sábado, 27 de mayo de 2023

EL ASEDIO de TROYA - de Theodor Kallifatides


Esta es una novela brutal, sangrienta y conmovedora.
Tal y como lo es La Ilíada de Homero, ya que este clásico relato es la base de la crónica que nos hace un niño griego mientras su pueblo está ocupado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Ante el peligro de los bombardeos, la maestra del pueblo recoge a sus alumnos en una cueva y para animarlos les relata la guerra de Troya. La narración del asedio de Ilión por parte de los aqueos se superpone a la vivencia actual de la ocupación, estableciendo un fructífero paralelismo de sangre y guerra que nos lleva a una conclusión común: la guerra es una barbarie sin sentido en la que todos pierden. Así lo atestigua Helena, la hermosa causante de la guerra, al abandonar a su esposo Menelao por el atractivo Paris, hijo del rey de Troya. En medio de la brutal refriega concluye que ella siempre perderá sea cual sea el resultado de la guerra:
"Iba a perder o al padre de su hijo o a su amante, Esparta o Troya, su tierra o la de Paris.
Ganara quien ganara la guerra, ella siempre sería la derrotada."
El escritor Theodor Kallifatides es un humanista en el más amplio sentido de la palabra. Su experiencia vital como emigrante le ha forjado ese poso de quien sabe lo que es esencial en la vida. Su estilo, sencillo y lleno de sabiduría, así lo atestigua. Ante la falta de oportunidades emigró desde su Grecia natal a Suecia en 1964, con 25 años. Allí aprendió sueco y pudo estudiar Filosofía primero y ser profesor universitario después, adoptando ese idioma como vehículo expresivo cuando decidió ser escritor. 
Aunque nunca abandonó sus raíces griegas. 

Según ha declarado llevaba mucho tiempo meditando sobre la forma de traer a la actualidad la obra de Homero. Él quedó fascinado con catorce años cuando un rapsoda recitó un pasaje del poema épico en su clase. Desde entonces lo ha releído en múltiples ocasiones y quería trasladar su fascinación a las nuevas generaciones. Encontró el formato en una situación muy sencilla y directa en la que también se contarían en una escuela las aventuras de Héctor y Aquiles, pero durante la ocupación nazi, lo cual resaltaría la dañina pervivencia de la guerra.

Aquiles protegido por Ares cae sobre Héctor - de A.R. Calliano - Palacio Real de Caserta


Cuando hay peligro o bombardeos la joven maestra refugia a sus alumnos en una cueva cercana y para ayudarlos a sobrellevar el espanto de las bombas no se le ocurre mejor cosa que invocar el poder del mito: les contará el asedio de Troya y así una guerra silenciará a otra guerra, aunque en el reflejo se cambiarán las tornas: en la Ilíada los griegos (aqueos) son los agresores. Una demostración de que el horror de la guerra perdura a través de los siglos de un modo impenitente. Incluso, cuando al final de la novela se retiran los nazis, el narrador que está recordando su infancia anota que la guerra no tardó en volver y de forma aún más amarga.
“No tardó mucho en estallar una nueva guerra.
La peor guerra de todas. Griego contra griego, hermano contra hermano, padre contra hijo.
La guerra de Troya no había hecho más que cambiar de nombre.”
Recordemos que la Ilíada narra los combates y hazañas del último de los diez años que duró el asedio de Troya. El poema de Homero está muy centrado en la cólera de Aquiles, primero por el ultraje del rey Agamenón al arrebatarle a su esclava favorita y luego por la furia que desata en su corazón la muerte de su amigo más querido, Patroclo, a manos de los troyanos. Alrededor de estos hechos, la Ilíada nos presenta un mundo de ideales heroicos y hazañas guerreras, en el que los dioses ostentan un protagonismo continuo. Kallifatides acierta plenamente en el tono y el alcance de la narración (que hace la Señorita) al obviar toda presencia de los dioses y centrarse en los hechos guerreros y las pasiones netamente humanas.

