lunes, 1 de mayo de 2023

La VÍCTIMA NÚMERO 8 - de Sara Antuña y Marc Cistaré


Pero ¡Por Dios! ¡Cómo se puede tirar por la borda una serie que prometía tanto y con tan buenos mimbres!

La serie tiene 8 episodios de los que los dos primeros son muy notables, con intriga y dinamismo; pero a partir del tercero la tensión se cae como un suflé fallido y la intriga se va de paseo por subtramas torpemente desarrolladas y hasta con pinceladas de telenovela familiar. Los dos últimos episodios, capitales para aclarar un complot que pintaba de lo más interesante, son atropellados y desaprovechan secuencias que podían haber sido tan potentes como la del coche en el que coinciden la inspectora honesta y el agente corrupto mientras ambos están recibiendo whatsapps particulares que destapan la trama y los enfrenta definitivamente. 

Hagamos un análisis de daños.
La serie comienza por todo lo alto con un atentado yihadista en el casco viejo de Bilbao. En principio hay siete muertos; pero mientras se está montando el operativo policial se da a conocer que uno de los heridos acaba de morir. Es la víctima número ocho y su muerte esconde detrás todo un complot criminal que tiene su origen en las disputas de poder en una familia de la aristocracia empresarial vasca.  


Cuando en el capítulo dos nos enteramos de que esta octava víctima era el presidente de una poderosa compañía y que han sido su celoso hermano y un agente de la Inteligencia quienes han montado el atentado para encubrir su asesinato, imaginamos una trama en la que visitaríamos las cloacas del estado y los secretos inconfesados entre el alto empresariado y los servicios secretos españoles. 
Pues no. 
También imaginamos una trama de corrupción policial al estilo de Line of Duty. Pues tampoco. 
Qué queda pues.
Pues queda una trama que sobre el papel tiene un dibujo muy interesante, un complot organizado para hacerse con el poder de una gran empresa jugando con el miedo al yihadismo y con un cabeza de turco que, siendo musulmán, ya está condenado.





El detonante de la trama principal es la identificación de Omar Jamaal (César Mateo) como el presunto terrorista. Aunque ha sido raptado y le han obligado a grabar un mensaje para atar todos los cabos de su condena, un accidente lo pone en libertad y pasa a ser el fugitivo más buscado. Sólo le cabe huir mientras intenta probar su inocencia. 

Otras dos tramas se suman a esta principal. La investigación que sigue la inspectora de la ertzaintza  Koro Olaegui (Verónika Moral) por un lado, torpedeada por el agente de Inteligencia corrupto, y los esfuerzos de la novia de Omar, Edurne (María de Nati), para intentar convencer a la inspectora de que Omar es inocente. Para ello se aliará con un periodista de sucesos de la vieja escuela y dudosa ética -Eche (Marcial Álvarez)- que utilizará todos los cauces para conseguir la información necesaria. 

Mientras tanto se nos muestra el impacto del atentado en las dos familias implicadas, los Azkárate por un lado con sus intrigas de poder y la familia de Omar por otro, sufriendo los prejuicios discriminatorios que vemos a través de una estupenda Farah Hamed interpretando a Adila, la madre de Omar.



Aunque hay que reconocer que la implicación de todo un agente especial de inteligencia está justificada de un modo tosco, la idea del complot y el fugitivo tira con fuerza de la historia. También hay personajes muy atractivos como el de la inspectora Koro que está embarazada y defiende un sentido muy ético de su trabajo. 

O el periodista Eche, un cínico baqueteado en mil batallas que tiene que someterse a diálisis todas las semanas. Es un personaje al que vemos cambiar según avanza la investigación, desde buscar sólo el pelotazo de una noticia en exclusiva a querer ayudar a Edurne y a Koro. Su situación personal, sus habilidades para extraer información y su relación con la perra Manola que le dejó su exmujer son de lo mejor de la función. También el lío familiar-empresarial de los Azkárate prometía mucho aunque al final se ha quedado en meros clichés. Lástima. 



A pesar de todos estos atractivos el visionado de la serie a partir del capítulo 3 sufre de una apatía producto de una realización plana, meramente instrumental, donde las escenas exponen las ideas mínimas para el desarrollo de la trama pero sin ninguna tensión ni dinamismo.

Mientras la veía me acordé de la estupenda serie de la BBC Collateral, a cuyo nivel podría haber aspirado ésta; y también del Mateo Gil de Los favoritos de Midas, que le habría dado a esta historia la energía de la que carece. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.