sábado, 28 de noviembre de 2020

HIPNOS - de Javier Azpeitia


Hipnos es el dios del sueño y también el hermano de Tánatos. A ambos mitos se remite Javier Azpeitia para trazar esta novela sobre una joven psicóloga que se incorpora a la plantilla de un centro psiquiátrico y se ve inmersa en una potente intriga donde la hipnosis y el sentido de la realidad forman un laberinto: "Dos días después, tumbada en esa misma cama, retomas la cotidiana labor de averiguar si te hallas dentro de la realidad o soñando", reflexiona la protagonista. De hecho en su primera visita al despacho del fundador reconoce allí una escultura del dios Hipnos "sembrando adormidera en una de sus escapadas nocturnas". Se puede decir que toda la novela transcurre bajo esta premisa, pisando adormidera, porque de continuo nos asalta la duda de si lo que leemos es la realidad o los delirios en que la doctora va cayendo, enredada en una perversa red que aparentemente teje el director.

Los pabellones de la clínica están situados en una aislada rada cerca de Cadaqués y en la novela se produce algo que me gusta mucho, la coincidencia entre el espacio físico del centro y el mundo interior de la protagonista, algo que se puede visualizar como pasillos laberínticos y pesadillas. Y es que la trama combina con sutileza lo policíaco y el thriller psicológico.

Muy pronto la joven doctora Beatriz Vargas conocerá un ecosistema de enfermos y psiquiatras que no tiene desperdicio; pero ella también carga con su propia mochila de traumas y angustias que le han llevado a ser una adicta a los psicofármacos. Un caldo de cultivo que poco a poco entrará en peligrosa ebullición. Ante ella se presentan el doctor Villalta y el fundador Emile von Hagen. El primero ejerce la psiquiatría al modo tradicional, actuando sobre el pasado, accediendo a los recuerdos y recomponiendo la personalidad; mientras que von Hagen sigue una terapia mucho más arrojada, incidiendo en el futuro: 
"Primero reconstruimos el futuro. Luego intentamos que el paciente pase a asimilarlo como algo perteneciente a su pasado, que su inconsciente se convenza de que ya ha ocurrido, sin traumas, para que deje de dirigirse hacia él; para que deje de buscarlo. El futuro, visto así, es un motor imparable: debe suceder. Y sin embargo existe la posibilidad de moverlo, de trasladarlo al pasado, de incluirlo tanto en el consciente como en el inconsciente de los pacientes. Si un hombre sabe que ya ha realizado ciertas cosas, dejará de procurarlas, las despreciará como se desprecian los logros y los fracasos una vez cometidos. Es un efectivo juego de ficción que emerge a la realidad, una añagaza que evita el destino." pág. 81


Todo se complica cuando en el corto plazo de unas semanas, se producen los suicidios de dos pacientes, mientras un tercero le confiesa a la doctora que es un policía encubierto que investiga una posible conspiración. Seguro que rápidamente se ha formado en tu mente, lector, la imagen de Leonardo di Caprio llegando al psiquiátrico de Shutter Island, en la briosa película que dirigió Martin Scorsese, adaptando la novela de Denis Lehane. Pero tengo que decir que la novela del bostoniano data de 2003, mientras que en mi ejemplar de Hipnos consta como fecha de edición 1996. De todos modos no hay por qué hacer comparaciones odiosas. En la novela de Lehane prima la acción y la investigación, mientras que en la de Azpeitia, más literaria, prima el punto de vista psicológico desde el que la doctora afronta sus vivencias. 

