jueves, 29 de febrero de 2024

LAS MUERTAS - de Jorge G. Ibargüengoitia


Las muertas fue escrita por el mexicano Jorge Ibargüengoitia en 1977 y tiene una nota inaugural que ya nos avisa del carácter del relato: "Algunos de los acontecimientos que aquí se narran son reales. Todos los personajes son imaginarios". Es decir hechos reales pasados por el tamiz de la creación literaria para llegar a una verdad más visceral y amarga que la contada en los periódicos: los crímenes de "las Poquianchis", las hermanas González Valenzuela, proxenetas que llegaron a regentar varios locales durante más de 15 años en México.

Ibargüengoitia apreció en la historia el sustrato palpitante de una novela ya que declaró que el caso de estas hermanas representaba "un panorama moral de nuestro tiempo": tanto por la ferocidad y el carácter de sus actos, como por el tamaño de la red ilegal que habían tejido y el grado de connivencia al que había llegado con policías, políticos y militares. 

Porque la experiencia nos dice que un negocio así no se mantiene tanto tiempo si no es contando con la aquiescencia oficial y también que, en ocasiones, se acaba jodiendo por un detalle nimio, como ocurre aquí con los celos de Serafina Baladro. Así es como comienza el libro, con Serafina y su secuaz, el Valiente Nicolás, disparando ráfagas sobre la panadería regentada por su antiguo amante, Simón Corona, incendiándola después. Esta venganza por un malquerer será el punto de inflexión que  determinará el fin del perverso reinado de las hermanas Baladro, trasunto de las hermanas González Valenzuela acusadas en Guanajuato, en 1964, de asesinato y trata de blancas, en medio de un gran revuelo mediático.


La novela nos conducirá por el reguero de detenciones y declaraciones que este ataque provocará, porque Simón reconoce a su atacante y ante la policía empezará a tirar del hilo revelando el imperio de prostitución, crimen y corrupción que las hermanas Baladro han venido tejiendo con el respaldo del capitán Bedoya. El expediente de sus fechorías es de lo más completo: secuestros, sobornos, homicidios, corrupción de menores, trata de mujeres, abortos ilegales e incluso inhumaciones clandestinas. 

La narración se desarrolla haciendo confluir tres líneas discursivas, la periodística, la jurídica y la literaria. La historia se presenta al lector en forma de recortes, expedientes y declaraciones de los imputados, con testimonios a veces coincidentes y otras contradictorios, a los que se suman algunas acotaciones irónicas del narrador para acabar componiendo un relato complejo y punzante que va más allá de la mera crónica negra. El narrador se muestra impasible ante la sordidez y ceguera moral de los personajes. Parece que simplemente levanta acta; pero es a través de su ironía y de lo grotesco de las situaciones que plantea cuando nos obliga a cuestionarnos sobre las nociones de justicia y culpa. 

Siendo una historia extremadamente violenta, trufada con la transcripción de las declaraciones en sede judicial, la lectura posee una extraña ligereza; y es que se lee con esa especie de urgencia que supura todo relato de sucesos. La multitud de personajes implicados tienen un notable desarrollo psicológico, lo que sumado a una ambientación asombrosamente conseguida hace que la novela sea fascinante. 

También ayuda el estilo que es directo pero elegante. Las situaciones están narradas con un realismo tan crudo que las acerca al absurdo y lo grotesco. Los personajes son muy vívidos y actúan gobernados por las más bajas pasiones. El mal aparece sazonado por la necedad, la ignorancia y una ausencia absoluta de moral que Ibargüengoitia aprovecha para introducir su particular humor negro. Así la reproducción del almidonado lenguaje judicial o las rimbombantes declaraciones de estos criminales de pacotilla los acerca al ridículo y la sátira.
Joel Kalako - Cihuateteto 3

Los crímenes son terribles, chapuceros y sangrientos; pero el autor logra conjurar el horror retratando tanto a víctimas como a verdugos con un toque de humor y una profunda humanidad. No hay más que ver a estas mujeres trastornadas por la desgracia: Serafina por su amor contrariado, Arcángela por la muerte de su hijo baleado, Blanca por un aborto que la deja catatónica. 

De hecho y aunque parezca mentira, bajo toda esta violencia late el amor. Los capítulos Un viejo amor, sobre los amores de Simón y Serafina, e Historia de Blanca son de lo más goloso. En ellos se concitan inocencia, pasión exacerbada y ese punto de locura capaz de desarmar una vida entera. La historia de Blanca es de lo más conmovedor. Comprada a los 14 años, tenía una especie de personalidad múltiple que la hacía actuar de distinto modo con cada cliente; callada con unos, furibunda con otros, melosa con algunos. Cambió docenas de veces de nombre para acabar llamándose Blanca cuando era negra y poniéndose cuatro dientes de oro. También la pareja que hacen Simón Corona y Serafina Baladro resulta entrañable. Él es un perdedor y ella una mujer fatal que se ve arrastrada por una patológica obsesión de cuidar a su macho. Logran convivir durante tres temporadas distintas; pero siempre Simón acaba abandonándola para llevar una vida sencilla como panadero que Serafina entiende como una traición.

