viernes, 31 de enero de 2014

EL MAGO - de John Fowles









Los trazos del azar y la plenitud.-
Brillante, irónico, filosófico, siempre interesante. Desde las primeras páginas el autor despliega una prosa punzante al servicio de una historia que se va desdoblando y anudando hasta conformar una novela fascinante.

Maurice Conchis es el señor de una finca en la isla griega de Phraxos. Hasta allí llega Nicholas como profesor de inglés de un colegio privado. Educado en Oxford, su dandismo no es óbice que le impida ver su realidad. "Maravillosamente pertrechado para el fracaso, salí al mundo."
Una relación tortuosa y una primera experiencia como profesor lo condenan a un aburrimiento y escepticismo mortal.
"Escribir poesía y suicidarme, cosas aparentemente tan contradictorias, habían sido en realidad lo mismo: intentos de huida. Y mis sentimientos, al final de aquel desgraciado trimestre, eran los de un hombre que sabe que está encerrado en una jaula, expuesto a las befas de todas sus antiguas ambiciones hasta el día de su muerte." pág 51
De modo que el joven Nicholas decide enrolarse en el British Council y aparece como profesor en la isla donde conocerá al enigmático Conchis: un rico propietario de largo y oscuro pasado (estudió en Londres, vivió en París y fue alcalde de Phraxos en plena ocupación nazi) dedicado a emular al Mago del tarot. Como un demiurgo reinando en villa Bourani, fascinará a Nicholas y tejerá a su alrededor una telaraña de perturbadoras relaciones, mascaradas y representaciones. Unas hermosas gemelas, unos criados misteriosos que siguen extrañas reglas, confidentes inesperados, situaciones sacadas del teatro, de los mitos o directamente de los sueños, situarán al joven profesor en una encrucijada permanente donde el choque entre artificio y realidad provocará chispas esclarecedoras. El entorno será tan onírico como real. Conchis anhela reproducir la complejidad y el azar de la propia vida.
"Durante la guerra tenía mucho tiempo para pensar y me faltaban amigos con los que entretenerme, y lo aproveché para concebir una nueva forma de teatro. Un teatro en el que la separación convencional entre actores y público quedaba abolida. En el que la geografía escénica convencional, las nociones de proscenio, escenario y auditorio quedaban totalmente borradas. En el que la continuidad  de la representación tanto espacial, como temporal, era ignorada. Y en el que la acción, la narración, adquiría una nueva fluidez, pues sólo se conservaban un punto de partida y un punto final con cierta fijeza predeterminada. Entre estos puntos, los participantes tendrían que inventar su propia obra escénica." pág 344
Más allá de lo propugnado por Brecht o Pirandello, el juego desarrollado en Villa Bourani carece de público. Todos son sujetos. Una obra que se escribe a sí misma.

La estructura y los personajes establecen un singular paralelismo con La Tempestad de Shakespeare. Allí Próspero gobierna una isla y con sus dotes mágicas hace zozobrar la nave donde viajan sus enemigos. La venganza es el tema, la magia su instrumento y el amor de dos jóvenes la superación de los contrarios.
Pero este Mago de Fowles es más contemporáneo, carece de los poderes de Próspero. En cambio, opta a un objetivo mayor: reproducir y revelar la naturaleza de la existencia humana. Según él, el azar.

Los juegos y farsas de Conchis para provocar la incertidumbre no son meros divertimentos. En muchos momentos la trama adquiere los tintes de un thriller, en otros se impregna de un intenso aroma erótico. A pesar de ser siempre consciente de la confabulación que se teje y desteje a su alrededor, Nicholas no podrá abstraerse de ella. Cualquier decisión que tome seguirá conformándola. 
No en vano, en el epílogo, el autor nos recuerda el título original que tuvo el manuscrito, The Godgame.
"En el juego divino partimos de la premisa según la cual en realidad todo es ficción, y que, sin embargo, ninguna de las ficciones tomadas de una en una, es necesaria." pág 536
En una ficción donde todos son conscientes del juego se produce una distorsión vertiginosa: él sabe que yo sé que él sabe que yo sé....
"si nos enterábamos de todo, contaminaríamos la pureza del experimento. Con estas mismas palabras lo dijo. Y empezó a hacer cien analogías, más de las que he oído en toda mi vida. Dijo que en cierto sentido sería una ampliación fantástica del método de Stanislavski. Improvisación de realidades más reales que la realidad. Tú serías como un hombre que va en pos de una voz misteriosa, de varias voces, a través de un bosque de posibilidades excluyentes, que ni siquiera nosotras conociéramos...pues nosotras mismas éramos esas posibilidades... También comparó su experimento con una obra de teatro, pero sin autor ni público. Sólo actores." pág. 286
El sortilegio de Conchis es a la vez transparente y esotérico. De hecho aparece en la escena inicial. En su primera visita a villa Bourani, Nicholas se encuentra (?) en la playa una antología de poesía inglesa contemporánea, con unos versos del "Little Gidding" subrayados en rojo:
"No dejaremos nunca de explorar
y el fin de nuestras exploraciones
será la llegada al punto de partida
y conocer entonces ese sitio por primera vez" pág. 57
Calibán - Gustave Doré
La fascinación de Nicholas es completa, y la nuestra también. El pergamino de la literatura se impregna de vida y quedan a la vista los trazos de su naturaleza: la desorientación del yo en el laberinto de la existencia. Villa Bourani representa "un viaje al Tártaro
"una aventura mucho más tenebrosa de lo que mi preparación me permitiría tolerar, una sociedad, un culto, no sabía qué, en donde Miranda no contaba y Calibán era el rey." pág. 154 
Fowles escribió que quiso elaborar una fábula sobre "las ilusiones humanas acerca de algo que no existe de hecho: el conocimiento absoluto y el poder absoluto".
¿Mero ejercicio cerebral? ¿Sucesivas vueltas de tuerca? ¿Artificio? Pues claro. Un artificio en el más noble sentido de la palabra, el que representan las pinturas rupestres, el arte y la literatura.

