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sábado, 17 de junio de 2023

THE SPLIT - creada por Abi Morgan


HANNAH y SUS HERMANAS.-
The Split es una serie de abogados cuyos protagonistas sólo visitan los juzgados una vez por temporada. Y parece más que suficiente; porque aquí lo que interesa es el drama familiar y amoroso de las hermanas Defoe, dos de ellas abogadas de referencia para causas de divorcio.

El drama está ambientado en el complejo y vertiginoso mundo de los divorcios de alto standing en Londres. El ritmo y las tramas legales que se desarrollan en el bufete nos entretienen por su actualidad (VIPs, maternidad subrogada, acuerdos prematrimoniales, etc.); pero las tramas que dan continuidad y viveza a la serie las proporciona la propia familia Defoe con sus vidas y aflicciones. Son tres hermanas, Hannah (Nicola Walker), Nina (Annabel Scholey) y Rose (Fiona Button), a las que se une su formidable madre Ruth (Deborah Findlay) creadora de la saga Defoe y del bufete del mismo nombre que brilla en el olimpo de Londres para casos de divorcio. 

Ruth es una madre soltera, fuerte y controladora. Se sobrepuso al abandono de su marido hace ya treinta años y creó el bufete con sus hijas bajo el lema "nosotras cuatro contra el mundo". Pero su personalidad es tan absorbente que Hannah acaba de huir a una firma de mayor tamaño buscando su propio espacio... y ¡qué casualidad! allí trabaja Chistie (Barry Atsma), un antiguo amante al que abandonó justo antes de casarse con Nathan y formar una familia ejemplar. Para completar el cuadro el padre de las Defoe ha vuelto de Nueva York e intenta contactar con ellas; aunque tras el fiasco de su abandono ninguna acepta verlo.



La serie es brillante sin ninguna duda y lo mejor del espectáculo es ver cómo la escritora Abi Morgan (creadora de series tan maravillosas como River o The Hour y guionista de películas como Shame, Sufragistas o la Dama de Hierro) nos sumerge con dinamismo y encanto en las complicadas relaciones personales y laborales de sus protagonistas. Las Defoe nos enamoran con su éxito profesional y sus vidas bulliciosas e imperfectas. Ellas nos regalan una inmensa gama de sentimientos en conflicto y cambios de humor. 

Me gusta mucho apreciar los trazos que sigue el guión, ver cómo surge una idea que va afectando a un personaje y luego a otro hasta que explota: Nina es una cabeza loca que se ha quedado embarazada sin desearlo y duda si abortar. Habla con Hannah para que le asesore. Ésta le cuenta su experiencia, cuando tuvo que hacerlo a los pocos meses de casarse. Hasta aquí todo normal. Pero luego Nina se cruza con Christie, habla de su embarazo y del aborto que afrontó Hannah casi recién casada. Entonces él recuerda la noche que estuvieron juntos antes de la boda y sospecha si aquel hijo era suyo. ¿Abortó Hannah por su cuenta sin decirle nada? 
¡Oh, cómo se complica todo y qué gozoso es!

La serie aporta una visión dolorosa, contemporánea y realista de las relaciones afectivas, desarrollando una abundante variedad de registros. Las abogadas desprenden elegancia y magnetismo y en cada caso de divorcio que afrontan asistimos a un retrato adulto de toda una gama de emociones: amor, miedo, egoísmo, venganza, deseo y siempre la amenaza de un corazón roto en busca de la felicidad. Los diálogos son muy vívidos y no falta el humor. Juega a su favor la sólida construcción de las tramas y unos personajes adultos, modernos y creíbles que exploran las múltiples capas que hoy en día albergan las relaciones personales.



Hannah es la mayor y “siempre hará lo correcto”, como no se cansa de repetir su madre. Siempre ponderada y muy responsable, este equilibrio a veces la consume haciéndole acariciar la idea de rebelarse. Desearía ser más impetuosa y menos juiciosa, vivir la vida con mayor intensidad. El hecho de que conviva con Christie todos los días, será una tentación permanente. Ha construido una familia ideal con Nathan (Stephen Mangan), un tipo atractivo y también de exitosa carrera. Pero la vida moderna está llena de celadas. Un día, un tabloide hace explotar un escándalo: una web de citas es hackeada y los nombres de los más de 100.000 usuarios, entre los que se cuentan empresarios y políticos, son publicados. Oh ¡entre ellos está el nombre de Nathan! Esta es otra característica que abunda en la serie, la actualidad de su temática y el impacto de las nuevas tecnologías.