"De las tres temporadas que viví con Simón la última fue la mejor. Él me hacía menos reclamaciones y yo estaba apasionada. Tan feliz me sentía que hasta me dieron ganas de conocer el mar."
"Cuando llegamos al hotel me quité el vestido y le dije a Simón:
-Ahora sí quiero que vengas encima de mí.
Y él fue encima de mí y yo sentí que nunca había querido a nadie tanto y que el amor que nos teníamos Simón y yo iba a ser eterno. Por eso le conté la historia de mi vida. Le dije todo, hasta que yo era la que había arreglado con el coronel Zarate que mandara soldados a que lo persiguieran y lo encerraran en el cuartel y lo molestaran cada vez que trataba de abandonarme.
No contestó. Se levantó de la cama dándome la espalda y empezó a vestirse."
Grabado de Leopoldo Méndez

Más que la maldad son la miseria y la picaresca las que campan a sus anchas en estas páginas. Todo tiene un aura de fatum que varios personajes asumen. Cuando las Baladro compran a Blanca por trescientos pesos, la Calavera recuerda que tenía "todas las características de un mal presagio". También cuando Arcángela se entera de que su cuñado Teófilo ha disparado a las muchachas que tenían en el rancho para evitar que huyeran, le anticipa a la Calavera el derrumbe del tinglado: "-Se me hace, Calaverita, que ya nos llevó la chingada". También Simón reflexiona sobre la fatalidad de los acontecimientos que se fueron concatenando para llevarle hasta Pajares, donde se vuelve a encontrar con Serafina. Intenta despedirse rápido pero reconoce que "el destino tenía escrita otra historia". 

El libro se lee como los testimonios de tipos acorralados por la miseria y la ruindad; pero también como una crónica periodística de un realismo sórdido que incluye la corrupción policial y judicial; asuntos que a día de hoy mantienen una vigencia perturbadora.

Las Poquianchis

La arquitectura de la novela es la de un rompecabezas elaborado a partir del personaje de Simón Corona. Me llama la atención la forma en que se van encadenando las historias de unos y otros. Aparece Humberto (hijo de Arcángela Baladro) en una declaración y a continuación un capítulo desarrolla la historia de este problemático muchacho cuyo arresto llevará a su madre a sobornar al capitán Bedoya y de ahí a mantener una larga y fructífera relación amorosa. Al final del capítulo La Vida Secreta se refiere que murió Blanca y a continuación hay un capítulo con La vida de Blanca. Los protagonistas y sus testimonios se van engarzando en un intento de acotar un relato inabarcable de tragedia y miseria que el narrador arma como un auténtico rompecabezas.

Ma atrae sobremanera el modo en que se superponen diversos planos en la narración. Por un lado se concitan distintos ámbitos del lenguaje: las noticias de los periódicos son el alimento y detonante para que Ibargüengoitia escriba su novela; luego el novelista interviene recopilando textos y testimonios donde palpita un lenguaje oral que contrasta con la posterior jerga legaloide con la que el agente judicial lo vuelca en los atestados. Todo ello supone una puesta en escena verbal de primera magnitud. Del mismo modo existe una superposición temporal cuando se alterna la narración actual con la rememoración de los hechos por parte los testigos y la reproducción de las declaraciones judiciales.

Leyendo este libro me ha venido a la memoria la reciente y desgarradora novela de Fernanda Melchor, Temporada de huracanes. No sólo porque ambas nacieron de las páginas de sucesos; sino porque a través de un poderoso ejercicio de lenguaje el autor logra sumergirnos en un territorio condenado a la miseria, la marginación y la violencia. No en balde Melchor colocó en el frontis de su libro la misma cita que Ibargüengoitia redactó para el suyo: "Algunos acontecimientos que aquí se narran son reales. Todos los personajes son imaginarios."







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El caso de "Las Poquianchis" sacó a la luz el submundo de las madrotas. Las chicas que estaban a su servicio eran «capturadas» con engaños a sus padres, quienes creían que iban a servir en casas de ricos hacendados. Una vez en su poder, las recluían y forzaban para ejercer la prostitución. En 1964 una de las chicas logró escapar y al relatar su experiencia a su madre, ésta decidió denunciarlas. En «La Barca de Oro», su negocio principal, que se encontraba en San Francisco del Rincón (Guanajuato), ocultaban un cementerio clandestino en el que se hallaron los cadáveres de 80 mujeres, 11 hombres y varios fetos. Si alguna muchacha se queda embarazada le hacían abortar sin ningún tipo de garantía sanitaria, lo que en muchas ocasiones les provocaba la muerte.

miércoles, 28 de febrero de 2024

CREENCIA vs RACIONALIDAD





En muchos momentos de nuestra vida actuamos en contra de todo raciocinio y lógica, guiados por poderosos sesgos emocionales.

