Extracto del prólogo de Jorge Luis Borges en la maravillosa Biblioteca de Babel de Ediciones Siruela.
Dividir en siglos la historia no es menos arbitrario, tal
vez, que dividir en puntos el espacio o en instantes el tiempo, pero esas
unidades son arquetipos que nos ayudan a imaginar y cada siglo nos propone una
imagen coherente. El admirable siglo XVIII fue el siglo de Voltaire y de la
Enciclopedia, pero fue también el siglo de Swedenborg y de su rebelde
discípulo, William Blake. Quizá no huelgue recordar que fue el siglo de Osián, del
apócrifo Osián y de la epopeya celta, que inauguró el vasto movimiento
romántico.
Ese ambiguo carácter se refleja en Le Diable Amoureux de Jacques
Cazotte. Está redactado en razonable y clara prosa francesa, pero su fábula es
fantástica. Ya Voltaire en Micromégas había dado el ejemplo; ya Antoine Galland
había revelado al Occidente el Libro de las Mil y Una Noches. Cazotte
recordaría su título en Mille et une fadaises, Contes à dormir debout; de igual
modo, el Diable amoureux es una voluntaria antítesis de Le Diable boiteux de Le
Sage. El argumento de Cazotte no se reduce a un artificio del Demonio que toma
forma de mujer para apoderarse de Álvaro; el Demonio, enredado en su propio
juego, se enamora de Álvaro, como si la fugaz mascarada hubiera transformado su
esencia, hasta convertirlo en la verdadera y apasionada heroína de la obra.
Nada queda en Biondetta de la monstruosa aparición que responde al conjuro de Álvaro en las ruinas de Portici y que le dice en italiano: Che vuoi? La máscara
es el rostro; la satánica seductora es la seducida y seguirá siéndolo, ansiosa
y plañidera, en el decurso de la fábula, tan llena de episodios idílicos. Una y
otra vez Belcebú–Biondetta agota las diversas artimañas que todas las mujeres
inventan para atraer a un hombre. El estilo, deliberadamente frívolo, suele
jugar con el terror, pero, a diferencia de Vathek, que es de fecha ulterior, no
se propone nunca alarmarnos. Cazotte no pudo prever que su fábula sería
sometida a la mitología patológica del reciente Procusto, Sigmund Freud.
Gabriel Saud, discípulo de Procusto, ha conseguido que el
Belcebú–Biondetta sea una hipóstasis de la madre y del padre del escritor, lo
cual es más quimérico y, sin duda, más terrorífico que el libro que se propuso
explicar. Agreguemos que es menos encantador.
(...)
(J. Cazotte) En 1772 publica el Diable amoureux; el éxito es tan grande
que se le acusa de haber revelado misterios que los iniciados deben guardar.
Los críticos, razonablemente, atribuyen a la imaginación del autor el encuentro
con el Demonio.
Su fama de visionario permitió que le atribuyeran una profecía
de su propia muerte, y del terror. Por lo demás, el propio Cazotte declara:
«Vivimos entre los espíritus de nuestros padres; el mundo invisible se cierne a
nuestra alrededor... sin cesar, los amigos de nuestro pensamiento se nos
acercan familiarmente... Veo el bien, el mal, a los buenos y a los malos; a
veces la confusión de los seres es tal, cuando los miro, que no siempre sé
distinguir, desde el primer momento, a los que viven en su carne de quienes han
dejado las apariencias groseras...» Y agrega después: «Esta mañana, durante la
oración que nos reunía bajo la mirada del Todopoderoso, el cuarto estaba tan
lleno de vivos y de muertos de todos los tiempos y de todos los países, que no
podía distinguir entre la vida y la muerte; era una extraña confusión, pero
también un magnífico espectáculo.»
Monárquico ferviente, no oculta nunca su adhesión a Luis
XVI. En agosto de 1792, las autoridades secuestran unas cartas en las que, se
cree ver una conspiración. Cazotte es arrestado; su hija Elizabeth lo acompaña
voluntariamente a la cárcel. La suerte le depara un fin espléndido; al subir al
patíbulo, bien cumplidos los setenta años, podrá decir: «Muero como he vivido,
fiel a Dios y a mi rey.»
Jorge Luis Borges
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