Este engaño hace que el equilibrio permanente de que hace gala Hannah esté a punto de romperse. De pronto las crisis, ruindades y traiciones con que lidian sus clientes penetran en su propia vida. Sin embargo, esta situación de vulnerabilidad que afecta a Hannah hace que nos atraiga más y que nos sintamos más cerca de ella. Además, Nicola Walker* le aporta al personaje una enorme pausa y profundidad que la convierten en la reina de la función. Recordemos que Walker es una excelente actriz de teatro y su estilo contenido y luminosa mirada son de los que atrapan.

La siguiente en el escalafón es Nina (Annabel Scholey), también abogada, pero de espíritu más libre que su hermana mayor y con una vida íntima que roza lo caótico. Es una voraz consumidora de hombres. Ella misma llega a decir que “no sabe con quién se va a acostar la semana que viene”; pero que acostarse se va a acostar. Muchas veces le recrimina a Hannah lo seria que es; aunque siempre están muy unidas. Ambas cuidan de la hermana menor, Rose (Fiona Button), una inocente joven que acaba de prometerse con un tipo tan agradable como simple (Rudi Dharmalingam) ante quien no deja de tener dudas. Rose es la indefinida de la familia, no sabe qué quiere hacer con su vida ni con su matrimonio por lo que sus crisis son periódicas.

Paradójicamente The Split (La separación) de lo que más y mejor habla es del amor; de ese fulgor que orienta nuestras vidas mientras sufre constantes marejadas de miedos, malentendidos y mentiras. Para desarrollar este tema tan universal nada mejor que contar con personajes carismáticos, complejos y creíbles que nos muestran sus deseos, secretos y vulnerabilidades. Todo ello aderezado con las argucias y recursos legales más sofisticados. Al fin y al cabo, las Defoe son unas fieras defendiendo a sus clientes y son de las que opinan que la familia es una carga de la que sólo puedes decidir cómo llevarla. Lo cual me hace recordar a Groucho Marx cuando razonaba que la primera causa del divorcio es el matrimonio.



En este sentido cabría decir que la serie tiende a lo sentimental, lo cual es cierto, pero en ningún caso cae en la ñoñería. Su complejidad emocional es su mejor pasaporte. También podríamos discutir si lo que vemos en pantalla no es más que una telenovela sobre gente privilegiada que viste unos outfits fastuosos y tiene unas casas y oficinas envidiablemente lujosas. Pero creo que eso forma parte del espectáculo y que Hannah y sus hermanas aportan una experiencia muy vital y emocionante.

Como contrapunto a la vida sentimental de estas hermanas, los casos que afrontan en el bufete ilustran problemas clásicos de pareja, pero bajo el prisma de hoy en día y el impacto de las nuevas tecnologías. En la T1 cada episodio refleja un caso y sus asuntos son tan controvertidos y actuales como la eutanasia, la maternidad subrogada, la custodia de los hijos de un famoso comediante, las negociaciones prenupciales entre una estrella de fútbol y su prometida o un VIP que pelea con su ex por los embriones congelados.

En cambio, la T2 opta por un solo caso que se prorratea a lo largo de sus 6 episodios, el del control coercitivo y maltrato psicológico al que somete un marido y productor televisivo a su mujer y presentadora de TV, Fi Hanson (Donna Air). Ahí se apunta la enorme dificultad psicológica que sufre una mujer para romper con su maltratador, incluso siendo famosa e independiente económicamente.









Vuelvo al seguimiento de los trazos del guión. La segunda temporada tiene la curiosa característica de que, dado que Hannah está separada –aunque no divorciada- e inicia una aventura con Christie, todas las conversaciones que tiene en el bufete sobre sus casos, entrañan una doble lectura en la que ella misma se ve reflejada. Delicioso. El hecho de que te cruces constantemente con tu previsible amante en el bufete provoca una tensión sexual indisimulada que hace sentirse a Hannah tan feliz como culpable.

