jueves, 21 de mayo de 2020

VENTAJAS de VIAJAR EN TREN - de Antonio Orejudo



"El problema de Helga Pato con las personas era que confundía a los narradores con los autores y a éstos algunas veces con los personajes."
Según avanzaba en la lectura no podía dejar de recordar este comienzo del capítulo 2. Me parece que ahí se encuentra uno de los centros de gravedad de esta extraordinaria novela que navega con mucho desenfado e ingenio por las aguas donde se confunden realidad y ficción. De hecho el capítulo 1 comienza con un "Imaginemos a una mujer..." que nos invita a echar a volar la imaginación para visitar los mundos que crean y habitan las personas, convirtiendo el libro en un auténtico mar de historias.
"Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda. Imaginemos que este hombre no regresa jamás de su ensimismamiento, y que ella tiene que internarlo en una clínica para enfermos mentales al norte del país. Nuestro libro comienza a la mañana siguiente, cuando esta mujer regresa en tren a su domicilio tras haber finalizado los trámites de ingreso, y el hombre que está sentado a su lado, un hombre joven, de nariz prominente, ojos saltones y alopecia prematura, que viste un traje azul marino y lleva sobre las rodillas una peculiar carpeta de color rojo, se dirige a ella con esta pregunta tan peregrina:
- ¿Le apetece que le cuente mi vida?
Este hombre se presenta como Ángel Sanagustín, psiquiatra del hospital donde acaba de ingresar a su marido y estudioso de los trastornos de la personalidad a través de las narraciones y escritos de los pacientes. Para ratificarlo muestra una carpeta roja donde guarda numerosos relatos de distintos enfermos. Cuando el psiquiatra se apea en una parada para buscar un refresco y pierde el tren, la mujer se encuentra de pronto en suspenso y con la carpeta de escritos en sus manos. 

Éste es el punto de inflexión para que multitud de páginas sueltas y personajes se vayan apelmazando en esta novela corta donde las historias se multiplican y entrelazan gozosamente: la del propio psiquiatra fascinado con la historia de Martín Urales, un paranoico suplantador de personalidades que sospecha de un complot gubernamental basado en la clasificación de la basura, y la de otros pacientes que exponen sus relatos aquejados de esquizofrenia, autismo, paranoia, coprofagia, o acatisia. "¿Quién hoy día no es más o menos esquizofrénico?" Nos dice el doctor Sanagustín.


En el otro lado de la moneda nos encontramos a la protagonista, una editora que a través de su propia historia y otros encuentros nos acerca una reflexión sobre los mecanismos fisiológicos y psicológicos que se activan con la lectura ("La personalidad no es otra cosa que lo que cuentan de alguien". O todavía más, "Lo que hacemos, lo que sentimos, lo que experimentamos es simplemente un impulso electromecánico que sólo adquiere sentido cuando lo contamos"). A lo que añade también una crítica nada velada sobre ciertos tipos de literatura. 

"Durante meses le siguieron llegando esos melancólicos bodegones sobre la guerra civil, la preguerra civil o la posguerra civil, que los nacidos en los años cuarenta y cincuenta se empeñaban en recrear una y otra vez en narraciones que confundían la seriedad con el tedio, la ñoñería con la sensibilidad, y que incluían personajes que se llamaban Inés o Alfonso, y complementos circunstanciales del tipo «con la lenta parsimonia del verdugo». […] Tampoco le interesaban ya las novelas tiovivo, la especialidad de su marido, esas páginas reflexivas, falsamente reflexivas, que no llegaban a ninguna parte, que daban vueltas y vueltas para deleite del lector a una anécdota más o menos trivial, más o menos original, hasta que se paraban en el mismo punto del que habían partido…"
Crítica que llega hasta los éxitos prefabricados atravesados por los neones de la televisión y la publicidad.
"Una novela titulada Lobotomía, en adelante LA OBRA, que planteaba, según explicaba en su sinopsis, la inquietante hipótesis de que todo lo que aparecía en la pantalla del televisor fuera una ficción que seguía las directrices de un guión previamente establecido. Los célebres incidentes en el País Vasco, por ejemplo, eran ejecutados frente a la cámara por especialistas bien entrenados. Los participantes en los concursos de preguntas y respuestas eran en realidad actores profesionales que desempeñaban el papel de ciudadanos normales y nerviosos que simulaban entusiasmarse con premios asignados de antemano. Los partidos de fútbol seguían las pautas ideadas por un equipo de diseñadores de contenidos, como se llaman ahora los escritores, que dosificaba las jugadas peligrosas, los incidentes en las gradas y que colocaba los goles en los minutos más adecuados para arrasar en los índices de audiencia"
"El Doble Secreto", de René Magritte, 1927


Todo el libro es un laberinto de pasillos y puertas por donde se cuelan multitud de historias que se cruzan y multiplican. El juego literario de la impostura, la duplicidad y del narrador poco fiable convierten la novela en un festín de la imaginación.  

