Las Rayas del Tigre T - Z


TEILLIER, JORGE
Nostalgia de la tierra  -Antología-
Editorial  CÁTEDRA
El poeta Jorge Teillier nació en Lautaro, Chile, en 1935 y murió en 1996. Resulta de gran importancia su ensayo titulado "Los poetas de los lares", que encabezó una corriente poética que giraba entorno a la nostalgia como punto de inspiración.
La obra de Teillier es su propia cosmovisión: una poesía arraigada, guardiana del mito, que se relaciona de otra manera con su entorno natural y las cosas. Pero la "visión lárica" de Teillier también refiere a la (re)creación de un imaginario congruente con el paisaje histórico de su infancia y con sensaciones de pérdida y vulnerabilidad. Lo importante en ella es que el hombre se sienta más cercano a la naturaleza y a la existencia comunitaria. El canon poético de Teillier abarca catorce libros de los que esta edición ofrece una completa antología.
La poesía de Teillier arranca del recuerdo ingenuo y la nostalgia con una cierta esperanza de asir el paraíso perdido, el cual paulatinamente se desintegra y se convierte en pura imagen soñada.
El poeta se inició a los 12 años en la escritura, bebiendo las aguas de los libros de aventuras, Panait Istrati, Knut Hamsun, Julio Veme y los cuentos de hadas. Posteriormente se alimenta de los poetas del modernismo hispanoamericano (V.), de Vicente Huidobro y de la tradición universal de Jorge Manrique, Rainer María Rilke y Francois Villon. Se le vincula también con Höderlin y Trakl. Para él, lo importante en la poesía no es lo estético, sino la creación del mito y de un espacio o tiempo que trasciendan lo cotidiano, utilizando lo cotidiano. El poeta no debe significar sino ser. 
En su poesía existe el Sur mítico y lluvioso de Pablo Neruda, pero desrealizado por una creación verbal en donde los lugares de provincia se tiñen de referencias melancólicas y simbólicas que se hacen universales. El poeta aparece como el sobreviviente de un paraíso perdido, como testigo visionario de una época dorada de la humanidad que conserva a través de los tiempos el mito y la imagen esencial de las cosas: casa, tierra, árbol. Pero el recuerdo ingenuo e incorruptible que se recupera por medio de la memoria, se trasciende sólo momentáneamente y culmina con su paulatina desintegración. El poeta busca las huellas perdidas, para acceder al lugar maravilloso de donde venimos. A través del recuerdo, la realidad cotidiana se hace visible y se recupera. Pero ella solamente sobrevive en los lugares del hallazgo, constituido por los residuos del pasado y los espacios secretos y ocultos: el espacio encubre al tiempo.
De este modo, en Teillier hay dos momentos estéticos recurrentes que el poema recupera: el momento ingenuo de la infancia y el del recuerdo. La poesía de Teillier se encarna en la polaridad entre la felicidad del tiempo del origen recordado y el dolor de su desintegración. El sujeto de la poesía de Teillier es un desterrado que vive en la ciudad moderna y que fantasmalmente vuelve una y otra vez al espacio de la infancia, de la frontera, del límite, para reencontrarse con algo que ya no existe.
Extractos del Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina. Caracas, 1995

LOS CONJUROS

                                 A Enrique Rebolledo

Los temerosos de los brujos vecinos
lanzan puñados de sal al fuego
cuando pasan las aves agoreras.
Mis amigos buscadores de entierros
en sueños hallan monedas de oro.
Los despierta el jinete del rayo
cayendo hecho llamas entre ellos.

Medianoche de San Juan. Las higueras
se visten para la fiesta.
Eco de gemidos de animales
hundidos hace milenios en los pantanos.
Los chimalenes reúnen las ovejas
que huyeron del corral.
Aúllan los perros en casa del avaro
que quiere pactar con el Diablo.

Ya no reconozco mi casa.
En ella caen luces de estrellas en ruinas
Como puñados de tierra en una fosa.
Mi amiga vela frente a un espejo:
espera allí la llegada del desconocido
anunciado por las sombras más largas del año.

Al alba, anidan lechuzas en las higueras de luto.
En los rescoldos amanecen huellas de manos de brujos.
Despierto teniendo en mis manos hierbas y tierra
de un lugar donde nunca estuve.

                                  De Árbol de la Memoria 1961

TEMPEST, KATE
Mantente firme
Editorial  LA BELLA VARSOVIA
Tempest es rapera, poeta, novelista y autora teatral. Creció en Brockley, una zona empobrecida del sureste londinense y empezó a triunfar en la improvisación y las batallas rapsodas. 
A pesar de su juventud esta treintañera se ha convertido en una de las voces más agudas y contundentes del Reino Unido. Tempest tenía 16 años la primera vez que cogió un micro en una pequeña tienda de discos de Carnaby Street. Publicó su primer disco, "Broken Herd", en 2.010. Al año siguiente montó una banda, la Sound of Rum y publicó un segundo disco, "Balance", y su primer poemario, Everything Speaks In Its Own Way. Luego llegó el segundo libro, Brand New Ancients y en 2014 el tercero, Hold Your Own (Mantente Firme).
En sus dos trabajos más notables, Brand New Ancients y Hold your Own, Tempest utiliza la mitología griega para acercarla a un mundo contemporáneo
Mantente firme (Hold your Own) es una obra ambiciosa y de múltiples voces basada en la figura mítica de Tiresias. También es su trabajo más autobiográfico ya que contiene una sección donde relata su propia infancia, el acoso escolar y la homofobia que sufrió en su primera adolescencia
La idea central del libro surge del mito y las transformaciones de Tiresias. De ahí surge la estructura en cuatro partes, cada una de las cuales sigue las transformaciones del adivino de niño a hombre, luego a mujer y finalmente a profeta ciego. Esta estructura le sirve a Tempest para reflejar la vida contemporánea y los abismos que implica la construcción de una identidad.
Directo y provocador, también profundamente literario, "Mantente firme" plantea una reflexión aguda y luminosa sobre la manera en que nos construimos, y en la que nos construyen. Un poemario crudo, que a veces suena a rap, y que de manera inclemente, a veces casi como si estuviera escupiendo, desgrana dolores, amores, decepciones y frustraciones.          
 Reseña en este blog.

           PENITENCIA 
Lo que no sabes es que
He escrito este poema cien veces,
Lo he garabateado sobre incontables menús para llevar y
Propaganda para raves de mierda
Con el único bolígrafo que encuentro siempre,
Siempre un boli turquesa en miniatura.
He encontrado trozos de papel en los bolsillos
Y les he prendido fuego en quince alféizares diferentes.
Y he observado al viento llevarse las cenizas
Y devolvérmelas cada vez que
Lo escribo, y me imagino entregándotelo,
Y me asusta tanto que vayas a negar con la cabeza
Y a decir que no puedes confiar en una sola palabra de lo que te digo
Que lo arrugo hasta encogerlo
Y lo meto bajo el respaldo en los asientos del bus
Entre las colillas.
THOMAS, DYLAN
Poemas completos
Editorial VISOR
La leyenda y el fulgor de su excéntrica figura pueden despistarnos a la hora de percibir su obra. Dylan Thomas es conocido por su brillante imaginería verbal y por su canto a la belleza natural. El nacimiento, la infancia, la adolescencia, la sexualidad, la muerte, la religión, el pecado  y la redención cruzan sus poemas.
Dylan THOMAS (Swansea, Gales, 1914 - Nueva York, 1953). Alimentado en la infancia y adolescencia con la savia de la tradición celta de su Gales natal, ya a los veinte años conmovió el ambiente literario de Londres con un libro que proponía una poesía mágica, oscura pero también natural e instintiva, sostenida por una personalidad capaz de proponerse como mito de una generación.
Poeta galés en lengua inglesa, fue periodista, guionista cinematográfico y de radio, inigualable recitador y narrador, pero sobre todo poeta de impetuosa vitalidad. Incapaz de adoptar una norma de vida, murió a los treinta y nueve años, destruido por el alcohol.
La personalidad poética de Thomas se distingue de la mayor parte de las voces del siglo por la originalidad de una dicción en la que se funden, sobre el sustrato celta, los movimientos y redescubrimientos más significativos del siglo, desde los surrealistas franceses hasta el visionarismo de Blake y las metáforas audaces de los metafísicos del siglo XVII.
Con sus libros de poemas Dieciocho poemas (1934), Veinticinco poemas (1936) y Mapa de amor (1939), se consolidó como un conspicuo representante del movimiento poético Nuevo Apocalipsis, que practicaba un tipo de poesía de evocación, de tono metafísico y con cierto fondo romántico; por lo que Thomas adoptaba el papel de poeta-profeta. Alcanzó su plenitud poética con el volumen Defunciones y nacimientos (1946). Más que de metáforas, su poesía está cargada de símbolos.
Dylan Thomas trata de aprehender los limites de lo creado, la belleza y el terror de vivir, por medio de una participación activa en ambos extremos. Se trata del "éxtasis de la vida y el horror de la vida" de que hablara Baudelaire.
Su obra está sometida a las sacudidas de los opuestos y a contradicciones engañosamente caóticas: imaginación y concreción, sonoridad y simbolismo, sensualidad y torrencialidad, plenitud e impureza, presencia de lo pagano y de lo cristiano fundidos obsesivamente en esa revelación, tan suya, de la naturaleza concebida como algo sagrado y misterioso.
¿Metafísico, filósofo, existencialista? Su expresión hierve de pasión y filosofía. Hay en el redoble hipnótico de la música de Thomas y en la sombría revelación de sus imágenes, otra forma de comprensión; ese entendimiento sigiloso y entrañable, más visceral que racional, que ha sido la esencia, desde siempre, de la experiencia poética más profunda.
Y LA MUERTE NO TENDRÁ DOMINIO 
Y la muerte no tendrá dominio.
Muertos y desnudos los hombres serán uno
Con el hombre en el viento y la luna del poniente;
Cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos cesen,
Llevarán estrellas en el codo y en el pie;
Aunque enloquezcan, cuerdos estarán,
Aunque se hundan en el mar, saldrán a flote;
Aunque se pierdan los amantes, no lo hará el amor;
Y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio. 
Bajo el airado mar
Los que largo tiempo yacen no morirán como en el aire;
Retorciéndose en el potro cuando los tendones cedan,
Atados a la rueda, no se romperán;
En dos se partirá la fe en sus manos,
Y los males unicornios las recorrerán;
Separados, no se quebrarán los cabos;
Y la muerte no tendrá dominio. 
Y la muerte no tendrá dominio.
No griten ya en su oído las gaviotas
Ni rompan ruidosas las olas en la orilla;
Donde nazca una flor no ofrezca ya
su cabeza una flor a los embates de la lluvia,
Aunque estén locas y muertas como clavos,
Las cabezas de los hombres superen a las margaritas;
Arremetan contra el sol hasta que el sol sucumba,
Y la muerte no tendrá dominio.

THOMAS, EDWARD
Poesía Completa
Editorial PRE-TEXTOS
La poesía de Edward Thomas se asienta en un período muy fecundo de la literatura europea, cual es la transición entre el siglo XIX y el XX.  Auden, Larkin o Brodsky lo leyeron con fruición. Ted Hughes reconocería su ascendencia en cuanto a la imaginería de los animales y la fuerza telúrica de sus versos.
Murió en La Gran Guerra y se le suele considerar un "poeta de la guerra"; pero su obra es más profunda; sus versos hablan sobretodo de la Naturaleza y del Tiempo. 
Una de las cualidades de Thomas es su capacidad para atrapar un instante. En el poema Aldestrop, por ejemplo, comparte con nosotros la epifanía que vive en un tren que hace una parada inesperada en la estación que da título al poema. Varado allí, el canto de un mirlo se revela profundo y evocador. El milagro de su poesía y lo que la distancia del romanticismo es que a partir de un hecho de la naturaleza nace el poema, pero, y aquí reside la gran diferencia, a través de ella el poeta observa y siente lo humano; el naturalismo romántico queda así humanizado, transcendido, de manera que un poema suyo es un fragmento de vida tangible.
Edward Thomas, muerto en 1917 en tierras de Francia tuvo una trayectoria muy peculiar. Antes que poeta, fue un escritor profesional que se ganaba la vida como forzado reseñista (se cuenta que llegó a reseñar quince libros en una semana) y como autor de libros de encargo sobre pintores, escritores, ciudades o comarcas inglesas. Pero el 5 de octubre de 1913, en una tertulia literaria londinense, conoce al poeta norteamericano Robert Frost, quien le convence de que hay más poesía en muchos pasajes de su prosa que en la mayoría de los mediocres poetas que reseñaba. El universo literario de Thomas estaba perfectamente configurado cuando a los 36 años (le quedaban sólo 3 de vida) escribe impulsivamente su primer poema "Con el viento". En poco más de dos años conseguirá reunir un corpus de 142 poemas que ponen las bases de la poesía moderna inglesa. 
Reseña en este blog

EL PUENTE

Hoy vengo desde lejos:
sobre un extraño puente, solo,
recordando amigos, viejos amigos,
descanso, sin sonrisa y sin lamento,
tal y como ellos me recuerdan sin sonrisa y sin lamento.

Todos quedan atrás, los amables
y los antipáticos también, esta noche
no son más que un sueño. El arroyo
discurre suave y sin embargo ahoga al Pasado,
el arroyo oscuramente iluminado ha ahogado al Pasado
y al Futuro.

Ningún viajero ha descansado más bendecido
que este breve momento entre
dos vidas, cuando las primeras luces de la noche
y las sombras esconden lo que nunca fue,
cosas más buenas, hermosas y queridas de lo que
han sido y serán.

TRAKL, GEORG
Poesía completa
Editorial  TROTTA
Georg Tralk (Salzburgo 1887-Cracovia, 1914), es sin duda uno de los autores de obra más decantada del siglo XX, y no sólo por circunstancias que atañen a su vida (sus perturbadoras vivencias, su “malditismo”, su suicidio a los 27 años) sino por la obra en sí que, de una manera fulgurante, alumbra el paisaje literario europeo entre dos siglos. Lo hace escribiendo en alemán, con lo que su obra se une a la de otras autores que nacen o viven igualmente en los límites de ese tiempo y que escriben en la misma lengua, como Rilke, Gottfried Benn, Nelly Sachs o Celan. Entre el nacimiento de estos cinco grandes hay 33 años de diferencia, pero desde la mansedumbre inicial de los primeros libros de Rilke hasta la perturbación que supone en algunos de ellos el estallido de la Primera Guerra Mundial, sus poéticas van neutralizando los “demonios interiores”, resistiendo ante las transformaciones que Europa va sufriendo (¿Resistiendo en el caso de los suicidas?).
En Tralk se da también una opción estética -la carga de irracionalismo, la plasticidad de sus poemas- que provenía, hasta cierto punto, de determinadas lecturas: Hofmannsthal, Hölderlin, Baudelaire, pero sobre todo Rimbaud. A la vez, se da en sus poemas un clasicismo formal que los encauza, en esos momentos en los que parece que los versos van a rebosar de su cauce o a estallar ante el fulgor o la vivacidad de las imágenes. La intensidad poética -lo que Pound reconocía como el “voltaje” del verso, una característica primordial a la que una buena parte de la poesía europea parece haber renunciado- se mantiene a lo largo de todos los poemas de Tralk, no proporcionando respiro al que lee en ese adentrarse en mundos nuevos, en esa apuesta porque la poesía sea realidad metamorfoseada y no copia de la realidad, palabra en definitiva nueva.
En una carta escrita a los 18 años el poeta muestra con extremada lucidez la tensión a la que él veía sometida su vida y su obra, cuando afirmaba: “¡El camino me parece cada vez más difícil! Mejor así”. En la contradicción de esta frase se da, por un lado, la consciencia sobre la gravedad de la tarea de escribir; pero, por otra, una radical asunción de la misma, un ciego centrarse en lo que él llamaba “las melodías que hay en mí”. Y añade en otra carta de dos años después: “¡Estoy con mí mismo, soy mi mundo!”
Hay, pues, más allá de su perturbadora poesía, una interior felicidad que sólo puede nacer del vigor vocacional y que llegará a sus últimas consecuencias en una de las cartas a Irene Amtmann: “La consigna para gente de nuestra condición es: ¡Adelante, hacia ti mismo!”. El resultado de esta posición ante la creación no podía ser otro que el de una obra sincera y originalísima, reveladora de mundos para los que a veces no basta con expresarlos en una sola versión poemática, sino que precisa de hasta cuatro versiones, que el lector lee con la misma sensación de grata sorpresa.” 
Extractos del artículo de  Antonio Colinas en ElCultural.com
NACIMIENTO

Estas montañas: negrura, silencio, y nieve.
El rojo cazador desciende del bosque;
Ah la musgosa mirada del venado.

La paz de la madre; bajo negros abetos
Las manos dormidas se abren
Cuando la helada luna parece pronta a caer.

El nacimiento del hombre. Cada noche
El agua azul lava la base rocosa del barranco;
El ángel caído suspira al mirar su propia imagen,

Algo pálido se despierta en el sofocante cuarto.
Los ojos
De la pétrea anciana brillan, dos lunas.
El grito de la mujer en parto. La noche altera
El sueño del niño con alas negras,
Con nieve, que cae con suavidad de unas nubes púrpura.

TRAKL, GEORG
Poemas 1906-1914
Editorial  ICARIA
Trakl el oscuro, poeta expresionista austríaco considerado el sucesor de Hölderlin. La influencia de una madre, fría y distante, moldearía en gran medida su personalidad. A fin de compensar el desamor materno, Trakl volcó sus afectos en Margarethe –Grete–, una hermana cuatro años menor. Los especialistas suelen identificar en su obra referencias a una supuesta relación incestuosa del poeta con la hermana. Es uno de los primeros poetas expresionistas, con matices surrealistas, influido por Baudelaire, Rimbaud, Hólderlin y Dostoievski. Su obra es una de las más originales del siglo. Sus imágenes gráficas y visionarias son difíciles de interpretar, pero expresan un sentimiento de amenazadora urgencia, una fascinación por la corrupción y, a pesar de ello, un anhelo de orden espiritual.  Poeta del derrumbe, de la corrosión y el pudrimiento, Trakl anticipó con su particular simbología la caída del Imperio Austro-Húngaro. Gustó sobremanera de las imágenes repulsivas. Sus poemas abundan en ratas, gusanos, carroña, sangre... Le fascinaba la muerte. Tuvo especial predilección por la belleza violenta y las visiones de destrucción y ruina. Sus poemas poseen una lúgubre sensibilidad neorromántica y la desasosegante belleza de lo tenebroso.
 Trakl estudió farmacia, sirvió como teniente médico militar y perdió la razón tras las experiencias sufridas en la batalla de Grodek. Murió a causa de un exceso de drogas en un hospital militar. 
La poesía de Georg Trakl, de estilo abrupto y violento, posee una rara densidad, en ella se une la nostalgia de la ternura y el presentimiento del fin del mundo. Sus premoniciones de desolación no podían ser comprendidas por sus coetáneos, confiados todavía en las apariencias del esplendor finisecular. En Trakl aparece un mundo de nostalgia y decadencia. Ya en 1917 Rilke escribía: “la poesía de Trakl es para mí el más conmovedor de los lamentos ante un mundo imperfecto”.
La de Trakl es una poesía que alude con melancolía a la casa de sus antepasados; a su ciudad natal, al paisaje de la comarca. Allí aparece un mundo de nostalgia y decadencia, propio de una ciudad que durante la Edad Media había tenido un gran esplendor, y que vivía de un pasado irrecuperable. Por oposición a la ciudad, Trakl se vuelve a la naturaleza, a la que ve exenta de la culpa de la caída.
Así la ciudad de Trakl es imagen de la decadencia del mundo occidental que está relacionado con la figura poética del forastero, el solitario, el apátrida, cuya culpa radica sólo en el hecho, por lo demás inevitable, de existir en este mundo donde sólo habitan exiliados.
EN CAMINO
Llevaron al extraño hacia la cámara de los muertos al anochecer;
Aroma de alquitrán; el callado susurro de los plátanos rojos;
El negro vuelo de los grajos; se relevó la guardia en la plaza.
Entre lienzos oscuros se hundió el sol; una vez y otra vez
Vuelve esta tarde ya pasada.
Toca la hermana en la habitación contigua una pieza de Schubert.
Quedamente se hunde su sonrisa en el pozo arruinado
Que, azul, murmura en el crepúsculo. Qué viaja nuestra estirpe.
Alguien, abajo, susurra en el jardín; alguien que abandonó
Este cielo sombrío.
Aroman las manzanas sobre la cómoda. Y la abuela enciende
Las doradas velas.
Qué otoño más suave. Bajo los altos árboles quedos resuenan nuestros pasos
Por el viejo parque. Qué serio el otros del jacinto atardecer.
El manantial azul está a tus pies, misterioso el silencio rojizo de tu boca
Que oscurece el sueño ligero del follaje, el oro apagado de unos ruinosos girasoles.
Cargados de adormidera están tus párpados y sueñan silenciosos en mi frente.
Suaves campanas tiemblan en el pecho. Una nube azul,
Tu rostro, va cayendo sobre mí, en el crepúsculo.
Suena con la guitarra una canción en un lejano bar,
Los saúcos salvajes, un día de noviembre transcurrido hace mucho,
Pasos habituales en el desván en penumbra, el aspecto de las vigas ennegrecidas,
Una ventana abierta, sobre la que un dulce esperar quedó atrás…
Tan inefable es todo esto, Dios, que es posible caer con estremecimiento de rodillas.
Qué oscura es esta noche. Una purpúrea llama
Se ha apagado en mi boca. En el silencio
Muere el sonido solitario de la lira de un alma ansiosa.
Deja que la cabeza, ebria de vino, se hunda en el arroyo.
                                                                                                     Traducción de Jenaro Talens
TRANSTRÖMER, TOMAS
El cielo a medio hacer
Editorial  NÓRDICA
El Premio Nobel de Literatura en 2011 nos descubrió a la mayoría a un autor intenso y emocionante y en estes libro encontramos una antología de su poesía y, además, su autobiografía titulada "Visión de la memoria". Es este texto y una de las palabras de su título -memoria- el que nos remite a una de esas claves primordiales del poetizar de este autor. En los ocho breves capítulos de esta autobiografía se nos ofrecen otras claves muy influyentes para el nacimiento de la memoria poética: los primerísimos recuerdos, la cultura... Y se cierra esa autobiografía mínima con la presencia de dos sencillos nombres: latín, Horacio. Vemos cómo en este texto se conforma la memoria del poeta y el nacimiento de la distinción que hará entre palabra, lenguaje y música que permanece.
Es esta música especial la que llena de vida sus poemas, y sirve a una realidad que nunca es “realismo”. Lo que cuenta es esa música, por más que rastreemos huellas de aprendizajes o magisterios (el de Horacio). Hay otro aspecto de la biografía de Tranströmer, cuando en 1990 sufre una hemiplejía que le hace perder la voz, que incide en su poesía. A partir de entonces se produce un alejamiento de la palabra vana compensado con un reencuentro con la música desde el silencio.
El traductor del libro, Mascaró -que conoce al autor-, nos entrega una muy humana semblanza de él. Hay grandes líneas muy vivas que marcan la poesía del poeta sueco -el surrealismo, la práctica del haiku, un impresionismo y una plasticidad muy suyos-, pero son estas últimas las que me parecen más significativas, por revelar mejor su voz. Como en una buena parte de los poetas escandinavos, la presencia de la naturaleza es un factor primordial en la configuración de tono y temas; pero me atrevería a decir que es la realidad la que va perfilando los sucesivos poemas de la selección. A veces -pensemos en un poema como “Pájaros matinales”- es un amanecer de primavera y sus pájaros,los que desencadenan los primeros versos; pero llegan enseguida términos que nos remiten al vivo presente y que hablan de un tiempo libre de fáciles lirismos o ausencia existencial. De esa fusión entre el espacio natural y la vivencia presente brota el texto: “Fantástico sentir cómo el poema crece”.
En todo caso la poesía de Tranströmer posee fuerza y hondas raíces. Por eso incluso, al abordar la síntesis del haiku, salva la plasticidad iluminadora de la misma. Se derrame el verso en el largo poema de varias secciones, como en “Báltico”, o en alguno de los poemas en prosa, o lo cincele con escueta brevedad, ahí nos esperan siempre esa claridad y fuerza tan suyas: “Mi ropa irradia/ un resplandor azul./ Solsticio de invierno./ Tintineantes panderetas de hielo./ Cierro los ojos./ Hay un mundo sordo,/ hay una grieta/ por la que los muertos/ traspasan la frontera”.
PÁJAROS MATINALES 
Despierto el coche
que tiene el parabrisas cubierto de polen.
Me coloco las gafas de sol.
El canto de los pájaros se oscurece. 
Mientras otro hombre compra un diario
en la estación de tren
cerca de un gran vagón de carga
que está completamente rojo de herrumbre
y centellea al sol. 
No hay vacíos por aquí. 
Cruza el calor de primavera un corredor frío
por el que alguien apurado llega
y cuenta que se lo ha calumniado
hasta en la Dirección. 
Por una trastienda del paisaje
llega la urraca
negra y blanca. Pájaro agorero.
Y el mirlo que se mueve en todas direcciones
hasta que todo es un dibujo al carbón,
salvo la ropa blanca en la cuerda de tender:
un coro de Palestrina. 
No hay vacíos por aquí. 
Fantástico sentir cómo el poema crece
mientras voy encogiéndome.
Crece, ocupa mi lugar.
Me desplaza.
Me arroja del nido.
El poema está listo.
TRASNTRÖMER, TOMAS
Deshielo a mediodía
Editorial  NÓRDICA
Tomas Tranströmer es uno de los poetas fundamentales del siglo XX. En 2010 se publicó una antología, El cielo a medio hacer, que recogía gran parte de su obra poética y Deshielo a mediodía la completa. En estos poemas, que recorren toda la trayectoria del poeta desde su primer libro, 17 poemas, de 1954, a la síntesis de sus últimos haikus escritos en 2004, nos encontramos con la naturaleza, presente en gran parte de la poesía nórdica, y con su incomparable inventario de metáforas. Especialmente emocionantes son los poemas en los que aparece la música, su gran pasión. Este libro incluye también el grupo de haikus Prision, escrito en 1959, inédito hasta hace unos pocos años, así como los haikus de El gran enigma.
Si pensamos en la importancia o las claves de este poeta nacido en Estocolmo en 1931, hemos de recordar lo que otro poeta sueco, Lasse Söderberg, dijo de él en la dedicatoria de un poema: “Tú conoces las relaciones dispersas de las cosas, / la alquimia de las piedras, un mundo oculto”.
Tranströmer comenzó a escribir poesía cuando estaba en la opresiva escuela de gramática latina Södra, la misma que Ingmar Bergman recogió en Franzy, rodada allí cuando Tranströmer era uno de sus alumnos. Pero en seguida comenzó a devorar toda clase de libros, especialmente de geografía. Luego llegaría la guerra, la separación de sus padres, la ausencia de su padre, la crisis psicológica que tratará en un texto en prosa titulado “Exorcismo” y que le llevará en parte a decidir estudiar Psicología en la Universidad de Estocolmo.
Tranströmer no distingue entre sus dos oficios, psicología y poesía. En una entrevista concedida en 1973 decía:  “Creo que hay una relación muy cercana entre ambas, por más que no sea sencilla de ver. Cuanto uno escribe es la expresión de una experiencia oculta. Y los problemas del mundo están muy presentes en lo que escribo, aunque no siempre de un modo directo”.
En una entrevista publicada en Hungría, en 1977, Tranströmer se definía así:
Mis poemas son lugares de encuentro. Lo que intentan es establecer una conexión entre aspectos de la realidad que el lenguaje convencional y los puntos de vista habituales suelen dejar de lado. Detalles enormes y mínimos del paisaje reúnen y dividen a las culturas y a la gente. Pero en una obra de arte, naturaleza e industria, etc, trabajan juntas. Lo que en principio parece una confrontación acaba por ser una conexión”.

El título de uno de sus libros, El gran enigma (2004) revela un tema central de su poética: el diálogo con lo que desconocemos, algo que es clave por su dimensión metafísica y existencial; el enigma de ser y de estar en el mundo revelado a través de la palabra del que lo contempla. Su obra está atravesada por el misterio y el hermetismo -al estilo de Dylan Thomas- que nos hace llegar a través de un lenguaje cotidiano.
Curiosamente el poema que da título a este volumen pertenece al libro El cielo a medio hacer (1962) cuyo título a su vez encabezaba su anterior antología– y es una bellísima indagación sobre el tiempo, el objetivo y el subjetivo, que remite a Proust: “Les pregunté:/ ‘¿Me acompañan hasta mi niñez?’ Respondieron: ‘Sí’”. Poeta del paisaje, Tranströmer lo es también de la música –de la de Schubert, y Haydn, y Grieg-; pero también del concierto espontáneo de las gaviotas, las campanas y los hombres.
ELEGÍA  
En el punto de partida. Como dragón caído
en algún pantano entre neblina y vaho, está
nuestra tierra costera vestida de bosque de pino. Allá lejos:
dos vapores que gritan desde un sueño

en la bruma. Este es el mundo inferior.
Bosque inmóvil, superficie de agua inmóvil,
y la mano de orquídeas que surge del pantano.
Al otro lado, más allá de esta seda,

pero flotando en el mismo espejeo: el navío,
que la nube ingrávida cuelga de su espacio.
Y el agua en torno a su cayado está inmóvil,
echada en calma. ¡Y aun así, truena!

Y el humo del navío se expande horizontal
-allí flamea el sol en su agarrrón- y el soplo
golpea duro el rostro del que aborda.
Ascender hacia babor de la Muerte.