Como curiosidad señalar que en esta temporada 2 el equipo de abogados del bufete acude a la Facultad de Derecho para desarrollar un juicio simulado ante los alumnos. El caso que exponen es semejante al del Coronel Chabert, la obra de Balzac, sobre las dificultades que afronta un hombre dado por muerto cuando intenta volver a su vida... Humm. También resulta muy curiosa la presencia un tanto cómica de un obispo cuya lista de deseos nos hace reflexionar sobre el cruce entre la fe y el amor.


























Con la Temporada 3 concluye este festival y la noción de final impregna los episodios ya que varios de los casos tienen que ver con la muerte. Asimismo, el matrimonio de Hannah y Nathan está a punto de concluir, intentando ellos mismos demostrar si es posible acordar un buen divorcio. La serie se sitúa diez meses después de la separación, justo cuando están a punto de firmar los papeles... aunque ellos siguen acosados por las dudas y aferrados a todo lo que aún tienen en común. Sin embargo, la revelación de un secreto situará a la pareja en un nuevo punto que les ayudará a tomar decisiones.

Una serie muy notable para navegar por los laberintos de la pareja. 






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Nicola Walker también aparece en series tan excelentes como River y Unforgotten.
** The Split consta de 3 temporadas de 6 episodios cada una. Las dos primeras están disponibles de forma gratuita en RTVE Play; mientras que en Filmin está la serie completa.

lunes, 16 de noviembre de 2020

GOLIATH T1 - creada por David E. Kelley y J. Shapiro

Amazon Prime - T1, 2016



Una de abogados. Uno de mis placeres.
Me gusta la pelea, la dialéctica, los trucos legales, las trampas, el corsé de la ley, los alegatos y las traiciones. Dicen que lo que hace grande al ajedrez es porque en esa batalla entre 2 reyes y 2 ejércitos sobre un tablero está representado el mundo y toda su historia. Creo que podría decirse lo mismo de una buena película o serie de abogados. Ahí está todo el género humano con sus fortalezas y debilidades, con el ánimo civilizatorio representado por la ley y el espíritu torticero del ser humano que busca ventaja para sus intereses. Todo un ritual condicionado por el carácter y las interpretaciones de jueces y abogados y por el fuego cruzado de testigos y argumentos.  

Encima los creadores de esta serie son dos guionistas fabulosos que conocen muy bien el percal. David E. Kelly era ya un abogado que bajo la tutela de Steven Bochco aprendió el oficio en la ya clásica "La Ley de Los Ángeles". Posteriormente ha creado series tan reconocibles como "Picket Fences" o "Ally McBeal". Por su parte Jonathan Shapiro también es abogado y de hecho ejerció durante muchos años, llegando a ser ayudante del fiscal federal en California. En 2000 Kelley le invitó a curtirse como guionista en su serie "El abogado" y posteriormente han colaborado en "Boston Legal". 

David E. Kelley es un guionista y creador de series formidable. Ahí están Ally McBeal, Mr. Mercedes y Big Little Lies para demostrarlo. Sus personajes son creíbles, afrontan todo tipo de problemas legales y morales, sin eludir sus contradicciones y debilidades. Sus diálogos son rápidos y directos. Sus tramas suelen recorrer situaciones muy actuales revelando sus luces y sombras. En sus dramatizaciones caben lo más crudo y avieso del juego político, la emigración, el racismo o la violencia de género. Ver sus series no sólo entretiene sino que también nos ilustra sobre nuestro enfangado mundo actual. 























En Goliath sus dos creadores se centran en la figura de un abogado brillantísimo, Billy McBride (Billy Bob Thorton), que llegó a crear junto a su socio uno de los bufetes más poderosos de Los Angeles; pero que, por un problema de conciencia, entró en barrena y terminó alcohólico, despachando sus asuntillos de tres al cuarto en la barra del bar donde prácticamente vive. 

Un día se cruza con una abogada de pequeños asuntos que le propone llevar un caso de muerte imprudente de un trabajador. El reto es mayúsculo. La empresa demandada es Borns Technologies, una poderosa corporación que fabrica material armamentístico para el Gobierno, y su bufete defensor es el que él mismo creó, "Cooperman&McBride", dirigido por su antiguo socio y hoy enemigo, Donald Cooperman (William Hurt). Un David contra Goliath en toda regla que reactiva sus viejos instintos legales.

