miércoles, 21 de noviembre de 2012

La parte de los ángeles

-The Angel´s Share-
de Ken Loach






Siempre me ha atraído de Ken Loach su capacidad para mostrar el desgarro de unos seres abandonados a su suerte y la ternura con que afrontan su indefensión. Si en sus primeras películas el crudo realismo se imponía, después de más de cuarenta años de carrera ha añadido a su paleta unos gramos de comedia sin perder un ápice de pasión. 

La parte de los ángeles se nos muestra como una fábula moral sobre el círculo vicioso que parecen constituir juventud, paro y delincuencia. Sin desdeñar la denuncia social, Loach y su guionista ponen en pie una gozosa ficción que constituye todo un canto de esperanza. Un improbable robo aportará una dosis de suspense y hará partícipe a Robie, el protagonista, de la pizca de chance con que sólo los ángeles pueden retribuir.

En el comienzo vemos a un grupo de jóvenes recibiendo la reprimenda del juez y su sentencia de trabajos comunitarios. Pero hay uno que está a punto de ser padre y sobre este hecho, el joven Robie buscará una segunda oportunidad. La casualidad quiere que su monitor sea un gran connaisseur del whisky escocés. Para oxigenarles de su conflictivo entorno les invita a una cata donde Robie descubrirá sus aptitudes para estas pruebas. Introduciéndose en este mundillo se le cruzará la oportunidad de un robo en una destilería.
No es sólo otra típica película de Loach. El pulso narrativo y la comicidad es encomiable. Posee además ligereza y suspense. Está dotada de una entrañable mirada hacia unos personajes condenados por su propia sociedad. El guión tiene una finura exquisita para conducirnos por los difíciles meandros en que transcurre la vida de estos jóvenes en paro. 

La cinta se beneficia de la costumbre del director por contar con actores naturales. Sin duda, bajo su batuta, todo el elenco desborda verosimilitud. Robie está interpretado por Paul Brannigan, voluntario en la rehabilitación de drogadictos. Paul Laverty lo encontró en un centro social y acabó convenciéndolo para sumarse al proyecto.

Asimismo el experto en whisky, Charles Maclean, prácticamente se interpreta a sí mismo, como director de las catas. 

La tensión dramática está perfectamente trazada en dos escenas: una es el desgarrador encuentro programado de Robie con su  víctima,  a la que pateó hasta inutilizarle un ojo. En otra asistimos al acoso que sufre por parte de una banda rival. Su suegro no esconde su decepción y con crudeza le invita a huir: no puedes ofrecerle nada a mi hija, eres carne de cañón, viene a decirle. Pero él está dispuesto a luchar por una segunda oportunidad, aferrado a su hijo recién nacido.

Como espectadores estaremos a su lado y la perseverancia de su mala suerte nos llevará a una de las mejores escenas, cuando la policía, sin venir a cuento, detiene a todo el grupo para cachearles.

La misma tarjeta que Robie deja a su monitor de trabajo social, podemos dedicar nosotros a Loach y a su guionista: "Gracias por darnos una nueva oportunidad". Glasgow, escenario recurrente en la filmografía del director, se ve aquí embellecido por los paisajes evocadores de las highlands y las recluidas destilerías.

En este entorno se denomina la parte de los ángeles al 2 % del producto que se evapora durante su envejecimiento en barrica. Esta imagen y el grupo de jóvenes, le brindan al director la oportunidad de crear una metáfora sobre las segundas oportunidades que reúne brillantez y emoción a raudales.

Premio del Jurado en el Festival de Cannes.

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