Una ráfaga súbita y la cortina ondea.
Suena el silencio cual despertador.
Una ráfaga súbita y la cortina ondea.
Hasta que se oye, lejana, golpear una puerta

lejos, en otro año.
TSVIETAIEVA, MARINA
Cazador de ratas
PARADISO EDICIONES
Marina Tsvietáieva (Moscú 1892-Elábuga 1941). Vivió las revoluciones de 1905 y 1917 y también la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. En 1922 abandona Rusia y reside primero en Praga y más tarde en París. En 1939 regresa a la URSS. En 1941, durante la invasión nazi, fue evacuada a Yelábuga, República Tártara donde, al poco tiempo, ignorada por todos, pone fin a su vida. Tsvietáieva es, junto a Borís Pasternak, Ossip Mandelshtam o Anna Ajmátova, una de las figuras más relevantes de la literatura rusa del siglo XX.
En el fragor genocida del siglo XX parecería imposible que llegara a escucharse una voz tan débil como la de Marina Tsvietáieva. Es una mujer joven, sola, pobre, con dos hijas pequeñas, políticamente sospechosa en el Moscú de los primeros años de la revolución bolchevique. Su prolífica obra encierra tanto poesía como ensayo, teatro y narrativa.
Para ella la escritura era el último refugio de un mundo guiado por la falta de principios, la hipocresía y la crueldad. Se pasó toda la vida escribiendo cosas en cuadernos, diarios, aforismos, borradores de cartas de amor que algunas veces ni siquiera enviaba, citas, apuntes de poemas. Escribió sobre la felicidad de dejar a un lado el cuaderno para encontrarse con alguien, y de la otra felicidad de quedarse a solas para regresar a su cuaderno. En medio de la pobreza y del frío, disfrutaba de un rapto de plenitud que le llevaba a escribir apuntes de poemas en las paredes de su cuarto.
En su obra recuperó la tradición épica y folclórica y desarrolló unos temas poéticos esencialmente románticos y líricos. En palabras de Véronique Lossky «no vivía más que de amor y de absoluto».
Encontró una nueva manera de destruir las convenciones lingüísticas y estéticas y eso hace que su traducción sea especialmente difícil. Tiene por ejemplo un personal sistema de puntuación, muy vinculado a una formación musical que fue clave en su vida. «El guión –escribe Elizabeth Burgos– es para ella una forma de pausa que le permite respirar: «Cuando en mis escritos tropiece con un guión, sepa que se trata de un suspiro».
Escribe Marina en sus Diarios de la Revolución de 1917: “No soy una heroína amorosa, nunca me abandonaré a un amante, siempre – al amor”. El amor es el incendio de su vivir-escribir o escribir-vivir. En ella todo es escritura, lo que equivale a decir, todo es Amor.
Con las brasas de la pasión, Tsvetáieva compuso una de sus obras maestras: Poema de la montaña. Y de sus cenizas, otra obra magistral: Poema del fin. Ambas poco después de la ruptura y una a continuación de la otra.
Tsietáieva fue una poeta precoz, de espíritu libre, que pronto se hizo un nombre y cultivó las amistades de grandes escritores de su época como Mandelshtan, Rilke o Pasternak. Tras pasar su niñez y parte de la juventud viajando tras los tratamientos médicos de su madre, en 1912 se casó con el poeta ruso Sergei Efron. Y aunque tuvo otros amores a lo largo del tiempo, por él se exilió al término de la Revolución rusa y pasó varios años en Europa, sintiéndose sola y deprimida.
En 1939 regresó a la Unión Soviética en un intento por volver a reunirse con su marido, acusado de contraespionaje. Por desgracia, éste fue condenado y fusilado en 1941, mientras que su hija Ariadna sufrió el destierro hasta 1955. Tras esto y con la ocupación nazi fue evacuada a Yelábuga, donde no pudo soportar más el sufrimiento por la pérdida y se suicidó el mismo año de la muerte de su marido.
Los poemas de Marina están radicalmente vivos, llenos de ardor y valentía:

“¿Estás ya harto de esa mercadería
novedosa? Cansado de mi magia,
¿cómo te va con una mujer terrestre
que carece de sextos
sentidos?
Venga, con franqueza, ¿sois felices?
¿No? ¿Cómo se vive en un abismo sin profundidad,
amor mío? Cuesta, ¿verdad?
¿Te cuesta tanto como a mí con otro?”

De los nueve poemas conocidos como "poemas largos" de Marina Tsivetáieva hay diversas versiones disponibles que comprenden sólo tres de ellos. La edición de Paradiso Ediciones completa la serie con los otros seis, inéditos hasta ahora en castellano. El conjunto de esta edición incorpora a la lectura de Tsvietáieva en nuestra lengua algunas de sus composiciones más importantes: "Campamento de cisnes", "Zar-doncella" y "cazador de ratas", testimonio que habla tanto de un tiempo alucinado, la guerra, el hambre, la revolución, como de la tragedia personal de una de las voces poéticas centrales del siglo XX.

POEMA DEL FIN 

Como la piedra afila el cuchillo,
Como se desliza el serrín al barrer,
Así, aterciopelada, la piel
Húmeda súbitamente en los dedos.

Oh dobles -coraje, sequedad-
De los hombres, ¿dónde estáis,
Si en mis palmas hallo lágrimas
Y no lluvia?

El agua es de la fortuna,
¿Qué más podría desear?
Si tus ojos son diamantes
Que se vierten en mis palmas,

Ya no pierdo
Nada. Fin del fin.
Caricias, caricias
-Acaricio tus mejillas.

Somos así, orgullosas
Y polacas -Marina-,
Cuando en mis manos llueven
Ojos de águila:

¿Lloras? Mi amor,
Mi todo: perdóname.
Trozos de sal
Caen en mis palmas.

Llanto de hombre, veta
Que en la cabeza retiembla.
Llora. Otra te devolverá
La vergüenza que te hice dejar.

Somos dos peces
Del mis-mí-si-mo mar.
Dos conchas muertas
Labio contra labio.

Todo lágrimas.
Sabor
A armuelle.
-¿Y mañana
Cuando
Despierte?

UCEDA, JULIA
En el viento, hacia el mar  (1959-2003)
Editorial VANDALIA  -Fundación J.M. Lara-
A Julia Uceda se la puede situar en la generación de los 50. Nace en Sevilla, en 1925, en cuya Universidad se doctora en Filosofía y Letras. Ha sido profesora en Estados Unidos e Irlanda. En 1976 regresa a España y se instala en Galicia. La escritura de Julia Uceda persiguió siempre la simbiosis entre filosofía y poesía. No en vano admira profundamente a la pensadora María Zambrano y a los poetas y amigos José Hierro y José Luis Hidalgo. Del primero resuena, en el título que Uceda escogió para esta antología, el eco de “Con las piedras, con el viento”, título de uno de los poemarios más significativos del autor madrileño. Al segundo dedicó su tesis doctoral.
Esa admiración también está latente en la doble condición de la poesía de Uceda: el aliento humano y social, la preocupación existencial —que es algo más patente en los primeros poemarios de la autora—, así como la preocupación por el lenguaje formal, por la meditación introspectiva y la búsqueda del conocimiento a través de la palabra precisa —más presentes en su etapa de madurez.
Su poesía comienza en el año 1959 con Mariposa en cenizas; y prosigue con Extraña juventud (1962), Sin mucha esperanza (1966), Poemas de Cherry Lane (1968), Campanas en Sansueña (1977), Viejas voces secretas de la noche (1981), Del camino de humo (1994), Zona desconocida (2006) y Hablando con un haya (2010); hasta llegar a su último poemario publicado en 2013, Escritos sobre la corteza de los árboles.
Poemas de Cherry Lane fue escrito cuando la autora llega a Estados Unidos, lugar en el que residió siete años como profesora en la Universidad de Michigan. Este poemario es trascendental en la trayectoria de la poeta sevillana por constituir una auténtica teoría del conocimiento y una teoría poética cercana a la mítica, al edificarse cada poema como un proceso desde la indagación hasta el conocimiento y la muerte. Donde el tiempo y el espacio se erigen en dos planos en los que vida y muerte juegan, donde lo natural y el misterio, el silencio y las voces entablan diálogos que buscan respuestas en las aristas de los versos de cada poema.
En 1965, Julia Uceda decide exiliarse para liberarse y tratar de hallar nuevos cauces vitales y profesionales. Entre 1965 y 1973 ejerce como catedrática de literatura española en Michigan State University desde donde desarrolló una intensa actividad docente, investigadora y creadora con una libertad que en España era impensable. Después de concluir su etapa americana y tras un breve paso por España, se afincó en Irlanda hasta 1976, fecha en la que vuelve a España y se instala definitivamente en una casa de campo en el valle ferrolano de Serantes.
Las meditaciones sobre el tiempo, los vaivenes y juegos poéticos con los recuerdos y la memoria como bases del proceso creador; los sueños y lo irracional como esferas desde las que acceder a otras formas de conocimiento o la búsqueda del lenguaje o la imagen perdidos en un tiempo y lugar indefinidos son algunas de las claves del universo poético ucediano. Sus libros entablan ricas intertextualidades en las que se entretejen componentes relacionados con lo metafisico, lo personal, el deseo de conocimiento, la búsqueda y el compromiso social e histórico.
El libro Sin mucha esperanza (1966) es el reflejo de su primera madurez creadora basada en los interrogantes, la subyacente concepción metafísica de su poesía, los poemas especulares, así como el universo mítico y simbólico característico de su poesía.

Zona desconocida (2007) supone una aventura lírica de penetración en otros territorios de la existencia, más allá de la realidad visible; un adentrarse en la aspiración juanrramoniana de acceder a la «realidad invisible». En sus veintiocho poemas se suscitan numerosas interrogaciones y el deseo de revelación al que aspira la poeta. Los interrogantes se plantean al penetrar en zonas ignotas y versan sobre los orígenes del ser, de lo que ha sido o pudo ser, de desvelar sueños y hacer emerger olvidos y recuerdos con la incansable voluntad de conocimiento que se percibe en poemas como “¿Dónde la casa?”, “Apuntes de historia” y “Regresa el pálido caballo”.
Hablando con un haya (2010) y Escritos en la corteza de los árboles (2013) son las últimas aportaciones de Julia Uceda al panorama poético nacional. Los poemas de estos dos libros vuelven a recoger los ecos trasversales de las líneas esenciales de su poesía. La memoria y el recuerdo son situados en comunicación y revisión constante desde el presente con el afán de comunicarse con ellos y de atrapar el origen del propio lenguaje y expresión de emociones. 
Extractos tomados del artículo de Blas Sánchez Dueñas en Poesco.com

                                 EL SILENCIO 
Hay un vacío en el que no se oyen las zapatillas.
Y otro más profundo: el que disuelve nuestras manos.
Y nuestro cuerpo. Y sólo flotan unos ojos
que no lo parecen. Aunque daría lo mismo
porque ya no pensamos con palabras
que todo lo confunden.
                                                                               Además
¿para qué edificar un templo de un grito?
Un grito que no suena en la expansión de las constelaciones.
Un grito que no oye el pastor de planetas.
Un grito que se llena, como un cubo, de huecos.
Un templo que visitan arenas y huracanes.
La boca ha gritado,
¿de qué huerto ha venido? ¿En qué lejana flor
se hará otra vez silencio,
historia no aprendida
y vida sin pregunta?
                                                                             ¿En qué agua de otro 
tiempo
se pulió la mandíbula y su origen?
¿En qué apagado sol
se removió su cero antes del cero?
Gritar: tan sólo un accidente, una arruga en el aire.
                                                                           Y un destrozo,
un harapo de algo; un desgarrón superfluo
desde el violento, desde el distraído
que empuja, pisa y habla alto. No grita.
                                                                           Alto, sólo, habla.
Se oye su voz pavorreal.
Y el grito se desenrosca desde su sima profunda:
un poquito de aire que, primero,
tropieza con la esquina del pulmón,
garganta arriba. Luego ulula, asalta
la pared que contiene su infinitud,
su triste desmesura,
arañando su cárcel, resuelto en templo,
ecos en frío crisopacio que se aleja,
en el tiempo, de la boca: su nido.
Y nada alrededor. La boca mueve
sus alas sin sonido, sin sentido,
entre el agua y el huerto,
entre hueso temprano y légamo futuro,
entre el cero y el cero.
          Entre el cero y su carga.

UNGARETTI, GIUSEPPE
Sentimiento del Tiempo / La tierra prometida
Editorial  DEBOLSILLO
Ungaretti nació el 10 de febrero de 1888, en Alejandría, Egipto y murió en Milán, en 1970. Entremedias vivió en París, participó en la Primera Guerra Mundial en Francia e Italia y enseñó literatura italiana en São Paulo y en Roma
Su evolución artística sigue un itinerario que recorre el camino entre el paisaje y la humanidad, el de la revelación religiosa, el impacto del contacto con la poderosa naturaleza brasileña, el del dolor por la muerte de su hijo y el retorno a Roma en el momento en que estalla la Segunda Guerra Mundial.
A través de su desesperación, descubre la responsabilidad humana y lo frágil de sus ambiciones, y en medio del pesimismo con que contempla la trágica condición humana, encuentra un mensaje de esperanzador para el hombre.
En plena ebullición del futurismo, de la exterioridad y de asociaciones arbitrarias, Ungaretti se sitúa en la vertiente opuesta, cara a la interioridad, para ahondar en ella y traducirla en una síntesis depurada.
La soledad, lo efímero de la existencia, el miedo a la muerte, la pérdida de la inocencia... Los grandes temas de la poesía de Giuseppe Ungaretti están presentes en esta edición bilingüe a cargo del poeta Tomás Segovia, en la que se recogen dos de sus poemarios esenciales, Sentimiento del tiempo y La tierra prometida, además de Los últimos coros para La tierra prometida. En todos ellos el poeta busca la palabra primera, para encontrar en la lengua su verdadera patria: su tierra prometida. 
La publicación de una serie poética que publicó entre 1942 y 1961: “La vida de un hombre”, le convirtió junto a Eugenio Montale y Salvatore Quasimodo, en uno de los fundadores y miembro destacado de la escuela hermética italiana.
Es famoso un poema suyo titulado “Mattina” (Mañana), el cual está constituido por un solo verso:
M’illumino d’immenso
En español lo traduciríamos como:  Me ilumino de inmensidad
Los tres conceptos del poema, la mañana, la iluminación y la inmensidad provocan una síntesis violenta que nos empuja al espacio más íntimo del poeta y allí nos deja flotando. 

LA PIEDAD
(La Pietà, 1928)

       1

Soy un hombre herido.

Y me quisiera ir
Y finalmente llegar,
Piedad, donde se escucha
Al hombre que está solo consigo.

No tengo más que soberbia y bondad.

Y me siento exiliado entre los hombres.

Pero por ellos sufro.

¿No seré digno de volver en mí?

He poblado de nombres el silencio.

¿Hice pedazos corazón y mente
Para caer en servidumbre de palabras?

Reino sobre fantasmas.

Ah, hojas secas,
Alma llevada aquí y allá…

No, odio al viento y su voz
De bestia inmemorial.

Dios, los que te imploran
¿No te conocen ya más que de nombre?

Me has expulsado de la vida.

¿Me expulsarás de la muerte?

Quizá el hombre sea también indigno de esperar.

¿Hasta la fuente del remordimiento está seca?

Qué importa el pecado,
Si ya no conduce a la pureza.

La carne recuerda apenas
Que ha sido fuerte alguna vez.

Está loca y gastada, el alma.

Dios, mira nuestra debilidad.

Quisiéramos una certeza.

¿Ya ni siquiera te ríes de nosotros?

Y compadécenos entonces, crueldad.

Ya no puedo más estar amurallado
En el deseo sin amor.

Muéstranos un indicio de justicia.

¿Cuál es tu ley?

Fulmina mis pobres emociones,
Libérame de la inquietud.

Estoy cansado de clamar sin voz.

VALENTE, JOSÉ ANGEL
El Fulgor   -Antología Poética (1953-1996)
Editorial  GALAXIA GUTEMBERG
José Ángel Valente (Ourense, 1929-Ginebra 2000) es una de las figuras esenciales de la literatura española contemporánea. Su poesía sigue un itinerario radicalmente ajeno a las tendencias dominantes en su generación. Suele inscribirse dentro del llamado grupo poético de los cincuenta pero ha superado las fronteras discursivas y estéticas de su tiempo. Valente es un profundo ensayista y su actitud poética es de escucha ante el signo. Esta actitud aparentemente pasiva y "femenina" por estar basada en la contemplación y en la recepción, crea una poesía de carácter integral y esencialista.
En la mayoría de sus poemas y ensayos, la experiencia creativa se convierte en el tema de sus representaciones. En Material memoria (1979) nos dice que la experiencia de crear un poema no comienza con el texto sino antes de su escritura exterior. "El poema nace con su gestación, al igual que en el Tao la gestación es ya el nacimiento del ser humano". Esta nueva noción de la poesía, más intuitiva e integral, desafía los límites del lenguaje y del pensamiento y transforma la noción tradicional de comunicación poética (basada en la expresión estética de un contenido anímico más o menos estable) en una especie de punto cero de la lengua donde el poeta se convierte en otro lector de su obra sin ejercer un control sobre lo que escribe. Este ángulo perceptivo o "de escucha ante el signo" es una constante en su obra: "La poesía no sólo no es comunicación; es, antes que nada o mucho antes de que pueda llegar a ser comunicada, incomunicación, cosa para andar en lo oculto."

El proceso de interiorización al que nos remite la obra de Valente es el punto de partida para hablar de una estética esencialista. Su poesía, vista desde esta perspectiva, se enfoca en el silencio como signo cuya función es interrumpir el discurso logocéntrico y producir una emoción estética diferente. El lector se halla de este modo ante una escritura intuitiva y paradójica.
Un aspecto que se deriva de lo anterior es que Valente despoja a su palabra de intenciones y discursos totalizantes. La función de la palabra poética no reside en la reescritura de la historia, personal o colectiva, ni tampoco en el olvido, sino que surge de una visión interiorizada de distintas manifestaciones de lo real que a su vez es un todo en movimiento. Ni la historia, ni el tiempo es en sus poemas una categoría medible linealmente. Lo que interesa es crear vacíos que posibiliten la transformación de un sistema semántico en otro. El poeta crea con este procedimiento una estética visionaria que tiene como origen y meta un "punto cero" en el que se manifiesta el lenguaje poético.
Una de las primeras manifestaciones en este sentido es la que hace Valente en Las palabras de la tribu (1971), primer libro de ensayos, en donde considera el poema como un "conocimiento haciéndose". Con este nuevo rumbo que adquiere el poema, inicia Valente su carrera poética. Una carrera notablemente iconoclasta no sólo con respecto a la poesía social de los años cuarenta sino también por abrir nuevas dimensiones dentro de lo poético.

La producción poética de Valente pasó por distintas etapas. Sus primeras publicaciones a mediados de los años cincuenta tienen que ver con su experiencia personal: A modo de esperanza (1955) y Poemas a Lázaro (1960). El primer libro gira en torno a la experiencia de la muerte de su madre.
Posteriormente, y relacionado con el marco social de opresión que se vivía en España (dictadura de Franco 1939-1975) Valente poetiza el tema del exilio, la soledad, la opresión, la ausencia, el vacío y la muerte. A esta segunda etapa más social corresponde Siete representaciones (1967).
En los años setenta su obra evoluciona hacia una integración de todos estos motivos. Es una poesía más abstracta y metafísica que con frecuencia incorpora el elemento metapoético. Es a partir de finales de los setenta que en su poesía se hace mucho más explícito el esencialismo.
Esta etapa se inicia con La memoria y los signos (1966). En este poemario hay ya una voluntad de ruptura con respecto a discursos y estéticas convencionales. Así surgen poemas cuyas esencias consisten en una lucha por hacer que el "verbo" siga cantando, no en virtud de lo ya cantado sino en virtud de la expansión del signo, generando una nueva visión de la realidad poemática.
Veamos como punto de arranque "Un canto", poema representativo de La memoria y los signos:
UN CANTO.

Quisiera un canto
que hiciera estallar en cien palabras ciegas
la palabra intocable.
Un canto.
Mas nunca la palabra como ídolo obeso,
alimentado
de ideas que lo fueron y carcome la lluvia.

La explosión de un silencio.

Un canto nuevo, mío, de mi prójimo,
del adolescente sin palabras que espera ser
nombrado,
de la mujer cuyo deseo sube
en borbotón sangriento a la pálida frente,
de éste que me acusa silencioso,
que silenciosamente me combate,
porque acaso no ignora
que una sola palabra bastaría
para arrasar el mundo,
para extinguir el odio
y arrasarnos...                     

Otro poema representativo es "Como una invitación o una súplica" de La memoria y los signos. En este poema se problematiza la naturaleza comunicativa del lenguaje pues las palabras llevan dentro de sí una búsqueda constante de ex-istir. En el fragmento siguiente esta cualidad de ex-istir del signo se convierte en el tema del poema:
...

En vano vuelven las palabras
pues ellas mismas todavía esperan
la mano que las quiebre y las vacíe
hasta hacerlas ininteligibles y puras
para que de ellas nazca un sentido distinto,
incomprensible y claro
como el amanecer o el despertar.
Acuden insistentes como sordos martillos
nombrando lo nombrado
lo que tal vez nosotros
estábamos llamados a hacer vivir...
La poesía valentiana es un fenómeno de fondo, un sumergirse en lo oscuro, en lo oculto de la significación para así captar en profundidad, la esencia de lo poético: la poiesis.
A partir de los años setenta y ochenta, encontramos una poesía hermética protagonizada por la condensación y la síntesis. El signo se aprieta hasta la designificación y crea en el poema su propio ritmo de lectura y su propio tiempo, visualizable solamente a través de una lectura meditativa e intuitiva. El poema esconde bajo sus palabras, mundos simultáneos que provienen de la experiencia aunque no necesariamente del mundo externo.
El poemario Tres lecciones de tinieblas (1980), es un ejemplo de lenguaje esencialista cuyas esencias se manifiestan a través de las letras. El primer poema inicia una entrada en el mundo del lenguaje y en la representación de lo irrepresentable:

                      Aleph

           En el punto donde comienza la respiración, donde el aleph oblicuo entra como intacto
           relámpago en la sangre: Adán, Adán, Oh Jerusalem. (Mm 53)

La primera letra del alfabeto hebreo, "aleph", marca simbólicamente el nacimiento del hombre. La primera letra entra oblícuamente en la sangre y se (con)funde con la materia. Las letras adquieren metonímicamente una fuerza condensadora de la historia de la humanidad y de la imaginación. Primera letra "aleph", primer hombre "Adán, primera ciudad santa "Jerusalén".
Pero en este libro la verdadera esencia de los signos es la rotación. Lo sabremos al final, después de leer todo el poemario. Detrás de este pensamiento subyacen las huellas de la filosofía griega clásica encarnada en la figura de Heráclito para quien el universo no es sino un continuo devenir. Para este filósofo la armonía que caracteriza el universo no es una armonía estática sino que proviene de un equilibrio dinámico de tensiones entre los contrarios. Es una armonía tensa "como ocurre con el arco y la lira"; como referencia obligada a Octavio Paz.

Otra fuente de inspiración de Valente, igual que para Octavio Paz, es la filosofía y la religión orientales, entre las que destaca el budismo y el zen donde el "vacío" es fuente de vida y esencia de todas las formas. Lo esencial del lenguaje poético es la fluidez de los signos. El poema no es un cosmos cerrado y esto se manifiesta en la composición de un poema o en la estructuración de todo un libro. De este modo, "Nun" último poema de Tres lecciones de tinieblas no es el final del libro sino el principio, constatándose así una de las esencias del lenguaje valentiano que es la manifestación del eterno fluir de la materia verbal, proceso análogo a la creación:

                  Nun

         Para que sigas, para que sigas y te perpetúes: para que la forma engendre a la forma:
         para que se multipliquen las especies: para que la hoja nazca y muera, vuelva a nacer y vea
         la imagen de la hoja: para que las ruinas de los tiempos juntos sean la eternidad; para que el
         rostro se transforme en rostro: la mirada en mirada: la mano al fin en reconocimiento: oh
         Jerusalem. (Mm 71)
Otro poemario esencialista es Mandorla (1982). Valente busca la expansión de los distintos centros. Y esto es lo que sugiere Mandorla que se abre con un epígrafe de Paul Celan: "In der Mandel -was steht in der Mandel?" Das Nichts. El recuerdo de Celan, es muy significativo pues ambos artistas trabajan desde una experiencia interior. Celan ha poetizado el dolor, la soledad, la intimidad, ha trabajado con la metáfora de la luz y la noche y ha dialogado con lo oculto. En sus poemas, herméticos y experienciales, Celan trabajó la palabra a través del silencio.
Mandorla consta de cuatro secciones. En la primera sección, los poemas destacan por su fuerza erótica y seductora. La palabra revive a través del cuerpo femenino. La encarnación del sentido viene mediatizada por el cuerpo.
El lugar del canto es en esta primera sección, el vientre vacío y a su vez pleno en estado latente. El vientre de la mujer es análogo a la mandorla pues es el punto de intersección de dos mundos (uno inferior y otro superior). Materia y espíritu son de nuevo los elementos en fusión previos a toda creación. Y ambos necesitan del vacío para existir.
De las cuatro secciones de Mandorla, la tercera es la más hermética y en la que más seriamente se representa su estética esencialista. El autor crea una retórica de la desposesión, una antirretórica, que se convierte en un discurso logofágico. Leamos a este respecto "Poema" el primer poema de esta sección:

       Poema

    Cuando ya no nos queda nada,
    el vacío de no quedar
    podría ser al cabo inútil y perfecto.

"Poema" nos invita a meditar sobre la estética de lo residual. Lo marginal se vuelve central. También es un poema metapoético en el que los signos se escriben e inscriben a sí mismos. El poema sugiere una meditación sobre la representación que rompe los límites racionales de conocimiento.

En la búsqueda de una expresión poética más íntegra, Valente utiliza a menudo el motivo de la luz. Lo luminoso y lo fugaz son metonimias de la creación. La creación es nombrada en términos de luz. Recordemos el verso de Lezama Lima que abre el poemario Material Memoria (1979): "La luz es el primer animal visible de lo invisible." Entramos con la palabra en el mundo de las percepciones intuitivas. La luz es fuerza creadora, síntesis del ser y el mundo, de la forma y la materia. Es la esencia por excelencia. La luz es además un símbolo iniciático, es lugar de la aparición, espacio apto a lo revelatorio pero también espacio y tiempo de lo fugaz, de ahí su poder indestructible. La luz es muerte y vida del ser y la palabra.
El poemario El fulgor (1984), explora a través de la luminosidad las posibilidades de creación de significado. El epígrafe que inicia tales textos es un extracto de Vetera fragmenta (la idea de origen está implícita en el adjetivo latino vetera que significa viejos, antiguos) y habla de la constitución del pneuma como una "materia que se hace propia del alma." El lector entra en un reino invisible a los ojos humanos. El fulgor en una serie encadenada de imágenes nos remite en última instancia a la captación de lo visionario. El último poema resume el deseo de la voz lírica de fundir su cuerpo en una explosión de luz: "Y todo lo que existe en esta hora/ de absoluto fulgor/ se abrasa, arde/ contigo, cuerpo,/ en la incendiada boca de la noche."
Desde el primer poema que se inicia con la idea del suicidio hasta el último poema se ha cumplido un ciclo vital medido en términos de luz y silencio. No es en vano que la primera palabra del poemario sea "el fulgor", y la última "la noche." El texto creado es un texto paradójicamente abierto y significativo. Se abre la noche incendiada como misterio y como entrada al lenguaje en su estado previo a la forma.
Otro poemario en el que la luz y lo fugaz se convierte en un símbolo plurivalente es Al dios del lugar (1989). Veamos dos poemas significativos:

FORMO
de tierra y de saliva un hueco, el único
que pudo al cabo contener la luz.
                        (Materia)


QUEDAR
en lo que queda
después del fuego,
residuo, sola
raíz de lo cantable.
                      (Fénix)

Ambos poemas presentan la idea de la creación en términos esencialistas. La forma y el sentido surgen de una ausencia, de un espacio vacío, de un hueco, de las cenizas, del polvo. La escritura valentiana está marcada por un signo de afirmación de lo vital en su estado completo de nacimiento y muerte.

La poesía debe reinventar el mundo y para ello el poeta debe entrar en comunicación íntegra con el lenguaje. Las ausencias motivadoras de su poesía, la "muerte", la "palabra", el "silencio" son el punto cero de su escritura que se puede definir como una escritura estática y extática pues sus palabras han surgido en un estado de quietud. Al sugerir distintos niveles de significación en un mismo modo de expresión, el lenguaje muestra su capacidad de generar sentidos pero también su insuficiencia en su carácter lineal y sucesivo. Sin embargo, esa "cortedad del decir" es el único medio verbal de que disponemos para comunicar y generar las experiencias. En el ensayo "La hermenéutica y la cortedad del decir" recogido en Las palabras de la tribu, Valente se refiere al aspecto de la comunicación:
"En efecto, la cortedad del decir, la sobrecarga de sentido del significante es lo que hace, por virtud de éste, que quede en él alojado lo indecible o lo no explícitamente dicho. Y es ese resto acumulado de estratos de sentido el que la palabra poética recorre o asume en un acto de creación o de memoria.

