sábado, 14 de noviembre de 2020

EL ENIGMA de OSSIAN - Fred Hoyle




Matemático, astrónomo, físico, divulgador científico y autor de novelas, este científico inglés heterodoxo y de enorme creatividad tiene una historia de lo más peculiar. 

Fred Hoyle tenía acreditada una inteligencia prodigiosa y fue capaz de demostrar la nucleosíntesis (una disciplina de la astrofísica que antes de él ni siquiera existía), que explica el origen de los elementos más pesados que el helio a partir de diferentes reacciones nucleares. Hoyle propuso que algunas de las reacciones precisas para crear estos elementos más pesados sólo sucedían cuando las estrellas estallaban en forma de supernovas. Sin embargo también mantuvo teorías muy polémicas: acuñó el término "Big Bang", que posteriormente se haría mundialmente popular, pero dentro de un comentario totalmente peyorativo sobre la teoría del origen y expansión del universo. Él defendía la teoría del Universo Estacionario (1948) que ve el universo como algo eternamente idéntico a sí mismo, sin ningún cambio, ni origen, ni final. Asimismo, junto a su colaborador indio Chandra Wickramasinghe, promovió la Teoría de la Panspermia que defiende que la vida llegó a la Tierra procedente del espacio y que, gracias a los cometas, la vida puede extenderse por el universo.

No hay duda de que fue todo un personaje y sus intereses llegaron hasta la escritura de novelas de ciencia ficción, cuya obra más famosa fue "La nube negra" (1957). El título se refiere a una enorme nube de gas que llega al sistema solar y amenaza la vida en la Tierra, aunque finalmente se revelará como un superorganismo de inteligencia superior. 

Pero hoy hablaremos de otra de sus novelas, El Enigma de Ossian (Ossian's Ride), publicada en 1959 y ambientada en un futuro próximo (en aquel momento), 1970. Por este motivo y la resolución final se la suele encuadrar como novela de ciencia ficción, pero hay que decir que el 95 % de su desarrollo y acción es sobre todo una apasionante novela de espías con todas las de la ley. 

La novela nos sitúa en 1970 y presenta a Irlanda como una nación que en poco más de una década ha dado un salto tecnológico tan enorme que ha dejado muy atrás al resto del mundo. En ese corto lapso de tiempo ha resuelto problemas científicos de todo tipo, ha sido capaz de hacer funcionar un reactor termonuclear, usa computadores digitales de alta velocidad, son productores de una inmensa y barata energía eléctrica que se sospecha que "extraen del agua mediante un proceso termonuclear" y han convertido extensas ciénagas baldías en los más fértiles campos: "Todo esto hablaba, no sólo de una vasta empresa industrial, sino de un mundo nuevo, de una nueva civilización".

Todos estos avances se han producido bajo los auspicios de la C.I.E., la Corporación Industrial del Eire, fundada en 1958 como una humilde empresa para comercializar productos químicos extraídos de la turba. La C.I.E. ha promovido el advenimiento del poder de la fisión nuclear y otras tecnologías avanzadas, pero no comparte sus conocimientos con el resto de un mundo desconcertado y receloso. De hecho, el condado de Kerry, donde se encuentra la C.I.E., está herméticamente cerrado para cualquier visitante, excepto para los científicos de todo el mundo que eligen sumarse a los proyectos de la Corporación. 

De este modo la C.I.E. se ha convertido en un gigante tan admirado como temido por las potencias mundiales, que lo ven como una amenaza para el delicado equilibrio mundial. Tanto EEUU como Rusia y Reino Unido han enviado allí a todo tipo de agentes con resultados siempre infructuosos. Inexorablemente son prematuramente detectados y expulsados.

Como en toda buena novela de espías hay un territorio cerrado a cal y canto donde se guardan los secretos más codiciados. Así ocurre con la península de Kerry, oculta tras un telón policial que no puede traspasar ningún viajero común, ni tan siquiera irlandés. Irlanda se beneficia de los avances y riqueza que proporciona la C.I.E., pero la Corporación mantiene al país y a sus ciudadanos al margen de sus estructuras.