Aquiles llorando la muerte de Patroclo


Su lenguaje sencillo y la humanidad que destilan sus protagonistas logran trasladarnos el vértigo de la batalla y la emoción de la piedad y el amor. Los valerosos guerreros se nos muestran además como padres, amantes y amigos; del mismo modo que las mujeres aman, sufren y superan sus temores con coraje y lealtad. Desnudo de cualquier épica inflamada, el canto de Homero refulge como un alegato antibelicista que el propio Kallifatides subraya en un escueto Epílogo:
"Ya desde mis años en el instituto, la Ilíada me ha despertado fantasía y admiración. A mi modo de ver, es uno de los más firmes poemas antibelicistas jamás escritos. Por eso, a muchísimas personas les resulta difícil leerlo. No es culpa de las traducciones. Es culpa de que en nuestros tiempos no se nos estimula ni se nos prepara para la exigente lectura que brinda la Ilíada.
Durante años me pregunté si se podría hacer algo al respecto. Y eso he intentado. ¿Blasfemia? Tal vez. ¿Soberbia? No. No he pretendido reemplazar a Homero de ninguna manera.
Tan sólo he querido que lo conozca más gente.
El lector habrá de juzgar si lo he conseguido."
Efectivamente el grueso de la novela lo constituyen esos relatos que la Señorita desgrana en la gruta y que los niños (como nosotros los lectores) acaban esperando con delectación. Es verdad que la ocupación alemana queda en un segundo plano, pero actúa como un potente espejo que provoca la curiosidad y reflexión de los alumnos en torno a la guerra y la muerte, la amistad y el honor o la compasión y la crueldad. Así, del mismo modo que la muerte de Patroclo desata la ira de Aquiles para arrasar a los troyanos, en el pueblo los alemanes buscan venganza por el asesinato de un coronel por los partisanos. Si hasta ese momento la convivencia con los alemanes había sido benévola, la arbitrariedad de la venganza mostrará a los niños sus verdaderos designios. El capitán reúne en la plaza a todos los hombres y matará a tres cada día hasta que los partisanos se entreguen o sean apresados. Como no hay muchos hombres en el pueblo, hasta el mismo niño narrador será incluido en la partida.
Ifigenia - de Anselm Feuerbach, 1871

Otro doloroso paralelismo se aprecia cuando la flota griega está presta para ir contra Troya pero no hay viento durante meses. Para solventarlo consultan al adivino Calcante que aconseja a Agamenón el sacrificio de su hija Ifigenia. Aunque se resiste el rey acaba claudicando y cuando la joven se encuentra sobre el ara sacrificial le pregunta a su padre por qué ha de morir:
"Agamenón carecía de respuesta más allá de que a veces uno ha de sacrificarse por su patria, su honor o el honor de otros, y él mismo oyó lo hueco que sonaba. No eran meras mentiras, eran falacias repulsivas. Pero la muchacha tenía que morir. Y así llegaron finalmente los vientos favorables que condujeron a los griegos hasta la costa de Troya y a la desconsolada guerra que duró diez años."
Estos hechos agitan en Dimitra, la compañera del niño narrador, el recuerdo de la hermosa Katerina cuando quedó embarazada de un hombre casado y su padre la disparó en el bosque para restañar su honor. Llora Dimitra y reflexiona que "pase lo que pase, al final siempre muere una mujer".

Está claro que el cuento de la Señorita no solamente consuela a los niños, sino que los sitúa ante la barbarie, azuzando sus espíritus con historias que les ayuden a entender el absurdo de la guerra y la caótica realidad.

Encuentro un profundo aliento feminista en los paralelismos que Kallifantides establece entre el mito y la actualidad. Por ejemplo, cuando Dimitra pregunta el por qué los griegos abusaban de las esposas e hijas de los troyanos y la Señorita le responde
"No para disfrutar en el regazo de las mujeres, sino para humillar a sus hombres. Así se hacía a veces y así se sigue haciendo. El cuerpo de la mujer es el campo sobre el que los hombres se pisas, unos a otros, el honor y la gloria.
-Tengo catorce años y mi cuerpo no es ningún campo. Yo soy mi cuerpo.
La Señorita la mira sorprendida.
-Espero que no olvides jamás -dijo."
Helena de Troya - Botticelli

