Muchos y atractivos elementos integra esta película aparentemente simple, que dedica la mayoría de sus planos a personas que observan pantallas. Suspense, tensión, dilema moral y juego político son las cartas de esta partida: una operación de guerra moderna basada en drones dirigidos por control remoto.
La coronel Katherine Powell (Helen Mirren) dirige una misión secreta para capturar a una súbdita británica convertida al islamismo y casada con uno de sus dirigentes. La misión cobra un nuevo giro cuando se reúne con otros dos terroristas que están entre los 10 más buscados. Entonces abatirlos se convierte en la primera opción.
La acción transcurre en Nairobi, Kenia; mientras la coronel Powel se encuentra en Londres dirigiendo a los operadores de drones que actúan desde una base en las Vegas, a más de 13.000 km. Drones con la última tecnología para vigilar y transmitir imágenes sobrevuelan cualquier espacio armados con misiles.
El director utiliza el gancho de una niña inocente, situada junto a la casa de los terroristas, para introducir el debate sobre los daños colaterales. Logra plantear la situación de forma aguda e incómoda, sin demagogias. ¿Sacrificarías a un inocente para salvar docenas de vidas? El Ojo en el cielo -título original- no sólo observa a los terroristas, también a los que toman decisiones sobre la guerra y su iris llega hasta la butaca del espectador. ¿Aceptas sin más el asesinato? ¿Te irrita que la decisión de apretar el botón no sea franca? ¿Te exaspera el debate cuando la oportunidad es tan clara?
La película logra un tono de thriller que encuentra el equilibrio entre la reflexión y el entretenimiento. Una de las mejores cosas que consigue es graduar un magnífico suspense en una situación tan aparentemente nimia. Y también reflejar, incluso con humor y sátira, todo el entramado político y legal que se esconde detrás de una decisión de ataque. Los ingleses dudan, consultan a los expertos militares y legales. Los ministros se pasan la patata caliente unos a otros. No así el Secretario de estado norteamericano. Su decisión ejecutiva es clara.
El director enriquece la película ofreciendo a los espectadores todos los puntos de vista: el de la coronel Powell, el ministro inglés, el fiscal general, el Secretario de estado norteamericano, el experto en daños, los operadores de los drones.... Una situación tan compleja como interesante.
Sin embargo ofrece un punto débil por su inverosimilitud. Los dos jóvenes que operan los drones viven su misión como un tormento emocional. Alistados para pagarse los estudios universitarios se ven comprometidos en una situación límite.
Rodada en tiempo real la cinta consigue un suspense perfecto. Las porfías entre las decisiones políticas y la licitud de la acción encuentra su culmen en el debate moral. Aunque no hay que engañarse, los políticos piden asesoramiento a militares y fiscales; pero finalmente su dilema no es moral sino oportunista, ¿Qué pasa con mi cargo si se filtran las imágenes y aparecen en Youtube cadáveres de civiles?.
La cinta ilustra con claridad meridiana todo lo que supone la globalización y la guerra con los drones. Desde Londres y en colaboración con EEUU (¡Ay, esa relación especial entre ingleses y norteamericanos, en la que quiso participar nuestro Josemari Ánsar yéndose a las Azores!), se ejecuta una acción bélica sin declaración previa de guerra. Sin soldados, asépticamente.
Las implicaciones morales no son un asunto nuevo en el director Gavin Hood. Ya las pulsó en la infravalorada Expediente Anwar y también estaban en el fondo de la más comercial El juego de Ender donde, recordemos, se plantea la extinción de toda una raza a través de un videojuego. La distancia y la tecnología nos ayuda -hipócritamente- a no implicarnos, ni a ser salpicados por los horrores de la guerra.
El guión (de Guy Hibbert, autor del libreto de Cinco minutos de gloria y Omagh) y las situaciones planteadas son la fuerza de la película; sostenida por unas magníficas interpretaciones de un elenco en el que destacan Hellen Mirren, el recientemente fallecido Alan Rickman y un estupendo Barkhad Abdi que ya nos deslumbrara en la agobiante Capitán Philips.
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