Ese territorio secreto tiene además ecos mitológicos que se reflejan en el título de la obra y en algo más: 
"Detrás de este muro cerrado están sucediendo cosas increíbles. La actividad más importante parece restringida a la península central de Kerry, justamente al sur del lago Caragh, donde se dice que en otros tiempos Ossian cabalgó por sobre las montañas de Occidente, hasta la Tierra de la Juventud."
Después de fracasos varios la inteligencia británica recluta a un joven científico de Cambridge, Thomas Sherwood, para que se infiltre en la C.I.E. y desentrañe su naturaleza y propósito. Desde el mismísimo viaje en tren que le conduce a Dublín como estudiante en vacaciones, Sherwood se verá asediado por los agentes enemigos y varias veces cercado, cuando intenta contactar con los escasos agentes encubiertos que el Reino Unido mantiene allí. El grueso de la novela está ocupado por esta persecución sin fin mientras Sherwood intenta acceder a las instalaciones secretas. Una aventura muy entretenida y emocionante que mantiene el suspense en todo lo alto gracias a una lucha sin cuartel en la que el protagonista corre peligro de muerte en varias ocasiones. A sus conocimientos de física y matemáticas el joven añade una buena porción de sangre fría y astucia para escapar varias veces de las zarpas del lobo. 
Costa de Irlanda

















Una vez que el joven comprueba que tanto trenes como autobuses y hoteles están intervenidos, tendrá que lanzarse a un viaje a la intemperie por colinas y granjas que resulta de lo más emocionante. Me llama la atención que muchas aventuras de espías contengan un importante periplo campo a través. Así ocurre en la inaugural El enigma de las arenas (1903), de Robert Erskine Childers, en la que el protagonista lleva a cabo un recorrido casi topográfico por los canales y bancos de arena de la costa holandesa en plena escalada para la Gran Guerra. También en la reciente película de Agnieszka Holland, Mr. Jones (2019), sobre el periodista que se infiltró en Ucrania para documentar el Holodomor, la hambruna que asoló el país en 1932, bajo la mirada indiferente de Stalin. 

También he recordado el brillantísimo thriller Bajo los montes de Kolima, de Lionel Davidson; pero la novela/película que más he revivido siguiendo las aventuras del joven Sherwood, ha sido la maravillosa 39 escalones: libro de John Buchan, película de Alfred Hitchcock; donde el protagonista Richard Hannay (interpretado por Robert Donat) no tiene ni un minuto de respiro y ha de recorrer media Escocia perseguido por la policía y esposado a una rubia (interpretada por Madeleine Carroll) hasta acabar metiéndose en la mismísima boca del lobo de una organización secreta. 
Fotograma de Los 39 escalones -1935-






























Pero la resolución de la aventura que presenta Hoyle varía sustancialmente. En ella toda la historia cobra un giro inesperado y desconcertante. Quizás un giro demasiado brusco y alejado de todo lo que hasta entonces se ha expuesto. Pero hay que tener en cuenta que lo que estamos leyendo es el informe que Sherwood ha enviado al primer ministro británico, según se nos hace saber al comienzo del volumen. Así, al concluir la lectura, nos asaltan las mismas dudas que al gobernante: ¿Descubrió el misterio más profundo? ¿Desertó y se quedó como científico en la C.I.E.? ¿Qué grado de credibilidad tiene dicho informe para el gobierno de su Majestad? 

La novela es una trepidante aventura con apenas tres párrafos científicos que son coherentes con la historia que se narra y un par de reflexiones sobre el papel de la tecnología en el mundo. Del mismo modo se puede decir que los avances científicos que se exponen, efectivamente, se referían a un futuro cercano al que nosotros ya hemos llegado... aunque no tan lejos como llegó Ossian.

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