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sábado, 8 de junio de 2024

NADIE ME MATA - de Javier Azpeitia


¿Novela negra y metempsicosis?
¡Que audacia!
Pero Javier Azpeitia ya ha demostrado que no es un autor que transite por caminos trillados como ya demostró en la brillante Hipnos. Ahora vuelve a romper moldes y nos entrega una novela tan existencial como policíaca con una ambientación sórdida y fantasmagórica. 

Lo más directo sería resumir este libro como un thriller con tintes filosóficos protagonizado por un hombre que un día se despierta amnésico y que a partir de ahí cada vez que se queda dormido despierta en otro cuerpo; iniciando un variado periplo en busca de su identidad.

La novela es una apuesta de riesgo y tiene un sesgo fantástico tan acentuado como poco habitual por estos lares. Por su textura onírica y atmósfera opresiva me recuerda al maestro Leo Perutz y su extraordinaria novela Mientras dan las nueve. La diferencia es que allí el protagonista era un hombre huyendo, acosado por la policía, en una Viena fantasmagórica; mientras que aquí el protagonista no huye sino que transita de cuerpo en cuerpo como un ratón en un laberinto. En todo caso ambos protagonistas se sienten enjaulados y temen por su libertad.


El narrador de Nadie me mata despierta en una habitación para descubrir que tiene amnesia. No sabe quién es y deberá aprender de las circunstancias que lo rodean para determinar su identidad; pero el hecho es que cada vez que se queda dormido despertará en otro cuerpo, de nuevo sin memoria. Así visita los días de un perista tramposo, una actriz bellísima, un policía corrupto, una yonqui reenganchada o un psiquiatra sobrepasado. Todos ellos relacionados con el asesinato de su hermano gemelo del que ha sido testigo tras su primer despertar.

Al estar todos los personajes relacionados con el crimen, la mente en tránsito vivirá los mismos hechos desde la óptica particular de cada uno de ellos. A través de estas vivencias deberá reunir las pistas que le ayuden a evitar el fatal destino al que parece abocado; siendo así que conocerá al asesino y su promotor como el lugar, día y hora en que sucederá el asesinato. Si juega bien sus cartas hasta quizás pueda reescribir el pasado. Mientras tanto intentará no enamorarse de una mujer hacia la que le conducen todos los itinerarios... y también ver una enigmática película en la que se recrea y anticipa la misma trama y personajes de lo que está viviendo (¡!).

A pesar de contar con los elementos más clásicos de la novela negra un muerto, un policía corrupto con gabardina mugrienta, drogas, prostitución y un ambiente sórdido la novela te obliga a leerla con los ojos de la alucinación. A ello contribuye la constante transmigración de la mente y los saltos en el tiempo; porque según quien sea el cuerpo de turno, el protagonista se encontrará antes o después del crimen. Una cuestión que abunda en la paradoja del tiempo y el dilema del determinismo.



Este cariz alucinatorio es reforzado por el microuniverso hostil y extraño donde se desarrolla la acción: el barrio de La Latina de un Madrid actual pero a la vez "desplazado" a una dimensión distorsionada donde las calles aparecen reventadas por zanjas y la población es presa del pánico por constantes atentados terroristas y una pandemia de gripe aviar que obliga a llevar mascarilla (¡!). Por si la gripe le parece a alguien un recurso facilón, le recuerdo que la novela se publicó en 2007, mucho antes de que brotase nuestro ilustre coronavirus. De todos modos el escenario aparece neblinoso, dejando el foco a la tragedia que enreda a los personajes.

El autor apuesta fuerte en su juego con la transmigración, el tiempo y las difusas barreras entre realidad y ficción. Así se aprecia cuando el protagonista aterriza en una niña que está viendo la película que reproduce los mismos hechos que están viviendo. Me hizo acordarme de Alicia, pero en un país de las maravillas más oscuro y perturbador. Asimismo al encontrarse la niña ante Delfine, una especie de mujer/oráculo, expresa su deseo de vivir estáticamente, sin azar ni dolor: "-Deseo que se pare el tiempo. Deseo que mamá no muera. Deseo quedarme aquí y no salir a la noche otra vez". Pero se encuentra con que Delfine le responde como si fuera el gato de Cheshire, con una galerada de enigmas que culminan ¡en la casilla del laberinto!
"-¡Ah, querida amiguita! Puedes jugar a que cambias todo excepto lo que decidas que ya ha ocurrido. Es un juego muy divertido. Primero tienes que elegir qué cosas están en el pasado y qué cosas en el futuro, como si el tiempo no fuera un único fluido imparable. El tiempo eres tú, ¿lo entiendes? Claro que sí, ¡chica lista! O también puedes jugar a otro juego más común, igual de divertido: es como si todo hubiera sucedido ya, y tú te dedicas a buscar a los culpables, las causas incausadas. Como si unas cosas sucedieran porque otras han sucedido. Es el gran juego de la ética, geometría pura, y te otorga la libertad, la alucinación del libre albedrío, al precio de la estupidez, ¡ja!.
     Lanzó los dados sobre el tablero: salieron el 5 y el 4. Moví yo misma la única ficha que había. Estaba en la casilla 33, y después de contar la dejé en la 42. Había allí un laberinto, un camino que se bifurcaba aquí y allá y ascendía trabajosamente una colina"

El elemento fantástico articula la narración pero no es el objeto de la obra. Ésta habla de la construcción de la identidad; del viaje hacia el propio conocimiento pero a través del cuerpo y en un entorno azaroso que lo permea todo. Así comienza el libro:
"Por más que nos repugne, por más deforme que sea, por más que detestemos sus necesidades sucias y los vicios a los que acaba arrastrándonos, por más que lo adornemos o lo tatuemos o lo tapemos, o lo horademos o lo mutilemos o lo ahorquemos, por más que envidiemos o deseemos uno ajeno; el cuerpo, el propio cuerpo, es la clave de todas las cosas, el principio del mundo, lo único verdaderamente nuestro".
Azpeitia insiste en esta reflexión cuando en cada despertar sitúa a su protagonista sin recuerdos. A falta de ellos quien ejerce el Yo del sujeto es su cuerpo. En cada tránsito la mente y el cuerpo han de asimilarse. "Es como si fuera el cuerpo de otra: yo le pido que se esté quieto, pero él va a lo suyo", llegamos a leer. De ahí que aflore una especie de existencialismo paradójico que pone en cuestión tanto lo que somos como nuestro libre albedrío. 

De hecho algunos personajes se sienten como interpretando un papel en una simulación de la vida cuyo guion se va conformando en la interacción con el público. Así lo aprecia la mente en tránsito cuando está en el cuerpo de Mari Meruane y le asalta la sensación de estar "interpretando un papel en un ensayo general, un espectáculo cargado de emoción y belleza, más intenso que la vida y paralelo a ella". (pág. 90)



A pesar de este sesgo existencialista, o quizás por ello, es imposible no realzar los asombrosos engranajes fantásticos del relato. Lo resumiré en dos ideas: el Juego de la Oca y sus arcanos como sustrato del libro por un lado, y el personaje de Delfine Le Rumeur por otro; una especie de demiurgo que planea sobre la trama añadiendo unas cuantas capas de metaficción muy juguetonas.  

Delfine aparece en un momento de la obra en que la magia de la permuta entre cuerpos se está agotando y su sola aparición eleva la narración a otro nivel. La escena de su presentación es soberbia. Fran y el policía Belmonte acuden a ella mientras planean el asesinato. La casa está apuntalada y la escalera carcomida es "a tal punto empinada y oscura que en vez de subir parecía que bajara al mismísimo infierno". En su puerta hay una tosca placa que dice: "LO SABIO - NO ES SABIDURÍA". Delfine parece un personaje quimérico, está muy gorda y siempre permanece sentada en su butaca, en un piso atestado de libros. Cuando se sientan Fran y Belmonte, Delfine le suelta al policía, "así que tú eres ahora el que está en tránsito, ¿eh?".