Hay dos momentos intensamente ambiguos que marcan el cenit de esta extraordinaria novela. Aquellos en que lo narrado nos perturba íntimamente y el autor consigue su objetivo: "Lo que quería yo infundir en mi relato era precisamente esa capacidad que tiene Le Grand Meaulnes de proporcionar una experiencia que va más allá de lo literario." 
En uno de esos momentos los nazis reunen a 80 rehenes del pueblo y a dos guerrilleros capturados. El coronel le propone al alcalde salvar a los 80 rehenes si mata él mismo a los guerrilleros. En otro es Conchis quien logra urdir una situación semejante. Nicholas tiene un látigo, su amada esta desnuda y atada y él tiene que decidir. Decidir. Nunca nos conoceremos mejor que cuando decidimos y en las situaciones límite que Conchis maquina alrededor de Nicholas es cuando nos damos cuenta del verdadero alcance del libro. 
"En cada vida siempre hay un momento decisivo. En ese momento tenemos que aceptarnos a nosotros mismos. Ya no se trata de qué es lo que llegaríamos a ser. Sino de lo que somos y seremos siempre. Tú eres demasiado joven para saber de qué hablo. Todavía estás en el devenir. No has llegado al ser." pág. 90
Una de las primeras pruebas a la que es sometido es tirar un dado. "Te brindo toda una guerra concentrada en un segundo", le dice Conchis. 
"Tú eres una persona que no entiende qué significa la libertad. Y, sobre todo, que cuanto más entiendes qué es, menor es el grado en que la posees. " pág 374
La decisiones alumbran dudas y cobardías. Pero también ocurre que tras muchos amagos, reticencias, sospechas y desenmascaramientos, Nicholas atisba la plenitud.
“Tenía la sensación de que ésta era la realidad esencial. Pero esa experiencia no me sugería nada parecido a un sentimiento de divinidad, de comunión, de hermanad humana. No era panteísta ni humanista, sino algo mucho más amplio, frío y abstruso. Que la realidad es la interacción eterna. No hay mal ni bien, belleza ni fealdad, simpatía ni antipatía. Sólo interacción, la eterna soledad de uno, el total aislamiento de todo lo demás parecía lo mismo que la interacción de todo.” 
“Un tremendo y vertiginoso sentimiento de infinitud…..el devenir y el ser eran lo mismo.”
Ariadna y Teseo  - Gustave Moreau
En un escenario tan evocador como Grecia, la novela convoca a diversos mitos. En la estructura -ya se ha dicho- a La Tempestad, en el espíritu al domaine sans nom de Le Grand Meaulnes e incluso al Paraiso Perdido de Milton. 
"Ahora me había introducido profundamente en el más extraño laberinto de Europa. Ahora me había convertido verdaderamente en Teseo; en algún punto de aquella tiniebla me aguardaba Ariadna; y quizás también el Minotauro." pág. 265

La novela tiene un evidente sesgo iniciático.  
"-Tengo entendido que hay más víctimas -compañeros míos de sacrificio- de lo que yo pensaba.
-Víctimas?
-O como quiera que llame usted a la gente a la que se hace sufrir sin haberles dado antes posibilidad alguna de elegir.
-Creo que esa es una excelente definición del ser humano." pág. 343
Pero Conchis lo tiene claro. "El porqué de todo lo que es, tu por qué, y el de todos los dioses, es una cuestión de simple azar. Nada más, puro azar." 
En una de sus innumerables vueltas de tuerca, Conchis declara que la farsa toda no es sino un experimento psicológico. "La psiquiatría muestra cada más un interés mayor en la otra cara de la moneda, en averiguar por qué están cuerdos los cuerdos."

Honestamente, en el epílogo, el autor nos desengaña. "Si el Mago tiene algún "verdadero significado", será un significado del mismo orden que el de los test psicológicos de Rorschach. Su significado es la reacción  que provoque en el lector, cualquiera que sea, y por lo que a mí respecta no creo que exista ninguna reacción ´correcta´."



CODA. El músculo de la novela se fortalece con la confidencia de las tres historias que modelaron a Conchis. A la referida con los nazis se suma la del maníaco religioso que vivía escondido en los bosques del Noruega: "Henrik era jansenista, creía en la crueldad divina. En su sistema él era un elegido, un ser especialmente escogido para ser objeto de castigos y tormentos continuados. (...) Era incapaz de ver la verdad objetiva que nos demuestra que el destino no es más que azar: no hay nada que sea injusto para todos, aunque hay muchas cosas que pueden ser injustas para cada uno de los individuos del conjunto." Y a esta la del aristócrata parisino que le legó su riqueza. Aunque éste no sólo le dejó todo su patrimonio, sino también unas palabras: "ultram bibis?  Aquam  an undam?."    ¿Qué bebes, el agua o la ola?

sábado, 25 de enero de 2014

La GRAN BELLEZA - de Paolo Sorrentino



Refinado, Decadente, Desesperado.-

Acabo de ver una película de otra época, hilvanada con imágenes exuberantes que desfilan con la rítmica cadencia de unos versos. Por debajo de ellas discurren preocupaciones tan universales como literarias: "¿quién soy yo?, así empieza una obra de Breton", cita el protagonista. Y en otro momento, "Flaubert quiso escribir una novela sobre la nada, ¿acabaré escribiéndola yo?"

Es una hermosísima propuesta que otea la vida y sus decepciones. Para ello acompañamos a Gep Gambardella (Toni Servillo), un escritor que acaba de cumplir 65 años y que gracias a una única novela publicada de joven, vive cómodamente instalado entre las élites sociales y culturales del país. Ahora ejerce de periodista y dilettante alargando sus jornadas hasta el amanecer, mecido por la dolce vita de Roma. Desde bien joven anheló convertirse en el Rey de lo Mundano, imprescindible en toda fiesta que se precie.

Pero últimamente sufre de ensueño. Ni la magnífica terraza de su apartamento que se asoma al Coliseo, ni sus innumerables conquistas le colman. Fumador empedernido, su espíritu se diluye en las volutas de sus caladas. Navega abandonado, a la búsqueda del tiempo perdido.

Toni Servillo hace un trabajo formidable. El porte, elegantísimo; la traza, noble; la conversación, brillante y afilada. Hombre culto, decadente y un poco cínico. El otro protagonista es Roma, con una magia que convierte el periplo del escritor en algo casi sobrenatural.

Deambulando por las maravillosas calles, plazas y palacios de la ciudad eterna, paradójicamente, Gep no encuentra la Gran Belleza. Pero quizás tropieza con la clave ante una monja misionera de vida extremadamente frugal y 104 años. Ella es quien le pregunta
-¿Por qué no ha escrito otro libro?
-Porque buscaba la Gran Belleza. Y no la he encontrado.
-Sabe por qué sólo como raíces?
-No, ¿por qué?
-Porque las raíces son importantes.
Ya no es suficiente el éxito social, el amor fugaz de una mujer, el triunfo de una buena cena o una réplica brillante. Está buscando lo que hay más allá del ruido y del bla, bla, bla.