Billy no busca la redención, para él es imposible. En su brillante ejercicio de letrado libró a un asesino de ir a la cárcel. A los pocos meses volvió a asesinar, en este caso a una familia entera. Billy no pudo soportarlo. Su particular descenso a los infiernos le ha llevado a una vida anegada en alcohol y a la ruptura con su mujer Michelle (María Bello) que se quedó en el bufete como socia y mantiene las distancias, mientras su hija intenta rescatarlo sin mucha suerte. El único colega que le aguanta es su Ford Mustang de 1966 color Candyapple Red *, un coche de coleccionista que sufre junto al abogado todas las tropelías y amenazas (en una ocasión lo llenan de cabezas de pescado y sangre)  que le lanza el amenazante Goliath.



Yo diría que la serie se apoya en tres personajes muy característicos. Por supuesto el abogado cínico y alcoholizado que nos transmite credibilidad y empatía; pero su socio y enemigo no le va a la zaga en claroscuros. Cooperman es un tipo turbio y enigmático que exuda poder. Vive enclaustrado y prácticamente a oscuras en la última planta de su bufete, vigilando por circuito cerrado todo lo que es de su interés. Desde allí vigila a cada abogado, reunión y despacho; desde allí sigue los juicios en directo y desde allí mueve los hilos de un emporio que esconde una enorme sentina. 

En tercer lugar colocaría a Patty Solís-Papagian (una gran Nina Arianda), la abogada que engancha a Billy al caso y que, pese a su escasa experiencia legal, demuestra un desparpajo entre vulgar y callejero que la convierte en una fuerza imparable. Ella no se corta ante nada ni nadie y será el pegamento del peculiar equipo de Billy que incluye a una joven administrativa, Brittany Gold (Tania Raymonde) que ejerce esporádicamente la prostitución porque de Billy saca poco. 

A pesar de que los dos gallos de la función son masculinos, el elenco abunda en personajes femeninos modernos, independientes y muy bien desarrollados. No solo está la mujer de Billy que lidia entre dos fieras, también está Callie (Mollie Parker), la mejor leona del bufete, que sale a la caza de Billy con la ayuda de una joven arribista (Olivia Thirlby) que está echando todas las horas del mundo en la preparación del caso y si es necesario en la cama del jefazo.


A pesar de que Patty busca una indemnización rápida y segura, Billy se percata desde el principio de que el asunto tiene una gran envergadura. Sus pequeñas victorias iniciales le ratificarán que la causa que han abierto puede ser letal. Ni la Corporación, ni Cooperman, ni tan siquiera el juez le van a dar ningún cuartel.... y ahí es donde más brilla el desahuciado Billy. El juego legal es lo suyo. Él sabe aprovechar cada recoveco de la ley y sus trámites... si vive para contarlo. 

En ocasiones se percibe que la pelea va del que busca la Justicia con mayúsculas contra los que la utilizan como negocio y están dispuestos a lo que sea por ganar. De hecho ése fue el germen de la serie. Cuando Kelley y Shapiro colaboraban en “Boston Legal”, empezaron a barajar la idea de una serie sobre el gigantismo desproporcionado de algunos bufetes que acababan convertidos en verdaderos lobbys de poder. De ahí que más allá de lo predecible que tiene la serie, un abogado fracasado pero carismático y una vasta conspiración, el título remite a esas grandes firmas de abogados que arrasan con cualquier debate ético que se cruce con sus intereses económicos y corporativos. 

Finalmente subrayar la estructura de Goliath. Del mismo modo que en la serie Unforgotten, un único caso ocupa toda la temporada, lo que nos permite profundizar y disfrutar de los detalles y procedimientos que pone en juego cada bando.

 



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*Candyapple Red es un nombre/código que los fabricantes de autos utilizan para definir un tono rojo similar a las manzanas cubiertas de dulce

lunes, 17 de junio de 2013

The Good Wife

de Michelle King y Robert King


Haciendo caso de una InCitación, estoy acabando de ver la tercera temporada de esta serie y no puedo dejar de escribir un encendido elogio. Sus personajes y tramas son tremendamente consistentes y derrochan sin parar dramatismo y viveza.

