lunes, 8 de marzo de 2021

GUILLERMO PEREZ VILLALTA, Artífice

Visperas de Pascua 1999-2000


La Sala Alcalá 31 de Madrid presenta en estos días una retrospectiva del pintor Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948) que abarca más de cincuenta años de trayectoria. Contradiciendo lo que escribió Borges en El Aleph, "la confusión y la maravilla de los laberintos son operaciones propias de Dios y no de los hombres", el título de la exposición es "Pérez Villalta. El arte como laberinto". Esta es la muestra que todo buen aficionado debería ver este año.

El Comisario de la Exposición, Óscar Alonso Molina, advierte de sus particularidades: 
"Para esta exposición, Guillermo Pérez Villalta ha partido del estudio geométrico del edificio donde se ubica la sala, construcción del afamado arquitecto Antonio Palacios, trazando sobre su plano la división armónica de la misma. Sobre dicho estudio, ha levantado un laberinto que convierte Alcalá 31 en un recorrido lleno de fracturas, muros cruzados y callejones sin salida, que obligan al espectador a enfrentarse a sus trabajos de manera poco habitual en nuestros días, perdiéndose entre ellos. 
En esta antología atípica, la más amplia individual dedicada al autor gaditano hasta ahora en Madrid, encontraremos algunas de las obras que lo convirtieron en precursor de la renovación de nuestra pintura que acaeció en los ochenta y lienzos en los que la huella de sus estudios de arquitectura inacabados es más que patente, en forma de análisis de la representación del espacio y del vacío, de la presencia de la luz en interiores, de los juegos perspectívicos y la geometría.
El resultado ofrece un continuo sucederse de encuentros en los que la cronología o las temáticas, habituales en este tipo de muestras retrospectivas, se reemplazan por otro orden menos evidente. El recorrido lineal es sustituido por inesperadas relaciones que ofrecen al visitante otra manera de interpretar y disfrutar del casi centenar de obras expuestas."
Sala Alcalá, 31. El Arte como Laberinto.


Pérez Villalta fue uno de los principales representantes de la llamada Nueva Figuración Madrileña de los años 70 y 80, grupo de artistas que reivindicó la pintura en sí y que fue definida como una generación atrapada entre un mundo que no les gustaba y otro que era imposible. Siempre ha sido un artista que ha ido por libre, mostrándose muy crítico con las corrientes actuales. Así lo expresó en una entrevista
"Considero que gran parte del arte actual es ajeno al concepto humanista del arte, se proclama que el arte debe tener un fin social… ¡no, no!, el arte nunca ha servido para nada, sólo para expresar todo aquello del espíritu humano que no tiene manera de expresarse, es decir, lo inefable… lo otro sería como hacer un documental, que pertenecería más a la antropología, pero no al arte…"
 
Dionisios encuentra a Ariadna en Naxos - 2008












Sus obras son fácilmente identificables por su colorido, hedonismo, patrones ornamentales y citas cultas sobre el arte de todas las épocas y latitudes. Tuve la suerte de ver su exposición de 2011, Las Metamorfosis de Ovidio, en el CAC de Málaga. La muestra giraba en torno a cuatro grandes temas, asuntos bíblicos y evangélicos, luchas y batallas, el patriarcado y el mito del artista. Allí se mezclaban los mitos y la religión, los azules de Fra Angélico y las figuras que recordaban a las de Henry Moore o De Chirico. 

Tanto en Málaga entonces, como ahora aquí, en Madrid, está todo él, siempre ecléctico, utilizando un vocabulario de símbolos muy personal como la escalera de caracol (ascenso a la perfección), corderos, albercas y rayos de luz (la verdad). En una misma obra logra reunir fórmulas y referencias de lo más paradójico: las figuras y arquitecturas que nos llevan a Giorgio de Chirico y a la pintura metafísica italiana, a los cuadros religiosos, al surrealismo de Dalí o Duchamp, al Manierismo, el pop, las artes ornamentales y el kitsch.... Guillermo Pérez Villalta siempre ha renunciado a cualquier forma de representación minimalista en favor de opciones más barrocas y ornamentales.

- Creación 2 -





















A pesar de su inmediato aspecto kitsch y decorativo, sus obras poseen un aura de simbolismo y espiritualidad logrado gracias a un complejo aparato conceptual en el que confluyen referencias a la historia del arte, las religiones, la mitología y a su propia vida. 

Los lienzos de Pérez Villalta evocan siempre un misterio o una alegoría. Sus escenas están atravesadas por una cierta trascendencia. En sus obras se repiten constantemente referencias al surrealismo, al arte oriental, al barroco, la psicodelia de los sesenta, al arte religioso; pero siempre evitando la afectación y el realismo.

Se puede decir, sin ningún género de duda, que sus proyectos artísticos tienden a una búsqueda constante de la belleza y el placer, pero con un potente sustrato filosófico: "Mis obras cuentan una historia que pretende ser ejemplar, con un componente ético y filosófico"; ha llegado a decir.

