martes, 9 de febrero de 2021

MÁSCARAS - de Leonardo Padura



Máscaras se refiere al verano (de 1989) en la inicial tetralogía de Las Cuatro Estaciones donde Padura nos presentó las andanzas de su policía Mario Conde en una Cuba descompuesta. Allí la decepción y el desengaño han sustituido a los ideales revolucionarios de igualdad y libertad. Padura se sirve de la novela policíaca para ofrecer una panorámica de la fascinante heterogeneidad que bulle en la isla y también de la represión política, sexual y artística experimentada en Cuba.

A pesar de que a comienzos de los 80 publicara su primera novela, Leonardo Padura seguía trabajando de periodista  cuando en octubre de 1989 fue invitado a un encuentro de autores de novelas policíacas en México. Este hecho acabó sellando su destino literario. Al regreso de aquel viaje el gobierno le encomendó la jefatura de redacción de "La Gaceta de Cuba" que, al tratarse de una publicación mensual, le habilitó el tiempo necesario para el esfuerzo narrativo. Padura decidió que el género policíaco era el marco apropiado para contar lo que estaba pasando en Cuba, seguramente inspirado por la reflexión de Raymond Chandler en “The Simple Art of Murder”: "En todo aquello que pueda llamarse arte hay siempre una posibilidad de redención". Y parecía claro que la sociedad cubana estaba necesitada de redención. En las novelas de Las Cuatro Estaciones, Pasado Perfecto (1991), Vientos de cuaresma (1994), Máscaras (1997) y Paisaje de otoño (1998), Padura hace una revisión de la reciente historia cubana, con el propósito de entender y explorar el sentimiento de fracaso que estrangulaba a la generación que creció con el proceso revolucionario.

Suspendido por una pelea, Mario Conde lleva unos meses dedicado a tareas burocráticas; pero debido a la escasez de personal su superior, el mayor Antonio Rangel, le levanta la sanción para que investigue la muerte de un travesti en El Bosque de La Habana. Alexis era hijo de un diplomático con mucha influencia en el régimen, Faustino Arayán, el último representante de Cuba en Unicef; por lo que la investigación llevará al Conde a inmiscuirse en el mundo de la clase dirigente, separada por un abismo del común de los mortales. Conde tendrá que lidiar con las instrucciones del Mayor Rangel que le exige la máxima discreción.
El Bosque de La Habana


El crimen presenta varias particularidades que delatan una intención simbólica o ritual. Por un lado el cadáver de Alexis se encuentra vestido con el traje rojo vivo diseñado por Alberto Marqués para la protagonista de "Electra Garrigó", versión cubana de la tragedia griega escrita por Virgilio Piñera. Pronto descubrirá el Conde que aunque Alexis era homosexual nunca ejerció de travesti y que el día en que aparece asesinado no es un día cualquiera, sino el 6 de agosto, día en que la Iglesia católica celebra la Transfiguración del Señor. En este acontecimiento Jesús subió a un monte a orar junto a los apóstoles Juan, Pedro y Santiago, que ven cómo Jesús se vuelve resplandeciente y conversa con Moisés y Elías cuando de repente la voz de Dios irrumpe desde una nube diciendo: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”. El asunto cobra importancia cuando Conde encuentra una Biblia en el escritorio de Alexis en la que precisamente faltan las páginas de la Transfiguración en el evangelio de Mateo.
"—¿Te imaginas lo que quiere decir esto?
—Que tenía algo escrito.
—Algo que molestaba o perjudicaba a alguien, y ese alguien arrancó la página. O, si no, que significaba algo especial para este muchacho y por eso él mismo llegó a sacarla del libro. Y si fue así, esto nos puede aclarar muchas cosas, Manolo: ese cabrón estaba loco y se transfiguró por cuenta propia para entrar en su propio Calvario. Me juego las nalgas a que sí."
No son los únicos elementos extraños en el crimen, también se demuestra que fue asesinado de frente, sin ofrecer resistencia alguna y que alguien, presumiblemente el asesino, le introdujo por vía anal dos monedas de oro.

Como es habitual en Padura, la investigación policial es sólo una excusa para la crítica social. Los dos asuntos de fondo que recorren la novela son la homosexualidad en Cuba y la llamada política de “parametrización” que se utilizó para excluir a muchos intelectuales de la vida cultural cubana, bien por razones ideológicas, sexuales o religiosas que estaban fuera de los "parámetros" del paraíso socialista.

