jueves, 27 de abril de 2023

ADULTERIO - de Andre Dubus


Los personajes de estos relatos son gente común y corriente a los que la vida atropella. Sea un divorcio indeseado, un adulterio, una obesidad descontrolada o el asesinato de un hijo a punto de irse a la Universidad. El autor enfoca a estas personas en esos momentos de trance en que una grieta amenaza con derruir sus vidas.

El máximo atractivo de estos cuentos es que sus personajes son reales como nosotros mismos y su vulnerabilidad nos es muy reconocible. Dubus los muestra aturdidos por el golpe, intentando recomponer una vida que se hace pedazos.

En "Miranda al otro lado del valle", la protagonista ha de afrontar el salto al vacío de la vida adulta cuando tiene que abandonar su hogar materno para ir a la Universidad. Ella se siente ajena a ese mundo y para colmo de males se queda embarazada. Afrontar esa nueva vida la llena de agonía. 
"No estoy hecha para este mundo, se dijo. O este mundo no es para mí. Y no es porque tenga solo dieciocho años. Michaelis tiene veintidós; se pondrá moreno al sol mientras habla con los chicanos, olerá a a cerveza y a cebolla, pero su espíritu no se elevará; Michaelis es de este mundo, será abogado.
Llevó las cervezas a Holly y a Brian. Se supone que soy fría, se dijo, mirando la mano de Holly en la pierna de él, mirando el rostro gesticulante de él en el que ella no vivía. ¿Y dónde vivía ella? ¿Qué ojos me contendrán, qué ojos me reconocerán cuando mis propios ojos me contemplen por la mañana y yo no esté en ellos? Se supone que soy fría, se dijo."
pág 32


Lo mismo le pasa a Matt en "Asesinatos": acaba de perder a su hijo en la flor de la vida porque otro joven lo ha asesinado. Matt siente que su vida ha entrado en suspensión desde la muerte de su hijo. Todo se ha parado. Nada tiene sentido en medio de tanta amargura y menos ver constantemente al asesino pulular por el pueblo a la espera de juicio. 
"A Matt le parecía que desde que Mary Ann había llamado llorando para decírselo hasta entonces, un sábado de septiembre por la noche, sentado allí en el coche con Willis, aparcado junto al coche de Strout, esperando que el bar cerrara, no había avanzado en la vida, sino vagando por ella, el espíritu como un cuerpo aturdido chocando con los muebles y las esquinas." pág 74

Tampoco Louise lo tiene fácil. Es la protagonista del relato "La chica gorda" que nos resume toda su vida y desgracias en apenas veinte páginas. Después de vivir su adolescencia marcada por el desprecio de su madre, encuentra en la Universidad a una compañera que le ayuda a adelgazar. 
Es entonces cuando le llega el éxito. Todos adoran a la nueva Louise, su madre por fin está orgullosa y hasta le sale un novio con el que llega a casarse pero... ¿dónde ha quedado la auténtica Louise? 
El aburrimiento al que pronto se aboca su matrimonio le hace ver que su vida sólo suma cadenas, como la dieta o el matrimonio; cuando en realidad sólo busca que le amen por sí misma... como ella venera a esas chocolatinas que ha vuelto a comprar.

Edith, la protagonista de "Adulterio", es otra joven que se casa con la ilusión de construir una vida perfecta y llena de amor; pero lo que se encuentra es un marido enamorado de su ego que sólo quiere triunfar como escritor. Su marido Hank aduce necesidad de experiencias para escribir, por lo que declara el derecho de ambos para tener aventuras extramatrimoniales. A pesar de seguir viviendo juntos y cuidando de sus hijos, para Edith su matrimonio es una farsa. Después de otras relaciones Edith aterriza en los brazos del padre Joe Ritchie, un sacerdote católico con un cáncer terminal que renuncia a sus votos para completar su experiencia vital con el amor de una mujer. 