La fracción sumergida o no visible del significante reclama un lenguaje segundo, una hermenéutica..." (67)
El poeta es consciente de la problematicidad del signo. El lenguaje no es transparente ni inocente sino que está compuesto de una serie de "celadas" o capas de significados, inherentes a cada palabra, que forman de manera invisible un lenguaje. Se requiere del silencio para captar los diferentes niveles semánticos que alberga la poesía.
Esa cortedad del decir nos hace pensar en la poesía mística. En la colección Material memoria (1979-1989) Valente indaga sobre la naturaleza creadora y experimental del lenguaje. El discurso poético se vuelve más y más radical (en el sentido etimológico de ir a la raíz). Si comparamos ambos lenguajes —místico y poético— vemos que comparten radicalidad, arreferencialidad, iconoclastia, condensación, abstracción y un pensamiento paradójico. Valente como estudioso de los místicos es un gran conocedor de las peculiaridades de este lenguaje. Sirva a modo de ejemplo el "Ensayo sobre Miguel de Molinos" (heterodoxo español, (1628-1696) condenado en Roma por proponer una doctrina herética, sospechosa, escandalosa y ofensiva):
"La primera paradoja del místico es situarse en el lenguaje, señalarnos desde el lenguaje y con el lenguaje una experiencia que el lenguaje no puede alojar. . . la experiencia del místico se aloja en el lenguaje forzándolo a decir lo indecible en cuanto tal. Tensión entre el silencio y la palabra." (La piedra y el centro 73)

Tanto los místicos como Valente son conscientes del medio que están utilizando, el lenguaje, y ambos entran en las paradojas de la lógica impuesta por los sentidos. El lector debe, en los dos casos, suspender el conocimiento racional y dejarse llevar por lo que sugieren las palabras. No importa que no tengan un sentido lógico sino que sugieran. Es a través de la sugerencia como se activa la plurisignificación. El signo crece hacia dentro y se expande en nosotros, lectores. En este sentido, se puede decir que el poeta entra en una mística de la poesía.
Esta atracción por experimentar con los límites semánticos del lenguaje, era un motivo utilizado ya por San Juan de la Cruz, aunque con diferentes propósitos: "Nunca te quieras satisfacer/ en lo que entendieres,/ sino en lo que no entendieres" (Cántico espiritual I, 12). En "Cinco fragmentos para Antoni Tàpies" de Material memoria, dice el autor con respecto a la Nada:

       En el espacio de la creación no hay nada (para que algo pueda ser en él creado).
       La creación de la nada es el principio absoluto de toda creación:

                Dijo Dios: - Brote la Nada.
                Y alzó la mano derecha
                Hasta ocultar la mirada
                Y quedó la Nada hecha.

La poesía de Valente proviene de la reflexión y de una toma de conciencia del ser y en su dimensión espiritual. En este sentido la obra de Valente acerca el ser humano hacia su vida interior y hacia una mayor percepción de la existencia y del lenguaje. Para ello un signo imprescindible es el silencio y una de sus implicaciones la reinvención del lenguaje.
El arte que enfatiza el silencio tiene antecedentes remotos no sólo occidentales sino también orientales, incluida la mística sufí y la filosofía zen.
Extractos tomados del estudio de Laura López Fernández

VALERO, JULIETA
Los heridos graves
Editorial  DVD
Julieta Valero (Madrid 1971) quizá sea también un Herido Grave; como los que nos trae este libro que se acerca a la sustancia del hombre a través de su dolor. Porque los heridos de los que habla Julieta no están en clínicas, sino en las calles y las casas.
Si la enfermedad del alma o del cuerpo denigra, este libro nos ama en tanto nos enseña nuestra naturaleza humillada: la inútil sed de correspondencias en el amor, la infructuosa necesidad de absolutos o la incongruencia de haber nacido sin respuestas, son cuestiones que aquí quedan patentes, trascendidas a lo sagrado a través del ritmo y vívidas y superadas, al final.

La estrofa fragmentaria (sin versar) compuesta por frases largas a modo de aquellas Stèles de Victor Segalen y que abunda al principio del volumen, va poco a poco variando hasta una ordenación final en la que los poemas se dibujan ya con estrofas claras y versos definidos, esto es: La voz poética que es también la del Herido Grave se ordena tras haber luchado y vencido su dolor: cuando aprende, sana. Cuando sana, se ordena.
Explicado así uno pensaría que hablo de un poema largo. Falso. Los Heridos Graves no es libro de un solo poema aunque tenga una gran entidad unitaria. En él se vierten 97 poemas en dos esclarecedoras partes; “Los Heridos Graves” y “Sobreponerse” entre los que se me hace indispensable nombrar “Para tratar con el mono” donde el Herido Grave encuentra su origen (he llegado hasta el mono/ me tiendo junto a él por esta noche) “El príncipe y su hermana” poema en dos partes que va de lo personal: un hermano, al concepto del hombre como hermano y que así nos sorprende con el relativismo o la “Canción del empleado” que abre el volumen y sin el que el libro sería impensable.

Las influencias son muchas y van desde los Místicos hasta Vallejo pasando por el litúrgico Saint John Perse de Crónica. De cualquier modo están perfectamente asimiladas así que el tono y la voz resultante es pasmosamente personal, hermosa y oscura. Se podría decir que aquello que Julieta comenzó a trabajar en Altar de los días parados (Bartleby 2003) aquí cristaliza.
Si haber nacido es per se una enfermedad vital, crecer -a lo largo de este volumen, por ejemplo- parece el único modo de sobreponerse. Y aún mejor, en el centro del recorrido habrás ganado. En ese centro podrás decir: He vivido.
Extractos tomados del blog AguirreConU.

              CANCIÓN DEL EMPLEADO

Somos perros que abandonan perros.
Discurrimos por senderos que recuerdan el sonido de los enjambres.
A los dioses no les aguarda un futuro mejor.

                       I

Voy a morir y esos son mis linajes.

He venido a un lugar donde la belleza se mide en piedras de hombre para decirme;

he venido y permaneceré hasta trazar un contorno con las partículas de lo invisible
un contorno que me declame: nombre, rostro, olor, vulva del pensamiento.
He venido a nombrarme justo antes de que mis ojos se abran para siempre.


Porque no nací hija de patricios, aunque guste de los frutos del mar y también simpatice 
   con la avena

porque no tuve habilidad para burlar a los mercaderes y no hay perdón, pues conocía las
  epidemias que esparcen

porque voy a morir de un mal elemental y va a ser en ausencia de héroes.


Ocurre algo sencillo y terrible:

el hambre condena, el frío condena

hay una muerte antes de la muerte y es una transacción

salvarse del hambre y el frío condena y en las horas se da una mudanza genocida donde pierden
   la vida vida e imaginación.


No de niña y no sé cómo pero creí finalmente a los nigromantes que gritaban desde las crestas 
    de la ciudad

que la gesta había muerto, que es un tumor la pasión.


                          II

Voy a hablar para las niñas que aún se huelen las manos y me recuerdan

para los muchachos pescadores que me enseñaron a seducir a los vientos y a sumar su furia a 
    mi ruta

          mientras creían que hablaba su idioma

          mientras creían a dios y a dios de su parte

voy a hablar para los del encuentro irreparable

y yo a hablar para la dama con ojos de campiña y ubres de leches eternas. 

Ésa es mi madre.

Ellos se merecen que pronuncie mi nombre antes de la extinción.

Mi recuerdo será la enredadera donde caiga la ciega que viene a usurparme.

A imagen y semejanza.

Niñas, Madre, Muchachos ¿cómo advertiros?

        tiene un brillo que se hace imprescindible en el tiempo en que se fabrica una montaña

        tiene un libro donde encuentran nombre y sepultura todos los sabores y un pájaro al 
            hombro que se traga un quejido y escupe un mapa.

En el arco que yo descria para habitarla, en esa lenta pirueta sobre aguas hediondas consiste 
   mi muerte.


                         III

¿Por qué yo?

¿O por qué no yo exenta de este desgarro por un golpe de azar?

Sólo es hermosa la salvación del que casi está desconsolado.

Sólo entiende la salvación el Herido Grave.

Yo respondería con la alegría sin gusano del padre primerizo y del patrón que halla peces

la del que expulsa su fluido y se ignora un instante

la del reo amordazado y todo era un simulacro

la del minero que reconoce de nuevo el sol

la alegría pura del animal en su siendo.

Esta bula que pido no le vale al atleta del oro es despreciada por quien cree en la obra de los 
    hombres y es ignominia para los próceres del progreso.

Todos ellos tienen la ira y la razón, su reino en este mundo y su razón.

Si algo me salva prometo el agradecimiento del niño por su castigo, de los límites por el tahúr, 
    del loco por la calefacción.

Pero sé que nada me absuelve; mis padres no son patricios y mi alma recela del vicio fingido 
    y de la quietud de los yates. Nadie va a absolverme.


Y no vengo como la Princesa de los Placeres.

No conozco ingenios para volar más alto y hay días en que apenas puedo moverme.

No vengo a segregarme de mi prójimo ni a que ponga su medida a avergonzarse ante las perlas
     de mi sangre.

Sólo tengo la sangre de una edad y su color promete cansancio y fluye a la caza de ternura.

Perdonadme. Mi delito es haber comprendido cómo dibujaron este infortunio.

El rostro es una enfermedad, la conciencia una pandemia y yo sólo pido morir de mis males.

Pido espacio para fallecer.

Pido que vacíen la habitación de los juegos, que entre la luz y nadie distraiga el pánico de las 
    paredes.

Pido domicilio para la transfiguración porque sólo en ella aprecio la palabra casa, satisfago a la
    semilla del silencio y cojo cariño a la impasibilidad de los árboles.

Si alguien me salva de esta muerte por jornadas prometo confundirle con la salud.

Si algo me libra del evangelio de la utilidad, prometo llamarle


            causa de los colores
            dominio de la imaginación
            pan de lo ausente
            libertad.
VALERO, JULIETA
Autoría
Editorial  DVD
Julieta Valero (Madrid, 1971) continúa en Autoría el trabajo de sus libros anteriores, la tarea de una expresión que sea indagación, lo que le lleva a decir “escribo abisalmente”. En efecto, rehuyendo la facilidad de las superficialidades, estos poemas se dirigen hacia lo profundo para sacarlo a la luz, lo que no quiere decir que haya una evasión de la realidad. Se trata por el contrario de hacerla emerger de su propio ocultamiento, de intentar decirla de un cierto modo más verdadero, más real.
El título, Autoría, indica con claridad cómo una de las cuestiones centrales de la escritura contemporánea, quién escribe, quién es yo, cómo poder decir uno mismo algo del otro, lo es también de este libro. Extractos del artículo de Túa Blesa en ElCultural.com

J. Valero poeta y gestora cultural, es autora de los poemarios Altar de los días parados (2003), Los Heridos Graves (IV Premio De Poesía Radio Joven de RNE-R3, 2005), Autoría (XXII Premio de Poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad y Premio Ausiás March 2010) y Que concierne (2015), elegido como uno de los tres mejores poemarios del año por El cultural y ABC.es. En Libro de las conjugaciones. Antología 2003-2015 (con selección y preliminar de Marta Agudo, 2016) se puede leer un recorrido por su escritura.  

IN THE MOOD FOR LOVE
                                       En algún lugar alguien está viajando furiosamente hacia ti
                                                                                               John Ashbery

Iba a decirte No vengas
que conozco la trampa del paraíso: limbo, piedra y abandono.

Pero es tan incómodo estar vivo.

Este festín, defectuoso porque cursa, defectuoso porque termina.

Todo tiene el mismo cuerpo que la vida.
Todo está mal.

De modo que tú, ciego cometa que trabaja, compra
y algunas mañanas de festivo alcanza verdades… Ven.

Cuando la revuelta del encuentro amaine
y ames mi cuerpo y la forma de mis dientes
y el error de estas manos exactamente distintas a las que imaginabas

te conmueva como una revelación
te daré tres mentiras contra el frío

no debes tener miedo
no estás solo ni hay sentencia
desde hoy la catástrofe consiste en no salir a la vez.

VALERO, JULIETA
Que concierne
Editorial  VASO ROTO
Luis Cernuda explicaba la evolución de la poesía castellana como una continua tensión entre el lenguaje escrito y el lenguaje hablado. En algunos momentos coinciden, como en Manrique; en Garcilaso comienzan a distanciarse; en Góngora se oponen. En nuestro tiempo, hablar de apenas un par de lenguajes parece reducir en exceso la cuestión. Y sin embargo, todo sigue siendo cuestión de lenguaje. Por eso María Salgado, en su epílogo a este nuevo libro de Julieta Valero (Madrid, 1971), Que concierne,  viene a decir que la poeta es su sintaxis.
Un poeta de hoy está –casi- obligado al collage de lenguajes. Quien no se burla del lenguaje oficial estará siempre al borde de caer en él; quien no esté alerta al lenguaje publicitario caerá probablemente en lo banal; quien haga como que no existe el lenguaje periodístico, en lo fútil. El gran hallazgo de este libro de Julieta Valero –y de su obra poética en general- es el uso sabio con el que maneja su conocimiento de los diferentes lenguajes para hilar poemas que funcionan en varias capas, que son críticos a varios niveles, que buscan su belleza en una forma compleja y extrema de inteligencia. Aquí el lirismo es la forma en que se deshace el lirismo.
En Que concierne hay varios hilos que se van entretejiendo de poema en poema, asuntos interconectados por más que aparentemente alejados que al juntarse provocan la electricidad que da lugar al poema, como un rizoma eléctrico. De un lado, el libro piensa sobre la crisis generalizada que llevó al 15-M. El lugar de la vergüenza es la inmovilidad, nos dice el primer poema. Algo tiene este libro de revuelta. Y también de gestación: la posibilidad de la descendencia, las preguntas que plantea en este mundo, ahora. En medio, una reescritura crítica de los géneros literarios (“Fábula del Resort”, se titula un poema; “Pastoral” o “Anunciación” son otros de los títulos), irónicas referencias a la crítica literaria banal, como en “Más poetas que lectores” (“este tono despegado, poesía como traducida“), referencias a los libros como árboles patriarcales sin olvidar himnos a una cotidianidad que se quiere inteligente y compleja y no por ello menos feliz ni intensa, como en el poema “Perro”, que concluye: “La alegría, las moscas, la franqueza sexual se inventaron en la cola de un can“.

Ese perro convive en este libro con la Ministra de Trabajo que llora al anunciar las nuevas medidas, con una “Viejina” memorable, con la vida por venir y con preguntas sobre cómo vivirla. Como experimento de lenguaje, Que concierne es un hito de nuestra poesía última, un libro que estudiar y del que aprender, con el que crecer. Un libro raro en el contexto de la poesía castellana reciente, al que resulta más fácil encontrarle parentescos en otras tradiciones vecinas (algo parecido a lo que ella intenta lo intenta también Giancarlo Majorino en Torme di tutto, un libro menos extraño en la poesía italiana contemporánea –y él va ya camino de los noventa años- de lo que lo es el de Valero aquí). Como todo experimento, es difícil asegurar que todo lo que ahora bulle en sus páginas perviva. Pero ahora está vivo, al contrario de tanto libro que nace cadáver. Pero no ha sido niña ni niño: es de una especie nueva, y hace preguntas.

ANUNCIACIÓN

Cuando nos hayamos diluido, y el último rastro de humedad y de afecto sobre nuestros retratos
cuando entonces
cuando esto
cuando los objetos no tengan a nadie que los reconozca o tú y yo seamos un libro y una caja china que
ha inventado el silencio
el silencio como perfección del más doloroso de los gritos
cuando el olvido siga constituyendo al mundo como es su deber, su compost, su premura
seguirás de pie en nuestra cocina, escuchando a las cebollas, la frente perlada de generosidad y de viajes
al centro de la Tierra. La mujer que le lee sus derechos a la belleza. Nuestro hijo ahí.

VALERO, VICENTE
Canción del distraído
Editorial  VASO ROTO
Vicente Valero (Ibiza, 1963) es poeta, narrador y ensayista. Es autor de siete libros de poesía: Jardín de la noche (El Serbal, 1987), Herencia y fábula (Rialp, 1989), Teoría solar (Visor, 1992. Premio Loewe a la Joven Creación, 1992), Vigilia en Cabo Sur (Tusquets, 1999), Libro de los trazados(Tusquets, 2005), Días del bosque (Visor, 2008. Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe 2007) y Canción del distraído, compilación y resumen de su obra poética (Vaso Roto, 2015). Ha escrito, asimismo, los libros de ensayo La poesía de Juan Ramón Jiménez (Andros, 1988), Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza, 1932-1933 (Península, 2001), Viajeros contemporáneos: Ibiza, siglo xx (Pre-Textos, 2004) y Diario de un acercamiento (Pre-Textos, 2008). Se ha ocupado también de la edición de la correspondencia ibicenca del filósofo Walter Benjamin en Cartas de la época de Ibiza (Pre-Textos, 2009), así como del libro de Juan Ramón Jiménez La estación total con Las canciones de la nueva luz (Tusquets, 1994). Ha publicado la novela Los extraños (Periférica, 2014) y el libro de relatos El arte de la fuga (Periférica, 2015).


VALERY, PAUL
El cementerio marino
Alianza Editorial
Paul Valéry publicó El Cementerio Marino en 1920. En sus inicios como poeta estuvo influido por Stéphane Mallarmé, a quien conoció personalmente. Como intelectual y poeta siempre se mostró racionalista, escéptico y humanista. Profundizó intensamente en los procesos de producción artística. Él mismo reveló el modo en que concibió este poema: "Respecto al Cementerio Marino, esta intención no fue al principio más que una figura rítmica vacía, o llena de sílabas vanas, que me obsesionó durante algún tiempo. Advertí que dicha figura era decasílaba, y me hice algunas reflexiones sobre dicha forma, muy poco empleada en la poesía moderna: me parecía pobre y monótona. Resultaba poca cosa al lado del alejandrino, que tres o cuatro generaciones de grandes artistas han elaborado prodigiosamente."
Desde el extático verso de la primera estrofa donde habitamos un techo tranquilo y cercano a los dioses, hasta las olas y el viento que lo rompen en la última, hay todo un recorrido, una invitación a la experiencia y al conocimiento, en busca de "los límites de lo posible" tal y como reza la cita de Píndaro.
El deslumbramiento de ese Mediodía perfecto es la plenitud del mundo para Valéry pero también el vacío y la nada. El poema sigue su curso y según se aleja del Mediodía encuentra distintos tonos cromáticos. La existencia humana se identifica con el contraste entre estos matices. 
Poema completo y reseña en este blog
VALLEJO, CÉSAR
Poesías completas
Editorial   VISOR
A pesar de su prematuro fallecimiento -murió a los 46 años-, el poeta peruano fue capaz de producir una obra poética que ha trascendido el tiempo y las fronteras. Vallejo nació en 1892 en Santiago de Chuco, una pequeña localidad al norte de Perú, y su naturaleza mestiza marcó su vida y su obra. Nieto por parte paterna de un sacerdote español, por parte materna recibía su herencia chimú. Publica su primer libro, Los heraldos negros, en 1919, año en que se traslada a Lima, donde trabaja como profesor y periodista. En 1922, publica Trilce, y en 1923 se traslada a Europa, donde sobrevive como corresponsal entre París y Madrid, se afilia al partido comunista y viaja a Rusia. En 1937, escribe España, aparta de mí este cáliz, donde recoge sus experiencias como defensor de la república. Muere en 1938 y, ya póstumamente, vería la luz Poemas humanos.
Cuatro poemarios que realizan un viaje del modernismo a un lenguaje personalísimo, con una deriva social al final de su vida. En su obra encontramos una serie de tensiones que atraviesan la poesía del siglo XX como son las oposiciones entre la esperanza y la desesperación y entre la accesibilidad y la inaccesibilidad lingüística.
Los Heraldos negros son una oda al modernismo donde ya aparece cierto desgarro característico: "Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo, / grave."
En 1922 se publica Trilce, poemario críptico y experimental donde el retorcimiento del lenguaje alcanza elevadas cotas de libertad más allá del surrealismo de la época. Al otorgar, en ocasiones, más interés a lo fonético que a lo gramatical, Vallejo adopta un idiolecto donde lo sensorial adquiere prevalencia sobre lo intelectual. El lenguaje ya no es una red para captar la realidad. Trilce fue incomprendido y Vallejo se defendió en el artículo "El arte y la revolución": "La gramática, como norma colectiva en poesía, carece de razón de ser. Cada poeta forja su gramática personal e intransferible, su sintaxis, su ortografía, su analogía, su prosodia, su semántica. Le basta no salir de los fueros básicos del idioma. El poeta puede hasta cambiar, en cierto modo, la estructura literal y fonética de una misma palabra según los casos." No publicó ningún libro más en vida.
Algunos de sus versos más citados contienen el pronóstico de su propia muerte:
"Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París —y no me corro— /tal vez un jueves, como es hoy, de otoño"

Pertenecen al soneto "Piedra blanca sobre piedra negra" que alude a una tradición de su tierra: colocar una piedra blanca sobre una negra en los entierros. No murió un jueves sino un viernes lluvioso en París. Allí era primavera, pero en su Perú natal era otoño. El poema pertenece a su libro póstumo "Poemas humanos", 76 poemas de su última etapa donde busca un estilo más llano, una vez abandonado el modernismo de la primera etapa y la vanguardia surrealista.
En Poemas humanos los temas son los mismos que en libros anteriores, aunque tratados ya desde una perspectiva más claramente existencial y materialista. Sin embargo, la gran novedad de Vallejo no está en la originalidad de sus planteamientos, sino en la enunciación de éstos en forma poética.
Su último libro, España, aparte de mí este cáliz, no se trata de un poemario volcado hacia las trágicas circunstancias políticas que atravesaba nuestro país, sino que más bien descubre inquietudes mucho más íntimas del propio autor. En efecto, éste veía en la salvación de España, la de su nación, Perú, y la de sí mismo. Lo que subyace aquí es un fragmento de la visión cristiana del mundo de la que Vallejo no pudo desprenderse: el hombre como ser llamado a la Redención.
La poesía de Vallejo se define como una mezcla de tristeza y dulzura que discurre sobre el sustrato obsesivo de la temporalidad, la inquietud por el perpetuo fluir del presente y la nostalgia de un pasado que no volverá.
LOS HERALDOS NEGROS 
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
VALVERDE, ÁLVARO
Una oculta razón
Editorial VISOR
Álvaro Valverde nace en Plasencia en 1959. Estudia magisterio en Cáceres. Dirige, junto a Gonzalo Hidalgo Bayal, el Aula de Literatura “José Antonio Gabriel y Galán”. Fue codirector de la revista Espacio/Espaço escrito. En poesía ha publicado Territorio (1985), Las aguas detenidas (1989), Una oculta razón (1991), A debida distancia (1993), Ensayando círculos (1995), El reino oscuro (1999), Mecánica terrestre (2002), "Desde fuera, "Mas allá, Tánger" y "El cuarto del siroco" De lo más fundamental de todo ello queda constancia en una antología de garantías, elaborada por el poeta Jordi Doce y publicado en la editorial La isla de Siltolá, "Un centro fugitivo".
El propio Doce nos sitúa a Valverde: «Su poesía se inscribe por voluntad propia en un linaje de poesía meditativa que, entre nosotros formalizaron Unamuno y Machado, pero que sólo con Cernuda adquirió conciencia plena de su horizonte de expectativas.
Desde unos inicios a la búsqueda de trascendencia se ha ido abriendo paso un poeta de aliento elegíaco, complacido en dibujar las huellas del tiempo, el paso de las estaciones, ese mundo siempre herido de melancolía, de fatalidad, surcado de espinas. Álvaro Valverde es uno de los nombres más propios de generación del 59, uno de los poetas de trayectoria más seria y rigurosa.Según Gonzalo Hidalgo Bayal hay un verso de un poema perdido en las primeras antologías en que apareció Valverde, que determina toda su poética. El mismo poeta, cuestionado sobre ello, ha referido que efectivamente "era una declaración de intenciones, una toma de postura" que adelantaba su obra futura. El verso dice, "hagamos de este lugar un territorio".
Concluye Marzal que "La identificación de poesía y territorio o, si se prefiere, la bifurcación del territorio en su vertiente física y ontológica, de un lado, y en su vertiente poética, lingüística, de otro, son la tarea de Valverde. El desarrollo de su poesía es un asedio, extenso y hondo, en torno a esta noción. El territorio físico es el escenario del yo, el territorio metafísico es la prolongación del yo, el tiempo y el paisaje del yo sucesivo que viene de la infancia. Alvaro Valverde pretende la configuración de una conciencia ontológica en torno a los tres vértices de la poesía en el siguiente orden: lenguaje (poema), realidad (territorio) y sujeto (yo)."
"Distribuido el libro en tres partes y un epílogo, la segunda es un solo poema largo y nuclear, síntesis y propósito, que se proclama eje y espíritu, en tanto que la primera y la tercera, que son cuerpo, funcionan como anverso y reverso de una misma intención. La primera parte, singular y lineal, agrupa quince poemas complementarios en los que el sujeto recobra fragmentos sucesivos de un ininterrumpido haber estado siendo, rescata "la vida que ocultaban las paredes/ de tu estancia de ser para la muerte". La tercera parte, plural, circular, más abierta y libre, consta de dieciséis poemas equidistantes en los que el sujeto se multiplica, se apropia de otras experiencias, se subroga en otras voces para verificar la validez y universalidad del yo, su esquiva contingencia. El epílogo se cierra sobre la certidumbre de la permanencia, permanencia que se reduce a un límite estrechísimo. El último verso del libro lo resume así: "A un paso de no ser, pero aún con vida". En ese filo agudo, en ese vértice de la tensión entre el ser y el no ser, sitúa Alvaro Valverde la clarividencia de la razón poética, la luz contenida en todas las palabras."
DESDE FUERA 
Vivir es deslizarse, repetiste,
captar nuestra existencia de soslayo
o verla desde lejos, en lo alto,
con la perplejidad del que contempla.
Los que te conocieron aseguran
que tu viviste así, que no hubo nada
ni nadie que pudiera desviarte
ni un ápice siquiera de ese trazo
que le diste por fin a tu camino.
Esa senda emboscada conducía
a una casa perdida entre los páramos.
Sobre aquel pedregal erosionado,
bajo la ardiente luz de los veranos,
una sombra precisa dibujaba
el estupor final de tu extravío.
En ese santuario estableciste
una visión del mundo peligrosa.
Rogabas a los dioses con frecuencia
que no nos castigaran con desgracias
(capaces en su ardor de destruirnos)
sin antes enseñarnos lo importante:
la frágil transparencia de la vida.

ESCRITO AL ALBA 
Habrá estado esperando que la noche
cumpliera su sentencia contra el tiempo,
el terco maleficio que la habita
y que a solas padece
cada vez que en el sueño le despierta el temor
y, después, la vigilia se establece imponiendo
una extraña alianza de excepción y costumbre.
Habrá intentado acaso explicar el porqué
de aceptar sin ceder esa ciega amenaza
que le cerca y, no obstante, él espera implacable.
En la primera claridad tras la penumbra
que agota de la noche el cauce oscuro,
la realidad ordena en sus contornos
la tregua en que apagar otra conciencia.
VALVERDE, ÁLVARO
Mecánica terrestre
Editorial TUSQUETS  -Colección Nuevos Textos Sagrados-  
Mecánica terrestre es un libro irregular en el que habitan un puñado de hermosos poemas. Creo que "Una casa de campo" resume lo mejor de la poética de Valverde, esa que es capaz de dotar de trascendencia a la realidad de todos los días; versos en los que conviven cotidianidad y misterio.
"Una casa de campo" es una descripción morosa y vívida de un territorio que identifica a los que vivieron y vivirán en él y que se constituye como un espacio "que unos llamarán Dios y otros vacío", pero que el poeta se atreve a identificar con Verdad y Belleza. "El paseo" abunda en la línea de una poesía despojada en la que aletea el pensamiento y la emoción.
Estructurado en cuatro partes, el libro se compone de meditaciones, variaciones y homenajes dispares. Un único poema constituye la segunda parte del libro, “Los lugares del sueño”, saturado de enumeraciones y anáforas. En la última sección, "Relación de los hechos", se acumulan de forma desigual monólogos dramáticos, pastiches y homenajes. Incluso algún ejercicio de estilo. Completa el libro "Palabras privadas", compuesto por una serie de poemas de amor que quieren huir del tópico. 
Los mejores poemas, y tiene un buen puñado, tienen que ver con la escritura como el espacio donde cristaliza la memoria, el poema como recipiente de la reflexión sobre el hecho creativo y la configuración de lugares como el jardín o la casa como escenarios desde donde iniciar la búsqueda de lo absoluto.
MECÁNICA TERRESTRE 
Lo mismo que una imagen
recuerda a alguna análoga
y una sombra a la fresca
humedad de otra estancia
y un olor a una escena
cercana por remota
y esta ciudad a aquella
habitable y distante,
así, cuando la tarde
se hace eterna y es julio
todo expresa una múltiple,
inasible presencia,
y el agua es más que el filtro
de lo que fluye y pasa
y la luz más que el velo
que ilumina las cosas
y el viento más que el nombre
de una oscura noticia.
VALVERDE, ÁLVARO
El cuarto del Siroco
Editorial TUSQUETS  -Colección Nuevos Textos Sagrados-  
Álvaro Valverde justifica el título de su libro en una nota inicial donde explica que proviene de un pasaje de Leonardo Sciascia en el que explica que las antiguas casas patricias de Sicilia poseían una llama stanza dello scirocco, donde la familias acostumbraban a guarecerse los días en que arreciaba este viento del sudeste procedente del Sáhara. La poesía como refugio.
La poesía no es otra cosa que una búsqueda constante del “yo” frente al mundo, un instrumento para entender y entendernos. Bucear en nuestro propio “yo” abismándonos en los misterios de la vida, de cuanto amamos y odiamos, del bien y del mal; un continuo indagar el espacio y el tiempo para reconocer o reconocernos en lo que fuimos, somos o desearíamos ser.
Decía el poeta Antonio Gamoneda que “la poesía no sirve para nada en una sociedad como la nuestra”, para añadir acto seguido que sí puede, en cambio, “intensificar la conciencia de un modo personal e individualizado, algo muy útil a la hora de enfrentarse con realidades objetivas como los desbarajustes en nuestros días”.
Se trata, pues, de que la poesía sea ese antídoto contra la tiranía en todos sus estadios. Por esta y muchas razones más la poesía viene a ser una luz deslumbradora que nos precipita sobre el cosmos y nos colma con un cálido e infinito abrazo. De esta manera se nos muestra en “El cuarto del siroco”. La voz del poeta es en este poemario raíz misma del ser, se adentra en la oscuridad de lo desconocido y resurge como un ciclón devastador de la palabra, esa que revive en cada verso de una manera transgresora a la vez que sencilla. Valverde no se deja amilanar por este viento temible del siroco, su encierro en ese “cuarto” es solo aparente, porque en él se halla y se abarca el universo todo. Valverde nos descubre en cada poema las luces y las sombras del humano existir, de la capacidad del hombre para transformar y transformarse. Ya desde el primero de los poemas “A modo de poética” nos aproxima a su particular visión del mundo, que a fin de cuentas es poesía, donde el agua, esa que nos sacia la sed, en su transparencia y pureza es como la vida misma:
«Como el agua,que limpia se detiene en esas balsas formadas por las hojas cuando obstruyen el frágil discurrir de la corriente.
 Como el agua,
que la mano atraviesa confiada y nunca, sin embargo, toca fondo. Como el agua, metáfora y verdad.
 Sí, como el agua».
Todo es búsqueda y hallazgo en su poética, que responde al devenir de la existencia, del tiempo que se escapa para no volver. Toda inquietud o incertidumbre queda fijada en la mirada del poeta, toda nostalgia o melancolía, toda la belleza y el amor trasciende en este poemario:
«Esta palmera, amor,
es más que un árbol:
es el testigo fiel
de lo que fuimos
y el testigo veraz
de lo que somos
y el testigo de aquello
que ya nunca seremos».
Humanismo y Naturaleza se muestran como los dos grandes pilares de la poética de Valverde. Avanza siempre Valverde hacia la luz de lo cotidiano, de aquello que acontece en derredor suyo, observa, medita y florecen en su escritura significados y significantes de tal manera que todo deslumbramiento es posible.                          Extactos tomados de ElOlivardelaLuna.com
AQUÉL

Aquél que se levanta cada día
y piensa que la muerte se le acerca.
El que triste se afeita distraído
sin más motivación que la costumbre.
Aquél que va al trabajo y que camina
con su turbio pasado a las espaldas.
Quien mira en sus ojeras la razón
que toda sinrazón lleva consigo.
El que ignora que existe la alegría
y el porvenir como estación posible.
Para quien el amor sólo es quimera.
El hombre que a pesar de todo eso
se resigna o se obstina, mas no cede.
Quien resiste sereno a la intemperie.
Aquél que no consigue
ni darse por vencido.
VARELA, BLANCA
Canto villano    -     Poesía reunida 1949-1994
Editorial  FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Es un poco paradójico que durante largos años su poesía haya permanecido en esa tierra de nadie en la que los libros ganan un creciente prestigio pero sólo dentro de un circuito limitado, porque sus comienzos no pudieron ser más auspiciosos: su primer libro, Ese puerto existe (México, 1959), traía un elogioso prólogo de Octavio Paz, (fue el mismo Paz quien le sugirió el título), fechado en París, donde se habían conocido años atrás; esas palabras, citadas muchas veces, siguen siendo exactas:
"Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra tatuada por el fuego de la sal, el amor, el tiempo y la soledad. Y, también, una exploración de la propia conciencia."