Aparte de los casos que apunta cada capítulo, la serie se centra en las batallas que enfrentan al bufete Lockhart&Gardner con la fiscalía. El sustrato que la anima en general es la historia de Alicia Florrick (Julianna Margulis), abogada del bufete a la vez que esposa del que fue Fiscal del Estado; ya que la serie comienza con un escándalo sexual y político del que dicho fiscal resulta preso. Alicia elige no separarse, educar a sus dos hijos y trabajar en el bufete de su antiguo compañero de estudios Will Gardner (Josh Charles). En la primera temporada asistimos a las intrigas del fiscal titular para hundir definitivamente a Peter Florrick (Chris Noth) y a los intentos de éste por salir indemne y recuperar a su mujer. En la segunda un nuevo socio integra el bufete introduciendo cambios e intrigas a la par que un Florrick definitivamente libre lanza su campaña para ser elegido de nuevo Fiscal del Estado. En la tercera temporada una Alicia liberada de su marido (ha descubierto el último secreto, que tuvo un lío con Kalinda) vive una aventura con Will, mientras Peter Florrick de nuevo fiscal, encarga una investigación por corrupción  judicial que pone en jaque a Will Gardner

Aunque las escaramuzas entre abogados y fiscales centran las tramas, en muchas ocasiones se nos sirve un agudo debate sobre asuntos muy actuales: los derechos civiles, la pena de muerte, la discriminación de la mujer, el status del colectivo gay, el derecho a la defensa de un reconocido culpable, la libertad política, la libertad religiosa e incluso el uso de los drones y las guerras en el exterior como la de Afganistán.
Se agradece que sea una serie adulta, compleja, muy bien escrita y sin concesiones. El juego político se afronta de forma descarnada e irónica e incluso Diane Lockhart no tiene empacho en decirle a su socio, "lo hacemos por dinero, y sí, ya sé como suena eso". Maneja con soltura y brillantez tanto las tramas episódicas como los arcos argumentales que establece cada temporada.


Uno de los puntos fuertes sin ninguna duda es el interpretativo. Se convoca en ella a un amplísimo abanico de personajes secundarios, muy  bien trazados y con un enorme juego dramático: Diane Lockhart (Christine Baranski), demócrata, defensora del papel de la mujer, dueña de un personalísimo estilismo e inclinada a la defensa de causas sociales. Eli Gold (Alan Cumming), jefe de campaña de Peter Florrick primero y luego integrado en el bufete Lockhart&Gardner. Es ambicioso, estratega sin par y de lengua muy afilada. Su característico mohín enarcando las cejas y apretando los labios es antológico. Titus Tolliver interpreta al duro fiscal contrincante de Peter Florrick. Son brillantísimas las apariciones de Michael J. Fox como abogado defensor con discapacidad, la cual usa con descaro para influir en el jurado. A pesar de que casi siempre pierde contra Lockhart&Gardner, nos enseña que muchas veces perder es ganar. Anika Noni Rose como la sinuosa abogada Wendy Scott-Carr que pierde las elecciones con Peter, y luego éste la coloca al frente de la investigación sobre Will. 

También está la madre de Peter Florick que es una educadísima metomentodo y otros abogados que tienen apariciones esporádicas pero estelares, como la "rubia tonta" Mamie Gummer que utiliza su imagen anodina para inclinar la causa a su favor o la pelirroja Elsbeth Tascioni (Carrie Preston), a la que acuden tanto Alicia como Will cuando necesitan un abogado externo. Es muy despistada y un tanto loca pero sutilísima a la hora de encontrar el hilo de diamante que conduce a la resolución del caso. 

Aunque sin duda la palma se la lleva Kalinda (Archie Panjabi), la investigadora del bufete. Sus movimientos siempre son felinos y certeros, su habilidad para encontrar la información precisa es quirúrgica. Es la mejor amiga de Alicia y mantiene una ambigüedad sexual candente. "¿Eres gay" le preguntó una vez Alicia. "No, soy reservada" fue su respuesta. En la segunda temporada mantiene una dura batalla con el investigador Blake (Scott Porter), llegado con el nuevo socio del bufete. Intrigas suyas la llevarán hasta el mismísimo estrado. En esos momentos de máxima presión es cuando resulta más brillante. Acorralada por el fiscal que amenaza con desvelar su oscuro pasado, encuentra el punto de apoyo que lo subvierte todo para salir indemne. Es capaz de mover muchos hilos entre bambalinas y juega audazmente con su sexualidad; pero también sabe ser una leal amiga.