Los dones 


Su elección siempre ha sido asaltar los sentidos a través de la belleza y el placer. Para él el arte existe para deleitar, para transmitir la belleza presente en la armonía y la composición de las formas. Desde la década de los 70 ya consolidó un estilo manierista, caracterizado por sus vivos colores, la textura daliniana de su obra, las citas a la historia de la pintura y un cierto horror vacui claramente influenciado por el barroco.

En una ocasión llegó a definir el arte como "La endorfina de la mente". Según Pérez Villalta la gran labor del arte es "hacer la vida más bella, más llevadera. Es por eso por lo que soy tan reacio al expresionismo, al dolor, al drama. Puedo admirar mucho a Goya pero el cuadro de Saturno devorando a su hijo me produce una inquietud profunda. Yo siempre he sido de positivar las cosas. De ir hacia la luz."

G. Pérez Villalta - Plaza de Europa - 2015









Pérez Villalta es un artista imposible de encasillar. “Mi pensamiento, es como las ramas de un árbol, no soy de pensamiento lineal sino ramificado y sinuoso”, ha reflexionado. Por su estilo ecléctico y colorista ha sido acusado de kitsch; pero en ningún caso su pintura está hueca sino todo lo contrario, en su obra se aprecia una densa iconografía y simbolismo.

No hay que olvidar que Pérez Villalta en los 80 se adelantó a numerosas cuestiones sociales hoy palpitantes, como las cuestiones de género, hablar desde su yo y asumir con naturalidad y sentido lúdico su identidad gay.

J. Pontormo - Historia de José
"El manierismo es una de mis debilidades", confesó en una entrevista. 
"Ha influido muchísimo en mi vida y en mi obra. El Manierismo es un momento cumbre de la pintura, un arte muy conceptual, con muchas ideas. Aunque nunca haya tenido la misma aceptación que el Renacimiento o el Barroco, hay algunos artistas de este periodo que me apasionan. Pontormo, por ejemplo, se anticipó al Desnudo bajando por una escalera de Duchamp, con un desnudo masculino en el que están superpuestos todos los movimientos. El uso que hacía del dibujo y del color es muy especial, conseguía una gradación entre el cuerpo y la vestimenta que transformaba esta última en una segunda piel. En la serie de la Historia de José, en la National Gallery de Londres, contrapone curvas y rectas, introduce una escalera de caracol, personajes en lo alto de una columna…

Pontormo y la imagen de la escalera de caracol se quedaron grabados en mi cerebro. Llegué incluso a escribir un texto en el que contaba la evolución personal de un artista con una escalera de caracol que siempre estaba en el mismo lugar pero cada vez adquiría mayor altura y perspectiva. Otro de mis cuadros conceptualmente manierista es Escena. Personajes a la salida de un concierto de rock (1979), que está en la colección del Reina Sofía, por todas esas posturas imposibles, situaciones raras y luces contrapicadas.
Esta Escena de 1979 simbolizó su identificación con el Madrid de la "movida" y recoge aspectos tan característicos de Villalta como el sentido de la narración, los aspectos biográficos y un comentario muy profundo a la historia del arte. Pérez Villalta fue uno de los primeros artistas jóvenes en gozar de un amplio reconocimiento. En 1983 ya se celebró una retrospectiva suya y en 1985 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas.

 
G. Pérez Villalta - Escena. Personajes a la salida de un concierto de rock (1979)




















Villalta es amigo personal de Pedro Almodóvar desde sus inicios y el director manchego no solo es coleccionista de su obra sino que no duda en incluirla en muchas de sus producciones cinematográficas. En Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), Pérez Villalta realizó los cartones que se intercalan en la cinta para darle un aire de cómic. En Laberinto de pasiones (1982) se rodó una de las escenas en la casa del fotógrafo Pablo Pérez-Mínguez, donde había un mural del artista tarifeño. 

En La piel que habito (2011) Almodóvar colgó en la habitación del doctor protagonista (Antonio Banderas) el cuadro de su amigo, Dionisios encuentra a Ariadna en la isla de Naxos. Finalmente en la película más reciente y personal de Almodóvar, Dolor y gloria, pudimos ver algunos cuadros de Villalta colgados en la casa del cineasta que interpreta Antonio Banderas: Ninfa y Sátiro y Artista viendo un libro de arte (ambos de 2008)
Artista viendo un libro de arte - 2008 -



Pérez Villalta es inclasificable. Su universo bebe de un conocimiento exquisito de la historia de la pintura y de una imaginación desbordante. En sus composiciones nada está al azar, sino que todo es producto de una profunda reflexión pictórica.

Aunque más que pintor, Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, Cádiz, 1948) se considera a sí mismo artífice, un concepto integral donde aglutinar sus facetas como pintor, escritor, dibujante, grabador, diseñador de joyas y objetos, arquitecto, escenógrafo y escultor. 

Los estudios de arquitectura que nunca terminó dejaron una huella que le ha acompañado en toda su carrera: presencia del vacío, análisis del espacio o la geometría... temas que el artista entrelaza con asuntos mitológicos y aspectos privados de su biografía.