También cuando salen a relucir los dioses y el niño le pregunta a Dimitra si cree en Dios:
"Creo en Dios. Sólo que no creo que sea benévolo ni sabio ni listo ni, en general, bueno. Me hace enfadar. ¿Por qué están aquí los alemanes? ¿Qué hacen aquí? ¿Por qué soy una chica? Odio ser una chica. Voy a acabar como mi madre. Jamás estudiaré nada, me casaré con un borracho y me quedaré embarazada dos veces al año."
Concluyo con una imagen que en mi cabeza se solapa a la de la Señorita: Sherezade. Los niños al principio no gustan del relato, pero al final acaban atrapados por la magia de una historia poderosa y de un estilo que destila sencillez y sabiduría. Como Sherezade, la Señorita primero los embauca y luego pospone cada día la continuación hasta encelarlos: 
“Incluso quienes, en un principio se mostraron reticentes o indiferentes habían capitulado. No éramos muchos, siete en total. Nos estábamos convirtiendo en una especie de pueblo dentro del pueblo, que ya nos había apodado “los siete fieles ".
Para quien no haya leído el poema de Homero (y también para los demás), Kallifatides les ofrece una recreación muy cercana a la sensibilidad actual pero sin abandonar su fuerte impronta literaria. El relato que hace la maestra a sus alumnos (y a nosotros) posee intensidad y emoción. Su lectura resulta muy fluida y las descripciones poderosas, escuchamos el impacto de las lanzas y los bufidos de los héroes arrastrando sus heridas.

El rey Príamo suplica a Aquiles


En el relato de la Ilíada conviven lo brutal y sangriento con lo conmovedor, así como lo vengativo con lo noble. El mejor ejemplo es cuando Príamo acude a Aquiles para pedirle el cadáver de su hijo Héctor, al que ha arrastrado por el campo de batalla en venganza por la muerte de Patroclo.
»Mi desgracia no tiene límites. Tenía cincuenta hijos cuando vinieron los aqueos. Diecinueve de ellos de mis dos esposas y el resto, de mujeres de la ciudad. La mayoría de ellos ha muerto en la guerra y he sujetado sus cuerpos inertes entre mis brazos. Héctor era mi único apoyo y está muerto. Es por él que estoy aquí. Para llevarme su cuerpo a casa. Te daré lo que quieras, fuera hay una carreta llena de preciados obsequios. ¡Apiádate! Acabo de hacer lo que ningún mortal había hecho hasta ahora: besar tus manos, las mismas manos que mataron a mi hijo.
Las palabras de Príamo llegaron hasta el corazón de Aquiles. Quería a su padre y aquel anciano arrodillado ante él era un rey y un enemigo, pero sobre todo un padre que lloraba la muerte de su hijo. Se conmovió. Ayudó al sollozante Príamo a ponerse en pie, lo abrazó y se quedaron un buen rato sumidos en el recuerdo de lo que habían perdido. Uno, a su querido hijo; el otro, a su querido amigo. La pena no tiene patria ni fronteras. No había nadie en esa tienda que no hubiera perdido a alguien.
Ese era el fruto de la guerra."
Un fruto emponzoñado.








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Kallifatides nació en Molaoi, Grecia, en 1938. Tras vivir en su infancia la ocupación nazi y ante las dificultades para labrarse un futuro emigró a Suecia cuando tenía 25 años. Allí ha desarrollado su carrera literaria en la lengua del país escandinavo. Su trayectoria literaria incluye más de cuarenta libros escritos en sueco y posteriormente traducidos por él mismo al griego en la que podemos encontrar poemarios, novelas, ensayos de viaje y obras de teatro. El autor también ha escrito guiones cinematográficos y dirigido películas. En España saltó a la fama en 2019 tras la publicación de "Otra vida por vivir", un relato íntimo y maravilloso, ya de madurez, en el que vuelve a escribir en griego.
Ha traducido del sueco al griego a grandes autores como Ingmar Bergman y August Strindberg, así como del griego al sueco a Giannis Ritsos o Mikis Theodorakis.

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