Delfine ha dirigido una película titulada "Metempsicosis" cuyos personajes, escenas y diálogos reproducen punto por punto lo que está sucediendo. Los personajes -como ocurre en las pesadillas autoconscientes- pueden ver la película en los posters de publicidad, en el cine y en DVD... y su visión afecta a la trama. Todo ello no hace sino acrecentar una sensación de extrañamiento y desasosiego que profundiza en la idea de la vida como teatro.
"Tadorna la miró hundido en la desesperación. Entonces se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón con un último esfuerzo. Desdobló un cartel de la película, recortado del periódico.
-"Metempsicosis" -leyó-. "Dirigida por Delfine Le Rumeur". y luego estamos todos en el elenco, no sólo Angela o la Meruane. También Belmonte, Laura, yo mismo. Figuramos como actores, pero somos más que los actores, somos también los personajes. Entonces, ¿qué diablos debo entender que significa todo esto? ¿Está diciéndome que no somos más que un puñado de farsantes? Dígamelo claramente porque yo no lo entiendo. No me va a confundir con su retórica. Ya he visto esta escena, recuerdo hasta esta misma pregunta.
-Y dale.- A Delfine se le escapó un silbido desde los pulmones, se estaba enfureciendo-. ¡Siempre te acuerdas de la pregunta, pero nunca te acuerdas de la respuesta! ¿No ves que te estás enredando en los aledaños del laberinto, distrayéndote de lo que más te interesa? -Alzaba cada vez más la voz, parecía que fuera a arrojarse sobre el atónito psiquiatra-. Hay que buscar el centro, ¡el centro!" Pág. 206 
Grabado El Juego de La Oca - Patricia Rodriguez Muñoz

En cuanto al Juego de la Oca, puntúa cada aspecto de la novela. Justo en la cita anterior Delfine incita a uno a buscar el centro, como en el juego (y en la vida). No es casual que el libro se estructure sobre ocho capítulos que se titulan como ocho casillas del juego: "El Puente", "La Posada", "Los Dados", "El pozo", "El laberinto", "La cárcel", "La muerte". Tampoco que el protagonista sueñe con un jardín en cuyo centro hay un estanque con una fuente en la que flota una oca mientras en un rincón una mujer escribe frenéticamente en su ordenador, "una mujer a la que aún no puedo reconocer. Luego sabré que se llama Delfine Le Rumeur". 

Tampoco es casual que uno de los personajes experimente con ratones. O que el anillo que servirá de excusa para el crimen represente un Uróboros, "la serpiente que se fecunda a sí misma eyaculando en su propia boca". O que un enfermero le agarre del brazo a Mari cuando huye del hospital, para incitarle a donar sangre advirtiéndole que "cualquiera puede ser víctima. Dios juega a los dados". Y es que la novela está tirando todo el rato dos dados, el del azar y el del determinismo. De hecho las distintas encarnaciones están pautadas por El Juego de la Oca, un juego regido por el más absoluto azar.
"-¿Has jugado alguna vez al juego de la oca? Pues deberías hacerlo más a menudo. El azar, he ahí la respuesta. El Juego de la Oca representa la vida, pero no hay que interpretarlo, sino jugar. La vida hay que vivirla: ¡atrápala y no la sueltes! No importa lo que dure. ¿me entiendes de una vez? ¡Ja!". pag. 207

La obra ataca con brillantez muchos frentes. Juega con la arquitectura de la novela criminal para explorar la construcción de la identidad y también para indagar sobre los vericuetos del hecho narrativo. Es una novela tan quimérica como adictiva. A veces pienso que es el protagonista el que está construyendo un mundo a su medida. Este juego de apariencias entre realidad y ficción provoca multitud de situaciones desconcertantes, al estilo del gran Philip K. Dick.

Durante su lectura llegas a compartir la obsesión del protagonista por ir más allá, descubrir nuevos túneles y realidades...o espejos; porque en muchos momentos se me ocurre que esta novela es una pesadilla construida con espejos, como el protagonista y su gemelo. O la película y los hechos. O Delfine Le Rumeur escribiendo en el Jardín de las Ocas la misma novela que nosotros estamos leyendo. O lo capítulos del libro, que se inician con un sueño y que reflejan los itinerarios de El Juego de La Oca con sus dados, pozos, prisiones y laberintos.
Un itinerario "en el que hay que buscar el centro".








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Javier Azpeitia (Madrid, 1962) es un escritor, editor y filólogo español. Autor de las novelas Mesalina (1989), Quevedo (1990), Hipnos (1996; premio Hammett de Novela Negra y llevada al cine por el director David Carreras), Ariadna en Naxos (2002) y Nadie me mata (Tusquets Editores, 2007). Algunas de sus obras han sido traducidas al griego, francés y ruso. 
Como editor literario ha publicado, entre otras, las antologías Poesía barroca (1996), Libro de amor (2007) y Libro de libros (2008). Ha sido director literario de las  editoriales Lengua de Trapo y 451 Editores. También ha ejercido como profesor del máster en Escritura Creativa de Hotel Kafka y de los másteres en Edición de la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad de Salamanca. En 2015 fue comisario de la exposición 500 años sin Aldo Manuzio, realizada por la Biblioteca Nacional de España, y participó en la muestra La fortuna de los libros, del Museo Lázaro Galdiano, donde uno de los incunables de Manuzio tuvo gran protagonismo.
Como escritor pertenece a la misma generación que Rafael Reig y Antonio Orejudo, los cuales han llevado a cabo una actualización del panorama narrativo español basándose en la imaginación y el ingenio. 

sábado, 10 de febrero de 2024

LLEVAR en LA PIEL - de Antonia Lassa

2023

Llevar en la piel es una novela transparente y quirúrgica que nos relata la investigación del asesinato de una anciana millonaria en Biarritz. Dos asuntos son centrales en la trama. Por un lado el contraste de que la mujer pertenezca a la alta sociedad parisina y su cadáver aparezca desnudo en un decadente apartamento alquilado por ella misma. Por otro, las brutales señales de quemaduras que presenta el cadáver. Según parece el asesino ha utilizado un ácido que ha aplicado con sumo cuidado por el rostro y todo el cuerpo, dibujando un espectral itinerario. Que las quemaduras se hayan producido postmorten no hace sino añadir un punto de morbosidad a un crimen ya de por sí "sofisticado", como le describe el comisario al juez encargado del caso.

