martes, 2 de febrero de 2021

PATRIA - creada por Aitor Gabilondo


Patria rebosa drama y verdad al reflejar el conflicto vasco a través dos familias íntimas que conviven en el mismo pueblo de Donosti. La serie evita el didactismo y se centra en el desgarro de estas dos familias, una marcada por el ingreso de su hijo en ETA y otra porque el padre es asesinado por la banda terrorista. Las consecuencias de este asesinato sobre cada uno de los miembros de estas familias, durante varias décadas, vertebra del relato.

El eje de la historia es Bittori, la esposa del Txato, un empresario del transporte asesinado por ETA al negarse a pagar su impuesto revolucionario. El matrimonio primero sufrió el aislamiento por parte de sus paisanos (cuando empezaron a aparecer pintadas contra el Txato) y, tras el crimen, el hijo sacó a Bittori del pueblo para llevarla a vivir a Donosti. Años después, cuando ETA anuncia el cese de sus atentados, la mujer decide regresar a su casa en el pueblo con el deseo de cerrar esa dolorosa página; pero tampoco será fácil. Todos los vecinos que les arrinconaron en su día, ven su llegada como un agravio; aunque ella sólo quiere saber quién fue el asesino de su marido y morir en paz.


El relato es contenido y muy emocional, explora el dolor y el enfrentamiento ideológico que envenena la convivencia diaria llenándola de miedos, silencios y culpabilidad. La fuerza de la serie está en unos personajes atribulados y muy representativos, en una estupenda ambientación (los caseríos, las tabernas, los bosques, la lluvia persistente, los tonos grises de un cielo sin sol) y en una estructura narrativa que juega con el tiempo, mezclando el pasado de atentados y el presente con el regreso de Bittori al pueblo. 

Este era uno de los grandes retos de la serie, articular el juego temporal y narrativo establecido en la novela y el resultado es excepcional. El hecho central de la narración es el asesinato del Txato que ocurre en medio de la calle, en una tarde fea y lluviosa. Sucede en el primer episodio, pero sólo vemos a los asesinos huyendo. Los ocho episodios de la serie pivotarán alrededor de este hecho trascendental en una polifonía que confluye en dicho crimen pero desde la perspectiva de cada personaje.


Este ir y venir entre las líneas temporales desde los años de plomo de finales de los ochenta y el presente de 2011, logra mostrarnos la evolución de cada personaje y su calado moral; así como el naufragio de todo un pueblo entregado al odio y la intransigencia. Sólo al final se desvela quién disparó al Txato y se da la razón a Bittori; al conocer al asesino, se puede cerrar el duelo.  Por cierto que Elena Irureta compone una Bittori a la vez deliciosa y firme. Sus conversaciones con el Txato muerto le dan un carácter  entrañable, pero a la vez se mantiene firme en sus preguntas a Joxe Mari o en no ceder la empresa a los trabajadores que cargaron contra su marido sólo por motivos ideológicos. 

El otro aspecto que destaca poderosamente es el trío protagonista, tanto por sus maravillosas interpretaciones, como porque representan las tres posturas antagónicas: Bittori y Miren (Ane Gabarain) son las dos madres que se erigen en el alma de la serie y  que representan una misma sensibilidad pero escindida. Las dos defienden a su familia; pero Bittori es una víctima del terrorismo mientras que Miren ha de venderse al diablo para defender a su hijo etarra y sus posiciones. Miren anuncia a su marido la muerte de su hasta hace poco amigo de esta forma tan seca y cruel: "Se acabó el Txato. Es lo que tiene la guerra. Que deja muertos."

Dado que los dos matrimonios eran amigos desde hace años, su enfrentamiento es la mejor metáfora de la quiebra social que provocó el terrorismo. También los hijos de Miren, Joxe Mari y Arantxa son una especie de arquetipos que representan el primero la intransigencia criminal y la segunda el espíritu superador de la concordia. 



Efectivamente Arantxa (Loreto Mauleón) es el tercer epicentro de estas valiosas protagonistas. Cualquier persona que vea la serie admirará su carácter sarcástico en medio de la desgracia y su inquebrantable voluntad de conciliación. Su drama es una metáfora, espiritual y física, de las luchas fratricidas que se vivieron en País Vasco en los años oscuros de ETA. Desde muy joven quiso huir de los bandos y a pesar de sus desgracias (un marido agresor y un ictus que la deja parapléjica) logra imponer su espíritu de concordia. Patria habla sobre el dolor, el enfrentamiento y sobre lo difícil que es olvidar. A través de Arantxa también habla de que es posible sobreponerse y perdonar.

La ambientación está muy lograda y te sumerge en ese pueblo vasco. No sólo por el paisaje y las costumbres (las comidas, la taberna, la afición ciclista); Aitor Gabilondo ha reunido un plantel de actores autóctonos cuya entonación y uso de coloquialismos contribuyen a dar un inconfundible sabor vasco. 


