lunes, 29 de mayo de 2023

Mi CRIMEN - de François Ozon


Francia, 2023


¡Qué gozada de película!
Todo un vodevil pletórico de elegancia e ingenio construido sobre unos diálogos chispeantes llenos de réplicas agudas e interpretaciones burbujeantes como el champán. Esta comedia de boulevard tiene un ritmo endiablado, pero su forma ligera esconde una apuesta profundamente feminista.

La cinta nos cuenta la historia de Madeleine Verdier (Nadia Tereszkiewicz), una actriz sin recursos, que es acusada del asesinato de un poderoso productor al que acababa de visitar y que trató de propasarse con ella. Con la ayuda de su mejor amiga (Rebecca Marder), una abogada también principiante, logrará revertir la situación y utilizar el juicio contra ella para convertirlo en un espectáculo de varietés que acabará lanzando sus carreras.

Cuando la Verdier es interrogada por el juez de instrucción salen a la luz los prejuicios sociales contra las mujeres, pero también un resquicio por el que se sobreentiende que sería más comprensivo si el crimen fuese en defensa propia de su virtud ultrajada. Ah, los hombres. A la vista de esto y aun siendo inocente, Madeleine y su abogada deciden seguir la corriente al juez, declararse culpable y preparar su debut ante el gran público: un juicio mediático en el que los alegatos en defensa de la virtud, tan apreciada por la sociedad machista, jueguen a su favor y sea absuelta.



La carnaza para la prensa y el público funciona a la perfección y las dos amigas salen del juicio convertidas en las nuevas heroínas que el público adora. Tanto a la actriz como a la abogada les llueven contratos y comienzan a vivir días de gloria. Sin embargo, la historia adopta un giro insospechado cuando una olvidada actriz de cine mudo, Odette Chaumette (Isabell Hupert), aparece en escena y las chantajea, amenazándolas con descubrir la verdad, que fue ella la que asesinó al productor para robarle. Oh, vuelta a empezar.

La película logra algo tan difícil como rendir homenaje a la época dorada del cine siendo a la vez muy contemporánea, sobre todo en lo relativo al empoderamiento de la mujer.

El vodevil se define como una comedia frívola, ligera y picante, con un argumento basado en la intriga y el equívoco. Pues eso. La historia y los diálogos de la película de Ozon están medidos con precisión para establecer un juego de ambigüedades y sobrentendidos de lo más ingenioso. Madeleine se declarará culpable de un crimen que no ha cometido y eso le granjeará la absolución y una inmensa popularidad. Toda la secuencia del juicio tiene ese punto entre frívolo y grotesco que proporciona una acusada de tierna mirada frente a un jurado compuesto exclusivamente por hombre maduros. Los personajes son un poco caricaturescos y los alegatos populacheros pero sumamente efectivos. Esta secuencia es un resumen concentrado de la película.



El equívoco será llevado hasta el absurdo cuando la Chaumette intente la misma jugarreta de mujer asesina y agraviada ante el mismo magistrado Rabusset (Fabrice Luchini). Éste la dirá que no puede declararse culpable de un crimen que ya ha sido juzgado y ¡le ofrecerá algunos crímenes pendientes de resolver para que elija uno y se declare culpable!. Bendito juego en el que el magistrado siempre ascenderá... toda vez que haya un culpable.

Replicar una película de género no es fácil. Sus engranajes están muy perfilados y el corsé puede asfixiarte; pero en cambio te ofrece la libertad de un tono y una estructura ya formado, que todo el mundo reconoce, lo que te permite servirte de las convenciones para desarrollar unos juegos malabares realmente deliciosos. En cada escena la protagonista podría mirar a cámara y hacernos un guiño. Todo el rato estamos dentro de un juego.

Algunas reseñas hablan de crítica social a la sociedad machista de los años 30. Yo no veo eso. Creo que la película replica un género para divertirse y divertirnos mientras habla de una problemática muy actual como es el feminismo. Situar la acción en 1935 permite a Ozon jugar con ligereza con un tema tan candente que, ubicado en la actualidad, le hubiese obligado al drama. Al situarla en una sociedad pretérita puede jugar con las reglas sociales y ofrecernos un agudo divertimento. 



No se puede hacer una buena comedia de enredo sin contar con la complicidad de los actores y todos ellos actúan con la desenvoltura y mordacidad que el film necesita en cada momento. Para ello cuenta con dos estupendas estrellas emergentes del cine francés como son Nadia Tereskiewicz y Rebecca Marder, muy bien acompañadas por algunos veteranos que frecuentan el cine de Ozon, como son los grandísimos Isabelle Huppert y Fabrice Luchini por más que, sus personajes, sean un tanto caricaturescos.

La película juega a ese juego tan gozoso de contar una mentira para descubrir la verdad y no es extraño que sus dos protagonistas se dediquen a la interpretación, una actriz y otra abogada, a la espera ambas de la oportunidad de lucirse ante una audiencia ansiosa de fuertes emociones. La cinta tiene un aire teatral que aprovecha muy bien para dar el tono y es que el guión de Francois Ozon y Phillippe Piazzo proviene de la obra teatral homónima, escrita en 1934, por Georges Berr y Louis Verneuil.



François Ozon es un director tan ecléctico como productivo. Me encantan sus protagonistas; invariablemente están perdidos, pero siempre encuentran su camino y nunca es convencional. A lo largo de dos décadas y media el director ya ha entregado 22 películas; algunas tan serias como ´Frantz´, melodrama que es un remake del clásico de Ernst Lubitsch ´Remordimiento´ (1932) o 'Grâce à Dieu', sobre los casos de pederastia ocultados durante mucho tiempo por la Iglesia católica. Pero también cuenta en su filmografía con obras tan deliciosas como En la casa (Dans la maison, 2012) basada en una obra de teatro de Juan Mayorga. Con ´Mon Crime´ cierra una trilogía de comedias ligeras y un poco cínicas sobre la condición de la mujer; siendo las dos primeras Ocho mujeres (Huit Femmes, 2002) y 'Potiche' (2010).

A disfrutar.

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