jueves, 17 de marzo de 2022

La LUZ PRODIGIOSA - de Fernando Marías



La luz prodigiosa es una novela corta con un enorme poso de nostalgia y emoción. La historia versa sobre el hallazgo que hace un periodista cuando acude a Granada para cubrir los actos del cincuentenario del asesinato de Federico García Lorca. A punto de irse tras reseñar la pompa y el halago institucional, el periodista encuentra en la estación de tren a un viejo pordiosero al que invita a una copa, devolviéndole éste el favor con una sorprendente exclusiva: Federico García Lorca no murió en agosto de 1936, él lo rescató con una herida de bala en la cabeza. 

La hipótesis no es descabellada pues es cierto que nadie vio nunca el cadáver del poeta y por eso el paraje de Víznar ha sido explorado cientos de veces y se han multiplicado los libros de investigación.

Fernando Marías tira de ese hilo hipotético para relatar una posible vida anónima de García Lorca como una persona amnésica. El anciano, antiguo repartidor de pan, referirá los trances que le llevaron a rescatar, hasta en dos ocasiones, a un Lorca desconocido y errático, condenado a una muerte en vida. El relato es un monólogo amargo y tiene ese inevitable tono melancólico de las confidencias peroradas en una estación de tren de provincias. Más que la historia del anónimo poeta, el anciano relatará la suya como una especie de memoria histórica de los escabrosos años de postguerra. 

Tras recogerlo malherido, logra llevarlo a su casa y curarlo, pero dado su estado catatónico, acabó dejándolo en un asilo al cuidado de una monja. Posteriormente y tras muchos años de perderle la pista se volvió a encontrar con el poeta, convertido en un mendigo y de nuevo agredido, en este caso por unos niños (arropados por sus padres, entre ellos un guardia civil). Lo vuelve a recoger y cuando están camino del Hospital Psiquiátrico donde quiere asentarlo, insospechadamente vuelven a pasar por el mismo lugar donde ocurrió el fusilamiento. Es ahí donde el poeta sufre el fogonazo de una revelación, da un grito de dolor inhumano y huye; desapareciendo para siempre.  

Paraje de Víznar donde ocurrió el fusilamiento de Lorca














Resulta increíble que una novela de poco más de 120 páginas  posea una intensidad dramática tan profunda. Las idas y venidas de la vida vuelven a colocar al mendigo y al poeta en el mismo paraje de Víznar después de muchos años y Fernando Marías logra captar el momento único y mágico del terremoto de la memoria. Un golpe de luz semejante a una supernova. 
"Se volvió y me miró. Enmudecí: el hombre que estaba frente a mí no era el mismo que un minuto antes se había parado a mirar el horizonte junto a la cuneta. Su expresión había cambiado de tal modo que la cara parecía otra. Ahora, una mirada intensa y lúcida salía con fuerza desde el fondo de sus ojos negros, una mirada que yo no conocía porque la había visto en una ocasión, cuando por primera y única vez, al poco de haber sido herido, el hombre despertó en medio de un grito espantoso. En aquel momento me aterrorizó porque entendí que estaba viendo el rostro de la Muerte. Pero ahora era peor: el ser invisible que acababa de sacudirlo era su memoria, que durante un segundo había resucitado". pág. 65
Este aluvión de la memoria no solo asalta al poeta, sino también a su salvador, precipitando sobre él la realidad macabra de una vida echada al garete. 
Me sentí completamente solo, y aunque era algo que siempre había buscado, tuve miedo, porque la imagen que me devolvía la pared de espejo del mesón, mientras tomaba una copa tras otra para serenar los nervios, era la de un hombre que no disponía ya de tiempo para echar marcha atrás y romper esa soledad que él mismo se había labrado: una soledad irreversible que le acompañaría ya para siempre. Vi con nitidez la triste verdad: tenía cincuenta y tres años y había desperdiciado mi vida.
Pero por encima de la anécdota personal de estos dos personajes, quisiera hablar de lo que logra Fernando Marías en estas páginas tan lúcidas y hermosas: captar el pálpito más secreto y doloroso de la vida. Eso que él llama La Luz Prodigiosa, ese momento cumbre donde sintonizas con el universo para acabar sintiendo que eres parte de una de sus leyes básicas; esa que dice que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.


