Al poco del estreno de esta película leí en algún medio que les parecía un acto de irresponsabilidad hacer una película con esta temática tal y como está el patio.
A mí me parece lo contrario.
Llevar la situación al extremo para poder ver a dónde nos dirigimos si no cambiamos el chip me parece sano y revelador. Los tiempos están chungos y hay que decirlo. El asalto al Congreso de EEUU no es una entelequia, ya se produjo recientemente. Y también hemos visto a civiles portando armamento de guerra para enfrentarse a personas que se están manifestando. Incluso en Europa se están produciendo asaltos a políticos. Peligroso y lamentable.
Aunque hay que decir con rotundidad que la película no va de enfrentamientos políticos. Incluso recibió críticas por evitar cualquier sesgo partidista y no identificar a las ideologías enfrentadas en esta guerra civil. La película sólo juega con los miedos que provocó la insurrección de aquel 6 de enero y sin intromisiones políticas nos sumerge en la brutalidad de un conflicto armado moderno.
Esa es su esencia.
Podría ser una de tantas contiendas de las que venimos viendo en los telediarios desde hace decenios, como Vietnam, Líbano o Afganistán. O incluso de ahora mismo cuando están activos conflictos armados a gran escala en Ucrania, franja de Gaza, Burkina Faso, Somalia, Sudán, Yemen, Myanmar, Nigeria y Siria.
La baza que juega la película es que esta guerra civil -salvaje y cruenta- tiene lugar en suelo estadounidense. Eso es lo morboso y terrible. Que lo que siempre se ha visto lejano y producto de sociedades poco articuladas o civilizadas, ahora se produce en suelo norteamericano. La periodista que encarna maravillosamente Kristen Dunst es ya muy veterana como para enfrentarse ahora con esto. En un momento dado reflexiona: "Cuando estaba en un conflicto, cada foto que enviaba a casa era como una advertencia. No hagáis esto... Y aquí estamos". La cinta que escribe y dirige Alex Garland simplemente nos demuestra que el derrumbe de una sociedad puede estar al girar la esquina y, además, que la guerra es igual de absurda y ciega tanto a diez mil kilómetros como en tu propia casa. O quizá más.
La película empieza con el presidente ensayando el tono que quiere dar a sus palabras en su próximo discurso televisado. Dice que la derrota de los "secesionistas" es inminente y repite elevando el énfasis: "Algunos ya la llaman la mayor victoria en la historia de la Humanidad". Tardamos pocos minutos en enterarnos de que esto no es más que otra fake news, un pequeño indicio de la típica retórica trumpiana. Los "secesionistas" son las Fuerzas Occidentales (Western Force) y la Alizanza de Florida (Florida Alliance) que se han rebelado ante un poder alevoso. La neutralidad política de la que hace gala la cinta hace que esas Fuerzas Occidentales estén integradas por los estados de California (tradicionalmente demócrata) y Texas (tradicionalmente republicano).
Lo que sigue a esta verborrea presidencial es un baño de realidad en su máxima expresión. Primero porque los rebeldes han ido avanzando desde el sur y ya están a las puertas de Washington, dispuestos a derrocar al presidente. Es entonces cuando un pequeño grupo de periodistas se plantea ir desde Nueva York a la Casa Blanca para hacerle una última entrevista. Y segundo porque junto a los periodistas vamos a vivir la refriega en primerísima línea de fuego, acompañando a los pelotones en sus asaltos y sintiendo la adrenalina y el espanto en carne propia.
A esto me refiero con inmersiva.
Los periodistas y la cámara (con nosotros los espectadores), avanzan muy pegados a los soldados en sus acciones y el magistral diseño de sonido hace el resto. Los disparos a bocajarro y las explosiones logran estremecerte en la butaca. Te sientes intimidado.
La película sigue a un grupo de periodistas encabezados por los veteranos Lee Smith (Kirsten Dunst) y Joel (Wagner Moura) que recorren el frente de combate entre Nueva York y Washington. Se les ha unido la novata Jessie (Cailee Spaeny) y juntos pretenden documentar la caída de la Casa Blanca e intentar conseguir una última entrevista con el presidente.
