jueves, 17 de diciembre de 2020

GAMBITO de DAMA - de Scott Frank y Alan Scott




Scott Frank adapta, con suma intensidad y elegancia, la novela de Walter Tavis "The Queen´s Gambit", para contarnos la historia de una huérfana que encuentra en el mundo del ajedrez el modo de encauzar su vida y superar sus problemas de adicción y soledad. Con sólo 8 años Beth Harmon (Anya Taylor-Joy)  descubre que tiene un cerebro prodigioso para el ajedrez. En el rígido y empobrecedor orfanato donde ha ido a parar tiene la suerte de encontrar a un conserje estudioso de los trebejos que la inicia en el deporte mental y cuanto más juega más alimenta una obsesión que no dejará de crecer. Gambito significa sacrificio y en la apertura así denominada, 1.d4 d5 2.c4., las blancas ofrecen el peón de la reina a cambio de controlar mejor el centro del tablero. La respuesta que finalmente ofrece Beth Harmon es no aceptar ese sacrificio, ni en el tablero ni en su vida, para controlar y buscar su propio destino. 
 
Del mismo modo que hizo en El color del dinero (otra de sus novelas adaptadas a la pantalla), Walter Tavis relata el camino que recorre esta prodigiosa jugadora hasta la cima del campeonato mundial. El drama personal de Beth, la tensión de los campeonatos y una perfecta ambientación en plena Guerra Fría son las bazas ganadoras de esta serie.

Beth no sólo encontró el ajedrez en el orfanato; allí también se volvió adicta a los sedantes. El orfanato practicaba algo que estaba muy generalizado en los años 50 y 60, suministrar un sedante para equilibrar el ánimo y aplacar cualquier tipo de neurosis o preocupación. Estas pastillas se convirtieron en la droga habitual de amas de casa frustradas y aburridas en EEUU, hasta el punto de que una letra escrita por Mick Jagger y Keith Richards en 1965 las introdujo en la cultura popular como "mother´s little helper" (el pequeño ayudante de la madre). Las pastillas verdes que persiguen a Beth se convierten en un desinhibidor de sus dolorosos recuerdos (su madre su suicidó), de su sensación de abandono y de sus propios demonios.

Beth aprende a reservarlas para poder tomar varias por la noche y alucinar con un gran tablero de ajedrez que emerge del techo, en el que imagina todo tipo de variantes y movimientos. Esta imagen de Beth "viendo" desarrollarse las partidas en el techo de su habitación es una de las más icónicas de la serie y nos mete de lleno en sus momentos de anfetamínica lucidez. A este abuso de sustancias añadirá más adelante la del alcohol, que le producirá alguna que otra mala pasada.
Beth no lo tiene fácil y cuando sale del orfanato adoptada es para vivir con un matrimonio que no sabe bien qué hacer con ella. De modo que siendo el ajedrez un deporte exigente y hasta angustiante, paradójicamente a ella le sirve de consuelo y liberación para encauzar su soledad y sus frustraciones emocionales.  

Este es uno de los primeros cambios a los que tuve que acostumbrarme viendo la serie. Mis expectativas con ella era un drama de locura, obsesión y frustración a cuenta de su afición por el ajedrez. Pero no es el caso. Las competiciones y las partidas serán el lago profundo y sereno por donde Beth navegue en paz. En una de las mejores líneas del guión, Beth explica que ama el ajedrez porque a diferencia de su vida, en el tablero de 64 casillas es ella quien tiene el control. Allí todo es predecible y calculado.

Éste es otro de los aspectos sorprendentes de la serie. La vida aprieta a Beth pero nunca la ahoga. Los conflictos que afronta la joven parecen insuperables, pero en cada caso asistimos a una superación imprevista de situaciones que amenazaban desastre. Y no nos sentimos engañados. En los tiempos que corren apetece ver cómo alguien supera las dificultades. Aunque por momentos el barco parezca hundirse Beth sale indemne del orfanato, los mismo que de sus adicciones. También su madrastra, que es abandonada por su marido, coquetea con el alcoholismo; pero en última instancia elige secundar a Beth y acompañarla en su carrera ajedrecística. 


En este sentido se trata de un bildungsroman amable y positivo aunque incluya algunas pinceladas oscuras; lo que no quita que esté desarrollado con unos potentes mimbres dramáticos (sus adicciones siempre aparecen en el peor momento, su primer enfrentamiento con el campeón ruso es un desastre, etc.) que mantienen muy alto el interés y la tensión durante los 7 capítulos que tiene la serie.

Uno de sus mayores aciertos es la intensa dramatización del juego. Para ello no sólo han adaptado la novela de Tavis, sino que le han añadido a la protagonista retazos de la personalidad de Bobby Fischer, el obsesivo y genial ajedrecista norteamericano, primero en ganar el Campeonato Mundial a los rusos (a Borís Spasski, en 1972)) en plena Guerra Fría. 

Beth Harmon es tan obsesiva como Fischer y desarrolla un juego muy similar, siempre agresivo. Como él vive sola y aislada, dedicando todas sus horas al juego. También la época en que triunfa Beth, el período de 1958 a 1968, coincide con el período de esplendor de Bobby Fischer, culminado con el Campeonato del Mundo de 1972. Beth gana el campeonato de EEUU en 1967, el año en que Fischer ganó su octavo, y último, título nacional. Por otro lado plasmar la personalidad ajedrecística de Fischer en Beth tiene un punto de suprema ironía, teniendo en cuenta que las opiniones del campeón sobre las jugadoras siempre fue muy despectiva. En una entrevista de 1963 llegó a calificarlas de terribles y poco inteligentes. 