En la fiesta de cumpleaños con que comienza la película ya nos refiere su fatum.  "La pregunta era ¿qué cosa te gusta más en la vida?  -Estaba destinado a la sensibilidad." Por eso detesta la afectación y la impostura. En otra fiesta, una amiga hace ostentación de escribir una literatura distinta, de su compromiso en la Universidad, de su doble papel de mujer escritora y esposa, etc. Gep la rebate con la amargura del que no se engaña a sí mismo. 
"-Cuánta seguridad, Stefanía. No sé si envidiarte o sentir desprecio.
-Sí, tengo seguridad. He sufrido, me he levantado de nuevo y he aprendido muchas cosas de la vida. Bien. Veo que no me rebatís.
-No te rebatimos porque te queremos. No queremos dejarte en ridículo. Porque todo ese orgullo, esa ostentación de tu “yo”, “yo”,.. esos juicios cortados con hacha, esconden fragilidad y disgusto. Esconden mentiras. Nosotros te conocemos, te queremos. Conocemos también nuestras mentiras; pero por eso, a diferencia tuya, hablamos de cosas banales, de tonterías y de inmundicias. No tenemos intención de medirnos con nuestra mezquindad.
-Pero de qúe mentiras hablas. Todo lo que he dicho es verdad. Es como es, es lo que yo creo.
-Por favor, soy un caballero, no destruyas mi única certeza.
-No, no, no. Ahora me dices cuáles son mis mentiras y mis fragilidades. Soy una mujer con pelotas. Vamos, habla.
-Ante una mujer con pelotas cedería cualquier caballero. Tú lo has querido. En orden aleatorio; tu vocación civil en la Universidad no la recuerda nadie. Sin embargo, muchos recuerdan otra vocación, una vocación que se consumía en los baños de la Universidad. Escribiste la historia del Partido porque eras amante del líder. Tus 11 novelas publicadas por una pequeña editorial suscrita al Partido, analizadas en pequeños periódicos cercanos al Partido, son novelas irrelevantes, lo dice todo el mundo. Eso no quita que mi novelita juvenil fuera irrelevante, tienes razón . Tu historia con Eusebio ¿cuál? Eusebio está enamorado de Giordana. Lo sabe todo el mundo. Hace años que comen en Arnalda, en el Panteón, bajo el perchero, como dos enamorados bajo un roble, todos lo saben pero fingen como si no. La educación de tus hijos que llevas minuto a minuto, trabajas toda la semana en la TV, sales todas las noches, incluso los lunes, cuando no salen ni los camellos. No estás con tus hijos ni en las largas vacaciones que te concedes. Además, precisando, tienes un mayordomo, un camarero, un cocinero, un chófer que lleva a los niños al colegio y tres niñeras. ¿Cómo y cuándo se manifiesta tu sacrificio? Estas son tus mentiras y tu fragilidad. Stefá, madre y mujer. Tienes 53 años y una vida devastada. Como todos nosotros. Así que en lugar de darnos clases de ética y mirarnos con antipatía, deberías mirarnos con afecto, estamos todos bajo el umbral de la desesperación. No tenemos más remedio que mirarnos a la cara, hacernos compañía, tomarnos el pelo, ¿o no?"
Demoledor.
Sobretodo viniendo de un vividor. "Hacemos las mejores congas de Roma; y lo que más me gusta es que no llevan a ninguna parte". Hasta en dos ocasiones repite la anécdota de que Flaubert quería escribir un novela sobe la nada.
No por ser un viaje íntimo, deja Sorrentino a su protagonista ajeno a la realidad. A su alrededor no hay jóvenes, el país los ha expulsado (¡Como en España!). En cambio retrata a toda una caterva de seres envejecidos, ahitos de poder y vacuos. Al modo felliniano todo lo resume una magistral escena donde un cirujano plástico va inyectando bótox en cada uno. Semejan reptiles o momias, alargando unas vidas ya devastadas.

"La Gran Belleza" es una obra densa y vibrante que destila unas imágenes embriagadoras mientras nos sitúa suspendidos en el vacío merced a una música hipnótica. Se abre con una cita que es la que se encuentra en el frontis de El viaje al fin de la noche de Céline: "Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza. Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginado. Es una novela, una simple historia ficticia". Y no es por casualidad. También Gep se reconoce sumergido en un viaje de la vida a la muerte. Destinado a la Belleza, el autor no ha surcado más campo que el de la mezquindad y el ruido. Menos furioso que Céline, no por ello resulta menos desolador. 
Nuevamente paradójico, Sorrentino logra una profundidad inusitada reiterando la simplicidad de la historia -un truco- y lo insulso de una novela sobre la nada.

Cinematográficamente la película es suntuosa. Hace un uso magistral de los travellings y planos secuencia, haciendo que la cámara sea un acompañante más de estos seres devastados. La música redondea la función, una música muchas veces minimalista, con la capacidad de ensanchar el espacio, de invitar a sentir. Una música tan espiritual como doliente que certifican obras como la sinfonía nº 3 de Gorecki, el I Lie de David Lamb, el Dies Irae de Zbigniew Preisner o la mística resonancia de Arvo Part con su My heart´s in the Highlands.

El final es bellísimo. En un doble montaje, la monja centenaria sube la escala santa mientras Gep desembarca en el faro donde quedó anclado el recuerdo de su primer amor. Atisbando por fin sus raíces, en off, su espíritu clama.
"Termina siempre así, con la muerte;
pero antes hubo vida escondida
debajo del bla, bla, bla,
y todo sedimentado bajo los murmullos y el ruido:
El silencio y el sentimiento, la emoción y el miedo
los demacrados, caprichosos destellos de belleza,
y luego la desgraciada miseria y el hombre miserable. 
Todo sepultado bajo la cubierta
de la vergüenza de estar en el mundo,
bla, bla, bla, bla, bla. 
Más allá, está el más allá.
Yo no me ocupo del más allá
por tanto, que esta novela dé comienzo.
En el fondo es sólo un truco."
Sí, es sólo un truco, pero capaz de enaltecer el alma.


P.D.
  -Una crítica estupenda de la película.
  -Y aquí otra, extraordinaria.
 -No me resisto a insertar la secuencia de los créditos final, con música de Vladimir Martynov, "The Beatitudes"


La GRAN BELLEZA de Arvo Pärt


Me cautiva la música seleccionada por el cineasta Paolo Sorrentino para su obra La Grande Bellezza. En el blog de Eduardo Paz Carlson encuentro este precioso y preciso párrafo sobre la música de Arvo Pärt, cuyo My heart´s in the Highlands se incluye en la banda sonora. Sin duda el misticismo y la trascendencia de estas notas casan perfectamente con el espíritu de la película, un escritor buscando la fuerza de sus raíces.



"My heart is not here,… Farewell to the Highlands, farewell to the North… Farewell to the mountains high cover'd with snow; My heart's in the Highlands, whereever I go.”    Canta una voz que viene del corazón de esa luz y que se escapa entre los altos abedules. El espíritu queda en suspenso. El mundo se ha detenido un instante. Todo es misterio. “Qué es esto que me traspasa de luz y percute mi corazón sin herirlo” se preguntaría San Agustín. Es la música de Arvo Pärt. Es el numen que canta. Es My heart's in the Highlands (sobre versos del poeta romántico escocés Robert Burns) del disco Triodion de 1998.

Pocas notas. “Pärt hace resonar cada nota en su plenitud” (Bjork). Notas que van con la respiración humana. Exhalan e inhalan. Lentamente se van tensando. Armonías como redes se van tejiendo alrededor del alma. Coros que surgen en tenues disonancias desde fondo de una catedral en penumbras. Susurros que se van arremolinando hasta un estallido extático místico y entregado. Es la música de Arvo Pärt."






Es curioso. Hace un par de días acudí al cine para ver La Gran Belleza y hoy estoy intentando redactar este post sobre la película y su música. Arvo Pärt concibió su música sobre los versos del poeta escocés Robert Burns. Pues bien, justo hoy, 25 de Enero, es el aniversario del nacimiento de este poeta escocés. En Escocia se celebra su memoria con una noche de poesía en la que se saborea con fruición su potente plato nacional, el haggis; que consiste en una mezcla de pulmón, estómago, corazón, hígado y demás entrañas de cordero. Todo ello bien mezclado con avena y especias aromáticas. La otra parte de la celebración es que mientras tanto se recita poesía hasta altas horas de la madrugada. Burns también es conocido por Auld Lang Syne (Por los viejos tiempos) y My Luv Is Like a Red Red Rose (Mi amor es como una rosa roja, roja).