Tras esa feliz inauguración, Varela publicó algunos libros más pero de forma discontinua. Vivió en el París de la posguerra, donde captó los influjos del existencialismo y del surrealismo, y luego en Nueva York, con el importante pintor peruano Fernando de Szyszlo, con quien estuvo casada. Hoy es considerada sin discusión la poeta más importante del Perú en la segunda mitad del siglo XX y una de las más notables de Hispanoamérica.
Varela integra la misma generación peruana "del 50", a la que pertenecen varios notables poetas como Jorge Eduardo Eielson o Carlos Germán Belli, pero es interesante observar que su poesía tiene -por sus rasgos intelectuales y emotivos, por la naturaleza de su aventura interior- semejanzas más profundas con las poetas Olga Orozco, Idea Vilariño e Ida Vitale. Sobre todo con la primera porque ambas comparten una herencia: la del surrealismo. Aunque no puede decirse que Varela sea una poeta surrealista el subconsciente está presente en cuestiones fundamentales que Varela se plantea: conciencia y sueño, razón y sensibilidad, mentira y autenticidad, amor y soledad. Hay un tono de profunda insatisfacción y angustia, a veces de rebeldía, a veces de sutil humor cuando la situación se vuelve intolerable. A las contradicciones de la vida opone una especie de conocimiento sensible, una forma de razón pasional que supera a la habitual.
Los libros que siguió publicando en las dos décadas siguientes -Luz de día (1963), Valses y otras falsas confesiones (1972) y el cuadernillo Canto villano (1978), todos impresos en Lima- son claramente parte de la misma búsqueda, del mismo proceso de introspección y autorreconocimiento. 

Es extraño que, siendo el amor el frecuente foco de ese proceso, los de Varela no parezcan propiamente "poemas amorosos", sino reflexiones o confesiones hechas a partir de ese motivo. No siempre sabemos si el tú al que se dirige es alguien específico, un hombre, cualquier persona amada o ella misma. El tono doloroso y agónico está siempre allí, no importa de qué amor se trate; un ejemplo lo brinda "Vals" (de Luz de día), cuya primer línea dice: "No he buscado otra hora, ni otro día ni otro dios que tú", y que es, en verdad, una manifestación de amor -y de odio- por Lima. La experiencia amorosa es, para ella, una forma ambigua del desamparo, más parecida a la piedad o a la autocompasión. 

En "Valses" hay un uso más intenso y crítico de esa forma folclórica peruana, pues hace un contrapunto entre sus palabras y los versos sentimentales de valses populares ("Mi noche ya no es noche por lo oscura", "Juguete del destino", etcétera) para subrayar su relación inevitable con la sordidez de la urbe donde sueña y escribe; por eso la llama "madre sin lágrimas / impúdica / amada a la distancia / leprosa desdentada /mía".
En sus libros más recientes, como Ejercicios materiales (Lima, 1993) y El libro de barro (Madrid, 1993) puede confirmarse la coherencia interna de una poesía cuya esencia es negarse a aceptar la vida tal como es, planteándola, en cambio, como una minuciosa y discreta insurrección cotidiana contra cada acto o fuerza que la niega o apaga el fuego de la imaginación y la memoria. Puede decirse que Blanca Varela ha levantado su poesía como un gesto de legítima defensa, como una exaltación de la lucidez (distinta de la razón) y la pasión que garantiza la autenticidad de la experiencia humana.  

Su obra ha sido recopilada en los volúmenes Canto villano (México, 1996) y Como Dios en la nada (Madrid, 1999); su último libro se titula Concierto animal (Valencia-Lima, 1999) y es el más enigmático de todos los que ha publicado hasta hoy.
Extractos del artículos de Jose Miguel Oviedo “Poesía Como Legítima Defensa” en Proyecto Patrimonio


INCORPÓREO PASO 
incorpóreo paso del sol a lo umbrío
agua música en la sombra viviente
atravieso la afilada vagina
que me guía de la ceguera a la luz

bajo la alta cúpula sonora
en este colosal simulacro de nido
toco el vientre marino con mi vientre
registro minuciosamente mi cuerpo
hurgo mis sentimientos
estoy viva
                                               (de Concierto Animal)

LA MANO DE DIOS
La mano de dios es más grande que él mismo.
Su tacto enorme tañe los astros hasta el gemido.
El silencio rasgado en la oscuridad es la presencia
de su carne menguante.

Resplandor difunto siempre allí. Siempre llegando.
Revelación: balbuceo celeste.

Día cerrado es él. Dueño de su mano, más grande que él.
                                                                                    (de El Libro de Barro, 1993)
VELA, JAVIER
Ofelia y otras lunas
Editorial  HIPERION
Javier Vela (Madrid, 1981) ha coleccionado premios desde sus libros iniciales: La hora del crepúsculo (2004), Increado, el mundo (2005), Tiempo adentro (2006). Con Ofelia y otras lunas consigue una madurez poética envidiable. El libro es un largo poema, articulado en diversos fragmentos, pero cerrado como un conjunto único y coherente. Todos sus recursos líricos tienden a la descripción de un sujeto que despliega en su escritura lo que podríamos llamar los demonios de su alma. 
La elección del mito de Ofelia identifica el sentimiento central del libro en la pérdida: pérdida amorosa, familiar, identitaria. Ofelia representa el amor más allá de su propio límite. Ella es trascendencia y cuando se le intenta retener en las redes de la pasión, desaparece, dejando la estela de su propia figura, dormida o ahogada. Ofelia ha conocido a Hamlet y lo ha amado hasta compartir con él el sufrimiento y la locura. Pero Hamlet la rechaza por amor ordenándola que se retire a un convento. Antes de subir a la rama para contemplar desde allí el mundo o para precipitarse al agua, Ofelia canta a todas las flores como atributos de la vida.
El mito actualizado que busca el poeta es una de las lunas de Urano (todas ellas con nombres shakespearianos: Ofelia, Oberon, Julieta, Desdémona,...) y esta condición espacial le lleva a titular la primera parte del poemario como "Canción del Cosmonauta", una especie de trasunto moderno del viaje al pasado o del regreso a una antigüedad más allá de la propia cronología. El arranque del libro es casi epopéyico y sin duda elegíaco. Nos invita a regresar allí donde nunca hemos estado, a olvidar cuanto fuimos o no fuimos: "Adelante, adelante, olvidémoslo todo..." En esta primera parte el autor realiza una extraordinaria purga de su  memoria: el poeta mira hacia sus abismos pone de manifiesto la importancia del olvido en la reconstrucción psicológica y moral del individuo.

"Un niño me contempla desde el fondo
oscuro y frío del tiempo.
Sonríe, se persigna y estalla en mil palomas."

También es el poema de una ciudad, Madrid, en la que se mezclan las visiones decadentes y sucias de las urbes, con referencias clásicas que nos pueden recordar el Eliot de Prufrock y algunos pasajes de The Waste Land, al Pound más fatalista y al Lorca de Poeta en Nueva York.

“Queda un olor a lámpara quemada,
un baile de azafatas.
Vi retornar el día como esos libertinos que tu fulgor encubre y amamanta,
 y vuelven al pasado como un chucho a sus vómitos.“

El poeta es, como quería Baudelaire, “un héroe para sí mismo”, anhelante de una plenitud vital que parece encontrar en el pasado, pero que, como suele suceder, sólo halla en pequeños destellos, en momentos efímeros. Se dirige a una figura femenina necesariamente fantasmal -que puede ser la luna, la muerte o incluso la madre de una distante infancia-, a la que ha dado el nombre de Ofelia, pero a la que hubiera podido llamar, con igual certeza, “otredad”, lo desconocido, el futuro. 
La segunda parte del libro se compone de 29 poemas cortos, sin nombre, que hablan de experiencias y recuerdos y cuya fragmentación da título al conjunto: "Variaciones sobre una rama rota". La rama que hizo perderse a Ofelia y que sirve de símbolo para la reflexión sobre la vida y la muerte. Un libro hermoso y profundo.

CANCIÓN DEL COSMONAUTA
                      I

Adelante, adelante, olvidémoslo todo,
perdamos para siempre la memoria y la herencia
como viejos seniles, adorables y anónimos cuyos ojos han visto demasiado,
a la hora en que el ángel nos anuncia entre voces festivas,
o en noches impregnadas de etanol y miseria,
torpemente acodados en nuestros pensamientos
como borrachos en la barra de un bar.

Crecemos como esporas atomizadas por la costumbre,
pero no hay crecimiento sino retrocesión,
materia inerte y células simbólicas.
Pero no hay crecimiento sino demacración,
luz sucia, leche amarga, mierda en los orinales.

Todo cuanto relumbra en torno mío posee más permanencia
que yo mismo. El invierno y su música de piscinas vacías
donde un nudo de avispas dulcemente se ahoga,
o la mano que avienta la ceniza de las últimas flores
y remueve en nosotros un olor a piano.

Los callejones sórdidos por donde nos perdimos,
Ofelia mía, ya nunca volverán.
Pasarán los aviones pero queda en el aire la belleza furtiva de su estela.
Pasarán los amores pero queda un aroma de mujer en el baño.

Eres como el tapón del infinito.
Mujer que trae la lluvia, y el canto alegre de los padres huérfanos.
Aún estamos a tiempo de nunca dispersarnos por caminos duramente asfaltados.
Ahora que la mañana se restriega los ojos y deletrea mi nombre
con labios extranjeros, salgamos ahora, Ofelia, a conjurar el llanto.

En la calle hace frío y alguien hunde un cuchillo
en el vientre vacío de un joyero.
Narcos en liza y putas y chaperos, cada cual a lo suyo,
nimban la baja noche de gritos imprevistos. Es la hora en que el niño
mancilla su inocencia y el aire se oscurece de toses y de grillos.
Bajo el tartamudeo de las farolas, solitarios vigilantes jurado
postergan su relevo mientras hojean la prensa deportiva
con gesto de añoranza. En los pasillos de las autoescuelas,
señoritas demasiado reales juegan a intercambiarse
sus sombreros de fiesta, y en los jardines públicos
jóvenes asexuados interceptan volúbiles señales del abismo.

Cada quien ha dispuesto su labor y su vida
como un tarro de orugas memoriosas,
con su horario de dígitos iguales a sí mismos
y esa inercia implacable de escaleras mecánicas en lo hondo del pecho.
Solo yo, que camino entre ellos, que me parezco a ellos y me llamo
Javier humanamente, me detengo a observarlos
como a un charco de sombra derramada en los muros,
como a una escurridiza salamandra en los muros,
con esa ardida vocación de humo enroscado en mi cuerpo.

¿Y recuerdas Ofelia cuando te sofaldaba en mañanas de luz anaranjada?
Pero tú me gustabas. O al dejar una mano olvidada en la silla
en la que ibas tímidamente a sentarte.

Ah este afán imposible por abarcarlo todo,
por amar a cada mujer y cada pájaro.
Hemos andado en círculos hasta llegar a casa.
Cuántas lunas y cuántos resplandores y cuántas tempestades
todavía nos faltan para ganar el puerto de las madres en vela.

Adelante, adelante, que la memoria sea como un recién nacido
que añora una existencia embrionaria y amniótica,
a la hora anodina del café a media tarde con terrones de azúcar y sopor infinito,
en la extinción del sueño y el fuego de la acción.

Regresemos a casa como niños perdidos,
como el hijo de Anquises regresara a la patria de sus antepasados,
dándole un nuevo nombre a las tierras lavinias,
y olvidémoslo todo, la muerte y aun los dioses,
y el viento, siempre el viento y su lenguaje de hojas caídas.

                            II

Tengo una edad abstracta fosilizada en mi corazón.
Mis años son imágenes, son idos, son imágenes
que prenden en el sueño y se diluyen en la cuchara de la eternidad.
Como puños cerrándose, como venas que laten y se hinchan
bajo el calor eléctrico, así eres, hermoso caballo de la noche,
cuerpo tallado en luz, ego del alba.

El mundo ya era viejo cuando tú aún eras joven
y los dioses bajaban a comer a mi mesa.
Ahora tu voz de ánade enjaulado cimbrea en las ventanas
como una lluvia seca o un truco de payasos metafísicos.
Pero no basta, Ofelia, ni tu cuerpo en un río suavemente inclinado,
ni tus ojos que brillan como el anillo de las floristas
o el guiño de los francotiradores, ni tus ojos que giran
como el tornillo de los planetas o la vajilla de los monarcas.

Ah solitaria, ebúrnea peregrina, en tus manos anidan
los acróbatas. Eres gozosa y cínica
como templar hormigas con fósforos dormidos,
como tender un cable de belleza entre torres gemelas
mientras que la razón se defenestra.

Volvámonos, urjámonos, a prisa regresémonos
como regresa el mar en cada ola, y no es el mismo ya pero es idéntico.
Perdamos la ironía, la sonrisilla fúnebre de los desencantados en el amor y el odio y el fracaso.
Dios expropió la tierra solo para nosotros,
humanos, fragmentarios, nuevos ancestros de la vieja horda.

Amiga nemorosa, lejana mía, vuelve.
En mi cuerpo he vivido y en el tuyo
me he quedado a vivir. Tu nombre perseguido está grabado
en la corteza arbórea del recuerdo. Tuya la voz de Dafne,
el silencio de Eurídice, la prisa de Atalanta. ¿Por qué huyes?

En ti viven los labios de Marisa Madieri, los pómulos
de Anne Sexton, los ojos tristes de Simone de Beauvoir.
Pero no te detengas a recoger manzanas,
Angélica, Oriana, Dulcinea. Muda Beatriz, ¡regresa!
Sabe que, de entre todas, a ti te elijo, Ofelia, sirena de agua dulce
en cuyo pecho siento latir el universo, para fundar mi estirpe.
Yo escalaría mil veces las murallas de Nínive
por verte amanecer. Amo la medialuna de tus uñas
en que la noche empieza, tu risa nigeriana,
y el lago de tu ombligo donde acampar solía.

Adelante, adelante, cerremos la ventana para inhalar el humo
polvoso del olvido, su languidez hipnótica,
su paz -sueño de ángeles-, su voz de mansedumbre.
(Sin que la luz velase nuestra imagen,
mirábamos danzar, así desnudos, un bodegón de sombras polimórficas
a lo Juan Gris, mientras, en las paredes, la oscuridad trepaba
sin monedas, y en la pantalla ardía lo real.)

Y ahora ¿a dónde iremos?
Como un temblor de sombra tus labios me consuelan,
en tanto que tu lengua, tierna como un exilio de panteras,
aguza mis sentidos, pero luego te alejas por la acera contraria
llevándote contigo la verdad de la tarde,
la verdad nebulosa de la calle sin ti.

Cruzas el arco de la librería como una osa lunar que se guarece
bajo la nieve sucia del recuerdo. Allí todo es seguro, y hay banderas,
y hay guantes de mendigo colgando de un paraguas.
Tu acento viridiano da sueño a los ociosos,
valor a los escépticos, ánimo a los cansados de fanfarrias marciales.
Y hay anclas en el techo de las que penden islas navegables,
y mapas incompletos y páginas impares
donde la muerte exhibe su muñón obsceno,
aunque por suerte tú no estás en ellas.

Mujer, que te interpones entre tu idea y tú misma,
reloj de lo infinito, te amara yo en el tiempo de los condicionales.
Aún oigo tus gemidos entre mis almohadas, cercano el apogeo.
Con qué tacto de luna o seda líquida se desleía tu sexo entre mis dedos,
y el cepo de tus piernas, y el adormecimiento de tu ropa interior,
y tus senos ungidos como soles de marzo.

Mujer, himen de niebla, te detesto, te amo.

Cuando seas vieja y tengas
las uñas largas y la boca espesa, y los pechos dulcemente caídos,
aún entonces, Ofelia, te seguiré esperando.

VELA, JAVIER
Hotel Origen
Editorial PRE-TEXTOS
El libro contiene ochenta y seis textos distribuidos en tres secciones ("Zoológico privado", "Cuando el monarca espera" y "Dos mil cuarenta y seis"). En su conjunto recrea una experiencia amorosa feliz. Capta lo efímero y logra retenerlo gracias a la poesía. Destaca un gesto leve, la nervadura de unos brazos, el asombro de unos peces. La imagen del ser querido y el espacio que ocupan la falda, el abrigo u otras prendas de la amada son calificados de “álgebra celeste”. La mujer, que en el libro recibe el nombre de Amara, representa la oposición a la muerte. Y un convencimiento: "Toda mi vida ha sido una mudanza / de cuerpos indistintos / en pos de tu certeza".
Esta historia de amor se transmite en dos niveles semánticos: el primero de marcado tono conversacional y descriptivo; el segundo más parecido a un soliloquio sentencioso. La propia tipografía de los respectivos poemas lo confirma: en redonda unos, en cursiva otros. Dualidad que se reproduce en los contenidos: Siendo un poemario amoroso, Javier Vela no elude lo sombrío. Las añoranzas nacen casi al mismo tiempo que los goces. Nos habla de trozos de vidrio rotos y de un árbol calcinado que habita en el escritor. Las páginas también esconden variadas reflexiones de orden metapoético, «Tenemos tanto espacio que parecen/ jirones de gran niebla,/ las palabras» y ontológico, en el que la forma de ver la realidad determina el ser que somos: «Somos lo que observamos:/ mis ojos se deleitan en la nube, en lugar de en el cielo;/ se abisman en la forma, en lugar de en el fondo;/ se obstinan en ver algo, en lugar de ver nada». La intención poética es rehuir los grandes sucesos para centrarse en lo más nimio de la vida cotidiana, en lo anecdótico, para construir la columna vertebral al poema.
Todos los poemas presentan una característica común: la brevedad. Diez de ellos son de un solo verso; doce, de dos.
El título de la tercera sección «Dos mil cuarenta y seis», nos remite a la película homónima de Won Kar- wai, que narra una inquietante historia sobre amores imposibles y el temor a un futuro en soledad. Del mismo modo los poemas de Javier Vela reflejan incertidumbre y un cierto grado de ansiedad, por intentar recuperar un pasado extinguido que minimice la sensación de abandono.
Editado con gusto exquisito, en Hotel Origen abundan los aciertos. En mi opinión, el principal es que Javier Vela consigue armonizar la economía de medios y la exactitud expresiva.
Extractos tomados del artículo de Fco. Javier Irazoki en El Cultural.
   Hotel Origen 
«Nube de sol y duelo»,
canta Amara, envuelta en la toalla. 
Madrid nos mira desde la ventana. 
(En la ciudad gastada por el uso
el tiempo es un espejo de distancias.)
Finjo dormir un sueño
preñado de proyectos,
un sueño gobernado por ángeles de humo,
pero no sé qué hacer cuando se vaya. 
Ella es al mismo tiempo
mi hogar y mi destino. 
Apenas la conozco y ya recuerdo
pasajes del futuro: quédate. 
O huye como la hermosa palestina
que ató los pies al héroe y nunca supo
si de verdad lo amaba.
VELASCO, MIGUEL ANGEL
El dibujo de la savia
Editorial  LUCINA
Miguel Ángel Velasco murió el 1 de Octubre de 2010, a los 47 años, en Palma de Mallorca, ciudad donde nació en 1963. Cursó estudios de Filología y Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Su tarea como investigador se centró en la obra de Elias Canetti. A los dieciséis años ya obtuvo un accésit del Premio Adonáis con Sobre el silencio y otros llantos, galardón con el que se alzaría dos años después. 
Miguel Ángel era alto, de larga melena rizada, parecía un león escrutando la sabana. Su vocación de poeta fue ineludible.
Tras sus iniciales pasos poéticos se impuso un fructífero período de silencio del que reaparece con El sermón del fresno (Pamiela, 1995), al que siguen El dibujo de la savia (Lucina, 1998) y La vida desatada (Pre-Textos, 2000), finalista del Premio Nacional de Poesía. Con La miel salvaje (Visor, 2003) obtiene el Premio Loewe y con Fuego de rueda (Visor, 2006) el Fray Luis de León. Después publica La mirada sin dueño, una antología confeccionada por Vicente Gallego (Renacimiento, 2008). En 2010, meses antes de morir, publica Ánima de cañón (Renacimiento). En el volumen póstumo La muerte una vez más (Tusquets, 2012) se recoge su obra inédita preparada por Isabel Escudero.
El dibujo de la savia es un libro intenso, variado, bucólico, erótico y elegíaco a la vez, de imágenes sorprendentes y con una capacidad de elevación lírica en la reflexión sobre la naturaleza elemental que no puede  dejar de recordarnos la poesía de Claudio Rodríguez. La experimentación con las sustancias psicodélicas toma protagonismo en muchas composiciones al tiempo que pasa a un segundo plano el culturalismo explícito de sus inicios.
El autor señala en la contracubierta del libro: "libro de ´raíces y asombros´, que diría Mairena, por cuanto, desde la consideración detallada de la finitud, se advierte en el afuera la fuente de toda posibilidad moral. Discurrir en el que se conjugan elegía y reconocimiento, razón y sensualidad, destino y soltura, en pos de una augusta confianza. En su vocación de identificación con el objeto, algunos de estos versos dan cuenta de experiencias con sustancias psicodélicas, en tanto que propiciadoras de una mirada desprendida, análoga a la de la creación poética, donde las cosas nos devuelven la mirada".
Pocas veces la vocación y el talento han estado tan vinculados como en el caso de Miguel Ángel Velasco. En este poemario estaba ya entera la voz hímnica de un poeta antológico.
En el libro destaca el poema "Lázaro", significativamente dedicado a Albert Hofmann, el creador del LSD, a quien le dedicará Velasco sucesivos poemas en La miel salvaje y en Fuego de rueda. El poema, obviamente, remite, desde la anécdota evangélica de la resurrección de Lázaro, al renacer de los sentidos catalizado por el ácido lisérgico:
Míralas bien las cosas: reverberan
tocadas por el polen de la aurora:
la filigrana lenta de la savia,
el trémulo rocío, de cada gota
en que se copia entera la mañana,
la lumbre cristalina del racimo,
el zarcillo y su rúbrica menuda,
no menos soberana que el oleaje
del encinar; el iris de los ojos,
del mismo fino estambre que esa nube
que se desteje en hebras melodiosas;
al viento de oro en la vibrante rama,
la luz de la resina, el claro anillo
de esta mañana del milagro: toda
la noche cabe en una rosa blanca.
VELASCO, MIGUEL ANGEL
La vida desatada
Editorial  PRE-TEXTOS
La vida desatada (2000) retoma la temática más elegíaca de El sermón del fresno (la reflexión sobre la muerte a partir de la pérdida del padre y, en algún caso, del abuelo), incluyendo asimismo nueve composiciones de aquel libro entre sus páginas y descansando a menudo sobre motivos realistas, hasta cierto punto cercanos a la poesía experiencial en su reflexión sobre el existir y la temporalidad de los asuntos humanos.
Después de la intensidad visionaria de El dibujo de la savia, en La vida desatada hay una mayor dosis de reflexión, de vida cotidiana, de intimismo y, de nuevo, de referentes culturalistas.
"Tras sus primeros libros y diversos premios (el Adonais) donde prueba su vena culta y experimental, Miguel Angel Velasco inicia una segunda etapa en su poesía marcada por la busca de un verso riguroso y una expresión clara que no excluye una gran riqueza de imágenes, un gran dominio del ritmo del lenguaje y sobre todo una nueva intensidad y hondura de pensamiento. Lo que el poeta llama la "atención al mundo físico" cuando habla de este nuevo comienzo, es uno de los elementos más destacados de esta nueva concepción de la escritura en la que la naturaleza elemental, que será desde entonces el ámbito principal en su imaginario, inspira el sentido clasicista de unas composiciones que combinan los poemas de amor, las odas elementales, los epigramas, las reflexiones elegíacas.
El tono clasicista de estos versos, la sencillez reflexiva, la riqueza verbal, el tono elevado del discurso en las voces de los poemas  y el protagonismo del mundo natural en las reflexiones de estos poemas evidencian un interés por la tradición grecolatina que se manifiesta igualmente en el cuidado del ritmo y en el cultivo de formas y subgéneros poéticos clásicos. Este protagonismo de la cultura clásica se hace más explícito en el monólogo dramático "Los versos del gladiador", unos de los mejores poemas de Velasco, donde se describe el simbolismo de la lucha en el circo como la inexorable derrota de toda lucha contra la muerte."
El poema "El superviviente" dedicado a su abuelo nonagenario es extraordinario. En la misma clave realista podría incluirse “La tregua”, un estremecedor poema sobre la cola de drogadictos que aguardan para comprar su dosis: “Esta noche / todos somos iguales en la plaza”.
CONTRA LA HISTORIA
No hay dos hojas iguales en la fronda,
princesa, ni dos hombres que lo sean.
Y si se muere un hombre con él muere
el mundo para siempre con sus rosas. 
Me dirás que han de hacerse, sin su peso,
las barcas a la mar; que sigue, terca,
la ola a su vaivén, y que París
en una noche arregla todo eso. 
Y, sin embargo, con un hombre ha muerto
una tarde perdida entre las otras,
tan sólo suya. Siguen esperándolo
un parral, una silla y el almendro.
VELASCO, MIGUEL ANGEL
La Miel Salvaje
Editorial  VISOR
Velasco afrontó la poesía como una indagación de la vida. Fue uno de esos escasos poetas vitalmente entregados a la poesía. Sus versos invocan una revelación luminosa o un conjuro.
Miguel Ángel Velasco murió en 2010, pocos meses antes había publicado su último libro, Ánima de cañón (Renacimiento). La muerte está, de hecho, presente en no pocos de sus versos, pero la vida está mucho más presente.
Velasco fue un explorador incansable hacia el abismo del sí mismo. Las drogas psicodélicas (le interesó especialmente el LSD) lo acompañaron en sus exploraciones. Siempre intentó penetrar en el conocimiento profundo de las cosas. Toda su literatura está atravesada por el uso de sustancias.
Sus grandes obras, como El dibujo de la savia, La vida desatada, Fuego de rueda y, en particular, La miel salvaje, fueron en buena medida dictadas por una conciencia enteogénica.
"En el cuidado fluir de La miel salvaje, el poeta mallorquín depura su meditación sobre el universo y sobre el existir humano. De la dialéctica entre estas perspectivas cruzadas surge la exaltación del canto y la intensidad de la elegía que conforman la poética desplegada aquí en múltiples motivos y homenajes, mantenidos siempre en alto por una voz que reclama la belleza y la armonía, "el milagro precario" de los cuerpos, que deja sentir su queja metafísica y sabe integrar su sentido en la constancia de una cultura que arranca en los más antiguos orígenes y alcanza la contemporaneidad, tal vez lo único que nos salva precariamente."
"El primero de los poemas de este libro "Acerca de las heridas de los héroes", que abre la sección "De la vida dañada", representa una de las más interesantes muestras de la presencia de la tradición clásica y del culturalismo en la poesía de Miguel Ángel Velasco. Vale la pena destacar cómo el poeta se demora en la "precisa manera de describir el daño" de la Ilíada, para dar paso, en los versos finales del poema a una exaltación de la gloria efímera de los cuerpos que es a la vez un breve recorrido por los modelos humanos de las figuras de Sófocles, de Byron y de Tolstoi: "Velemos por su gracia,/ porque el cuerpo es un templo mientras arde/ el resplandor de su desnuda gloria":
ACERCA DE LAS HERIDAS DE LOS HÉROES

