sábado, 10 de noviembre de 2012

EL DIABLO ENAMORADO - de Jacques Cazotte








Pasión, voluntad y embrujo.-


En esta novela corta escrita en pleno siglo XVIII encontramos la encarnación de un diablo novedoso, una modosa jovencita cuyo amor apasionado logra envolver a su invocante como una gasa irrespirable. 

Los juegos eróticos dieciochescos, la razón y el sueño de ella, la pasión y el esoterismo; todo ello conforman un libro que en la sencillez de su peripecia alberga múltiples facetas.

Tiene razón Luis Alberto de Cuenca cuando señala que El diablo enamorado nos habla de 
"un siglo XVIII muy diferente del que conocemos. De un siglo volcado en el esoterismo iluminista, con tanta o mayor ilusión que en el racionalismo militante. De un siglo que había descubierto que el rostro mítico y el rostro lógico no son en absoluto incompatibles, y que la luz y las tinieblas fueron creadas para vivir juntas. De un siglo que vio nacer la literatura fantástica propiamente dicha y asistió al nacimiento de un subgénero literario como la novela gótica inglesa, de tan sugestiva y brillante descendencia en las letras occidentales. Porque el siglo XVIII no es sólo la centuria en que se rinde culto a la razón (Voltaire), sino también la del descubrimiento de los monstruos que habitan la mente humana (Sade). La novela breve de Cazotte, escrita en un estilo razonable y claro, contiene sin embargo en sus páginas el germen de la tempestuosa revolución romántica."
Jacques Cazotte nació el 17 de octubre de 1719 en Dijon. Estudió con los jesuitas y posteriormente  ingresó en una secta ocultista  que practicaba las enseñanzas del sufismo y de la cábala. Finalmente fue guillotinado en la Plaza del Carrousel, el día 25 de septiembre de 1792. 
El árbol de la vida
El libro viene enriquecido con grabados de la época y con un prólogo de Gerard de Nerval donde se exponen la vida y obra del autor, monárquico en plena Revolución Francesa y con una cualidad nunca suficientemente contrastada pero sí reconocida por sus contemporáneos, la capacidad de vaticinar el futuro. 
“Me preguntáis por el efecto que la revolución producirá sobre nosotros, sus más ilustrados y desinteresados agentes. Voy a responderos. Vos, marqués de Condorcet, moriréis en una prisión, aunque no por la mano del verdugo. En medio de la tranquila felicidad de aquel día, el filósofo llevará consigo el veneno en vez del elixir.
Condorcet le dice: “Pobre Cazotte. ¿Qué tienen que ver las prisiones, los verdugos ni los venenos con la era de la libertad y de la fraternidad?”.
-Al grito de libertad y fraternidad, las cárceles se llenarán y caerán centenares de cabezas. –contestó Cazotte.
Champfort, que estaba allí, le pregunta por su destino. Cazotte le espeta: “Os abriréis vos mismo las venas para preservaros de la fraternidad de Caín. Para vos, venerable Malesherbes; para vos, Aimar Nicolai, y para vos, docto Baily, ¡veo levantar el cadalso!... Y entre tanto, ilustres filósofos, vuestros asesinos hablarán de filosofía.”

Las profecías se consumaron incluida la suya propia. Días previos había relatado a su amigo Saint-Charles haber tenido una visión en la que era detenido y conducido ante un tribunal revolucionario. 

 La trama tiene como protagonista a un caballero español, Don Álvaro de Maravillas, que sirve al Rey de Nápoles. Interesado por la cábala, es conducido cierta noche por unos “iniciados” a las cuevas de Portici. Allí realiza un ritual de invocación demoníaca. Belcebú se le manifiesta bajo la forma de un camello grotesco; pero a petición del aprendiz de brujo se convierte en la hermosa Biondetta.

Esta novela corta tiene muchas lecturas. Lacan y otros psicoanalistas señalaron la simbología de la bestia como la del superego. Pero para mí el asunto central es el arrebato de Biondetta y el duelo de voluntades que ambos protagonizan. Álvaro es quien convoca, es quien duda, es quien puede cerrar el círculo. Cuando el paje Biondetto, haciéndose pasar por Florentina, atiende a sus invitados mientras derrama sobre Álvaro sus más tiernas expresiones y el ardor de su mirada, éste ha de reconocer: "Me emocioné hasta el fondo de mi corazón, y casi olvidé que yo era el creador del encanto que me fascinaba". 

Mientras tanto Biondetta se nos muestra ardiente y entregada. "¡Soy tuya! -grita con arrebato- Podré convertirme en la más afortunada de todas las criaturas." Y también "Soy sílfide de origen... si pierdo al pasar al estado de mujer el derecho natural de las sílfides, gozaré de la dicha de amar y ser amada. Serviré a mi vencedor, le instruiré acerca de la sublimidad de su ser, cuyas prerrogativas ignora."

Sin embargo, ante las reticencias del español, habrá de reconocer "Para separarte de mí, Álvaro, bastará un acto de tu voluntad."
Este vaivén de pasión, voluntad y embrujo prefigura el Romanticismo y a la postre es lo más definitorio de la obra.

Uno de los pasajes más significativos es el discurso que Biondetta dedica a su enamorado, cuando éste se arruina jugando a los naipes. El “diablo enamorado” pretende iniciarlo en los secretos matemáticos que rigen el mundo:

“Sí; aparte la prudencia, se puede aprender a jugar a los juegos de suerte, que vos llamáis equivocadamente juegos de azar. No hay azar en el mundo; todo ha sido y será siempre una serie de combinaciones necesarias que sólo pueden entenderse mediante la ciencia de los números, cuyos principios son, al mismo tiempo, tan profundos y tan abstractos que no se pueden aprehender si no es con la guía de un maestro; pero hay que saber encontrarle y ganar su afecto. Sólo con una imagen puedo pintaros ese conocimiento sublime. El encadenamiento de los números marca la cadencia del universo, regula los que llamamos acontecimientos fortuitos y los presuntamente determinados, obligándolos con péndulos invisibles a producirse cuando les corresponde, desde los hechos importantes que suceden en las lejanas esferas hasta los miserables y pequeños golpes de suerte que hoy os han despojado de vuestro dinero.”
Lo que gobierna el mundo, según Biondetta no es el azar, sino un sistema de necesidades bien equilibradas. Un "conocimiento" esotérico te puede dar las llaves del mundo.

El diablo se nos muestra aquí muy determinista, aunque Álvaro no deja de apurar sus dudas, ejercer su libertad y multiplicar las huidas y aventuras. Una pequeña joya.

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