No tenemos más que fijarnos en los fumadores que saben positivamente que FUMAR MATA y además lo leen en la cajetilla cada vez que cogen un pitillo; pero prefieren autoengañarse de mil modos (de algo hay que morir) para seguir fumando sin sentirse incómodos.

Ocurre con todo tipo de asuntos con los que las personas sienten una fuerte conexión emocional (una creencia, un líder, una secta, un partido político). Encontrándose ante las pruebas que descubren su falsedad, esos "creyentes" pueden llegar a ignorar o distorsionar cualquier evidencia real que cuestione sus convicciones con tal de mantenerlas.

El asunto siempre me ha interesado porque toda mi vida he luchando contra los prejuicios, el fanatismo o la ideologización.
Lamentablemente estos son asuntos triunfantes hoy en día. 
Hay mucha gente que se aferra a ideas y creencias erróneas o perversas y están dispuestas a ignorar cualquier evidencia para mantenerse coherentes con esa lealtad.
Es lo que se conoce como disonancia cognitiva, teoría desarrollada en los años 50 por León Festinger, uno de los principales psicólogos sociales del siglo XX.

Como seres racionales que somos, pensamos que nuestros actos y creencias están basadas en lo racional y por eso necesitamos que haya consonancia cognitiva entre nuestra forma de pensar y de actuar. Pero hay ideas y creencias que adoptamos más allá de la racionalidad y que en muchas ocasiones entran en conflicto cuando acabamos siendo conscientes del engaño. Este conflicto es lo que se conoce como disonancia cognitiva y puede provocarnos diferentes niveles de ansiedad.

Para resolver el conflicto podemos cambiar o eliminar una creencia, dedicarnos a adquirir nueva información o reducir la importancia de las creencias; pero Leon Festinger junto a James Merril Carlsmith demostraron experimentalmente que la gente tiende a autoengañarse con tal de mantener sus creencias, "aceptando la mentira como una verdad"

Todos nos consideramos más listos y justos que la media y cuando se nos presenta una prueba palpable de que nos hemos equivocado tenemos dos opciones: revisar nuestra visión de nosotros mismos o rechazar eso que nos deja en evidencia. Necesitamos mitigar la disonancia como necesitamos dormir o comer, por eso mismo tendemos a aplacarla incluso aceptando el autoengaño u otra forma más absurda.

Festinger estudió a una secta apocalíptica cuya creencia principal era que se acercaba un cataclismo definitivo y que sólo ellos y su líder se salvarían al ser rescatados por unas naves extraterrestres. Cuando llegó la fecha señalada y descubrieron que no había apocalipsis la disonancia fue supina. ¿Su fe era falsa? ¿Habían vivido engañados? La angustia los estaba consumiendo hasta que les llegó una nueva revelación: Dios se había conmovido ante la devoción de este pequeño grupo de fieles y había pospuesto el Juicio Final. Eureka. Su fe había salvado a la Humanidad.
Increíblemente el fiasco de su creencia los acabó reafirmando en la misma, gracias a que su prejuicio sometió a la racionalidad más allá de la prueba empírica.

Es lo mismo que vemos y escuchamos a diario en nuestro entorno, la gente sólo busca reafirmarse en sus creencias; porque las redes sociales, la extrema derecha y la desinformación han convertido ya a millones de ciudadanos de todo el mundo en "creyentes" de la ignorancia, la intolerancia o los prejuicios. 


domingo, 25 de febrero de 2024

BRIGHT MINDS - de Laurent Burtin, Alexandre de Seguins y Denis Alamercery

 






















Serie TV
Policiaca
2019, Francia
4 Temp.



Entre la nadería vocinglera de la televisión generalista, que suelo evitar, me he enganchado en A3Series a este policial verdaderamente disfrutable. Como en muchas obras desde Sherlock y Watson los detectives son una pareja, en este caso mujeres ambas y muy diferentes, tanto, que acaban siendo complementarias. La cabeza visible de esta insólita pareja es la comandante de la policía criminal Raphaëlle Coste (Lola Deweare), que encuentra a su inestimable colaboradora en los archivos criminales de la policía. Porque allí es donde trabaja como documentalista Astrid Nielsen (Sara Mortensen) una brillante y metódica joven de 30 años con síndrome de Asperger, trastorno que se incluye dentro del espectro autista.

Tanto ellas mismas como los casos que afrontan son de lo menos convencional. En principio no podríamos encontrar dos personas más dispares ya que Raphaëlle es impulsiva y caótica mientras que Astrid es metódica y ordenada hasta la compulsión. Pero ambas sabrán sacar partido de sus diferencias y combinando sus habilidades resolver casos de lo más extraño.