Cuando empieza el libro parece que el protagonista vaya a ser el comisario Canone, que es quien abre la novela preocupado por los signos de decadencia que presenta su cuerpo; pero tras la detención del sospechoso más obvio, un joven amante que aparece entre los escasos contactos del teléfono de la anciana; el protagonismo salta al abogado detective Albert Larten, una fascinante creación de la autora que nos lo presenta de esta sutil manera. 
       "Aquella tarde, en el colegio habían empezado a analizar El tío Goriot, que iba ser la lectura de clase durante todo el trimestre. Y en aquel libro Balzac había imaginado la casa Vauquer: "pensión burguesa para los dos sexos y otros".  Y él, un niño como cualquier otro, un niño indistinguible aún de los demás, al leer en su libro aquel curioso rótulo había comprendido, con la formidable intuición de la infancia, dos cosas que iban a ser fundamentales en su vida y que, en el camino de vuelta a casa, le provocaban una emoción que le hacía temblar y, al mismo tiempo, le mantenía en pie, como a Irène Duroudier.
      La primera le decía que él pertenecería más tarde, cuando creciera lo suficiente y llegar ala hora, a la categoría de los otros. La segunda, que las buenas novelas son siempre de fiar y que él iba a convertirse en un lector devoto, agradecido." pág. 75.
Biarritz

Albert Larten tiene ese punto de fina inteligencia y excentricidad que tanto se agradece en un buen detective. Su despacho lo tiene en una autocaravana donde dispone de todo lo que necesita para recibir a los clientes y afrontar sus casos.
"El interior era reducido aunque confortable. Dos sillones de cuero, azul Francia, situados frente a frente y en torno a una mesa abatible de haya. En la misma madera clara, armarios de buen acabado y unas baldas donde convivían, perfectamente alineados, tratados de Derecho, novelas y guías de vino." pág 67
Larten es un personaje tan atractivo como poliédrico. Es experto en vinos e incluso mantiene abierto un blog, El detective del vino; pero sobre todo es un tipo alto y dueño de una elegancia innata que siempre enfatiza con un ligero toque femenino con el objeto de poner "al final de cada una de las frases que constituían su identidad, una interrogación (...) una invitación a saltar hacia afuera la tapia del lugar común".

Le gusta ir andando a los lugares porque eso le sirve para ordenar la ideas y "alentar la imaginación". Es muy perspicaz para calar a las personas y también para atrapar esos pequeños detalles capaces de cambiar el rumbo de las cosas; como ese imperceptible rasguño sin cicatrizar que le hará dar un vuelco a la investigación.
"A Larten le gustaban mucho los coches, pero no le habían atraído nunca los de cambio automático. Prefería decidir él mismo cuándo pasar de una velocidad a otra. Con la gente le sucedía lo mismo; tampoco apreciaba las mentalidades automáticas, que iban de un pensamiento a otro, empujadas no por su propia reflexión, sino por la maquinaria, siempre a punto, siempre dispuesta a intervenir, del apriorismo y el prejuicio." Pág. 78

La trama es diáfana. Un crimen, un sospechoso, un detective y una investigación sometida a diversos giros. Pero son los personajes y el ritmo los que dan a esta novela un sabor especial. El estilo de Antonia Lassa es preciso y ágil. Las páginas discurren raudas apoyándose en multitud de diálogos que giran sobre los desnudos hechos. Porque aquí no hay paja. Sólo hechos y la descripción de una investigación quizás demasiado sincopada. No olvidemos que el libro apenas cuenta con doscientas páginas que se leen en dos tardes. Aunque probablemente esta queja venga determinada por no querer abandonar la compañía de alguien tan punzante y seductor como Larten.

La solidez de la trama se apuntala a través de capítulos con títulos de lo más sugerente: Dibujos en el cuerpo, Los sonidos del mar, Los otros, La tercera mujer, La piel, Hirondelle. La novela tiene una ambientación francesa muy conseguida citando con soltura tanto a Madame Bovary o Balzac como el callejero parisino o esa aristocrática posición que Paris mantiene con el arte.
"No es el punto de llegada de las obras de lo que llamamos arte contemporáneo lo que me interesa -dijo Mathilde-; la mayoría de ellas me resultan decepcionantes. Es el punto de partida. La libertad que se toman los artistas de ahora de meterse en cualquier parte, en cualquier ámbito." pág. 117
Edición inglesa de la novela

Se puede decir que es una novela de contrastes. El expansivo abogado detective se encuentra con un cliente joven y recoleto, Émile Gassiat, dueño de una discreción infranqueable y compositor de extrañas melodías que extrae de los sonidos del mar que capta en sus navegaciones nocturnas. También contrasta la elevada posición de las ancianas con la de su joven amante y la del detective que contratan. Una muralla inaccesible que incluso hace peligrar la investigación, ya que el abogado no tiene acceso a ese círculo social por lo que no encuentra pistas, ni hilo del que tirar. Aunque finalmente en la piel del título acabará encontrando la clave "seguramente porque contenía un enigma que descifrar, un código, el jeroglífico que constituían aquellos dibujos sobre la piel de la muerta."

Como hándicaps señalaría una resolución un tanto abrupta y la ausencia de una malignidad más oscura. En cambio están deliciosamente reflejadas las relaciones personales. Sobre todo la que establecen entre sí Larten y Gassiat, cuyas confidencias nos hacen reflexionar sobre temas no habituales en la conversación social como la vejez y el edadismo en relación con el deseo carnal y la forma en que la sociedad trata a las personas cuya sensibilidad les hace vivir fuera de la norma.

martes, 5 de diciembre de 2023

UN AMOR - de Sara Mesa




Esta novela es de las que yo llamo de "coto cerrado". Muy pocos personajes en un entorno bastante "vacío", donde se cuecen en su propio jugo. Esto nos permitirá profundizar en las motivaciones de la protagonista y sus relaciones y reacciones con el entorno.

Natalia es una joven que quiere reorientar su vida. Ha salido de un trabajo aburrido y un ambiente tóxico en la ciudad y busca reiniciarse en una aldeúcha perdida con un nombre ya de por sí metafórico, La Escapa. Pero allí está fuera de lugar. No encaja con sus vecinos... ni tampoco consigo misma. El viaje hacia un nuevo yo no le va a resultar fácil; pero sus fracasos cotidianos y vitales le van a servir para aquilatar la pasta de la que está hecha. 

Nat trabaja de traductora y tiene una obsesión con "los nombres exactos" de las cosas, como si esto le permitiera acotarlas y controlarlas. Pero esto no le ayudará a definir los límites de su propia experiencia que, encima, escapará a su control cuando se lance a un amor retorcido, extraño y casi desesperado con uno de sus vecinos.
"Cada palabra se convierte en enemiga y traducir es lo más parecido a batirse en duelo con una versión previa, y mejor, de su texto. Avanza con tanta lentitud que se desespera. ¿Es el calor, la soledad, la falta de confianza, el miedo? ¿O es simplemente -y debería admitirlo- su ineptitud, su torpeza?"
El lugar donde ha aterrizado es bastante abstracto, como fuera del tiempo. Parece un espacio mental. Todo le es extraño y no logra establecer ningún tipo de lazo con nada. Además sus convecinos son ásperos, desconcertantes, como su tosco y mezquino casero que le lleva a tener un sueño recurrente en el que ella está atada a la cama mientras un hombre penetra en la casa abiertamente y profana su intimidad. Nat es joven y culta en un entorno zafio y hostil... pero ella se propone domesticarlo. Como al perro que le ha regalado su casero. Aunque los indicios le revelan que en ambos asuntos está fracasando. 



Nat cada día está más perdida. Observa alrededor buscando una referencia o una guía, pero nada le infunde confianza. El microcosmos que aparece ante ella le resulta desolador y muy primario. Llega a sentir que todos los animalillos del campo la asedian, mosquitos, salamanquesas, arañas...

La escritura es nerviosa. Con trazos rápidos. Como una mirada que recorre nerviosa un panorama sin asideros. El entorno es mínimo pero palpitante. En su mismo centro late una pulsión descontrolada y desconcertante. Apenas tres personajes más redondean el conjunto de la novela. Píter, El Inglés, un cuarentón melenudo que suele intentar ayudarla pero lo primero que hace es hacerla desconfiar del casero y luego, subrepticiamente, va minando su confianza en sí misma. Lo que hoy en día se conoce como micromachismo. También hay un matrimonio que viene a su segunda residencia para pasar los fines de semana. Acogerán a Nat con aparente normalidad, pero arrastran los resabios de la ciudad y en el fondo late una incomprensión mutua.