A todos ellos hay que sumar un elenco de jueces en ocasiones extravagantes y maniáticos o un detective freelance que siempre va acompañado de sus bebés y pañales o un ricachón sibarita que asesinó a su mujer y cuya especial psicopatía remeda al propio Anibal Lecter. 

Me llama la atención que el interés no se focalice en averiguar la verdad de un caso o en salvar a un inocente. En un capítulo, se obtiene un trato muy ventajoso de la fiscalía; pero la cliente es inocente y no está dispuesta a pagar por un delito no cometido. Valora con sus abogados la situación y al final le pregunta a Alicia qué haría ella. Ésta le responde: "No lo sé. Usted tiene que tomar esa decisión, nadie más que usted puede tomarla. Usted  sabe lo que hizo y sabe lo que no hizo. También sabe que a veces eso no importa. Todo se reduce a dos cosas: la habilidad de sus abogados y el jurado." El juego de estrategias, tretas y tejemanejes son el quid de la serie. En alguna ocasión el caso que se está juzgando ni aparece, se desarrolla en off; o incluso nos escamotean su veredicto final. Lo interesante está alrededor.

El magma sociológico en que se mueve la serie es proteico. La lucha soterrada en los bufetes, la vida interior de una campaña política, el funcionamiento de los lobbys, las influencias que manejan las minorías y las religiones. Entre todo ello cautivan mi interés dos asuntos: La personalidad de una mujer profesional y la idiosincrasia civil anglosajona.


Ni en EEUU ni en Inglaterra existe el DNI, la gente te cree cuando dices quien eres. Entre los abogados y más cuando afecta a un cliente, se tiene mucho cuidado con lo que se ve o se escucha, porque si te citan habrás de responder con la verdad. Las consecuencias suelen ser imputaciones y dimisiones. En España esto suena a chino, no sólo todos mienten (como diría el Dr. House), sino lo que es peor, los cargos públicos mienten sin pestañear aunque los pillen in fraganti y por supuesto no dimiten ni aunque vayan a la cárcel. A día de hoy más de mil cargos electos de todo el espectro político están imputados sin que se conozca una sola dimisión. La democracia está secuestrada y la ética cívica enterrada.

Y por otro lado Alicia Florrick, la santa esposa. Me fascina su fuerte personalidad, a veces atormentada, siempre decidida; su forma de educar a los hijos con entereza y naturalidad, los equilibrios de fuerzas que genera su relación con todos los demás. Ella de verdad, es evidente, es el alma mater de esta magnífica serie. 

jueves, 21 de junio de 2012

The Good Wife


Creadores Robert y Michelle King




El experto en teatro y finísimo lector de toda literatura Marcos Ordóñez, tiene un blog en ElPais.com llamado "Boulevares periféricos" donde ha escrito sobre una serie que yo desconocía (Post completo aquí). Todo lo que dice en el artículo me gusta enormemente. Incitación total.

