jueves, 8 de mayo de 2025

WARFARE - de R. Mendoza y Alex Garland

EEUU, 2025


Esta película es una mina antipersonal. 
Si sacas la entrada será como pisarla y te explotará en la cara.
La película tiene la ambición de mostrar la guerra moderna tal cual es, 
en acción y tiempo real.
Con la deshumanización como punto clave. 
Los soldados americanos no tienen historia, ni fotos de su chica, ni sonríen con indiferencia ante la muerte. 
Tampoco el enemigo tiene historia. 
Los guerrilleros iraquíes son un simple punto blanco que se mueve en el mapa del satélite espía. 

La acción se basa en las experiencias reales, en la guerra de Irak, del ex marine Ray Mendoza,  codirector y coguionista de la película. 

Un pelotón de comandos SEAL llega por la noche, en silencio, a una ciudad iraquí. Asaltan un casa y se instalan en ella, montando un nido de francotiradores, para dar apoyo a una operación de los marines. Allí escondidos esperan acontecimientos mientras vigilan las calles y los bares. Pero tras unas horas sospechan que los han detectado y que el enemigo se prepara para acorralarlos. El silencio de estos primeros veinte minutos te corta la respiración, hasta que de pronto es roto por la explosión de una granada que se cuela por un ventana.
Ahí empieza el jaleo en esta película claustrofóbica.




La cámara (y nosotros con ella) estamos en la misma habitación donde se produce una explosión que nos deja aturdidos. También estamos pegados a los soldados que empiezan a disparar atronadoramente.
Todo resulta violento y abrumador.
Pero eso ya lo hemos visto en Black Hawk derribado (Ridley Scott), en la más reciente Civil War (del propio Alex Garland), en Hasta el último hombre (de Mel Gibson) o en Salvar al soldado Ryan (de Steven Spielberg), película que inauguró esta forma de presentar la guerra con una crudeza visceral.

La película de Garland y Mendoza quiere llegar más allá y ser realista hasta las últimas consecuencias. Hay muchos momentos de tensa espera, desorientación y hasta de tedio absoluto. Los soldados repiten mecánicamente las consignas para reconocerse: ¡¡dos minutos!! gritan todos a la vez, como autómatas.
No hay música que endulce esos terribles momentos.
No hay bromas, ni dudas, ni épica.
Y la sorpresa...Tampoco hay muertos (bueno, solo uno).
La guerra, más que muertos, deja mutilados físicos y psicológicos.




Cualquiera que no conozca la guerra y lea las noticias se sorprenderá cuando tras un ataque con aviones y no sé cuantas bombas el resultado que nos refiere el telediario es....4 muertos. Habituados a la ficción de las películas esperaríamos 20 o 30 cadáveres. 
Pero las películas no muestran la guerra tal como es. Ya lo dijo el director Alex Garland en una entrevista: "El cine posee una habilidad malsana para convertir todo en sexi, incluso la guerra".

Pongamos un dato. EEUU invadió Irak en marzo del 2003 con la estafa de las armas de destrucción masiva como excusa. En diciembre de ese mismo año los soldados capturaron a Sadam Husein; pero la guerra se alargó hasta 2011. 
Durante esos 8 años murieron en combate más de 4.600 soldados estadounidenses. Parecen pocos para 8 años de bombardeos y francotiradores... pero hay que añadir varios miles más que murieron por suicidio tras regresar a casa. La que sería una guerra relámpago de tres semanas para llevar la democracia y la libertad a Irak se prolongó durante 8 años y dejó brutales consecuencias: más de 100.000 civiles muertos, según la organización Iraq Body Count (IBC), y un país sumido en el caos.

Esto es lo que nos muestra esta película concentrada y terrible. 
La guerra no arregla nada. 
Sólo produce muertos, mutilados y destrucción.
Esta es la conclusión que el director quiere trasladar a la sociedad actual que vive tiempos tan convulsos: "Ahora que estamos mucho más cerca de la guerra total de lo que hemos estado en mucho tiempo, es positivo pensar en esta realidad y en lo que puede pasar con la gente joven cuando se le envía a la guerra. Quizá mueva a la gente a ser razonable". 


Lo que pasa es que a pesar de este alto valor testimonial, la película se me queda corta. Primero porque no tiene ningún contexto ni discurso, sea político o antibelicista. Aunque también cabe pensar que el mensaje es la bofetada: esto es la guerra, a palo seco, absurda. Lo segundo es por la ausencia de drama personal. Nada sabemos de los soldados que, ni ante la amenaza de muerte, se confiesan a sus compañeros. Los soldados sólo son cuerpos que el poder lanza a la trituradora, parece transmitirnos la cinta. Aunque quizás también sea este otro valor de la película; decirnos la guerra nos convierte en nadie. 

Y lo tercero es porque la película concluye su recorrido traicionándose. Ante la situación desesperada del pelotón, llega un segundo comando con un líder clásico al frente que resuelve el trance con determinación y una gran capacidad de liderazgo. Es decir, la situación se resuelve volviendo al relato de siempre, ninguneando a los iraquíes (tanto a los guerrilleros como a la familia que destrozan la casa) y mitificando al héroe americano. 

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