Finalmente está Andreas, conocido como el Alemán; un tipo hosco como un jabalí desconfiado que vive retirado de todo y de todos, dedicado a cultivar su huerta. Ese territorio cuenta con su propio superego, el monte El Glauco. Una presencia regia en el paisaje, oprimente y confusa: "No se puede escapar del monte" le llega a decir Píter. Siempre te vigila, siempre está ahí. 









La historia de Nat toma un nuevo e insólito derrotero cuando acepta una extraña relación con el huraño Andreas: "Puedo arreglarte el tejado a cambio de que me dejes entrar en ti un rato", le propone un día.
Oh.
A la negativa inicial le sigue una aceptación en la que ambos, como animalillos heridos, se refugian con furia y resignación. Esta es la parte magra de la novela y en ella bullen sentimientos encontrados que van desde un deseo femenino oscuro y casi irracional hasta una sensación de culpa reflejo de un abuso que sufrió de niña. Su relación pasa por todas las fases habituales; primero sexo furioso y placentero, pero luego esa relación febril se institucionaliza: "se acabó la urgencia, ahora cenan primero y luego se acuestan". Nat descubre que ha dado muchas cosas por sentadas con Andreas. Al comienzo ella decidía pero pronto pasa a depender de él. Poco a poco se va abriendo un abismo entre ellos. 
"En realidad, suena grotesco, torpe, inculto, tal como le parecía al principio, cuando lo miraba de lejos y solo era un pedazo del paisaje, nada más. El alemán, un hombre cualquiera, como cualquier otro. y ella, piensa, se había empeñado en traducirlo, en llevarlo a su terreno. Qué absurda pretensión, se dice. Si no fuese ridículo, sería hasta divertido."
La novela lleva a cabo una investigación profunda y turbadora de la psique femenina y las revelaciones a las que llega son perturbadoramente contradictorias.

Además, en este punto, yo me pregunto si La Escapa representa al mundo y ese grupito de personas a la sociedad. Es innegable que la obra se sumerge en una psicología femenina en construcción; pero también que delata un microcosmos con muchas aristas. "Un mundo lejano, incomprensible y doloroso" llega a reflexionar Nat. Un mundo de reglas, deseos y pulsiones que amenaza con convertirla en un chivo expiatorio.  
"Está en sus manos, se repite Nat, o el uno en las manos del otro, con la posibilidad de vender y comprar el perdón, la defensa y el restablecimiento del honor. Él ostenta el poder de la víctima y quizá gracias a que ese privilegio es el único capaz de interceder por ella. Pero, para lograrlo, Nat deberá expiar su culpa, entregar algo a cambio. Se regodea unos instantes en la idea, ¿por qué no? ¿No fue así como empezó su historia con Andreas, intercambiando bienes? Es evidente que el vecino la desea."









Y ahora toca ir a ver la película de Isabel Coixet basada en esta historia.
Las dos imágenes que aparecen con la actriz Laia Costa pertenecen a la película.

viernes, 17 de febrero de 2023

LOS ENAMORAMIENTOS - de Javier Marías



Marías es un autor que cuenta con fieles y detractores merced a un estilo absolutamente personal. Es famosa su prosa serpenteante llena de caminos que se bifurcan; pero también merece resaltarse que el objeto de su escritura no son tanto los hechos, como la vivencia íntima que los personajes tienen de ellos.

Y es que el estilo de Marías viene determinado por lo inescrutable que puede llegar a ser la verdad. En la página 193 leemos: "uno nunca sabe si lo que se dice es verdad, nunca hay certeza de nada que no venga de nosotros mismos, y aún así". Mientras que en la 380: "La verdad no es nunca nítida, sino que siempre es maraña. Hasta la desentrañada". Así que el novelista se lanza a la búsqueda de esa nitidez imposible percutiendo en la ambigüedad de cada personaje y situación, revelando pensamientos y contradicciones, especulaciones y dudas, miedos y deseos. Esto es lo que nos ofrece Marías de forma única. El vuelo mental y sentimental de sus personajes. Y además con un punto de ironía, porque la cita completa dice así; "La verdad no es nunca nítida, sino que siempre es maraña. Hasta la desentrañada. Pero en la vida real casi nadie necesita averiguarla ni se dedica a investigar nada, eso sólo pasa en las novelas pueriles"...ja, ja, ja, como las de este maestro.

La trama no puede ser más sencilla. María trabaja en una editorial y desayuna todos los días en la misma cafetería. Allí observa a un matrimonio, Luisa y Miguel Desvern, pareja sobre la que elucubra cómo vive y se relaciona, mientras reflexiona sobre sí misma. Inesperadamente Miguel es asesinado fortuitamente en un aparcamiento. Este hecho provoca que María se acerque a Luisa para darle el pésame y, a través de ella, acabe conociendo al mejor amigo de Miguel, Javier Díaz-Dávila, con el que María acabará teniendo una relación. Esta pequeña red de circunstancias situará a María en una encrucijada turbadora ya que primero conocerá el crimen y sus efectos desde fuera para verse luego inmiscuida en él de forma inesperada.


Como se ve se trata de una novela sin acción que apenas cuenta con tres personajes que habitan dos escuetos escenarios: la cafetería donde coinciden todos los días la narradora y el matrimonio, y posteriormente el piso de Díaz-Dávila donde se ven los dos amantes. Ahí ocurre todo y no se necesita más, porque prima la introspección que es la que da vuelo a la obra, revelando que la circunstancia más doméstica puede manifestarse preñada de expectativa y secreto.

Pero entonces ¿se lee con gusto una novela tan introspectiva?
Por supuesto.
Javier Marías tiene una prosa brillante y envolvente que utiliza para fascinarnos con sus abismos psicológicos. Es densa y frondosa, pero palpitante, nunca estéril. Casi más que escribir, nos hace escuchar los engranajes mentales de sus personajes, cuyas dudas y temores acabamos compartiendo. 

Se puede decir que Los enamoramientos es una novela literaria, por la preeminencia de la escritura, la frondosidad de la prosa, las citas literarias que soportan su trama y las reflexiones y divagaciones sobre mil aspectos de la vida que la nutren. Pero todo sería demasiado abstracto si el autor no hubiese tenido la habilidad de introducir dos lances muy reales y dramáticos que anclan el devenir de la novela y la someten a una renovada tensión: un asesinato insospechado y la revelación que provoca una escucha secreta. Además la novela se sitúa bajo la advocación de dos de los maestros de Marías, Shakespeare y Balzac, el uno con el tormentoso Macbeth (al hilo del verso que refiere que la muerte llega siempre demasiado pronto: ‘She should have died hereafter’) y el otro con su fantasmal coronel Chabert, glosando la persistencia de los muertos en los asuntos de los vivos. 

















El tema de la novela es, como casi siempre, el amor y la muerte infectados por los virus de la mentira y la incertidumbre, que Marías hace pivotar hacia preocupaciones esenciales en su novelística, como la dificultad de conocer cabalmente la verdad, las relaciones de pareja y sus secretos, el peligro que puede suponer escuchar y los escrúpulos morales de quien sabe algo que podría perturbar vidas ajenas. Acompañadas en este caso por una profunda reflexión sobre la impunidad. En este sentido entronca con otras obras muy reconocidas de Marías como "Mañana en la batalla piensa en mí" y "Corazón tan blanco".