Es curioso que muchos de los nombres tengan referencias geográficas (Linares, Alkarria, Urales). Cuando en el epílogo se descubre la postrer impostura de Martín Urales de Úbeda, no pude por menos que pensar en la expresión tan castiza de "irse por los montes de Úbeda". Desde que en la página inicial el psiquiatra Sanagustín le hiciera a la protagonista aquella pregunta tan peregrina: "¿Le apetece que le cuente mi vida?", ese narrador múltiple y bullicioso desarrolla toda una panoplia de historias y emboscadas que subrepticiamente nos van encelando....

...Y si ese "irse por los Montes de Úbeda" lo unimos a la exposición que el propio Sanagustín hace de la esquizofrenia hebefrénica (una tendencia irreprimible a narrar su propia vida), tenemos un juego de espejos y colores (personajes) verdaderamente deslumbrante. La novela en el fondo es un trampantojo en el que las voces de los narradores se superponen en un juego donde el gozo del viaje es perderse.


Porque es el propio doctor Sanagustín quien después de traer a colación la esquizofrenia hebefrénica, refiere la historia de Martín Urales de Úbeda, que a su vez le fue referida por la hermana Amelia Urales de Úbeda, que descubrimos suplantada por el propio Martín, que finalmente descubrimos que suplanta al doctor Sanagustín. Un efecto Droste fabuloso donde una historia se esconde dentro de otra del mismo modo que un personaje se esconde tras otro en narraciones constantemente delegadas que nos producen tanto vértigo como gozo literario. ¿Quién es el auténtico Ángel Sanagustín? ¿Es Martín Urales de Úbeda real? ¿Existieron los sujetos paranoicos y alucinados cuyos relatos se conservan en la carpeta roja o son proyecciones literarias de un demiurgo esquizoide e impostor? 

El tono de la novela es divertido y hasta delirante. Las múltiples tramas descabelladas; pero Orejudo mantiene un férreo hilo narrativo y mezcla con habilidad un juego creativo de primer orden donde abundan los escamoteos de identidad, la impostura y la confusión entre lo imaginado y lo vivido. Elementos que el autor explota con fértil imaginación. 

Hay mucho de metaliteratura y de juego realidad/ficción en esta novela. El primer capítulo se titula "El casamiento engañoso" y no es por casualidad. La novela ejemplar de Cervantes con el mismo título y su Quijote debatiéndose entre molinos de realidad y gigantes de ficción son claras inspiraciones para Orejudo. Tampoco en Ventajas de viajar en tren la divisoria está muy clara. El personaje del relato "Trastorno paranoico de tipo somático" que se cree con huesos de cristal y vive postrado, construye una imagen ideal de su vida y del mundo que le rodea por influencia de la lectura y la ficción. Pero cuando finalmente viaja a París y conoce a una cojita encantadora, todo ese idílico mundo se derrumba revelando una realidad vulgar y decepcionante. 

"¿Qué puedo decir? La vida real me pareció mucho más monótona, monocorde e insustancial que esa otra vida que reflejaba la literatura. Eso es lo que dicen los escritores, ¿no? Pues es verdad. Así como los personajes de una buena novela usan registros verbales diferentes, yo pensaba que cada persona hablaba de un modo marcadamente distinto, y que una conversación, como las discusiones de las novelas, era un corredor de voces entremezcladas, que se contaminaban las unas de las otras, formando una especie de caleidoscopio verbal. ¡Qué decepción! En la vida real casi todas las personas hablan como en el telediario, o peor."
En cambio al leer la novela nos pasa como al loco de Cervantes o al doctor Sanagustín con Martín Urales, que su narración nos fascina.
"Al contrario que el esquizofrénico, el paciente paranoico está siempre atento a los estímulos externos, estableciendo entre ellos vínculos erróneos. Las narrativas de los paranoicos son extremadamente efectivas y convincentes, y pueden llegar a ser peligrosísimas. Como se puede imaginar, yo trato a gente muy rara, a pacientes que interpretan el mundo de una manera patológica, a sujetos que establecen nexos inexistentes o que extraen conclusiones delirantes. Pues bien, no me he vuelto a topar jamás, ni en la clínica ni fuera de ella, con un cuadro sintomatológico como el del individuo este que le digo que dejaron suelto. Martín Urales de Úbeda, así se llamaba, no me importa decir su nombre porque está muerto, se suicidó. El nombre lo dice todo, ¿verdad? Martín Urales de Úbeda. Aquel hombre me subyugó, su poder de sugestión era hipnótico. Yo, que me tengo por un hombre equilibrado y emocionalmente estable, que estaba ya entonces protegido por una cierta experiencia profesional, estuve a punto de sucumbir, estuve a un paso de ver el mundo con sus ojos, de convertirme en un paranoico por inducción; pero afortunadamente logré escapar de su hechizo" 
Por el contrario los lectores no querremos escapar de esta novela tan ingeniosa y divertida. Muy literaria.

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