jueves, 22 de mayo de 2014

CARTAS de GUERRA - de Jacques Vaché













Jaques Vaché (1895-1919) fue un escritor sin obra y sin embargo pieza fundamental en el surgimiento del surrealismo. Joven, culto y rebelde se dejó morir por una sobredosis de opio con tan solo 23 años. Un puñado de cartas iconoclastas escritas desde el frente lo redimieron definitivamente del olvido.

Supongo que cada lector llegará a Vaché por un camino secreto. Roberto Bolaño solía acusar al establishment de ignorancia gritando “¡No han leído a Jacques Vaché…!”.  Algunos lo habrán encontrado en el epígrafe de Rayuela: “Nada mata a un hombre tanto como estar obligado a representar a un país”, que apuntaba tratarse de una carta de Vaché a André Breton. Para otros, más recientemente, su primer contacto será a través de Vila-Matas, confeso epígono, que lo suele traer a colación en artículos, prólogos y obras como Bartleby y Compañía o El Mal de Montano.


Será precisamente André Breton quien preservará su memoria reuniendo y publicando sus Cartas de Guerra. Lo había conocido en 1916 en el Centro de Neurología de Nantes. Breton trabajaba allí como internista cuando Vaché fue ingresado por una herida en la pierna durante la guerra. El convaleciente se dedicaba a elaborar extrañas tarjetas postales para las que inventaba unas leyendas insólitas. A Breton le sorprendió la original personalidad de Vaché, excéntrica y turbadora. Paseaba por Nantes disfrazado de teniente, aviador o médico inventando historias y fingiendo personajes. Su más formidable performance se produjo al irrumpir, con uniforme y pistola en mano, en plena representación de una obra de Guillaume Apollinaire (Les Mamelles de Tiresias). Amenazaba con disparar al público en protesta por lo "excesivamente literario" de la pieza. Para Breton, aquel acto rebelde de Vaché, representaría la acción surrealista por excelencia.

En mayo de 1916, el ejército francés lo había movilizado como intérprete para las tropas británicas. Así lo comunica a su amigo: "Cher ami, J’ai disparu de la circulation nantaise brusquement et m’en excuse —Mais M. le Ministère de la Guerre (comme ils disent)— a trouvé indispensable ma présence au front dans un délai très bref… et j’ai dû m’executer."

Desde el frente Vaché escribirá a sus amigos. Diez cartas a Breton, cuatro a Théodore Frankel y una a Louis Aragon. En cada misiva Vaché desmonta la guerra y el dolor. Afronta su vida como algo grotesco y carente de lógica. Su respuesta es el sarcasmo, el humor negro. No en balde en el primer manifiesto surrealista Breton dice: “Quiero que la gente calle tan pronto deje de sentir“. Vaché declara su deseo de acabar con la visión idealizada de todo concepto establecido, incluidos el arte y la literatura.