My Heart´s in the Highlands

                                                         Adiós a las Tierras Altas, adiós al Norte,
                                                         El lugar de nacimiento de la Valentía, la tierra del Valor;
                                                         En cualquier parte por donde yo vague, por donde yo yerre,
                                                         Por siempre amaré las colinas de las Tierras Altas.

                                                         Mi corazón está en las Highlands, mi corazón no está aquí
                                                         Mi corazón está en las Highlands, persiguiendo al ciervo.

Farewell to the Highlands, farewell to the North,
The birth-place of Valour, the country of Worth;
Wherever I wander, wherever I rove,
The hills of the Highlands for ever I love.

My heart's in the Highlands, my heart is not here;
My heart's in the Highlands a-chasing the deer;
A-chasing the wild-deer, and following the roe,
My heart's in the Highlands wherever I go.

Farewell to the mountains high covered with snow;
Farewell to the straths and green valleys below;
Farewell to the forests and wild-hanging woods;
Farewell to the torrents and loud-pouring floods.

My heart's in the Highlands, my heart is not here;
My heart's in the Highlands a-chasing the deer;
A-chasing the wild-deer, and following the roe,
My heart's in the Highlands wherever I go.




Auld lang syne”, en escocés, literalmente significa “hace mucho tiempo”; aunque se traduce más adecuadamente como “por los viejos tiempos”

¿Deberían olvidarse las viejas amistades
y nunca recordarse?
¿Deberían olvidarse las viejas amistades
y los viejos tiempos? 
CORO:Por los viejos tiempos, amigo mío,
por los viejos tiempos:
tomaremos una copa de cordialidad
por los viejos tiempos. 
Los dos hemos correteado por las laderas
y recogido las hermosas margaritas,
pero hemos errado mucho con los pies doloridos
desde los viejos tiempos.
CORO
Los dos hemos vadeado la corriente
desde el mediodía hasta la cena,
pero anchos mares han rugido entre nosotros
desde los viejos tiempos.
CORO
Y he aquí una mano, mi fiel amigo,
y danos una de tus manos,
y ¡echemos un cordial trago de cerveza
por los viejos tiempos!.

martes, 21 de enero de 2014

El LOBO de WALL STREET - de Martin Scorsese








Todo es una filfa
¡Dios mío qué ímpetu atesora el maestro Scorsese, y eso que tiene 71 años! Es capaz de recoger un personaje y toda la jodida época noventera y meterla en una vertiginosa coctelera de dinero, sexo, drogas y rock´roll.

La energía que despliega la película es enorme, el nivel de la depravación que retrata altísimo, a los excesos de un lenguaje soez se unen otros tan idiotas como legendarios (lanzar enanos a una diana, pasear un chimpancé por la oficina o practicar sexo con prostitutas de lujo en el ascensor de cristal). Y drogas, drogas, drogas hasta la inconsciencia. "¿Cómo aguantar sino este trabajo?", dice un personaje.

La película recrea una adicción y ella misma se conforma como una, excitada y provocativa. El dinero es la sangre de este torrente y sus leucocitos las drogas y el sexo. Para plasmarlo en imágenes el director utiliza todos los recursos expresivos a su alcance con un dinamismo enloquecedor. Unas veces es el protagonista que rompe la cuarta pared y habla directamente a cámara ("¿Era legal aquello?"), otras coloca una voz en off para subrayar un efecto ("¡Un millón de dólares! Apenas podía imaginarme cómo sería el tipo en cuestión."), otras montando verdaderos videoclips con la música a todo trapo y la cámara persiguiendo al protagonista. Toda una lección de cine excitado y excitante.
















Pero no por eso el director pierde el norte. Su aguja apunta claramente a la adicción y a la avaricia. La presentación es monumental. La cinta se abre con el anuncio televisivo de la agencia de brokers. Un león se pasea emanando poder y control por una oficina pulcra y hacendosa. "Para guiarles por la jungla financiera" dice la voz en off. "Estabalidad, integridad, orgullo" canta el slogan. Para, en furioso contraste, al plano siguiente mostrarnos esa misma oficina enloquecida, con todos sus brokers haciendo apuestas mientras lanzan a un enano contra una diana. En esos fabulosos 15 minutos iniciales asistimos primero al spot institucional, luego a su enloquecido reverso y para concluir seguiremos al mismísmo Jordan Belfort en plena acción (snifando en la oficina, felación en el Ferrari, exposición de yate y mansión) en un spot de sí mismo, destripando al personaje voraz y libertino. Leonardo DiCaprio pone en pie con verdadera pasión a un personaje que ya es icónico.
"Primero recibí el libro y luego este increíble guión que estaba lleno de referencias al Imperio Romano, porque, aunque la historia de Jordan ocurrió a finales de los ochenta o principios de los noventa, la novela me recordaba a Calígula, el emperador loco." 
Después de estos quince esclarecedores minutos ya puede comenzar la historia, un american way of life sembrado de mentiras y estafados. 
22 años y recién llegado a Wall Street, el joven Jordan Belfort es invitado a comer por su jefe, Mark Hannah (Matthew McConaughey). El diálogo entre colegas resulta tan brutal como conciso. Míster Hannah revelará a la bestia en apenas una docena de líneas y dará a Jordan la última lección que recibirá en su vida.
"-El juego consiste en pasar el dinero del bolsillo de tu cliente a TU bolsillo.
-Ya, pero si puedes hacer que tu cliente también gane un poco de dinero, mejor. Así todos salimos beneficiados ¿Correcto?
-¡No! Regla nº 1 en Wall Street: nadie, ni aunque seas Warren Buffet, o Jimy Buffet, NADIE sabe nunca si un valor va a subir o bajar, ir de lado o ir en putos círculos....y mucho menos los brokers. Es todo una filfla, ¿sabes lo que es una filfla?
-No, filfa, ¿farsa, artificio?
-Filfa, Filfa...una frasa, un artificio, pura fantasía. No existe, no se posa, no sale en la tabla periódica...es jodidamente irreal.
-Vale.
-Sígueme. No creamos nada. No construimos nada. Si tienes un cliente que compró acciones a 8 y ahora se venden a 16, el cabrón se pone contento, ¡quiere venderlas!, liquidar su puta pasta y volver a casa. No permitas que lo haga ¡ESO LO HARÍA REAL!
-Ya.
-No. ¿Qué haces? Se te ocurre otra brillante idea. Una idea especial. Otra situación, otras acciones para reinvertir sus ganancias y más, si puedes. Y lo hará una y otra vez porque son unos putos adictos. Y seguimos haciéndolo una y otra vez y otra vez. Mientras tanto él cree que se está forrando...y es cierto, sobre el papel . Pero tú y yo, los brokers, nos embolsamos dinero contante y sonante con las comisiones, hijo puta.
-¡VALE!
...
-Mantén a tus clientes en la noria."

"A los pocos segundos ya estaba enganchado. Era como meterte adrenalina en vena", reconoce Jordan. Y es verdad que no sólo de dinero y avaricia se trata. Cuando los federales ya lo enciman, el abogado de Jordan logra un acuerdo para que pague una multa simbólica por malas prácticas y se retire. El broker acude al púlpito que tiene en su oficina. Desde allí suele arengar a sus tropas, pero hoy toca despedirse. Hilvanando las frases una detrás de otra, la sangre de Jordan comienza a arder y acaba gritando "¡Que se jodan!". No se irá. No puede. Necesita esa droga. El irresistible chute de manipular y vencer, ¡salirte con la tuya!

