martes, 29 de diciembre de 2020

EL SABOR de LAS MARGARITAS - de Ghaleb Jaber Martínez



En un pueblo remoto de Galicia ha desaparecido misteriosamente Marta Labrada (Paloma Saavedra), una joven huérfana y conflictiva cuya búsqueda no parece interesar a nadie. Pero la inminente visita al pueblo del Papa Benedicto XVI activa las alarmas de que el caso pueda saltar a los medios, de modo que la Guardia Civil envía a una agente de la policía judicial, Rosa Vargas, para investigar el caso.

Para la joven teniente Rosa Vargas (María Mera) este es su primer caso y su relación con los dos agentes locales con los que colabora es cuando menos tirante. Murias es un pueblo donde nunca pasa nada y las adolescentes suelen huir buscando una vida mejor. Según los agentes Marta era una chica de esas, vivía a salto de mata y fumaba marihuana. La investigación parece avalar este punto muerto; pero Rosa persiste en su empeño y gracias a ser una mujer de recursos y a su carácter decidido encuentra una pista de la que tirar en otras desapariciones que han pasado desapercibidas. 

La pesquisa en torno a Marta sacará a la luz los secretos que esconde este pueblo aparentemente aletargado; todo un entramado de drogas, prostitución, chantaje, encubrimiento y asesinato. Una de las prostitutas del club del pueblo le llega a confesar a Rosa. "Este es un pueblo de muchos pecados y quizás la desaparición de una chica sea la mejor forma de taparlos".






El dramatismo se acentúa cuando comprobamos que la propia agente judicial arrastra un pasado traumático que la asedia como un fantasma: reiteradamente se automedica con pastillas, así como contempla obsesivamente una foto que guarda con celo y escucha una misteriosa grabación de un mensaje donde una chica le comunica que se ha perdido en una carretera cercana. Según avanza la trama parece claro que ella misma está implicada en algún aspecto de la investigación. 

La serie se desarrolla en seis episodios y es modesta hasta la frugalidad. No hay persecuciones en coche, ni explosiones, ni tiroteos. Toda la solidez que derrocha se basa en una trama vigorosa que pone el foco en un pueblo discreto, para ir destapando las capas donde anida un submundo de prostitución, rituales secretos y trata de blancas. El armazón que conforman una trama compleja y muy elaborada más unos personajes que van mostrando su doblez y perversidad rezuma verosimilitud. El entorno del paisaje gallego hace el resto. Los clubs de alterne combinados con la vida rural y solitaria ofrecen mucho juego.



Hay que resaltar la cuidada narración que lleva a cabo el director Miguel Conde manteniendo el suspense hasta el final y enriqueciéndolo con unos trazos de gran poder simbólico. Están por un lado las citas del Infierno de la Divina Comedia que encabezan cada episodio, a lo que se suma el hecho de que en las redes sociales de Marta el nickname del sospechoso es dante78. Por otro lado está el uso simbólico del color rojo, de modo que cuando aparece una silla o una puerta recién pintada de este color te adelanta un escalofrío de lo que vas a descubrir. Finalmente y no menos importante, mediada la serie, la teniente descubre los restos de una serie de ritos satánicos con toda la parafernalia de sangre, velas y calaveras de carneros con toda su cornamenta.

La mezcla de perversiones sexuales y encubrimientos, adobados con un toque diabólico, definen el universo cerrado y los silencios de este pequeño pueblo como un infierno bullente de miserias y corrupción. Tras la aparición del cráneo de un macho cabrío ataviado con un hábito eclesial, la teniente habla con el cura párroco del pueblo, que la orienta sobre dónde se esconde el verdadero mal.
-¿Está segura que esas muertes tienen que ver con ritos satánicos?
-Es nuestra mejor teoría.
-Mire...yo no soy detective pero me parece que se equivoca.
-¿Por qué? Un cura creerá en el diablo ¿no?
-Sí, creo. Pero el diablo es más sutil. No se esconde detrás de un carnero sacrificado o de una estrella de cinco puntas. Eso es superficial, efectista. Un juego. No tiene nada que ver con el verdadero mal.
-Y dónde se esconde el diablo entonces.
-Mire. Hay crímenes terribles; pero el culpable no llega a ellos así, de repente, sino poco a poco. Empieza por pequeñas cosas. El aspecto de Lucifer no era el de un monstruo... era hermoso. No usaba amenazas ni poseía a nadie; al contrario, era amable y persuasivo. El mal, lejos de rituales y gestos grandilocuentes, se esconde a la vista de todos, bajo vestimentas inesperadas, a nuestro lado, en lo cotidiano.







Una serie densa, de las que se cuecen poco a poco mientras avanza firme en su trama, hurgando en los secretos de personajes muy verosímiles y cercanos. Por este localismo y la paradoja de una potente investigación pero desarrollada a ras de suelo, por agentes locales, me recuerda mucho a la estupenda serie Happy Valley; aunque la gallega esté mas centrada en lo criminal y deje en un segundo plano los dramas personales y familiares que con tanto acierto afronta la inglesa. 

Es una lástima que todo lo que derrocha la serie en cuanto a misterio e imaginación queda un poco empañado por la interpretación de la protagonista, una María Mera que peca de monocorde e inexpresiva. El resto del elenco cuenta con actuaciones muy dignas, destacando secundarios como Yelena Molina y Nerea Barros, como prostitutas atormentadas, y Denis Gómez como un joven discapacitado que da mucho juego a la historia.









El sabor de las margaritas saltó al estrellato de forma inopinada en pleno confinamiento (marzo-mayo 2020), cuando se convirtió en una de las 10 series más vistas tanto en Irlanda como en Reino Unido, con el título de Bitter Daisies. Se trata de la primera serie en gallego que llegó al catálogo de la plataforma Netflix, por lo que se ha podido ver en 180 países y subtitulada en 30 lenguas, incluida el chino y el swahili. Este éxito ha propiciado una segunda temporada que está próxima a estrenarse.





















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La idea original es de Ghaleb Jaber Martínez, directivo a su vez de la productora gallega CTV, quien ha desarrollado la serie junto a los guionistas Eligio Montero y Raquel Arias, con dirección de Miguel Conde. Un perfecto ejemplo de cómo una pequeña productora puede generar un producto global en esta era de plataformas digitales. La propia historia de este directivo refleja el mundo globalizado en que vivimos, tal y como ha subrayado en alguna entrevista: "Una mezcla de una alemana que conoce a un gallego en Venezuela y cuya hija regresa a España y vive una historia de amor con un chico palestino que escapa de la guerra. Más culturas y más viajes que la historia de esta familia no puede haber. Yo me siento gallego y árabe cien por cien y es algo que veo positivamente, como una gran riqueza". Consecuente con sus raíces culturales Jaber Martínez ha puesto en pie y dirige desde 2004 en Santiago de Compostela la Semana de Cine Euroárabe AMAL.

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