El contexto sociopolítico está perfilado en dos brochazos. Estamos en 2077, escasea el agua y hay campos de refugiados. El presidente está en su tercer mandato (en EEUU sólo pueden aspirar a dos), ha disuelto el FBI y ha autorizado el ataque contra civiles con aviones no tripulados. Pero todo esto lo conocemos sólo por referencias. La película se centra en ofrecer un dantesco espectáculo de guerra y en el trabajo de los periodistas para documentarlo: escuadrones de la muerte, fosas comunes, ciudades incendiadas, ataques suicidas contra multitudes que esperan su ración de agua...
Garland mantiene un perfecto equilibrio entre los dos niveles narrativos, el del colapso social y el más íntimo, donde la protagonista muestra su fragilidad. Quizás la mirada amarga de Lee es el mejor resumen de esta incendiaria película. Todo esto se podía haber evitado.
La estructura itinerante del relato permite al director mostrar distintos episodios a cual más perturbador. Destacaré dos.
En un momento dado los periodistas llegan a un pueblo donde están desperdigados los restos de una feria navideña en medio del verano. El paisaje es un disparate y en ese momento reciben el disparo de un francotirador desde una casa cercana. Todo parece irreal. Al protegerse detrás de un camión encuentran allí a una pareja de francotiradores a los que preguntan de qué bando son. La respuesta refleja todo el absurdo y la brutal simpleza de la guerra: "Hay un tío en esa casa que quiere matarnos y nosotros queremos matarlo a él".
La otra escena es ya muy conocida. Los periodistas se cruzan con unos milicianos de los muchos que hay por los pueblos haciendo la guerra por su cuenta. Tienen abierta una fosa común donde están echando cadáveres. Su líder (un siniestro Jesse Plemons) lleva unas gafas de sol de color rojo brillante y con el fusil entre las manos pregunta a cada uno de ellos: "¿Qué clase de estadounidense eres?". Para disparar a bocajarro si no has nacido en la tierra del sueño americano. La escena es espeluznante y creo que su elevadísima graduación de patriotería y xenofobia tiene ecos de hoy mismo en muchas partes.
Cifro la fuerte tensión que se respira en la película en dos asuntos. Mostrar los horrores de la guerra de una forma contundente y homenajear a los reporteros de guerra. El cine tiene un gran historial con ellos. Sin sus documentos estaríamos ciegos ante la maquinación política y la barbarie. Tras su primera experiencia con un hombre a punto de asesinar a dos cautivos ya torturados, Jessie se cuestiona lo que están haciendo y Lee le recuerda que su trabajo no es hacerse preguntas o involucrarse: "Tomamos fotografías para que otros puedan hacerse esas preguntas". Y ahí entramos nosotros, los espectadores.
Porque Civil War funciona como un buen reportaje periodístico. las fotografías en blanco y negro que se congelan mientras las está haciendo Jeesi nos recuerdan a las ya vistas de Bosnia, Libia o Gaza. Así que nos muestra el horror para luego dejarnos sacar nuestras propias conclusiones.
También hay un homenaje implícito en el nombre de la protagonista. Lee Smith es un claro homenaje a la famosa reportera Lee Miller, que dejó de ser modelo en N. York y artista en París para acompañar a las tropas aliadas en la segunda Guerra Mundial. Fue la primera fotoperiodista en entrar junto a los soldados en el campo de exterminio de Dachau y enviar sus fotos a la revista Vogue. Lo que vio la impresionó de tal modo que añadió una nota: "Os ruego que me creáis. Esto es cierto".
Aunque también aparece plasmada esa zona moral de color grisáceo en la que a veces se mueve los periodistas de guerra. Joel llega a reconocer que asistir a los combates se la pone dura; aunque la escena más sobrecogedora le muestra bromeando con un soldado mientras tras él fusilan directamente a varios rehenes y Jessie los fotografía. Garland introduce innumerables contrastes en su película y sobre estas imágenes monta la alegre canción de De La Soul, "Say No Go": para ilustrar la desconexión emocional del grupo ante el asesinato.
'Civil War' es una experiencia cinematográfica muy convincente que, además, te reconcilia con las salas de cine. No creo que se aprecie igual en otros formatos, sea tv o tablet. En la sala se percibe nítidamente que la acción es emocionante, las imágenes poderosas, el sonido apabullante y la música genial, ejerciendo un comentario irónico.
Garland nos envía esta cinta como Lee Smith enviaba sus fotografías, como una advertencia de lo espeluznante que es la guerra y los demonios que libera.
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Alex Garland es el guionista de 28 días después o Nunca me abandones. Ha dirigido y guionizado las películas Ex-machina, Aniquilación y la hipnótica serie de ciencia ficción Devs.
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