"Me gustan las adivinanzas, me gustan los acertijos", reconoce Astrid que es muy aficionada a los clásicos rompecabezas, tanto metálicos como de madera (es una delicia verla resolverlos), y de ahí extrae uno de los resortes mentales a los que recurre para afrontar los casos: "hay que analizar estas circunstancias desde otro punto de vista", suele repetir, buscando enfoques más creativos y originales. Pero éste no es más que uno de los atractivos de Astrid, auténtica protagonista de esta historia. Su trabajo de archivera de documentación criminal la convierte en una verdadera biblioteca andante con capacidad para relacionar casos y modus operandi que a cualquier otro se le escaparían. Y eso por no hablar de su capacidad analítica en la escena del crimen, en donde es capaz de captar detalles tan nimios (pero significativos) que acaban conduciéndola a una cómica competición con el forense de la brigada.  

La serie cautiva por la química evidente entre las dos actrices, la naturalidad de sus interpretaciones y un acertado toque de humor. Pero para mí son determinantes otros dos aspectos: la originalidad de los casos con que se topan y la profundización en el día a día de una persona con Asperguer.


Como se sabe un orden estricto, rígidos hábitos y mucha previsibilidad son los elementos imprescindibles para que estas personas puedan afrontar el caos de la vida diaria sin entrar en pánico. También han de vencer las enormes dificultades que tienen para las relaciones interpersonales y un alto grado de inflexibilidad en su comportamiento; pero el roce con la extrovertida Raphaëlle hará que Astrid pueda abrirse lo suficiente al mundo como para vivirlo con una nueva plenitud. Emociona ver cómo profundizan en su amistad así como apreciar los detalles que van evidenciando la influencia mutua que se ejercen. También es muy interesante el Taller de Habilidades Sociales al que acude periódicamente Astrid. Son un grupo de autistas que intercambian experiencias y quejas sobre sus relaciones con la gente normal, a los que ellos llaman "neurotípicos".

En realidad son las dos las que tienen dificultades para relacionarse con los demás; pero es porque son mujeres cabezotas y empoderadas: "estoy cualificada" le espeta Astrid a cualquiera que se extrañe de su presencia en una investigación. Lo bueno es apreciar cómo se van amaestrando la una a la otra. Astrid le enseña a Raphaëlle a ser menos caótica y Raphaëlle le enseña a Astrid a ser más flexible y aceptar la informalidad. Ni que decir tiene que las interpretaciones de Lola Deweare y Sara Mortensen destilan encanto y crisma por los cuatro costados.


El otro aspecto gozoso de la serie es la originalidad de sus enigmas criminales, que a menudo se presentan como inexplicables. Por ejemplo, una mujer es hallada muerta en la sala de Paleontología del Museo de Historia Natural. La causa de la muerte es ahogamiento (tiene los pulmones encharcados); pero no hay agua ni fugas por ningún lado. Otro. Un músico aparece muerto en un lugar casi inaccesible, entre los tubos de un órgano. Además no tiene ninguna herida ni golpe visible. El caso se complica cuando un profesor de piano muere en el Auditórium mientras alguien hace sonar un tema con el que está obsesionado, la Tocata y fuga en Re menor de Bach. Otro más. Un médico retira 8.000 euros del banco y se dirige a un parking donde introduce el dinero en una papelera y a continuación se baña en gasolina quemándose a lo bonzo.

Los crímenes siempre están relacionados con singulares motivos culturales como la Inteligencia Artificial, las brujas, los fenómenos paranormales, las teorías de la conspiración e incluso hay un asesinato relacionado con la Kábala (un judío parece haber sido asesinado por un golem). Aunque el ranking de curiosidades culturales es muy amplio y se nos presentan casos relacionados con la masonería y Hermes Trismegisto, la paleontología, y hasta la abducción extraterrestre; pasando por un asesinato relacionado con un maquiavélico juego de ajedrez o con el virtuosismo de Bach (al que Astrid es muy aficionada y cuyas explicaciones a Raphäelle posibilitan un intercambio de mensajes cifrados cuando una de ellas está secuestrada). 


Aviso: Lo que resulta cansino son los siete minutos de publicidad que la cadena mete cada veinte minutos. 

sábado, 24 de febrero de 2024

LOS SUEÑOS de EINSTEIN - de Alan Lightman


¿Quién no ha experimentado alguna vez que el tiempo se para si estás aburrido o vuela cuando estás disfrutando? El tiempo es el fluido inaprensible de nuestras vidas. Una dimensión que nos resulta incógnita y proclive a lo fantástico. En el tiempo, escribe Lightman, hay una infinidad de mundos y con espíritu aventurero nos propone una seductora exploración alrededor de su naturaleza y repercusión en la vida humana.