Especulaciones y digresiones constantes a partir de los hechos, además del flujo de pensamientos y recuerdos fijan el estilo de Marías para conseguir abismarnos en el alma de sus personajes. Tengo que reconocer que siempre me cuesta un poco adecuarme a él y suspender la incredulidad. Olvidarme de las prisas de la acción y dejarme mecer por el oleaje del pensamiento. Pero una vez acompasado nuestro espíritu, la lectura fluye con facilidad. Aunque cabe apuntar alguna repetición molesta y alguna digresión artificiosa (como cuando en la pág. 99 se cita todo un catálogo de objetos que quedan inútiles cuando alguien muere).

También hay que reconocer que el velo de la narradora femenina se rompe cuando aparecen ciertas bromas y puyas muy personales de Javier Marías; como las escenas en que María sufre en el fatuo envanecimiento de los escritores, o cuando aparece el académico Francisco Rico como personaje o la crítica contra prensa amarillista.

Uno de los aspectos más jugoso del libro es la serie de ideas que se exponen sobre la novela. Por ejemplo Díaz-Varela asigna a la ficción "la facultad de enseñarnos lo que no conocemos y lo que se da", cuando habla del regreso del finado coronel Chabert.
"Es una novela, y lo que ocurre en ellas da lo mismo y se olvida, una vez terminadas. Lo interesante son las posibilidades e ideas que nos inoculan y traen a través de sus casos imaginarios, se nos quedan con mayor nitidez que los sucesos reales y los tenemos más en cuenta". pág. 166
Es evidente que Javier Marías entendía la ficción como un laboratorio de exploración de la conducta humana, en el que la novela podría erigirse en una forma específica de entender la realidad. Su apuesta fue escribir sobre ella con ánimo de agotarla ofreciendo perspectivas múltiples y hasta contradictorias. De ahí la cantidad de alternativas y suposiciones que la narradora elucubra sin parar, en torno a las personas y los hechos.

Es como si el novelista quisiera contemplar todas las posibilidades de la realidad en una especie de narración cuántica, donde Miguel Desvern está vivo y muerto a la vez y donde cada situación tiene varias realidades alternativas que la narradora imagina y expone.
"se depende siempre de quien nos cuenta algo, éste decide por dónde empieza y cuándo para, qué revela y qué insinúa y qué calla, cuándo dice verdad y cuándo mentira o si combina las dos y no permite reconocerlas, o si engaña con la primera como se me había ocurrido que quizá estaba él haciendo; no, no es tan difícil, basta con exponerla de manera que no se crea, o que cueste tanto creerla como para acabar desechándola. Las verdades inverosímiles se prestan a eso y la vida está llena de ellas, mucho más que la peor novela, ninguna se atrevería a dar cabida en su seno a todos los azares y coincidencias posibles, infinitos en una sola existencia, no digamos en la suma de las habidas y de las que aún discurren. Resulta bochornoso que la realidad no imponga límites." pág. 303
Quiero acabar subrayando el hecho curioso de que Marías, lo mismo que hizo en Berta Isla, logra identificar su novela con una circunstancia del proceso de lectura o escritura. En Berta Isla sucede cuando Tupra le ofrece a Nevison una explicación del papel de los espías en la sociedad, comparándolos con los narradores en tercera persona. En la que nos ocupa identifica el estado de enamoramiento con el estado necesario para leer una novela.
"Cuando alguien está enamorado, o más precisamente cuando lo está una mujer y además es al principio y el enamoramiento todavía posee el atractivo de la revelación, por lo general somos capaces de interesarnos por cualquier asunto que interese o del que nos hable el que amamos. No solamente de fingirlo para agradarle o para conquistarlo o para asentar nuestra frágil plaza, que también, sino de prestar verdadera atención y dejarnos contagiar de veras por lo que quiera que él sienta y transmita, entusiasmo, aversión, simpatía, temor, preocupación o hasta obsesión. No digamos de acompañarlo en sus reflexiones improvisadas, que son las que más atan y arrastran porque asistimos a su nacimiento y las empujamos, y las vemos desperezarse y vacilar y tropezar. De pronto nos apasionan cosas a las que jamás habíamos dedicado un pensamiento, cogemos insospechadas manías, nos fijamos en detalles que nos habían pasado inadvertidos y que nuestra percepción habría seguido omitiendo hasta el fin de nuestros días, centramos nuestras energías en cuestiones que no nos afectan más que vicariamente o por hechizo o contaminación, como si decidiéramos vivir en una pantalla o en un escenario o en el interior de una novela, en un mundo ajeno de ficción que nos absorbe y entretiene más que el nuestro real, el cual dejamos temporalmente en suspenso o en un segundo lugar, y de paso descansamos de él (nada tan tentador como entregarse a otro, aunque sólo sea con la imaginación, y hacer nuestros sus problemas y sumergirnos en su existencia, que al no ser la nuestra ya es más leve por eso)"

miércoles, 9 de noviembre de 2022

MANDERLEY EN VENTA y otros cuentos - de Patricia Esteban Erlés



Patricia Esteban Erlés está considerada como una de las damas de la narrativa fantástica más reciente y con razón. Ahí están sus libros para dar cuenta de ello. Manderley en venta fue su ópera prima, publicada en 2008 y recuperada con mucho gusto en 2019. Once años después Esteban Erlés se enfrascó de nuevo en su libro, descartó algunos relatos e incluyó otros de un segundo libro, “Abierto para fantoches”. El resultado es brillante y coherente. Se puede decir que en el volumen ya estaban presentes muchos de los asuntos que caracterizan su narrativa: los espacios domésticos opresivos, el juego gótico y fantasmal, la irrupción de lo insólito en lo cotidiano, los personajes y conflictos con una fuerte impronta femenina y los miedos e inseguridades que tienen que ver con la locura o el fracaso existencial. El terror psicológico prima en cualquier caso, así como los miedos de la infancia. Aspectos que tendrán continuidad en colecciones de cuentos posteriores como Azul ruso (2010), Casa de Muñecas (microrelatos, 2012) o el más reciente Ni aquí ni en ningún otro lugar (2021), una colección de cuentos que recrean los de tradición oral, con sus ogros, hadas y princesas, pero que son reinterpretados de forma actual y sorprendente. Una joya que cuenta, además, con las inquietantes ilustraciones de Alejandra Acosta. En 2017 ganó el Premio Dos Passos con su primera novela, Las madres negras, publicada por Galaxia Gutenberg.

Desde los inicios de su carrera literaria, Esteban Erlés ha empleado el género fantástico como medio “para explorar y representar todo aquello que se nos escapa de la realidad y de la compleja interioridad del ser humano”, según su propia expresión. En Manderley en venta se citan resortes clásicos de la literatura fantástica como el acecho de la locura, el horror de la suplantación, la amenaza de espectros familiares o la fascinación por lo irracional.

El Manderley del título nos remite a la mansión de “Rebeca”, relato de Daphne de Maurier que el maestro Hitchcock llevó a la pantalla. Y ese espacio físico y mental de Manderley, donde irrumpe una opresiva presencia fantasmal, podría ser el resumen de este grupo de relatos. De hecho, uno de ellos se puede considerar una adaptación de ese clásico, pero con una protagonista infantil, “Historia de una breve alma en pena”.





Esta narración toma el punto de vista de una niña para relatar la tortura psicológica a la que le somete su abuela, la cual perdió a una hija con la misma edad de la protagonista. El recuerdo de Monsita está presente en cada rincón del enorme caserón que habita la abuela, igual que aquella difunta Rebeca de Winter. Cada verano la trastornada abuela reclama a la niña para imponerle los vestidos y juegos de Monsita, en un intento por revivir a su hija aun a costa de perturbar la salud emocional de la nieta.

