vez te ha visto, ya no te deja escapar. En Locronan sabemos estas cosas. Este nuevo mundo las ha olvidado. El día que se acerque a mí con los brazos abiertos y tenga mi rostro estaré preparada”. Así que la madre de Ted le ha grabado a fuego el sigilo y la reserva: “No permitas que nadie vea lo que eres”.

Aunque Ted no es el único laberinto que se pierde por subterráneos tenebrosos. También Dee tiene fantasmas que le visitan en los momentos de tensión. Como cuando huye por el bosque, herida por la mordedura de una serpiente. En su delirio se le aparece la policía encargada de la desaparición de su hermana: “¿Seguro que me has contado todo lo que pasó aquel día, Delilah?”

Pero sin duda la coprotagonista de la novela junto a Ted es Olivia, la gata. ¿De verdad hablan los gatos? Cuando sale a escena, tanto Ted como los lectores nos quedamos confusos... pero expectantes. El relato de su nacimiento y primeros días bajo una tormenta están narrados con un gran colorido. Luego Olivia recuerda cómo un cordón de luz la ligó a Ted. “La luz se me enroscó al cuello, me enlazó con su corazón. No dolió. Nos unió. ¿Lo notaría él también? Creo que sí”. Luego la llevó a su casa “que ahora es sólo para nosotros. Nadie más puede entrar, aparte de Nocturno, claro, y los niños verdes, y Lauren”. Hummmm.



Olivia me recuerda a los gatos de Haruki Murakami, tiene una voz interior muy humana y vivaz. Mientras todos los indicios delatan a Ted como un monstruo perturbado, Olivia nos ofrece el contrapeso de su visión, la de un ser humano atormentado, con unas dificultades enormes para colegir la realidad. De hecho, Olivia adora a Ted y sabe que su misión es tranquilizarlo en esos momentos en que el caos parece que va a tragárselo.
Aunque Olivia también tiene su lado oscuro.
“Soy la gatita de Ted y trato de hacerlo feliz porque el SEÑOR me lo ordenó, y en eso se basan las relaciones ¿no es cierto? No me gusta matar. Pero tengo mucha hambre.
Cierro los ojos y enseguida lo percibo. Siempre está ahí, a la espera, negro, agazapado al fondo de mi mente.
-¿Me toca a mí? –pregunta.
-Sí –respondo de mala gana-. Te toca.
-Soy la gatita de Ted, pero tengo mi otra naturaleza. Puedo permitir que ese lado tome el control de manera temporal. Puede que todos tengamos una personalidad salvaje y secreta. La mía se llama Nocturno.”
Hay una serie de escenas que me parecen cruciales y que siendo un tanto abstractas, están narradas con inusitada potencia. Como cuando Lauren está encerrada en el arcón y convence a Olivia para que retire las pesas que le impiden abrir la puerta para escapar. Momento clave en la historia. O cuando Ted está a punto de morir y su mente inicia un descenso hacia la nada tan onírico como fascinante.



En cuanto al estilo, la novela es el reino del narrador poco fiable y alberga en su interior deslumbrantes giros de trama. La novela acumula múltiples capas que se revelan paulatinamente hasta la gran revelación final.

Quizás los personajes de Dee o del “hombre bicho” no obtienen todo el desarrollo que merecerían (recordemos que el psiquiatra ha seguido a Ted para averiguar dónde y cómo vive). También el final, tras el desenlace, peca de expositivo, cosa que queda muy bien en el Epílogo. Pero también creo que Catriona Ward ha sabido dar a cada uno de los narradores su propia voz distintiva y así Ted aparece inconexo y con muchas lagunas, mientras Dee se muestra decidida, Lauren rebelde y Olivia, como cualquier gato, vanidosa y desprendida. Otra habilidad muy juguetona es ir sembrando las páginas con pequeñísimos detalles que, como miguitas de pan, señalan al lector avispado por donde continúa el camino en este bosque inescrutable.
“A veces el señor llega a través de la pared de la cocina, o flota en el rellano de las escaleras, en la luz que entra por el techo. Se vuelve y me mira con ojos redondos de pez, o con los facetados de una mosca. Es un fragmento de la imaginación de Ted. Mamá hablaba tanto del ankou que al final el ankou vino a nosotros. El dios de mamá llegó desde una aldea en la Bretaña a través de Ted hasta el mundo de Olivia. Así viajan los dioses, a través de las mentes”.







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Catriona Ward se ha establecido estos últimos años como una auténtica reina del terror. Nació en Washington DC y creció entre Estados Unidos, Kenia, Madagascar, Yemen y Marruecos. Estudió en Oxford y realizó el máster de escritura creativa en la Universidad de East Anglia. 
Su primera novela, "Rawblood", consiguió el premio August Derleth de los British Fantasy Avwards en 2016 y su segunda novela, "La pequeña Eve", repitió premio en 2019. Con esta última y también con "La casa al final de Needless Street" obtuvo además el premio Shirley Jackson.
Catriona Ward escribe en un ámbito del terror muy relacionado con las vivencias de las personas. 
Su última novela publicada recientemente es "Sundial", donde vuelve a jugar con familias disfuncionales, casas siniestras y mentes incapaces de distinguir recuerdos, fantasías y realidades. Para el próximo otoño la colección Runas de Alianza Editorial nos hará llegar su última pesadilla, "La bahía del espejo".