"Mi primer día como puto amo del universo", dice con su licencia de agente de bolsa. Alguna pose, algún plano nos acerca el eco de Ciudadano Kane, el prohombre capaz de conformar el mundo según su voluntad. Pero seamos serios, siendo una gran película está un par de palmos por detrás. Menos en la propia concepción de la película (las dos tienden al virtuoso puzzle), que en el desarrollo dramático y los personajes. Supongo que conscientemente, cuando Scorsese fotografía al gran Jordan Belfort en un momento de gloria (organiza su despedida de soltero como una verdadera bacanal), nos lo presenta de pie y desnudo ante el ventanal de la planta 27 de un hotel, rodeado de cuerpos exhaustos. Lo hace con un plano picado que puede recordar al de Welles sobre un suelo inundado de periódicos. En uno se percibe la voluntad de poder. En el otro un gusano se escurre entre el lodo.
















Todo el elenco está genial. DiCaprio hace tiempo que subió a los altares y el maestro Scorsese ha sido capaz de sacar a un nuevo Joe Pesci aunque sea con sobrepeso y gafas de pasta. Se llama Jonah Hill e interpreta a Donnie Azoff, el vicepresidente de Stratton Oakmont Inc. Esas escenas típicas de un Pesci chiflado y enardecido que persevera en una equivocación hasta cagarla, las vemos reproducidas en la del parking, donde Donnie Azoff debe entregar un maletín de dinero: ahí están el absurdo, la tensión y la estupidez del que se cree inexpugnable.

Es verdad que cuando acaba la película me parece un poco estragada. Los discursos y las arengas se repiten más de la cuenta, así como las escenas de desenfreno. Aunque también es cierto que cuando la caída se avecina y la historia necesita echar la vista atrás, tu bolsa de recuerdos, insolencias y barbaridades ha de estar llena, para que la sensación de lo pasado sea plena.

La película está concebida escena a escena. Cada una con su propio ritmo y música. La de DiCaprio y McConaughey, la de Jordan en su primera venta de las acciones "de a centavo", las arengas a sus "lobos", la del Ferrari volviendo del club de campo totalmente pedo (por cierto hilarante), la del banco suizo, la del naufragio del yate... La forma de rodar de Scorsese y la de montar de su fiel Thelma Shoonmaker tienen un sello y una fuerza inconfundible.

Como en toda su filmografía, la pantalla destila adrenalina, te empuja al frenesí; pero siempre hay un momento en que la música se para y el plano se convierte en un espejo (Paul Newman sobre una bola de billar al final de El color del dinero) o en un precipicio. Te has vuelto a quedar sólo con tus pensamientos, estás a punto de estrellarte y toda la película vuelve a pasar por tu mente. El plano final  hace que te vuelvas sobre ti.

sábado, 18 de enero de 2014

La LADRONA de LIBROS - de Brian Percival

EEUU-Alemania
2013







Basada en el superventas homónimo del escritor australiano Markus Zusak, la película nos cuenta la historia de Liesel, una niña huérfana de nueve años, que transcurre en un pueblo alemán durante la segunda Guerra Mundial.  Recién llegada a la Calle del Cielo  donde viven sus padres adoptivos, los Hubermann, Liesel podrá aprender a leer y a escribir y establecerá relaciones con un variopinto grupo de personajes que incluye a su mejor amigo, Rudy, un rubiales admirador de Jesse Owens -el atleta de raza negra que ganó cuatro medallas de oro en las Olimpíadas de Berlín y le aguó la fiesta a Hitler-; y Max, un joven judío al que los Hubermann esconden en casa.

La cinta transcurre en la trastienda de la guerra, que simplemente ejerce como telón de fondo, y se centra sobre todo en explorar las vivencias y emociones de su protagonista de una forma sencilla e íntima. En su conjunto es entretenida y convincente, nos transmite la conmovedora peripecia de Liesel (Sophie Nélisse), pero es evidente que huye de profundidades. El director parece no haberse desenganchado de los capítulos que dirigiera en la serie Downton Abbey. Nos entrega unas hermosas imágenes, de ritmo pausado y aliento clásico; pero su tono es blando y casi llega a ser superficial.

La situación de la población  en el interior de Alemania durante la guerra resulta un tanto ambigua. Aunque tanto los Hubermann como el pequeño Rudy se muestran críticos con Hitler y los rostros de los vecinos denotan hambre y opresión; el espíritu nazi sobrevuela en las omnipresentes banderolas con la svástica y en el discurso del alcalde con toda la población reunida en la plaza entonando el himno mientras arrojan libros a la fogata purificadora. En el texto la lacra del nazismo en el pueblo alemán está mejor dibujada; aunque es verdad que en la película todo esto es tangencial. Su mirada se orienta claramente hacia el melodrama.

El director elige un tono peligrosamente sensible para pulsar los matices de las emociones. Y aunque la ambientación es soberbia -baste como ejemplo ese sótano donde Liesel lee indesmayable al afiebrado Max y cuyas paredes se han convertido en un diccionario-; la distancia con el libro es enorme y sobre todo carece de su fuerza y de su magia. También se han perdido por el camino las relaciones tan especiales que establece Liesel con ciertos personajes, como por ejemplo la mujer del alcalde.

El libro tiene un lenguaje sencillo y un carácter más amable que otros libros semejantes, como pudiera ser El niño con el pijama de rayas. Pero en cambio utiliza una serie de técnicas narrativas muy variada y arma una historia que juega a la fascinación. Mucho de esto en la película se ha perdido. Así ocurre con la narradora, La Muerte, perfectamente integrada en el texto, incluso con un deje cínico y divertido, que en cambio en el relato cinematográfico no funciona y hasta estorba.
Del mismo modo, la relación de la niña con los libros que roba, con las palabras y los colores quedan pálidos en la cinta.

El libro nos ofrece además como un juego de composición con variadas tipografías, uso de pictogramas, inclusión de definiciones tipo diccionario y de anotaciones de carácter filosófico. Esto unido a su división en diez partes, cada una nominada con los títulos de los libros robados, dan pábulo al goce de una historia tan seductora como absorbente. 
"Debo reconocer que hubo un considerable paréntesis entre el robo del primer libro y el segundo. También hay que tener en cuenta que el primero lo robó a la nieve y el segundo a las llamas, sin olvidar que otros no los robó, sino que se los dieron. En total tenía catorce libros, pero ella sostenía que la mayor parte de su historia estaba en una decena de ellos." 
Hago notar especialmente la reproducción de las trece páginas de "El vigilante", una pequeña novela gráfica que Max compone sobre su vida y sus temores. Para ello utiliza las hojas arrancadas y blanqueadas del Mein Kampf que portaba como disfraz cuando llegó a casa de los Hubermann. Estremece un poco percibir bajo las palpitantes viñetas de Max, el texto del monstruo.