La propia autora menciona que esta composición condensa todos los argumentos del libro, “el deseo y la culpabilidad, los homenajes a la literatura y cine gótico, el poder de los fantasmas y las casas donde las vidas se nos muestran”.
“Sabía que la tía Monsita me vigilaba con sus ojos tristes desde el retrato de la pared, cada vez que entraba en la alcoba de mi abuela para desearle las buenas noches. Por eso procuraba no mirar hacia la cabecera de la cama y salía de allí cuanto antes, aunque sabía que en ningún rincón de la casa lograría librarme de su presencia. Era difícil no pensar en Monsita, sobre todo teniendo en cuenta que mi abuela insistía, verano tras verano, en que ocupara su habitación. Yo no me atrevía a decir nada, pero me daba mucho miedo dormir en la misma cama donde la tía había agonizado, cuarenta años atrás. Además, siempre encontraba frías las sábanas de hilo al acostarme.”
Menos mal que este mecanismo de posesión cesa automáticamente cuando la nieta da el estirón y ya no le vale la ropa de Monsita: sólo entonces el lazo fantasmal se rompe.

Es habitual que los protagonistas de estos cuentos sufran el acoso de seres que están más allá de lo real, más si tenemos en cuenta que suelen ser personajes un tanto quebradizos, aquejados por vivencias frustrantes que les dificulta su adaptación a la realidad circundante.

Esa irrupción fantasmal que influye perturbadoramente en la vida del protagonista, e incluso amenaza con suplantarlo, es un asunto repetido en varios relatos. En “El Juego” una hermana gemela muerta persiste en su presencia junto a su hermana viva para atormentarla ordenándole cometer actos atroces. También en “Habitante”, la protagonista es invadida por el fantasma de la antigua propietaria de su piso justo cuando se pone una de sus prendas. Mientras que en “Línea 40” un doctor que acaba de saber que tiene cáncer se encuentra con una antigua compañera de estudios, lo que le hace desear poder cambiar su vida por la de ella... olvidando que hay que tener cuidado con lo que se desea. 
"La verdad es que en los últimos tiempos Laurita está muy pesada, pero mi padre no cree una palabra de lo que digo, y mamá se echa a llorar cuando acuso a Laurita de obligarme a hacer cosas. Claro, ellos no tienen que aguantar el juego de la muertita, si no también harían todo lo que ella les pidiera".
Otro de los territorios que los cuentos de Esteban Erlés visitan con más frecuencia son la infancia y el espacio doméstico: “Me ha interesado siempre la casa al modo de Shirley Jackson, entendiéndola como una jaula, como un espacio supuestamente amable para la mujer, pero que muchas veces puede ser cueva del terror, puede ser jaula y campo de concentración. Me interesa eso: que el lugar donde más segura te sientes sea justamente el que te impide crecer, el que te apresa”.

Todo ello está sin duda relacionado con la fuerte presencia femenina que se da tanto en las protagonistas de los relatos como en las amenazas que les acechan. En “Celebración” hay una poderosa madre castradora que impone un turbador ritual culinario a todas las novias de su hijo. Mientras que en “Una y otra” asistimos al enfrentamiento espectral entre dos mujeres de gran voracidad sexual que nunca se ven, pero sospechan su presencia y batallan sobre un hombre y su apartamento que comparten. Otro enfrentamiento quimérico entre dos mujeres se da en “Ada Neuman”, donde la protagonista ve amenazada su estabilidad emocional y familiar por la irrupción etérea de una enigmática mujer en su mismo bloque de viviendas.


Percibo en los relatos una especie de exploración para saber quién de verdad somos, indagando en nuestros miedos e inseguridades; pero también un cuestionamiento de nuestra percepción de lo real. Véase por ejemplo “Una y otra”, “Ada Neuman” o “Línea 40”; pero sobre todo lo apreciamos en "Cantalobos" donde un joven se hace pasar por loco para entrar en el psiquiátrico de Cantalobos y mantenerse junto a su amada recién ingresada... para acabar descubriendo allí sus propios demonios. 

El fantástico que nos ofrece Erlés es muy contemporáneo, no proviene de castillos encantados, ni fantasmas remotos. La amenaza se desencadena en un mundo moderno y cotidiano donde, sin previo aviso, irrumpe lo macabro para lograr un terror de índole psicológico, centrado en sobre todo en los propios miedos. 

La lectura de este libro me ha proporcionado unos cuantos momentos inquietantes. Me han gustado especialmente Historia de una breve alma en pena, Habitante, Línea 40 y El Juego, todos ellos bajo la amenaza de un sobrecogedor anfitrión. También me parecen excelentes Cantalobos y Me puedo hacer verdad  que, con gran lirismo, transitan por la fina línea que separa el amor de la locura. 






















Pero tengo que apuntar dos reticencias. Una tiene que ver con los cuentos netamente fantásticos que son de los que más he hablado aquí. Siendo inquietantes los encuentro un poco amables, echo en falta una mayor oscuridad y vitriolo. Quizá se trata de lo que la autora misma ha señalado: “En Manderley en venta y otros cuentos el mal se intuye, pero no se encara: la inquietud muchas veces es el paso previo al terror”. 

La otra reticencia es respecto al otro grupo de cuentos que no pertenecen al género fantástico, para mí menos interesantes, y que narran, en general, situaciones de pareja tan contemporáneas como las citas on line que consiguen tres amigos en "La más guapa del baile". También entran en este apartado "De culos y manzanas", "Vania" y, en el sentido que indicaré, "Una y otra" y "Celebración". Los encuentro un tanto impostados. Aquí el amor se vulgariza en ligue y detecto en ellos una especie de postureo en cuanto al sexo y las relaciones personales para subrayar su modernidad.

jueves, 17 de marzo de 2022

La LUZ PRODIGIOSA - de Fernando Marías



La luz prodigiosa es una novela corta con un enorme poso de nostalgia y emoción. La historia versa sobre el hallazgo que hace un periodista cuando acude a Granada para cubrir los actos del cincuentenario del asesinato de Federico García Lorca. A punto de irse tras reseñar la pompa y el halago institucional, el periodista encuentra en la estación de tren a un viejo pordiosero al que invita a una copa, devolviéndole éste el favor con una sorprendente exclusiva: Federico García Lorca no murió en agosto de 1936, él lo rescató con una herida de bala en la cabeza. 

La hipótesis no es descabellada pues es cierto que nadie vio nunca el cadáver del poeta y por eso el paraje de Víznar ha sido explorado cientos de veces y se han multiplicado los libros de investigación.

Fernando Marías tira de ese hilo hipotético para relatar una posible vida anónima de García Lorca como una persona amnésica. El anciano, antiguo repartidor de pan, referirá los trances que le llevaron a rescatar, hasta en dos ocasiones, a un Lorca desconocido y errático, condenado a una muerte en vida. El relato es un monólogo amargo y tiene ese inevitable tono melancólico de las confidencias peroradas en una estación de tren de provincias. Más que la historia del anónimo poeta, el anciano relatará la suya como una especie de memoria histórica de los escabrosos años de postguerra. 

Tras recogerlo malherido, logra llevarlo a su casa y curarlo, pero dado su estado catatónico, acabó dejándolo en un asilo al cuidado de una monja. Posteriormente y tras muchos años de perderle la pista se volvió a encontrar con el poeta, convertido en un mendigo y de nuevo agredido, en este caso por unos niños (arropados por sus padres, entre ellos un guardia civil). Lo vuelve a recoger y cuando están camino del Hospital Psiquiátrico donde quiere asentarlo, insospechadamente vuelven a pasar por el mismo lugar donde ocurrió el fusilamiento. Es ahí donde el poeta sufre el fogonazo de una revelación, da un grito de dolor inhumano y huye; desapareciendo para siempre.  