Ese momento de transformación es la Luz prodigiosa, donde se entrecruzan la muerte, la memoria y la vida: toda la ebullición y la fragilidad en un solo instante. 
"... durante ese instante especial, preciso, en que comienza a amanecer y las partículas de luz sustituyen a las de oscuridad con una cadencia que es a la vez velocidad vertiginosa y extraordinaria lentitud, nos encontramos ante ella: la luz prodigiosa, dispuesta a obsequiarnos con su maravillosa virtud de permitir que nuestra imaginación se abra en libertad, viendo y sintiendo cosas para las que normalmente no está entrenada".
Posteriormente el anciano verá un documental en el que identifica finalmente al poeta granadino. Tratará entonces de encontrarlo para rehabilitarlo pero ha desaparecido. Intentará dar a conocer su historia, pero sin la prueba más palpable no encontrará ningún eco. De nuevo la amargura le impide redimir su vida: «lo único de alguna importancia que había hecho, lo único que justificaba mi vida, era haberlo salvado al comienzo de la guerra».
Incluso acude a un Congreso sobre Lorca donde se encuentra con que los expertos están más preocupados por vender sus libros sobre la muerte de Lorca que por descubrir la verdad (se puede adivinar a Ian Gibson en la figura de un afamado profesor extranjero). 

Las obra es una luminosa evocación de la memoria -asunto central en la obra de Fernando Marías- y con la reedición que el propio autor afrontó en 2016 (Ediciones Turpial) redondeó un libro maravilloso que ahora podemos leer en FCE. A la novela de 1992 le añadió un Epílogo sobre su propia germinación basado en recuerdos personales bajo el título de "La Memoria es una Novela". Leídos uno tras otro, novela y Epílogo, la obra adquiere una extraña plenitud que te hace sentir la punzante emoción de la vida y el seco dolor del espectro en que nos convertimos.

Marías cuenta es este Epílogo que la novela nació tres veces. La primera, el día en que Federico García Lorca fue asesinado; la segunda sólo unos meses más tarde, el 2 de diciembre de 1936, cuando Luis,  tío del autor y soldado republicano, murió a causa de un disparo en la batalla de Villarreal. La tercera y principal ocurrió un día entre 1976 o 1977 en el que un joven Fernando Marías, recién llegado a Madrid para estudiar Ciencias de la Información, vislumbra en la calle de la Montera a un mendigo de asombroso parecido con su tío. A pesar de regresar para interrogarlo, y de esperarlo en el mismo lugar durante muchos días posteriores, el mendigo jamás regresó.

Este hecho dispara la imaginación del joven escritor, quien llega a la conclusión de que el mendigo sería su tío Luis, quien pudo no haber muerto en la Guerra Civil. Quizá la herida le provocara una amnesia o demencia, que explicaría que nunca se hubiese vuelto a poner en contacto con los suyos y vagase por diferentes puntos hasta que la casualidad lo coloca frente a su propio sobrino en Madrid, cuarenta años más tarde.

Efectivamente La luz prodigiosa inicia la indagación del autor sobre las relaciones entre memoria y novela que culminaría veinticinco años después con los textos La isla del padre, Premio Biblioteca Breve 2015, y Arde este libro, editado hace pocos meses por Alrevés. Dos libros que afrontan con profundidad y desgarro la muerte de su padre, el primero; y la de su mujer el segundo, con la que compartió el amor y el abismo del alcohol.








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Fernando Marías Amondo era un director de cine frustrado que finalmente se dedicó a escribir novelas. Nació en Bilbao en 1958 y ha muerto recientemente en 2022. Se fue a Madrid a cumplir su sueño de estudiar Cinematografía. De entre sus guiones destacó precisamente el que escribió en 2002 sobre esta novela, La Luz Luminosa, con el que fue nominado a un Premio Goya. También firmó el guión de Invasor, un thriller de intriga política en medio de una acción bélica, filmado con su habitual ritmo y energía por Daniel Calparsoro, en 2012.
Marías ha ganado algunos de los premios literarios españoles más importantes con obras audaces e ingeniosas, destacando por encima de todos el Premio Nadal de 2001 por "El niño de los coroneles". También resultó ganador, en 2010, del Premio Primavera por su novela "Todo el amor y casi toda la muerte". Su novela de 2005 "El mundo se acaba todos los días" es una inmersión honesta y escandalosa en las pulsiones suicidas de la adicción y también se lee como una revisión de la historia del Dr. Jekyll y Mr. Hyde en un Madrid postcontemporáneo. Además, también fue capaz de escribir para el público Infantil y Juvenil, cuyo Premio Nacional de 2006 ganó con la novela "Cielo abajo".

En este mismo blog he reseñado la muy notable novela Esta noche moriré, en la que un muerto nos arrastra a una feroz venganza.

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