Llevar en la piel es una novela transparente y quirúrgica que nos relata la investigación del asesinato de una anciana millonaria en Biarritz. Dos asuntos son centrales en la trama. Por un lado el contraste de que la mujer pertenezca a la alta sociedad parisina y su cadáver aparezca desnudo en un decadente apartamento alquilado por ella misma. Por otro, las brutales señales de quemaduras que presenta el cadáver. Según parece el asesino ha utilizado un ácido que ha aplicado con sumo cuidado por el rostro y todo el cuerpo, dibujando un espectral itinerario. Que las quemaduras se hayan producido postmorten no hace sino añadir un punto de morbosidad a un crimen ya de por sí "sofisticado", como le describe el comisario al juez encargado del caso.
Cuando empieza el libro parece que el protagonista vaya a ser el comisario Canone, que es quien abre la novela preocupado por los signos de decadencia que presenta su cuerpo; pero tras la detención del sospechoso más obvio, un joven amante que aparece entre los escasos contactos del teléfono de la anciana; el protagonismo salta al abogado detective Albert Larten, una fascinante creación de la autora que nos lo presenta de esta sutil manera.
"Aquella tarde, en el colegio habían empezado a analizar El tío Goriot, que iba ser la lectura de clase durante todo el trimestre. Y en aquel libro Balzac había imaginado la casa Vauquer: "pensión burguesa para los dos sexos y otros". Y él, un niño como cualquier otro, un niño indistinguible aún de los demás, al leer en su libro aquel curioso rótulo había comprendido, con la formidable intuición de la infancia, dos cosas que iban a ser fundamentales en su vida y que, en el camino de vuelta a casa, le provocaban una emoción que le hacía temblar y, al mismo tiempo, le mantenía en pie, como a Irène Duroudier.
La primera le decía que él pertenecería más tarde, cuando creciera lo suficiente y llegar ala hora, a la categoría de los otros. La segunda, que las buenas novelas son siempre de fiar y que él iba a convertirse en un lector devoto, agradecido." pág. 75.
Biarritz |
Albert Larten tiene ese punto de fina inteligencia y excentricidad que tanto se agradece en un buen detective. Su despacho lo tiene en una autocaravana donde dispone de todo lo que necesita para recibir a los clientes y afrontar sus casos.
"El interior era reducido aunque confortable. Dos sillones de cuero, azul Francia, situados frente a frente y en torno a una mesa abatible de haya. En la misma madera clara, armarios de buen acabado y unas baldas donde convivían, perfectamente alineados, tratados de Derecho, novelas y guías de vino." pág 67
Larten es un personaje tan atractivo como poliédrico. Es experto en vinos e incluso mantiene abierto un blog, El detective del vino; pero sobre todo es un tipo alto y dueño de una elegancia innata que siempre enfatiza con un ligero toque femenino con el objeto de poner "al final de cada una de las frases que constituían su identidad, una interrogación (...) una invitación a saltar hacia afuera la tapia del lugar común".
Le gusta ir andando a los lugares porque eso le sirve para ordenar la ideas y "alentar la imaginación". Es muy perspicaz para calar a las personas y también para atrapar esos pequeños detalles capaces de cambiar el rumbo de las cosas; como ese imperceptible rasguño sin cicatrizar que le hará dar un vuelco a la investigación.
"A Larten le gustaban mucho los coches, pero no le habían atraído nunca los de cambio automático. Prefería decidir él mismo cuándo pasar de una velocidad a otra. Con la gente le sucedía lo mismo; tampoco apreciaba las mentalidades automáticas, que iban de un pensamiento a otro, empujadas no por su propia reflexión, sino por la maquinaria, siempre a punto, siempre dispuesta a intervenir, del apriorismo y el prejuicio." Pág. 78
La trama es diáfana. Un crimen, un sospechoso, un detective y una investigación sometida a diversos giros. Pero son los personajes y el ritmo los que dan a esta novela un sabor especial. El estilo de Antonia Lassa es preciso y ágil. Las páginas discurren raudas apoyándose en multitud de diálogos que giran sobre los desnudos hechos. Porque aquí no hay paja. Sólo hechos y la descripción de una investigación quizás demasiado sincopada. No olvidemos que el libro apenas cuenta con doscientas páginas que se leen en dos tardes. Aunque probablemente esta queja venga determinada por no querer abandonar la compañía de alguien tan punzante y seductor como Larten.
La solidez de la trama se apuntala a través de capítulos con títulos de lo más sugerente: Dibujos en el cuerpo, Los sonidos del mar, Los otros, La tercera mujer, La piel, Hirondelle. La novela tiene una ambientación francesa muy conseguida citando con soltura tanto a Madame Bovary o Balzac como el callejero parisino o esa aristocrática posición que Paris mantiene con el arte.
"No es el punto de llegada de las obras de lo que llamamos arte contemporáneo lo que me interesa -dijo Mathilde-; la mayoría de ellas me resultan decepcionantes. Es el punto de partida. La libertad que se toman los artistas de ahora de meterse en cualquier parte, en cualquier ámbito." pág. 117
Edición inglesa de la novela |
Se puede decir que es una novela de contrastes. El expansivo abogado detective se encuentra con un cliente joven y recoleto, Émile Gassiat, dueño de una discreción infranqueable y compositor de extrañas melodías que extrae de los sonidos del mar que capta en sus navegaciones nocturnas. También contrasta la elevada posición de las ancianas con la de su joven amante y la del detective que contratan. Una muralla inaccesible que incluso hace peligrar la investigación, ya que el abogado no tiene acceso a ese círculo social por lo que no encuentra pistas, ni hilo del que tirar. Aunque finalmente en la piel del título acabará encontrando la clave "seguramente porque contenía un enigma que descifrar, un código, el jeroglífico que constituían aquellos dibujos sobre la piel de la muerta."
Como hándicaps señalaría una resolución un tanto abrupta y la ausencia de una malignidad más oscura. En cambio están deliciosamente reflejadas las relaciones personales. Sobre todo la que establecen entre sí Larten y Gassiat, cuyas confidencias nos hacen reflexionar sobre temas no habituales en la conversación social como la vejez y el edadismo en relación con el deseo carnal y la forma en que la sociedad trata a las personas cuya sensibilidad les hace vivir fuera de la norma.
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