jueves, 2 de junio de 2016

El BARCO FARO - de Siegfried Lenz

El volumen está integrado por la novela corta que da título al libro y un pequeño grupo de relatos. En todos ellos pesa la opresión de un tiempo que se acaba y la amenaza del fracaso. Al capitán del barco faro le obsesiona una mácula en su pasado de la que busca redención. Prácticamente todos los personajes arrastran una tristeza pesada, una opresión (a veces política como en El amigo del gobierno y en Los humores del mar). En muchos personajes se produce un debate inconcluso entre el deber, el ser (en busca de la felicidad) y la culpa;  para erigirse finalmente como una obra alegórica en la que están muy presentes el peso y las heridas de la segunda Guerra Mundial.

No en balde la obra cumbre de Siegfried Lenz es La lección de alemán, una obra que ilustra el conflicto entre el deber y la responsabilidad en una pequeña ciudad alemana durante la Guerra Mundial. Un verdadero ajuste de cuentas con el carácter alemán. 

Lenz es, junto con Heinrich Böll y Günter Grass, el más reconocido autor literario alemán de la segunda mitad del siglo XX. Estos relatos hay que leerlos en el contexto histórico en que fueron escritos. Cuando llegó el Tercer Reich, Lenz era todavía un niño. Participó en la II Guerra Mundial siendo sólo un adolescente. Destinado en un crucero terminó desertando del ejército a causa del injusto fusilamiento de un compañero. Tras pasar por un campo de prisioneros inglés, se afincó en Hamburgo; estudió filosofía y llegó a ser responsable de la sección literaria del periódico Die Welt.

El Barco faro plantea su situación pocos años después del final de la guerra. Los tripulantes de un barco faro antiminas, anclado en el mar Báltico, se preparan para afrontar su última guardia; pero el capitán Freytag permite subir a tres hombres cuya embarcación se ha averiado. Pronto descubrirán que portan un cargamento ilegal de armas. Los tres delincuentes, encabezados por el amable y siniestro doctor Caspary, toman como rehenes a los tripulantes. La tensión es palpable, sobre todo cuando sale a relucir un episodio poco honorable de Freytag durante la guerra.

Por su planteamiento, un espacio aislado, dos grupos enfrentados siendo uno rehén de otro y una tensión claustrofóbica; me recuerda a la película de John Huston, Cayo Largo

Tanto en "El barco faro" como en "Los humores del mar" -para mí el mejor del resto de los relatos, donde unos fugitivos huyen de la opresión tras el Telón de Acero, cruzando dramáticamente el Báltico-; los personajes se sienten prisioneros. Por eso el barco faro se erige como una gran alegoría. Para el capitán Freytag representa el deber, pero como algo inútil. Está encallado, no vive, no palpita. Sólo se oxida esperando el desguace. De ahí la amargura que traslucen muchas páginas.


"-No sabes nada -replicó Freytag-. Mientras creas que la única posibilidad de un hombre desarmado es negociar con la boca de un fusil, me da igual lo que sepas. Te diré una cosa, chico: nunca fui un héroe, pero tampoco quiere ser un mártir, porque los dos siempre me han resultados sospechosos. Murieron con demasiad facilidad, incluso al morir seguían estando seguros de su causa..., demasiado seguros, creo yo, y eso tampoco es la solución. He conocido a hombres que murieron para arreglar algo: no arreglaron nada y dejaron todo atrás. Su muerte les ayudó a ellos mismos, pero a nadie más. Quien no tiene armas ni poder sigue teniendo más posibilidades, y a veces creo que el deseo de exponerse a la boca de un fusil a cualquier precio esconde el peor de los egoísmos." pág 78
Uno de los aspectos más llamativos a bordo del barco faro es la relación que se establece entre el imperturbable doctor Caspary y el capitán Freytag.
"Me gustaría seguir contándole mi historia. Jamás he conocido a nadie en quien poder confiar tanto como en usted. capitán, ¿por qué será? ¿Por la plenitud de nuestro entendimiento? ¿Por su situación y por la nuestra? ¿O acaso quiero contarle todo sobre mí, porque cada uno está en manos del otro? Todo hombre es igual a su enemigo, con ningún otro tendrá una relación más estrecha." pág. 117

El capitán Freytag, como el barco faro, se constituyen como una luz guía en el mar de la confusión moral. Su determinación prevalece por encima de todo lo demás, incluso de sí mismo. 


Del deber, la culpa y sus consecuencias se ocupan algunos textos de la colección como “El principio de algo” (donde un marinero pierde el barco que se hundirá al poco tiempo sin supervivientes). Mientras que en otros se recurre al sarcasmo, como en “El brazo más largo” (sobre una obsesión persecutoria) o "El hijo del dictador" (donde se relata la sibilina conspiración del hijo contra su padre).

El estilo de Lenz es sumamente conciso. Sin florituras es capaz de generar una atmósfera irrespirable. Sus héroes suelen estar en trace de liberarse y esa lucha, casi siempre perdida, es la que le gusta ilustrar. 

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