miércoles, 28 de octubre de 2020

LA TRANSMIGRACIÓN de los CUERPOS - de Yuri Herrera



La transmigración de los cuerpos es una obra escrita en estado de gracia con trazos poderosos, a la vez líricos y descarnados, que nos hablan de tragedia, redención, sexo y muerte. La acción nos sitúa en una ciudad aterrorizada por una enfermedad desconocida que mantiene a todos encerrados en sus casas, como si una plaga divina hubiese caído sobre esta ciudad violenta y fronteriza donde reina el narcotráfico. En medio de ese panorama encontramos a El Alfaqueque, una especie de conseguidor, detective y mediador que, gracias a su experiencia en los juzgados, se maneja con habilidad entre hampones y personajes de los bajos fondos. El tipo es una especie rara donde se mezcla el talento, la astucia y una muy particular ética que sobresale en un entorno violento y mendaz.

No es un asunto baladí la elección de este apelativo. En la Edad Media el Alfaqueque era una especie de comisionado que se encargaba de intercambiar rehenes y hasta cadáveres entre familias o clanes rivales. También ejercía de intermediario para redimir cautivos o liberar esclavos y prisioneros de guerra. Él mismo aprendió que “lo suyo no era tanto ser bravo como entender qué clase de audacia pedía cada brete”. El tipo puede recordarnos al Sr. Lobo (Harvey Keitel) en Pulp Fiction; pero el caso es que El Alfaqueque se presenta a sí mismo como un individuo insignificante que arruina los trajes apenas se los pone o que cuando logra acostarse con una mujer duda sobre si el encuentro sexual le está sucediendo a él. Un personaje común y corriente pero poseedor de una intuición afilada que se le representa como la figura fantasmal de un perro negro que “le permitía meterse en lugares y en decisiones que no soportaría a solas”.

Con esta obra, Yuri Herrera cierra la trilogía de la frontera que inició con Trabajos del reino (2003) y tuvo continuación en Señales que precederán el fin del mundo (2009). Rodolfo Fogwill elogió sin reparos esta última por su virtuosismo en el trabajo sobre el lenguaje, ya que en sus páginas se entreveran hasta tres lenguas dependiendo de quién hable (un chicano, un narco con su slang o un aborigen con su dialecto). En esta novela la protagonista, Makina, parte hacia una travesía iniciática y también final hacia el Gran Chilango. En Trabajos del reino, por su parte, se cuenta la historia de un humilde cantante de corridos que accede, desde sus anodinos recitales en tabernas, a la mismísima intimidad de un capo del narcotráfico, el Rey. El recorrido de este Artista dentro del reino comprenderá todo un aprendizaje sobre las maquinaciones y el horror. Las tres novelas tienen en común el tema de la violencia y la muerte que, en el caso que nos ocupa, redunda en el acecho permanente de una epidemia que amenaza a una ciudad militarizada. Efectivamente en esta ciudad innombrada todos los habitantes son potenciales víctimas mortales de una epidemia infernal.


El verbo de El Alfaqueque fascina y calma, es el personaje idóneo para encargos tan delicados como el que le acaban de hacer: paralizado el país por la pandemia, las disputas entre los Castro y los Fonseca han quedado en suspenso... pero en medio queda un dilema pendiente: los Castro tienen el cuerpo de Romeo Fonseca y los Fonseca el de la Muñe Castro. Los Castro no saben que la Muñe está muerta, lo Fonseca ignoran que Romeo también. El enfrentamiento recuerda de algún modo al de los Montesco y los Capuleto en la tragedia de Shakespeare. El intercambio de los secuestrados revelará, a la postre, una intriga entre ambas familias. La trama cuasidetectivesca hará recorrer a El Alfaqueque toda la ciudad y sus bajos fondos; un laberinto preñado de delincuencia, narcotráfico y emigración clandestina. 

El contrapunto a esta trama principal viene dado por los devaneos sexuales de El Alfaqueque con su vecina La Tres Veces Rubia y la sospecha de que el novio de ésta se la tiene jurada. 

Las novelas de Herrera reflejan un mundo fronterizo y violento pero el autor no se queda ahí. Es justamente elogiada la aplicación que Herrera hace del lenguaje como una forma de conocimiento y construcción de la realidad. Por ejemplo El Alfaqueque compone las palabras a su manera: "bisnero", "teibol", "buenosdiar". Vive de su labia y con ella ha de tender puentes y definir la realidad. Algo que se aprecia desde la primera línea de la novela, que comienza: "Lo despertó una sed lépera". O sea no una sed cualquiera, sino una que es grosera, soez y ordinaria. Toda una definición de principios de la narrativa de Yuri Herrera.



En una entrevista en Cuadernos Hispanoamericanos, comentaba Herrera:
"Justamente ése es para mí el punto de partida, que el lenguaje no está ahí como algo terminado, sino que está fluyendo permanentemente, con frecuencia empujado por la literatura, que, por un lado, está insertada en cierta tradición (consciente o no, es un diálogo inevitable, a veces de manera reverencial, a veces a los gritos y escupitajos, pero inevitable); y, por otro, está respondiendo al azoro de que todo está sucediendo por primera vez en la historia; encontrar esa manera nueva de hablar (y las claves de esas maneras nuevas a veces están en el pasado remoto) es la dificultad y el gozo de la escritura."

Y en el blog Maristain declaró:
"El lenguaje tiene relación directa con los problemas y con la historia que estás tratando de contar. No entiendo a la gente que ve el estilo como un mero ornamento. Para mí el estilo tiene que ver con el núcleo emocional de la novela."

Finalmente he aquí un extracto:
"Pareció que Vicky iba a decir algo. Se arrepintió y después sí dijo ¿Pero por qué no dejó que lo llevaran al hospital?
Ahí sí quién sabe, dijo el Menonita.
Salieron y Romeo volvió a quedarse solo. Subieron con los Castro y, antes de salir, apareció la madre de los Castro, asustada y pálida, y le pidió Ya dígame qué le hicieron a mi niña.
El Alfaqueque decidió que con ella no funcionaría la táctica del Menonita y dijo Más o menos lo mismo que aquí. Una desgracia sin culpable.
¿Qué me está diciendo? ¿Que se murió? ¿Que ellos y nosotros terminamos con el muerto del otro por accidente? ¿Eso?
Algo así, sí.
La madre lo miró fijamente, y dijo Esas cosas no pasan.

Un hijuelachingada cualquiera, cualquiera, se come un pan y a eso hay que buscarle un nombre, pensó, O un alias de perdis, que es para lo que el discernimiento alcanza.
Bato desterrado alias Menonita. Bato roto alias Alfaqueque. Pobre diablo solitario alias La luz de mis ojos. Pobre mujer expoliada alias Dónde andará. Venganza alias Desquitanza. El Carajo alias No se preocupe usted. Desprecio alias Quién se acuerda. Cuánto miedo alias Yo no sé nada. Cuánto miedo alias Aquí estoy bien. Un hijuelachingada cualquiera, cualquiera, alias Su mero padre. Esto es lo que esperaba alias Ni crean que me la pueden hacer. Verbo desbravado alias La pura verdad." (pág. 80)

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