De la película se podría decir, en general, que es una historia amortiguada. La guerra está amortiguada, el nazismo aparece como una opresión pero de forma muy difusa y en su conjunto nos presenta una realidad amortiguada sin conseguir por ello, el carácter fantasioso que sí posee el libro. 
Una película bonita y poco más. Mejor léete el libro.

martes, 14 de enero de 2014

TEATRO de CENIZA - de Manuel Moyano

Editorial Menoscuarto
2011







Sin duda un extraordinario libro de relatos.
Quien haya (h)ojeado un poco este blog habrá comprobado que no soy proclive a las modas; más bien al contrario. Me parece una banalización exagerada el abuso que en los últimos años se ha producido en torno al microrrelato. Supongo que las redes sociales y el ansia de modernidad lo han propiciado. Pero creo que cuando Augusto Monterroso escribió El Dinosaurio o Max Aub sus Crímenes Ejemplares, sintieron ambos la necesidad de esa forma de expresión; mientras que cientos de los microrrelatos que han proliferado en concursos, tertulias y libros ad hoc resultan perfectamente innecesarios. Una moda.

A pesar de esto y avisado de que el libro se componía de cien microrrelatos lo compré. Nunca me hubiera perdonado el perderme esta joya. Contiene un puñado nada magro de relatos magistrales. El autor logra asombrarme con alguno de ellos. Me causan admiración tanto los argumentos que recorren vastos territorios -de los mitos griegos a los cuentos orientales- , como las sutilezas de sus giros argumentales.

Las narraciones circulares, la revisitación de los mitos al estilo de lo que hizo Borges en La casa de Asterión, el juego del punto de vista y de las perspectivas, ciertos procesos de extrañamiento o los insondables universos que se esconden en las más inanes situaciones son algunas de las técnicas que encontramos en este libro acrisolado.

Entre las citas que Moyano elije para encabezar su libro hay una que representa certeramente su espíritu, "el pez no es consciente del agua". Un proverbio chino que tras una aparente perogrullada esconde la profundidad y lo paradójico que albergan nuestras percepciones. A esta porfía se entrega el autor.

La fantasía de sus temas, el quiebro de las apariencias y las brillantes vueltas de tuerca de estos relatos, no pueden esconder una escritura limpia y precisa. De aliento clásico diría. Lejos de recrearse, profesa la exactitud y con ello aumenta nuestra sorpresa y goce.

Si he de apuntar los que me parecen memorables la lista no sería corta. Por supuesto incluiría Ocaso del Imperio, Origen del Mito, El Centinela, Damero, Vórtice, Mundo Efímero, Luna Pálida, Círculo, El juego,  Ballo in maschera, Regreso, Parábola de los dos Ejércitos, Depresión, El Expediente o Vigilia.


ACCIDENTE

La mano cercenada que descansa sobre el asfalto lleva puesta la pulsera de la fortuna.


REGRESO

"Ya no hay nada que hacer", escuché que decía el médico mientras su mano cerraba suavemente mis párpados.Al principio, tan sólo vi oscuridad. Luego, en mitad de la negrura, se abrió un largo túnel: desde su otro extremo me reclamaba una intensa luz blanca. "Así que eso es el cielo", pensé mientras me deslizaba, como si flotase, entre sus paredes húmedas y turgentes. Una extraña felicidad me invadió. Sin embargo, cuando llegué al final del túnel, lo que encontré no fue un mundo maravilloso, sino otra habitación de hospital. Un gigante me había agarrado de los tobillos y, sosteniéndome boca abajo, golpeaba con fuerza mi trasero. Indignado, intenté pronunciar algún exabrupto, pero de mi garganta no salieron palabras: sólo un chillido de recién nacido. 


AUTOBÚS

Todos los asientos del autobús estaban libres, pero ella se sentó justo a mi lado. La miré de reojo: no había visto una mujer tan hermosa en toda mi vida. Era indudable que quería algo de mí; sin embargo, no se me ocurría nada que decirle: siempre he sido un poco timorato con el sexo opuesto. Fue ella quien rompió el hielo; me cogió de la mano y, mirándome con aquellos grandes ojos de color turquesa, me preguntó qué hora era. El roce de su piel me hizo enfermar de deseo. Apenas acerté a leer la esfera de mi reloj de pulsera; la voz me temblaba cuando respondí: "Las seis y media". "Entonces, ya es hora de despertar", afirmó ella.




SINGLADURA
                                                                      A Luis Alberto de Cuenca

A lo largo de ese día, el viajero recorre a pie las desoladas llanuras de la tundra, navega en una goleta sorteando gigantescos témpanos de hielo, bucea a pulmón entre silentes bosques de coral y de madrépora, se enfrenta a una horda de caníbales, asciende a la cumbre donde un ídolo de oro le dirá el porvenir, enamora a la hija de un rey, mata a un oso con el mero auxilio de una daga. Es tan sólo al término de esa larga jornada, mientras cae la noche, cuando el viajero escucha cómo alguien le indica, en tono apremiante, que ya es hora de cerrar y que debe abandonar inmediatamente la biblioteca.

domingo, 12 de enero de 2014

El YO MODERNO

En la reciente Inside Llewyn Davis, de los hermanos Coen, el protagonista es un artista folk que deambula por la Gran Manzana buscando una oportunidad de triunfo con su guitarra. Mientras tanto, duerme en los sofás de sus amigos. De vez en cuando se acerca también a casa de su hermana que le recrimina su vida bohemia y que no busque un trabajo normal. Él responde que eso sería como estar muerto, algo como simplemente existir. Efectivamente esta porfía entre la realidad y el deseo no es un asunto baladí en la idiosincrasia  contemporánea.
Fortuitamente, dos días después de ver la película, leo el estupendo artículo de Javier Gomá LanzónLa domesticación del Romancitismo, publicado en el suplemento literario de El País. Allí el autor dilucida este conflicto entre el corazón y la producción al hilo del análisis de "Tonio Kröger", de Thomas Mann.
El artículo incluye estos dos párrafos tan lúcidos.     

El hijo del hombre  -  de Renée Magritte



"Cuando nace el yo moderno —aquella conciencia de estar dotado de una dignidad incondicional, resistente a todo, incluido el interés general o el bien común de los hombres—, el conflicto social es inevitable. Porque la sociedad reclama la integración de ese yo individual dentro de la economía productiva —oficio y casa, producción y reproducción— mientras que él anhela, por el contrario, seguir con fidelidad las leyes de su corazón. Desafía el orden constituido, que se le presenta como una amenaza a sus deseos más genuinos y personales, y a la postre sucumbe aplastado por el superior peso de la inclemente mayoría social. Para narrar ese conflicto se inventa un nuevo género literario: la novela moderna. Desde Cervantes a Thomas Mann las novelas recrean con mil variaciones esa conflictividad no resuelta.

Ahora bien, durante el Romanticismo dicho conflicto se exacerba y asume un radicalismo hasta entonces desconocido que lo encontramos bien compendiado en el título del célebre ensayo de Kierkegaard: Aut-aut. Que quiere decir: o lo uno o lo otro, dos opciones incompatibles y absolutamente irreconciliables. Las dos opciones en pugna son: de un lado, la ética del trabajo y las reglas del matrimonio burgués (oficio y casa); de otro, una vida digna de ese nombre, elevada y apasionada, los derechos del artista genial y los deseos infinitos del corazón. El antagonismo establecido por el Romanticismo conduce a una suerte de desprecio mutuo: para el artista, la mayoría social se compone de burgueses regidos por convenciones hipócritas, filisteos de mostrenca existencia; para la mayoría social, el artista es un bohemio sospechoso, amoral, estéril. Hay, pues, que elegir entre una normalidad sana pero estúpida y una individualidad auténtica pero excéntrica, maldita y socialmente fracasada."