La novela de Fernando Aramburu fue un éxito de crítica y ventas desde su publicación en 2016. Era un oportunidad de acercarse a las tortuosas aristas del conflicto vasco sin intransigencia y, sobre todo, con honestidad y emoción. Como bien dijo Jose Carlos Mainer en ElPaís.com, la novela es memorable porque "abarca 40 años de fascistización de una sociedad cerrada y recelosa y otros tantos de degradación moral de las instituciones del Estado. Allí está todo: el mundo de la lucha armada y el encarcelamiento de sus héroes, la hipócrita y cruel ocultación de sus víctimas, la constitución de una mentalidad de “pueblo elegido” y perseguido, el bochornoso papel de la Iglesia católica y sus imanes parroquiales, la diaria y sistemática práctica de división de una comunidad en buenos y malos."

No quiero concluir sin añadir un comentario sobre los aspectos y complejidades de la sociedad vasca que aparecen reflejados tanto en la novela como en la serie. En primer lugar la fuerza de la mujer de la casa, la etxekoandre, que lejos de ser un mito es una realidad como se ve en el hogar de Miren, donde ella ejerce el liderazgo absoluto. O en el matrimonio carnicero, donde la mujer decide a quién se puede vender carne y a quién no (una vez señalado el Txato por las pintadas, se niega a vender su mercancía a Bittori como si fuera una apestada) mientras el marido calla cabizbajo. Por cierto que cuando muere el hijo etarra del carnicero y el marido de Miren va a darle el pésame, se produce un momento sumamente revelador. "No sé qué decirte" le dice Josean. A lo que responde el carnicero, "Por fin uno que no miente", en referencia a la instrumentalización política que de su hijo y de su muerte ha hecho el mundo abertzale.

También sobre el enorme peso de la Iglesia en esa sociedad, como se ve en el párroco don Serapio, que ejerce de líder espiritual de la comunidad y es capaz de extender hipócritamente toda una justificación teológica de la lucha por Euzkadi. Tanto cuando acude a Bittori para solicitarle que se vaya del pueblo porque "ya hemos sufrido bastante", siendo ella la víctima del terrorismo; como cuando exhorta a Gorka, el otro hermano de Arantxa, que acaba de ganar un premio por un cuento escrito en vasco; expresa un concepto de patria propio de los iluminados, abrasivo y fascistoide. 
"Lo que quiero decir es que cuando tú escribes es Euskalerría la que escribe. Es una misión, créeme, hermosa, muy hermosa. Y en estos momentos de nuestra historia, lo digo sin temor a exagerar... sagrada.


Y finalmente la cuadrilla, ese instrumento maravilloso de socialización de jóvenes donde se fraguan amistades, aficiones y lealtades. Paradójicamente la cuadrilla sustenta una gran cohesión social, pero también exige una ciega fidelización capaz de coartar la libertad y empujarte a la justificación de la violencia y al acoso fascista del señalado como enemigo del pueblo. Esa presión la sufre en toda su extensión el propio Gorka en la errikotaberna, cuando le reciben tras ganar el premio literario. También el Txato cuando su cuadrilla ciclista lo recibe con silencio y aislamiento tras ser marcado como objetivo por la banda terrorista.

Esos silencios culpables y estremecedores se convierten en la banda sonora de muchos años de miedo y odio, de un cáncer que fue creciendo entre complicidades, cobardías e infamias. 








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Fernando Aramburu
  nace en San Sebastián en el año 1959 y crece en medio de una familia obrera, donde vive el nacimiento de la banda terrorista ETA. Posteriormente estudia Filología Hispánica en la Universidad de Zaragoza y trabaja en revistas culturales antes de trasladarse a Alemania, donde se dedica a impartir clases de español. A principios de los años 80 crea el grupo literario Cloc, en San Sebastián, lo que le impulsa a escribir y dedicarse por completo al mundo de las letras. Su primer reconocimiento importante llegó de la mano de Años lentos, su sexto libro publicado, valedor del Premio Tusquets de Novela en 2011. Otra de las publicaciones importantes de Fernando Aramburu es El trompetista del Utopía (2003), llevada al cine con el título de Bajo las estrellas (2007), film ganador de dos premios Goya. El escritor vasco también se ha destacado en su carrera como traductor, poeta y narrador de cuentos infantiles. Otra de sus obras destacadas es el libro de relatos Los peces de la amargura (2006), que ya prefigura el ambiente y los personajes de Patria.
Perez-Reverte en su web sobre Los peces de la amargura
"Son varias historias escritas de forma muy limpia, sin adornos. Al grano. Prosa seca y cortada, casi documental. Todas ocurren en el País Vasco, en pueblos o ciudades. Vida doméstica que allí es cotidiana: un padre que se aferra a los peces de su acuario para soportar la desgracia de su hija mutilada en atentado terrorista, la madre de un joven preso de ETA, la mujer de un policía municipal hostigada en un pueblo, el compañero de juegos que luego lo será de atentados, la cobardía vecinal ante el que ha sido marcado como enemigo de la patria vasca... No son historias contadas desde un solo punto de vista. Todo cabe en ellas: los motivos y las sinrazones, los verdugos y las víctimas cuyos papeles pueden trocarse en un momento. La memoria y el presente, el miedo, la vileza, la desesperanza, la derrota, la supervivencia. Sobre las doscientas cuarenta y dos páginas del libro -ya he dicho que se lee en una tarde- planea todo el tiempo una sombra densa de tristeza. De la amargura que contiene el título de esta obra singular."

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