Luna Park es una historia negra de amor y traición que se enrosca en una pesadilla recurrente a través de las épocas más sangrientas y violentas del siglo XX en Rusia: la revolución de los bolcheviques, las guerras mundiales y la salvaje guerra de Chechenia.
Baker y Zezelj han compuesto una novela gráfica adulta y exigente, con una trama de arquitectura muy elaborada y un desarrollo narrativo de primera magnitud.
Alik Strelnikov es un antiguo soldado ruso que huyó asqueado de la Guerra de Chechenia para acabar de matón a sueldo en la mafia rusa de Coney Island. Los traumas de la guerra y la culpa mezclados con las drogas y una enfermiza relación con una prostituta y adivina llamada Marina, sumen a Alik en una espiral de pesadillas que abarcan diversos pasados alternativos donde se repite el esquema de la misma tragedia.
El comienzo es el clásico en las historias noir. Un matón agrede a una mujer exigiendo el pago de una deuda, trabaja para un pequeño mafioso que está siendo acosado por otro más poderoso, Feliks Zhelezo. Su vida es un fiasco total y sólo las drogas le ayudan a consumir los días. Huyó de Rusia para ser libre y feliz pero cayó en otra trampa. Su historia tiene un fiel reflejo en las oxidadas atracciones de Coney Island, cuyas gigantescas sonrisas invitan a la burla y el fracaso.
Pero cuando todo indica que vamos a leer una historia de mafias en Brooklyn, la línea narrativa se fractura en relatos alternativos que se conjuran entre ellos como un sueño febril. Nadie se puede sentir engañado, puesto que desde la primera viñeta ya se nos presenta una imagen alegórica que será recurrente y una cartela que nos avisa: "Todos los días él intenta escapar de la pesadilla...pero ella siempre lo encuentra". Las 158 páginas siguientes se dedican a bucear en ella.
El escenario del Luna Park en Coney Island y la pitonisa contándole las historias que esconden sus cartas del tarot, sientan las bases para adentrarnos en el terreno de los sueños y la irrealidad. Como si fuese un mazo de cartas las historias se amontonan sobre la mesa: la terrible leyenda de Olga, la Gran Reina de Kiev; la historia del príncipe renegado que traiciona al ejército ruso con el gran Khan, la traición a los decembristas que fueron acribillados en San Petersburgo, bajo la estatua ecuestre de Pedro el Grande y las propias historias del padre y del abuelo (en la Guerra Mundial y en la guerra de Chechenia) suplantados por un alucinado Alik nos envuelven y fascinan.
Todas las historias de traición que asolan la Historia de Rusia se mezclan con la del propio Alik, que tanto en Chechenia como en Coney Island, repite el intento de convertirse en héroe y salvar a su amada, para acabar provocando -irremisiblemente- su desgracia: "¡una gran sinfonía de muerte y traición! ¡Las caras cambian, pero la música que permanece siempre es la misma!", le escucha decir a la adivina un Alik que ya no sabe ni quién es ni donde está.
La narración de todas estas historias en diversas líneas temporales es sencillamente magnífica. La cabeza de Alik bulle como si estuviese pasando las cartas del tarot, con todos sus sueños y arcanos, hasta hacerle perder el pie de la realidad.
Esa complejidad en el relato y su intensidad dramática son la gran baza de esta primera novela gráfica escrita por Kevin Baker, novelista célebre por Dreamland. Pero el éxito en el empeño no hubiera sido posible sin el desgarrador arte de Danijel Zezelj y los colores de Dave Stewart. El apartado gráfico posee una potencia visual y una narratividad extraordinaria. Es lírico y brutal. El dibujo, lleno de sombras, llega a ser expresionista y acentúa el carácter atormentado y onírico de la historia.
La novela con sus muchas capas y paralelismos resulta absorbente y tiene la capacidad de regalarnos una faceta más. Siendo así que comienza y termina con sendas viñetas que reproducen iconos de la historia reciente norteamericana; todas las historias que se entrelazan en su interior son netamente rusas.
Más todavía.
A poco que se escarbe se descubre, con asombro, que toda la novela gráfica es un homenaje literario a un gran poema clásico ruso, El jinete de bronce, de Pushkin; y no sólo porque aparezcan un puñado de citas rememoradas por el protagonista.
Recordemos que El jinete de bronce (1833), es un poema narrativo de 481 versos, tan dramático como atormentado, que tiene como escenario principal la inundación que asoló San Petersburgo el 7 de noviembre de 1824. En el épico prólogo se describe la ciudad y su azarosa fundación en un paraje natural inhóspito. Una ciudad construida en un estuario salvaje y que 1.700 simplemente no existía. El protagonista es un pobre funcionario que en esa noche aciaga pierde a su prometida Parasha. Este hecho le hace caer en una locura desesperada de la que sólo se recupera cuando en uno de sus vagabundeos lunáticos se encuentra a los pies de la estatua. Entonces la increpará violentamente hasta que, irritada, cobrará vida para perseguir al perturbado a la luz de la luna.