Todo comienza en la tranquila ciudad suiza de Berna, en 1905, cuando un invisible reloj de pared señala las seis y diez en una oficina de patentes llena de fajos de expedientes. En la mortecina luz del amanecer un joven oficinista duerme en su silla. Ha estado trabajando toda la noche. “Tiene en la mano veinte páginas arrugadas: la nueva teoría del tiempo que enviará hoy por correo a una revista alemana de física”. Los últimos meses ha estado soñando con el tiempo y el espacio, buceando en ideas sobre su índole que ningún ser humano había imaginado antes. 

Se trata de un Albert Einstein de ficción que sueña mundos en los que el tiempo se comporta de forma moldeable. Sus sueños se han solapado a sus investigaciones. Lo han desgastado y fatigado de tal modo que a veces no sabe si está despierto o dormido. Pero ya ha terminado. Entre las posibles naturalezas del tiempo, una le parece la más convincente y acabará plasmada en sus dos teorías: la de la Relatividad General, ligada al campo gravitatorio y a los sistemas de referencia; y la de la Relatividad Especial, más relacionada con la física del movimiento en función del espacio-tiempo. Estos trabajos cambiaron por completo la visión del Universo y de muchos fenómenos y conceptos como el tiempo, el espacio y la gravedad.


Alan Lightman, físico y profesor de Humanidades en el MIT, especula con esos meses previos a que Einstein alcanzara su teoría y rastrea los dispares mundos que podría haber soñado bajo cada «una de las muchas naturalezas posibles del tiempo»: en uno de esos mundos Einstein sueña que el tiempo es un círculo que se pliega sobre sí mismo haciendo que todo vuelva a suceder de nuevo. En otro mundo el tiempo discurre hacia atrás, en otro el tiempo es lento mientras en el de al lado es acelerado. Unos mundos virtuales y desconcertantes que el joven Einstein pudo haber soñado antes de demostrar que el tiempo no es una dimensión absoluta y que, por tanto, no se mide igual en todas las circunstancias, ni es el mismo en cada punto del Universo.

El libro consta de treinta relatos breves que nos permiten visitar mundos dispares que el tiempo ha forjado drásticamente. Con un espíritu semejante al del Borges más metafísico o al del Italo Calvino de las Ciudades invisibles, Lightman se plantea cómo sería cada mundo y cómo afectaría a la gente si el fluir del tiempo tuviera una naturaleza distinta a la que conocemos.



Así Einstein llega a soñar un mundo en el que el tiempo es como un flujo de agua, como un riachuelo. Pero también otro que avanza a saltos como un grillo. Y otro que tiene tres dimensiones por lo que los acontecimientos se producen de tres maneras distintas simultáneamente. También un mundo en el que todos viven eternamente y nadie puede liberarse de su pasado. Y hasta un mundo en el que sólo se vive un día porque el tiempo se acaba al día siguiente. Allí los hombres viven el último minuto del universo sonriendo y siendo corteses, porque «en un mundo de un día, todos somos iguales».

Pero claro, si el tiempo fuera circular y todo se repitiera exactamente una y otra vez hasta el infinito, ¿no sería una pesadilla?. O imaginemos un mundo donde el tiempo es local y corre a diferente velocidad según en qué ciudad estés, ¿nos atreveríamos a hacer turismo o sería una experiencia demasiado perturbadora?. ¿Sería un mundo ideal aquel en el que el tiempo se congela justo en el momento en el que somos más felices? 


Los sueños de Einstein apareció por primera vez en 1992 y ha venido recibiendo excelentes críticas tanto literarias como científicas desde entonces. Forjado con una pródiga imaginación destila humor, melancolía, lirismo y ciencia; pero también una sutil emoción cuando el autor constata en cada relato la vulnerabilidad del ser humano.

Dejo a continuación dos ejemplos.

FLUJOS de TIEMPO - de Alan Lightman











Serie Narraciones Extraordinarias



Estos dos relatos pertenecen al libro Los sueños de Einstein, de Alan Lightman,
donde imagina al genial físico soñando mundos con distintos flujos de tiempo 
antes de alumbrar su Teoría de la Relatividad. Puedes leer la reseña aquí.