"Se ha escrito ya muchísimo sobre The Good Wife, pero mi entusiasmo por la serie es tan grande que me apetece echar mi cuarto a espadas. Inauguré este blog con la frase “Necesitamos a Aaron Sorkin”. Y seguimos necesitándole, desde luego, pero ¿por qué nadie me dijo, de un modo inequívoco, que tenía dos discípulos muy aventajados en la pareja formada por Robert y Michelle King, creadores y guionistas de The Good Wife
(…)
The Good Wife logra la cuadratura del círculo: que sea tan apasionante la trama principal (el día a día del bufete de abogados Lockhart & Gardner y los casos de los que se ocupan) como la secundaria (la peripecia individual -laboral, sentimental, familiar- de la abogada Alicia Florrick), aunque, ciertamente, podría invertirse el orden entre principal y secundaria con idéntico resultado.
¿Cómo se consigue ese equilibrio?
1) Los guiones son tan imprevisibles como sofisticados. Hay 23 episodios por temporada y, hasta ahora, ni uno solo de relleno: todos podrían ser peliculones. E incluso superan películas (o piezas teatrales) existentes: para citar un solo ejemplo, Duda (episodio 18 de la primera temporada), centrado en las deliberaciones de un jurado encerrado a cal y canto, va muchísimo más allá del presunto homenaje a Doce hombres sin piedad, el clásico de Reginald Rose.
2) Los diálogos son ingeniosos y brillantes hasta el pasmo: los personajes son extremadamente inteligentes, puro Sorkin style.
3) Las tramas desmenuzan, con lucidez y sin soflamas, los mecanismos del poder (judicial, político, económico). Los casos tratan asuntos de auténtico interés social con intrigas soberbiamente anudadas, que nunca decaen. Y que incluso “anticipan” procesos, como la ya muy comentada similitud –otro caso de naturaleza imitando al arte– entre Tratamiento VIP, una de las indiscutibles cumbres de la serie, y el (posterior) caso Strauss-Kahn. (…)
4) La puesta en escena rebosa una elegancia poco común: la relación romántica entre Alicia Florrick (Julianna Margulies) y Will Gardner (Josh Charles) es digna del mejor Blake Edwards.
5) Los personajes son complejos y evolucionan, como está mandado.
6) El trabajo actoral es de una gracia y una densidad de altísimo nivel

Si la estructura expansiva y el retrato sectorial del Baltimore de The Wire hacía pensar en Balzac, el Chicago de The Good Wife es profundamente dickensiano: por el núcleo jurídico que sirve para concentrar los principales conflictos de la sociedad que retrata y, desde luego, por la exuberante riqueza de su censo de personajes, todos muy sagazmente observados: hasta el más episódico posee un perfil dibujado con pinceladas certeras y libre de clichés.
Dickens cruzado con el mejor Mamet sería una buena definición de esas estructuras narrativas, esos perfiles y esos diálogos.   
 (…)
Will Gardner (Josh Charles) tiene algunas de las mejores frases del guión. Entre muchas, su respuesta al abogado inglés (Eddie Izzard, otro gigante) que trata de amenazarle: “Un consejo: cuando quiera intimidar a alguien, no use tantas palabras. La intimidación no es un soneto”. (Tarantino hubiera matado por escribir algo  semejante).
(…) 
Archie Panjabi (Kalinda Sharma). De acuerdo, Julianna Margulies es guapísima, pero la bomba sensual de la serie es esa joven actriz de ascendencia shijk crecida en el West End y cuya carrera habrá que seguir muy de cerca. Kalinda Sharma es misterio en estado puro, y con un voltaje erótico que tumba de espaldas (y que funciona por contención, como pedía Hitchcock: hay algo profundamente victoriano en el ADN del personaje).
(…)
Hasta ahora, en las películas o series de abogados, los jueces solían ser figuras borrosas y de escaso relieve. Robert y Michelle King aprovechan al máximo la serialidad para personalizar a los magistrados (y abogados, y fiscales, incluso acusados), papeles que corren a cargo de estrellas invitadas, de modo que cada nueva aparición se convierte en una fiesta. (…)
En el departamento de contendientes jurídicos, el podio se lo reparten tres sierpes marrulleras:
En lo alto, primus inter pares, el peligrosísimo y ultracínico Louis Canning (Michael J. Fox, premio al mejor casting televisivo de la década), que utiliza su incapacidad física como arma arrojadiza (casi la respuesta jurídica al Miguelito Loveless que atormentaba a Jim West); a ambos lados, la falsa ingenua Nancy (“Solo soy una chica de Michigan”) Crozier, un papel bombón para Mamie Gummer, y la gorgónica Patti Nyholm (alias “la abogada del bebé”), cumbre de la duplicidad venal, encarnada por Martha Plimpton.
En el lado de los “buenos”, destaquemos, para ir cerrando ya, a otro personaje que bien podría figurar (sí, uno más) en el reparto de El ala oeste: Kurt McVeigh (Gary Cole), el experto en balística, honesto a carta cabal, republicano hasta las cachas y adorador de Sarah Palin, por el que bebe los vientos Diane Lockhart, la formidable Christine Baranski.”

Corriendo a por ella.