Edith y Joe viven una situación extraña que les obliga a explorar los límites del adulterio. Ninguno de los dos considera que lo esté cometiendo: para ella el verdadero adulterio es permanecer en un matrimonio hipócrita que le hace sufrir "el callejón sin salida de la pesadumbre del amor".
"La atmósfera de la casa era ya como agua cuando se movía por ella subiendo las escaleras hacia el dormitorio, donde se desvestía y se ponía el traje de baño. Y salía de la casa con Sharon de la mano y las cazadoras y el termo y las toallas, y pestañeaba al sol de última hora de la mañana preguntándose, casi implorante, cuándo terminaría aquello, aquella desconexión espantosa entre sí misma y lo que hacía. " pág 175



Para el padre Ritchie su relación con Edith tampoco es adulterio sino una forma más de acercarse a Dios. 

"No había perdido la fe en la eucaristía. Cuando dejó el sacerdocio siguió yendo a misa todos los días y recibiendo lo que sabía que eran el cuerpo y la sangre de Cristo. Lo sabía, le dijo a Edith, de forma más simple y profunda; más profunda, le dijo, porque creía que la fe no tenía que ver más con el intelecto que el amor; que, tocándola, él sabía que la amaba y amándola la tocaba; y que su carne conocía a Dios por contacto, como tenía que ser; que no había otra forma posible; que la transformación del pan y el vino en cuerpo y sangre no era milagro ni misterio, sino algo natural, pues sucedía en el salto del corazón del hombre hacia el corazón de Dios, un salto causado por la conciencia de la muerte. Como nosotros, le había dicho. ¿Como nosotros qué?, le había preguntado ella, echada a su lado la primavera pasada, con el semen de él meciéndose en su interior, pensando en su infancia episcopaliana, su familia y ella cristianos por el color de la piel y pragmáticos de credo. Cuando hacemos el amor, le había dicho él. Lo hacemos desafiando la muerte (Y esto fue en primavera antes de que él supiera.) Entonces nuestros cuerpos dejan de ser solo carne para ser también afirmación; para ser espíritu. Si podemos hacerlo el uno con el otro, ¿por qué no vamos a poder hacerlo con Dios y él con nosotros? No sé, dijo ella; nunca lo había pensado. No, dijo él; es demasiado simple." pág. 199
Me llama la atención que Edith se convierta en el centro de dos adulterios un tanto sacrílegos: el que practican un escritor y un sacerdote. El primero necesita liberarse de la mujer y el matrimonio para su arte, el segundo necesita liberarse de Dios para llegar a él a través del contacto con una mujer.

Como se ve la visión que tiene Dubus de las personas y sus relaciones personales es muy particular. Los personajes de sus relatos son gente de a pie, muy cercanos y reconocibles; con los típicos deseos de éxito y felicidad pero que son golpeados duramente por la vida obligándolos a reinventarse. El bien más preciado de estas páginas es la penetración psicológica con que nos introduce en sus complejidades emocionales. Especialmente preocupado por la tensión y el conflicto entre los sexos, Dubus suele utilizar el punto de vista de sus personajes femeninos para desarrollar el relato, como ocurre brillantemente en "La chica gorda", "Miranda al otro lado del valle" o "Adulterio". También se aprecia en sus historias una particular sensibilidad existencial cercana al carácter cristiano. 

"Lugareños" es el relato perfecto para apreciar la técnica de Dubus.  Un guardia del campus universitario encuentra el cadáver de una estudiante golpeada salvajemente en el césped. Este crimen le sirve para presentarnos la personalidad de los tres implicados -el guarda, la joven y su agresor- y, sobre todo, los cambios sociales que se produjeron en los 60: el acceso de los jóvenes al alcohol y a las drogas, la mezcla de chicos y chicas en las facultades, las experiencias sexuales y hasta un poco de nihilismo.  
"Supuso que había muerto de sobredosis de drogas o de una mezcla de drogas y licor. Esto intensificaba su dolor. Muchas veces, cuando pensaba en lo que se estaban haciendo los jóvenes, se sentía triste y confuso, como si en el país que amaba hubiera una guerra civil cuyas causas le desconcertaban, cuyas víctimas parecían heridas y muertas sin razón." pág 122
Me gusta el ritmo de una prosa que en ningún momento chirría, ni es lírico, ni melodramático. Es como una cámara que registra estas vidas en un momento crucial para dejarnos escuchar el crujido de sus vulnerabilidades. No en balde Dubus tuvo que afrontar en su vida varias desgracias: primero violaron a su hija, lo que le convirtió en alguien muy neurótico que siempre salía de casa con un arma. Posteriormente fue atropellado y condenado a una silla de ruedas para el resto de sus días. 


