sábado, 23 de febrero de 2019

La JUGUETERÍA ERRANTE - de Edmund Crispin



Estamos ante un indiscutible clásico de la novela inglesa de detectives. Una obra que narra un misterio, pero de forma jocosa y muy entretenida, ambientada en los años 30, en  Oxford, cuyo ambiente universitario y literario recrea con mucha ironía.  
«Oxford es el único lugar de Europa donde un hombre puede hacer cualquier cosa e incurrir en cualquier excentricidad, y no despertar ningún interés ni emoción en absoluto en nadie».
La acción surge tras la llegada del poeta Richard Cadogan a la ciudad. Acude allí en busca de inspiración y sosiego al estar atravesando una perniciosa sequía creadora. Como suele ocurrir, lo que va a encontrar es todo lo contrario: misterios, asesinatos y persecuciones.
"-Anoche... anoche mismo... suplicaba, suspiraba por vivir aventuras... Experimentar cualquier emoción que me alejara de la Edad Media. Goethe decía que uno debería tener mucho cuidado con lo que desea, porque probablemente lo consiga. ¡Qué razón tenía! Yo quería liberarme de mi vida gris, y los dioses me tomaron la palabra."
Cuando el poeta llega a la ciudad ya es de noche y en una calle solitaria tropieza con una juguetería que tiene la puerta abierta. Extrañado y llevado por la curiosidad decide entrar, con la mala suerte de encontrarse con el cadáver de una mujer, Emilia Tardy. Antes de que se dé cuenta, un desconocido le deja inconsciente de un golpe. Una vez recuperado acude a la policía para denunciar los hechos, pero al volver a la juguetería, tanto ésta como el cadáver han desaparecido y sólo encuentran una vulgar tienda de ultramarinos.

Seguro de su historia y de la indiferencia de la policía ante el caso, Cadogan recurrirá a su amigo oxoniense, Gervaise Fenn, estrafalario profesor de literatura y detective aficionado que parece sacado del canon de excéntricos ingleses recopilado con mucho tino por la poetisa Edith Sitwell.

La pareja protagonista está llena de contrastes y la confusa investigación sirve para dotar al relato de un suspense y una ironía que se vuelve sobre sí mismo y el propio género.

"Bueno, creo que es mejor que vaya a la policía -dijo Cadogan-. Si hay algo que detesto en el mundo es esas novelas en las que los personajes no van a la policía cuando no tienen ninguna maldita razón para no hacerlo.
-Tú tienes una maldita razón para no hacerlo de momento.
-¿Cuál?
-Que los pubs ya han abierto -dijo Fen, como quien ve el amanecer tras las colinas después de una larga noche de tinieblas."
O también
"-"El crimen acecha en la Universidad" -dijo Fen-. "Sangre en el birrete". "Fen contraataca".
-¿Se puede saber qué demonios estás diciendo? -preguntó Cadogan con una voz débil, y bastante gangosa.
-Mi querido amigo, ¿te encuentras bien? Estaba pensando títulos para las siguientes novelas de Crispin. "
El estilo es rápido, fresco e irónico. Muchas situaciones son verdaderamente extravagantes y disparatadas. Pero lo hilarante no mengua en absoluto lo agudo de la intriga ni el peligro que acecha a este intrépido profesor. Además, el contraste de personalidades entre los dos protagonistas ofrece mucho colorido. El profesor no se corta un pelo a la hora de allanar una casa o conducir su deportivo rojo, el Lily Christine III, de forma temeraria; mientras que Cadogan se mantiene a su lado prudente y timorato. Pertenecientes ambos al mundo literario, sus conversaciones están trufadas de referencias literarias, tan jocosas como eruditas, en medio de una investigación inverosímil: "Esto está pasando de comedia a farsa", llega a decir el profesor Fen.
Aula de la Biblioteca Bodleiana de Oxford


Así ocurre cuando piden ayuda a un camionero y éste, en medio de la conversación cita al D. H. Lawrence de Hijos y amantes: Hemos perdido la relación con la naturaleza y nuestro cuerpo; reflexiona este ilustrado camionero. Incluso en momentos de peligro, como cuando nuestros dos protagonistas están prisioneros y maniatados dentro de un armario, no se les ocurre nada mejor que ponerse a jugar a “los Libros Infumables”
"Cadogan tenía la boca seca y le dolía la cabeza. Notó que necesitaba un cigarrillo.
-Vamos a jugar a los Libros Infumables- sugirió.
-De acuerdo. El Ulises.
-Vale. Todo Rabelais.
-Vale. El Tristram Shandy.
-Vale. La copa dorada.
-Vale. Rasselas.
-No. A mí me gusta Rasselas.
-¡Santo Dios, bueno, pues entonces Clarissa!"
El autor nos presenta la clásica pesquisa del "cuarto vacío", que acerca el misterio a lo sobrenatural: ¿Cómo puede desaparecer en pocas horas toda una juguetería y convertirse en una tienda de ultramarinos? La indagación se convierte así en un juego intelectual muy bien armado y con mucho sentido del ritmo: tenemos pistas que provienen de un absurdo poema, también a un avieso abogado, matones que persiguen a una chica solitaria y hasta un siniestro médico. Las persecuciones y carreras son constantes por las calles y capillas de Oxford, hasta que descubren que la clave parece estar en un testamento con cláusulas muy peculiares.
Torre Sajona de la Iglesia de St. Michael

A medida que avanza la historia descubrimos que la mujer asesinada era la sobrina y única heredera de una extravagante anciana. Al morir sin poder reclamar la herencia, ésta se transferirá a una serie de individuos que en algún momento ayudaron a la anciana mujer. Los sospechosos se multiplican y asoma un complot cuya clave, al parecer, se encuentra en un libro, los Poemas Absurdos, de un tal Edward Lear. Pero por más que los sospechosos se multipliquen, la solución parece cada vez más improbable.

Al escenario ya de por sí extravagante de Oxford, se suman persecuciones por callejuelas, iglesias y hasta en un cine para rematar con una escena final en un tiovivo que gira violentamente con los frenos rotos. 
Intrigante, dinámica y muy amena. 
Oxford, U.K.





















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Impedimenta volvió a acertar con la recuperación de esta novela editada por primera vez en Gran Bretaña en 1946. El verdadero nombre de Edmund Crispin era Bruce Montgomery (Buckinghamshire, 1921 –Week, 1978). Asistió al St. Johns’s Collage de Oxford, donde se licenció en Lenguas Modernas y fue organista y maestro de coro durante dos años. Cuando se le preguntaba por sus aficiones, Crispin solía decir que lo que más le gustaba en el mundo era nadar, fumar, leer a Shakespeare, escuchar óperas de Wagner y Strauss, vaguear y mirar a los gatos. Por el contrario, sentía gran antipatía por los perros, las películas francesas, las películas inglesas modernas, el psicoanálisis, las novelas policíacas psicológicas y realistas, y el teatro contemporáneo.
Otras obras del autor publicadas en Impedimenta, entre las que, para mí, destacan: Trabajos de amor ensangrentados y Asesinato en la catedral.
-El canto del cisne.
-Trabajos de amor ensangrentados
-El misterio de la mosca dorada.
-Asesinato en la catedral.
-Enterrado por placer.

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