Paraje de Víznar donde ocurrió el fusilamiento de Lorca














Resulta increíble que una novela de poco más de 120 páginas  posea una intensidad dramática tan profunda. Las idas y venidas de la vida vuelven a colocar al mendigo y al poeta en el mismo paraje de Víznar después de muchos años y Fernando Marías logra captar el momento único y mágico del terremoto de la memoria. Un golpe de luz semejante a una supernova. 
"Se volvió y me miró. Enmudecí: el hombre que estaba frente a mí no era el mismo que un minuto antes se había parado a mirar el horizonte junto a la cuneta. Su expresión había cambiado de tal modo que la cara parecía otra. Ahora, una mirada intensa y lúcida salía con fuerza desde el fondo de sus ojos negros, una mirada que yo no conocía porque la había visto en una ocasión, cuando por primera y única vez, al poco de haber sido herido, el hombre despertó en medio de un grito espantoso. En aquel momento me aterrorizó porque entendí que estaba viendo el rostro de la Muerte. Pero ahora era peor: el ser invisible que acababa de sacudirlo era su memoria, que durante un segundo había resucitado". pág. 65
Este aluvión de la memoria no solo asalta al poeta, sino también a su salvador, precipitando sobre él la realidad macabra de una vida echada al garete. 
Me sentí completamente solo, y aunque era algo que siempre había buscado, tuve miedo, porque la imagen que me devolvía la pared de espejo del mesón, mientras tomaba una copa tras otra para serenar los nervios, era la de un hombre que no disponía ya de tiempo para echar marcha atrás y romper esa soledad que él mismo se había labrado: una soledad irreversible que le acompañaría ya para siempre. Vi con nitidez la triste verdad: tenía cincuenta y tres años y había desperdiciado mi vida.
Pero por encima de la anécdota personal de estos dos personajes, quisiera hablar de lo que logra Fernando Marías en estas páginas tan lúcidas y hermosas: captar el pálpito más secreto y doloroso de la vida. Eso que él llama La Luz Prodigiosa, ese momento cumbre donde sintonizas con el universo para acabar sintiendo que eres parte de una de sus leyes básicas; esa que dice que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.


Ese momento de transformación es la Luz prodigiosa, donde se entrecruzan la muerte, la memoria y la vida: toda la ebullición y la fragilidad en un solo instante. 
"... durante ese instante especial, preciso, en que comienza a amanecer y las partículas de luz sustituyen a las de oscuridad con una cadencia que es a la vez velocidad vertiginosa y extraordinaria lentitud, nos encontramos ante ella: la luz prodigiosa, dispuesta a obsequiarnos con su maravillosa virtud de permitir que nuestra imaginación se abra en libertad, viendo y sintiendo cosas para las que normalmente no está entrenada".
Posteriormente el anciano verá un documental en el que identifica finalmente al poeta granadino. Tratará entonces de encontrarlo para rehabilitarlo pero ha desaparecido. Intentará dar a conocer su historia, pero sin la prueba más palpable no encontrará ningún eco. De nuevo la amargura le impide redimir su vida: «lo único de alguna importancia que había hecho, lo único que justificaba mi vida, era haberlo salvado al comienzo de la guerra».
Incluso acude a un Congreso sobre Lorca donde se encuentra con que los expertos están más preocupados por vender sus libros sobre la muerte de Lorca que por descubrir la verdad (se puede adivinar a Ian Gibson en la figura de un afamado profesor extranjero). 

Las obra es una luminosa evocación de la memoria -asunto central en la obra de Fernando Marías- y con la reedición que el propio autor afrontó en 2016 (Ediciones Turpial) redondeó un libro maravilloso que ahora podemos leer en FCE. A la novela de 1992 le añadió un Epílogo sobre su propia germinación basado en recuerdos personales bajo el título de "La Memoria es una Novela". Leídos uno tras otro, novela y Epílogo, la obra adquiere una extraña plenitud que te hace sentir la punzante emoción de la vida y el seco dolor del espectro en que nos convertimos.

Marías cuenta es este Epílogo que la novela nació tres veces. La primera, el día en que Federico García Lorca fue asesinado; la segunda sólo unos meses más tarde, el 2 de diciembre de 1936, cuando Luis,  tío del autor y soldado republicano, murió a causa de un disparo en la batalla de Villarreal. La tercera y principal ocurrió un día entre 1976 o 1977 en el que un joven Fernando Marías, recién llegado a Madrid para estudiar Ciencias de la Información, vislumbra en la calle de la Montera a un mendigo de asombroso parecido con su tío. A pesar de regresar para interrogarlo, y de esperarlo en el mismo lugar durante muchos días posteriores, el mendigo jamás regresó.

Este hecho dispara la imaginación del joven escritor, quien llega a la conclusión de que el mendigo sería su tío Luis, quien pudo no haber muerto en la Guerra Civil. Quizá la herida le provocara una amnesia o demencia, que explicaría que nunca se hubiese vuelto a poner en contacto con los suyos y vagase por diferentes puntos hasta que la casualidad lo coloca frente a su propio sobrino en Madrid, cuarenta años más tarde.

Efectivamente La luz prodigiosa inicia la indagación del autor sobre las relaciones entre memoria y novela que culminaría veinticinco años después con los textos La isla del padre, Premio Biblioteca Breve 2015, y Arde este libro, editado hace pocos meses por Alrevés. Dos libros que afrontan con profundidad y desgarro la muerte de su padre, el primero; y la de su mujer el segundo, con la que compartió el amor y el abismo del alcohol.








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Fernando Marías Amondo era un director de cine frustrado que finalmente se dedicó a escribir novelas. Nació en Bilbao en 1958 y ha muerto recientemente en 2022. Se fue a Madrid a cumplir su sueño de estudiar Cinematografía. De entre sus guiones destacó precisamente el que escribió en 2002 sobre esta novela, La Luz Luminosa, con el que fue nominado a un Premio Goya. También firmó el guión de Invasor, un thriller de intriga política en medio de una acción bélica, filmado con su habitual ritmo y energía por Daniel Calparsoro, en 2012.
Marías ha ganado algunos de los premios literarios españoles más importantes con obras audaces e ingeniosas, destacando por encima de todos el Premio Nadal de 2001 por "El niño de los coroneles". También resultó ganador, en 2010, del Premio Primavera por su novela "Todo el amor y casi toda la muerte". Su novela de 2005 "El mundo se acaba todos los días" es una inmersión honesta y escandalosa en las pulsiones suicidas de la adicción y también se lee como una revisión de la historia del Dr. Jekyll y Mr. Hyde en un Madrid postcontemporáneo. Además, también fue capaz de escribir para el público Infantil y Juvenil, cuyo Premio Nacional de 2006 ganó con la novela "Cielo abajo".

En este mismo blog he reseñado la muy notable novela Esta noche moriré, en la que un muerto nos arrastra a una feroz venganza.

sábado, 5 de junio de 2021

LAGO NEGRO de TUS OJOS - de Guillem López




Guillem López vuelve a demostrarnos que está muy capacitado para ofrecernos obras sorprendentes y sumamente inquietantes, dentro de la fantasía y la ciencia ficción. En este caso no se arredra al penetrar en el terror cósmico que alumbrara el maestro Lovecraft. Además no nos entrega una novela al uso, sino que la narración adopta el formato de la descripción de un cómic disparatado y perturbador; dibujado por un ser quebrantado, que se ha asomado a la oscuridad de su mente y al de una extraña laguna.

