martes, 16 de febrero de 2021

FIESTA en la MADRIGUERA - de Juan Pablo Villalobos



Esta breve novela tiene el acierto de estar escrita desde el punto de vista de un niño para alumbrar con luz nueva una realidad ya conocida, la de un cártel del narcotráfico mexicano visto desde dentro. Lo más valioso y original del libro es esa mirada infantil fresca, totalmente inocente y desprejuiciada que es testigo de la maldad sin juzgarla mientras se cuestiona constantemente sobre la historia, el lenguaje y los mecanismos que rigen la vida de los adultos.
"Una de las cosas que he aprendido de Yolcaut es que a veces las personas no se convierten en cadáveres con un balazo. A veces necesitan tres balazos o hasta catorce. Todo depende de dónde les des los balazos. Si les das dos balazos en el cerebro segurito que se mueren. Pero les puedes dar hasta mil balazos en el pelo y no pasa nada, aunque debe ser divertido mirar. Todo esto lo sé por un juego que jugamos Yolcaut y yo. El juego es de preguntas y respuestas. Uno dice una cantidad de balazos en una parte del cuerpo y el otro contesta: vivo, cadáver o pronóstico reservado."
El niño se llama Tochtli y vive a cuerpo de rey en un palacio-finca rodeado de matones, meretrices y sirvientes. Su padre, Yolcaut, ha montado esa madriguera de oro en medio de la nada como medida de protección; lo que la convierte en un perfecto y completo microcosmos que el niño investiga con una candidez embriagadora. No olvidemos que Tochtli significa "conejo" en náhautl, la lengua indígena de México. En la voz de Tochtli está ausente cualquier tipo de moralismo; aunque habla de balazos, muerte y decapitaciones nunca agrede, al contrario, nos enternece y nos hace sonreír. Con naturalidad desarmante nos presenta su mundo de terror.
"Hay muchas maneras de hacer cadáveres, pero las que más se usan son con los orificios. los orificios son agujeros que haces en las personas para que se les escape la sangre. (...) Otra manera de hacer cadáveres es con los cortes, que se hacen también con los cuchillos o con los machetes y las guillotinas. Los cortes pueden ser pequeños o grandes. Si son grandes separan partes del cuerpo y hacen cadáveres en cachitos. Lo más normal es cortar las cabezas, aunque, la verdad, puedes cortar cualquier cosa. Es por culpa del cuello. Si no tuviéramos cuello sería diferente. Puede ser que lo normal fuera cortar los cuerpos a la mitad para tener dos cadáveres. Pero tenemos cuello y ésa es una tentación muy grande. Es especial para los franceses."
Finca La Tuna, de "El Chapo" Guzmán


Tochtli nos traslada todo lo que ve a su alrededor desde la perspectiva de un niño que explora el mundo adulto. También nos hace testigos de su proceso de iniciación en aspectos tan poco edificantes como el machismo, el odio y el valor de las apariencias.
"El otro día vino a nuestro palacio un señor que yo no conocía y Yolcaut quería saber si yo era macho o si no era macho. El señor tenía la cara manchada de sangre y, la verdad, daba un poquito de miedo verlo. Pero yo no dije nada, porque ser macho quiere decir que no tienes miedo y si tienes miedo eres de los maricas. Me quedé muy serio mientras Miztli y Chichikuali, que son los vigilantes de nuestro palacio, le daban golpes fulminantes. El señor resultó ser de los maricas pues se puso a chillar y gritaba: ¡No me maten! ¡no me maten!. Hasta que se orinó en los pantalones."
Cuando más arriba hemos leído "golpes fulminantes" no es por algo trivial. Tochtli es un niño muy despierto que cada noche lee unas cuantas palabras del diccionario antes de dormir. De este modo puede usar palabras "difíciles" como patético, nefasto, sórdido, pulcro o fulminante y demostrar que él no es un don nadie. A Tochtli le gusta la historia de México porque es sangrienta, también los samuráis y sus códigos, así como los franceses porque han inventado la guillotina. Tiene asumido que en el contexto donde vive prima la violencia y la crueldad, por eso cultiva una actitud de macho y se procura cierta distinción bien a través del uso de palabras cultas o de su afición por los sombreros, de los que tiene toda una colección. 

