sábado, 21 de mayo de 2011

La misma sangre y otros cuentos

de William Goyen

Resulta muy acertado colocar como título del libro "La misma sangre" que lo es también de uno de los cuentos; ya que en todas las historias aparece en primera línea un parentesco, tres hermanas, un padre y un hijo o un tío y dos sobrinos. Los lazos de sangre significan mucho en estos relatos y junto a los lazos con el terruño, tenemos los dos nudos que tensan la cuerda del libro.


Los cuentos de Goyen ocurren ineludiblemente en Charity, Texas. La sangre y la tierra que transita por todos ellos es la savia de su escritura. En el posfacio se nos comunica que Goyen presionaba a sus alumnos para que hablaran de sus lugares de origen porque "el lugar", decía, "lo es todo, es esencial" en la formación de la memoria, que es la fuente de la identidad. Y esto es absolutamente cierto en estos cuentos. Leerlos es practicar la inmersión en dicho condado: el ritmo vital de sus personajes apegados a la tierra, sus relaciones familiares, las expectativas de sus vidas, sus paisajes conforman un todo indisoluble. Los unos son producto de los otros y viceversa.

Aquí no hay globalización. Es un terreno acotado, remoto, con una forma de vida muy cerrada sobre sí misma y eso, por contra, produce que el mundo se perciba como algo inmenso, a veces inmisericorde. Allí los personajes se sienten ínfimos y no cesan de hacerse preguntas. Y esta es otra de las características de Goyen. Quizás sea en estos cuentos donde he leído más frases interrogativas por página.


De esta selección me gustan especialmente "Si tuviera cien bocas", un relato redondo y tremendo; "Zamour, historia de una herencia" donde una mujer se traslada desde el condado a la ciudad, llevándose con ella las ropas, las horas, la vida de su aldea, para terminar viviendo en una especie de burbuja. Este relato posee todos los ecos de García Márquez o Juan Rulfo. Incluso esa espera en la que se sume la mujer, convirtiéndose casi en un mueble más de la casa, conduce a un desenlace en medio de una inundación que posee el tono bíblico y grotesco del mejor realismo mágico. También es extraordinario "Savata, mi hermana rubia", contado en primera persona por una mujer negra, con un tono acertadísimo de un alma temerosa de Dios.


Aunque sólo fuera por "Si tuviera cien bocas", merecería la pena conocer a William Goyen y comprar sus libros. Es un relato magistral, trenzado con los hilos de la tragedia griega. Un hombre acuna a sus dos sobrinos, uno en cada brazo y relata una historia de la familia. En él encontramos la referencia a un pasado remoto, la trabazón ineludible del amor y la muerte, el vértigo de un destino insoslayable. Los sucesos ocurren en un paisaje que ahora mismo es autopista y fábrica pero que en tiempos fue un bosque ominoso. Y dentro del bosque, una cueva: las personas, sus vidas y sus más impetuosos deseos se nos ofrecen envueltos en una placenta de raíces y tierra de donde surge la tragedia.


A pesar del realismo e incluso la crudeza de estos relatos, no dejamos de encontrar signos fantástcos como el gusano que Arthur Bond tiene en el muslo y que no sabe si es una bendición o una condena, la barba que lucen las tres hermanas en "Zamour,..." o las arenas de un río seco que se acaban tragando un cadáver.


La edición procede de un acuerdo entre la española Páginas de Espuma y la editorial argentina La Compañía. Imagino que por ese motivo aparecen expresiones como "tenía que reportar", "galpón" y otras semejantes. Creo que esto le da un color añadido. No en vano Faulkner y compañía tuvieron su mejor predicamento en Latinoamérica y las extensiones y vivencias de esas tierras mantienen mejor su eco reflejadas desde allí. Además esta edición nos regala un posfacio de la propia traductora, Esther Cross, que es un regalo para los que no conocíamos a William Goyen. En él se dicen cosas como "Goyen permaneció siempre fiel a esas noches de la infancia. Su escritura selló un pacto entre esas historias que oía y la música que los otros no podían escuchar." Y también "Contar un cuento, dijo, era una cuestión de ritmo y cada historia tenía el suyo." O "Quienes son sus personajes? Sus personajes eran personas simples que imaginan y preguntan".

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