Augusto Munaro en la Revista Corazón Literario se pregunta:
"¿Qué atesoran dichas cartas? Para muchos, el pulso descarnado de la libertad en su estado puro: los borradores de lo que serían, históricamente, los primeros textos surrealistas jamás escritos.
(...)
Fue él quien acuñó antes que ningún otro, el “espíritu nuevo”. Vaché, quien esbozó una suerte de método hasta entonces insólito: la escritura automática. Un proceso escriturario asociado al juego rebelde de las imágenes en relación al pulso intimista del inconsciente. Cartas de Guerra, lo demuestra cabalmente. Su pensamiento descentrado, caótico –casi siempre “fuera de foco”, como él mimo recrimina-, pero altamente inventivo, se irradia en el hilo narrativo delirante de estas cartas. Textos escritos desde las trincheras francesas, mientras prestaba servicio -en calidad de intérprete- a las tropas británicas. Veamos: “Vivo en un hueco perdido entre restos de árboles calcinados y, periódicamente, una especie de obús se arrastra, parabólico, y tose”. Y aún algo más: “Me hubiera gustado responder a su lejana misiva con una visita -le confiesa a su querido amigo Breton-; pero, naturalmente, usted aprovecha para irse – Estoy casi siempre en la cárcel por ahora, hace, durante el verano, más fresco – Tengo a pesar de esto muchos asesinatos divertidos que contarle – Pero bueno… (…) Espero que este documento le llegue mientras siga usted con vida, y mientras esté seguramente harto ocupado cortando miembros con una sierra, según la tradición, y armado con un pálido delantal en el cual se imprime una mano aceitada con sangre fresca”. Y por fin: “Saldré de la guerra dulcemente atontado, es muy posible, al estilo de esos espléndidos idiotas de pueblo (y así lo deseo)… o sino… o sino… ¡vaya película en la que actuaré! – ¡Con automóviles locos, usted los conoce bien, puentes que ceden, y manos mayúsculas que gatean en la pantalla acercándose a algún documento!”. Hay agudeza fantasiosa, ternura –inclusive- un ingenio expansivo, tan melancólico, como alegre. ¿Cómo no habrían de sentirse en su salsa Breton, Tzara, Péret, Soupault o Aragon? ¡Aquella insólita y sublime sintaxis! Nada tan misterioso como ese manejo maestro de la elipsis, que articula y potencia cada frase desacralizadora, posibilitando un lenguaje tan hermético como hipnótico. Pulsión rupturista que quiebra una idea para fundar otra, completamente inesperada, deseando por sobre todas las cosas restablecer la curiosidad y el asombro. Pues bien, esa respiración ácrata que destila su estilo, difícilmente explicable con el lenguaje convencional, asentó las bases de toda la escritura surrealista posterior, desde la fulgurante Una ola de sueños (Louis Aragon, 1924) y Pez soluble (Breton, 1924), hasta la no menos poética ¡La libertad o el amor! (Robert Desnos, 1930), entre tantas otras. No en balde Cartas de guerra, auténtica joya augural, aún continúa deslumbrando."

Vaché defiende la supremacía del ego sobre lo social, de la simulación sobre la realidad, un estado de insumisión que Breton denomina "la deserción al interior de uno mismo". "¡Cómo te envidio por poder estar en París y poder engañar a gentes que valen la pena!", le escribió a Breton.

El 6 de enero de 1919, con veintitrés años de edad, Jacques Vaché y su amigo Paul Bonnet fueron encontrados muertos en una habitación de la segunda planta del Hôtel de France. Un tercer amigo llamado A. K. Woynow, soldado del servicio de Intendencia americano, se despertó y pidió ayuda. Los jóvenes aún agonizaban cuando llegó el médico. La investigación posterior confirmó las muertes por una fuerte dosis de opio. Más tarde, en 1927, el poeta Marc Adolphe Guégan, confesó haber recibido una declaración llegada de alguien de confianza. Sólo unas horas antes de la sobredosis Jacques había dicho: "Moriré cuando quiera morir... Pero entonces moriré con alguien. Morir solo, es demasiado aburrido... Y preferentemente con alguno de mis mejores amigos".


Reproduzco a continuación los últimos párrafos de la Introducción que André Bretón escribió a las Cartas de Guerra de J. Vaché y un par de ellas.

Jacques Vaché
"El célebre bautismo de fuego encaja en la noche de las supersticiones adorables en las que figuran para mí esos dos peces atados con una cuerda. En ella te abandono. Frutos maduran en el árbol dentro del follaje negro. No sé si están trillando o si hay que buscar una colmena ahí al lado. Pienso en una boda judía. Un interior holandés es lo más lejano. Te veo, Jacques, como un pastor de las Landas: llevas gruesos zuecos de creta. El celemín de sentimientos no está caro este año. Desde luego, algo hay que hacer para vivir y el bonito relevo al capote manchado es una vaca lechera en la niebla. Merecías algo mejor, el presidio, por ejemplo. Pensaba encontrarte en él y no estaría viendo el primer episodio de La Nouvelle Aurore, -mi querido Palas. Perdón. ¡Ah! Los dos hemos muerto.
Es verdad que el mundo consigue bloquear todas las máquinas infernales. ¿No hay tiempo perdido? Tiempo, queremos decir las botas de siete leguas. Las cajas de acuarelas se deterioran. Las dieciséis primaveras de William R. G. Eddie... guardemos eso para nosotros.