Si en las dos primeras novelas del ciclo muchos hilos de la trama partían de un territorio mitificado por Conde, esa Preparatoria añorada donde conoció a sus mejores amigos; en esta tercera aventura la pesquisa le llevará a descubrir una Habana muy diferente, poblada por personajes que sufrieron una cruel represión debido a su orientación sexual. El Virgilio particular que va a encontrar Conde durante la pesquisa es Alberto Marqués, que había acogido al asesinado Alexis Arayán en su casa, una vivienda con una situación geográfica ciertamente irónica, en el "número 7, de la calle Milagros, entre Delicias y Buenaventura. ¿Sería un invento de Alberto Marqués aquel número y aquellos tres nombres de calles para ubicar su casa en un rincón del Paraíso Terrenal, dentro de una gloria perfecta y edénica

Marqués es un personaje central en la novela ya que ejemplifica y da voz a la denuncia de toda una época. Siendo un importante dramaturgo y director de teatro fue defenestrado políticamente en 1971, por su homosexualidad; justo antes de estrenar su versión de la obra de Virgilio Piñera, "Electra Garrigó":
"La primera acusación que me hicieron fue la de ser un homosexual que exhibía su condición, y advirtieron que para ellos estaba claro el carácter antisocial y patológico de la homosexualidad y que debía quedar más claro aún el acuerdo ya tomado de rechazar y no admitir esas manifestaciones de blandenguería ni su propagación en una sociedad como la nuestra".


La figura de Marqués alude directamente a Virgilio Piñera, destacado escritor, poeta y dramaturgo cubano, hacia quien Padura prodiga una gran admiración (suele incluir en sus libros citas de su obra). Piñera, al igual que Reynaldo Arenas, Calvert Casey, José Lezama Lima y otros destacados escritores cubanos, era homosexual y tuvo que enfrentarse a la marginación impuesta por el régimen revolucionario cubano, tal y como le recuerda Marqués a Conde. La cruel paradoja es que tanto Piñera como otros artistas e intelectuales homosexuales apoyaron de forma entusiasta la revolución de 1959:
"Esos fueron los que quisieron acabar con gentes como yo, o como el pobre Virgilio, y lo consiguieron, usted lo sabe. Acuérdese que en sus últimos diez años Virgilio no volvió a ver editado un libro suyo, ni una obra de teatro representada, ni un estudio sobre su trabajo publicado en ninguna de estas seis provincias mágicas".
El Conde, por su propia educación, tiene inclinaciones homofóbicas, pero también es un hombre culto y sensible que se ve impactado por la vasta cultura del dramaturgo, así como por su fina inteligencia y la dignidad con que lleva su condena al ostracismo. Marqués primero intrigará a Conde, luego lo fascinará y finalmente será quien ponga a su alcance las historias y claves para entender lo sucedido.
"Aguantó como un hombre y se quedó aquí, porque dice que si sale de aquí entonces sí se muere, y no les hizo el juego ni a los de adentro ni a los de afuera".
Desde el mismo título y hasta la revelación final sobre el asesino, todo el libro está atravesado por la metáfora de la máscara, símbolo capital del mundo del teatro en el que se mueve Marqués quien, como Piñera, cree que es en el teatro donde mejor se puede presentar la realidad. La «máscara» como instrumento de ocultación o transfiguración de la realidad, capaz de superponer una realidad fingida pero sincera; a otra subyacente y verdadera: La propia escena del crimen es una máscara, del mismo modo que el asesino vive y medra tras una máscara e incluso la revolución cubana fue colocando máscara tras máscara para intentar ocultar una realidad no deseada. Toda la investigación se convierte así en un desvelamiento de la verdad oculta, una “caída de la máscara, una máscara de mil mentiras tras la que se había escondido la verdad”.
La Habana


Padura ya lo había señalado desde la misma elección de las citas que abren el volumen, comenzando por el famoso aserto de Batman: "Todos usamos máscaras". También reproduce un diálogo del Acto III de Electra Garrigó, la obra de Piñera, donde critica con amargura el conformismo de la sociedad cubana:
PEDAGOGO: Es cierto. En ciudad tan envanecida como ésta, de hazañas que nunca se realizaron, de monumentos que jamás se erigieron, de virtudes que nadie practica, el sofisma es el arma por excelencia. Si alguna de las mujeres sabias te dijera que ella es fecunda autora de tragedias, no oses contradecirla; si un hombre te afirma que es consumado crítico, secúndalo en su mentira. Se trata, no lo olvides, de una ciudad en la que todo el mundo quiere ser engañado..
Esta es la redención que propone Padura, el reconocimiento y la comprensión de lo que hay tras la máscara, como le ocurre al Conde con Marqués; porque, paradójicamente, la función de la máscara desemboca en un ansia mayor de autenticidad. 

Padura y Conde siempre estarán tras la resolución de un crimen, pero tan importante como su pesquisa es el entorno de La Habana, su historia y unos personajes que respiran y ahondan los aspectos sociales y culturales más hirientes de la reciente historia cubana.

El estilo de Padura es muy natural, derrocha desenfado y espontaneidad hasta lograr ese cierto tono humorístico que envuelve la decepción. Como todas las de la serie la novela es reflexiva y melancólica, reflejando el carácter de su protagonista, el teniente Mario Conde: un tipo honrado, escéptico y desencantado; un “cabrón recordador”, fiel a sus amigos y frecuentemente borracho `que arrastra una melancolía`, según lo ha definido el mismo Padura. Un policía que hubiera querido ser escritor y que siente una enorme empatía por escritores, locos y borrachos.

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