                                                                   A Agustín García Calvo

En la Ilíada nos prende
esa intención precisa en la manera
de describir el daño. Cuántas veces
se demora el hexámetro en el sitio
de la quebrantadura,
en el fiel inventario del estrago:
el lugar que desgarra la espada, cómo hiende
la carne y desmorona ese cartílago;
donde triza el pedrusco
el hueso, el recrujir de sus astillas;
la trayectoria exacta del venablo
que atraviesa las chapas del escudo,
la coraza de bronce.
Y el estruendo que hace al derrumbarse
la torre del guerrero.
Y no hay buenos ni malos, todos son
feroces alimañas que se ceban
en la carne ensartada,
que la agonía infaman del contrario
con palabras de burla,
y que después arrojan los despojos
al festín de los perros. 
Y en esa pulcritud, en el registro
de la calamidad, va una plegaria
por la carne solar, por el milagro
precario de este cuerpo.
La cálida estructura bien trabada
que en la danza aligera su destino,
que se hace esclarecida geometría,
claro esquema en el nado, esa otra danza.
El delicado cuerpo
que reverbera en luz cuando lo anima
el ritmo del amor o del poema.
Porque no hay canto alguno
sin el humor del cuerpo, aunque destile
ese licor amargo de la pérdida.
De Sófocles nos dicen que era diestro
en el baile, y que Byron
gustaba de medirse
a menudo en el pulso de las olas.
Y de Tolstoi que sólo sonreía
después de nadar hondo en un brío de sábanas,
porque tras la liturgia de los cuerpos,
en contra del proverbio, no hay tristeza. 
Velemos por su gracia,
porque el cuerpo es un templo mientras arde
el resplandor de su desnuda gloria.
"Las tres partes de La miel salvaje, "De la vida dañada", "La mirada sin dueño" y "Acaso un mundo", responden a una disposición en la que la conciencia sigue un proceso de elevación moral muy sui generis: desde la constatación de la tragedia del existir humano en lo fugaz de su gloria, se pasa a la consideración objetiva de lo que es una "realidad otra", más allá de la cotidianidad humana y que encierran las sustancias psicodélicas a las que se dedican varios poemas. En la tercera parte "Acaso un mundo", se disponen los poemas de una elevación ideal hacia otra realidad tal vez posible, maravillosamente plasmadas en el poema Las garzas, que cierra el libro.
LAS GARZAS
                                       Para Angelika

Las vi cruzar el puente, en un rasguño
de la noche cerrada: transcurrían
en formación precisa,
un sereno triángulo
como flecha segura que apuntara
al corazón del sol adivinado
más allá de la niebla,
tatuaje rojo inscrito en el calor
del territorio propio entre las alas.
Batían en la fe de un solo pulso
el plomo de los cielos, sacudiéndose
las bajas nubes tardas.
Volaban de memoria aquellos pájaros,
fantasmas de pureza con la mirada fija
en la línea de acero de una ancha tierra santa.
Quedé como imantado
en toda mi estatura a la alta aguja
de su navegación, mientras seguía
con los ojos errantes el vector de su rumbo.
Al cabo, la bandada
fue mullendo su esquema en una mecha
de bruma, hasta perderse
en la tinta del cielo.
¿A dónde irían
las garzas? Sólo sé
que algo de mi partió
como saeta fiel aquella noche
desde el arco del puente;
algo de mí se fue y boga dichoso
hacia algún sur de luz en la flecha del vuelo.
                                                           
VELASCO, MIGUEL ANGEL
Fuego de rueda
Editorial  VISOR
La trayectoria de Miguel Angel Velasco nos revela un poeta de inusitada profundidad, radicalmente entregado a la poesía y obsesionado por sus posibilidades de meditación sobre la existencia, de contemplación del entorno y de captación, a la vez, de sus misterios y abismos.
"Fuego de rueda" es un breve conjunto en la estela de La miel salvaje. Oda y elegía se combinan en sus poemas en los que nuevamente la mirada del poeta va descubriendo formas y armonías geométricas como metáforas de una realidad trascendida que, sin embargo, hunde sus raíces en la historia. "
No desdeñó las posibilidades “inspiradoras” del LSD para arañar en el inconsciente (“no como juego ni pasatiempo, sino para arraigarme en la vida”, dijo en una entrevista)
En una época en la que predominaba la poesía de contenido experiencial y textura expositiva, apostó por una poética arrebatada y visionaria, que él mismo relacionó, en diversos escritos y declaraciones, con sus experimentos con el LSD, aunque sin dejar de ser nunca consciente de que éstas no eran sino “una herramienta de trabajo” en su exploración de un camino que ya habían desbrozado otros poetas como William Blake.
En el poema «Albert Hofmann» (descubridor del LSD), el escritor presenció la iluminación de la caverna platónica, descubriéndosele la unidad:

Y en todas vio una misma savia audaz:
en la dura corteza y en la oruga,
en la rosa mojada y la babosa.
Conoció del erizo de mar y de los astros
la augusta simetría…

Según el propio autor, "Fuego de rueda es una extensión del territorio que en La miel salvaje se configuraba en torno a una voluntad abarcadora: la vida de las formas, los patrones de crecimiento, los fenómenos de transculturación de determinados troqueles simbólicos, hasta formar una greca o fresco que tiene su continuación en este último libro […]. Si tuviese que ponerme bajo la advocación de una patrona la llamaría curiosidad, una gran curiosidad."·
A la pregunta sobre su concepción de la poesía, respondió: — "Lo que intento hacer es una, podríamos llamarla, poesía de la atención. Partiendo de un objeto dado, ver cómo este se corresponde estructuralmente con formaciones análogas de otros ámbitos, entregarme a su capacidad evocadora, indagar en esa trama de las correspondencias."
EN ALTA MAR 

Una palabra ciega me aletea
contra el cielo del muslo:
es un latido de flor de sangre mía
mientras me vence el sueño, mientras caigo
hacia ese fosco centro donde son
un solo latir sordo
mi corazón y el mar, donde se anuda
mi muerte a su raíz, a su rosal
de hierro. Es un batir
de nadie la paloma,
de sola vida pura de mi fondo.
Esa lanza de la fe
de mi jinete roto,
y su rodar abajo, con la hélice,
noche abajo del mar, vértigo abajo,
con su toro y su luna. Viendo toros
del agua, removiendo, noche abajo
del mar, manada espesa, la espuma de los mundos.

VELASCO, MIGUEL ANGEL
Memoria del trasluz
Editorial  VISOR
"Memoria del Trasluz reúne poemas diversos en la atmósfera de los dos conjuntos anteriores. Se trata sin duda, de cerrar la etapa iniciada con La miel salvaje. Frente a la organización argumental de los libros anteriores, aquí Velasco organiza un solo bloque de poemas, "Minutario del agua", entre un "Pórtico" y un "Epílogo".  El libro es una secuencia continuada de un diálogo con el mar que da lugar a las amplificaciones visionarias, al intenso despliegue sensorial y, en última instancia, a la reflexión sobre el tiempo que fluye frente a la continuidad del mar."
En «La leyenda del agua» su identidad se disolvió en el océano («y yo sentía el mar atravesarme / y ser mi carne un agua estremecida, / y ser la vida un agua iluminada, / los seres agua cálida, bullente, / y el hombre un agua turbia que sabía, / un agua más amarga»), vuelto el mar metáfora de lo absoluto.
ALMENDRO EN FLOR                                       Para Isabel Escudero 
Enseña del amor.
El firmamento ondea
en el mástil de hoy.
Brinda la vida
en su copa de espuma y de rubor. 
Almendro de la aurora,
yo no puedo mirarte,
sin que te encienda a ti la flor de sangre.
VELASCO, MIGUEL ANGEL
Anima de cañón
Editorial  RENACIMIENTO
Publicado pocos meses antes de la muerte del autor, acoge el mayor y más denso conjunto de referencias culturalistas en la obra de Miguel Angel Velasco. Es también su libro más duro, su elegía más dramática. Y quizás sea esa intensidad de la reflexión existencial la que exige que se incrementen los apoyos culturalistas, que aquí intervienen a menudo con la simple mención de realidades, objetos, seres, lugares o nombres que remiten a muy distintos ámbitos de la mitología, de la cultural y de la ciencia: Hécate, Medusa, Héctor, Atlántida, Strindberg, Némesis, Rilke, Spinoza, Parménides, Leonardo, Ucello, Linneo, Lucrecio, Böhr, Fidias, etc. 
Miguel Angel Velasco es un poeta brutal, metafísico, de una intensidad poco frecuente. Por sus conocidos sabemos que "era un ser de una sensibilidad tan extraordinaria como exquisitamente personal. Se enfrentaba al mundo con todos los sentidos completamente abiertos, ávidos de apurar el cáliz de la vida, desde sus mayores y transcendentales manifestaciones hasta la belleza de las cosas diminutas y cotidianas, sabedor de que, como si de un fenómeno fractal se tratase, la inmensidad del universo se reproduce a escala en cada uno de sus humildes fragmentos.”
Sus poemas escupen imágenes y provocan el escalofrío, como el que da título al poemario y donde el poeta abre fuego con una provocación a la que nadie sabe responder: “¿Qué será cuando el día se congele con la detonación de nuestra carga en el hueco del tiempo?”
ÁNIMA DE CAÑÓN
¿Qué será cuando el día se congele
con la detonación de nuestra carga
en el hueco del tiempo?
¿Cuando nos engatille
la del cuerpo mayor,
la fusilera Hécate,
con la espingarda de la luna
en desvelo de caza,
de la que ser su blanco;
o a contraluz de un sol que se comprima
en una carabina, en su mirilla,
y al fondo nuestra liebre, un punto trémulo
del túnel frío que se estreche en nada?
¿Saldrá el alma
soñándose fogueo, en expansión
reversible su posta, hacia una luz
que nos funda en su seno?
¿Se alzará en perdigones, loco polen
de plomo y extrañeza,
al encuentro del cáliz de la noche?
¿O quedará sin más amartillada,
de este lado del tímpano,
soldada a su calibre,
sin dar siquiera un humo leve el ánima?
Citas, ideas y conceptos tomados del libro "Versos Robados" Tradición clásica e intertextualidad en la lírica posmoderna peninsular, de Editorial Renacimiento. 
VELASCO, UNAI
En este lugar
PAPEL DE FUMAR EDICIONES
Unai Velasco (Barcelona, 1986) es licenciado en Humanidades y Máster en Estudios Comparados de Literatura, Arte y Pensamiento. Como crítico literario colabora en las revistas Quimera o Qué Leer. Mantiene el blog ifakedrogerrabbit.blogspot.com.
En el poema “Señor, su capa”, tras dejar mínimas biografías de personajes de los cómics de la editorial Marvel y una propia, se dice “Y esto no es, sin embargo,/ninguna educación sentimental/ aunque bien podría serlo”, con lo que se invita a leer así el poema, invitación que puede extenderse a todo el conjunto.
Este es el primer libro de Unai Velasco (Barcelona, 1986), que había adelantado ya algunos de sus textos en la antología de Luna Miguel Tenían veinte años y estaban locos (2011), y supone una magnífica presentación. Velasco escribe desde la literatura y, más en general, desde el mundo de los textos, los mencionados cómics, por ejemplo, o los videojuegos, pero también desde la poesía, de Eliot, Moby Dick, La montaña mágica o la Ilíada. 
El libro exhibe una desinhibida amalgama de culturalismo, metapoesía y muy variadas referencias pop. El poeta no hace distinciones entre una cultura "alta" o "popular", sino que inserta sus referentes en lo más actual: los héroes homéricos se superponen a los pilotos de carreras en “El GP de Turquía” de un modo eficaz.
Todo ello no hace sino potenciar el carácter de su poesía como un potente retrato generacional. Así se aprecia en el poema «La larga noche desconsolada prosigue su trayecto sin estaciones» donde se oye el eco de un vacío y el ruido de una incesante necesidad comunicativa
Jóvenes que en la noche desconsolada y larga
os abrazáis a la lectura
que bajo la bombilla discreta
ardientes os besáis
sabed
que ni mi voz ni la vuestra
esta noche
puede conjurar el cambio de estación.
Esta noche primavera, verano, otoño,
invierno, las cuatro estaciones
se desentienden para siempre de Verlaine y de Vivaldi.
A lo mejor llegan para una película de Kim Ki-Duk
alquilada por tres euros y que durará una tarde…
Se podría decir que en el libro vida y ficción forman un mundo único. Rito, reliquia, elegía y hasta un réquiem son ideas que revolotean esta lectura, sin por eso mellar su ironía y frescura juveniles.
Trece textos condensados y elocuentes bastan para, de forma soterrada pero constante, analizar el modo en que todas nuestras percepciones están inexorablemente abocadas hacia su extinción (juegos que acaban, personajes que mueren, escritos que se leen y personas que parten).  Unai Velasco propone un viaje singular, con una aguda conciencia del fin
Tras En este lugar se detecta una voz firme que dialoga, a través de sus versos, con el presente. Un autor joven, ajeno a la nostalgia o la memoria, que nos habla de la velocidad de las cosas, de los sentimientos y de nosotros mismos. De un presente que hay que reconquistar a cada momento, de un lugar que se conforma como un campo de pruebas donde construir nuestra identidad,

PELIGROSA ES LA NOCHE EN LA PÁGINA 167

                                                                 «Dieron las nueve, y Hans
                                                                   aún no había llegado a casa.»
                                                                             Hesse, Bajo las ruedas, Alianza, p. 167

Peligrosa es la noche en la página 167
si resulta
que es de día, y eso
tal vez no pase hasta el capítulo siguiente.
Si resulta que interrumpes con besos envasados
al vacío para el trabajo pero
resulta que, deja, aguanta, que se me está muriendo Hans
Giebenrath en estas últimas líneas.

Peligrosa es la noche para Hans
Giebenrath si decido
cerrar el volumen verde
porque es de noche y te dejaste la luz
                                                      del pasillo
encendida la muerte del joven Giebenrath
entre interruptores blancos y no quieres
llorar con grasa en los dedos tú buscas
lo lírico
en una lata de aceitunas.
Y resulta que a mi se me está muriendo Hans,
que Hans Giebenrath se muere ya
en la 166
y, oh, cuánta muerte manoseada y blancoamarilla
                                                                        rugosa
y negra sin la dignidad
siquiera
de morir en cursiva, sin que yo le deje morir
en las páginas que Hermann planeó
figuras de plomo en aquel
todo a cien, su muerte
en ciento y pico páginas
interrumpida y peligrosa porque
llegas tarde a tus cosas y tengo la comida
                                                  enfriándose
en la mesa
como se está enfriando
en la alberca
el cuerpo frío de Hans Giebenrath
en la peligrosa página 167.
VELASCO, UNAI
El silencio de las bestias
Editorial  LA BELLA VARSOVIA
Este es el nuevo poemario de Unai Velasco tras el Premio Nacional de Poesía Joven. Un seguro oido rítmico y sentido de lo compositivo. Una voz ya configurada según ha dicho Pere Gimferrer. Una concepción totémica de la imagen, un verso que se alarga con el oído de la salmodia: la poesía de Unai Velasco es un rito. Resonancias bíblicas y míticas, si acaso los términos no equivalieran, para un poemario de indagación en nuestros orígenes: los de la experiencia vital, con el recuerdo de la infancia, y los de la experiencia cultural, con el recuento de lo que nos ha construido. Un poemario de iniciación, al fin y al cabo.
Unai Velasco reivindica el valor litúrgico de la palabra y la imaginería irracionalista. He aquí un libro que empieza con un tornado y va in crescendo en su constatación de la intemperie existencial: "Yo quiero cantar temblando".


                     INTROITO
                                                     Para Gema, que giró conmigo
                                                                          "Omnes in..."

Lo que se lleva esa casa de ahí por delante es un viento muy fuerte.

Por eso queríamos crecer a salvo buscar
un lugar mejor nos llamaban los cazatornados
era la mayor serie de tormentas en doce años mejor
permanecer junto vivíamos
para esto nos decíamos
que vivíamos para esto comiendo hamburguesas en casa
de la tía Meg y todo el rato pensando en el área de succión
                                                                                            cuál
pensábamos y no sabíamos hacia dónde crecer qué viento
volteaba los postes sin desperdigarlos no teníamos
ni idea teníamos a Dorothy I y a
Dorothy II y a cuatro Dorothys más y las hamburguesas sabían
tan bien y el cielo se estaba poniendo verdaderamente verde
por donde crecía crecíamos juntos en la canción o el
torbellino buscar el eje cuál comer la carne
de Oclahoma besar la mejilla de la tía Meg siempre
siempre siempre juntos Rabbit Joey Heinze y
Dusty y Joe y Bill también hacia el centro hacia el eje de succión
                                                                                                       cuál
crecer como un perro que corretea junto al porche
y no se aleja demasiado era
la mayor tormenta de los últimos doce años y nos parecíamos
tanto a las mazorcas ni te imaginas uno y luego otro y otro como
postes de pino en hilera poderosa
                                                    al viento
al viento distinto que nos reúne
que no nos tumba y nos mantiene aquí porque
gira sobre sí mismo.

Hacia ese lugar crecíamos.

VILLARINO, IDEA
Poesía Completa
Editorial   LUMEN
Aunque la autora ha mantenido a lo largo de su vida una actitud casi monacal con respecto a la difusión de su obra, hoy día está considerada como uno de los clásicos vivos de las letras hispanoamericanas.
Su poesía -escasa y sobria, lentamente madurada- transita siempre por los extremos, tensa, como acorralada por una íntima urgencia. Quizá el asunto que con mayor frecuencia aparece en esta poesía sea la muerte, pero una muerte que late y se experimenta en el esplendor de la vida, en los golpes del amor, en los embates del sexo, en la dialéctica entre ausencia y recuerdo.
La lectura de estos poemas conforma una experiencia intensa y perdurable y supone el descubrimiento de una de las voces más contundentes y secretamente bellas de la poesía contemporánea.
Perteneciente a la generación del 45 o "generación crítica", junto a Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Ángel Rama o Emir Rodríguez Monegal, entre otros, Idea combinó la exigencia formal y el rigor con una expresión directa y conmovida. Sin duda debió de mantener una cierta lucha interior entre la franqueza íntima de su decir poético, y su carácter poco dado a las expansiones. Sus primeros libros todavía evidencian una herencia neorromántica y modernista tardía. Su madurez empieza con Nocturno (1955) y se consolida con su libro más famoso, Poemas de amor (1957). A éste le siguen Pobre mundo (1966), Poesía (1970) y No (1980).
 Por aire sucio marca la frontera entre el primer período de su obra y el segundo. Muchos de sus poemas fueron escritos durante una larga enfermedad que dejó a Idea Vilariño a un paso de la muerte. Por esa época se consagra su expresión honda y conmovedora, y se traza el itinerario de su amargura.

En efecto, al llegar a Poemas de amor Idea Vilariño ya se adueña de un verso seco y cortante, duro y medido. Uno de sus mejores y más emocionantes poemas, "Ya no", ha conquistado cierta popularidad debido a razones algo morbosas. La poeta había vivido un gran amor con el escritor Juan Carlos Onetti. De hecho, gran parte de su poesía está dedicada a él, al dolor de la espera, a la incomunicación y al abandono. En "Ya no" es posible escuchar con más dureza que nunca a la voz desgarrada por el fracaso definitivo de esa relación. El poema ha tenido, además, la desdicha de que circule demasiado por Internet y haya sido pasto de copiadores sin escrúpulos o, mejor dicho, sin lecturas de libros. Imagino que algún aficionado, con tan buena intención gramatical como pésimo instinto poético, decidió que el poema debía incorporar las comas que a Vilariño se le habrían olvidado y retocó los versos de tal forma que se perdía para siempre ese ritmo sonámbulo y esa seca rotundidad que nos permiten identificar enseguida la voz de la poeta uruguaya. En fin, aquí van los versos tal y como ella los concibió, y como aparecen, por supuesto, en su Poesía completa:

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

El erotismo de otros poemas suyos autoriza a pensar que ese "no te veré morir" pueda aludir a una relación erótica. Como se revela aquí y en otros poemas, cada acto sexual, cada orgasmo, encierra en sí mismo una pequeña muerte. Y para Vilariño, la muerte es el final de un placer que se desintegra, lo mismo que el amor es más desesperante en la medida que revela su condición efímera, por ese mismo carácter físico que le resulta incapaz de trascender.

La excelente obra de Idea Vilariño se empapa de la fuerza que dan el cariño o la desesperación ante la experiencia amorosa y el miedo ante la inmensidad de la muerte:
Si te murieras tú
y se murieran ellos
y me muriera yo
y el perro
qué limpieza.
Es envidiable la desolada emoción que se puede extraer con unos materiales tan pobres en apariencia. Extractos del artículo de Javier de Navascués  en PoesíaDigital.es



VILAS, MANUEL
Resurección
Editorial  VISOR

EL INMADURO


Me pasa siempre, y duele, y confunde. Debe ser algo relacionado con la desesperación de vivir. Si estoy en Barcelona, me gustaría estar en Madrid. Si estoy en Zaragoza, me gustaría estar en La Coruña. Si estoy en La Coruña, me gustaría estar en la cima del Aneto, comiendo setas venenosas bajo el cielo helado. Si voy al cine, en mitad de la película me entran unas ganas revolucionarias de estar en mi casa viendo la televisión. Si estoy sentado en el sofá viendo la televisión, me gustaría estar muerto y enterrado en el cementerio, contando los días que faltasen para la resurrección de la carne. Todo me persigue, ciudades, cines, casas, cementerios. Si estoy con amigos, preferiría estar con amigas. Si estoy con amigas, me gustaría estar con enemigas. Si estoy con enemigas, me gustaría estar en casa durmiendo la siesta. Si me compro unos zapatos con cordones, en que salgo de la tienda y ando por la calle empiezo a envidiar a todos aquellos que llevan zapatos sin cordones. Y también me pasa con las camisas, las cazadoras, los pijamas, y las sandalias en el verano. Y también con las vidas: Si me pienso abogado, preferiría ser médico. Si médico, sacerdote. Si sacerdote, hombre casado y con siete hijos. Si casado, soltero. Si soltero, viudo muy apenado. Si viudo, monje. Si monje, matador de toros. Estés donde estés, no has acertado por completo. Siempre hay algo más barato y mejor por ahí. Siempre hay vistas desconocidas en el acantilado de la vida. Me está matando esto de vivir una sola vida. La gran muerte de vivir en una sola forma. 
VILAS, MANUEL
Calor
Editorial  VISOR
Calor, es el tercer libro de poemas de Manuel Vilas, tras El cielo (DVD, 2000) y Resurrección (Visor, 2005). Vilas es un iconoclasta de la poesía como algo sagrado. En una entrevista, él mismo exponía de forma directa su poética: "Hay que sacarla de las catacumbas y decirle a la gente que la poesía está en todas partes, también donde no se la espera. Y luego también es la representación del mundo en el que vivo. La idea de que lo que tenemos delante en el día a día no es poético es mala, perniciosa, responde a lo preconcebidamente poético. Cuando en realidad todo es poesía. Un autobús, un polígono industrial… yo tengo un poema bastante conocido sobre un McDonalds. La poesía también aparece en Wathsapp, en las redes sociales."
Manuel Vilas, nacido en Barbastro, en 1960, ha construido una obra absolutamente personal y reconocible. Uno de los motivos esenciales del libro es cómo convertir todo lo que detestamos en algo con lo que poder convivir
La realidad, casi como sacada de los periódicos inunda los poemas. Ahí está el poema sobre la boda del Príncipe, narrada con el tono de una crónica social. Ha habido y hay otros poetas en castellano de tono coloquial y desenfadado, pero no hay muchos que añadan el tono periodístico, irónico y político que tiene Vilas. 

Fuimos felices.
Fuimos grandes y definitivos.
Te doy un beso delante del chatarrero
y de un negro
que lleva un chorreante radiador en una mano.
Te he amado más que a mis amantes,
más que a mi perro;
casi tanto, pero no tanto, eh, como al dinero.

Lo dicho. Ironía, crítica social, humor para afrontar el caos de la vida actual y la herida autorreferencial. Siempre es su vida, su personaje, el que cuenta nuestra vida y nuestras soledades.
Como en "Fraternidad"
Beso a los inocentes.
Amo a los inocentes.
Moriría por ellos sin pensarlo una milésima de segundo…
Beso a quienes no tienen nada.
Beso a quienes han perdido.
Beso a quienes nadie besará.
Beso la luz.

            Deja que bese tus labios de mármol.

Aquí se aprecia, además, otra cualidad de Manuel Vilas: es un maestro del ritmo, sea en verso libre o prosa poética.
La actualidad, la autorreferencia y la música podrían definir el libro. No en balde toma prestados títulos de canciones de Lou Reed o The Who para sus poemas: “Cocaína”, “Walk on the wilde side” o “Los chicos están bien”. A este tipo de composiciones se unen otras, hermosas e inclementes, centradas en su propia biografía: “Sida”, "1985" o “Alcoholemia”.

1985 
El 24 de diciembre de 1985 Manuel Vilas estaba de guardia en el Cuartel del Regimiento de Infantería de Barbastro, en donde cumplía el servicio militar. La guardia nocturna se conocía con el nombre de “refuerzo”. Vilas era cabo y por tanto su cometido en los refuerzos consistía en distribuir a los soldados por las garitas y después regresar al cuerpo de guardia. Miguel Fernández Díaz, un soldado de reemplazo, al que Vilas había dejado a las 22 horas en la garita número 4 (la más alejada del cuerpo de guardia) eligió ese momento para pegarse un tiro en la boca. Normalmente, Vilas ya no se acuerda de esto, porque fue hace muchos años. Normalmente, Vilas ya no se acuerda de nada, y tampoco sabe muy bien por qué se olvidan las cosas (imagina que porque las cosas se deshacen en medio de la memoria). Recuerda Vilas que se quedó mirando las salpicaduras en el techo de la garita, iluminadas por la luz de una linterna. Recuerda los expertos comentarios del capitán de guardia sobre la trayectoria de la bala, las conjeturas sobre el boquete que se abrió en la cabeza de Fernández Díaz. Era una bala de Cetme, que convirtió el juvenil orden cerebral de Fernández Díaz en un caos sanguinolento y acabado.
Piensa Vilas en lo que Miguel Fernández Díaz se ha perdido a lo largo de estos últimos 22 años. Piensa Vilas que tal vez vivió esos 22 años en las 22 milésimas de segundo que le costó a la bala desatar el nudo caliente de la carne. Vilas se ve a sí mismo como un radiante turista en el pasado. Al día siguiente, es decir, el día de Navidad, vino el padre de Miguel Fernández. A su madre no consiguieron encontrarla. No había móviles entonces. Nadie sabía dónde estaba. El padre vino porque alguien le pagó el viaje en autobús. Seis horas de autobús. Llevaba una bufanda.
No había móviles entonces, ningún sitio adonde llamar.
Claro que fui el último ser humano que vio vivo a Miguel Fernández Díaz. En alguna instancia celestial tendrá sentido el hasta luego que me dedicó con una dulce sonrisa impropia de aquella noche oscura.
Un honor, sin duda, aquella sonrisa.
Un gran honor.
Pues, naturalmente, tanto Miguel Fernández Díaz como Manuel Vilas Vidal fueron hombres de honor.
Y el honor es la vida.
¿Sabes?, tengo la extraña sensación de que fui yo el que cayó esa noche en medio de las miles de balas del enemigo, en medio de las ráfagas luminosas en el cielo de las playas de Normandía, en medio de la metralla suprema, en medio de los obuses de aquella artillería fantasmal en la noche caliente de nuestra juventud, y sé que no pudiste hacer nada por mí, pese a que te jugaste la vida por mí, y el enemigo cantaba canciones de gloria.
Bah, tío, estás loco, turismo y memoria, turista en tu propia memoria. Pero ese chico, ese chico no tuvo suerte, y ese chico era bueno, y yo tampoco tuve suerte y da igual. Ok, eso es todo, da igual. Debe de ser eso lo que me está matando. Porque es verdad que algo me está matando.

VILAS, MANUEL
El Gran Vilas
Editorial  VISOR
El título en sí mismo ya es una provocación, Gran Vilas. El poeta a lo largo de su obra ha venido creando una inquietante relación entre vida y literatura que reúne al menos tres características muy reconocibles: hipermodernidad, autoficción y desgarro.
En sus poemas asiduamente encontramos política, mercadotecnia, amor, ciudades, ferocidad, carreteras, plenitud y oscuridad. En su desgarro el poeta nos ofrece su propia e íntima humanidad. En la estela del Canto a mí mismo de Walt Whitman, Manuel Vilas explora en los poemas de Gran Vilas los límites morales de nuestras vidas contemporáneas, de nuestro presente histórico, y lo hace desde un expresionismo libre, ardiente y lleno de vitalismo, con la identidad del propio poeta como escenario, como salmodia, como alegría, y como respiración.
La autoficción en Vilas cobra un carácter especial toda vez que su propia vida y nombre ilustra los textos. Manuel Vilas aparece en 31 de los 46 poemas del conjunto.
                     "Comencé a escribir en Vilas en 1998. Tenía unos treinta y cinco,
                      años (...) Desde entonces, desde aquel 1998 hasta hoy, hasta estos
                      primeros años del 2010, he venido desarrollando esa marca llamada
                      Vilas tanto en prosa como en verso, y que no es más que un deseo
                      de escribir de la manera más libre que me sea dado imaginar. Esa
                      marca "Vilas" debería cotizar en bolsa." (En la Antología Amor, p. 51)
Uno de los aspectos más identificables de Vilas es su expresión que tiende al verso libre y lo coloquial en la forma, y a la intensidad, ironía y crítica en el fondo, donde no duda en embestir a la sociedad capitalista y de consumo con escupitajos y vulgarismos del tipo "cubo de basura", hijodeputa", "que te den" y otros. "Cuanto peor es el mundo, mejor es mi poesía" llegó a decir para ilustrar el origen de su inconformismo y fiereza. 
El poemario está dividido en tres capítulos: "Capítulo I: Exaltación", "Capítulo II: Democracia" y Capítulo III: Ciudad Vilas". Contrasta enormemente el tipo de poemas del Capítulo I, de gran extensión y con versos largos y densos, con los brevísimos poemas del Capítulo III, donde hay páginas casi inmaculadas que albergan un (aparentemente) sencillo poema de tres versos:
VILAS, EL VIEJO 
Viejo animal con fe.
La vida está pasando.
Viejo animal sin fe.