Javier Gomá Lanzón  



Según el autor, Tonio Kröger ofrece respuesta a este debate rebasando dicho conflicto. Tanto individuo como sociedad nos constituyen indefectiblemente.

viernes, 10 de enero de 2014

A PROPÓSITO de LLEWYN DAVIS - de Joel y Ethan Cohen

-Inside Llewyn Davis-
EEUU, 2013








La historia de este cantante folk intentando abrirse camino en la Nueva York de la años sesenta es una gran película, pero con un pequeño vacío en su interior.

El estudio de personajes es espléndido y la fotografía magnífica mostrando la grisura de esas calles gélidas e inhóspitas. Del mismo modo la ambientación sesentera y la puesta en escena (puro Coen). En medio de la frustración aparecen toques de humor a veces ácido y casi siempre negro (como la recomendación del productor Bud Grossman para que se reúna con su compañero o la respuesta de su padre al cantarle la balada Shoals of Herring). Llewyn se pasa el día buscando en qué sofá dormir y en qué garito tocar. Siempre en ruta bajo el severo invierno. Pero creo que a este viaje al fracaso le falta grandeza. Hay como un divorcio entre el alma del artista Llewyn Davis y la vida que los Coen nos retratan. Nos transmite una persistente tristeza, pero no nos produce desgarro.

La mirada de los autores es distante, no se compadecen de este pobre desgraciado ni buscan nuestra empatía. Llewyn casi nos cae antipático. En vez del aura poética del fracaso sólo vemos a un pobre hombre que vive lampando. Y eso me desconcierta.

El guión toma como referencia la vida de Dave van Ronk, cantante folk que se estableció en el Greenwich Village de Nueva York. Tuvo muchos amigos a los que ayudó y promovió (Bob Dylan, Phil Ochs, Joni Mitchell) por lo que se ganó el apodo de Mayor of MacDougal Street. Contribuyó al renacimiento del folk acústico en la década de 1960. Pero el retrato que se traza de Llewyn no es precisamente amigable. Aprovecha los sofás de los amigos, pero con algunos se embronca e incluso a otros insulta.

Busco en mi memoria otras historias de perdedores y me asalta la de Eddie Felson El Rápido. Pero Eddie lucha y reconoce su fatum incluso en los breves atisbos de gloria. Como un héroe trágico vislumbra su inexorable caída. Llewyn me resulta mucho más vulgar o simplemente ciego y equivocado. Cuando un productor de Chicago le propone cambiar de música e incorporarse a un trío, no lo acepta y elige volver a la calle. Del mismo modo pierde los royalties futuros de una canción por cobrar rápido. E incluso cuando decide abandonar y enrolarse en la marina mercante, las puertas se le cierran. Ha perdido los papeles del sindicato. Llewyn es un condenado en una época sin dioses. No hay nadie contra quien blasfemar.

El destino le hace un guiño cruel cuando asistimos a su última actuación en el garito Gaslight Cafe. Al retirarse escucha las primeras estrofas de otro cantante que se postula. La peculiar voz y entonación nos advierte que es Bob Dylan.

Todo periplo tiene sus puertos que aquí toman la forma de encuentros con unos secundarios de lujo: una amiga a la que ha dejado embarazada (Carey Mulligan), un músico de jazz (el gran John Goodman) con quien viaja hasta Chicago charlando de viejas historias y música; y con un productor musical (Murray F. Abraham).

La película se articula en torno a una serie de claves. La definición que Llewyn hace del folk -una música que nunca es nueva ni tampoco envejece- parece un triste reconocimiento de su prisión o su impotencia. El nombre del garito -Gaslight- parece una metáfora de lo que la vida practica a Llewyn (hacer luz de gas). El gato que le acompaña durante gran parte de la película -se escapó de casa de unos amigos- se llama Ulises y los Coen se cuelgan de esta anécdota para recrear los peculiares viajes de este antihéroe. Siempre en sofás ajenos o en la carretera o en el metro, Llewyn no tiene una Itaca a la que volver.

La música es el segundo protagonista de la película. El inicio se reserva para la interpretación completa de Hang me, oh, hang me" por parte de Llewyn en el Gaslight. Esa es la pauta a seguir. Luego vendrán otras  como Fare Thee Well o Shoals of herring. Las viejas canciones folk de Van Ronk se convierten en el alma del film. A ello se suma que Oscar Isaac las canta en directo. No en balde antes del cine probó en el mundo de la música con su grupo The Blinking Underdogs, por lo que su protagonismo es absoluto.  

Una película intensamente triste con una fotografía espléndida que nos sumerge en un inhóspito e inclemente invierno neoyorkino. Echo en falta una aproximación más sociológica a la bullente época de los 60. 
Tanto el personaje principal como el desarrollo de la película me recuerda a otra de sus obras, Un tipo serio. Son dos cintas parejas, en las que los Coen montan un mecanismo psicológico y vital cercano al absurdo, basado en una reglas a veces indiscernibles que nos impiden ir más allá de ser meros observadores.


P.D.
Las canciones que puntúan la película son maravillosas. Quiero resaltar Hang me, Oh hang me; una tristísima balada con versos como 
"Colgadme, oh, colgadme hasta que esté muerto y enterrado ....  He recorrido el mundo entero ....  Estaba tan hambriento ....  He recorrido el mundo entero ....  Pappy era un jugador, él me enseñó a jugar ....  El rifle al hombro, el revólver en la mano, Dios lo sabe ....  He recorrido el mundo entero ....  Ellos pusieron la soga alrededor de mi cuello, me colgaron bien alto ....  Las últimas palabras que escuché me dijeron, no pasará mucho tiempo hasta que mueras, pobre muchacho .... He recorrido el mundo entero.

La otra se la canta Llewyn a su padre, marino retirado que se encuentra prácticamente senil en un geriátrico. Es una balada celta titulada Shoals of Herring y nos cuenta la historia de un grumete en el comienzo de su singladura tras los bancos de arenques: el trabajo duro, el maltrato de los veteranos, el recuerdo del hogar, convirtiéndose en todo un marinero a través de millones de kilómetros, tras los bancos de arenques...
Shoals Of Herring
O, it was a fine and a pleasant day
Out of Yarmouth harbour I was faring
As a cabin boy on a sailing lugger
For to go and hunt the shoals of herring 
O, the work was hard and the hours were long
And the treatment sure it took some bearing
There was little kindness and the kicks were many
As we hunted for the shoals of herring 
O, we fished the Swarth and the Broken Bank
I was a cook and I'd a quarter-sharing
And I used to sleep, standing on me feet
And I'd dream about the shoals of herring 
O, we left the home grounds in the month of June
And to canny Shiels we soon was bearing
With a hundred cran of the silver darlings
That we'd taken from the shoals of herring 
Now you're up on deck, you're a fisherman
You can swear and show a manly bearing
Take your turn on watch with the other fellows
While you're searching for the shoals of herring 
In the stormy seas and the living gales
Just to earn your daily bread you're daring
From the Dover Straits to the Faroe Islands
As you're following the shoals of herring 
O, I earned me keep and I paid me way
And I earned the gear that I was wearing
Sailed a million miles, caught ten-million fishes
We were sailing after shoals of herring

martes, 7 de enero de 2014

CUADERNO de N. YORK - de José Hierro













En el frontis del libro el autor coloca un jalón. 