Desde el primer momento en que se pierde por el laberinto de pasillos del centro (y sorprende a van Hagen practicando una hipnosis discordante), la doctora verá difuminarse la línea que separa la realidad del delirio, la memoria del infundio. La narración es entrecortada, contiene numerosas elipsis y superpone secuencias reales y oníricas hasta hacer dudar a la joven...y a nosotros. A todo ello se suma la extrañeza de escuchar (leer) una voz que habla por encima de lo que está pensando o viviendo Beatriz. ¿Quién habla? Según avanzas por las páginas, la mente de la doctora va cayendo en un abismo cada vez más oscuro, donde las pesadillas se convierten en realidad. 
"No olvides, no olvides: tu nombre es Beatriz Vargas. Llegaste a esta clínica como un náufrago a bordo de tu flamante coche rojo en una tarde del mes de mayo de este mismo año. Eras: tu cuerpo envuelto en un batín blanco trazó un laberinto perdido de pasos entre los pabellones; brillaba en sucesivas mañanas salpicado de agua bajo la luz azulada por los baldosines en el baño de tu habitación; se revolvía en duermevela cada noche del verano, semicubierto por las sábanas, buscando un sueño más profundo en el que recogerse. Todo eso fue, sucederá. Sólo hay que avanzar despacio. Porque cada hecho es oscuro, y provoca un haz de caminos del que debemos escoger uno nada más. Uno que no desemboque muy lejos de a donde queremos llegar. Hay que moldear despacio esos hechos. Obligarlos a acercarse al presente en línea recta. " pág. 46-7
La novela está construida con destreza y escrita con suma precisión. La estructura se basa en dos líneas temporales bien diferenciadas, una de las cuales la componen los epígrafes Preludio, Interludio y Deludio, escritos en cursiva y que están colocados estratégicamente a lo largo del libro para darle una enigmática continuidad. Reconozco que al concluir su lectura me releí el Preludio y el Interludio, apenas 10 páginas en total, para apreciar la ingeniosa composición en su integridad. 

El misterio se exacerba cuando, en el Preludio, Beatriz asiste a un teatro donde actúa un famoso hipnotizador, "El gran Stefanini", que casualmente la selecciona para hipnotizarla en uno de sus números. Posteriormente y con la doctora ya instalada en la clínica, ésta vuelve a encontrarse con Stefanini, como asesor de von Hagen para mejorar su técnica hipnotizadora.... pero ni ella ni él se reconocen, ni recuerdan aquella actuación. Ya a solas el director la informará que, en realidad, el artista está recluido en el sanatorio por haber matado a su mujer y haber bloqueado el trauma. 

La alta tasa de suicidios, la presencia del policía encubierto (¿real o ficticio?) y otras sospechas van convenciendo a la psicóloga de que está en medio de una maquinación que amenaza con atraparla. No en balde el doctor Villalta ya le advirtió sobre van Hagen: 
"A su edad es difícil cambiar. ¿Has leído su libro? Te lo aconsejo. Viene bien echarle un vistazo y comprobar lo peligrosa que es nuestra profesión para la estabilidad de la mente. Resulta divertido ver cómo un hombre va enloqueciendo gracias a los casos que trata. Es el viejo cuento: los cuerdos encerrados en la bodega y los locos al timón." pág 39
Javier Azpeitia practica con pericia el juego entre realidad y ficción, maniobrando con el extraño timón de la hipnosis para adentrarnos por un territorio inexplorado de la mente que incluye el augurio y la pesadilla.

Un novela muy inquietante para disfrutar.








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Javier Azpeitia es escritor, profesor de escritura creativa y editor. Ha publicado seis novelas: Mesalina (1989), Quevedo (1991), Hipnos (1996, premio Hammett de Novela Negra), Ariadna en Naxos (Seix Barral, 2002), Nadie me mata (Tusquets, 2007) y El impresor de Venecia (Tusquets, 2016). Ha sido traducido al francés, italiano, griego, holandés, ruso y japonés. Coordinador del Máster de Edición de la UAM y de varios clubes de lectura en bibliotecas de la Comunidad de Madrid, es también profesor de escritura creativa en Hotel Kafka. Fue subdirector de la editorial Lengua de Trapo desde su fundación y director de 451 Editores.  En 2015 comisarió la exposición 500 años sin Aldo Manuzio de la Biblioteca Nacional Española, sobre el famoso impresor italiano, protagonista de su novela El impresor de Venecia. En ella recrea el nacimiento del negocio de los libros en una ciudad enloquecida donde son habituales el robo de manuscritos o la censura de los poderosos contra la difusión del epicureísmo.  

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