        CIUDAD VILAS
Crímenes contra la humanidad en Ciudad Vilas.

Hoteles de lujo decadente a precios populares en Ciudad Vilas.

Descapotables negros con mujeres
de vestidos rojos con grandes escotes en Ciudad Vilas.

MacDonald´s colgados del cielo en Ciudad Vilas.

Hombres ahorcados en los árboles más altos
de los góticos parques de Ciudad Vilas.

Sacerdotes predicando subidos en barcas
en los ríos de Ciudad Vilas.

Estatuas de Manuel Vilas en las plazas,
en las rotondas, en los museos de Ciudad Vilas.

Adosados radiantes, institutos luminosos
de enseñanza secundaria
en las circunvalaciones de Ciudad Vilas.

Bares con hombres destruidos dentro
y cervezas de marcas desconocidas
en los arrabales histéricos de Ciudad Vilas.

Hospitales con médicos y enfermeras negligentes
construidos sobre las colinas desérticas de Ciudad Vilas.

Piscinas doradas, con agua de diamantes, en Ciudad Vilas.

Calles con alma en Ciudad Vilas.

Mujeres enamoradas en los balcones
de las casas antiguas de Ciudad Vilas.

Fnacs y Corte Inglés y Casas del Libro
donde solo venden libros de Manuel Vilas
en el centro neurálgico de Ciudad Vilas.

Heladerías subterráneas donde se hace el amor en Ciudad Vilas.

Veleros y balandros en las playas agnósticas de Ciudad Vilas.

Concesionarios Mercedes-Benz en las calles principales de Ciudad Vilas.

Iglesias metodistas en Ciudad Vilas.

Armerías con armas automáticas sin licencia en Ciudad Vilas.

Mujeres verdaderamente libres al fin en Ciudad Vilas.

Negros de lujo casados con chinas comunistas en Ciudad Vilas.

Gente que se besa, que se muerde con furia en los lujosos
vagones del Metro de Ciudad Vilas.

Pelirrojas enamoradas de Manuel Vilas en Ciudad Vilas.
Rubias bellísimas y fatales enamoradas de Manuel Vilas
dándose muerte porque Manuel Vilas ya no las ama en Ciudad Vilas.

Estatuas neoclásicas con el rostro del padre
de Manuel Vilas en los jardines infantiles de Ciudad Vilas.

La primavera es una época de tormentas radiantes en Ciudad Vilas.

Novios de veinte años besándose en las avenidas de Ciudad Vilas.

Alegría sin fin hasta la desesperación luminosa en Ciudad Vilas.

Pasiones que devoran toda forma de civilización en Ciudad Vilas.

El Conde de Montecristo y Madame Bovary se casaron
y viven felices en un apartamento del centro en Ciudad Vilas.

Jimi Hendrix da un concierto todas las noches de verano
en el gran Auditorio al aire libre en Ciudad Vilas.

Mujeres enamoradas de hombres gloriosamente
enamorados de sí mismos en Ciudad Vilas.

Hombres que lloran porque aún quieren amar más en Ciudad Vilas.

Elvis Presley vive completamente solo y anónimo
en un barrio obrero de las afueras de Ciudad Vilas.

El capitalismo es una rosa humana y revolucionaria en Ciudad Vilas.

Los mejores ministros de Dios consuelan a los pecadores
en las elegantes iglesias de Ciudad Vilas

Amor, amor, y amor siempre en Ciudad Vilas.

Hombres y mujeres que no creéis en nada
pero sin embargo estáis enamorados
os esperamos a todos en Ciudad Vilas.

Ven a Ciudad Vilas, te queremos.

Ven a Ciudad Vilas, triunfarás aquí.

Segundas y terceras y cuartas oportunidades auténticas
para cambiar tu vida de una vez por todas en Ciudad Vilas.

Ella dijo a todos sus amantes “os espero en Ciudad Vilas”.

Él dijo a sus chicas “nos casaremos en Ciudad Vilas”.

Bienvenido a Ciudad Vilas.

Bienvenido a la ciudad del Amor.

VILAS, MANUEL
El Hundimiento
Editorial  VISOR
EL HUNDIMIENTO es el libro de poemas más personal y devastador de Manuel Vilas. Aquí los poemas reflejan sin ambages una crisis autobiográfica y de carácter existencial. No está ausente en este libro la representación de la España actual, con todos sus problemas políticos y económicos. Como siempre ocurre con la mirada literaria de Manuel Vilas, la exploración del mundo material y de las tensiones entre riqueza y pobreza tienen en esta poesía un protagonismo destacado. La creación de personajes misteriosos y alegóricos es otro de los aciertos más sobresalientes.
Además, es un homenaje a Francis Scott Fitzgerald, que escribió otro El hundimiento (Funambulista, 2013), donde, como él, daba cuenta de sus obsesiones. No es de extrañar que su referente sea Scott Fitzgerald, un dipsómano que ya había dictaminado que los golpes más duros siempre vienen desde dentro de uno mismo.
Hay varios poemas desoladores, pero creo que el que se lleva la palma es "Los nadadores nocturnos". También destaca el examen de conciencia con motivo de la muerte de la madre que manifiesta «974310439».
El hundimiento de Vilas da la medida del cambio que emprende el narrador hacia la madurez personal y, a su vez, hacia una paulatina decadencia, como si el desencanto se hubiese hecho el dueño de su cocina: “No sabes cómo has alcanzado a vivir cincuenta años”.
Como en toda la poesía de Manuel Vilas por estas páginas transitan hoteles, carreteras, alcohol, su familia, la música o el cine: "la voz de Lou Reed permanecerá al lado del mundo,/ porque era la voz de las cosas mejores". Pero el dejo de todas ellas es un desmoronamiento moral y vital, el de un joven optimista que, casi sin darse cuenta, se encuentra vacío y rodando por el mundo como un estúpido planeta sin nombre. 

LOS NADADORES NOCTURNOS 

Voy a nadar al gimnasio, sí, prácticamente todos los días. 
Bajo el agua parece que el fracaso no existe. 

Miro a los otros nadadores de las otras calles de la gran piscina. 

Nos miramos vagamente; las gafas de bucear impiden
ver el color de los ojos, ver los rostros torturados. 

Nadamos y nadamos como fantasmas hasta las once de la noche, 
cuando cierra el gimnasio. 

Es obvio que no tenemos dónde ir. 

Luego nos vemos en las duchas, desnudos. 

Somos cinco o seis. 

El encargado nos conoce. 

Somos siempre los mismos, a veces falla alguno. 

No nos hablamos. 

Si falla alguno, pensamos con alegría que se ha atrevido, 
que al fin alguno de nosotros lo ha hecho, 
que se ha levantado la tapa de los sesos, 
hasta que al día siguiente reaparece. 

Nos hace ilusión pensar que ya quedamos menos. 

Sabemos perfectamente por qué nadamos por la noche.  

Hay un bar de copas al lado del gimnasio. 

Ninguno de los nadadores nocturnos 
quiere llegar a casa a las once y media. 

No hay gimnasio con piscina 
que abra hasta las seis de la madrugada. 

En el bar nos encontramos, no nos hablamos. 

Conocemos nuestros rostros, el color de nuestros bañadores, 
el modelo de gafas, buenas y caras gafas siempre, 
Adidas de competición rojas o azules, 
la fuerza en la brazada, el estilo del crol 
de cada uno de nosotros, los nadadores nocturnos. 

Bebemos en ese bar, regentado por chinos casi muertos, 
después de haber nadado hasta el agotamiento. 

Bebemos y nadamos, esa es nuestra vida, 
pero jamás, nunca jamás nos dirigimos la palabra, 
es un pacto, un raro pacto entre samuráis hundidos. 

Si alguno de nosotros necesita algo, 
solo le prestaremos 
el estilete más afilado de España. 

La muerte nos gusta, por eso nadamos y nadamos 
hasta que el gimnasio cierra y nos echan, 
con los brazos convertidos en acero, músculos 
tan atormentados, tan desesperados 
como los planetas sin nombre, 
dando tumbos en la estúpida oscuridad del universo. 

Siempre estamos esperando 
que alguno no venga nunca más, 
pero resistimos como hijos de perra, 
todo un misterio de los nadadores nocturnos.

VILLAURRUTIA, XAVIER
Obra poética
Editorial HIPERION
Poco conocido y apenas editado en España Xavier Villaurrutia (1903-1950) es, sin embargo, un poeta imprescindible de la literatura hispanoamericana.  Su momento histórico viene a coincidir en algunos aspectos con la evolución de la poesía española, desde Juan Ramón Jiménez hasta Lorca y Cernuda. Ensayista, critico y dramaturgo; su obra poética es escasa. En esta edición ocupa desde la página 233 a la 410. Figura polémica en el México de su tiempo, miembro fundacional del grupo Contemporáneos y maestro de Octavio Paz, jamás abandonó su defensa de la independencia del arte, su oposición al nacionalismo cultural y su propuesta de una literatura mexicana en dialogo consigo misma con el resto de literaturas del mundo y con la esencia del fenómeno poético. Su obra poética, inserta en la tradición romántica a través del surrealismo, puede leerse como una concisa y luminosa autobiografía espiritual en la que este curioso Ulises, como se denominó a si mismo, indagó y profundizó en los ternas que le obsesionaron: la muerte, el amor y los problemas de identidad a los que se enfrenta el hombre moderno. agravados por la triple condición de marginal que le tocó vivir: la de poeta con vocación de puro, la de homosexual, y la de exiliado en su propia tierra acusado de extranjerizante y traidor a la patria. La poesía de Villaurrutia sobrevuela el misterio de su intimidad. Deliberadamente oscuro en ocasiones, sus símbolos son fruto de sus vastas lecturas. Visionario como Blake, audaz en las imágenes y símbolos, se desliza desde la metafísica de la muerte al amor homosexual: “porque la promesa de la cópula se convierte en la antesala de la muerte”

Los Nocturnos y una introducción de Octavio Paz en este blog.

NOCTURNA ROSA 
                            a José Gorostiza

Yo también hablo de la rosa.
Pero mi rosa no es la rosa fría
ni la de piel de niño,
ni la rosa que gira
tan lentamente que su movimiento
es una misteriosa forma de la quietud.

No es la rosa sedienta,
ni la sangrante llaga,
ni la rosa coronada de espinas,
ni la rosa de la resurrección.

No es la rosa de pétalos desnudos,
ni la rosa encerada,
ni la llama de seda,
ni tampoco la rosa llamarada.

No es la rosa veleta,
ni la úlcera secreta,
ni la rosa puntual que da la hora,
ni la brújula rosa marinera.

No, no es la rosa rosa
sino la rosa increada,
la sumergida rosa,
la nocturna,
la rosa inmaterial,
la rosa hueca.

Es la rosa del tacto en las tinieblas,
es la rosa que avanza enardecida,
la rosa de rosadas uñas,
la rosa yema de los dedos ávidos,
la rosa digital,
la rosa ciega.

Es la rosa moldura del oído,
la rosa oreja,
la espiral del ruido,
la rosa concha siempre abandonada
en la más alta espuma de la almohada.

Es la rosa encarnada de la boca,
la rosa que habla despierta
como si estuviera dormida.
Es la rosa entreabierta
de la que mana sombra,
la rosa entraña
que se pliega y expande
evocada, invocada, abocada,
es la rosa labial,
la rosa herida.

Es la rosa que abre los párpados,
la rosa vigilante, desvelada,
la rosa del insomnio desojada.

Es la rosa del humo,
la rosa de ceniza,
la negra rosa de carbón diamante
que silenciosa horada las tinieblas
y no ocupa lugar en el espacio.

VILLON, FRANÇOIS
Poesía
ALIANZA Editorial
La mayor parte de lo que se sabe sobre François Villon ha sido recopilado a partir de registros legales y extraído de sus propios escritos. Nació en 1431, su padre murió cuando él era un niño y junto a su madre quedaron en una situación muy precaria. El siglo XV que le tocó vivir, fue para Francia tiempo de armas y padecimientos: la guerra de los Cien Años, la ocupación inglesa, la quema de Juana de Arco, hambrunas y París merodeado por lobos. El niño fue llevado a Guillaume de Villon, un capellán que lo adoptó y dio apellido. Bajo su tutela estudió en la Facultad de Artes y recibió su licenciatura en 1449. Tenía una carrera prometedora por delante pero su espíritu era vividor y tabernario. Se pasa la juventud huyendo de París para evitar la cárcel, aunque no puede evitar ser detenido y torturado en más de una ocasión. Sin embargo, el bueno e influyente Guillaume consigue ayudar siempre a su protegido. De nada sirve. Villon ama el derroche, las prostitutas, el vino y las tabernas, las trifuncas callejeras y la juerga con sus colegas, los Coquillards.
A principios de 1456, Villon regresó a su casa en París. En diciembre, escribió Le Lais , también conocido como Le Petit Testament , una de las obras más importantes de Villon. Se encontró con unos conocidos y robaron 500 coronas de oro en el Colegio de Navarra. Villon afirmó haber terminado Le Lais en Navidad, en sus versas se muestra a sí mismo componiéndolo durante las mismas horas en que estaba orquestando el robo: "¿Podría ser que escribió estas estrofas después del robo en el Colegio para proveerse de una coartada?”
En la huida fue cambiando baladas por alimentos, vino y jergón hasta llegar a Blois, donde lo hospedó el gran señor Charles d’Orleans. Allí se organizaban combates líricos y Villon brilló con su ingenio. Sus triunfos trajeron celos y los celos la delación al obispo de Orleáns -Thibaut-, que trasladó el asunto del robo en el Colegio de Navarra a la Justicia. El poeta y ladrón fue encerrado en la prisión de Meung-sur-Loire, donde la posibilidad de una sentencia de muerte le llevó a autobiografiarse en su obra maestra, El Testamento:
En el trigésimo año de mi edad,
ya bebidas todas mis miserias,
y ni del todo loco ni cuerdo del todo
gracias a tantos sufrimientos recibidos
de la gracia del tal Thibaut,
quien, aunque es obispo y todo lo bendice,
no quiero que me a mí me bendiga
ni que mi obispo sea...
La gracia llegó de Louis XI, que visitó Meung e indultó a los delincuentes encarcelados. Pero volvería a entrar y salir de la cárcel en varias ocasiones. En noviembre de 1462 se le sentenció a ser “colgado y estrangulado”. Escribió entonces la Balada de los ahorcados, en la que traza su estremecedora estampa terminal:
Apiadaros de nosotros, hermanos.
Vednos aquí atados y colgados,
mordidos y podridos:
esqueletos ya en espera
de volverse polvo.
Nos empapa la lluvia,
nos seca y ennegrece el sol,
los cuervos nos sacan los ojos,
nos arrancan barba, pestañas y cejas,
nos dejan más picados que dedales,
y el viento sin cesar nos azota.
Hermanos, no es cosa de risa.
Rogad a Dios por nosotros,
y por vosotros también.
El 5 de enero de 1463 le anularon la sentencia mortal a cambio de prohibirle entrar en París durante diez años. Villon se perdió en el laberinto de los caminos sin que se conozca la fecha de su muerte.
Fue coetáneo de Jorge Manrique y ambos, cada uno a su manera y en su lengua, cantaron el devenir de las glorias del mundo en el curso del Tiempo, al modo de las Danzas de la Muerte.
Sé que a pobres y a ricos,
a prudentes y a locos,
a laicos y a curas,
a nobles y a aldeanos,
a generosos y a avaros,
a grandes y a pequeños,
a hermosos y a feos,
a damas y a mendigas,
a todos,
ya tengan finos o rudos tocados,
la muerte se los lleva
lado a lado.
El Testamento está marcado por la angustia de la muerte a la que el poeta acababa de ser condenado. En sus versos se mezclan reflexiones sobre el tiempo, amargas chanzas, invectivas y fervor religioso.
A pesar de la situación, la escritura de El Testamento es desenfadada, propia de un hombre que habla con sinceridad ante sus últimos momentos; pero también con lascivia y rencor contra quienes lo han condenado. La obra es original, poderosa y anuncia la llegada de los nuevos tiempos renacentistas. El ocaso de la ideología feudal y religiosa de la Edad Media se hace aquí patente, entre sátiras anticlericales e improperios de "carne de horca".
Villon inyectó una savia renovada a la poesía de su tiempo, todavía heredera de la literatura medieval. Se entrega de buen grado a la descripción burlesca o a las bromas subidas de tono y multiplica las innovaciones en el lenguaje.
Le Testament (1461) es considerada como una prolongación de su obra anterior, el Legado (1456), al que se le llama comúnmente, El pequeño testamento.

BALADA DE LAS CONTRADICCIONES

Yo muero de sed junto a la fuente
Ardo como el fuego y tirito
En mi país me hallo en tierra extraña
Junto al brasero ardo en escalofrío
Desnudo cual gusano, visto como presidente
Río en llanto y espero desesperanzado
Mi confort se torna en triste aflicción
Me regocijo sin placer ninguno
Potentado soy sin fuerza ni poder
Bienamado y por todos desechado

Lo seguro nada es salvo lo incierto
Lo oscuro, nada salvo lo más evidente
La duda no cabe, salvo en lo más cierto
Por ciencia tengo al súbito azar
Gano todo y sigo de perdedor
Con la aurora digo: ¡Dios les dé buenas noches!
Tumbado, tengo gran pavor a caer
Tengo con qué y ando sin blanca
Espero fortuna y no hay de quien heredar
Bienamado y por todos desechado

De nada me cuido, aunque mi empeño pongo todo
En adquirir bienes que ni siquiera ambiciono
Quien mejor me habla es quien más me hiere
Y quien con más verdad, quien más me miente
Mi amigo es aquel que me hace entender
Que un cisne blanco es un cuervo negro
Quien más me daña es quien más me ayuda
Mentira, verdad, ambas son hoy una
Todo recuerdo y nada comprendo
Bienamado y por todos desechado

Príncipe clemente, quizá quiera saber
Lo mucho que sé sin juicio ni saber
Parcial soy mas común a toda ley
¿Qué más sé? ¿Qué? Mi fianza recobrar
Bienamado y por todos desechado

VITALE, IDA
Poesía Reunida
Editorial  TUSQUETS 
Ida Vitale pertenece a la generación del 45 uruguaya (integrada, entre otros, por Mario Benedetti, Amanda Berenguer, Idea Vilariño).
Descendiente de inmigrantes italianos, alumna de José Bergamín, autora de un libro titulado El ejemplo de Antonio Machado, exiliada en México, periodista cultural, traductora y docente además de poeta, emigrante en Texas: en la vida de Vitale confluyen algunas de las tensiones fundamentales que atraviesan la cultura del siglo XX en América Latina.
Nacida el 2 de noviembre de 1923, Vitale pertenece a la cuarta generación de emigrantes italianos en Uruguay. Se formó en una familia culta y cosmopolita, estudió Humanidades en Montevideo y ejerció la docencia en su país. En 1950 se casó con el ensayista Ángel Rama y tuvo dos hijos.
Huyendo de la dictadura militar, se exilió de Uruguay en 1973 y se estableció primero en México, donde trabajó junto a Octavio Paz en la legendaria revista 'Vuelta'. Allí trató a José Bergamín.
Tras perder a su marido en el trágico accidente de un aparato de Avianca en Barajas, regresó a Uruguay en 1984 para dirigir la sección de cultura del revista 'Jaque'. Posteriormente se estableció en Estados Unidos y desde 1989 mantiene su residencia, en Austin, Texas, junto a su segundo marido, el también poeta Enrique Fierro.

Entre su obra poética destacan 'La luz de esta memoria' (1949), 'Palabra dada' (1953), 'Paso a Paso' (1963), 'Oidor Andante' (1972), 'Jardín de sílice' (1980), 'Entresaca' (1984), 'Procura de lo imposible' (1988), 'Jardines imaginarios' (1996), 'De varia empresa' (1998), 'Reducción del infinito' (2002) o 'Trema' (2005). También ha escrito ensayos y estudios sobre diversos poetas como Antonio Machado, Carlos Drummond o Cecilia Meireles.

En su poesía "la palabra es lo que está primero, exigiendo lealtad, fidelidad y un poco de trabajo", según definió ella misma. “Adoré y adoro a Machado, y sin embargo Juan Ramón Jiménez se me coló. Machado es el natural y Juan Ramón Jiménez el poeta inteligente en el sentido que trabaja lo espontáneo. Las dos cosas son necesarias”, afirmaba.
Su obra está armada sobre un verso preciso y elegante, transparente y hondo, sosegado y vital. Muy a menudo su poesía ha sido calificada como esencialista, hija de la de Juan Ramón Jiménez, basada en poemas cortos, orientados siempre hacia la alquimia del lenguaje y la potencia metafórica de la naturaleza.

Su poesía pertenece a esa vertiente estética que entiende la creación poética como una construcción verbal, que tiende a la situación límite de las palabras; penetrando la realidad hasta una significación nueva. Siendo una poesía donde los sentidos son importantes, también es clave la inteligencia. 
MARIPOSA, POEMA 
En el aire estaba
impreciso, tenue, el poema.
Imprecisa también
llegó la mariposa nocturna,
ni hermosa ni agorera,
a perderse entre biombos de papeles.
La deshilada, débil cinta de palabras
se disipó con ella.
¿Volverán ambas?
Quizás, en un momento de la noche,
cuando ya no quiera escribir
algo más agorero acaso
que esa escondida mariposa
que evita la luz,
como las Dichas.
                                                            En Procura lo imposible, 1998

WHITMAN, WILLIAM
Hojas de hierba
Editorial  VISOR
Hojas de hierba es la gran epopeya americana y una de las grandes epopeyas de la literatura universal: con una voz tan vigorosa como sutil, canta el nacimiento de los Estados Unidos y su desarrollo como nación. Sus poemas recogen la bullente diversidad del país, sus heterogéneos pobladores, sus paisajes inabarcables y su carácter indómito e irreverente.
La épica que desarrolla Whitman es una épica democrática que  proclama las esperanzas y necesidades del Nuevo Mundo, donde ricos y pobres, hombres y mujeres, blancos y negros, están llamados a ser libres e iguales, y los afectos imperan sobre los intereses. Pero Hojas de hierba es también el retrato de una persona, Walt Whitman, que vierte sus pasiones singulares y sus anhelos más íntimos en sus páginas: «Esto no es un libro: / quien lo toca, toca a un hombre», escribe en un poema tardío.
El amor por la naturaleza, la fuerza de su erotismo, la turbulencia de la vida en Nueva York y el abrumador ímpetu musical de su voz encuentran un eco dilatado en los poemas del libro. Para Harold Bloom, Whitman constituye el centro del canon norteamericano, porque toda «voz que en nuestra literatura contemporánea se alza en soledad, herida o estoica, tiende a asumir tonalidades whitmanianas»
Whitman no evoca épocas pretéritas y legendarias, sino que hinca su mirada en un presente bullicioso: consolidación de la democracia, conquista del oeste, llegada masiva de inmigrantes y diferencias sociales y económicas entre los territorios de la Unión.
Esta épica que ensaya Whitman aporta también una nuevo lenguaje. Se abandona la narración lineal y ordenada que procedía de sociedades cerradas y jerárquicas para plasmar un mosaico activo e interminable que refleja una sociedad abierta y democrática. Hojas de hierba se presenta en rotación, como una narración circular en la que todo desemboca constantemente en todo y cada individuo se articula en un conjunto vertiginoso. Asimismo Whitman abandona el estilo elevado de la épica tradicional para entregarse al verso libre. La aliteración y las estructuras paralelísticas apuntalan el fluir rítmico para preservar su musicalidad. Finalmente subrayar que la base de este canto no son las metáforas y las imágenes; sino la presentación de un universo que se ha descubierto, los paisajes y las gentes de Estados Unidos. Los versos de Whitman engarzan visiones tanto interiores como exteriores, tanto proféticas como actuales provenientes de la observación. Estas visiones se ofrecen en los textos con la sencillez de un objeto: como realidades concluyentes que el poeta ha metabolizado en pensamiento, y que entrega al lecytor como otros objetos más, investidos con la misma perfección de los existente, como facetas asombrosas del universo.
Este maravilloso amontonamiento de visiones se ordena, si es que podemos llamarlo así, mediante uno de los procedimientos más característicos de Whitman, la enumeración, que le relacionan hacia atrás con Homero y la Ilíada; y hacia adelante con Pablo Neruda y su Cántico General. Su pasión catalogadora es instrumento de su ansia totalizadora, esa que le hace llevar al poema todo cuanto ve, todo lo que integra la realidad poliédrica de un país ilimitado; integra en términos perfectamente democráticos: todos los pensamientos, visiones y acontecimientos están situados en términos de igualdad. Octavio Paz, seducido por el vértigo y el vigor de la épica whitmaniana, ha precisado esa íntima relación con el cosmos americano, esa vinculación esencial con el espacio que lo ha alumbrado, y al que habla: "Walt Whitman es el único gran poeta moderno que no parece experimentar inconformidad frente a su mundo. Y ni siquiera soledad: su monólogo es un imenso coro."                 Extractos tomados de un prólogo de Eduardo Moga.
UNA HOJA DE HIERBA 
Creo que una hoja de hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles. 
Descubro que en mí,
se incorporaron, el gneis y el carbón,
el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras
y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido
en la fisura del peñasco.
WILLIAMS, WILLIAM CARLOS
Paterson
Editorial  CÁTEDRA
William Carlos Williams (1883-1963) fue un poeta de vocación infatigable. La mayor parte de su vida la pasó en la ciudad de Rutherford (Nueva Jersey), de la que solo salió para estudiar medicina. Escribió también novela, teatro y ensayo.
Williams pertenece a una generación de ilustres poetas que intentan encontrar vías alternativas a la tradición poética inglesa, todavía vigente a principios del siglo xx, y que convirtieron la poesía norteamericana de ese siglo en una época dorada.
Tardó en ser reconocido como poeta. La publicación de La Tierra Baldía por Eliot, obnubiló todo el panorama de la poesía en inglés.  El mismo Williams se quejó amargamente en sus memorias de que la publicación de La tierra baldía “aniquiló nuestro mundo como si una bomba atómica hubiera caído sobre él y nuestras valientes incursiones en lo desconocido hubieran sido reducidas a polvo (…). Sentí de inmediato que me había hecho retroceder veinte años”. O que su reconocimiento tardaría veinte años para encontrar sus lectores naturales. Pero la tardía fama ha sido ampliamente enmendada. Los poetas de la generación beat lo tomaron como mentor, admirados por su lenguaje abierto y accesible; y hoy en día Williams está reconocido como uno de los herederos de Walt Whitman, escritor del que prolongó la búsqueda de formas poéticas que no tenían por qué estar atentas a las normas canónicas europeas de la métrica y la rima, sino a ser capaces de contener una musicalidad, un ritmo, una coloración y una narratividad independientes y propias.
Aun siendo contemporáneos, Eliot tendía a la metafísica y respetaba la métrica; mientras que Williams Carlos Williams estudiaba el habla de la calle y pretendía que sus versos fuesen máquinas perfectas y reales que imitaban la naturaleza, pero no la reproducían. Es famosa su máxima: "No hay ideas sino en las cosas". Williams fue publicando entre 1946 y 1958 los cinco volúmenes de Paterson, una personal epopeya poética en la que otro Paterson va escribiendo poemas, notas, cartas y documentos que suponen un poliédrico e íntimo cuaderno de bitácora. El estilo tiende nítidamente a la simplicidad, naturalidad y al coloquialismo; y demuestra el buen oído de la calle y la plasticidad de quien era un buen aficionado a la pintura y cuyo último poemario se tituló "Imágenes de Brueghel y otros poemas". El libro comienza así:
Paterson descansa en el valle debajo de las cataratas Passaic
sus aguas agotadas delineando su espalda. Situado
a su derecha, la cabeza cerca del tronar
de las aguas ¡llenando sus sueños! Eternamente dormido,
sus sueños caminan por la ciudad donde permanece
ignorado. Las mariposas se posan en su oreja de piedra.
Como Wallace Stevens, abogado de una compañía de seguros en Hartford, Williams llevó una doble vida, pero en su caso sin doblez ni disimulo: médico de familia y pediatra. , los versos surgían durante sus rondas o en el dorso de las recetas que expedía en su consulta. Conocer las cuitas y secretos de sus vecinos le sirvió para escribir este largo poema que es un buceo demorado en la historia y la geografía de un lugar llamado Paterson. 


WILLIAMS, WILLIAM CARLOS
Poesía Reunida
Editorial  LUMEN
Siguiendo a su amigo Pound, fue uno de los principales poetas del movimiento Imaginista , aunque a medida que pasaba el tiempo, comenzó a estar cada vez más en desacuerdo con los valores expresados ​​en la obra de Pound y especialmente en Eliot , a quien consideraba que estaban demasiado apegados a la cultura europea. Continuando con la experimentación de nuevas técnicas de metro y línea, Williams buscó inventar una poética completamente nueva, y singularmente estadounidense, cuyo tema se centrara en las circunstancias cotidianas de la vida y las vidas de la gente común.
Su poesía vivió ensombrecida, según él, por la inmensa popularidad de “La tierra baldía” de Eliot; sin embargo, su trabajo recibió una atención cada vez mayor en los años 50 y 60, ya que los poetas de generación beat, incluido Allen Ginsberg, quedaron impresionados por la accesibilidad de su lenguaje y su apertura como mentor.
Esta Poesía Reunida contiene, en edición bilingüe, cuatro libros fundamentales: desde el primer Williams experimental que delimita su concepción del poema en las prosas de Kora en el infierno, un libro oscuro y raro, de exigente complejidad pero imprescindible para entender su poesía posterior, al último Williams, que fundó en los años cincuenta una nueva estética sobre la materia autobiográfica y el tono confesional con La música del desierto y otros poemas, Viaje al amor y Cuadros de Brueghel y otros poemas.
Williams buscó la precisión de la palabra poética, la exactitud de lo concreto, la transcendencia de lo cotidiano, la fuerza conceptual del habla coloquial. Él parte de la sensación, de la sensibilidad ante lo concreto para transformar la realidad en objeto verbal a través de la imaginación y la sintaxis. En su poesía convergen la vista y el oído para escuchar las cosas, pintar con palabras los objetos cotidianos y nombrar lo próximo.
No ideas but in things - no hay ideas sino en las cosas- fue la frase en la que cifró su poética, su idea de la poesía como exploración y descubrimiento, como resultado de la observación de la vida y de la mirada detenida en el objeto:
¿Cómo decir lo que ha de ser dicho?

