miércoles, 7 de noviembre de 2012

Skyfall

de Sam Mendes

Tengo que decir que no soy fan de James Bond. Hace tiempo que dejé de ver sus películas. Piqué de nuevo con Casino Royale y me pareció floja. Quería emular a la reciente Bourne pero el código genético Bond le impedía despegar.

En esta ocasión vuelvo a picar. Buenas críticas bastante generalizadas y Javier Bardem luciéndose me animan. Y efectivamente me encuentro con una buena película de acción: Un relato que gira sobre la propia historia de Bond, buenas escenas de acción, suspense y unas cuantas ironías. La más notoria es que para encaramarse como la mejor película de Bond se ha tenido que convertir en la menos Bond de todas.

"Este es el fin" es la primera frase que oímos en la proyección, cantada por Adele. Y efectivamente asistimos a una refundación de la serie que por el camino pierde muchos de sus clichés. En Skyfall ya no hay supermalvados que ansíen el poder mundial, Bond es más vulnerable que nunca (es herido, vapuleado y casi muerto) y aprovechando el 50 aniversario de 007 el guión riza varios rizos sobre la longevidad y el envejecimiento, con Bond, pero también con M y hasta con Q. Y ya sabemos que reírse de uno mismo es muy sano.

La película se disfruta dejando a un lado todas las cintas que vampiriza (una isla entera con edificios fantasma como en Origen, un malvado con resonancias de Anibal Lecter, etc) y sonriendo con la multitud de citas autoparódicas (¿qué esperabas un bolígrafo bomba?, le responde el nuevo Q).

La acción se centra en una venganza cuya diana es el propio MI6. En medio de un ataque muy  profundo todo se descompone, nadie confía en Bond y hasta M es sometida a un Comité de investigación. Aturdidos y aislados, Bond y M afrontan el duelo final. Siempre hemos ido un paso por detrás, hemos de volver al pasado para tomar la iniciativa, reflexiona Bond. Y es ahí donde se depura el psicoanálisis al que Sam Mendes somete al personaje. El desenlace en las magníficas highlander escocesas nos acerca a un Bond más verosímil que nunca.

Además hay otro elemento que aporta sustancia a la trama. Un malvado psicótico electrizante. La presentación de Silva utiliza el mismo y acertado argumento narrativo que la de Bond; desde el fondo de la pantalla, en plano fijo, el personaje se va acercando hasta el primer plano como una sombra o una amenaza.

La escena con ambos sentados frente a frente, sin música de fondo, es palpitante. Silva diserta sobre el rol de uno y otro. Parangona el papel de ambos. Desde ese momento la presencia, los matices y los tics con que Bardem viste a Silva se imponen como la amenaza de un cuchillo.


Aquí se pueden ver hasta 20 minutos de escenas de la película detrás de las cámaras.

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