10 de mayo de 1905


     Es la última hora de la tarde y, por un breve instante, el sol anida en un hueco nevado de los Alpes, fuego tocando el hielo. Largos haces oblicuos de luz se deslizan por las montañas, atraviesan un lago sereno, arrojan sombras sobre una ciudad, abajo.
     En muchos sentidos, es una ciudad de una pieza y forma un todo. Cipreses, alerces y pinos forman una suave frontera al norte y al oeste, y más arriba hay lirios de fuego, gencianas de color púrpura y campánulas alpinas. En las praderas próximas a la ciudad pasta el ganado del que se obtiene mantequilla, queso y chocolate. En una pequeña fábrica de tejidos se elaboran sedas, cintas, prendas de algodón. Suena la campana de una iglesia. Un olor a carne ahumada inunda calles y callejones.
     Vista desde más cerca, es una ciudad de muchas piezas. Un barrio vive en el siglo XV. Allí, los pisos de las casas de piedra sin labrar están unidos por escaleras y galerías exteriores, en tanto que los techos están abiertos a los vientos. El musgo crece entre las losas de piedra de los balcones. Otra parte de la ciudad es una imagen del siglo XVIII. Las tejas de arcilla roja cubren ordenadamente los techos rectilíneos. La iglesia tiene ventanas ovales, loggias en saledizo, parapetos de granito. Otra parte contiene el presente, con avenidas bordeadas de arcadas, balcones con barandillas de metal, fachadas de arenisca lisa. Cada sector de la ciudad se ajusta a un tiempo diferente.
     En el final de esta tarde, en estos breves momentos en que el sol anida en un hueco nevado de los Alpes, una persona puede sentarse junto al lago y contemplar la textura del tiempo. Hipotéticamente, el tiempo puede ser liso o áspero, sedoso o espinoso, duro o blando. Pero en este mundo, ocurre que la textura del tiempo es pegajosa. Partes de la ciudad se quedan adheridas a algún momento de la historia y no se pueden desprender. Y también las personas se quedan pegadas a algún momento de sus vidas y no pueden liberarse.
     Justamente ahora un hombre, en una de las casas situadas al pie de las montañas, conversa con un amigo. Le habla de sus tiempos de estudiante en el liceo. Sus certificados de honores en Matemáticas e Historia cuelgan de las paredes, sus medallas y trofeos deportivos ocupan las estanterías. Aquí, en la mesa, está su foto de capitán del equipo de esgrima, abrazado por otros jóvenes que estudiaron después en la universidad, se convirtieron en ingenieros y banqueros, se casaron. En el armario están sus ropas de cuando tenían veinte años, los petos de esgrima, los pantalones de tweed que ahora le aprietan demasiado en la cintura. El amigo, que hace años trata de presentarle otros amigos, asiente cortésmente, se esfuerza en silencio por respirar en esa diminuta habitación.

     En otra casa, un hombre está sentado, solo, ante una mesa preparada para dos. Hace diez años, sentado aquí mismo frente a su padre, no fue capaz de decirle que lo amaba; buscó en los años de la infancia algún momento de acercamiento, recordó las noches en que ese hombre estaba solo, 'en silencio, con su libro, y no fue capaz de decirle que lo amaba, no fue capaz de decirle que lo amaba. Ahora en la mesa hay dos platos, dos vasos, dos tenedores, como aquella última noche. El hombre empieza a comer, no puede, llora incontrolablemente. Nunca le dijo que lo amaba.
     En otra casa, una mujer mira amorosamente la fotografía de su hijo, joven, sonriente, feliz. Le escribe a una dirección que hace tiempo no existe, imagina las alegres cartas de respuesta. Cuando su hijo llama a la puerta, ella no contesta. Cuando el hijo, con la cara hinchada y los ojos vidriosos, golpea su ventana para pedir dinero, no lo oye.  Cuando el hijo, con su andar vacilante, le trae cartas donde dice que desea verla, ella las tira sin abrir. Cuando el hijo pasa la noche delante de la casa, ella se va a la cama temprano. Por la mañana, mira la fotografía, escribe cartas de adoración a una dirección que hace tiempo no existe.
     Una solterona ve la cara del joven que la amaba en el espejo de su dormitorio, en la pared de la panadería, en la superficie del lago, en el cielo.
     La tragedia de este mundo es que nadie es feliz, tanto si se ha quedado pegado a un momento de dolor como a un momento de alegría. La tragedia de este mundo es que todos están solos. Porque una vida en el pasado no puede compartirse con el presente. Cada persona que se ha quedado pegada al tiempo está allí clavada, y sola.