Conocí a un hombre más bello que una flauta. Escribía cartas tan serias como los galos. Estamos en el siglo XX (de la era cristiana) y los pistones salen bajo los tacones de niño. Hay flores que se abren especialmente para los artículos necrológicos en los tinteros. Aquel hombre fue mi amigo."





*   *   *   * 

Al señor André Breton.

X. 5 de julio de 1916.

Querido amigo.

He desaparecido de la circulación nantesa bruscamente y por ello me excuso -- Pero al Señor Ministerio de la Guerra (como dicen) -- le ha parecido indispensable mi presencia en el frente en un plazo muy breve... Y he debido obedecer.
Estoy destinado en calidad de Intérprete para las tropas británicas. -- Situación bastante aceptable en esta época de guerra, dado que me tratan como a un oficial -- caballo, equipajes variados y ordenanza -- Empiezo a oler a británico (la laca, el té y el tabaco rubio).
Pero de todos modos, de todos modos, ¡qué vida! No tengo (naturalmente) nadie con quien hablar, ni libros que leer, ni tiempo para pintar -- En suma temiblemente aislado -- I say, Mr. The Interpreter -- Will you... Perdón, ¿el camino para? Have a cigar, sir? -- Tren de avituallamiento, habitantes, alcalde y boleto de alojamiento -- Un obús que afirma y lluvia, la lluvia, la lluvia, lluvia -- lluvia -- lluvia -- doscientos camiones en fila, en fila -- en fila...

En resumen, vuelvo a ser presa del temible aburrimiento (véase más arriba) de las cosas sin interés alguno -- Para divertirme -- Imagino -- Los ingleses son en realidad alemanes, y estoy en el frente con ellos, y por ellos -- Fumo con toda seguridad un poco de «hierba», este oficial «al servicio de Su Majestad» va a transformarse en un andrógino alado y a bailar la danza del vampiro -- escupiendo té con leche -- Y después me voy a despertar en una cama conocida y voy a ir a descargar barcos -- tú a mi lado -- blandiendo la varita eléctrica.

¡Oh! ya basta -- ¡ya basta!, es demasiado incluso -- un traje negro, un pantalón con raya, charoles correctos - París -- telas a rayas -- pijamas y libros sin cortar -- ¿dónde vamos a sentarnos?... nostálgicas cosas muertas con la anteguerra -- Y después -- después ¿qué? Nos reiremos, ¿verdad?

«... Iremos hacia la ciudad...»
«Tu alma es un paisaje escogido»
«Su abrigo de color pardo solía deformarse en los bolsillos...»
«Con el corazón contento, subí...»

El atardecer de un fauno y Cesarea... Elvira con los ojos bajos y la hermana de Narciso desnuda.
¡Oh! ¡ya basta! ¡ya basta!, es demasiado incluso.
Sidney, Melbourne -- Viena -- New York y regreso -- Hall de Hotel -- trasatlántico barnizado, resguardo del equipaje, Gerente de Hotel -- Vividores - y Regreso.

Me aburro, querido amigo -- ¿sabes? -- pero te aburro a ti también y después de pensarlo acabo aquí.
Recuerda que tengo (y te lo ruego que lo aceptes) una buena amistad contigo - que por lo demás mataré -- (sin escrúpulos quizás) -- después de haberte desvalijado indebidamente de probabilidades inciertas...

Te pido ahora seriamente que me escribas...

M. Vaché -- intérprete --

H. Q. 517th Div. Tren A.S.C. B.E.F.

Saludo al pueblo polaco de acuerdo con los ritos y te envío el mejor recuerdo de

J. T. H.

P.S.: Releo mi carta, y la encuentro -- en definitiva -- incoherente -- y muy mal escrita .. Me excuso educadamente.
Y para que conste.

J. T. H.


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