Durante la película algunos de estos jovencitos X-Men acuden al cine para ver El Imperio Contraataca, de la saga Star Wars. Al salir debaten sobre si la mejor es la primera o la segunda, para concluir al unísono que la tercera es la peor. Pues eso mismo pasa con esta tercera entrega de la nueva generación de X-Men. La tercera es la peor y a gran distancia de sus dos precedentes, X-Men: First generation y X-Men: Días del futuro pasado.
Después de una estupenda presentación recreando el Egipto clásico de las pirámides y cómo quedó enterrado un primer mutante con amplísimos poderes, la película comienza a recorrer diversos vericuetos, a cual más anodino: el poderoso En Sabah Nur es preservado por una orden secreta que ni aparece y tan torpe que tiene que ser la agente de la CIA Moira MacTaggert quien lo despierte por accidente. Luego este poderoso semidiós reclutará a cuatro jinetes con escaso recorrido. Uno de ellos será un Magneto metido con calzador en una historia familiar de lo más insustancial. A esto le sigue la apropiación de la mente del profesor Xavier para anunciar al mundo su destrucción, el Apocalipsis: No más máquinas, no más armas, no más Compañías. Sobre las ruinas de este mundo construiré un mundo mejor, declama ufano para que todos le oigan. Pues vaya.
Este Apocalypse cierra la segunda trilogía de los X-Men, la nueva generación. Si la comparamos con las dos películas precedentes falta aventura y sobra cháchara, faltan dramas personales y sobran mutantes. A la nueva generación de Mística (Jennifer Lawrence), Quickwilver (Evan Peters), Xavier (James McAvoy) y Magneto (Michael Fassbender) se les añade y acumula otra nueva y más joven donde encontramos a un juvenil Rondador Nocturno (Kodi Smit-McPhee), una nueva y jovencísima Jean Grey (Sophie Turner), un bisoño Scott y la salvaje Psylocke (Olivia Munn).
Demasiadas ramas para un sólo árbol, ya que la aventura que nos presenta la cinta es muy limitada: un dios antiguo llega a este mundo, junta a sus cuatro jinetes y se apresta a la destrucción total. Un hilo argumental demasiado simple cuyos dobleces no se han explorado, que abusa de las referencias a sus predecesoras (hasta volvemos al tenebroso lago Alkali) y que pierde uno de mayores atractivos: el debate sobre la aceptación social de los mutantes y el engarce de sus tramas con la historia reciente del siglo XX. Sin este anclaje dramático y con un malvado tan poderoso como excesivo, todo se vuelve simple y predecible.
Se ha pretendido cerrar la trilogía a la vez que presentar a los nuevos cachorros X-Men, el resultado es pobre y atropellado. Tanto el profesor Xavier como Magneto están muy desdibujados. La pobre Mística carga sobre sus espaldas el intentar levantar el ánimo en una batalla farragosa y falta de épica. Los enfrentamientos y la parafernalia de FX huelen a repetición. Hasta el virtuosismo de las secuencias de Quicksilver (lo más divertido y memorable) se dan por amortizadas.
Se ha pretendido cerrar la trilogía a la vez que presentar a los nuevos cachorros X-Men, el resultado es pobre y atropellado. Tanto el profesor Xavier como Magneto están muy desdibujados. La pobre Mística carga sobre sus espaldas el intentar levantar el ánimo en una batalla farragosa y falta de épica. Los enfrentamientos y la parafernalia de FX huelen a repetición. Hasta el virtuosismo de las secuencias de Quicksilver (lo más divertido y memorable) se dan por amortizadas.
Si has leído un poco este blog ya sabrás mi opinión sobre lo mal que casan dioses y cine. Cuando un ser supremo puede destruir el planeta entero sólo con estornudar, resulta harto difícil encontrarle algún dramatismo. Este Apocalipsis es bastante prosaico y su malvado En Sabah Nur un vulgar charlatán.
Leyendo un poco por ahí encuentro que el guionista es Simon Kinberg, un tipo que curiosamente trabajó también en la decepcionante tercera entrega de la trilogía original, X-Men: La decisión final. Otro fiasco a sumar al que firmó para el reboot de los Cuatro Fantásticos o a la flojísima Jumper.
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