"A José Olivio Jiménez porque en su casa fraterna -West Side, 90 Street- cercana al Hudson se me apareció mágicamente la ciudad de Nueva York"

Y desde este jalón levanta el acta de un encuentro. Allí confluyen personajes e historias, calles, puentes y sonidos que interactúan con el poeta produciendo un enorme y fructífero collage, de los que tanto le gustan a José Hierro:  Viejas harapientas, músicos callejeros, ballenas varadas en Long Island, acuarios, escaparates, precipicios de hormigón que se asoman a las calles y sonidos de Bach y Jazz mezclados en los ferrys.
"Yo escucho sus palabras, día a día.
Las escriben -siempre las mismas-
sobre su pergamino que ellos no ven.
Son un humus depositado -año tras año-
sobre un texto antiguo."
Uno de los aspectos más notorios del libro es la omnipresencia de la música, que se cuela tanto en sus temas como en su poética: "Rapsodia en blue", "Beethoven ante el televisor", "Cantando en yiddish", "Adagio para Franz Schubert", "Villancico en Central Park" y otros así lo atestiguan.

El otro aspecto que quisiera reseñar son las alucinaciones que permiten al autor convocar a personajes históricos como Miguel de Molina, Mozart o Mahalia Jackson. En este sentido los poemas Alma Mahler Hotel, Beethoven ante el televisor y Ezra Pound son magníficos.

Aunque en ocasiones perdido, le atrae la magia de una ciudad que bulle y vive eternamente: "Aquí no ha muerto nadie nunca. / Aquí nadie morirá nunca."
"La boca de la noche las engulle. Asaeteados
se desangran los edificios
por sus miles de heridas luminosas.
La ciudad, hechizada, se complace
en su imagen refleja, y se sueña a sí misma
transfigurada por la noche..."
Más cotidiana que la Nueva York angustiosa y surrealista de Lorca, la de Hierro es un lugar de evocaciones y recuerdos que traspasan el espacio y el tiempo. Aunque también allí el poeta aporta su bagaje. El trágico recuerdo de su padre le asalta en la Columbia University, vengado por el simple hecho de abrir el grifo del agua corriente:  "Bendito sea dios porque inventó el amanecer", "Bendito sea Dios que inventó los prodigios / que contaba mi padre", "Maldito sea Dios porque inventó a mi padre colgado de una rama del olivo".

El poema Alma Mahler Hotel me parece el mejor resumen del libro. En la habitación 312 de un hotel que navega hacia Times Square, Hierro convoca una historia de amor. El poema es a la vez geográfico, histórico y absolutamente íntimo y personal. La poesía se captura y huye igual que los enamorados en la memoria del poeta: "penetran a través de mí: soy humo / o ellos son humo."
El Beso - G. Klimt


          ALMA MAHLER HOTEL


          Vago por los pasillos de este hotel
          construido en los años veinte
          (cuando los gansters, la prohibición,
          cuando Al Capone, emperador de Chicago) .
          Recorro los pasillos fantasmales de un hotel
          que ya no existe, o que no existe todavía
          porque están erigiéndolo delante de mis ojos,
          piso a piso, día a día,
          a lo largo del mes de abril de 1991 :
          es una proa que navega hacia Times Square,
          en donde encallará.
          No estuve aquí, no estaré aquí
          para ver su culminación en la planta 40,
          revestido por la cota de malla nocturna
          -lluvia frenética de estrellas
          de luciérnagas rojas, verdes, amarillas, azules,
          que proclaman el triunfo de las tecnologías
          made in Japan, in Germany, in US.A.

          Este hotel (y si he dicho otra cosa,
          ahora me desdigo) fue construido en 1870.
          ¿Habrá quien pueda asegurarme
          que no es sólo una pesadilla
          que va a desvanecerse al despertar?

          Me detengo -no puedo continuar ante
          la puerta de la habitación 312.
          Soy un viajero que ha llegado
          de otro nivel del tiempo
          pero no sé si pasado o si futuro
          (ya no estoy seguro de nada) .
          Puede que aún no haya llegado,
          que no haya estado aquí jamás,
          que ni siquiera exista yo,
          o que no sea real mi sufrimiento.

          “Alma, mi amor" le grito susurrando,
          le susurro, gritando, ante la puerta,
          los brazos extendidos,
          en la mano la espada flamígera,
          para que no transpongan el umbral
          del paraíso recobrado en esta habitación;
          para que no me hieran.
          "Alma, mi amor, no entres".
          No quiero que suceda lo que ya sucedió,
          lo que va a suceder.
          No me ven ni me oyen.
          Penetran a través de mí: soy humo
          o ellos son humo.

          Oigo sonar la transparencia helada
          de las copas; pronuncian
          palabras que no querría escuchar,
          confundidos sus cuerpos en el éxtasis.
          "Alma, mi amor, siempre me herirás".
          Me abro las venas, me desangro,
          como el afluente en el río caudal,
          por el torrente de mi música.
          Ella restañará la herida,
          contendrá, piadosa, la hemorragia.
          “Alma, mi amor", y nadie escucha mis palabras.

          Este hotel fue derruido
          en 1870, en 1920, en 1991.
          O acaso nunca haya existido.


                         - - * - -

Otro de los poemas señeros que contiene el libro es Vida. Incluido como Epílogo de este su último libro publicado, algunos han querido ver el epitafio del poeta e incluso el pesimismo sobre la vacuidad de la vida. Paradójicamente lo escribió con motivo del nacimiento de su nieta Paula. "En mi comienzo está mi fin", escribió T.S. Eliot, uno de los poetas predilectos de Hierro. Infancia, vejez, sueño. Entre la plenitud y el vacío, entre el todo y la nada, el poema se construye rimando estas dos únicas palabras, la cifra de toda una vida.

                         VIDA

          Después de todo, todo ha sido nada,
          a pesar de que un día lo fue todo.
          Después de nada, o después de todo
          supe que todo no era más que nada.

          Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
          Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
          Ahora sé que la nada lo era todo,
          y todo era ceniza de la nada.

          No queda nada de lo que fue nada.
          (Era ilusión lo que creía todo
          y que, en definitiva, era la nada.)

          Qué más da que la nada fuera nada
          si más nada será, después de todo,
          después de tanto todo para nada.




P.D. Incluyo la pintura El Beso de Gustav Klimt por la referencia del poema a Alma Mahler y como homenaje a esta fascinante mujer. Compositora y pintora ella misma, fue, además, la musa de varios hombres de talento como el propio Klimt, su marido Mahler o el pintor Oscar Kokoschka quien también la inmortalizó en esta obra de la derecha, titulada "The bride of the wind".