Sin lugar a dudas el protagonista del poema, Yevgueni, se refleja en Alik, su destino y sus circunstancias. Ambos son perseguidos por la alucinación de un caballo, ambos pierden trágicamente a su amada, ambos se revuelven, en su desesperación, contra el poder. Del mismo modo que el poema al que homenajea, la novela progresa desde la violencia extrema (de la naturaleza en uno o de las guerras en otro) a la angustia y la locura del protagonista que se ve atrapado en una espiral de tragedia.
Por el medio podremos disfrutar de narrativas fractales y páginas llenas de una plasticidad oscura y abrumadora.
No te la pierdas.
Pero cuando todo indica que vamos a leer una historia de mafias en Brooklyn, la línea narrativa se fractura en relatos alternativos que se conjuran entre ellos como un sueño febril. Nadie se puede sentir engañado, puesto que desde la primera viñeta ya se nos presenta una imagen alegórica que será recurrente y una cartela que nos avisa: "Todos los días él intenta escapar de la pesadilla...pero ella siempre lo encuentra". Las 158 páginas siguientes se dedican a bucear en ella.
El escenario del Luna Park en Coney Island y la pitonisa contándole las historias que esconden sus cartas del tarot, sientan las bases para adentrarnos en el terreno de los sueños y la irrealidad. Como si fuese un mazo de cartas las historias se amontonan sobre la mesa: la terrible leyenda de Olga, la Gran Reina de Kiev; la historia del príncipe renegado que traiciona al ejército ruso con el gran Khan, la traición a los decembristas que fueron acribillados en San Petersburgo, bajo la estatua ecuestre de Pedro el Grande y las propias historias del padre y del abuelo (en la Guerra Mundial y en la guerra de Chechenia) suplantados por un alucinado Alik nos envuelven y fascinan.
Todas las historias de traición que asolan la Historia de Rusia se mezclan con la del propio Alik, que tanto en Chechenia como en Coney Island, repite el intento de convertirse en héroe y salvar a su amada, para acabar provocando -irremisiblemente- su desgracia: "¡una gran sinfonía de muerte y traición! ¡Las caras cambian, pero la música que permanece siempre es la misma!", le escucha decir a la adivina un Alik que ya no sabe ni quién es ni donde está.
La narración de todas estas historias en diversas líneas temporales es sencillamente magnífica. La cabeza de Alik bulle como si estuviese pasando las cartas del tarot, con todos sus sueños y arcanos, hasta hacerle perder el pie de la realidad.
Esa complejidad en el relato y su intensidad dramática son la gran baza de esta primera novela gráfica escrita por Kevin Baker, novelista célebre por Dreamland. Pero el éxito en el empeño no hubiera sido posible sin el desgarrador arte de Danijel Zezelj y los colores de Dave Stewart. El apartado gráfico posee una potencia visual y una narratividad extraordinaria. Es lírico y brutal. El dibujo, lleno de sombras, llega a ser expresionista y acentúa el carácter atormentado y onírico de la historia.
La textura sucia del dibujo juega con elementos mínimos de color para diferenciar la actualidad de los recuerdos o distintos estados emocionales. Las viñetas bélicas tienen una textura seca y áspera, mientras que los recuerdos de infancia del emigrante Alik tienen un color dorado más amable.
Más todavía.
A poco que se escarbe se descubre, con asombro, que toda la novela gráfica es un homenaje literario a un gran poema clásico ruso, El jinete de bronce, de Pushkin; y no sólo porque aparezcan un puñado de citas rememoradas por el protagonista.
Recordemos que El jinete de bronce (1833), es un poema narrativo de 481 versos, tan dramático como atormentado, que tiene como escenario principal la inundación que asoló San Petersburgo el 7 de noviembre de 1824. En el épico prólogo se describe la ciudad y su azarosa fundación en un paraje natural inhóspito. Una ciudad construida en un estuario salvaje y que 1.700 simplemente no existía. El protagonista es un pobre funcionario que en esa noche aciaga pierde a su prometida Parasha. Este hecho le hace caer en una locura desesperada de la que sólo se recupera cuando en uno de sus vagabundeos lunáticos se encuentra a los pies de la estatua. Entonces la increpará violentamente hasta que, irritada, cobrará vida para perseguir al perturbado a la luz de la luna.
Sin lugar a dudas el protagonista del poema, Yevgueni, se refleja en Alik, su destino y sus circunstancias. Ambos son perseguidos por la alucinación de un caballo, ambos pierden trágicamente a su amada, ambos se revuelven, en su desesperación, contra el poder. Del mismo modo que el poema al que homenajea, la novela progresa desde la violencia extrema (de la naturaleza en uno o de las guerras en otro) a la angustia y la locura del protagonista que se ve atrapado en una espiral de tragedia.
Por el medio podremos disfrutar de narrativas fractales y páginas llenas de una plasticidad oscura y abrumadora.
No te la pierdas.
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