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     14 de mayo de 1905


     Hay un lugar donde el tiempo está detenido. Las gotas de lluvia cuelgan en el aire, inmóviles. Los péndulos de los relojes quedan suspendidos en algún punto de su recorrido. Los perros alzan el hocico y ladran en silencio. Los peatones están congelados en las calles polvorientas, las piernas levantadas como sostenidas por hilos. El aroma de los dátiles y los mangos, el coriandro y el comino flota en el espacio.
     Cuando un viajero se acerca desde cualquier dirección, se mueve cada vez más lentamente. Los latidos de su corazón se distancian, la respiración se adormece, la temperatura baja, los pensamientos se apagan, hasta que llega al centro y se detiene. Porque éste es el centro del tiempo. A partir de aquí el tiempo, inmóvil en el centro, se mueve hacia afuera en círculos concéntricos, aumentando suavemente de velocidad a medida que el diámetro es mayor.
     ¿Quién iría en peregrinación al centro del tiempo? Padres con sus hijos. Enamorados.
     Por eso en el lugar donde el tiempo se detiene se ven padres que aferran a sus hijos con un abrazo estático que jamás se deshará. La hija hermosa de ojos azules y pelo rubio no dejará de sonreír como sonríe ahora, nunca perderá el suave fulgor rosado de sus mejillas, nunca estará fatigada o arrugada, no olvidará lo que sus padres le han enseñado, no tendrá pensamientos que sus padres no conozcan, no conocerá el mal, nunca dirá a sus padres que no los quiere, no saldrá de su cuarto con vistas al mar, no cesará de abrazar a sus padres como hace ahora.
     Y en el lugar donde el tiempo se detiene se ven enamorados que se besan entre las sombras de los edificios, en un abrazo estático que nunca se deshará. El amado no retirará sus brazos de donde están ahora, no devolverá la pulsera recordatoria, no se alejará de su amante, no se pondrá en peligro por abnegación, no cesará de demostrar su amor, nunca sentirá celos, no se enamorará de otra persona, nunca perderá la pasión de este momento del tiempo.


     No debe olvidarse que sólo la más tenue luz roja ilumina estas estatuas, porque la luz disminuye casi hasta la nada en el centro del tiempo, sus vibraciones se atenúan como ecos en una vasta quebrada, su intensidad se reduce al brillo sutil de las luciérnagas.
     Sí se mueven los que no están exactamente en el centro, aunque al paso de los glaciares. Pasar el cepillo por el pelo puede llevar un año, y mil años un beso. Mientras se devuelve una sonrisa, transcurren estaciones en el mundo exterior. Mientras se abraza a un niño se construye un puente. Mientras se dice adiós se derrumban y se olvidan las ciudades.
     Y los que regresan al mundo exterior... Los niños crecen rápidamente, olvidan el abrazo interminable de sus padres, que para ellos sólo ha durado segundos. Se convierten en adultos, viven lejos de sus padres, en sus propias casas, eligen sus costumbres, padecen dolores, envejecen. Maldicen a sus padres por tratar de retenerlos para siempre, maldicen al tiempo por la voz cascada y la piel arrugada. Estos nuevos niños viejos también quieren detener el tiempo, pero en otro momento. Quieren inmovilizar a sus propios hijos en el centro del tiempo.
     Los amantes que regresan encuentran que sus amigos se han ido mucho tiempo antes. Han transcurrido generaciones. Se mueven en un mundo que no reconocen. Los enamorados que regresan también se abrazan entre las sombras de los edificios, pero ahora sus abrazos parecen vacíos y desolados. Pronto olvidarán esas promesas que duraron siglos, pero para ellos sólo segundos. Sienten celos incluso de extraños, se dicen palabras odiosas, pierden su pasión, se alejan y envejecen solos en un mundo que no conocen.
     Algunos dicen que es mejor no acercarse al centro del tiempo. La vida es una copa de tristeza, pero es noble vivir la vida y sin tiempo no hay vida. Otros no están de acuerdo. Preferirían una eternidad de plenitud aunque en esa eternidad estuvieran congelados y clavados como una mariposa en su caja.

sábado, 10 de febrero de 2024

LLEVAR en LA PIEL - de Antonia Lassa

2023

Llevar en la piel es una novela transparente y quirúrgica que nos relata la investigación del asesinato de una anciana millonaria en Biarritz. Dos asuntos son centrales en la trama. Por un lado el contraste de que la mujer pertenezca a la alta sociedad parisina y su cadáver aparezca desnudo en un decadente apartamento alquilado por ella misma. Por otro, las brutales señales de quemaduras que presenta el cadáver. Según parece el asesino ha utilizado un ácido que ha aplicado con sumo cuidado por el rostro y todo el cuerpo, dibujando un espectral itinerario. Que las quemaduras se hayan producido postmorten no hace sino añadir un punto de morbosidad a un crimen ya de por sí "sofisticado", como le describe el comisario al juez encargado del caso.

Cuando empieza el libro parece que el protagonista vaya a ser el comisario Canone, que es quien abre la novela preocupado por los signos de decadencia que presenta su cuerpo; pero tras la detención del sospechoso más obvio, un joven amante que aparece entre los escasos contactos del teléfono de la anciana; el protagonismo salta al abogado detective Albert Larten, una fascinante creación de la autora que nos lo presenta de esta sutil manera. 
       "Aquella tarde, en el colegio habían empezado a analizar El tío Goriot, que iba ser la lectura de clase durante todo el trimestre. Y en aquel libro Balzac había imaginado la casa Vauquer: "pensión burguesa para los dos sexos y otros".  Y él, un niño como cualquier otro, un niño indistinguible aún de los demás, al leer en su libro aquel curioso rótulo había comprendido, con la formidable intuición de la infancia, dos cosas que iban a ser fundamentales en su vida y que, en el camino de vuelta a casa, le provocaban una emoción que le hacía temblar y, al mismo tiempo, le mantenía en pie, como a Irène Duroudier.
      La primera le decía que él pertenecería más tarde, cuando creciera lo suficiente y llegar ala hora, a la categoría de los otros. La segunda, que las buenas novelas son siempre de fiar y que él iba a convertirse en un lector devoto, agradecido." pág. 75.
Biarritz