Legos y expertos disfrutarán de las partidas que se presentan gracias a la capacidad de Scott Frank para mostrar los vaivenes emocionales del juego por un lado y por haber seleccionado partidas realmente históricas que ha incluido en la ficción. Por ejemplo, cuando Beth vence a su oponente en menos de 12 movimientos que están inspirados en el juego de Gioachino Greco, del siglo XVII o cuando se disputa el título estatal de Kentucky que se recrea una partida que tuvo lugar en Riga, en 1955. También la partida final ante el campeón ruso Borgov (Marcin Doroncinski) reproduce una que tuvo lugar en Biel, Suiza, en 1993. Y por supuesto en el guión afloran grandes maestros y estrategias como el genial cubano Capablanca, apodado el "Mozart del ajedrez", la apertura Ruy López, la defensa siciliana o la defensa Caro-Kann para cuando juegas con negras. 

El guionista y director ha reconocido que analizó la película de Edward Zwick, El caso Fischer, donde aprendió que para transmitir el intenso dramatismo de las partidas no tenía que mostrar demasiado el tablero. Los rostros, las miradas y el lenguaje corporal de los contendientes son los mejores comunicadores de las fatalidades y alegrías que provoca el juego. Lo cual no  hace más que reafirmar la enorme y melancólica actuación que lleva a cabo Anya Taylor-Joy, sobre quien recae toda la carga dramática de la serie (sin olvidar la excepcional interpretación de Isla Johnston dando vida a Beth en el orfanato).

Por otro lado se contó con dos asesores tan reputados como Bruce Pandolfini y el campeón mundial Gary Kaspárov. Gracias a ellos todo resulta muy convincente, tanto las partidas y movimientos que se presentan como el ambiente que las rodea e incluso el expresivo movimiento de manos que realizan para mover y capturar piezas.


La ambientación en plena Guerra fría, el glamuroso estilismo de Beth, muy aficionada a los vestidos, y el empoderamiento del que hace gala la joven redondean la función. 

El empoderamiento de Beth es una de las noticias principales de la serie. La novela es de 1983 y presentar entonces una protagonista femenina en un entorno predominantemente masculino no parecía más que una entelequia... pero los tiempos han cambiado y el éxito de la serie así lo ratifica. Hoy se ve como una situación normal y posible. Walter Tevis era un jugador de ajedrez de nivel C que falleció un año después de la presentación del libro y que en una columna del New York Times aseguró que esta novela era un homenaje a todas las mujeres inteligentes del mundo.

Además los estilismos de Beth son un añadido muy particular que logra transmitir la evolución y liberación del personaje, lo que me hace recordar a la maravillosa asesina Villanelle en la estilosa serie Killing Eve. Beth es muy aficionada a la ropa y con los outfits que va eligiendo para cada ocasión nos va declarando su camino hacia la autoafirmación. La responsable de vestuario es la francesa Gabrielle Finder y jugando con la melena pelirroja de la protagonista y los cuadros y líneas de los escaques, ha logrado transmitir el cambio desde los sobrios y grises looks de los primeros campeonatos en los 50 a los más atrevidos y glamurosos de los 60; reflejando el  ansia de libertad y la búsqueda de uno mismo que bullía en esa década prodigiosa. Incluso hay quien ha lanzado la teoría de que la serie tiene 7 capítulos porque ése es el número de casillas que un peón debe cruzar para convertirse en reina...

Además es otra de las características que hacen un guiño a Fischer ya que, aunque a veces pasaba apuros económicos, siempre disponía de trajes y zapatos hechos a medida. 


No quisiera dejar de subrayar la presencia de la actriz y directora Marielle Heller como Alma Wheatley, la madrastra de Beth. La cineasta posee una filmografía de una coherencia temática y moral abrumadora (A Beautiful Day in the Neighborhood, Can You Ever Forgive Me y Diary of a Teenage Girl) que, sin duda, añade profundidad al personaje que acompaña y vela por Beth.

La última metáfora está incluida en los títulos de cada capítulo. Todos ellos refieren circunstancias del juego (Aperturas, Peones Doblados, Medio Juego, Aplazamiento, etc.) que tienen su correlato en las vivencias de Beth. Por ejemplo el capítulo 1, Aperturas (Openings), está dedicado al descubrimiento y aprendizaje del ajedrez que hace Beth en el orfanato; mientras que el capítulo 3, Peones doblados (Double Paws), se refiere a la ventaja que se tiene sobre el oponente al bloquear el avance de sus piezas con sus peones. Una jugada que es arriesgada, porque expone al jugador a demasiados riesgos; los mismos que corre Beth al desafiar al campeón de EEUU en aquel momento, Benny Watts (Thomas Brodie-Sangster), sufriendo su primera derrota. 
La vida como un tablero donde cada casilla esconde triunfos, sacrificios y decepciones. 













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Scott Frank también es el guionista y director de la serie Godless y de la película Caminando entre las tumbas (A Walk Among the Tombstones), una buena muestra del mejor cine negro. Anteriormente había firmado los guiones de Un romance muy peligroso (Out of Sight) sobre una novela de Elmore Leonard y también la historia del humanizado Lobezno en Logan.  Como director debutó en 2007 con el thriller  Lookout.

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