Solo el poema. 
Solo el poema, medido con exactitud;
imitar, y no copiar, la naturaleza: no copiar
la naturaleza.
¿Y cómo conseguir eso? Con una imaginación que va más allá de la mirada superficial para convertirse en la forma más intensa de observación y con lo que Williams llamaba 'palabra fuerte'.

Sus obras principales incluyen Kora in Hell(1920); Primavera y todos (1923); Imágenes de Brueghel y otros poemas (1962), que recibió el Premio Pulitzer; La epopeya de cinco volúmenes de Paterson (1963, 1992);e Imaginaciones (1970).    Extractos tomados del artículo de Santos Dominguez


LA CARRETILLA ROJA
Cuánto depende
de una
carretilla
roja
mojada por el agua
de la lluvia,
junto a los blancos
polluelos.
A continuación reproduzco El Descenso, un poema central en la poesía de Williams. En él están las claves temáticas existenciales y formales de la última fase de su poesía, que se inicia en los años cincuenta. Aquí utilizó por primera vez el verso escalonado o pie variable, que sería su apuesta más seria y definitiva para forjar un camino propio (norteamericano) frente a la versificación clásica inglesa.

EL DESCENSO

El descenso nos llama 
           como nos llamaba el ascenso.
                     La memoria es una especie
de consumación,
         una suerte de renovación,
                     incluso
de inicio, pues los espacios que abre son lugares nuevos
         habitados por hordas
                     de especies
hasta entonces impensadas;
         y sus movimientos
                      se orientan hacia nuevos objetivos
(aun cuando antes hayan sido abandonados).
Ninguna derrota es enteramente una derrota, pues
el mundo que abre es siempre un sitio
          hasta entonces
                    insospechado. Un
mundo perdido,
          un mundo insospechado,
                    abre paso a nuevos lugares
y no hay blancura (perdida) tan blanca como el recuerdo
de la blancura.

Con el atardecer, el amor despierta
           aunque sus sombras
                  -que dependen
de la luz del sol-
           se adormecen y se apartan
                  del deseo.

Despierta así un amor
           sin sombras
                 que ha de crecer
con la noche.

Surgido de la desesperación,
           inconcluso,
                 el descenso
despierta a un nuevo mundo
                  que es el reverso
de la desesperación.
           Para lo que no podemos lograr, lo que
se niega al amor,
           lo que perdimos por anticiparnos,
                   se abre un descenso
sin fin, e indestructible.
WILLIAMS, C.  K.
El Canto
Editorial  BARTLEBY EDITORES
C. K. Williams propone una poética angustiada de la conciencia que busca en la propia escritura un paradigma de reconciliación con la experiencia, una posibilidad de reparación. Un hecho observado o una escena recordada permiten de esta manera la demora necesaria para comprender cómo son las cosas o cómo fueron en el pasado. Cada poema tiene así algo de diván de psiquiatra: cada anécdota parece un sueño que necesitara ser purgado, analizado. Expresión de la decadencia brutal y la angustia que define a toda una civilización, la poesía confesional de C. K. Williams ofrece en El Canto una luz encendida al final del libro, una luz que es guía para navegantes ciegos: del dolor al éxtasis de estar vivos, el poeta nos deja a salvo en mitad del abismo aferrados a lo que de verdad importa. De la Presentación del Traductor JAIME PRIEDE.
Es característico de C. K. el uso de versos largos de veinte sílabas o más que desafían el principio de que la concisión es el alma de la poesía. Practica un verso libre muy singular, que se apoya —cito a Simic— “en la aliteración, la repetición y los cortes en el verso para crear su propia cadencia”. Pero también hay cierta regularidad en la acentuación que es fácil advertir cuando se leen los poemas de Williams en voz alta, algo necesario para apreciar cabalmente su calidad dramática —en algunos casos tan notoria que podrían ser adaptados como monólogos teatrales.
Sentimientos, emociones, deseos e ideas son exhibidos a través de recuerdos y escenas cotidianas que se presentan como experiencias personales pero se transforman en una especie de emblemas de la vida en el mundo de hoy.
Cada poema abunda en datos y percepciones que suscitan toda suerte de resonancias en una conciencia que asevera, vacila y se autocuestiona. 
Valga subrayar, de paso, que su poesía es eminentemente urbana. Para él, la naturaleza —a pesar de que en ella suceden cosas que nos parecen crueles— es hermosa y fascinante; mientras que nuestras sociedades son desastrosas. Pero, aunque la voz de Williams en muchos momentos es manifiestamente reprobatoria de la ceguera y autodestructividad del género humano, no conlleva ira ni resentimiento, y más bien suele mostrar ternura, afecto, compasión —o miedo porque ninguno de estos sentimientos sirva para superar la tupida trama de prejuicios, convenciones y estupidez en que nos debatimos.
Al leer sus poemas se tiene la impresión de escuchar a un amigo que trata de ordenar sus ideas en medio del ruido y la información que fluye al azar en torno suyo. Su cabeza está llena de cosas, demasiadas para decirlas con pocas palabras. Se entiende entonces por qué Williams no puede seguir el dictum de la concision al que suelen apegarse sus colegas. Ni siquiera el uso más virtuoso de la elipsis bastaría para sintetizar lo que él se propone registrar en su poesía.
Sin embargo, no sería acertado calificar sus poemas como textos narrativos. Sus poemas no son pequeñas ni largas historias. Más bien, lo que Williams solía hacer era dialogar consigo mismo,
Extractos tomados de artículo de Rafael Vargas en Nexos.
BIELASTOK O LVOV 
En una ruinosa taberna al borde del camino
que apesta a vodka destilado en un pajar,
a cigarrillos de sémola que empalagan como el acre incienso
de una iglesia de pueblo, entre barriles de vino picado, aguado,
de pronto, las raídas y finas páginas de un devocionario,
y, sobre ellas, como flotando sobre toda esa fetidez,
la cabeza incorpórea de mi bisabuelo.
Embriagadas cacofonías, lagos de vómito,
océanos de obscenidades; los rostros
lascivos y picados de viruela de los campesinos
cuyo aliento cariado se coagula alrededor.
Y la violencia, una violencia brutal de escorpión,
sin más, sin objeto alguno, sin nada que ambicionar,
y, en medio, de nuevo los rezos, ese rostro atormentado,
su mirada desencajada, eso es todo lo que tengo
del lugar de donde vengo, la sangre de la que mana
mi propia sangre, y la escena ni siquiera es mía,
la obtuve de un poeta, el judío ruso luego
israelí Bialik, y de mi padre cuando hablaba
del padre de su padre agonizando en su miserable taberna,
enfrentándose, decía mi padre, a los furibundos cosacos,
pero mi padre fabulaba un poco, así que omito todo eso,
y comparto con el poeta sus antepasados, porque los míos
sólo querían olvidarse de su pasado de miseria
y pogromo, por eso no decían nada, como mucho
de dónde procedía alguien, un nombre perdido,
nada más, dejándome con menos raíces
que a un perro, sólo el padre del poeta
y la taberna de mi abuelo, esa pocilga,
como la llamó el poeta, abismo de silencio, añado yo,
y aquel alma, como la nieve, dijo el poeta,
con lágrimas de sangre, añadiría yo, para mí y los míos.
WILLIAMS, C.  K.
Reparación
BARTLEBY EDITORES
C. K. Williams (Newark, Nueva Jersey, 1936) es uno de esos poetas cuya lectura exige reordenar nuestro sistema de códigos literarios. O dicho de otro modo, se hace necesario desentenderse de ese ruido que las lecturas nos van dejando en el oído y acercarse a él con actitud receptiva. El libro despliega tres grandes líneas expresivas, aunque a menudo aparezcan superpuestas en los poemas: la reflexión, la observación y la denuncia. Y en paralelo, o por detrás de ellas, la que se apunta en el título, la reparación en el sentido de "ajuste de cuentas".
C. K. Williams es uno de esos escritores para los que la literatura tiene un valor más allá del testimonio o la aventura estética. Buen lector de W. H. Auden, su trayecto literario responde a las necesidades y exigencias de un proceso de autoconocimiento en el que experiencia cotidiana y pensamiento se imbrican mutuamente para forjarse un yo que se acepte a sí mismo y que asuma la responsabilidad de los actos propios. Si la vida es concebida como una herida abierta, la poesía es una forma de ofrecer amparo. Una visión redentora que comparte con Mark Strand, Derek Walcott o Seamus Heaney. Si algo puede ofrecer la literatura en estos tiempos es una forma de consuelo. Así es como nos sentimos cuando leemos un buen poema: reconfortados y capacitados para perdonarnos por lo que no hemos sido. La poesía como reparación. Del Prólogo de JAIME PRIEDE.
BIOPSIA 
¿Te he contado, amor, lo que me solía
ocurrir antes de conocerte?
Al principio parecía un sueño –estaba en la cama–
luego sabía que no –aquello me despertaba–
desde el principio resultaba aterrador, me causaba pasmo. 
La aguda, percutiente cadencia de un zumbido
demasiado alto como para poder soportarlo,
se convertía en una espiral de materia audible
y me presionaba de tal forma
que estaba seguro de que me desgarraría. 
Intentaba decir algo que parara aquello,
pero me tenía completamente atrapado,
me quedaba paralizado, luego, cuando el miedo
traspasaba un límite, lo intentaba otra vez: esa vez
gritaba en voz alta, y se detenía. 
Temblando, volvía en mí, como
la noche de tus pruebas que me desperté
estremecido, asustado por ti, por ambos,
el miedo traspasándome más enrabietado
aún que ante aquella visión de aniquilación total. 
Era como en aquellos días tan desolados:
no podía acudir a ti para tranquilizarme
no fuera que te asustara, no podía abrazarte
por miedo a despertarte en tu propia ansiedad,
así que me quedaba allí tumbado, sin ayuda, mudo. 
Los resultados fueron “negativos”; ahora
puedo contarte aquellas horas en las que mi vida,
sin tocarte pero protegiéndote,
sin hacer ruido pero gritando por ti,
se partía de nuevo por la mitad de lo que es sin ti.

WORDSWORTH, WILLIAM
La abadía de Tintern
Editorial  LUMEN
Wordsworth es el poeta romántico inglés por antonomasia. Junto a Coleridge, sentó las bases del movimiento que revolucionó la poesía inglesa del XIX y abrió un camino con el que todavía están en deuda muchos poetas del siglo XX. 
Gonzalo Torné, con excelente criterio, ha llevado a cabo una selección de los grandes poemas breves de Wordsworth -algunos nunca hasta ahora traducidos al castellano-, entre los que se cuentan algunas de las obras maestras de la poesía universal, como «La abadía de Tintern» o «Insinuaciones de inmortalidad en recuerdos de temprana infancia».
Junto a Coleridge, Wordsworth fundó el movimiento romántico inglés con la publicación de las Baladas líricas. A ese libro pertenecía Tintern Abbey, un poema –casi panteísta, casi incestuoso- que Worsdworth fechó el 13 de julio de 1798 tras un segundo viaje a ese lugar emblemático del sur de Gales. Decidió añadir ese texto para cerrar la edición que se estaba preparando de las Baladas líricas, que aparecerían ese mismo año y que contenían veinte poemas suyos y cuatro de Coleridge.
Desde entonces, con El Preludio, La abadía de Tintern -cuyo título original es Versos compuestos unas cuantas millas más arriba de la abadía de Tintern- se ha consolidado como la mejor composición de Worsdworth y como uno de los poemas canónicos de la poesía inglesa.
Con ese texto que cerraba las Baladas se abre la antología bilingüe que publica Lumen con selección, traducción y prólogo de Gonzalo Torné.
Los trece poemas que constituyen el volumen contienen las claves líricas y temáticas de la poesía romántica: las ruinas medievales, la conciencia del tiempo, el sentimiento de la naturaleza, el sueño y el ensueño y la crisis del racionalismo, la proyección de los estados de ánimo en el paisaje, un paisaje mental que refleja la relación problemática del poeta con el mundo, la soledad o la distancia entre la naturaleza y la conciencia.
Todos esos temas y una actitud profundamente subjetiva vertebran una poesía que, en palabras de Gonzalo Torné, apenas trata de nada.
La montaña y los bosques, las ruinas y el río, el viejo vagabundo que caza sanguijuelas, el hermano muerto en un mar tenebroso, el mendigo de Cumberland, independiente y radicalmente libre, el suicidio de la primera viuda de la guerra de Troya, el amor y la muerte en el ciclo de poemas a Lucy, el paraíso perdido de la infancia... son algunos de los temas que recorren estos poemas.
Extractos del artículo de Santos Dominguez.

LA ABADÍA DE TINTERN  (fragmento inicial)

Cinco años han pasado; cinco veranos, ¡con la lentitud
de cinco largos inviernos! Y de nuevo oigo
esas aguas, rodando desde sus fuentes en la montaña,
con un suave murmullo de tierra adentro. De nuevo
contemplo los altos y abruptos acantilados,
que en esta salvaje escena de aislamiento imprimen
pensamientos de aislamiento más hondo, y conectan
el paisaje con el reposo del cielo.
El día llega cuando descanso de nuevo, aquí
bajo la sombra de este sicomoro, y veo
esas tramas de casas y terrenos, penachos de huertos
que en esta estación, con sus frutos inmaduros,
quedan revestidos de una tonalidad verde, y se pierden
en medio de bosquecillos y matas. ¡De nuevo veo
estos setos vivos, apenas setos, líneas suaves
de concupiscente madera silvestre: granjas bucólicas,
verdes hasta la mismísima puerta; y guirnaldas de humo
elevándose, en silencio, entre los árboles!,
con alguna sensación incierta, como de
vagabundos errando en los bosques inhóspitos
o de una cueva de ermitaño, donde junto al fuego
el ermitaño se sienta solo.
Estas formas bellas,
después de una larga ausencia, no han sido para mí
como un paisaje para el ojo de un ciego:
con frecuencia, en habitaciones solitarias, y en medio del estrépito
de pueblos y ciudades, yo les debo
en horas de cansancio, dulces sensaciones,
experimentadas en la sangre, y sentidas en la profundidad del corazón
que recorrían el área más pura de mi conciencia
como un plácido reconstituyente; sentimientos, además,
de inolvidable placer, de una clase que quizá
provoquen algo más que una ligera o trivial influencia
sobre la mejor porción de la vida de un buen hombre:
sus pequeños, anónimos, olvidados, actos
de amabilidad y de amor. En nada inferiores, confío,
a esos que puedo considerar otro regalo
de aspecto más sublime; ese bendito estado
en el que se alivian el yugo del misterio,
y el peso y la fatigosa carga
de todo este mundo incomprensible;
ese sereno y bendito estado,
en el que suavemente nos guían los afectos,
hasta que con el aliento de nuestro esqueleto corpóreo,
con el movimiento de nuestra sangre humana casi suspendido,
nos abandonamos al sueño del cuerpo
y nos convertimos en un alma viviente:
y con un ojo fijo en el poder de lo armónico
y en el profundo poder de la alegría,
vemos dentro de la vida de las cosas.

(...)

WORDSWORTH, WILLIAM
El Preludio
Editorial   DVD
“El más maravilloso y eterno fenómeno es la propia existencia. El mayor misterio es el hombre para sí mismo; y la solución de hecho de esa infinita tarea, es la historia del mundo.” (Novalis)
El Preludio tuvo varias versiones hasta la definitiva que vio la luz en 1850. Está compuesto nada menos que de 14 libros y tiene una enorme extensión (cerca de 8.000 versos blancos), lo que da cuenta del esfuerzo que debe haber supuesto la traducción que ha realizado Bel Atreides (que también publicó el pasado año una excelente versión del Milton de Blake). Hay que tener en cuenta además, el cuidado literario que se ha puesto en esta labor. Por ejemplo, la métrica, que es un elemento fundamental en la poesía de Wordsworth, es un aspecto al que se ciñe cuidadosamente y con éxito el traductor; así se emplea un ritmo binario (yámbico/trocaico) para emular el pentámero yámbico del original.
El Preludio se desarrolló, en su mayor parte, en la etapa más brillante de Wordsworth, esto es, la que va de 1798 —cuando escribe el grueso de los poemas de las Baladas Líricas— a 1805 -en que lee una versión completa de El Preludio a su colega y amigo (Wordsworth se refirió siempre a este texto como “el poema para Coleridge”).
El subtítulo del libro: Growth of a Poet´s Mind (Crecimiento de la Mente del Poeta) es la definición de la obra que el autor hizo en dos ocasiones, y que en parte refleja la dirección que lleva el texto. Parece claro que ningún buen poema es susceptible de tales reducciones, y al igual que esta etiqueta no es suficientemente precisa, tampoco lo es el calificativo de “egotista”, que se le ha imputado con frecuencia, aunque el hecho de que alguien dedique tantas páginas a su propia vida nos pueda hacerlo ver así. Por el contrario, se plantea una peculiar transformación del mito de Narciso:

“Y a menudo se sorprende, incapaz de distinguir
Sombra de sustancia, las rocas y el cielo,
Nubes y montañas —reflejado todo ello en el fondo
Del agua clara-, de las cosas que allí tienen
Nicho auténtico; ahora un destello lo atraviesa
De su propia imagen, un rayo ahora de sol,
Y undosos movimientos de origen intrazable
Molestan su mirar, haciendo más sabroso el examen.
Esta plácida tarea hemos ido prolongando
Asomados al pasado, aguas del tiempo,
Con resultado análogo, y rara vez han surgido
Formas más hermosas o menos imprecisas”
(Libro IV, 256-274)

Mediante un giro lleno de magia nos hace ver que en esa mirada hacia uno mismo intuimos lo sustancial del Universo al que pertenecemos; y bien es verdad que con ello no sabemos nada con certeza, ni siquiera de nosotros mismos, pero que sí nos acercamos mediante la introspección a esa especie de conocimiento total.
Wordsworth pasó la mayor parte de su vida en Grashmere, conocida como "la región de los lagos", al noroeste de Gales. Allí atrajo también a Coleridge y Robert Southey que conformarían el grupo conocido como los "poetas lakistas". 
La deificación de la Naturaleza es sin duda uno de los elementos que caracterizan al movimiento, lo que le emparenta fuertemente con el romanticismo alemán.
Un artista de enorme importancia, que también sucumbió al magnetismo de los lagos, es John Constable, perteneciente a la misma generación y que lleva los mismos principios al territorio de la pintura, suponiendo también un antes y un después en ese arte. Uno de los cuadros más representativos es La Carreta de Heno, donde la Naturaleza está, de algún modo vivificada, donde está presente el elemento humano y donde los detalles no son mostrados diáfanamente, aunque la percepción del todo es mucho más auténtica, es decir se utiliza el mismo giro expresivo que observamos en las aguas de “El Preludio”.

La influencia artística de los lakistas y de Wordsworth en particular sobre el arte de principios del XIX en el Reino Unido es trascendental. No en vano se considera que Wordsworth y William Blake establecen el giro de mayor magnitud que se haya dado en la historia de la poesía en el idioma inglés. A este respecto las palabras con que se abre Baladas Líricas manifiestan el firme propósito de alejarse de la convención “la mayoría de los poemas que siguen han de considerarse como experimentos”. Pero sin duda fue la altura poética que logró Wordsworth entonces lo que habría de consolidar el movimiento.
En uno de los poemas de Baladas Líricas, Reconvención y Respuesta dice el autor:

“Por qué, William, sobre esa piedra gris
así, durante la mitad de una jornada,
por qué, William, te sientas sólo así,
y te pasas las horas soñando?”

Esto recuerda irremisiblemente al Libro V de “El Preludio” y de hecho dentro del primero se manifiesta la poética que desarrolla en una exhibición de imaginación no mucho tiempo después en ese pasaje en el que Wordsworth relata un sueño. El poeta, “sentado en un abrigo de la roca / junto al mar, leyendo por azar / la historia memorable del andante caballero / que narra Cervantes” (59-61), medita sobre las verdades de la poesía y de la geometría hasta que cae en un sueño; entonces ve a un árabe montado sobre un dromedario, que lleva bajo el brazo una piedra y una concha. La piedra es el libro de Euclides, en el que las constelaciones dibujan sus figuras —la geometría-; mientras la concha ‘es cosa de valor más alto’ —donde puede escuchar una Oda que anuncia la destrucción de los seres en la tierra mediante un diluvio inminente—, esto es la música, la poesía.
Aunque se califica en muchas ocasiones a este poema de “filosófico”, parece más acertada la lectura de Octavio Paz, en el sentido de que se trata de un poema que a la vez construye y manifiesta su propia y original poética, lo que supone sin duda ninguna un avance hacia la literatura moderna. No cabe duda que toda poética es una estrategia para aprehender conocimiento y la suya es profundamente ambiciosa, mas no se trata tanto de construir un sistema de pensamiento, si no de practicar una mirada más honda y directa sobre lo que nos rodea. Y a este respecto, el Libro V se halla contenido en cierto modo en estos versos de ese gran poema que es Piedra de Sol: “se despeñó el instante en otro y otro, / dormí sueños de piedra que no sueña”

Otro aspecto del que es ineludible hablar al tratar de “El Preludio” es la concepción del tiempo y de la memoria:

“Hay, en nuestra existencia, sitios en el tiempo
Que retienen, con marcada preeminencia,
Un poder renovador del que —si deprimida
Por falsas opiniones e ideas en conflicto,
O alguna pesadumbre aún mayor,
O sumida en lo trivial y en la ronda
De ordinarias relaciones- nuestra mente
Se nutre y se repone, invisiblemente”
(Libro XI, 208-215)

Los Spots of time de Wordsworth tienen difícil traducción (quizá esta sea la más fiel) y suponen un concepto central de la poética que desarrolla El Preludio. Son experiencias del pasado desde las que puede percibir su propio crecimiento, como hombre y como poeta, y que continúan resonando con significados renovados muchos años después. Algunos destacan por su intensidad emocional, como algunas muertes, otros son simples actividades que se recuerdan, como montar a caballo o patinar en el hielo.
Ahora, cabría decir algo más de este particular hallazgo: “spots of time”. Un “spot” es un lugar, un sitio, un punto, un concepto espacial que une con el de “tiempo”. Se trata de un intuición genial basada en los descubrimientos que se hicieron hacia el 1900, cuando Lorenz unifica en una sola expresión el espacio y el tiempo, en lo que sería la base de la teoría de la Relatividad. Decía Poincaré que la geometría se ha construido siempre a base de intuiciones, y lo cierto es que aquí Wordsworth, que había estudiado dicha ciencia en su juventud, tuvo una intuición genial.

Wordsworth percibe la memoria como un álbum compuesto por distintos instantes significativos, que obviamente se desarrollan en un escenario y en unas circunstancias concretas. Esta aplicación de la memoria como elemento fundamental de la poética, une a “El Preludio” de forma clara con En Busca del Tiempo Perdido. La magdalena de Proust, no es sino un sitio en el tiempo y la noción de instante en la memoria aparece también en los Cuatro Cuartetos, de T.S. Eliot, que acaso sea aquella música que escuchó Wordsworth a través de la caracola del árabe, cuando dice:

“lo que podría haber sido y lo que ha sido
apuntan a un fin único, que es siempre presente,
resuenan pisadas en la memoria,
por el sendero que no recorrimos,
hacia la puerta que no abrimos nunca”

Leer “El Preludio” enseña que el Arte (con mayúsculas) siempre es posible, siempre que un artista asuma ese tremendo esfuerzo que es hallar su propia poética en relación con el mundo y que la desarrolle hasta sus últimas consecuencias. Es ese rasgar el paraguas del firmamento para ver más allá de las estrellas del que hablaba Deleuze y descubrir así —en este caso- la trascendencia que supone ser, sencillamente, nosotros mismos.
                                            Extractos tomados del artículo de J.A. Redondo Martín

WORDSWORTH, WILLIAM – COLERIDGE, S.T.
Baladas líricas
Editorial  CÁTEDRA
Cuando las Baladas líricas aparecieron, por vez primera, en 1798, sorprendieron al público por su tono nuevo y renovador respecto de las preceptivas neoclásicas imperantes. La renovación la explica el mismo Wordsworth en el famoso Prólogo (Preface) que escribió a las mismas. En él, el poeta define a la poesía como el "espontáneo desbordamiento de intensas emociones". Pero para conseguir esto Wordsworth introduce una variable revolucionaria, provocar la emoción desde un lenguaje coloquial y basado en los hechos de la vida cotidiana. Una vuelta a los orígenes dejando de lado la "dicción poética", la retórica lírica del Barroco y del Neoclasicismo. 
"Me propuse en estos poemas escoger hechos y situaciones de la vida ordinaria y relatarlos o describirlos todos, hasta donde fuera posible, mediante una selección del lenguaje que la gente utiliza en la vida real", nos confiesa el poeta.
Aquellas Baladas representaban el nacimiento de la lírica romántica.
Ahora bien, tales hechos debían estar bajo lo que Wordsworth denomina “la coloración de la imaginación”. ¿Por qué? Nuestro poeta señala que “las cosas ordinarias deberían ser presentadas a la mente bajo un aspecto inusual y, más allá y sobre todo, hacer estos incidentes y situaciones interesantes trazando en ellos, verdaderamente aunque no ostentosamente, la leyes primarias de nuestra naturaleza”. Por un lado, lo cotidiano ha de ser reproducido de modo que adquiera un carácter novedoso, desconocido y asombroso, algo que conecta a la perfección con la famosa idea de “romantizar” que desarrollan los románticos alemanes. Pero además, el poeta busca revelar aquello que subyace y articula la naturaleza. El poeta “considera al hombre y los objetos que lo rodean como actuando y reactuando el uno sobre el otro, produciendo así una infinita complejidad de dolor y placer”.

Las Baladas Líricas tuvieron su primera edición en 1798. Posteriormente, en 1800, un segundo tomo completaría la obra. Según Luis Alberto de Cuenca "Era un tiempo de inauguración perpetua:la Revolución Francesa había puesto a cero el reloj de la Historia, y todo volvía a empezar, renaciendo de las cenizas del Antiguo Régimen, con unas ansias desmedidas de comunicar otros mensajes, de abrir cajas cerradas durante siglos que contenían tesoros ocultos de espiritualidad, de libertad omnímoda, de sensibilidad rayana en lo enfermizo. En el terreno de la prosa, los novelistas góticos del último tercio del siglo XVIII —los Walpole, Radcliffe, Lewis— ya habían impulsado esa nueva cosmovisión regida por los sentimientos más oscuros y no por la razón, engendrando una aurora de modernidad révoltée e individualista,alma mater del malditismo decimonónico. En poesía,esa misión estuvo protagonizada por los Lake Poets, o sea, por Wordsworth y por Coleridge, inmediatamente antes de que Byron, Shelley y Keats ratificasen con su auctoritas el romanticismo."

Como recuerdan los responsables de la edición bilingüe de Cátedra (2010), Santiago Corugedo y José Luis Chamosa, estos flamantes autores se enfrentan a un proceso civilizador entendido como el sometimiento del individuo a unas leyes utilitarias y racionalistas que el común beneficio dicta como imprescindibles. Por ello resurge una cuestión como la del canto a la naturaleza, como elemento perdido y reencontrado, un asunto tradicional aunque desde unos postulados inéditos. Lo que Wordsworth y Coleridge proponen es alcanzar estos por medio de la experiencia personal.
De los Versos escritos en primavera temprana destacan estos dos: A sus bellas obras la naturaleza unió / el alma humana que por mí fluía. Nuevamente, nos convertimos en el viajero que se detiene a contemplar (la alteridad y el ego). Una personificación que se vuelve dramática en los últimos versos de la balada El espino.
No en vano es la balada la forma escogida para desarrollar este tipo de poesía. Con gran predicamento en el ámbito anglosajón, la balada reúne elementos líricos y narrativos, motivando así la elección de Wordsworth. En cuanto a su lirismo, la balada permite reflejar la intensidad que las impresiones ejercen en el espíritu a la par que su carácter narrativo ayuda a exponer las anécdotas o sucesos que motivan semejantes movimientos emocionales.
En una vuelta de tuerca final, será el paso del tiempo, quien también arroje miradas muy distintas a un mismo paisaje. Así le sucede al viajero cuando, en su madurez sentimental, regresa a la escena de un amor; del único amor.
ERRABA SOLITARIO COMO UNA NUBE
(I Wandered Lonely as a Cloud)  
Erraba solitario como una nube
que flota sobre valles y colinas,
cuando de pronto vi una multitud
de dorados narcisos: se extendían
junto al lago, a la sombra de los árboles,
en danza con la brisa de la tarde. 
Reunidos como estrellas que brillaran
en el cielo lechoso del verano,
Poblaban una orilla junto al agua
dibujando un sendero ilimitado.
Miles se me ofrecían a la vista,
moviendo sus cabezas danzarinas.
El agua se ondeaba, pero ellas
mostraban una más viva alegría.
¿Cómo, si no feliz, será un poeta
en tan clara y gozosa compañía?
Mis ojos se embebían, ignorando
que aquel prodigio suponía un bálsamo. 
Porque a menudo, tendido en mi cama,
pensativo o con ánimo cansado,
los veo en el ojo interior del alma
que es la gloria del hombre solitario.
y mi pecho recobra su hondo ritmo
y baila una vez más con los narcisos.
                                                                William Wordsworth

YEATS, W. B.
Los cisnes salvajes de Coole
Editorial   DVD
Publicado en 1919 esta obra es central en lo se considera segunda fase creadora de William Butler Yeats, tras un arranque posromántico, impregnado de motivos naturales, lances amorosos y mitología celta, cuya mejor plasmación se encuentra en La rosa (1893), y antes de la majestuosa eclosión de La torre (1928), su obra maestra.
Se sigue advirtiendo el peso de la cultura celta y de una Irlanda que pugan por su independencia; pero en este libro adquiere ya más peso la dimensión civil, un abigarrado paisaje humano que desfila por los poemas, conformando un diorama polícromo de la sociedad irlandesa, en el que se mezclan lo descriptivo y lo utópico, la materialidad de seres enfangados en la vida y la turbulencia de las obsesiones del escritor.
Dos de las mejores piezas del libro, "En memoria del comandante Robert Gregory", una espléndida elegía, en un libro en el que abunda lo elegiaco, y "Un aviador irlandés prevé su propia muerte", ilustran bien esta vertiente objetiva, social, cabría decir, de Yeats. También hay otros grandes poemas como "Los sueños rotos", "Su fénix" con sus amplias estrofas rítmicas y poemas dialogados y dramáticos como "Las fases de la luna".
Sin embargo, en Los cisnes... se observa asimismo un acendramiento de la naturaleza simbólica de su poesía, cada vez más honda, pero también más despojada que se traduce en un lenguaje sobrio, exento de galanuras. Los poemas de Los cisnes... no contienen símbolos, sino que son símbolos: arquitecturas sustitutivas, cuyo fin es, como señala el propio Yeats, "ponernos en comunicación con los ámbitos emotivos y pasiones que son los poderes creadores que subyacen al universo". El torrente simbólico de Los cisnes... se nutre de una constante en su pensamiento y en su vida: el esoterismo, su interés por los misterios psíquicos y sobrenaturales, su creencia en una estructura cósmica que explica todo lo visible e invisible, tal como él mismo expone en su ensayo Una visión (1925). Yeats se asomó a la cábala y el neoplatonismo; doctrinas que pueden rastrearse en Los cisnes...: el gusto por lo numérico, las referencias a entidades ideales y perfectas, la dualidad cuerpo/alma, y fundó en 1885 la Dublin Hermetic Society. Sus lecturas espiritualistas le suministraron un vasto arsenal de símbolos, con los que empastó su poesía.

