miércoles, 4 de mayo de 2011

Fringe



de J.J. Abrahams, A. Kurtzman y R. Orci

Nueva magia del creador de "Lost". Para quienes echan de menos "Expediente X". Odio los lugares comunes. Veo tres capítulos. Parece interesante, pero creo excesivo el revuelo. Llego al capítulo ocho....hummm. Empiezo a notar un aroma especial. Continúo hasta el final de la 1ª temporada. Ya está. Me encuentro enganchado a FRINGE.

¿Qué tiene Fringe? Es investigación, ciencia al límite, ciencia ficción cercana, de la que pretende estar ahí mismo a la vuelta de la esquina y personajes con un profundo pasado que termina alcanzándolos.

Tiene Historias, donde la ciencia y la tecnología multiplican y enriquecen las tramas: un científico desarrolla obsesivamente una fórmula sin saber su significado, una persona inhala un polvo y se le licúan los huesos, otra potencia su mente hasta ser capaz de predecir acciones consecutivas de los días venideros...nuestra idea del universo se expande de tal modo, que los últimos capítulos de la segunda temporada nos sumergen definitivamente en un universo paralelo con el que corremos peligro de colisión.

Tiene Señas de identidad, que se multipican en su narrativa, convirtiendo a los espectadores en fieles adeptos que juegan con pasión a desentrañar todos los símbolos y significados que pululan en la serie: los glyph -imágenes casi jeroglíficas que se insertan en los episodios- constituyen un alfabeto secreto con el cual podemos acceder a la palabra clave del capítulo. La identificación de una ciudad o un edificio con grafías que parecen sobrevolar esos mismos edificios y lugares, etc.

Los personajes. La inevitable pareja -chico, chica- pero que en este caso tiene un contrapunto genial en el extravagante doctor Bishop, padre del chico e interpretado de manera chispeante y maravillosa por John Noble. En su personalidad confluyen la mente de un genio científico y la juguetona de un niño que se pierde por las calles de su ciudad o que pide cerveza con miel en medio de una autopsia. Sus investigaciones pasadas con el colega William Bell (interpretado por Leonard Nimoy en unas apariciones fulgurantes pero extraordinariamente memorables) producen un efecto de ida y vuelta constante. Investigaciones que en muchos casos rompieron los límites conocidos de la ciencia -Walter Bishop permaneció veinte años en un manicomio- y siguen ofreciendo luz a los actuales acontecimientos.

Ideas. A borbotones. El choque entre este universo y otro paralelo que es idéntico en tod, ciudades y personas, aunque con perceptibles cambios (podemos ver una Nueva York donde sí se construyó la Torre que diseñó Gaudí); el libro de la Primera Gente (una humanidad que existió antes de los dinosaurios). En fin, ideas brillantes que aparecen por doquier, marcadas en lo científico por una plausibilidad intrigante: la investigación y el control de la mente, las realidades paralelas, la tecnología para contrarrestar la fuerza de la gravedad o para traspasar sólidos, etc. La idea conspirativa aparece en varias facetas (la agente Dunham es parte de un grupo de niños con los que se realizaron experimentos para domar ciertos superpoderes), los Observadores (calvos, trajeados, con sombrero) que aparecen puntualmente en la trama como cuidando que los acontecimientos sigan un derrotero determinado o los agentes del universo alternativo que se camuflan entre nosotros con un aparato que copia el físico de quien se conecta.


Y finalmente la dramaturgia, la presentación de los materiales narrativos de forma que cada plano resulte interesante, que cada nueva secuencia suponga un avance en la trama, un aspecto que revele nuevos datos. Muchos capítulos una vez vistos se podrían resumir en cuatro líneas: pero su presentación y desarrollo se plantea siempre de un modo sugerente e intrigante. Todo ello sin que falte la pimienta, esos momentos de niño grande que nos regala de vez en cuando el doctor Walter Bishop; personaje carismático donde los haya, de talla y originalidad comparable con el ínclito Greg House.

A disfrutar.

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