miércoles, 25 de mayo de 2011

Todo está iluminado

de Liev Schreiber



Maravillosa película plena de humor y dramatismo. Pocas veces un libro fue trasladado con tal acierto a la pantalla. El tono de la narración es uno de sus pilares y el otro unos actores en estado de gracia encabezados por Elijah Wood y secundados por un impagable Eugene Hutz.

Basada en la novela autobiográfica de Jonathan Safran Foer, nos cuenta la búsqueda de sus ancestros que el autor emprendió al morir su abuela. Esto le llevó desde Norteamérica a Ucrania. Allí un joven con su padre y un perro se convierten en sus guías a través de los inmensos campos ucranianos hasta llegar a la mismísima aldea originaria de su familia.


La película se beneficia de un humor surrealista y de unos personajes cuya extravagancia los convierte en entrañables. Por un lado el protagonista aparece retratado como un bicho raro, maniático de coleccionar todo tipo de objetos y hasta porciones de tierra que guarda pulcramente en bolsitas de plástico. Al llegar a Ucrania aparece la voz en off del joven guía. Ataviado con chándal y cadenas de oro se pasea chulescamente por la vida demostrando su admiración de papanatas por los personajes y la cultura popular norteamericana. Su forma de expresarse es muy chocante y resulta unos de los atractivos de la película.

A su padre nos lo presenta como ciego, aunque después es quien conduce el coche. Acompañamos a estos personajes tan atrabiliarios en una particular road movie por los inmensos campos de Ucrania. La búsqueda es la del origen, también la del sentido de nuestras vidas amarradas a la memoria. Aunque sea tan frágilmente como dentro de bolsitas de plástico con anillos, pelos, tierra, jabones, etc. La película, de algún modo, nos empuja a cada uno a recordar y buscar nuestro Trachimbrod.

Bien es cierto que la puesta en escena a veces es muy plana, pero el director demuestra olfato para provocarnos sensaciones.


Las escenas hilarantes del comienzo que nos hacen pensar que hemos aterrizado en otro planeta, se van tornando más dramáticas y emotivas según nos vamos acercando al lugar de donde huyeron sus abuelos. Allí una mujer guarda en cajas de zapatos centenares de recuerdos. El coleccionista de bolsitas de plásticas encuentra su paraíso.

Esta última parte produce una emoción sincera y hasta dolorosa. De pérdida, de sueños cercenados, aquello que pudo ser y la guerra aplastó. Ya sólo existe en la memoria.

La mujer de las cajas, el viejo ciego y el protagonista se encuentran finalmente en el centro de este dédalo de caminos. Esa imagen de una cabaña perdida en medio de un mar de girasoles y llena hasta el techo de cajas de zapatos con recuerdos de todos los que fueron quedará para siempre en nuestra memoria.

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