En Los cisnes... encontramos, entre otros, los habituales motivos del viaje, representación de la búsqueda de la verdad y del perfeccionamiento espiritual; del pájaro (o del halcón), metáfora del alma; y, sobre todo, del torreón, en cuyo interior se repite la escena de alguien, quizá el yo, leyendo un libro a la luz de una lámpara, quizá el espíritu. Los elementos astrales tienen una importancia capital en el entramado simbólico del poemario, y la luna, femenina, ácuea, temporal, se erige en reguladora del ciclo vital en poemas como "Doble visión de Michael Robartes", o como metáfora del ser y de su girar interminable en el muy esotérico "Las fases de la luna".
Esta amalgama de símbolos está al servicio del impulso visionario del poeta, en el que se advierte la influencia del mayor ocultista de la literatura inglesa, William Blake, a quien el dublinés leyó con provecho. Lo visionario, penetrado de onirismo, alumbra imágenes desconcertantes en la percepción del lector, que a veces pueden recordar, por su aparente irracionalismo, a ciertas técnicas surreales: "los cuerpos largos y ondulantes/ de los leopardos negros de la luna", leemos en "Líneas escritas en abatimiento". Yeats afirma que "el arte/ no es más que una visión de la realidad". Y por eso busca sin pausa imágenes que reconstruyan el mundo; imágenes que sean también pensamiento; imágenes como flores subconscientes y universales. Los poemas de Los cisnes... recogen, así, escenas alternadas de amor y muerte; personajes fantásticos y personajes históricos; brujas y mitos paganos, y latigazos críticos propios de la escrupulosidad protestante.
La traducción y el prólogo de Carlos Jiménez Arribas son excelentes. 
Extractos tomados del artículo de Eduardo Moga en LetrasLibres.com
LOS SUEÑOS ROTOS

Hay canas en tu pelo.
Los jóvenes ya no se quedan de repente sin respiración
cuando tú pasas.
Pero quizás un viejecillo murmurando te bendiga
porque fueron tus oraciones
lo que le había salvado en su lecho de muerte.
Sólo por ti —que toda la aflicción del corazón has conocido,
y has dado a otros toda la aflicción del corazón,
desde que en magra mocedad te revistieras
de onerosa belleza— sólo por ti
el cielo ha desterrado la amenaza de su maldición,
tal es la parte de su paz que tú compones
sólo con adentrarte en cualquier cuarto. 
Y tu belleza ha de dejar entre nosotros
vagos recuerdos; nada más que recuerdos.
Un hombre joven cuando los mayores callen
dirá a uno de ellos, “Háblame de aquella dama
a la que empecinado en su pasión cantó el poeta
cuando la edad podría haberle helado ya la sangre”. 
Vagos recuerdos; nada más que recuerdos,
pero en la tumba todos, todos renacerán.
La certidumbre de que yo veré a esa dama
apoyada, o de pie, o caminando
en el primer encanto de su feminidad,
con el fervor más joven de mis ojos,
me ha puesto a murmurar como un demente. 
Tú eres más hermosa que ninguna,
y aun así, tu cuerpo tuvo una imperfección:
que tus pequeñas manos no eran bellas,
y yo me temo que te escaparás
para adentrarte hasta que el agua llegue a tus muñecas
en ese misterioso lago, siempre en plenitud,
donde los que han obedecido a la sagrada ley
se adentran en su perfección. Deja inmudables
las manos que he besado,
por el recuerdo de los viejos tiempos. 
Se apaga el último tañido: es medianoche.
Y todo el día en una misma silla
de sueño a sueño y verso a verso he ido
en mi divagación con una imagen de aire:
vagos recuerdos; nada más que recuerdos.
YEATS, W. B.
La Torre
Editorial   DVD
La Torre es algo más que la obra cumbre de Yeats, es uno de esos libros de poemas que podrían considerarse entre los mejores jamás escritos. Yeats se había comprado un torreón normando que restauró durante años y que le servía de residencia de verano.
"A ese torreón hace precisamente alusión el título del libro, símbolo probablemente de lo que se alza y se abate a la vez. La amargura que trasluce este libro tiene sin duda a la vejez como origen y al horizonte próximo de la muerte como causa mayor." Escribió Ángel Rupérez.
La Torre contiene en cierto modo toda su poesía anterior, destacando poemas tan brillantes como Navegando hacia Bizancio, Leda y el cisne, Entre Escolares o El regalo de Harun Al-Rashid.
El libro se escribe en una época especialmente exitosa del autor (era también Senador de la joven Irlanda) por lo que la reflexión política que hubo de realizar en aquel tiempo está sin duda en poemas de largo aliento como Reflexiones en tiempo de guerra civil o Mil novecientos diecinueve.
Volviendo a la imagen que da título al libro, son unas torres las que marcan nuestro tiempo: “Was this the face that launched a thousand ships, / And burnt the topless towers of Illium?” dice Marlowe en su Dr. Faustus, y más allá de esto, los hechos del violentísimo principio de siglo que nos está tocando vivir resignifican uno de los poemas de menor extensión entre los que componen La Torre, Leda y el Cisne, de forma radical.
El poeta irlandés nos muestra como mortales impotentes ante el dictado de la Historia; es ante el sufrimiento máximo, ante el cual no podemos actuar y ante el que nos sentimos sobrepasados donde surge la belleza, que según Yeats nacía, precisamente, bajo el incendio de las torres de Illium. Y es que en aquella época Yeats y otros políticos de su tiempo pensaban –y no sin razón- que una amenaza grave se cernía sobre Europa; fue este el sentido original del poema, cuyo significado político quedó en cierto modo escondido bajo la imagen erótica de la relación entre el mundo de los vivos y los muertos, del surgimiento de la belleza de entre la violencia.
El lenguaje es directo y nada complaciente. El libro transmite un punto de amargura que podríamos centrar en el paso del tiempo y la cercanía de la muerte. Los temas más yeatsianos como la edad, el amor, la muerte, la belleza están dentro de toda su poesía, y alcanzan una fusión perfecta en la relación del mundo de los vivos con el de los muertos que traspasa a la práctica totalidad de los poemas que componen La Torre, que no en vano termina con el poema titulado Noche de Difuntos.
El sentido que imprime Yeats a esta relación rompe con la separación tradicional entre ambos mundos, acercándose de nuevo mucho más a la mitología celta, a aspectos como la transmigración de las almas, y de forma muy especial a la fiesta de Samhaim, donde tanto los humanos como los espíritus pueden penetrar en el espacio de los otros 
Extractos tomados del artículo de J.A. Redondo Martín
LEDA Y EL CISNE 
Un golpe inesperado: las grandes alas baten
en la aturdida joven, las oscuras membranas
le acarician los muslos, siente el pico en su nuca
y la opresión del pecho en su pecho indefenso. 
¿Cómo pueden los blandos, sobrecogidos dedos
apartar de sus muslos la emplumada grandeza?
¿Y cómo puede el cuerpo, envuelto en blancas ráfagas,
no sentir el extraño corazón palpitante? 
Un espasmo en las ingles engendra con el tiempo
la muralla caída, la torre, el techo en llamas
y la muerte de Agamenón.
                                       Tan sometida,
tan domeñada por la sangre bestial del aire,
¿tomó con su energía cierto conocimiento
antes que el pico indiferente la soltara?

                                                   1924

LA TORRE(parte 1) 
¿Qué haré con esta cosa absurda
–oh corazón, turbado corazón–, esta caricatura,
este tiempo decrépito que me han atado como un palo
a la cola de un perro?
Nunca tuve imaginación
más viva, fabulosa y pasional
que ahora, ni sentidos
que más esperan lo imposible,
no, ni aun en la infancia, cuando con caña y mosca
o el humilde gusano trepaba la ladera del Ben Bulben
con todo un día eterno de verano a mis pies.
Parece que ahora debo despedir a la Musa,
cultivar la amistad de Platón y Plotino
hasta que los sentidos y la imaginación
puedan hallar contento en el debate
y convivir con abstracciones; o bien sufrir la burla
de un caldero abollado en los tobillos.
                                                    1928                                       
                                                                  Traducción de Jordi Doce
ZAID, GABRIEL
Reloj de sol
Editorial DEBOLSILLO
Gabriel Zaid (nacido el 24 de enero de 1934 en Monterrey, Nuevo León) es uno de los más importantes pensadores en la historia de México, América Latina y el mundo. Experto en ordenadores, consumado lector y escritor. Obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 1972 por su ensayo Leer poesía.Zaid ha escrito poemas en prosa y verso, ensayos acerca de los problemas sociales de la poesía y breves comentarios sobre poetas mexicanos. De su entusiasmo inicial por formas que fueron gratas al gongorismo de los años veinte, Zaid derivó hacia una lírica de la brevedad y la concentración en que la ironía, la nostalgia, el sentimiento del tiempo, se expresan con un tono cada vez más personal y con una economía de medios admirable. Zaid hizo una recopilación de sus mejores poemas en Reloj de sol (1995).
La poesía de Zaid se caracteriza por una ironía que se burla de todo, a la vez que deja traslucir una velada espiritualidad
Octavio Paz escribió sobre este poeta: en los primeros poemas de Zaid "están ya casi todas las cualidades que después distinguirían a su poesía: la economía, la justeza del tono, la sencillez, la chispa repentina del humor y las revelaciones instantáneas del erotismo, el tiempo y el otro tiempo que está dentro del tiempo. Maestría precoz, excepcional en la poesía contemporánea [...] La sátira cobra importancia a partir de Campo nudista [...] En la sátira se cruzan las tres direcciones cardinales de la poesía de Zaid: el amor, el pensamiento y la religión. Nuestra insensibilidad ante lo espiritual y lo numinoso ha alcanzado tales proporciones que nadie, o casi nadie, ha reparado en la tensión religiosa que recorre a los mejores poemas de Zaid. [...] Poeta religioso y metafísico, Zaid es también -y por eso mismo- poeta del amor. En sus poemas amorosos la poesía opera de nuevo como una potencia transfiguradora de la realidad. Esa transfiguración no es cambio ni transformación sino desvelamiento, desnudamiento: la realidad se presenta tal cual. El colmo de la extrañeza es que las cosas sean como son".  
RELOJ DE SOL

Hora extraña. No es
el fin del mundo
sino el atardecer.
La realidad,
torre de pisa,
da la hora
a punto de caer.


ALUCINACIONES 
Él vio pasar por ella sus fantasmas.
Ella se estremeció de ver en él sus fantasmas.
Él no quería perseguir sus fantasmas.
Ella quería creer en sus fantasmas.
Montó en ella, corrió tras sus fantasmas.
Ella lloró por sus fantasmas.
ZANZOTTO, ANDREA
La muerta tibieza de los bosques
Editorial VASO ROTO
Considerado el poeta italiano más importante de la segunda mitad del siglo XX, Andrea Zanzotto (Pieve di Soligo, 1921 – Conegliano, 2011) es casi desconocido en España. El espectro lingüístico de la poesía de Zanzotto abarca desde su idioma materno, el véneto, hasta términos tomados de cualquier lengua viva o muerta, incluidas las minoritarias lejanas a Italia, como el náhuatl. Amén de lo anterior, desborda hacia lo semiótico-visual, en balbuceos, cantilenas infantiles, onomatopeyas y silencios que son la manifestación de su desconcierto ante un mundo agitado, desmemoriado, que parece infligir sus heridas sobre todo en el paisaje: la musa predilecta de este poeta longevo.
Heredero de Leopardi, colaborador de Fellini con textos poéticos en dialecto véneto en E la nave va y Casanova, seguidor incansable de Lacan, tachado de hermético, interesado en la ciencia, enemigo de aquellas corrientes políticas, literarias y lingüísticas que se ciernen sobre la sociedad para embotarla, la poesía de Zanzotto ha sido reconocida como una de las más relevantes del Novecento italiano, pero también ha sabido invadir las auroras desconcertantes del siglo XXI.
Se mantuvo con firmeza en su tierra natal, un paisaje que protagoniza toda su obra. Esa perseverancia fue solo el punto estratégico desde el cual el poeta, narrador y ensayista observó las manifestaciones de la cultura y la sociedad. No se acogió a la poética dominante del momento, el neorrealismo, sino que practicó un hermetismo intempestivo, fuera de época. Entre sus obras poéticas destacan Dietro il paesaggio (1951), Elegia e altri versi (1954), Vocativo (1957), IX Ecloghe (1962), La Beltà (1968), Gli Sguardi i Fatti e Senhal (1969), Pasque (1973), Filò. Per il Casanova di Fellini (1976), Il Galateo in Bosco (1978), Fosfeni (1983), Idioma (1986), Poesie 1938-1986 (1993), Meteo (1996), Sovrimpressioni (2001) y Conglomerati (2009).
Le interesaba sobremanera el paisaje del país natal. La colina y el bosque de la infancia le sirvieron de refugio. Lo ha explicado el propio Zanzotto, cuando reconocía haber borrado en sus primeros poemas la presencia humana por fastidio ante el pasado reciente, la II Guerra Mundial. La historia era algo a lo que había que "volverle la espalda". Se vio explorando el tema recurrente, irresoluble, de la gran literatura italiana: la relación del ser humano con la naturaleza y con la historia. 
El esteticismo de Zanzotto se convirtió en atención o devoción hacia el lenguaje, hacia las palabras materiales y sonoras, en libros sucesivos, a partir de Vocativo (1957), hasta Meteo (1996) o Conglomerati (2009).   Zanzotto se sirve entonces de los recursos de la intertextualidad y la fragmentación lingüística; pero no como un juego vacío, sino como una manera de penetrar en ese algo más que, citando a Octavio Paz, “es inexplicable por el lenguaje, aunque sólo puede ser alcanzado por él”.
Esa evolución de su obra tiende a una poesía de ambiciosa creatividad lingüística que lucha contra la erosión del lenguaje discursivo y rompe con la tradición o la relee a una nueva luz experimental para comprobar la insuficiencia de la lengua para hacerla inteligible. De ahí su proximidad al balbuceo dadaísta, su gusto por los efectos fónicos, sus juegos asociativos, su actitud innovadora frente al creciente desconcierto que provoca una realidad opaca y fragmentada, inaccesible al lenguaje convencional.
“Una aventura -escribe Giampiero Bucci en el prólogo- que, por interior y discreta, no deja de ser el testimonio dramático de una lucha,” la de una poesía que socava los fundamentos de ese lenguaje y prescinde del sentido para refundarlo desde una reformulación paralela de la realidad y una nueva mirada a un paisaje concreto: “la campiña véneta, pequeño mundo de aguas y tierras que nunca dejará de ser la fuente de su inspiración”. Así se aprecia en libros como Vocativo o Meteo.
SYLVA 

Mortal, ayer, mi corazón te dijo.
Y aún inicio no tenías
y aún en el inicio no estás
y siempre eres anuncio del inicio.
Intacta, vigorizante piedra.
Mundos, furor nítido,
innumerables llagas excelsas.
Cuerpos y ojos en joyeros y cunas, cuerpos
cándidos, células
de activas nieves,
móviles cuerpos, ternuras
en la mano, terror
en el alma, bruñidas
fosforescencias sobre tifones y fallas. Yo
yo les reclamo, yo soy.
Sigue todo: otros sabrosos arcoíris
tentáculos psíquicos,
otros escombros infestados de semillas,
otros misterios latentes, todo
sigue
todo para consumirse y para servir.
No tiene inicio el amor.
“O vuelve el año, por encima de la colina…” 
Y frondas oscuras, oscuridad en el fondo
del bosque, del único bosque,
del bosque eterno me hacen, me viven,
me murmuran en mil
diversos coros de sombra.
ZEICHEN, VALENTINO
Metafísica del bolsillo
Editorial VASO ROTO
Valentino Zeichen nació en Fiume (la actual Rijeta en Croacia) en 1938 y este libro, publicado originalmente en 1997 es el más importante de su obra. Está formulado en formas breves: epigramas, haikus, aforismos que se nos ofrecen con una cierta urgencia, una rara presencia de la actualidad que a veces lo arrastran a lo prosaico.  Pero no hay peligro Zeichen es sencillo pero hondo, le gusta jugar con las paradojas filosóficas, ironizar sobre política, ensayar aforismo agudos y epigramáticos. En sus poemas breves caben tanto el vuelo lírico como la perplejidad intelectual o el dardo político.
Resulta muy curiosa una de las partes del libro, "Dedicatorias", donde aparecen poemas destinados a poetas, filósofos y ensayistas como el referido a Claudio Magris.
La sociedad actual, sus personajes y artistas, su política, la vida común y corriente, es quien inspira estos versos donde caben las películas, las guerras, la mafia...No en vano otra parte del volumen se titula "Páginas de diarios".
Zeichen no cae nunca en el pastiche: la misma construcción de sus epigramas, dedicados a filósofos, científicos e incluso a otros poetas está transida de posmodernidad y de una sintaxis más compleja de la que esperamos en un epigrama a la manera clásica.
SEMIÓTICA 
Como la lucecita roja que
se enciende en el tablero
y le señala al conductor
que la gasolina se acaba,
así también el sentimiento
que tenía por ti
se ha quedado en reserva.


CEPILLO DE DIENTES
Tan contrapuestos como retadores
en un drama de abstractas marionetas,
nuestros cepillos de dientes
se rozan haciéndose cosquillas;
las cerdas del mismo color
los hacen indistintos al tuyo y al mío...
Empuñaría uno al azar,
pero otro imperativo
que no es la prevención higiénica
me prohíbe hacerlo.
Me propongo prolongar la espera
para un plazo ulterior.
Frotándome los dientes
vuelven a mi memoria
tus besos iniciales
que tenían sabor a dentífrico
en otro lugar besa tu boca pura
mosdisqueando otros labios.
ZINGONE, ZINGONIA
Los naufragios del desierto
Editorial  VASO ROTO
Zingonia Zingone es Poeta, narradora y traductora. Creció entre Italia y Costa Rica, y es licenciada en Economía. Vive en Roma. Ha publicado cuatro poemarios en castellano, dos de los cuales han sido traducidos y editados en Italia. Máscara del delirio (2007), Cosmo-agonía (2007) Tana Katana (2009), El Equilibrista del olvido (Editorial Germinal, 2011).
Los naufragios del desierto despierta interrogantes fundamentales sobre el significado de la existencia y reafirma su capacidad de hurgar los sentidos, de fundir diversos mundos en un solo cosmos poético y de tocar las fibras más profundas, sin perder jamás la frescura y la accesibilidad característica de su poesía.
Los naufragios del desierto se compone de una trilogía que conforma una serie de cuentos narrados en prosa: El oráculo de la rosa, Las campanas de la memoria y Río escondido, que nos conducen a un viaje espiritual, a un deseo de entrar en los personajes Khalil, Soraya y Bâsim, tomados de la más alta mitología oriental. Aquí el amor y su búsqueda dan forma a una reflexión sobre la violencia, el poder, la tiranía y demás elementos que se empeñan en destruir toda posibilidad de una convivencia amatoria entre los humanos que habitamos este planeta.Los naufragios del desierto tienden naturalmente a la narrativa y a la creación de personajes de ensoñación oriental que por momentos nos recuerdan la imaginería y la riqueza verbal del primer Darío y de Omar Khayyam. Aquí se entretejen la búsqueda del amor, el abandono y el desamor, el paso del tiempo, el poder y la soledad; así como el descarrío, la violencia y el odio que anida en el corazón humano. En una entrevista la poeta habló de la génesis del libro:
"El desierto es el espacio del silencio, y en el silencio se abre el oído de nuestros sentidos, predisponiéndonos a la escucha. Escucha que permite que se mezclen nuestros conocimientos directos con aquellos indirectos, o dictados. Los naufragios del desierto nace más de mi relación con ese silencio que de estudios sobre la poesía de oriente.
Aunque sí me mueva la sabiduría de los sufí (recomiendo la lectura de Pensadores de Oriente de Idries Shah), y sí haya vibrado mucho en los versos de Rumi, Khayyam y Hāfez, no siento que este libro sea producto de la filosofía oriental. Mi imaginario del desierto se desarrolla a partir de El extranjero de Albert Camus. Esta novela, que leí por primera vez en la adolescencia, me marcó de manera muy profunda e instaló en mí la potencia del desierto humano. En contraposición a esto, en mí yace firme la presencia bíblica que se refleja en las vidas de mis tres protagonistas: para ellos el desierto es vacío y plenitud; condición indispensable para transformar las heridas en luz.
Sería injusto para con el impulso creativo que originó este libro, que yo elaborara ad-posteriori un fundamento racional. Releyéndolo me doy cuenta que en él cohabitan numerosas claves, y que en realidad no tiene importancia ni el cuándo ni el dónde ni el cómo, porque el tema es la existencia. Y la existencia, por su naturaleza, se impregna de lo circunstante pero lo trasciende."
LAS CAMPANAS DE LA MEMORIA 
                I
En una esquina de la noche
una niña abraza sus piernas,
se balancea en trance y llora.
Las lágrimas bajan
por los costados del cuerpo,
caen sobre la calle empolvada
de un invierno sin lluvia.
Monstruos afloran
con rostro de hombre,
roban el grito de un horror,
tapan su boquita
de clavel prendido y gozan
del mismo gozo maldito
que ilumina el rostro de Shaytan.
Cierra los ojos, se ampara
en la oscuridad del dolor,
rasguña sus muslos como gato engañado,
hunde su rostro en los abismos.

                II 
Soraya tiene ojos de carbón.
Su cuerpo fino lleva el peso
de una infancia
manoseada por el destino.
La casa es su tumba;
el murmullo de la gente, su muerte.
Se mira al espejo y oscila el vientre;
ensaya la danza de la diosa madre.
Las campanillas sonoras
rodean su estrecho vientre
como el abrazo del amado.
Correa que ciñe el cuello del perro
hasta dejarlo sin aliento;
vientre agotado, surco de calambres,
tatuaje de una rabia implacable.
Soraya danza en la tarima
para fugarse de sí
y arrancar los clavos empotrados
en la carne de su memoria.
ZURITA, RAUL
Tu vida rompiéndose
Editorial   LUMEN
Raúl Zurita nació en Santiago en 1950, y estudió ingeniería en estructuras metálicas en la Universidad Federico Santa María de Valparaíso. Sus dos primeros libros, Purgatorio y Anteparaíso (1982), presentan en opinión de Rodrigo Cánovas, una liberación de los códigos represivos que a través de la historia han tratado de subyugar al lenguaje. En Purgatorio, el poeta asume la tarea de crear una obra impersonal, un híbrido entre el lenguaje poético, el código de los teoremas matemáticos y de los enunciados lógicos, que cuestiona la realidad existencial y social. Para Anteparaíso  reservó Zurita el viaje existencial, el tránsito del dolor a la gloria, la incursión en la angustia humana, expresada a través de una innovadora poética, producto de su libre imaginación y la relación textual con obras claves de la literatura universal, como la citada Comedia de Dante Alighieri, o textos prehispánicos, como el Popol Vuh de la tradición maya-quiché o una particular relectura de Canto general de Pablo Neruda. En 1983, Raúl Zurita publica su ensayo "Literatura, lenguaje y sociedad", en el que desarrolla el planteamiento orgánico de su proyecto estético, que está cruzado por estos tres ejes constantemente.
Tres años más tarde, la incursión en el motivo de la angustia humana se vio intensificada de un modo más colectivo en Canto a su amor desaparecido. En él, el autor nos hace partícipes del dolor y de la muerte, de la violencia y de la soledad, reflejo del contexto político por el que atravesaba Chile en 1985. Dos años más tarde, retoma estos motivos en El amor de Chile, relacionándolos esta vez con la geografía de su país.
En el año 2000, Zurita recibió el Premio Nacional de Literatura. Dos años después comenzó a escribir Zurita (2011), obra considerada por la critica especializada como un "evento literario". En este libro de casi 800 páginas, cuya elaboración le tomó diez años, Zurita da cuenta de la desolación en un relato poético que tiene como fondo las horas previas al 11 de septiembre de 1973. 
Desde su primer libro se embarcó en un largo y ambicioso proyecto que tomaría las más altas tradiciones literarias y bíblicas para entrecruzarlas con los infiernos y amores de la devastada biografía del propio autor, así como con la convulsionada y luego lánguida historia del Chile del último medio siglo.
La escritura de Zurita aspira a moverse con la misma fuerza que la naturaleza. Y, como dijera John Ashbery cuando lo leyó por primera vez, «la poesía que emerge es a ratos fría, abrasadora, ácidamente cruel y finalmente liberadora».
Esta antología personal no solo recoge lo mejor de esa producción única, sino que lo presenta con una arquitectura nueva, haciendo de este libro el gran legado de uno de los poetas vivos más deslumbrantes de la lengua castellana.


ZURITA, RAUL
Purgatorio
Editorial  VISOR
En el año 1979 apareció un libro de poesía que desconcertó tanto a lectores como a críticos de la época: el texto se titulaba Purgatorio, haciendo alusión directa a La divina comedia de Dante. En la tapa, una foto en blanco y negro mostraba un acercamiento de la mejilla del autor -el poeta Raúl Zurita- con una profunda huella como depresión geológica, que era, finalmente, la cicatriz de una quemadura autoinfligida en su rostro.
Libro fundamental, como obra literaria y como emblema de una generación, su contenido representa una quiebra y una renovación de las formas y de la construcción poética. Purgatorio es indivisible de su fecha de escritura y se ha constituido en un símbolo del proceso traumático que atravesó la sociedad y la política chilena bajo la dictadura. Desgarrador, más que una escritura es un grito. Más que un libro, un estado de ánimo.  
Este libro constituyó el primer paso de un proyecto de restituir la vida del autor -su mente, su cuerpo, su martirio- en la poesía, a la manera de Antonin Artaud y los postulados de André Breton en los Manifiestos surrealistas de 1924. Abolir los mal llamados contrarios, era la consigna de las primeras vanguardias que recoge Raúl Zurita, con otros poetas de la Generación del 1980, como Diego Maquieira, Gonzalo Muñoz y Carlos Cociña, entre otros, para forjar un movimiento que se conoció como "Neovanguardia" o "Escena de avanzada", y que, finalmente, fue una forma de resistencia al régimen totalitario de la época. Tal vez no haya un antes o un después de Zurita, pero su gesto, literario y artístico, constituyó un gesto radical y trasgresor no producido desde 1973.
Una de las ideas fundamentales de este poemario, y de parte importante de su obra, es la de someterse conscientemente a formas privadas y sociales de sufrimiento. La textura de esta poesía refleja el encierro sufrido por el poeta, luego del golpe militar de 1973 y la desazón que le provoca la destrucción del Chile que conoció. En este nuevo tejido se insertan manuscritos, electroencefalogramas, citas, un informe clínico de sí mismo y constantes desplazamientos de voces, personajes, géneros y geografías que, sumado a los paisajes obsesivos y la paulatina pérdida de la fe, conforman un texto psicótico, dolorido y destrozado, la propia imagen de Zurita y de Chile.

Zurita ha escrito una memoria del proceso de creación de Purgatorio con ocasión de su reedición en España:
“Un año y medio después del golpe militar, luego que una patrulla militar me había retenido sometiéndome a una de esas típicas vejaciones en las que son tan expertos, me acordé de la famosa frase del evangelio: si te abofetean la mejilla derecha pon la mejilla izquierda. Entonces quemé mi mejilla izquierda. Estaba completamente solo, no había fotógrafos, testigos, nada, no fue una «performance». Me encerré en un baño y me la quemé con un fierro al rojo. Purgatorio se inicia con esa laceración (la portada de su primera edición es la fotografía de la cicatriz), y de allí en adelante lo único que me era posible era tratar de llegar al fondo de un cuerpo roto, de un cuerpo que era muchos y al mismo tiempo nadie, incapaz de definir una identidad, ni siquiera sexual, ni de poseer un nombre, ni un origen, porque todos los orígenes, las identidades, los nombres, estaban triturados. Y llegar al fondo de ese quiebre absoluto porque sólo desde allí podría nombrar el asesinato y los asesinos, la tortura y los torturadores y quizás, tal vez, como la más incierta de las esperanzas, vaticinar una hipotética, posible libertad.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.