Quizás por eso mismo se convirtió en un gran cronista de los dramas que acucian a la sociedad contemporánea huyendo de efectismos y buscando lo genuino. Sus historias son delicadas y duras a la vez. En "El padre de Invierno" el protagonista es un padre con dos hijos que intenta reconducir su vida tras la debacle de un divorcio reciente. Y no es que el matrimonio Jackman se divorcie por odio, ya que se quieren... pero no pueden vivir juntos porque todo se convierte en bronca. Así se lo comunican a los niños con toda naturalidad: "Reñimos demasiado, hemos intentado vivir juntos pero no podemos; ya veréis como también vosotros estaréis mejor; los miércoles cenaréis con papá y los sábados y los domingos haréis cosas con él". El comienzo mismo ya recoge esta dolorosa paradoja:
"El matrimonio de los Jackman había sido adúltero y violento, pero los últimos días volvieron a ser una pareja, como habrían hecho si uno de los dos hubiera estado agonizando lentamente. lloraron juntos, se miraron a los ojos sin malicia, desconfianza ni odio, y planificaron el tiempo que pasaría Peter con los niños. La última noche que pasó en el hogar, él y Norma hicieron el amor con ternura, y sin palabras. " pág. 35
En la contraportada se avisa de que el relato más largo, y que da título al volumen, fue adaptado a la gran pantalla por John Curran con el título de "Ya no somos dos" y con el protagonismo de Naomi Watts, Laura Dern y Mark Ruffalo. Pero durante la lectura el que llamó mi atención fue el relato "Asesinatos"; porque enseguida me recordó a una película sencilla y terrible contada con una gran sensibilidad, "En la habitación" (In the Bedroom), primera película dirigida por Todd Field en 2001, de quien hace muy pocas semanas comentaba su tercera y magnífica película, "Tar". 
He querido volver a verla y comentarla a continuación.
















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Andre Dubus (Luisiana 1936-Massachusetts, 1999) es uno de los grandes maestros norteamericanos del relato en el siglo XX. Amigo y discípulo de Kurt Vonnegut, admirado por Stephen King, John Irving o Elmore Leonard, Dubus fue también ensayista, biógrafo y guionista. Su juventud la pasó en los marines, donde llegó a ser capitán. Abandonó la vida militar para seguir los pasos de su admirado John Cheever. En 1986 fue víctima de un accidente de coche que finalmente lo confinó a una silla de ruedas. Dancing after hours, publicada después del accidente, es su última recopilación de relatos.

Sufrió la violación de su hija, lo que prácticamente le condujo a la locura: salía de casa armado, y trataba de no dejar solo a ninguno de sus hijos, ni a sus mujeres. Incluso en una ocasión casi mata accidentalmente a una persona. Posteriormente un accidente le dejó postrado en una silla de ruedas de modo que colegas tan dispares como Ann Beattie, Stephen King, Vonnegut, John Updike o John Irving se unieron para recaudar fondos y pagar sus facturas médicas.

En la editorial Gallo Nero también podemos encontrar el volumen Vuelos Separados, su primera colección de cuentos, publicada en 1975. El asunto principal que sobrevuela estos relatos es la infidelidad, con su compleja red de causas y consecuencias. La película que en 2004 dirigió John Curran, "Ya no somos dos" está basada en los relatos "Ya no vivimos aquí" de este volumen y "Adulterio", comentado más arriba. 

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