Reconoce que su padre y él son como reyes gracias al dinero que atesoran: "Yolcaut y yo somos dueños de un palacio, y eso que no somos reyes. Lo que pasa es que tenemos mucho dinero. Muchísimo". Por eso su canción favorita es el rey.
"En el rey me gusta esa parte donde dice que no tengo trono ni reina, ni nadie que me mantenga, pero sigo siendo el rey. Ahí explica muy bien las cosas que necesitas para ser rey: tener un trono, una reina y alguien que te mantenga. Aunque cuando cantas la canción no tienes nada de eso, ni siquiera dinero, y eres rey, porque tu palabra es la ley. Es que la canción se trata en realidad de ser macho. A veces los machos no tienen miedo y por eso son machos. Pero también a veces los machos no tienen nada y siguen siendo reyes, porque son machos."
Como cualquier otro niño Tochtli juega a disfrazarse de detective que husmea entre las visitas y en las habitaciones llenas de secretos además de pasar sus tardes entre deberes y videojuegos. Tiene un profesor particular, Mazatzin,  cuya historia es "muy sórdida y patética", para el que el mundo es un lugar lleno de injusticias donde los imperialistas tienen la culpa de todo. Pero él no caerá en el error de su instructor, porque "los cultos saben muchas cosas de los libros, pero no saben nada de la vida". Está acostumbrado a tenerlo todo y en estos momentos está ansioso de que llegue el nuevo regalo prometido, un hipopótamo enano de Liberia destinado a su zoológico particular. No importa que se trate de un animal exótico en peligro de extinción; porque "Yolcaut siempre puede". 


En el capítulo 2 Tochtli realizará una "nefasto" viaje hasta Monrovia, vía París, para comprar sus dos ansiados animales, a los que bautizará como Luis XVI y María Antonieta por su francofilia. Y en el capítulo 3  adoptará el mutismo como estilo de vida (como rebeldía ante un mundo de mentiras) bajo el atuendo de un auténtico samurai japonés. En unas escasas cien páginas recorremos esta prodigiosa madriguera con asombro y mucho humor negro.

Esta novela fue la presentación de un autor que, como ha demostrado en obras posteriores, tiene una visión del mundo y un tono para describirlo muy personal. Desde la mirada ingenua de un niño nos invita a ver el absurdo y perturbador mundo adulto mientras nos hace reír con su humor ácido. Villalobos nació en 1973 en Lago Moreno, Jalisco, México y está afincado en Barcelona desde 2003. Tras estudiar Administración de empresas, hizo la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas y se doctoró en Teoría Literaria y Literatura Comparada por la Universidad Autónoma de Barcelona. Tras Fiesta en la madriguera (2010) publicó Si viviéramos en un lugar normal (2012), Te vendo un perro (2014), No voy a pedirle a nadie que me crea (2016, Premio Herralde de novela) y el libro de crónicas Yo tuve un sueño (2018), sobre el viaje de los niños centroamericanos a Estados Unidos. Su última obra abunda en el tema de la emigración, La invasión del pueblo del espíritu." 



Tochtli da mucho valor a la pandilla: "Las pandillas se tratan de la solidaridad, de la protección y de no ocultarse las verdades"; por eso quizás ya sepa a estas alturas que forma parte de una pequeña y muy valiosa pandilla de infantes literarios que nos trasladan, desconcertados como si fueran extraterrestres, sus intentos de descifrar el tóxico mundo que los acoge: Así Macario, en el relato homónimo de Juan Rulfo, encerrado en su cuarto y en la demencia mientras atisba el cielo a través de un inocente erotismo. También Oskar, en El Tambor de Hojalata de Günter Grass, que nos revela lo grotesco y solitario que es el mundo de los adultos. O Michillino de Andrea Camilleri que navega en el fanatismo religioso y su erotismo. O incluso el niño que engrasa las trampas y mecanismos de un mundo delirante en la Fábrica de las Avispas, de Iain Banks

Desde los años 90 se ha venido creando todo un subgénero de novelas sobre el narcotráfico que se podría comparar con las dedicadas a los dictadores latinoamericanos en los años 70. Estas dos corrientes recogerían las realidades más dolorosas y palpitantes del mundo latinoamericano en distintas épocas (aunque se estima que la novela fundacional sobre el narcotráfico es de 1962, Diario de un narcotraficante, de A. Nacaveva). De este modo las clásicas obras maestras como El otoño del patriarca de García Márquez; Yo, el supremo, de Augusto Roa Bastos o El recurso del método, de Alejo Carpentier; habrían pasado el testigo a obras tan memorables como Contrabando, de Víctor Hugo Rascón Banda; Rosario Tijeras, de Jorge FrancoEl hombre sin cabeza, de Sergio González Rodríguez, La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo, Adán en Edén, de Carlos Fuentes; Balas de plata, de Elmer MendozaLos ejércitos, de Evelio Rosero o la trilogía de La Frontera (con Trabajos del reino, Señales que precederán al fin del mundo y La transmigración de los cuerpos) de Yuri Herrera. Temática que incluso vadea el Río Grande hacia el norte, donde nos encontramos con la imponente trilogía "El Cártel", de Don Winlow (integrada por El poder del perro, El Cártel y La Frontera) o incluso con No es país para viejos, de Cormac McCarthy.

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