El arranque de la novela ya es de por sí intrigante: Tras un inexplicable fenómeno conocido como «El Incidente» han brotado sobre la faz de la Tierra más de cien lagunas misteriosas, entre las cuales la mayor se encuentra en el pueblo valenciano de El Clot. Aunque los instrumentos dicen que tiene una profundidad uniforme de sesenta centímetros, a través de la superficie se entrevén estrellas y planetas como si se tratase de un portal a mundos lejanos. Contemplarlo es a la vez hermoso y sobrecogedor. Quien se zabulle allí desaparece para siempre. La existencia de la laguna es un enigma gigantesco repleto de misterios y paradojas. La situación hace que sobre esta población se propaguen dos plagas, la de los turistas que anhelan asomarse a la laguna y la de todo tipo de bichos, moscas y mosquitos que llegan a oscurecer el aire.



Hasta allí llega Carla Babiloni, una periodista que se crio en El Clot, pero acabó huyendo tras una tragedia familiar. Ahora vuelve para llevar a cabo un reportaje sobre la laguna e investigar la desaparición de una actriz de renombre. La historia de Carla es un ajuste de cuentas con el pasado y también un viaje hacia la destrucción. Allí no sólo deberá enfrentarse a policías corruptos, a una agencia de seguridad mundial y a fanáticos sectarios; también a sus propios miedos y temores acechados por funestas profecías.
"¿Para qué ha vuelto, realmente? ¿Para encerrarse entre cuatro paredes? Ahora lo sé. Ya lo he descubierto. Pensamos la vida como una línea temporal en la que irrumpen los acontecimientos, pero eso no es del todo cierto. Hay cosas que te persiguen, puertas que no se cierran de ninguna manera. Al final resulta que vivimos huyendo, como en una pesadilla de esas en las que corres pero no avanzas hasta que mueres y despiertas y te libras del sufrimiento. Hay que verlo así. Mi psiquiatra odia esa metáfora. pág. 67
Aunque la protagonista es Carla, la historia está narrada por Bernat, un antiguo novio que ahora ejerce de exterminador y es un asiduo del psiquiatra. Un narrador apasionado por los cómics que, por prescripción psiquiátrica, traslada su percepción de los hechos a viñetas que luego nos relata. La narración se convierte así en algo visceral y caótico, donde caben tanto hechos como delirios, reflejo cierto de su propia mente. Se puede decir que el dibujante/narrador no sabe dilucidar si los eventos que ilustra son verdad o ficción, llegando a verse a sí mismo desde fuera.
"A partir de aquí, en los dibujos, la perspectiva viaja fuera. Mi psiquiatra dice que es una manera de proyectar el trauma, algo así como una evasión. En cierta manera, fui testigo de lo que les pasó a Bernat y a Carla. De lo que supongo que les pasó porque, al fin y al cabo, incluso la memoria es una ficción, como mis dibujos, y no sé en qué parte establecer una frontera entre lo real y lo que mi mente -presa de ansiedad y víctima de una droga desconocida- añadió al relato de la sucedido." pág. 111
No encontraremos en Bernat un narrador fiable. La verosimilitud de su relato es tan frágil como su mente, llegando a admitir que muchas veces dibujó escenas que no presenció...lo cual no quita que ocurrieran de verdad.
"Me convertí en un hado del destino, una fuerza de la naturaleza que se oponía a otra fuerza mayor: la vida y sus consecuencias. En El Clot tenemos un exceso de vida. la otra vida: la que molesta y no te deja echar la siesta, la que no queremos ver en nuestra sopa. La laguna atrae a los insectos de kilómetros a la redonda. Nadie sabe por qué. Yo tengo una teoría, pero no la voy a explicar ahora porque no viene a cuento. La cuestión es que nos convertimos en parte de una narrativa superior; algo que no podemos comprender nos ha elegido para un propósito también incomprensible. De alguna forma, al dibujar aquellos insectos retrataba a mis vecinos y amigos y sus problemas cotidianos. Tengo una maleta llena de libretas y cuartillas con dibujos. Son una crónica vecinal, un diario en el que la realidad se camufla de ficción. Quizá algún día me decida a publicarlo. Lo que quiero decir es que, a veces, dibujaba escenas que no presencié, con personajes verídicos y que, quizá, así, de alguna forma se convirtieron en reales. Creo que, al dibujarlas, hice verdad muchas de las cosas que pasaron." pág. 25
De este modo Bernat acaba por centrar el interés de la novela y no por nada es el exterminador del pueblo. "Abrí la puerta y fumigué. Mátalos a todos, dijo Carla, a todos.". Él es quien limpia insectos y excrecencias para intentar dilucidar lo que hay detrás; pero lo que encuentra es tan ominoso que no puede relatarlo con palabras. Por eso utiliza las viñetas como pequeñas ventanas por donde atisbar algo que no sabe qué es, si el horror cósmico que acecha a través de la laguna o el pozo de su mente que se desintegra. La trama se adentra por terrenos insólitos terminando por sumergirse en un horror innominado. Aunque para Bernat “el auténtico horror —suyo, mío y de todos— es descubrir que estás lleno de oscuridad”.


Bernat también es el nexo entre los distintos planos que explora la novela. En el más superficial encontramos la realidad cotidiana del pueblo, una madriguera llena de envidias y codicia: "De alguna forma, al dibujar aquellos insectos retrataba a mis vecinos y amigos y sus problemas cotidianos"; para seguir con el dolor que traspasa algunas vidas (la de Carla, la de Bernat o la de Martina, la mujer ucraniana que acudió a El Clot porque quiere unirse a su hermana "al otro lado, donde hay paz"). Mientras que el plano más profundo es un magma caótico y fragmentario donde se mezclan engendros primordiales convocados por fanáticos creyentes con los propios demonios que arrastran a Bernat a las simas de la locura. Guillen logra aquí capítulos memorables, creando una simbiosis entre el caos mental de Bernat y la percepción del lector. Para conseguirlo no duda en jugar con formatos y tipografías, rompiendo los párrafos y superponiéndolos hasta hacer que el texto manifieste toda la tensión emocional del narrador.
"Es parte de mi trabajo: enfrentarme a los engendros informes que habitan bajo la cama. Los monstruos de nuestro prójimo. Los míos. A veces pienso si los pecados de uno de los nuestros son los pecados de todos; si permanece en la memoria colectiva la cicatriz que deja la maldad y ejerce como lastre que nos hunde. Náufragos de la vida por el plomo de los errores ajenos". pág. 68
Una de las páginas de la novela
La obra, como se ve, es rica en metáforas y símbolos más allá de identificar a los turistas con los mosquitos. Los personajes luchan contra traumas, vacíos existenciales y un arraigado sentimiento de culpa, mientras son amenazados por sociedades secretas adoradoras de deidades primordiales.

Obra muy original, de prosa potente y fresca, consigue una ambientación extraordinaria que nos traslada a un mundo que parece caducar; mientras el misterio va creciendo hasta adquirir los tintes de una pesadilla lovecraftiana. 







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Guillem López (Castelló, 1975) es autor de Challenger (Ed. Aristas Martínez, 2015), en la que retrata una multitud de universos que se entrecruzan la mañana en que tuvo lugar el accidente del transbordador espacial del mismo nombre. La polilla en la casa del humo (Ed. Aristas Martínez, 2016) y Arañas de Marte (Ed. Valdemar, 2017), donde dibuja un drama familiar con el telón de fondo del funcionamiento cuántico del cerebro humano, un viaje desgarrador al abismo de lo probable y al horror ante la revelación de que vivimos una mentira y no somos más que una sombra en el muro del tiempo.