G. Pérez Villata - La estancia - 1982-3




LA PINTURA Y EL PINTOR
En la obra La estancia están todos los "ingredientes" que conforman el universo de Pérez Villalta: renacimiento y manierismo, trompe l’oeils y figuras imposibles, capacidad narrativa, autobiografía, narcisismo, citas culturales, confusión entre la realidad y su representación o interés por el paisaje de la Costa del Sol. La obra fue concebida en 1982, durante una enfermedad que lo mantuvo alejado de los pinceles varios meses. Este periodo de reflexión cristalizó en esta obra, toda una meditación sobre la naturaleza de la pintura y la figura del artista.
"Estilísticamente, éste es seguramente el momento de mayor naturalismo en la representación de toda su trayectoria, y coincide con el ocaso de un período que él ha calificado como "manierista" y que daría paso, a mediados de la década de los ochenta, a una nueva etapa "barroca", de tonalidades terrosas, dramatismo lumínico y mayor carga matérica. (...)

La escena puede ser entendida a primera vista como una variación del tema del taller del artista, o del pintor y la/el modelo, pero los roles no quedan en absoluto definidos con claridad. Tanto el personaje sentado y desnudo como el personaje dormido son autorretratos idealizados. (...) Lo que se nos presenta es, en definitiva, dos actitudes ante el arte. Sueño y vigilia, inconsciente y conciencia, informalismo y forma. Este tipo de representación pictórica de conceptos opuestos tiene una larga tradición en el arte occidental: amor sacro y amor profano, la Verdad y la Calumnia, vírgenes necias y prudentes... (...)

Cada uno de los personajes principales, por otra parte, se acompaña de un elemento arquitectónico que, en la simbología personal de Pérez Villalta, expresa esas diferentes actitudes. El "pensador", con su desnudo heroico y esa vara (¿de medir?) que hace descansar sobre el brazo, adopta la clásica postura "melancólica", apoyando la cabeza en la mano; a su izquierda, la escalera en espiral, que significa el dificultoso camino de perfección hacia el conocimiento. Pasando por el centro de esa escalera, un poderoso rayo de luz (la luz de la verdad) incide en un círculo dibujado en el suelo. El "durmiente", que tiene entre los dedos un papel en el que se inscriben la firma y la fecha del cuadro, ha quemado otro en el recipiente de loza bajo el camastro en el que reposa. La copa de vino sugiere una posible embriaguez y, a su derecha, en posición simétrica con la escalera, el otro símbolo arquitectónico recurrente en Pérez Villalta, la alberca o el pozo, sede de lo subconsciente y lo informe.
(...)
La confusión de los niveles de representación hace recordar Las hilanderas o la fábula de Aracne de Velázquez, un pintor por el que Pérez Villalta comprensiblemente siente devoción. En esta obra maestra, que se ha interpretado como alegoría de la nobleza de la pintura, las damas que visitan la fábrica de tapices (también es un taller) parecen ocupar el mismo plano pictórico que los personajes mitológicos del tapiz que cuelga al fondo, en el que se representa una fábula sobre la excelencia y la osadía del creador. (...)
En la obra de Guillermo Pérez Villalta, el arte es una religión y el artista un sacerdote, o el mismo dios sacrificado. Es Cristo y es Dionisos. La pintura es "un calvario", pasión y sufrimiento. En este ámbito semántico religioso/mítico, los significados no son ni ortodoxos ni unívocos. Así, son frecuentes las dualidades: el personaje de doble cara (triple si tenemos en cuenta lo que finge ser un pentimento) sostiene la corona de espinas de Jesús y la diadema de hojas de parra de Dionisos, mientras su compañero, entristecido, lleva un simbólico reloj de arena, objeto que aparece en el clásico grabado de Durero Melancolía y que simboliza además la inversión de relaciones entre el mundo superior y el inferior; el cordero atravesado por la lanza es el cordero sacrificial pero también el vellocino de oro, mito al que había dedicado un cuadro el año anterior; el vino derramado y la viña del emparrado hacen referencia tanto a la sangre de Cristo como a la embriaguez dionisiaca...
 
Lo religioso y lo mitológico, lo biográfico y lo universal, el presente y la historia del arte... Guillermo Pérez Villalta se apropia de todos esos territorios y los fusiona en una pintura programática, intensa, y que defiende ante todo la capacidad comunicativa: un vocabulario de formas polisémico y a menudo privado pero siempre elocuente que persigue suscitar en el espectador una emoción que no surge sólo de la belleza sino que se pretende también emoción intelectual."(1)

El Juicio de París -2004-





El rumor del tiempo -1984-


































Él mismo escribió en el catálogo de la exposición del CAC en Málaga: «Amo el arte, él me complace y llena porque está creado a la imagen y semejanza del ser humano. Nace de mis anhelos y deseos. No me engaña porque sé que es engaño y no me ata con una verdad. Por ello me hace libre, porque puede ser cualquier cosa que desee y yo serlo con él»


Paisaje con Neptuno y Afitrite -2008-










































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(1) Catálogo de la Fundación March, articulo de Elena Vozmediano
Entrevista con Laura Espino para El Cultural
Entrevista en TendenciasDelArte.com

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