martes, 30 de marzo de 2021

ANTIDISTURBIOS - De Rodrigo Sorogoyen



Antidisturbios es una miniserie con un desarrollo modélico. Presentación de la protagonista con dos fieras pinceladas seguida de una potente acción central -un desahucio en una corrala madrileña- sobre la que pivotará todo el desarrollo dramático posterior. A continuación la investigación, las sospechas, la conjura y un par de audaces giros de guion para elevar definitivamente la apuesta hasta revelar la corrupción política y judicial que corroe la sociedad española. Bingo.

Se trata de la primera serie del tándem de guionistas Isabel Peña-Rodrigo Sorogoyen y se erige como la tercera entrega de un retrato cinematográfico de la España más actual que se inició con "Que Dios nos perdone" (2016) y que tuvo continuidad con el ambicioso retrato de la corrupción política en “El reino” (2018). "Antidisturbios" corona esta trayectoria con un relato hiperrealista, creíble y sólido enfocado desde las trincheras del trabajo policial más ingrato.

Seis antidisturbios ejecutan un desahucio en una corrala del barrio de Lavapiés en el centro de Madrid. El lanzamiento se complica por la resistencia de los vecinos y un hombre acaba muerto. Los seis policías se enfrentan a una acusación de homicidio imprudente y serán investigados por la Unidad de Asuntos Internos. Cada agente tiene sus problemas y se confabulan para buscar una salida a través de influencias y corruptelas, lo que complica aún más la situación. Para completar el cuadro una de las agentes de Asuntos Internos, Laia Urquijo (Vicky Luengo) cree que las circunstancias del desahucio escondían irregularidades y sigue tirando del hilo. El lanzamiento no fue uno más, fue acelerado: "coges la carta que está debajo y la pones arriba". Una acción extraña que practican algunos jueces. La corrupción empieza a enseñar sus barbas, pero la inspectora tropieza con el bloqueo por parte de su propio jefe. Tendrá entonces que elegir si continuar la investigación por su cuenta, jugándose el puesto, o mirar para otro lado.











Antidisturbios” es mucho más que una serie policiaca de género. Peña y Sorogoyen montan un thriller vibrante y contemporáneo donde se mezcla la intriga y la más actual ficción política con una gran construcción de personajes. Desahucios, inmigración, cloacas del poder político y judicial, machismo, violencia y depresión son algunos de los temas que toca una trama compleja y muy bien estructurada.

La serie nos mete de lleno en la "furgona" de estos 6 antidisturbios para experimentar en primera persona la tensión que se masca en un trabajo siempre al filo de la navaja. Todo es veraz y duro, huyendo tanto de la burda humanización como de la brutalidad simplona. Para conseguirlo Sorogoyen introduce  su cámara entre los cascos y escudos de los policías y nos hace notar la tensión, el sudor e incluso el miedo que provocan unas acciones secas, sin ningún tipo de épica. También centra cada capítulo en los problemas familiares y psicológicos de cada uno de los agentes y así tenemos que el primero se titula, Urquijo;  el segundo Parra; el tercero Úbeda, etc.


Desde la misma secuencia de apertura ya se declara el enfoque de la serie y el carácter de la agente Urquijo: Está con su pareja en casa de sus padres y todos juegan al monopoly cuando su padre hace una pequeña trampa. Laia lo descubre y se lo hace saber. Su padre lo niega. Ella persevera. Su padre acaba reconociendo la trampa restándole importancia; pero Laia insiste en que tiene que reconocerlo y pedir perdón. En unos pocos segundos se muestra el carácter decidido y de inquebrantable honestidad de Laia.

Pero en su siguiente misión comprobará que no todo es blanco o negro. ¿Los policías que interroga son buenos o malos? Pues ni lo uno ni lo otro. Tienen sus propios problemas y en ocasiones son manipulados. Hay una escena muy descriptiva, donde podemos apreciar sus abruptos vaivenes emocionales: han organizado una cena de compañerismo y a lo largo de ella pasan del amor al odio  entre ellos por un simple gesto o una frase malintencionada. Entre copa y copa en un momento sellan lealtades como en el siguiente se lanzan insultos y amenazas según las reacciones de cada uno. Esta escena me recordó a alguna de las de Scorsese, con sus mafiosos riéndose las bromas  o enseñándose los dientes casi sin transición.
    
La propia Laia, inflexible ante cualquier atajo o corruptela, tendrá que decidir en el momento final, hasta dónde está dispuesta a mancharse para esclarecer toda esta mierda. Por cierto que su contacto para sacar los trapos sucios será, ni más ni menos, que un remedo nada velado del afamado comisario Villarejo, señor de todas las cloacas del estado. 


Al principio de su emisión, la serie recibió airadas críticas de los sindicatos policiales quejándose de la imagen agresiva y descontrolada de estos agentes. Llegaron a tildarla de bulo y a publicar un tuit que decía: NO SON AGRESIVOS - NO SON DROGADICTOS - SON PERSONAS NORMALES - SON DEFENSORES DEL ORDEN CONSTITUCIONAL - 
Efectivamente. 
Pero yo creo que precisamente uno de los aciertos de la serie es reflejar los problemas y la ansiedad de personas normales que, defendiendo el orden constitucional, muchas veces son utilizados como carne de cañón por los poderosos. 

Quitando al sobreactuado Patrick Criado que se presenta como un joven brutal y exaltado, los demás tiene un desarrollo más complejo. Brillan especialmente Roberto Álamo interpretando a un veterano con depresión y ataques de pánico; Raúl Arévalo, como el tío que controla pero que acaba en una encrucijada; Álex García como el magnético mujeriego que alardea de sus contactos y Vicky Luengo que aporta un empuje y una credibilidad máxima. 

Con una realización nada rutinaria, en la que abundan los planos secuencia que te sumergen en la acción sin paliativos; Sorogoyen y los actores nos agarran de las solapas para contarnos en directo cómo son los cosas de verdad.

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