Albert Larten tiene ese punto de fina inteligencia y excentricidad que tanto se agradece en un buen detective. Su despacho lo tiene en una autocaravana donde dispone de todo lo que necesita para recibir a los clientes y afrontar sus casos.
"El interior era reducido aunque confortable. Dos sillones de cuero, azul Francia, situados frente a frente y en torno a una mesa abatible de haya. En la misma madera clara, armarios de buen acabado y unas baldas donde convivían, perfectamente alineados, tratados de Derecho, novelas y guías de vino." pág 67
Larten es un personaje tan atractivo como poliédrico. Es experto en vinos e incluso mantiene abierto un blog, El detective del vino; pero sobre todo es un tipo alto y dueño de una elegancia innata que siempre enfatiza con un ligero toque femenino con el objeto de poner "al final de cada una de las frases que constituían su identidad, una interrogación (...) una invitación a saltar hacia afuera la tapia del lugar común".

Le gusta ir andando a los lugares porque eso le sirve para ordenar la ideas y "alentar la imaginación". Es muy perspicaz para calar a las personas y también para atrapar esos pequeños detalles capaces de cambiar el rumbo de las cosas; como ese imperceptible rasguño sin cicatrizar que le hará dar un vuelco a la investigación.
"A Larten le gustaban mucho los coches, pero no le habían atraído nunca los de cambio automático. Prefería decidir él mismo cuándo pasar de una velocidad a otra. Con la gente le sucedía lo mismo; tampoco apreciaba las mentalidades automáticas, que iban de un pensamiento a otro, empujadas no por su propia reflexión, sino por la maquinaria, siempre a punto, siempre dispuesta a intervenir, del apriorismo y el prejuicio." Pág. 78

La trama es diáfana. Un crimen, un sospechoso, un detective y una investigación sometida a diversos giros. Pero son los personajes y el ritmo los que dan a esta novela un sabor especial. El estilo de Antonia Lassa es preciso y ágil. Las páginas discurren raudas apoyándose en multitud de diálogos que giran sobre los desnudos hechos. Porque aquí no hay paja. Sólo hechos y la descripción de una investigación quizás demasiado sincopada. No olvidemos que el libro apenas cuenta con doscientas páginas que se leen en dos tardes. Aunque probablemente esta queja venga determinada por no querer abandonar la compañía de alguien tan punzante y seductor como Larten.

La solidez de la trama se apuntala a través de capítulos con títulos de lo más sugerente: Dibujos en el cuerpo, Los sonidos del mar, Los otros, La tercera mujer, La piel, Hirondelle. La novela tiene una ambientación francesa muy conseguida citando con soltura tanto a Madame Bovary o Balzac como el callejero parisino o esa aristocrática posición que Paris mantiene con el arte.
"No es el punto de llegada de las obras de lo que llamamos arte contemporáneo lo que me interesa -dijo Mathilde-; la mayoría de ellas me resultan decepcionantes. Es el punto de partida. La libertad que se toman los artistas de ahora de meterse en cualquier parte, en cualquier ámbito." pág. 117
Edición inglesa de la novela

Se puede decir que es una novela de contrastes. El expansivo abogado detective se encuentra con un cliente joven y recoleto, Émile Gassiat, dueño de una discreción infranqueable y compositor de extrañas melodías que extrae de los sonidos del mar que capta en sus navegaciones nocturnas. También contrasta la elevada posición de las ancianas con la de su joven amante y la del detective que contratan. Una muralla inaccesible que incluso hace peligrar la investigación, ya que el abogado no tiene acceso a ese círculo social por lo que no encuentra pistas, ni hilo del que tirar. Aunque finalmente en la piel del título acabará encontrando la clave "seguramente porque contenía un enigma que descifrar, un código, el jeroglífico que constituían aquellos dibujos sobre la piel de la muerta."

Como hándicaps señalaría una resolución un tanto abrupta y la ausencia de una malignidad más oscura. En cambio están deliciosamente reflejadas las relaciones personales. Sobre todo la que establecen entre sí Larten y Gassiat, cuyas confidencias nos hacen reflexionar sobre temas no habituales en la conversación social como la vejez y el edadismo en relación con el deseo carnal y la forma en que la sociedad trata a las personas cuya sensibilidad les hace vivir fuera de la norma.